Aforismos
Al homo le otorgaron el atributo sapiens no por lo que es, sino por lo que promete que algún día llegará a ser.
La avaricia es un acto fisiológico: al principio el lactante se atraganta con la leche materna y luego muerde más de lo que puede tragar.
A quien te dió una bofetada, puedes responderle con un golpe o ponerle la otra mejilla. En ambos casos no hay garantía de que aplacarás la ira de tu adversario.
El escéptico quisiera estar en paz con todas las alternativas que asedian su conciencia y vivir permanentemente en tránsito sin llegar al punto final.
La aspiración de parecer mejor de lo que somos en la opinión ajena es un impedimento para conocer lo que realmente somos.
En el mar la vida es más sabrosa, pero mi pensamiento se pone tan perezoso que, como cangrejo, se arrastra por mis neuronas.
Según Kant, la esencia de la relación humana se determina por la insociable sociabilidad. En efecto, a mi vecino lo recogió una ambulancia y yo digo: “¡pobre vecino!”, y luego pienso: “a cualquiera nos puede pasar, pero ¡qué bueno que no fui yo!”
El amor a la vida es la última fanfarronada del viejo.
La mujer puede vivir muchos años sin amor, pero no es capaz de pasar una semana sin la esperanza de encontrarlo.
Quien no se arriesga, conserva sus posibles desgastes o pierde sus ganancias virtuales.
No está prohibido abrigar la esperanza en el milagro, pero no es recomendable esperarlo.
Las causas de los delitos interfamiliares se remontan a las “relaciones fraternales” de Abel y Caín.
El filósofo ruso Vladimir Soloviev dijo: “estoy avergonzado, luego existo”. Es decir, existo como alguien que quisiera dejar de ser sí mismo y llegar a ser otro.
Además de que el marido y la mujer dejaron de amarse, cada uno de ellos no se puede perdonar que alguna vez se han enamorado.
Es difícil no exagerar el significado de la meta que no lograste alcanzar.
A veces la conciencia del placer por algún servicio que otorgamos al otro supera el goce real que el último experimenta.
Qué aburrida fue su vida: nadie deseaba matarlo ni siquiera en sueños.
Peor que la mentira sólo puede ser la verdad, la cual nadie quiere que se anuncie en público.
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