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Pensamiento estratégico y la matriz cambiante de los conflictos*
Strategic Thinking and The Changing Matrix of Conflicts
Pensamento estratégico e a matriz em mutação dos conflitos
Pensamiento estratégico y la matriz cambiante de los conflictos*
Revista de Relaciones Internacionales, Estrategia y Seguridad, vol. 19, núm. 1, pp. 31-46, 2024
Universidad Militar Nueva Granada
Recepção: 25 Março 2023
Aprovação: 11 Dezembro 2023
Publicado: 30 Junho 2024
Resumen: Este trabajo indaga sobre el pensamiento estratégico y busca reafirmar tres ideas ya conocidas -pero quizás algo olvidadas- en los tiempos que vivimos. La primera está asociada con el carácter único e irrepetible de los conflictos. La segunda, con que las respuestas estratégicas deben ser únicas, creativas, disruptivas y originales. Y la tercera, que la rápida evolución tecnológica, con sus consecuencias políticas, económicas, sociales y militares, parece estar lejos de anular el pensamiento estratégico de los decisores civiles y militares. Por el contrario, demanda que un actor estatal conciba soluciones estratégicas originales y contingentes a un espacio y tiempo determinados. Esas estrategias no pueden ser meras copias de otros actores, aun cuando se pueda argüir que asistimos a una común totalización de la masa y la técnica del conflicto, que invalida otras variables y opciones. La guerra sigue siendo un "camaleón" que cambia de carácter en forma permanente. Hoy se conjugan, además de la tecnología, actores estatales y no estatales, se diversifican los medios disponibles y se han expandido volumétricamente los dominios, pero el elemento moral y la voluntad parecen seguir gravitando en los conflictos armados. Basta ver lo que ocurre en Rusia y Ucrania, donde el pueblo que defiende su territorio lo hace con tenacidad, habilidad y destrezas tácticas y genio estratégico. La metodología del presente trabajo es cualitativa. Constituye un artículo de tipo descriptivo y explicativo, y adopta un cariz prescriptivo al recomendar una renovada lectura de los autores clásicos junto a los más modernos.
Palabras clave: Conflicto armado, guerra, naturaleza y carácter de la guerra, pensamiento estratégico militar, tecnología.
Abstract: This work delves into strategic thinking and aims to reinforce three ideas already known -but may have been somewhat overlooked in the contemporary era. The first idea is associated to the unique and unrepeatable nature of the conflicts. The second emphasizes that strategic responses should be distinctive, creative, disruptive, and original. The third underscores that rapid technological evolution, along with its political, economic, social and military consequences, does not seem to negate the importance of state for both civil and military decision-makers. On the contrary, it demands that state actor conceive original and context - specific strategic solutions tailored to a given time and space. These strategies should not be mere replicas of those employed by other actors, even though one might argue that there is prevailing trend towards the mass and technique of conflict, which could marginalize other variables and options. War remains a "chameleon," continually altering its character. In today's landscape, technology combines with both state and non-state actors, diversifying the available means and expanding the domains volumetrically. Despite these changes, the moral element and will continue to exert influence on armed conflicts. A case in point is the ongoing situation in Russia and Ukraine, where individuals defending their territory demonstrate tenacity, tactical skill, and strategic genius. The methodology employed in this work is qualitative presenting a descriptive and explanatory article while adopting a prescriptive tone by recommending a renewed examination of classical authors alongside more contemporary ones.
Keywords: Conflict, War, Nature and Character of War, Military Strategic Thinking, Technology.
Resumo: Este trabalho investiga o pensamento estratégico e busca reafirmar três ideias já conhecidas - mas talvez um pouco esquecidas - nos tempos em que vivemos. A primeira está associada ao caráter único e irrepetível dos conflitos. A segunda, com o fato de que as respostas estratégicas devem ser únicas, criativas, disruptivas e originais. E a terceira, que a rápida evolução tecnológica, com suas consequências políticas, econômicas, sociais e militares, parece estar longe de anular o pensamento estratégico dos decisores civis e militares. Pelo contrário, demanda que um ator estatal conceba soluções estratégicas originais e contingentes a um espaço e tempo determinados. Essas estratégias não podem ser meras cópias de outros atores, embora se possa argumentar que assistimos a uma totalização comum da massa e técnica do conflito, que invalida outras variáveis e opções. A guerra continua sendo um "camaleão" que muda de caráter permanentemente. Hoje se conjugam, além da tecnologia, atores estatais e não estatais, os meios disponíveis se diversificam e os domínios se expandem consideravelmente, mas o elemento moral e a vontade parecem continuar a gravitar nos conflitos armados. Basta ver o que está acontecendo na Rússia e na Ucrânia, onde o povo que defende seu território o faz com tenacidade, habilidade e destrezas táticas e genialidade estratégica. A metodologia deste trabalho é qualitativa. Constitui um artigo descritivo e explicativo, e adota um caráter prescritivo ao recomendar uma leitura renovada dos autores clássicos junto aos mais modernos.
Palavras-chave: Conflito armado, guerra, natureza e caráter da guerra, pensamento estratégico militar, tecnologia.
Introducción
Desde la caída del muro de Berlín somos testigos de cambios significativos en todos los órdenes. La seguridad internacional y la política doméstica de los Estados han transmutado al compás de los avances tecnológicos y de la Globalización. Una Globalización que, sin dudas, ha provocado contundentes beneficios a la humanidad, pero también ha producido diferentes disfuncionalidades en los ámbitos político, cultural, económico y de seguridad, y en el campo diplomático (Instituto Español de Estudios Estratégicos, 2013, p. 29).
A las largas fases de estancamiento tecnológico que caracterizaron al "mundo civilizado" hasta la Revolución Industrial le siguieron carreras armamentistas acompañadas de noveles tecnologías que propiciaron o modificaron las formas de hacer la guerra. La tragedia de la destrucción de la vida humana en las guerras no tiene nada de racional (de Vergara, 2012, p. 64), sigue siempre presente y, en estos tiempos, se agrava no solo por la fuerte impronta de los algoritmos y la información, sino también por la posibilidad de matar en forma impersonal, con precisión y a gran distancia.
La "matriz bélica" ha cambiado (Nievas, 2021, p. 415) de la mano de una expansión volumétrica en los dominios tradicionales (terrestre, marítimo y aéreo) y del agregado de otros dos (cibernético y espacial) que parecieran revolucionar los conflictos armados, las tácticas, las ideas y sus formas de implementación (Moresi, 2021, p. 2).
Los problemas, peligros y oportunidades derivados de la violencia en general y de la guerra en particular son en la actualidad de gran complejidad y, por ello, las respuestas deben ser igual de complejas y multidimensionales (Calderón, 2009, p. 16). Las respuestas se traducen en estrategia, que es, ante todo, comunicación con el propósito de ejercer una influencia en otro actor (Frischknecht et al., 1995, p. 20). De allí que se necesita apelar al uso de un poder "inteligente", en el que se combinen en forma sinérgica el "poder duro", asociado con las capacidades militares, económicas y tecnológicas de un Estado (Boone et al., 2006, p. 9), y el "poder blando", vinculado con la persuasión, la construcción de redes, las narrativas convincentes, el establecimiento de reglas internacionales y el aprovechamiento de recursos, que hacen que un país sea naturalmente atractivo (Diplomacy, 2017).
Estas nuevas tecnologías producen indudables avances, pero también generan desafíos y retos para las élites de los Estados. Desde el punto de vista que se la vea, la tecnología puede ser un potenciador o un limitador de riesgo, porque puede, en algunos casos, multiplicar el riesgo o bien reducirlo, teniendo un efecto positivo o negativo para la seguridad nacional (Instituto Español de Estudios Estratégicos, 2013, p. 11).
Estamos asistiendo a un "cambio de época profundo y sistémico..." (Fojón, 2018, p. 1). La matriz tecnológica actual es de naturaleza disruptiva y afecta las relaciones políticas, económicas y culturales (Girardi, 2023), imponiendo una racionalidad estratégica singular a cada actor estratégico.
Algunos especialistas, como el general Mallick2 o el exsubsecretario de Defensa de los EE. UU. Bob Work, plantearon que los adelantos tecnológicos actuales podrían cambiar la naturaleza y el carácter mismo de la guerra (Mallick, 2019; Work, 2015). Otros, como el general de Vergara y Sean Mc Fate, se han mantenido fieles a las enseñanzas de Clausewitz al decir que la guerra no cambia en su naturaleza sino solo en su carácter. Mc Fate afirma que "sugerir que la nueva tecnología puede cambiar la naturaleza inmutable de la guerra en lugar de sólo cómo se lucha, es ignorante" y que lo que se debe hacer es "invertir en la gente, no en las máquinas" (Mc Fate, 2020, pp. 45 y 48); y de Vergara argumenta que lo que cambia en la guerra es solo su carácter impulsado por su propósito, la manera en que se la conduce, la tecnología y el ambiente operacional en donde tienen lugar (de Vergara, 2017, p. 58).
Esta introducción nos interpela sobre si las estrategias sucumbirán ante el avance de las nuevas tecnologías por su carácter disruptivo e insuperable, y si se perderá entonces la esencia del pensamiento estratégico militar. Indaga sobre el pensamiento estratégico y busca reafirmar tres ideas ya conocidas -pero quizás algo olvidadas- en los tiempos que vivimos. La primera está asociada con el carácter único e irrepetible de los conflictos. La segunda, que las respuestas estratégicas deben ser únicas, creativas, disruptivas y originales. Y la tercera, que la rápida evolución tecnológica, con sus consecuencias políticas, económicas, sociales y militares, parece estar lejos de anular el pensamiento estratégico de los decisores civiles y militares. Por el contrario, demanda que un actor estatal conciba soluciones estratégicas originales y contingentes a un espacio y tiempo determinados. Esas estrategias no pueden ser meras copias de otros actores, aun cuando se pueda argüir que asistimos a una común totalización de la masa y la técnica del conflicto, que invalida otras variables y opciones. Hoy se conjugan, además de la tecnología, actores estatales y no estatales, se diversifican los medios disponibles y se han expandido volumétricamente los dominios, pero el elemento moral y la voluntad parecen seguir gravitando en los conflictos armados. Basta ver lo que ocurre en Rusia y Ucrania, donde el pueblo que defiende su territorio lo hace con tenacidad, habilidad y destrezas tácticas y genio estratégico.
En primer lugar, este artículo aborda sucintamente el campo de las relaciones internacionales, a partir del cual se puede encuadrar el pensamiento estratégico. Luego se explora la conexión entre la guerra, la política y la estrategia. A continuación, se tratan algunos pensadores estratégicos seleccionados, ante la imposibilidad de efectuar una revisión amplia y general. Se apela, en forma paralela, a algunos ejemplos de casos de conflictos armados contemporáneos en los que se conjugan elementos diversos del arte y el carácter de la guerra. Al final se presentan unas breves conclusiones. La metodología de este trabajo es cualitativa y constituye un artículo de tipo descriptivo y explicativo.
Algunos conceptos provenientes del campo de las relaciones internacionales
A los fines de este trabajo, esta sección trata sobre algunos exponentes del campo de las relaciones internacionales, como Kenneth Waltz, en cuanto a la categorización que este autor efectuó sobre las causas de la guerra y los niveles de análisis, o como Lobell, Tagliaferro y Rispman, sobre el neorrealismo clásico, y Robert Keohane y Joseph Nye, en relación con la interdependencia compleja. También se aborda el concepto de "cultura estratégica", por su estrecha ligazón con el pensamiento estratégico de un actor estatal y el componente moral.
La categorización que efectuó Waltz sobre las causas de la guerra se distingue a partir de tres niveles de análisis a los que llamó "imágenes" (Waltz, 1959). La primera refleja la naturaleza del hombre "para comprender los sucesos políticos y sociales"; la segunda, el quehacer doméstico de los Estados, y la tercera presta atención a la distribución del poder, a la estructura anárquica del sistema internacional y a los factores sistémicos influyentes (pp. 4 y 24). El autor aclara que las "recomendaciones que derivan de una imagen única son incompletas porque se sustentan sobre análisis parciales" y que "los estados están conformados por el medio internacional en el que actúan" (p. 17).
Para el realismo, los Estados son "los" actores fundamentales de la política internacional. Lo que prima es la anarquía del "orden" internacional, la competencia y el equilibrio de poder, "porque no existe un proceso coherente y fiable para reconciliar los conflictos de intereses que surgen [...] entre unidades similares en una situación anárquica" (p. 24).
El realismo neoclásico de Lobell, Rispman y Tagliaferro se basa en la compleja relación entre el Estado y la sociedad, que se encuentra en el realismo clásico, pero sin sacrificar la idea central del neorrealismo sobre las limitaciones del sistema internacional (Lobell, Ripsman y Taliaferro, 2009, p. 5). Presenta, entonces, una concepción "de arriba hacia abajo" del Estado, en la que las fuerzas sistémicas, finalmente, impulsan el comportamiento externo, combinando elementos de primera y segunda imagen, es decir, lo referido a la naturaleza del hombre y el quehacer doméstico de los Estados.
Podemos argüir, sin embargo, que un enfoque excluyente desde la perspectiva realista pareciera quedarse corto en la consideración de otros actores existentes en los tableros internacionales actuales y en las relaciones que se establecen. La "interdependencia compleja", de Keohane y Nye, permite explicar la existencia de canales múltiples que se establecen mediante nexos, formales e informales, en el ámbito internacional de tipo interestatal, transnacional y transgubernamental (Keohane y Nye, 1988, p. 40). Esta interdependencia no solo ofrece algunas características que tipifican las relaciones entre Estados o actores, sino, lógicamente, las estrategias resultantes como respuesta a diferentes escenarios en los que suceden los conflictos. Para estos autores, las agendas de los Estados no son simétricas, y sus múltiples temas no poseen una clara jerarquía.
Del mismo modo, la "seguridad militar no domina consistentemente" la agenda, como en otras perspectivas de las relaciones internacionales, y "muchos temas surgen de lo que se acostumbraba a considerar como terreno exclusivo de la política interna" (p. 41). La consecuencia directa, desde esta perspectiva, es que "la diferencia entre temas internos y externos en un Estado se vuelve borrosa" y, por ello, los variados asuntos a tratar en sus agendas deben ser considerados por "distintas áreas del gobierno y en diferentes niveles", con una amplia política de coordinación para evitar costos significativos (p. 41).
Otro aspecto muy sobresaliente es el de "cultura estratégica". En el siglo xxi, el interés por el rol de la cultura en los asuntos referidos a la seguridad de los Estados no solo continuó3, sino que cobró nuevos bríos, por cuanto se interpretó que podía ofrecer una perspectiva valiosa sobre la doctrina militar y apreciar opciones estratégicas críticas bajo el "lente de la identidad y cultura nacionales" (Lantis, 2009, p. 34). La cultura estratégica se refiere a la forma en que las élites se comportan de manera diferenciada respecto de cuestiones estratégicas sobre la seguridad en general y el uso de la fuerza militar. De allí surge su interesante conexión con la estrategia militar de un Estado. El comportamiento de este se manifiesta en patrones que van más allá de la "mera política", para responder a una cosmovisión particular o distintiva asentada en las clases dirigentes (p. 34). Tampoco se debería olvidar que los Estados buscarán, seguramente, el poder material, pero los "significados" que asignan al poder y a la seguridad ayudarán a explicar su comportamiento (Katzenstein, 1996, p. 2). La cultura refleja normas, valores, reglas y modelos que definen qué actores sociales existen en un sistema, cómo operan y cómo se relacionan entre ellos (pp. 6 y 7).
El entorno estratégico, como conjunto de características estables y semiestables en un espacio y tiempo determinados, implica la convivencia de diferentes perspectivas, las cuales dan lugar a estrategias y doctrinas nacionales de las más diversas y que responden a culturas estratégicas propias. Snyder sugería que las "élites articulan una cultura estratégica única relacionada con los asuntos de seguridad y militares que son una manifestación más amplia de la opinión pública, socializada de un modo distintivo de pensamiento estratégico" (Lantis, 2009, p. 35).
En el actual conflicto ruso-ucraniano, Rusia se percibe como un "gran poder" y demanda que sea tratado como tal; su histórico sentido de la inseguridad ha sido respondido por un liderazgo autoritario apoyado por sus capacidades militares en enfrentamientos que van más allá de sus fronteras, con uso del poder militar y diplomático en forma coercitiva (Wiltenburg, 2020, p. 8).
La conexión entre la guerra, la política y la estrategia
Hablar de guerra o de conflictos armados es referirse a un fenómeno social fundado en la naturaleza humana (von Clausewitz, 2021, p. 803). Es un "acto de fuerza para obligar al contrario4 al cumplimiento de nuestra voluntad"; pero también es un instrumento de la política y no un fin en sí mismo, una parte del intercambio político por otros medios (p. 803).
Para von Clausewitz, las restricciones y probabilidades de la realidad sustituyen lo extremo y absoluto del concepto de la guerra (p. 38). El Estado, "tanto nacional como internacional [...] modera, restringe y condiciona" la guerra (p. 22), pero ella pertenece al sentimiento (pp. 22 y 23), y este "no depende del grado de civilización [de un pueblo] sino de la importancia de los intereses encontrados y de la persistencia de su incompatibilidad" (p. 22); en la guerra, el uso de "crueles exteriorizaciones que se manifiestan en la destrucción de campos y ciudades" no es desechado por la "progresiva civilización" (p. 23).
Bucha, Mariupol, Kherson, Severo Donetsk, Lysychansk y Bakhmut parecen validar este pensamiento de von Clausewitz; muchas ciudades ucranianas se han vuelto casi irreconocibles por la destrucción del fuego ruso (Spencer, 2023). Basta mencionar que las fuerzas rusas emplearon el sitio como táctica de guerra y que dispararon aproximadamente 585 misiones de fuego de artillería de campaña por día, a finales de mayo de 2022, con más de siete mil proyectiles, lo cual no solo habla de crueldad, sino que tensionó más las voluntades y el esfuerzo de guerra (Grinsberg, 2023).
Schmitt sostiene que la guerra deriva de la "hostilidad" cuando es llevada al extremo mediante la negación total del enemigo, y que el Estado es una unidad política total y decisiva que concentra en sí una atribución inmensa, es decir, la de hacer la guerra y disponer de la vida de los hombres (Schmitt, 1984, p. 187). La guerra no es un acto aislado, no surge repentinamente y "su expansión no es obra de un momento" (von Clausewitz, 2021, p. 26). La fuerza física es "el medio", y todos los elementos intervinientes en la guerra, es decir, las fuerzas disponibles, las del enemigo, los aliados y los gobiernos, pertenecen al campo de la política (p. 804).
La guerra en la región de Nagorno-Karabaj ejemplifica a aquellas zonas geopolíticas más activas, donde la ejecución de las tensiones políticas se trasladó a las acciones militares. El enfrentamiento entre Armenia y Azerbaiyán sobre esa región posee profundas raíces de desconfianza, hostilidad y adversidad, con bases étnicas, nacionalistas y religiosas. Estas tensiones se canalizaron en una política de seguridad regional, en la cual ambos países construyeron su estrategia sobre la misma base de desconfianza, diversificación y adversidad (Bivainis, 2022).
La política se manifiesta como un "arte estratégico", es decir, una forma de pensar que pasa las ideas a la acción por medio de una concepción, un diseño y una elección. Los dos primeros corresponden al nivel estratégico y operacional y, la última, al de la táctica (Frischknecht et al., 1995, p. 2). La estrategia trata de fines, modos y medios dentro de entornos conflictivos y en tiempos y espacios cada vez menos precisos. Mientras que para Beaufre, la estrategia es el arte de la dialéctica de las voluntades que emplean la fuerza para resolver su conflicto (Beaufre, 1963, p. 13), para von Clausewitz "es el empleo del combate para alcanzar el fin de la guerra" (von Clausewitz, 2021, p. 161), y para alcanzarlo debe establecer un objetivo que corresponda con el fin de la misma, lo que da lugar a un plan que enlace las acciones que apunten a su logro (p. 161).
Los medios a generar y diseñar5 en una estrategia deben apuntar a los fines, pero también ser coherentes con el conflicto planteado. Esto reafirma la sentencia de von Clausewitz respecto de que el acto más decisivo que ejercita un estadista y general en jefe es comprender correctamente la guerra en que se empeña (Frischknecht et al., 1995, p. 4). Del mismo modo, Michael Howard advierte sobre la necesidad de que la estrategia no cometa errores garrafales en la apreciación del conflicto futuro, respecto de los fines y medios para enfrentarlo, de manera que sea imposible ajustarse una vez que el carácter del conflicto sea revelado (Ministry of Defence - Development, Concepts and Doctrine Centre [DCDC], 2015, p. 2).
El pensamiento estratégico necesario para hacer la guerra no surge de una operación mecánica caracterizada por normas rígidas y repetitivas, sino que para obtener éxito debe asumir una clara singularidad propia del tiempo en que se desarrolla. La guerra y la estrategia escapan a leyes y principios fijos y estables (Fernández, 1993, p. 84). Antulio j. Echevarría II discurre en un punto muy interesante al internarse en lo que denomina "el elemento bélico", es decir "la cualidad de la ferocidad o el entusiasmo por el combate" como antítesis de las reglas y principios geométricos que von Bülow y Antoine Henri de Jomini afirmaban como el verdadero espíritu de la guerra moderna. Agrega que la guerra absoluta no es más que ese "elemento bélico" (el verdadero espíritu de guerra llevado a su máxima expresión) (Echevarría II, 2022).
La defensa ucraniana de Kiev de 2022 ofrece un ejemplo moderno del "elemento bélico" de von Clausewitz y su noción de guerra popular combinados, tal como se vio en España contra Napoleón en el siglo xix. Los civiles ucranianos, las Fuerzas de Defensa Territorial 112 y 114 y la Brigada de Infantería Mecanizada 72 llevaron a cabo una defensa exitosa de Kiev con armas muy básicas y molotov para defender sus hogares y vecindarios (Echevarria II, 2022).
Liddell, por su parte, fue un severo crítico de von Clausewitz, porque sostuvo que su conceptualización sobre la estrategia, la política y los objetivos era errónea, por cuanto el plano superior de una guerra es el nivel político y, necesariamente, es responsabilidad de un gobierno (Liddell, 2019, cap. 19). También sostiene que el prusiano circunscribió el significado de la "estrategia" a la mera utilización de las batallas, lo cual es un error, y que la estrategia no se limita simplemente a intentar derrotar el poder militar enemigo, sino a actuar con inteligencia sobre objetivos limitados y resolver el conflicto sin necesidad de combates serios (cap. 19).
Los grandes pensadores son, en primera instancia, productos de un contexto político, económico y social determinado; por ello, tanto von Clausewitz, Liddell y otros han estado influenciados por las guerras y entornos de sus tiempos, napoleónicas el primero, y la carnicería de la guerra de trincheras en la I Guerra Mundial (IGM), en el caso de Liddell.
El pensamiento estratégico militar
La estrategia es un arte, no una ciencia. Además de lo que menciono más arriba, la estrategia es la conexión entre fines, medios y un "plan de juego" que dice cómo los recursos escasos serán empleados en función del contexto de la seguridad internacional y de los medios disponibles (Bartlett, Holman y Somes, 1995, p. 19). El pensamiento estratégico militar surge de una ecuación, de una concepción política, y su evolución no solo se ha corporizado en aquellos pensadores que interpretaron las transformaciones en la forma de hacer la guerra, sino en la individualidad y el genio militar que gravitan decisivamente sobre la conducción estratégica (Fernández, 1993, p. 99 ).
Según Vargas, el "pensamiento estratégico" está ligado a concepciones amplias que pueden ser o no de naturaleza militar, pero que envuelven siempre cuestiones consideradas "estratégicas" por los actores que interactúan, "condicionando, así, patrones de comportamiento" y definiendo "objetivos, anticipación de movimientos, planeamiento de largo plazo, cálculo de costo-beneficio, manejo de información, toma de decisiones y grados variados de incertidumbre en relaciones complejas de conflicto, competición o negociación" (Vargas, 1997, p. 36).
La vida es cambio y ningún tiempo es igual a otro; las tensiones se desarrollan en nuevos y diferentes entornos (Instituto Español de Estudios Estratégicos, 2013, p. 39), en un mundo de naturaleza volátil, incierta, compleja y ambigua (YUCA)6 (Johansen y Euchner, 2013, p. 1). Si bien hay per-vivencias del pasado y elementos que facilitan la estabilidad, existen otros que promueven la irracionalidad y la violencia (Instituto Español de Estudios Estratégicos, 2013, p. 39). Por esta razón, un pensamiento estratégico demanda reunir ciertos requisitos y poder abordar, entre otros, los desafíos, riesgos y oportunidades que plantea Douz et al referirse a los adelantos tecnológicos actuales de la llamada "esfera de datos", ante un espacio que no deja de extenderse y hacerse más complejo (Douzet, 2020, p. 2).
Las respuestas estratégicas deben ser únicas, propias, creativas, disruptivas y originales por naturaleza; requieren ser contingentes7 a un tiempo y espacio determinados. Los conflictos armados siguen siendo únicos e irrepetibles, y no permiten la aplicación de recetas viejas y estandarizadas para enfrentarlos. Las tensiones y amenazas aparecen y desaparecen más rápido de lo que se tarda en diseñar, desarrollar y adiestrar una fuerza con capacidades militares suficientes. Hacer una buena estrategia es extremadamente difícil, porque se requiere acertar en contextos que literalmente "no han ocurrido y podrían no ocurrir", porque "el futuro no ha sucedido" (Gray, 1999, p. 82).
La famosa trinidad pueblo, ejército y gobierno permite vincular los fines de la guerra a este último, las pasiones al pueblo, y el valor y el talento, al general y al ejército (von Clausewitz, 2021, p. 40). Un elemento esencial a ponderar por el estratega es la incidencia del componente moral de las tropas y los pueblos. La guerra busca obligar al adversario a acatar la voluntad adversaria, y esto requiere de una gran fuerza moral y mental (von Clausewitz, 1992, p. 1, cap. III). Del mismo modo, Colin Gray dice que el componente "moral" es un elemento clave en una sociedad y sus dirigentes para llevar adelante el esfuerzo de una guerra (Gray, 2009, p. 231). Sun Tzu refiere a la moral como uno de los cinco factores fundamentales para la guerra (Finney , 2020, p. 18).
La guerra en Ucrania es combatida por Estados nacionales que poseen intereses y están respaldados por pueblos apasionados con voluntades y fuerzas morales distintivas, y despliegan capacidades militares organizadas y estructuradas con unidad de comando. En el caso de Ucrania, la "re-siliencia de su ejército, la resiliencia de su base industrial, pero fundamentalmente la resiliencia de su sociedad" es un hilo central a la hora de considerar su aporte al logro de los fines de la guerra (Economist a., 2023).
Los medios disponibles darán libertad de acción a un actor, pero tales medios no pueden ser empleados a un mismo tiempo, "ya sea por su naturaleza especial, ya por lo peculiar de su uso" (von Clausewitz, 2021, p. 27). Las fuerzas de combate, el país con su terreno y la población y los aliados son, en términos generales, los medios disponibles por los beligerantes. La contribución de los aliados no depende de la voluntad de los beligerantes, sino de la naturaleza de las relaciones internacionales y, en específico, de su rol para restablecer el equilibrio perdido (von Clausewitz, 2021, p. 27).
En este siglo, nadie se puede dar en forma aislada su propia seguridad (Ballesteros, 2016, p. 98). Ucrania se viene enfrentando a un enemigo muy superior en términos cuantitativos como cualitativos. En marzo de 2022, un medio electrónico del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores expresaba que ese país necesitaba del vital apoyo de los aliados europeos para asegurar su supervivencia. Además de aviones de caza, Ucrania requería más sistemas de misiles antiaéreos, sistemas portátiles de defensa aérea (Manpads), misiles antitanques como los Javelins -que habían permitido destruir 404 tanques y 1279 vehículos blindados- y drones. Las aeronaves no tripuladas turcas Bayraktar TB2, entregadas antes de la guerra, habían sido un gran éxito para Ucrania, porque causaron daños importantes a los atacantes, convirtiéndose en un medio de bajo costo, amplio uso y gran letalidad (European Council of Foreign Relations, 2022).
La segunda guerra de Nagorno-Karabaj también ha atestiguado que la cooperación y la asistencia foránea son necesarias en los conflictos. Mientras que Armenia recayó bajo la influencia de la Federación de Rusia, Azerbaiyán ha seguido un camino vinculado a Turquía. Este país proveyó, antes de la guerra, aeronaves no tripuladas, más algunos sistemas de armas; también ha desarrollado operaciones en su frontera sur y en algunas regiones de Siria, testeando soluciones operativo-tecnológicas que permitieron a Azerbaiyán convertirse en un beneficiario inmediato de la modernización de las capacidades militares turcas (Bivainis, 2022, p. 54).
La Nación en armas, de von der Goltz; la Guerra Total, de von Ludendorff, y el Dominio del aire, de Giulio Douhet, también giran alrededor de conceptos análogos, pero no idénticos; von Ludendorf sostenía que la totalización de la guerra "lleva a consecuencias sorprendentes", y que no solo involucra a las fuerzas armadas sino a todos los pueblos beligerantes (von Ludendorf, 1964, pp. 14-17). Y Douhet, además de introducir la doctrina del medio aéreo, lo cual constituye una verdadera revolución, (Douhet, 1987, pp. 20 y 21), señala aportes aún vigentes para el pensamiento y el arte de la guerra.
El general italiano afirma, primero, que en la guerra se debe buscar la obtención de rendimientos rápidos y, entonces, se debe trabajar de modo diferente. Segundo, enfatiza la necesidad de lograr un máximo rendimiento con un mínimo de medios. Tercero, que los medios deben ser apropiados al conflicto futuro; cuarto, que las "actuales formas sociales, han llevado a guerras de carácter nacional" y, por último, que las formas de la guerra dependen de los medios técnicos de que se dispongan (Douhet, 1987, p. 17).
La contienda en Ucrania está "enseñando a los ejércitos a pensar, entrenar y planificar de manera diferente". Las fuerzas para "sobrevivir deben dispersarse, esconderse y mantenerse en movimiento", el camuflaje y el engaño han vuelto a cobrar vigencia, los centros de comando, control y comunicaciones necesitan moverse, reducir su tamaño y dificultar la detección de sus emisiones de radio y firmas digitales. La tecnología está impulsando la potencia de fuego, la inteligencia alcanza a los más bajos niveles en la cadena de comando y el empleo de la aplicación Delta8 en un sistema integrado con municiones merodeadoras y terminales Starlink puede identificar y atacar objetivos que antes eran de dominio exclusivo de los niveles superiores (Economist a., 2023).
Sobre el carácter de la guerra y el pensamiento estratégico militar
Con la incorporación de las armas de fuego se produjo la gran transformación en el ámbito militar. Sus efectos fueron radicales y superaron aquellos del arte mismo de la guerra, para impactar en las "relaciones políticas de dominio", que generaron, a su vez, cambios sociales en Europa y el resto del mundo (Bonavena y Nievas, 2015, pp. 56 y 58).
Los nuevos dominios (cibernético y espacial) se sumaron a los tradicionales (terrestre, marítimo y aéreo), dando forma a una nueva "totalización" de la masa y la técnica de la guerra. Las cuatro revoluciones "espaciales" afectan el derecho, las unidades políticas y la guerra (Nievas, 2021, p. 395). Hasta entrado el siglo XX, "[...] la guerra había sido un fenómeno de expresión bidimensional, es decir terrestre y marítimo (p. 404)", y luego, durante la Primera Guerra Mundial, irrumpió la aviación y el submarinismo produciendo un desplazamiento volumétrico de los dominios (p. 406). Hacer la guerra desde el aire desafió "una soberanía que no es plana" ni "servilmente territorial, sino volumétrica y tridimensional" (Chamayou, 2016, p. 58).
Pero, a pesar de su contundencia, la "totalización" no ha invalidado el pensamiento militar estratégico, sino que ha venido adaptándose a formas de respuesta que oscilan entre lo trinitario y no trinitario de la guerra (Bartolomé, 2017, p. 62). Las sombras de los conflictos armados se han extendido a combatientes y no combatientes, y las fuerzas militares dejaron de ser los únicos blancos para incluir a gobiernos y pueblos, en los que radican la voluntad y las fuerzas morales. Los nuevos dominios con impronta tecnológica parecen haberse convertido en protagonistas omnipresentes, pero no excluyentes.
La victoria de Azerbaiyán sobre Armenia en 2020 había parecido confirmar el dominio de las armas de precisión sobre las fuerzas terrestres. "Tenemos que reconocer que los viejos conceptos de pelear grandes batallas de tanques en la masa terrestre europea han terminado", había dicho Boris Johnson, primer ministro de Gran Bretaña, en noviembre de 2021. "Hay otras cosas mejores en las que deberíamos invertir [como] la cibernética: así será la guerra en el futuro" (Economist b., 2023). Sin embargo, en la guerra ruso-ucraniana, con una geografía surcada de trincheras, campos minados y fortificaciones, un uso intensivo de artillería y de blindados, y la masa de medios desplegados, parecen no ser lo que tenían en mente aquellos que pregonaban la revolución en asuntos militares, en las dos últimas décadas del pasado siglo (Economist b., 2023).
A mitad del siglo pasado, la Segunda Guerra Mundial (II GM) había dado lugar a cambios importantes en el carácter y la forma de conducir la guerra. En apretada síntesis, se puede sostener que generó tres grandes líneas pensamiento: la teoría de la guerra nuclear, basada en la tecnología de la reacción nuclear en cadena, la guerra revolucionaria y la guerra contrarrevolucionaria; estas dos últimas no se nutren de la aparición de un nuevo artificio técnico, sino de su ausencia, y tienen su énfasis en los campos político, ideológico y social. Sin embargo, debería consignarse que también se incluyeron la teoría de la guerra limitada9, las guerras asimétricas, las de cuarta generación y variadas formas híbridas (de Vergara, 2012, pp. 47-58).
Beaufre sostiene que el arma atómica permitió una excepcional estabilidad en Europa luego de la II GM. A su vez, que la estrategia se funda en la disuasión, entendiéndola como un resultado psicológico que impide, mediante una amenaza suficiente, que una potencia decida tomar las armas ante los costos posibles de una agresión (Beaufre, 1980, pp. 8 y 23).
Igual que la guerra nuclear y la teoría de la disuasión, las guerras revolucionaria y contrarrevolucionaria poseen varias vertientes, ramificaciones y adoptaron diversas denominaciones. Schmitt sostiene que existen diversos "tipos de guerra partisana" que pueden "mezclarse y asemejarse en la práctica concreta" (Schmitt, 1985, p. 136). Señala que en "la guerra revolucionaria", pertenecer a un partido revolucionario representa un vínculo total que recae fuera de la enemistad convencional de la guerra controlada y circunscrita, para alcanzar el terror y las medidas antiterroristas, lo cual ocasiona la destrucción recíproca (pp. 120 y 123). En la Guerra Fría, "el partisano se convirtió en un técnico del combate clandestino, un saboteador y un espía" y termina operando "políticamente en un plano mundial" (p. 129).
En esa misma línea, Mao Tse-Tung consideraba a la guerra librada contra el Japón (1938) como de naturaleza revolucionaria y resistencia prolongada, en la que se empleaban las "amplias masas populares", un partido comunista, el Ejército Rojo dirigido por el partido, y la tradición y la experiencia de muchas décadas de revolución (Tse-Tung, 1968, p. 127). Sostenía que, debido a las condiciones de inferioridad chinas, se daba lugar a una línea estratégica en la que las fuerzas principales operaran "sobre frentes muy dilatados y variables" con una "guerra de movimientos de gran movilidad" y la combinación de otros medios, en una guerra de resistencia prolongada general de toda la nación (pp. 119 y 120).
Así como Stalin reavivó "el mito del partisano nacional" de manera sumamente provechosa, en beneficio de la política comunista en el mundo (Schmitt, 1985, p. 136), se formuló, como contrapartida, un pensamiento contrarrevolucionario que también tuvo varios exponentes, expresiones y denominaciones10, y que se enmarcó en la lucha entre bloques, la descolonización posterior a la II GM, el surgimiento de movimientos independentistas, las luchas políticas internas y las tendencias revolucionarias comunistas de la segunda mitad del siglo XX.
Uno de estos proponentes fue el francés Chateau-Jobert, que sostenía que se necesitaba de una acción contrarrevolucionaria orientada a todos los "niveles nacionales y mundiales" (Chateau-Jobert, 1978, p. 24), que la "Revolución es una negación del ser", que la contrarrevolución es su "oposición" (p. 23) y que esta se aplicaba "al dominio político y social, porque ellos son los ramales esenciales que condicionan la vida corriente" (p. 25). El concepto de contrarrevolución se aplicaba, para el autor francés, tanto al jefe de un Estado como al hombre común, en todos los dominios, y buscaba "restablecer el orden con una justa concepción del hombre, de la economía social y de la comunidad humana" (pp. 16 y 24). La acción demandaba, entonces, descentralizar al máximo, empleando una "multiplicidad y complementariedad" de "formas" y "medios de acción", y ensayando "en todos los flancos a la vez" (p. 99).
Varios autores, como Rupert Smith, van Creveld y Kaldor, por nombrar solo algunos, han venido sosteniendo que, desde el fin de la Guerra Fría, asistimos a un cambio de paradigma en la guerra, una "nueva guerra", en la que aquella con base industrial, con un campo de batalla donde se enfrentaban fuerzas militares con poderes de combate relativos, pasó a una confrontación diferente, intraestatal, entre una gama de combatientes diversos, que usan diferentes tipos de armas, aun improvisadas, y que la guerra convencional podía estar "dando sus últimas boqueadas" en beneficio de las guerras de baja intensidad (Smith, 2007, p. 5; Nickels, 2009, pp. 1 y 2; van Creveld, 1991, p. 277).
Entre 1992 y 1995, la ONU ya había advertido la existencia de un "nuevo tipo de conflictos intraestatales", en los que actuaban "no sólo ejércitos regulares sino también milicias y civiles armados con escasa disciplina y estructuras de mando mal definidas [...] con frentes de combate indefinidos" y los "civiles son las principales víctimas y, con frecuencia, los principales objetivos" (ONU, 1995, p. 5).
Lo cierto es que han aparecido "nuevas" formas de hacer la guerra, que varios autores llaman "guerras híbridas" (Nievas, 2021, p. 415), y que el surgimiento de compañías y corporaciones militares privadas cuestionan el rasgo del Estado como monopolizador de la violencia (p. 416). La guerra actual no solo diluye la distinción entre combatiente y no combatiente, sino también entre guerra y paz; existe una marcada tendencia a la indistinción entre fuerzas militares y policiales, "lo que indica que la segmentación de la violencia legítima (externa, como defensa de la unidad política, e interna, como defensa del orden político), una característica propia de los Estados nacionales, también se desvanece" (p. 416).
Un actor puede generar una situación en la cual se abstiene del uso abierto de la fuerza armada y actúa combinando la intimidación militar, pero sin llegar a acciones convencionales, a las que agrega la explotación de vulnerabilidades económicas, políticas, tecnológicas o diplomáticas, en un verdadero conflicto híbrido; o bien puede recurrir al uso abierto de la fuerza armada contra otro país o contra un actor no estatal, usando, además, otros medios, por ejemplo, políticos, económicos y militares, lo que ha dado lugar a la denominación de guerra híbrida (European Centre of Excellence for Countering Hybrid Threats, s. f.)
En Crimea, en 2014, el empleo de los "hombrecillos verdes", militares rusos sin identificaciones, fue negado sistemáticamente por el Kremlin, hasta que las condiciones para obtener el éxito de la operación estaban ya firmemente establecidas (Snegovaya, 2015, p. 17).
En este punto, se podrían adelantar dos aspectos sobresalientes. El primero es que en los siglos XX y XXI han surgido nuevas categorizaciones de las formas de hacer la guerra (Figueroa y Taján, 2018, p. 95), que han dado lugar a estrategias y doctrinas diferentes que permitirían elaborar un interesante listado11. El segundo es que el trabajo efectuado por diferentes especialistas en temas de guerra y estrategia no debería hacernos perder de vista que, en muchos casos, solo revisitan temas pasados, pero con otras ópticas o miradas, que refutan la existencia de un pensamiento novedoso y creativo desde la perspectiva estratégica militar.
Las innovaciones en el campo tecnológico y de la información, en la industria de armamentos, en biotecnología, nanotecnología, genética e inteligencia artificial, pueden potenciar los riesgos a la seguridad estatal y doméstica (Caro, 2013), y despliegan opciones que fusionan los mundos físico, digital y biológico, impactando todas las disciplinas (World Economic Forum, 2018).
En el caso de la inteligencia artificial (IA), Kissinger explica que su capacidad para inventar y resolver problemas complejos y aparentemente abstractos plantea interrogantes centrales para cualquier estratega, puede lograr resultados no deseados y malas interpretaciones, debido a su inherente falta de comprensión del contexto, también puede cambiar los procesos de pensamiento y los valores humanos, y, además, esta tecnología es incapaz de explicar el fundamento de sus conclusiones (Kissinger, 2018).
Asimismo, el uso intensivo de las redes sociales permite actuar "sobre el ámbito cognitivo, o lo que es lo mismo, sobre la capacidad de percepción de las personas", en la que se "asienta su capacidad para tomar partido por una u otra opción y adoptar decisiones"; el uso de la información o la desinformación pueden convertirse en un arma de guerra potencialmente decisiva en los conflictos actuales (Instituto Español de Estudios Estratégicos - Ministerio de Defensa de España, 2019, p. 14).
Los conocidos autores chinos Qiao Liang y Wang Xiangsui sostienen que la llamada "guerra más allá de los límites" difiere de los campos de batalla del pasado en que "abarca todos los espacios naturales, como el ámbito social y el ámbito de la tecnología en continuo desarrollo [...]", y que "no hay un ejemplo más típico de esto que el efecto de la tecnología de la información en la sociedad" (Liang y Xiangsui, 2021, p. 302).
Korybko señala que "la guerra híbrida es el caos administrado" (Korybko, 2015, p. 52), y que sus dos pilares son las guerras no convencionales y las revoluciones de colores (p. 46) que son llevadas a cabo dentro de la "dominación de espectro completo impulsada por los EEUU" (p. 62). Este autor agrega que un elemento esencial "detrás de las revoluciones de colores" son las ideas "difundidas […] con un fuerte énfasis en las operaciones psicológicas" y que "la guerra en red" constituye "la forma más eficiente de diseminar el mensaje" mediante "las redes sociales [...] para penetrar en las mentes" (p. 63).
Igor Panarin se centra en el campo de la geopolítica y las estrategias de influencia; describe los instrumentos básicos de las operaciones de información e identifica a las propagandas negra, gris y blanca; la inteligencia y la recopilación de información; el análisis, seguimiento de medios y análisis de situación; y la organización, coordinación y conducción de canales e influencia en los medios para formar la opinión de dirigentes políticos y de los medios de comunicación social. El control y la maniobra social, la manipulación de la información, la desinformación, la información falsa, el chantaje y la extorsión, son expresiones de las operaciones de influencia (Iasiello, 2017, p. 52).
Durante la conferencia llevada a cabo en la Academia Rusa de Ciencia Militar12, el 2 de marzo de 2019, disertó el general ruso Gerasimov, que sostuvo que las condiciones de los conflictos modernos indican a Rusia que "el principio de la guerra" ha evolucionado y está basado en el uso coordinado de medidas militares y no militares, con un papel decisivo de las fuerzas militares (Johnson, 2019). Gerasimov indicó que existe una variedad de guerras potenciales que utilizan una gama de medios asimétricos o "clásicos" y que los actores incluyen a Estados soberanos, formaciones ilegales, empresas privadas y cuasiestados (Johnson, 2019).
En el plano militar, las nuevas tecnologías han generado avances en las áreas de simulación de combate, telecomunicaciones digitales, guerra electrónica, sistemas de inteligencia, vigilancia y reconocimiento (ISR por sus siglas en inglés), de comando y control (C2) y otros ámbitos de la guerra, como la maniobra, la protección, la información y los fuegos (Serrano , 2019, pp. 23 y 24).
La digitalización del hardware en la guerra entre Rusia y Ucrania muestra una colisión de viejas y nuevas formas de guerra. Si bien gran parte del equipamiento ucraniano es antiguo, como los obuses de EE. UU. o los lanzamisiles soviéticos, diseñados antes de la crisis de los misiles cubanos, Ucrania es pionera en "la capacidad de convertirlo de una pieza tonta de metal de la guerra fría en algo que está genuinamente interconectado y es parte de esta guerra algorítmica". La información está en todas partes (Economist b., 2023).
Los ataques cibernéticos a los sistemas de Georgia ya estaban en ejecución antes de que Rusia invadiera en 2008. El día que comenzó la fase terrestre del ataque, sitios web como stopgeorgia.ru publicaron unas listas de objetivos georgianos para atacar, así como instrucciones sobre cómo lanzar esos ataques. Mientras Moscú provocaba a Georgia con movimientos de tropas en las fronteras de las provincias separatistas de Abjasia y Osetia del Sur, los bots13 ya estaban al ataque degradando los sitios web georgianos, incluidas las páginas de los poderes ejecutivo y legislativo, y las agencias de noticias. (Vertulli y Loudon, s.f., p. 213 ).
En el campo de batalla moderno se observan sistemas autónomos de armas que seleccionan sus objetivos y les aplican la fuerza sin intervención humana. Cuando un arma autónoma se activa no se sabe sobre qué objetos o personas accionará, ni tampoco cuándo ni dónde atacará en forma exacta. El perfil objetivo, diseñado por un software, permitirá que los sensores detecten, identifiquen, ataquen y eliminen al blanco seleccionado.
El uso de drones como armas "permite proyectar poder sin proyectar vulnerabilidad" y plantea visibles dilemas éticos, políticos, jurídicos y militares (Chamayou, 2016, p. 20). Cuando se piensa en su empleo como un "objeto violento no identificado" que se proyecta fuera del propio país, "resultan afectadas nociones tan elementales como las de zona o lugar (categorías geográficas y ontológicas), las de virtud y bravura (categorías éticas) y las de guerra y conflicto (categorías a la vez estratégicas y jurídico-políticas)" (p. 22).
En la actual guerra entre Rusia y Ucrania se combinan espacios, dominios y medios en formas y modos antes impensados. Los drones están en el corazón de la guerra ruso-ucraniana. Durante la batalla por Bakhmut hubo 50 drones en el cielo en todo momento. Alrededor del 86 % de todos los objetivos ucranianos se derivan del uso de drones. En los primeros seis meses de la guerra, las unidades de artillería rusas que tenían drones en su propia organización podían atacar objetivos entre tres y cinco minutos después de detectarlos; en cambio, aquellas sin drones tardaban alrededor de treinta minutos y tenían menor precisión (Economist b., 2023).
Según la Royal United Services Institute (RUSI)14, alrededor del 90 % de los drones utilizados por las fuerzas ucranianas entre febrero y julio de 2022 fueron destruidos y su expectativa de "vida" promedio era de seis vuelos. Durante años, los ejércitos de Occidente han aspirado a una forma de guerra en la que se empleen sensores de todo tipo -cámaras de video, cámaras termográficas, antenas de radio, etc.- para detectar objetivos y generar una respuesta de fuego con velocidad y eficiencia sin precedentes. Los drones recolectan grandes cantidades de imágenes de video, llegando a petabits15 por hora (Economist b., 2023).
Conclusiones
Las guerras y los conflictos son únicos e irrepetibles y han adoptado formas que requieren de un pensamiento y acción novedosos e innovadores. La rápida evolución científica y tecnológica, con sus consecuencias políticas, económicas, sociales y militares, está lejos de anular el pensamiento estratégico.
Por el contrario, parece que los nuevos cambios en los entornos retan la aparición de originales soluciones que necesitan ser contingentes a un espacio y tiempo determinados. La imprescindible innovación que se necesita significa, como uno de sus requisitos, salir de modelos mentales rígidos y evitar copias de principios y sistemas de difícil accesibilidad, a la vez que deben reflejar la propia identidad.
Presenciamos una nueva totalización de la masa y la técnica del conflicto, que se manifiesta en variados dominios (viejos y nuevos) que expanden volumétricamente los espacios y se alejan del enfoque trinitario, el cual no desaparece, sino que siempre está presente.
Pero esto no significa tildar de anacrónico el pensamiento de los arquitectos intelectuales clásicos. Por el contrario, enfatizan la necesidad de releerlos con enfoques renovados, junto con el de los nuevos pensadores, teniendo en cuenta que las teorías de la guerra son solo eso y que, inclusive, muchos temas en apariencia novedosos, probablemente no lo son tanto, y solo necesitan ser descubiertos y revisitados desde nuevas perspectivas.
En los conflictos actuales, la voluntad y las fuerzas morales tienen un valor superlativo, y las narrativas y las percepciones se conjugan con opciones estratégicas que potencian la letalidad a distancia, mientras que reducen la vulnerabilidad del emisor de los ataques. La difuminación entre combatientes y no combatientes de la mano de la inteligencia artificial nos aproximan a dilemas éticos y jurídicos de fuste.
Las fuerzas militares no se preparan de la noche a la mañana para la guerra; necesitan de un capital humano de excelencia, de una orientación y pensamiento innovador y equipos modernos. El pensamiento estratégico debe plasmarse en planes realizables y ser apoyado desde el máximo nivel como forma de enfrentar las carencias actuales. El estudio y la formación profesional civil y militar son consecuentes con este fin y deben ser constantes e involucrar varias ramas del conocimiento.
En el ámbito militar es imprescindible incluir un creciente componente tecnológico a la formación de aquellos que puedan ocupar posiciones importantes. Entender y conducir el conflicto actual en el corto, mediano y largo plazo debería ser materia de preocupación a nivel estratégico militar. Fallar en estos aspectos es, al menos, muy riesgoso para cualquier Estado.
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Notas