Artículos de investigación
Estrategias de re-existencia campesina en la vereda Los Soches, Usme (Bogotá): un ideario alternativo de desarrollo rural*
Strategies of peasant re-existence in Los Soches, Usme (Bogotá): an alternative ideology of rural development
Estrategias de re-existencia campesina en la vereda Los Soches, Usme (Bogotá): un ideario alternativo de desarrollo rural*
Equidad y Desarrollo, núm. 42, e1610, 2023
Universidad de La Salle
Recepción: 08 Mayo 2023
Preprint: 02 Noviembre 2023
Aprobación: 21 Julio 2023
Financiamiento
Fuente: Universidad Santo Tomás
Nº de contrato: 2113504
Descripción del financiamiento: financiado en el marco de la Convocatoria general para el Fomento de la Investigación y la Innovación (Fodein) 2021, de la Universidad Santo Tomás, sede Bogotá (Código del proyecto 2113504)
Resumen:
El artículo expone las luchas y estrategias de re-existencia de los y las campesinas en la vereda Los Soches, zona periurbana de Usme (Bogotá), quienes han concebido un ideario alternativo de desarrollo rural. Esta experiencia se reconstruye desde las epistemologías del sur y la metodología de investigación participativa revalorizadora, con técnicas como la revisión documental, los encuentros colaborativos, la aplicación de un censo y entrevistas semiestructuradas. Los hallazgos permiten un diálogo con las categorías conceptuales de geocultura, comunalidad, sociedades abigarradas y economías barrocas, las cuales contribuyen a resignificar el desarrollo, una identidad cultural de frontera y el territorio como tejido vital. El proceso de acción colectiva del Agroparque Los Soches (ALS) constituye una resistencia al modelo de desarrollo urbano: desde la comunalidad, dentro de los marcos institucionales y mediante el ecoturismo como estrategia que articula la generación de ingresos con la protección del territorio y revalorización de la vocación, los saberes y las prácticas campesinas.
Classification JEL:P25, R51, O18
Palabras clave: Desarrollo rural, campesino bogotano, economías barrocas, geocultura.
Abstract: The article exposes the struggles and strategies of re-existence of the peasants in Los Soches, peri-urban area of Usme-Bogotá, who have conceived an alternative ideology of rural development. This experience is reconstructed from the epistemologies of the south and the methodology of Revalorizing Participatory Research, with techniques such as documentary review, collaborative meetings, the application of a census and semi-structured interviews. The findings allow a dialogue with the conceptual categories of geoculture, communality, variegated societies and baroque economies; which contribute to re-signify development, a border cultural identity and territory as a vital fabric. The collective action process of Agroparque Los Soches (ALS) constitutes a resistance to the urban development model: from communality, within the institutional frameworks and through ecotourism as a strategy that articulates the generation of income with the protection of the territory and revaluation of the vocation, knowledge and peasant practices.
Keywords: Rural development, Bogotano peasant, baroque economies, geoculture.
Introducción
La humanidad y el planeta experimentan una crisis multidimensional, ecológica, social, económica, alimentaria y sanitaria que amenaza la vida y se expresa, por ejemplo, en la continuidad de la pobreza y la falta de alimentos, la profundización de las desigualdades, la disminución de la biodiversidad, el calentamiento global, la deforestación y el estrés hídrico (Intergovernmental Panel on Climate Change [IPCC], 2021; World Meteorological Organization [WMO], 2022; World Wide Fund for Nature [WWF], 2020). Esta situación plantea la necesidad de transitar hacia un mundo ecológicamente sabio y socialmente justo.
La crisis multidimensional se comprende también como una crisis civilizatoria (Lander, 2019) que se manifiesta como una crisis del pensamiento occidental1, caracterizado por el logocentrismo, el dualismo cartesiano (objeto/sujeto, mente/cuerpo, naturaleza/cultura, razón/sentimiento), la racionalidad instrumental y el antropocentrismo que repercuten en un olvido de la vida (Escobar, 2016; Leff, 2018; Maldonado, 2020; De Souza Santos, 2020). Las pistas de transformación para afrontar la crisis civilizatoria se encuentran en los pueblos de la tierra y su forma de entender la vida (Leff, 2018), así como en sus saberes y su relación con el territorio, en la medida en que “no es el ‘hombre’ quien liberará la vida, sino estos pueblos quienes al liberar la Tierra liberarán la vida” (Escobar, 2017, p. 24).
De ahí la importancia de reconocer los procesos de resistencia y re-existencia de las y los campesinos que asumen un ideario alternativo de “desarrollo rural” y constituyen prácticas propias de relacionamiento comunal y con la naturaleza, las cuales contrastan con la visión individualista, instrumental y antropocéntrica de las relaciones entre humanos y humano-naturaleza; en consecuencia, este artículo se centra en las luchas y estrategias de resistencia de los y las campesinas en la vereda Los Soches, en Usme, Bogotá.
En correspondencia, este artículo resultado de investigación se estructura en cinco partes. Inicialmente, se presenta una revisión histórica del contexto en el que se encuentra ubicada la vereda, evidenciando los principales problemas de la localidad de Usme. Una siguiente sección presenta los referentes teóricos sobre la construcción simbólica de la relación rural-urbano y del territorio desde los estudios críticos del desarrollo. Luego se expone la metodología y, en general, las técnicas utilizadas para la estructuración de los resultados. A continuación, se describe el proceso de resistencia gestado en Los Soches a través de la figura Agroparque, así como la construcción de la identidad de los campesinos y las campesinas, adicional a una aproximación a las economías barrocas desarrolladas en la vereda. Por último, se extraen algunas conclusiones y consideraciones.
Contexto Histórico de Usme
Para hablar de la vereda Los Soches es necesario resaltar el contexto en el que se encuentra, es decir, Usme, la localidad 5 de Bogotá, ubicada en el borde sur de la ciudad. Usme cuenta con siete unidades de planeamiento zonal (UPZ) y se caracteriza, principalmente, por ser la segunda localidad con más superficie después del Sumapaz, de tal forma que de las “21.506 hectáreas (ha), 2.100 ha corresponden a suelo urbano, 902 ha se clasificaron como suelo de expansión urbana y las restantes 18.483 ha constituyen suelo rural” (Trujillo, 2014, p. 6). Es una localidad marcadamente rural, con diecisiete veredas que permiten disfrutar de diferentes servicios ambientales, aspecto que incide en sus potencialidades turísticas (Alcaldía Local de Usme, s. f.; Alcaldía Mayor de Bogotá & Universidad Francisco José de Caldas, 2010). Con una población urbana clasificada en los estratos 1 y 2, que trabajan en el centro y norte de la ciudad y debe realizar largos trayectos en el transporte público para llegar a su lugar de trabajo (Langebeck & Beltrán, 2016; Vargas, 2021). Esta población se asienta mayoritariamente en las UPZ de Ciudad Usme, Danubio y Parque Entrenubes (Trujillo, 2014), en el marco del Proyecto Operación Estratégica Nuevo Usme.
La historia de Usme se configura en 1911 cuando se convierte en municipio. Desde entonces evidenciaba problemas relacionados con las tierras entre colonos, arrendatarios y hacienda (Alcaldía Local de Usme, s. f.), aspectos que fueron contribuyendo al cambio en el uso de “las tierras que eran destinadas a la producción agrícola para dar paso a la explotación en forma artesanal de materiales para la construcción” (Mogollón & Rivera, 2019, p. 9). Justamente, gracias a lo estratégica que resulta su ubicación ha sido impactada por el desorganizado modelo de crecimiento de Bogotá, “tipo mancha de aceite, en un espacio contenedor entre los cerros orientales y el Río Bogotá” (Alcaldía Mayor de Bogotá, 2015, p. 6), donde la consecuencia más evidente “es la dependencia que se genera del automóvil, como forma básica de transporte” (Ducci, 1998, p. 86). Históricamente, el crecimiento de Bogotá ha impactado a los municipios circunvecinos (Secretaría de Hacienda y Departamento Administrativo de Planeación, 2004), al integrarlos al Distrito Capital para responder a sus necesidades; con esa intención en el gobierno de Rojas Pinilla se anexan “6 municipios vecinos de Bogotá, incluido Usme, con su área rural, que en ese momento incluía al Páramo de Sumapaz” (Cortés, 2006, como se cita en Sanabria Acevedo, 2020, p. 37). Con este vínculo se marca la historia moderna de Usme, atada a las necesidades de expansión de Bogotá (Secretaría de Hacienda y Departamento Administrativo de Planeación, 2004); dicha relación con posterioridad fue refrendada por otras normas y acuerdos como el Decreto 3640 (Presidencia de la República, 1954), que circunscribe la adición de los municipios de “Fontibón, Bosa, Suba, Usaquén y Engativá” (Díaz et al., s.f., p. 4) a Bogotá.
Entre las principales problemáticas que amenazan a Usme se destaca el conflicto por el uso del suelo entre la actividad agropecuaria, la expansión urbana y la minería, lo cual no significa que sea la única, pero si la de mayor relevancia. La vereda Los Soches se encuentra presionada por los macro problemas de la localidad, especialmente por la expansión urbana, la cual motivó el proceso del ALS.
Con base en lo anterior, la problemática de la expansión urbana, a causa de la particular y desordenada forma de crecer de Bogotá, ha tenido un fuerte impacto en el territorio del borde sur de la ciudad, afectando localidades como Ciudad Bolívar y Usme. Este proceso de urbanización inició en los años cincuenta del siglo XX y desde entonces se ha caracterizado por ser irregular y marcadamente informal (Vargas, 2021); no obstante, con el Acuerdo 6 de 1990 se plantean obras que pretendían garantizar “la expansión urbana y ordenada hacia el sur” (p. 6) y el occidente de la ciudad, así como se establecen “las áreas suburbanas de expansión como terrenos rústicos que no tienen o han perdido su vocación agrícola, sobre los que existe gran presión para su utilización en usos urbanos” (Concejo de Bogotá, 1990, art. 188, p. 58), las cuales implicaban mejoras para su urbanización; esta categorización de terrenos coaccionó a los campesinos de estas zonas para abandonar los terrenos al no poder pagar los altos costos del impuesto predial, producto del cambio de suelo (Vargas, 2021) y de los procesos de conurbación y gentrificación promovidos por el Estado, que le otorga a la propiedad privada una función social (Giraldo, 2022).
Frente a estas dinámicas, se gestan iniciativas de resistencia al desarrollo propiciadas por campesinos y líderes de esta zona periurbana, con base en la defensa del territorio y la cultura, entre las que se destacan la constitución del ALS, la Mesa Interlocal entre 1997 y 1998, las organizaciones Asamblea sur y Territorio sur (Vargas, 2021). No obstante, las dinámicas institucionales continúan presionando el territorio desde los diferentes Planes de Ordenamiento Territorial que ha tenido la Ciudad y los esfuerzos de diversos actores dirigidos a hacerle frente a la expansión urbana no son suficientes, por lo cual los retos son aún los mismos, asociados a estos “bordes de pobreza” (Gómez et al., 2020) que terminan por afectar la calidad de vida de los habitantes, la identidad campesina y la producción agrícola de las familias, adicional a las características del territorio, producto de cambiar el uso del suelo de rural-urbano (Langebeck & Beltrán, 2016).
Referentes Teóricos
Los conflictos eco-socioterritoriales de la conurbación y la gentrificación de Bogotá expresan la crisis del orden simbólico moderno y la degradación entrópica del planeta como consecuencia de la racionalidad tecno-económica, de imaginarios y de las prácticas del desarrollo. En palabras de Escobar, “la coyuntura actual nos insinúa que estamos abocados a re/diseñar la urdimbre de la vida, a retejer y reparar, a re-unir lo separado, a re/inventar formas otras de habitar, de lugarizarse, de comunalizarse” (2017, p. 18). Por tanto, resulta pertinente una revisión crítica de los principios, los valores y la ontología de la civilización moderna a la luz del ethos de los pueblos de la tierra, de los conocimientos y las tradiciones de las sociedades comunalizadas, para concebir pistas hacia una biocivilización (Boff, 2017). El proceso de acción colectiva por la defensa de la tradición campesina y del modo de vida rural que constituye el ALS ofrece contribuciones importantes en este sentido.
Los estudios críticos del desarrollo en la perspectiva posestructuralista que representa Escobar (1996) dan cuenta sobre cómo el “tercer mundo” se constituye desde representaciones de inferioridad de unas naciones respecto a otras, y cómo este orden artificial se construye discursivamente. Por tanto, se ve la necesidad de de-construir la idea de modernización y de vida urbana como referentes normativos que se instauran con teorías como la de las etapas del crecimiento económico de Rostow (1959)2. Para ello se requiere el reconocimiento del pensamiento crítico y las prácticas de re-existencia de los movimientos sociales con fuerte arraigo territorial (Escobar, 2015). Justamente, la defensa del territorio del ALS contiene la reivindicación de otras formas de ser, saber y hacer; esto postula la re-existencia campesina.
La obra de Kusch (2007) desafía el concepto de desarrollo al revalorizar el patrimonio biocultural en las formas rurales de producción y acción social. A través de la noción de geocultura resalta la resistencia de la identidad territorial y la relevancia de acudir a las propias “costumbres” y recuperar el código cultural para oponerse a la lógica desarrollista, elementos distintivos en la creación del ALS. Siguiendo a Kusch (2007), se argumenta que el movimiento desarrollista busca transformar el ethos del pueblo, especialmente el de los campesinos, lo que implica que el proyecto del desarrollo se percibe principalmente como un objetivo de los ciudadanos urbanos más que de los campesinos. Esta discusión se actualiza y cobra mayor relevancia ante la profundización de la crisis ecológica y los conflictos eco-socioterritoriales. La noción de geocultura de Kusch (2007) resalta la importancia de cuestionar, desde el ethos campesino, la concepción del desarrollo basada en la oposición entre el ser humano y la naturaleza. No obstante, las discusiones que se plantean desde la inflexión decolonial llaman la atención sobre la importancia de evitar esencialismos y de reconocer la heterogeneidad, la hibridación y las dinámicas culturales (Restrepo & Rojas, 2010). En tal perspectiva, resultan clave los conceptos de identidad desde los bordes y sociedades abigarradas.
La especificidad de Los Soches como territorio en los bordes contribuye a re-pensar la experiencia de la frontera del campesino bogotano en el sentido crítico elaborado por Anzaldúa (2016): “vivir en los bordes y en las fronteras, mantener intacta la propia integridad e identidad cambiante y múltiple es como tratar de nadar en un nuevo elemento, en un elemento ajeno” (p. 35). Para interpretar esta experiencia se necesita una perspectiva que permita entender las diferentes fronteras o los límites que coexisten en este lugar periurbano, en el que se diluyen las dicotomías urbano-rural y se entiende el territorio como tejido vital.
A su vez, Rivera (2014) analiza las historias de grupos indígenas urbanos en Bolivia como “sociedades abigarradas” que resignifican la Modernidad desde sus valores propios, elaborando perspectivas conviviales sin negar la diferencia. Del reconocimiento de la yuxtaposición emerge un vínculo intercultural alimentado de la complementariedad, que en todo caso no elimina las tensiones. De estas sociedades abigarradas como la de Los Soches nacen formas de acción colectiva y de economía que entrelazan las prácticas y los saberes ancestrales con la institucionalidad y con la economía liberal de mercado.
Así, se encuentran experiencias económicas populares que se guían por lógicas abigarradas o barrocas que trascienden la resistencia antimoderna/anticapitalista y relocalizan lo económico dentro de sus propios procesos y entramados, esto es, que “resiste la explotación y la desposesión y que a la vez se despliega en (y asume) ese espacio antropológico del cálculo” (Gago, 2014, p.14); de igual forma, como una estrategia de lucha de “construir y pensar maneras para desconfigurar permanentemente el orden instituido desde distintos niveles y en distintas cadencias” (Gutiérrez, 2008, p. 21) con potencia de transformación social. El ALS puede entenderse como expresión molecular de transformación de la racionalidad neoliberal mediante combinaciones novedosas con otras racionalidades y prácticas del territorio y sus estrategias de resolución de las necesidades vitales, en una mixtura entre la rebeldía y la inserción a las lógicas del Estado y el neoliberalismo.
Las nociones de economías barrocas, de economía informal como una pragmática vitalista y de neoliberalismo desde abajo (Gago, 2014) tienen coincidencias con la conceptualización de economía popular de Giraldo (2022), quien propone elaborar una definición desde las experiencias y miradas de los sectores subalternos, a fin de controvertir las comprensiones duales de lo social que postulan lo popular en términos negativos, como simple contrario de referentes normativos de desarrollo y economía formal. Asimismo, Giraldo (2022) invita a entender la articulación del trabajo popular con la reproducción social asumida principalmente por las mujeres y la manera como la solidaridad vecinal confronta la mercantilización de la vida, constituyendo lo comunitario desde prácticas concretas y fomentando la politicidad.
Estos procesos económico-políticos alternativos se soportan en la comunalidad, antes que en lo comunitario, en el sentido de que significa “el predicado verbal del nosotros. Nombra su acción y no su ontología […] la comunalidad sólo puede ser entendida en su relación con el exterior no comunal, es decir, con la sociedad económica” (Guerrero, como se cita en Escobar, 2019, p. 28).
Además, las nociones de “sociedades comunalizadas” plantean un vínculo fuerte con lo femenino: “elegir el camino relacional es optar por el proyecto histórico de ser comunidad [...] que pueda contraponerse a la poderosa retórica del proyecto de las cosas, meritocrático, productivista, desarrollista y concentrador. La estrategia a partir de ahora es femenina” (Segato, 2016, p. 106).
En síntesis, en tanto la acción colectiva del ALS expresa formas creativas de transformar el imperativo biopolítico del desarrollo, nutre la reflexión sobre la configuración de alternativas al desarrollo desde una conexión vital con el territorio y con lo femenino. En razón a la particularidad de las dinámicas de la Bogotá Rural y la configuración de una identidad como Campesino Bogotano que encarna la experiencia de sociedades abigarradas, el proceso comunalitario ALS resignifica la geocultura y el desarrollo desde los bordes, a través de economías barrocas y estrategias de re-existencia entrelazadas con el orden instituido.
Metodología y métodos
Al adoptar un enfoque epistemológico del sur, los resultados presentados se comprenden como el producto de una ecología de saberes que busca revalorizar conocimientos y prácticas locales. De esta forma, la perspectiva de las epistemologías del sur permite postular la co-creación de conocimiento desde los saberes propios y las prácticas comunitarias situadas en América Latina y la América indoafromestiza (De Souza Santos, 2021).
En coherencia con lo anterior, se siguió el enfoque histórico cultural lógico (EHCL) y la investigación participativa revalorizadora (IPR) propuestos por el Centro de Investigación en Agroecología de la Universidad Cochabamba [Agruco]. El EHCL busca comprender la vida de la comunidad en sus prácticas cotidianas, identificar el porqué de las estrategias de cuidado y reproducción de la comunidad, así como las alternativas que provee. Metodológicamente se acogió la IPR, la cual se construye a partir del diálogo entre las metodologías de investigación-acción participativa (IAP), investigación de campesino a campesino (icc) y el trabajo con las comunidades campesinas y los pueblos indígenas de Latinoamérica, particularmente de Bolivia (Delgado & Rist, 2016).
Así, se buscó desde la IPR “la generación de conocimientos nuevos de manera participativa (entre actores locales y los investigadores externos) ligando además los procesos de investigación con acciones de desarrollo local” (Tapia & Ponce, 2009, pp. 358-359). Por lo tanto, la investigación se sustenta en las necesidades identificadas por las campesinas y los campesinos de Los Soches, con el fin de profundizar en el conocimiento de las condiciones sociodemográficas de la vereda, recobrar las memorias del proceso organizativo y reconocer las alianzas entre las iniciativas económicas diversas que han emergido en el territorio.
El trabajo de campo se realizó entre febrero y octubre del 2021. Para su desarrollo se implementaron las técnicas e instrumentos que se enlistan y describen a continuación.
Revisión documental: se realizó una revisión histórica del contexto en el que se encuentra ubicada la vereda Los Soches, así como del material teórico existente sobre las categorías conceptuales de geocultura, comunalidad, sociedades abigarradas y economías barrocas.
Observación participante: se registraron notas en un diario de campo durante todo el proceso de investigación, a partir de los encuentros colaborativos con los habitantes del territorio y de los recorridos por sus diferentes sectores.
Censo: se realizó de forma conjunta con la comunidad el censo de población del territorio, para lo cual se utilizó un cuestionario que facilitó realizar una caracterización sociodemográfica e identificar los emprendimientos, las lideresas y los lideres más reconocidos por la comunidad.
Entrevistas semiestructuradas: con base en el censo y la revisión documental realizados se establecieron unas categorías y subcategorías para la elaboración de un guion de preguntas, el cual permitió profundizar en la manera como las lideresas y lideres más reconocidos por la comunidad conciben la realidad del territorio. La información presentada se trató con el consentimiento de la comunidad y de forma debidamente anonimizada; de esta manera, en la tabla 1 se presenta la codificación asignada a las personas entrevistadas.

Respecto al análisis de la información y la estructuración de los resultados, se empleó el método de análisis de contenido, siguiendo las categorías y subcategorías establecidas. Con el fin de facilitar el proceso se implementó el software NVivo, el cual permitió contrastar y relacionar los datos obtenidos de los instrumentos.
Discusión
Los Soches como territorio de re-existencia campesina
La Tabla 2 presenta algunos indicadores socioeconómicos de la vereda, los cuales evidencian su crecimiento y evolución desde 1999, año en el que se realizó el primer censo poblacional.

Geocultura como proceso de re-existencia
Los campesinos y las campesinas han sostenido de forma permanente una lucha ante el modelo capitalista y sus formas de dominación, que buscan llevarlos a su desaparición; en ese sentido, su resistencia ha radicado en el deseo y la necesidad de continuar en el territorio y oponerse a la extinción de su cultura (Rincón, 2018; Uribe, 2016). Bajo este contexto, la ruralidad de la zona periurbana del sur de Bogotá se ha visto enmarcada en un constante enfrentamiento con la zona urbana producto del “continuo crecimiento y el agotamiento de las áreas urbanizables disponibles” (Vargas, 2021, p. 30).
El proceso de expansión urbana se sintió con fuerza en la ruralidad de la ciudad, incluida la vereda Los Soches, aproximadamente en 1993 con “el incremento del impuesto predial […] debido al cambio de uso de suelo rural a suelo urbano” (Vargas, 2021, p. 31); los campesinos fueron obligados a vender sus terrenos, dado que no contaban con la capacidad de pago y tuvieron de esta forma que comenzar a migrar a la parte urbana de Bogotá: “esto dejó como consecuencia alrededor de 93 familias que tuvieron que prescindir de sus tierras dejando de ejecutar sus actividades agrícolas y pecuarias” (Malagón, et al., 2020, p. 41). Los campesinos de la vereda que no vendieron, liderados por el presidente de la Junta de Acción Comunal y la academia, gestionaron una figura denominada “Agroparque los Soches”, la cual en 1996 se convierte en una de las primeras iniciativas campesinas para la defensa del territorio que logra blindarlos de los cambios gestados a partir del crecimiento de la ciudad, retomando la categorización de suelo rural (E4, comunicación personal, 9 de octubre, 2021), dado que está “reconocido en el POT como una Zona de Manejo Especial que no se toca para urbanización” (Van der Hammen et al., 2018); además, esto buscaba contribuir con el desarrollo de iniciativas comunitarias que permitieran la generación de ingresos alternativos a las actividades agropecuarias:
Ya empiezan las reuniones y empezamos a organizar todo lo que es Agroparque, porque nos dicen bueno, ustedes quieren ser campesinos, tienen que mostrarnos con hechos qué van a hacer. Entonces hay que empezar a hacer el plan estratégico del Agroparque Los Soches. (E1, comunicación personal, 8 de octubre, 2021)
Así, se tramitaron desde la institucionalidad las figuras jurídicas funcionales a la protección de la tradición rural y se descubrieron nuevas actividades económicas como el turismo que, por ser demandadas en el mercado, se convirtieron en mecanismos, no sólo para el cuidado y la persistencia de la vocación campesina, sino con miras a revalorizar la conservación de la diversidad biológica y cultural en el marco de la ciudad capital.
A la fecha han pasado veintisiete años desde su constitución y el Agroparque es todavía reconocido como “un modelo de manejo y conservación de áreas rurales que logró detener la expansión urbana” (Garavito & De Uribina, 2019, como se citó en Vargas, 2021, p. 31). En este sentido, el ALS “es un ejemplo de organización social de los habitantes (campesinos de la zona), con el fin de proteger su identidad cultural y oponer resistencia a ser consumidos por la urbanidad de Bogotá” (Mercado & Pulido, 2016, p. 7).
Construir identidad en los bordes: campesinos y campesinas de Bogotá
En general, la categoría “campesino” se concibe desde diferentes premisas que permiten su comprensión. En este sentido, es relevante mencionar que no hay una sola forma de ser campesino, así como no todos los habitantes del campo o de las zonas rurales son campesinos; es decir, existen diferentes maneras de habitar estos territorios y no necesariamente corresponden a formas de vida campesina (Instituto Colombiano de Antropología e Historia [ICANH], 2017). Dichas formas se han constituido a partir de las relaciones rurales internas, basadas en las prácticas familiares y comunitarias, y a su vez de las relaciones con lo urbano, por lo que también reconocen lo pluriétnico y multicultural de un país como Colombia. Por lo tanto, el concepto de campesino implica considerar un estilo de vida, de pensamiento y presencia en las áreas rurales que se ajustan a características culturales distintivas (Saade, 2020).
Las diferentes definiciones de campesino evidencian que la actividad agrícola es un elemento esencial en la aproximación al campo, sin embargo, no se excluyen otras actividades que realizan los campesinos en el marco de su conexión con la tierra y la configuración de territorio (Edelman, 2022). De hecho, desde su arraigo con el territorio los campesinos han promovido un proceso de pertenencia y representación que se ha heredado de generación en generación mediante memorias, saberes y formas de hacer, las cuales caracterizan y son particulares en cada territorio (ICANH, 2017; Saade, 2020).
“Campesino” o “campesina” es la forma como se autodenominan los líderes y lideresas de la vereda Los Soches, localizada en la zona periurbana de Bogotá, lo cual trae consigo historias, costumbres, saberes y maneras de vivir que los caracterizan, así como concepciones propias frente a lo que significa ser campesino o campesina: “[…] hay mucha gente que cree que porque utiliza ruana es campesino” (E4, comunicación personal, 9 de octubre, 2021).
Soy campesina de Bogotá, súper orgullosa de mis raíces, ser campesina significa una responsabilidad muy grande de llevar la raíz, la cultura, la herencia que me dejaron mis padres, mis abuelos y seguirla manteniendo y cultivando día a día. (E1, comunicación personal, 8 de octubre, 2021)
Este es un proceso de dignidad, de revalorización y recuperación de la tradición campesina, que confronta las representaciones de inferioridad instauradas en el imaginario colectivo del desarrollo urbano. “[…] la gente de Bogotá, tienen tan degradado al campesino, que una persona campesina que porque tiene botas, que tiene sombrero, ya prácticamente es como sucio” (E2, comunicación personal, 8 de octubre, 2021).
La historia de la vereda Los Soches se asocia a un proceso de resistencia y re-existencia en su territorio que los identifica y empodera. Si bien fue en 1996 la lucha por la creación del Agroparque para proteger su territorio, las siguientes generaciones han continuado con el legado, se les ha inculcado un sentido de pertenencia y son quienes en la actualidad lideran diferentes estrategias que vinculan a las nuevas generaciones para mantener la esencia de su territorio y lograr que este sea percibido como un proyecto de vida (E2, comunicación personal, 8 de octubre, 2021).
[…] se dio una lucha por la tenencia y por el arraigo cultural campesino ya hace más de treinta años, lo vivieron nuestros padres, nosotros hemos dado otras peleas, pero sé que nuestros hijos serán los encargados de dar otras peleas más fuertes inclusive, porque cada vez la presión es mayor, entonces es eso, irnos preparando de diferentes formas. (E3, comunicación personal, 9 de octubre, 2021)
Es así como la vereda Los Soches se ha convertido en un proyecto de vida para sus líderes y lideresas. Sus testimonios también dan cuenta de experiencias particulares en las que han salido del territorio con la idea de estudiar y mejorar su calidad de vida, y han regresado; al respecto, entre las razones destacan la ruralidad como un espacio tranquilo, la experiencia de encontrar una forma de vida diferente a la campesina para aprender a valorar sus costumbres y territorio (E2, comunicación personal, 8 de octubre, 2021; E4, comunicación personal, 9 de octubre, 2021). Esto ha permitido que se empoderen de su territorio y trabajen de forma conjunta por su identidad campesina a través de actividades alternativas a la agricultura. “Trabajo por el arraigo territorial y la identidad campesina. Que los niños y las niñas se den cuenta de la importancia de esos saberes que ya tienen y que son heredados de sus familias” (E1, comunicación personal, 8 de octubre, 2021).
Economías barrocas y comunalidad
La principal actividad económica de Los Soches, incluso antes de la conformación del agroparque, es la agricultura, en cultivos como la papa parda pastusa, papa diacol capiro y la arveja, que representan un 60% del área total cultivable (Universidad Nacional, 2009, como se cita en Nieto, 2013), aunque también se siembran productos como la cebolla, los cubios, la uchuva y el frijol, entre otros, la mayoría para consumo interno de las fincas; el resto de actividades son la pecuaria y forestal (Universidad Nacional 2009, como se cita en Nieto, 2013).
Al respecto, Melgarejo (2009) señala que el concepto de rural no se debe esquematizar solo a lo agrícola, por lo cual la asociación en un proyecto como el Agroparque hace que el concepto sea más integral y abarque otros factores (por ejemplo, la intervención de la comunidad, la sostenibilidad y el ecosistema). De este modo, el ALS como proceso de re-existencia campesina desde su origen ha promovido mantener las formas productivas tradicionales agropecuarias, de la mano de otras opciones de producción y de generación de ingresos relacionadas con prácticas sostenibles tales como el turismo rural, la preservación de la biodiversidad, el ecoturismo, el aviturismo, la recuperación de la memoria del territorio, la transferencia de la cultura tradicional campesina o la sensibilización ambiental, entre otras actividades categorizadas en lo que se conoce como turismo rural comunitario, que propicien mantener a los habitantes de Los Soches como una comunidad rural sostenible (E3, comunicación personal, 9 de octubre, 2021). Las actividades turísticas han resignificado la geocultura y se han configurado como economías barrocas; han transformado la razón neoliberal y construido una economía propia con base en las racionalidades, las prácticas, los procesos y los entramados del territorio:
Aparece el turismo como una economía alterna, que al principio pues no era vista con buenos ojos, pero digamos que empezó a generar la posibilidad de encontrar el mejoramiento de la calidad de vida de las personas que encontramos en ese concepto la posibilidad de poderlo adaptar y llevarlo como una economía personal y familiar y pues también comunitaria [...] (además sirve para) no migración a la ciudad, sino permanecer dentro de los territorios. (E3, comunicación personal, 9 de octubre, 2021)
Adicionalmente, la recuperación y la protección de la identidad campesina ha implicado comunalidad, esto es, transitar y fortalecer un camino relacional en el interior de la población y de esta con el territorio. Actualmente, los habitantes de la vereda continúan dinamizando diferentes estrategias dirigidas a conservar su territorio y su vocación campesina, por lo cual desarrollan lo que ellos denominan “emprendimientos rurales” centrados en actividades alternativas a la producción agropecuaria (véase la tabla 3); aproximadamente “el 22% de las familias cuentan con un emprendimiento propio o participan de uno” (Valero et al., 2022). Llama la atención la resignificación de la noción neoliberal de emprendimiento dentro de la perspectiva de economía popular. La denominación “emprendimientos rurales” constituye en sí misma una expresión del neoliberalismo desde abajo.

Los emprendimientos rurales en Los Soches se han convertido en un proyecto de vida para algunos de sus habitantes, y a su vez en una forma de mantener su identidad campesina y defender su territorio con una intencionalidad pedagógica de de-construir los imaginarios del desarrollo urbano, así como de revalorizar las prácticas y saberes campesinos, por ejemplo, mediante la actividad “campesino por un día”:
[...] es como dignificar el trabajo que estamos haciendo nosotros los campesinos, que la gente valore el trabajo que nosotros hacemos el día a día, que sepan de dónde sale la leche, porque mucha gente ni siquiera conoce una vaca, otros no saben de dónde viene la leche. (E2, comunicación personal, 8 de octubre, 2021)
Con el tiempo han construido redes que propician que los recursos que ingresan a través de estos emprendimientos beneficien a varias familias (E2, comunicación personal, 8 de octubre, 2021). La comunalidad, fortalecer el tejido colaborativo entre las familias, ha sido fundamental para mantener la vocación campesina. En este sentido, es importante resaltar como acción emblemática de comunalidad la construcción del acueducto Aguas Cristalinas Los Soches ESP, ejecutada entre el 2008 y el 2009. Ha sido una iniciativa liderada y administrada por la comunidad, que actualmente beneficia a la mayoría de los habitantes del territorio; sin embargo, como ejercicio de autogestión tiene unas necesidades específicas para su sostenibilidad que no alcanzan a ser cubiertas en la factura que se cobra a cada vivienda y, debido a la situación económica posterior a la pandemia generada por el Covid-19, no es posible incrementar el costo del servicio (E5, comunicación personal, 9 de octubre, 2021).
Por otro lado, es importante mencionar que las dinámicas productivas alternativas a la agricultura han estado lideradas por mujeres campesinas. Si bien la información del último censo de la vereda evidencia un mayor número de hombres y se espera esta tendencia persista (dado que hay una mayor proporción de hombres en la base de la pirámide), la información también demuestra que la jefatura de los hogares ha cambiado respecto al censo realizado por el CEACS (2008) y actualmente son más las viviendas en donde la responsabilidad del hogar le corresponde a las mujeres. En los procesos de defensa del territorio han tenido un lugar protagónico las mujeres. A su vez, las estrategias productivas las han empoderado y les ha permitido comenzar también un proceso de transformación social que les garantiza acceso a recursos económicos y, en general, a una remuneración por su trabajo, el cual pueden hacer desde la casa (Arévalo , 2021): “[…] fue bueno, porque es que aquí la mujer era para cocinar, el oficio de la casa, para criar chinos y pare de contar” (E4, comunicación personal, 9 de octubre, 2021).
Por consiguiente, las expectativas a futuro de los y las lideresas de Los Soches coinciden en la necesidad de fortalecer los emprendimientos rurales existentes y continuar motivando la creación de otros. Esto en el marco de la unión como comunidad y la defensa permanente de su territorio, aspectos que reconocen han sido una debilidad en ciertos momentos de su historia, cuando los intereses individuales han primado sobre los colectivos (E3, comunicación personal, 9 de octubre, 2021).
Consideraciones finales y recomendaciones
Usme históricamente ha enfrentado una serie de desafíos, entre los que se resaltan la expansión urbana, la problemática agraria y la minería. Lo anterior ha contribuido a un sinnúmero de investigaciones que han pretendido diagnosticar estas problemáticas, no obstante, aún como sociedad, se está muy lejos de resolverlas o al menos mitigarlas; por el contrario, la normatividad actual sintetizada en el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) contribuye a incrementar estas problemáticas del borde sur de una ciudad como Bogotá. En ese sentido, es importante destacar y difundir los movimientos de resistencia en el área rural de Usme, como el caso del ALS, que puedan servir como referencia para otras iniciativas similares en el país que promuevan prácticas comunales y de relación con la naturaleza.
De esta manera, el diálogo entre los enfoques teóricos del giro decolonial y de los estudios críticos del desarrollo con las prácticas y experiencia organizativa del ALS demuestra la resistencia y re-existencia de las sociedades comunalizadas que resignifican su identidad cultural desde los bordes. Se aprecia la innovación en los repertorios de acción colectiva a través de la hibridación entre lo moderno y lo tradicional campesino, entre las economías propias y las lógicas del mercado y el emprendimiento, así como en la configuración de posibilidades de oponerse a las dinámicas expansivas del capital y su invasión en los territorios mediante la formulación de estrategias de contención integradas al mismo orden institucional vigente.
En cuanto a la geocultura, el arraigo territorial los ha impulsado a resistir los embates del desarrollo urbano y a controvertir las representaciones simbólicas de inferioridad de lo rural con la reivindicación de la identidad campesina. Una identidad que se aparta de esencialismos en la experiencia misma de habitar los bordes: la comprensión de ser campesino bogotano. Desde allí, como comunidad abigarrada conciben economías barrocas, con un papel central de las abuelas y de las mujeres en general, se empoderan en la comunalidad. Además, encuentran en el turismo una táctica de re-existencia, en el camino de articular las necesidades de generación de ingresos, proteger su territorio ante las amenazas de la urbanización, recuperar las tradiciones y las prácticas campesinas. A la par de los logros locales de la acción colectiva, el ejercicio del ALS constituye un proyecto pedagógico que invita a la reconexión del ser humano con la naturaleza, es decir, encarna una propuesta de alternativas al desarrollo para transitar a mundos ecológicamente más sabios.
Finalmente, se recomienda desarrollar un enfoque integrado para abordar las problemáticas de Usme, que incluya un diálogo intersectorial y la participación de las comunidades afectadas, ya que no son las mismas necesidades de los habitantes de la Usme urbana que los de la Usme rural; por ende, es importante fomentar las iniciativas de resistencia de las comunidades, las cuales priorizan la conservación del territorio y el patrimonio cultural.
En cuanto a los debates teóricos sobre el desarrollo y la formulación de políticas públicas, se evidencia la relevancia de la co-producción de conocimiento con las comunidades y la importancia de fortalecer la participación ciudadana en el diseño de las agendas y la toma de decisiones públicas, esto es, deconstruir el imaginario de la autoridad epistémica de la academia y la tecnocracia. En el mismo sentido, se recomienda fomentar las investigaciones que privilegien la acción colaborativa en los territorios, con un interés epistémico emancipador que se sustenta en los saberes, las prácticas y las necesidades de las comunidades, y, por tanto, que se orienta éticamente con miras a configurar metodologías no extractivistas.
Agradecimientos
Se expresa un sincero agradecimiento a la comunidad de Los Soches, en Usme (Bogotá), por abrirnos las puertas de sus hogares y permitirnos conocer sus luchas y estrategias de resistencia campesina. Su participación activa a partir de la socialización de sus vivencias, experiencias y perspectivas fueron fundamentales para la realización de este artículo. Asimismo, se agradece a los líderes y lideresas que colaboraron en esta investigación y compartieron sus saberes y conocimientos; su compromiso con la comunidad es una inspiración.
Este artículo es un homenaje a la resistencia campesina y un reconocimiento al ideario alternativo de desarrollo rural que se construye día a día en la vereda de Los Soches. A todos y todas, ¡muchas gracias!
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