Aforismos
Un poco más allá del sentido común
Hay algo diabólico en el hombre: el mono antropoide hasta en condiciones tan inhumanas logró evolucionar en homo sapiens .
El milagro es insoportable para la razón, pero es un medio de entrenamiento de la fantasía.
La Iglesia se distingue del circo: si en la primera se crea fe en los milagros, en el segundo se inventan trucos, sustitutos naturales de los artificios celestiales.
El diablo es capaz de hacer milagros por medio de la tentación y la seducción, que a su vez crean la ilusión de convertir lo imposible en lo posible.
Si Dios hubiera visto su belleza, inmediatamente perdonaría el pecado de Adán y Eva.
El hombre con desgane empieza a estudiar lo que le parece que conoce bien.
La muerte de los otros siempre me enseña algo de mi propio fin, pero no me dice todo. La inminencia de mi propia muerte, que precede a cualquier evidencia de la muerte ajena, no anula, sin embargo, su vivencia como algo excepcional designado sólo a mí y a nadie más.
Sacuda a cualquier hombre o mujer y caerán un montón de secretos, algunos de los cuales “merecerían” varios años de cárcel.
Llamar las cosas por su nombre sin ninguna consecuencia dañina se puede sólo en la conservación consigo mismo.
Si lograste persuadir a la mujer que es la única, no es necesario insistir que, además, es bella.
El alcohol predispone a una confesión y si no hay interlocutor a un monólogo: cada borracho es una caricatura a un Hamlet.
Una persona dotada de una gran imaginación lamenta la posibilidad perdida antes que la última se realice.
La eternidad es la manía de la grandeza del ser, quien es incapaz de reconcilarse con su finitud.
Si el dolor obliga a los ojos de un animal a adquirir una expresión humana, ¿no significaría que el hombre es un animal sufriente por excelencia?
Toda la historia testimonia que el homo sapiens es una criatura irracional que posee la razón, pero no para erradicar , sino para disminuir, sublimar o compensar la irracionalidad de su ser.
En su trabajo La paz perpetua, Kant reproduce la inscripción que un hotelero holandés colocó bajo la pintura que representaba un cementerio: “ A la paz perpetua ”. La alternativa entre la guerra y la paz lleva al filósofo alemán a la implacable antitética: la paz perpetua entre los pueblos o la paz eterna en los cementerios. Cualquiera alusión a una tercera posibilidad a priori está excluida. La paradoja consiste en que la misma razón transforma sus ideas sobre la paz en la búsqueda de las vías prácticas de su concreción sólo bajo la amenaza del exterminio total e implacable en una guerra devastadora. Sólo bajo el peligro de una mutua aniquilación garantizada, sólo en las condiciones en que no habrá ni vencedores ni vencidos, sólo cuando el miedo a la muerte violenta se convierte en una evidencia apodíctica, entonces, los agresores empezarán (muy probablemente) a reflexionar sobre las consecuencias desastrosas de su intento de destruir al enemigo. Únicamente el horror inefable será capaz de despertar la razón del atacante, despejarlo de su odio y de su ceguera y hacerlo menos obstinado, más flexible e inclinarse a hacer concesiones a su rival. Claro está que el enorme miedo ante un futuro desastroso nunca convertirá el odio en amor; sin embargo, el instinto de autoconservación hace más proclive a las partes beligerantes a buscar la paz. La amenaza de la muerte total , aunque no es la garantía de abstención de la violencia y no convierte el hombre en un ser completamente racional, es un regulador más efectivo y universal en la coexistencia humana.
Quien se encuentra arriba, debe entender que no es Dios y debe someterse a las consideraciones de los que están abajo.
El instante es el único “hay” del ser, en lo que todo pasa sin pasar el mismo.
El hombre se siente libre cuando puede hacer lo que quiere, pero todavía es más libre cuando puede no hacer lo que no quiere sin sentir culpa alguna.
La futurocracia es una mentalidad arrogante de la época posmoderna que nos impone su lema como si fuera la verdad en última instancia: “lo nuevo siempre es mejor”.
Sobre la voluntad del pueblo siempre hablan aquellos que quieren imponerle su propia voluntad.
La idea de irse de esta vida le ocurre casi a cada ser humano, pero realizarla es muy difícil, así lo confirma la estadística de suicidio.
Los ancianos llevan encima no sólo el peso de su vida, sino también el fardo de las decepciones.
Para el mentiroso la sinceridad es un arte fino de fingir.
El egoísmo es incurable, pero siempre es posible tenerlo bajo control.
Cuando todo está por atrás no vale la pena arrepentirnos y, sin embargo, ninguna evidencia de la razón nos impide a recurrir al pluscuamperfecto.
Si a los protohumanos no les hubiera interesado lo que no les toca, el mono antropoide nunca habría llegado a ser el homo sapiens .
El temor de parecer ridículo no siempre es ridículo: sin este temor desaparecería la vergüenza.
Los que saben ¿por qué? someten a los que saben ¿cuánto?
El mundo está sobrepoblado por las palabras, pero el dicho agudo siempre es una cosa rara.
El importante problema antropológico: transformar al hombre, esclavo de sus deseos, en el hombre, dueño de su voluntad.
Nuestro pasado es la oscuridad, la neblina y los esplendores de intervalos lúcidos que nuestra memoria reproduce por azar.
El desencanto provocado por la quiebra del socialismo real no eliminó el interés por sorpresas preñadas por un futuro desconocido.
La impaciencia es una pasión que tiene la intención de “violar la espera”.
Si la ansiedad es una utopía negra, la esperanza ¿es una utopía blanca?
http://cienciaergosum.uaemex.mx/index.php/ergosum/article/view/4450 (html)