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La disputa de las mujeres por el hábitat popular: la experiencia de los comedores populares autogestionarios de El Agustino, Lima
Katherine Sarmiento Viena
Katherine Sarmiento Viena
La disputa de las mujeres por el hábitat popular: la experiencia de los comedores populares autogestionarios de El Agustino, Lima
La lutte des femmes pour l’habitat populaire : l’expérience des cantines populaires autogérées à El Agustino, Lima
The women’s dispute over the popular habitat: The experience of self-managed soup kitchens in El Agustino, Lima
Bulletin de l'Institut français d'études andines, vol. 46, núm. 3, pp. 489-508, 2017
Instituto Francés de Estudios Andinos
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Resumen: Históricamente, las mujeres han participado activamente en la producción del hábitat en que viven. Sin embargo, esta incidencia no siempre ha sido visible y reconocida. En 1979, surgen en Lima los comedores populares autogestionarios como una respuesta organizada de las mujeres de medios populares al problema de la subsistencia en un contexto de crisis económica. No obstante, lo que inicialmente surge como una reacción coyuntural se vuelve una plataforma que modifica la forma de participación de las mujeres en la producción social del hábitat, otorgándole visibilidad a las demandas asociadas a la reproducción en el ámbito público. Este artículo tiene un doble objetivo. Por un lado, discutir la forma en que las lideresas experimentan la modificación de su incidencia en la producción social del hábitat. Por otro, discutir las implicancias de esta experiencia en materia de derecho a la ciudad. Para ello, se toma el caso de la generación de lideresas fundadoras de comedores populares autogestionarios del distrito de El Agustino, Lima.

Palabras clave:producción social del hábitatproducción social del hábitat, comedores populares comedores populares, trabajo reproductivo trabajo reproductivo, lideresas lideresas, derecho a la ciudad derecho a la ciudad.

Résumé: Historiquement, les femmes ont joué un rôle actif dans la production de l’habitat dans lequel elles vivent. Toutefois, cette participation n’a pas toujours été visible et reconnue. En 1979, la création des cantines communautaires autogérées constitue une réponse organisée des femmes de milieux populaires au problème de la subsistance dans un contexte de crise économique. Cependant, ce qui initialement apparaît comme une solution temporaire devient une plate-forme qui modifie la forme de participation des femmes dans la production sociale de l’habitat, en donnant de la visibilité aux exigences liées à la reproduction dans le domaine public. Cet article a un double objectif. D’une part, discuter comment les femmes leaders expérimentent la modification de leur action sur la production sociale de l’habitat. D’autre part, discuter les implications de cette expérience en termes de droit à la ville. Pour ce faire, nous avons choisi le cas de la génération des femmes leaders fondatrices des cantines communautaires autogérées du district de El Agustino, à Lima. Mots clés : Production sociale de l’habitat, cuisines communautaires, travail reproductif, femmes leaders, droit à la ville The women’s dispute over the popular habitat: The experience of self-managed soup kitchens in El Agustino, Lima.

Mots clés: Production sociale de l’habitat, cuisines communautaires, travail reproductif, femmes leaders, it à la ville.

Abstract: Historically, women have been actively involved in the production of the habitat in which they live. However, this has not always been visible and recognized. In 1979, self-managed communal kitchens emerged in Lima as an organized response of women to the problem of subsistence in a context of economic crisis. However, what initially emerged as a conjunctural response became a platform that modified the agency of women in the social production of the habitat, giving visibility to the demands associated with reproduction in the public domain. This article has a double objective. On the one hand, it discusses the way in which the leaders experience the modification of their role in the social production of the habitat. On the other, it discusses the implications about their rights to the city. To achieve this, we focus on the case of the generation of founding leaders of self-managed communal kitchens in the district of El Agustino, Lima.

Keywords: social production of the habitat, communal kitchens, reproductive work, female leaders, right to the city.

Carátula del artículo

Artículos

La disputa de las mujeres por el hábitat popular: la experiencia de los comedores populares autogestionarios de El Agustino, Lima

La lutte des femmes pour l’habitat populaire : l’expérience des cantines populaires autogérées à El Agustino, Lima

The women’s dispute over the popular habitat: The experience of self-managed soup kitchens in El Agustino, Lima

Katherine Sarmiento Viena*
Pontificia Universidad Católica del Perú, Perú
Bulletin de l'Institut français d'études andines, vol. 46, núm. 3, pp. 489-508, 2017
Instituto Francés de Estudios Andinos

Siguiendo a Marx (1968), los seres humanos intervenimos nuestro entorno material para hacer posible nuestra existencia, pero a diferencia de los animales, tenemos la posibilidad de darle sentido. Dicho de otro modo, no solo transformamos lo que nos rodea, sino que lo producimos. Parte de esta producción es la del espacio en el que nos desenvolvemos cotidianamente, esto es, nuestro hábitat. Sin embargo, no todos contamos con las mismas posibilidades de incidir en el diseño del mismo. Según Harvey (2014), las fuerzas de la acumulación de capital permiten que una elite termine diseñando la ciudad de acuerdo a sus gustos, intereses y necesidades, mientras que el resto tiene que vivir acomodándose a ella. Es por ello que introduce el concepto de derecho a la ciudad como la posibilidad que todos podamos debatir el tipo de ciudad en la que queremos habitar.

Pero, ¿qué supone tener la posibilidad de debatir el objetivo de la producción de la ciudad? ¿Cuáles son las condiciones necesarias para que sea posible?. Tomando esta pregunta como referencia, el presente artículo parte de un caso de producción social del hábitat: la construcción de liderazgos en comedores populares autogestionarios. Específicamente, el análisis se concreta en las trayectorias de la generación de lideresas fundadoras de comedores populares autogestionarios del distrito de El Agustino, Lima1.

En este sentido, el artículo se propone dos objetivos. En primer lugar, identificar las repercusiones de la construcción de liderazgos en comedores populares autogestionarios en los procesos de producción social del hábitat. En segundo lugar, discutir las implicancias de la construcción de liderazgos en comedores populares autogestionarios en materia de derecho a la ciudad.

La investigación siguió una metodología de tipo cualitativo sustentada en el método biográfico, por lo cual se escogió la historia de vida como herramienta de recopilación de información. En total, se realizaron siete entrevistas a profundidad a lideresas fundadoras de comedores populares autogestionarios y dos entrevistas a profundidad a lideresas que ingresaron al comedor popular en la década de 1990 (como mecanismo de control)2.

El texto se organiza de la siguiente manera. Primero, se describe el proceso de surgimiento y consolidación de comedores populares y se sustenta por qué la construcción de liderazgos en esta organización resulta un caso relevante para el análisis. Segundo, se presentan las repercusiones que tiene la construcción de liderazgos en comedores populares para la producción social del hábitat popular urbano. Tercero, se discuten sus implicancias en materia de derecho a la ciudad. Finalmente, se formulan algunas conclusiones preliminares para llegar a nuevas preguntas e hipótesis.

1. Los comedores populares autogestionarios

Un momento clave en la formación de la actual ciudad latinoamericana, sin duda, ocurre a mediados del siglo XX. Las principales ciudades experimentan un vertiginoso crecimiento poblacional que va de la mano con un intenso desarrollo de las actividades productivas en la ciudad y consecuentemente con un incremento de las dimensiones físicas de la urbe. En el Perú, entre 1972 y 1990, Lima y Callao pasan de albergar a 3,3 millones a cerca de 6,5 millones de habitantes y de ocupar 20 000 hectáreas a 54 000 hectáreas de superficie (Riofrío, 1991). Se trata de un ritmo de crecimiento sin precedentes en la historia republicana del país.

En este contexto de transformaciones urbanas, adquiere centralidad la figura de la barriada como forma de ocupación del suelo urbano por parte de los sectores populares. Esta consiste en ocupar el suelo de las periferias del casco urbano de las ciudades para luego conseguir —a través de diversas estrategias (autogestión, acción colectiva, etc.)— las condiciones de habitabilidad: vivienda, servicios básicos, infraestructura vial, etc. En este proceso, el saneamiento legal y el acondicionamiento físico del asentamiento recaen sobre la organización vecinal, convirtiéndola en la principal institución de la población, una plataforma de los sectores populares de la ciudad para exigir derechos ciudadanos de acceso y uso del suelo urbano. A través de ella, se vuelven protagonistas de las luchas urbanas en Lima y con ello de la transformación radical de la ciudad (Riofrío, 1991).

Cuando la crisis se torna más aguda y la propia subsistencia se vuelve un problema cotidiano y urgente, surgen organizaciones orientadas a satisfacer las necesidades de alimentación y cuidado en los barrios populares. Las mujeres, que ya tenían una activa y constante participación, pero que aparecían acompañando lo que parecía «la lucha de sus esposos», sin igual poder sobre las decisiones colectivas, empezaron a organizar y gestionar colectivamente sus propios espacios. Surgen así organizaciones sociales conformadas fundamentalmente por mujeres. Entre ellas, los clubes de madres y las cocinas populares autogestionarios que, por su alcance y capacidad de convocatoria, se vuelven una de las organizaciones sociales de base más resaltantes. No hay cifras determinantes, pero Blondet, basándose en estimaciones de CARE señala que, en el periodo 1980-1985, el número de comedores habría crecido de 172 a 884 y, entre 1986 y 1991, de 1117 a 5112 (Blondet, 1994).

Estas organizaciones que, en un inicio, surgen como una respuesta puntual a una necesidad urgente, situada en una coyuntura específica, terminan consolidándose y adquirien una estructura que les permite sostenibilidad en el tiempo. Hoy en día, a pesar del debilitamiento generalizado de las organizaciones sociales barriales y de que la alimentación ya no sea un tema que convoque la organización de grandes mayorías , los comedores populares autogestionarios no se han extinguido y, en muchos casos, siguen siendo un referente importante en los espacios de deliberación vecinal. Parte de ello se explica por la persistencia de sus lideresas, quienes no solo se han encargado de darle continuidad a ese referente, sino de mantenerlo vigente como un interlocutor válido en el espacio vecinal.

La experiencia de surgimiento y consolidación de comedores populares ha sido ampliamente estudiada, sobre todo en los años 1980 y 1990. Entre las ideas más difundidas, se dice que la experiencia tuvo potencialidades importantes para el aprendizaje democrático (Alfaro, 1988) y la formación política de las mujeres populares (Blondet, 1991), generando mejores condiciones para el ejercicio de la ciudadanía (Rousseau, 2012). Asimismo, se ha señalado que permitió una mejor visibilidad del trabajo reproductivo tanto en la esfera política —puesto que permitió la incorporación de la alimentación y del cuidado como una necesidad de interés público (Francke, 1990)—, como en el ámbito privado en la medida que puso en evidencia su carácter imprescindible, e introdujo cambios culturales importantes (Sara-Lafosse, 1989). Aunque no cuestiona directamente la asociación entre mujeres y reproducción, y los roles históricamente institucionalizados sobre ella (Barrig, 1986), sí logra reconfigurarla en tanto rompe con la idea que la alimentación y el cuidado son un trabajo individual, circunscrito a las fronteras del ámbito privado (Villavicencio, 1989).

No obstante, en general, el análisis de la experiencia del surgimiento y de la consolidación de los comedores populares ha tendido a centrarse en su dinámica organizacional interna o en sus implicancias como organización social de base, sobre todo desde una mirada de género. Sin embargo, se ha explorado poco su relación con otros actores como las organizaciones vecinales mixtas o las organizaciones políticas. En esa misma línea, esta experiencia y, en general, la pregunta por la forma de participación de las mujeres en la producción del hábitat han sido poco abordadas desde los estudios urbanos. De hecho, no es una ausencia propia del Perú, sino que —como lo señala Massolo (1992)— es uno de los grandes vacíos en los estudios urbanos en América Latina.

Empero, hay suficientes indicios para pensar que la consolidación de comedores populares ocupa un lugar importante en la experiencia de producción social del hábitat urbano en Lima. Se trata de una de las pocas organizaciones sociales de base que surge en la segunda mitad del siglo XX y que, a pesar de su evidente debilitamiento, permanece como un interlocutor válido no solo en los espacios barriales, sino también de la sociedad civil y del Estado.

2. Los comedores populares autogestionarios en la producción social del hábitat

La categoría de producción social del hábitat nace con el propósito de caracterizar el proceso de surgimiento de la actual ciudad latinoamericana3, específicamente, para resaltar la centralidad que adquiere la gestión de sus propios habitantes en la producción de su espacio de vida (vivienda, servicios básicos, espacio público, etc.). Ortiz (2007) define la producción social del hábitat como

todos aquellos procesos generadores de espacios habitables, componentes urbanos y viviendas que se realizan bajo el control de autoproductores y otros agentes sociales que operan sin fines de lucro.

Si bien se trata de un proceso continuo en el tiempo, adquiere centralidad en ciertos momentos de la producción de la ciudad.

Un aspecto importante es que la producción social del hábitat urbano no resulta ser un proceso completamente azaroso ni guiado únicamente por iniciativas individuales. El espacio de deliberación colectiva a escala barrial, por excelencia, es la junta vecinal. Las demandas y discursos que logran posicionarse determinan su agenda de trabajo, moldeando así el impacto que tienen las personas sobre su hábitat.

En este sentido, el surgimiento y la consolidación de comedores populares, guiados por la construcción de liderazgos femeninos, introducen una serie de repercusiones en el proceso de producción social del hábitat. Se han clasificado en tres temas centrales: a) Introducción de la reproducción como un asunto público; b) Consolidación del comedor como un canal de participación e incidencia de las mujeres en espacios de deliberación colectiva; c) Permite la incorporación de demandas más allá de la reproducción en la agenda de deliberación vecinal.

2. 1. Cuando la reproducción entra en escena

Preparar los alimentos para poder consumirlos, lavar la ropa para poder vestirla, limpiar la casa para poder habitarla. A pesar de ser imprescindible para la existencia humana, el trabajo reproductivo ha sido históricamente invisibilizado.

Federici (2013) entiende como trabajo reproductivo al conjunto de tareas de alimentación y cuidado que históricamente han desarrollado las mujeres en el ámbito doméstico. La autora enfatiza en que estas prácticas constituyen una forma de trabajo, en la medida que suponen un esfuerzo físico y creativo orientado a la satisfacción de necesidades humanas. Se trata de un trabajo imprescindible en la medida que la continuidad de la fuerza de trabajo requiere de él para reponerla tras el desgaste físico que implica la actividad productiva.

Los comedores populares autogestionarios suponen un cambio en la forma que las lideresas realizan trabajo reproductivo. Pasan de la preparación individual a la preparación colectiva de los alimentos, trasladan parte del cuidado de niños al espacio del comedor, atienden los problemas de salud con el apoyo de sus compañeras, etc. Este cambio tuvo una doble repercusión en la vida de las dirigentes.

Por un lado, la ruptura del aislamiento que suponía el trabajo reproductivo en el ámbito privado y la consecuente liberación de tiempo abrieron posibilidades para la participación en espacios colectivos. El hecho de que cada familia se encargue de la realización de las actividades reproductivas por separado suponía que las mujeres pasen el tiempo que estas requieren dentro de las fronteras del hogar, con limitado acceso a información y pocas posibilidades de interacción con el espacio público. Con el sistema de turnos implementado por el comedor popular, las lideresas liberan tiempo que pueden destinar a otras actividades. Además, al interactuar con otras socias, amplían sus canales de acceso a información así como las posibilidades de interactuar con su entorno.

Por otro lado, es imprescindible que el trabajo reproductivo sea visible para que sea considerado un asunto de interés público. La organización de comedores populares se convierte en un espacio visible que brinda un servicio a la comunidad, tiene existencia concreta manifiesta en un local implementado y genera liderazgos de mujeres que empiezan a incidir en la toma de decisiones sobre su entorno. Esa visibilidad no solo recae en la organización y en las personas que la hacen posible, sino en las actividades que se realizan y que le dan sentido al espacio: el trabajo reproductivo vinculado a la alimentación y al cuidado.

Yo al inicio tenía muchos problemas con mi esposo porque no quería que venga al comedor. Decía que parábamos chismoseando, pero luego que ya veía… que ya veía que de ahí venía la comida de todos los días… ya. Si no tenía trabajo, ya había del comedor. Ahí se fue dando cuenta (Hilda, lideresa vecinal).

En la línea de Francke (1990), esta visibilidad ganada no solo hace que el trabajo reproductivo llame la atención (que ya es bastante en relación a la invisibilidad de lo privado), sino que además deja claro su carácter de trabajo imprescindible, necesario para la reproducción humana. Dicho de otro modo, el comedor no solo funciona como un reflector para el trabajo reproductivo, sino que además permite resaltar el papel de sus ejecutoras. Dejan de ser vistas de la misma manera desde entonces. Incluso ellas mismas notan que su trabajo tiene valor y que no deben sentirse disminuidas por realizarlo. El reconocimiento y la valoración del trabajo reproductivo como indispensable trastocan la concepción de que es un asunto meramente privado. Al ser necesario para todos, adquiere la condición de asunto público. Con ello, las mujeres se abren un frente de participación legítima en los espacios de deliberación colectiva.

Antes a nadie le importaba, señorita. Ellos solo decían marcha para esto y para el otro, pero no les importaba mucho cómo estaban los niños. Nosotras empezamos a presionarlos para que apoyen, para que nos den un espacio para el comedor y nada. Ah, pero cuando ya empezamos a ir varias, y pedíamos hablar, decíamos que éramos del comedor, entonces ya ponían atención. Un vecino, dirigente y también amigo, nos apoyó. Nos dijo ‘señoras, lo que ustedes hacen está muy bien, sigan haciéndolo, nosotros las vamos a apoyar’ (Zenaida, lideresa política).

Muchas autoras señalan que la carga reproductiva sobre las mujeres las limita para desarrollar actividades de recreación, descanso, para invertir tiempo en su desarrollo personal o simplemente para tener la posibilidad de decidir sobre su tiempo libre. La experiencia de comedores populares da cuenta de que esta puede ser también liberadora.

2. 2. Una nueva plataforma: El comedor popular como contra-público

Por más que los espacios de deliberación colectiva impliquen decisiones sobre asuntos comunes, no todos los actores involucrados se ven necesariamente representados. Sea porque no participan (porque no pueden o no se les permite), o porque aun participando, su voz no es efectivamente escuchada. Los espacios de deliberación reproducen las relaciones de poder vigentes en la sociedad en la que se sitúan. En ese sentido, ingresar al espacio deliberativo resulta condición necesaria, mas no suficiente, para canalizar un interés o una demanda (Fraser, 1997).

Esto es lo que ocurre con la participación de las mujeres en la producción social del hábitat urbano en Lima. A pesar de haber estado históricamente presentes en las actividades de ocupación, acondicionamiento del terreno, vigilancia, movilización, etc., y a pesar de haber siempre intentado participar en las asambleas, juntas vecinales, coordinadoras de lucha, su capacidad de incidencia resultaba marginal.

Sin embargo, algo ocurre cuando las mujeres empiezan a generar sus propios espacios organizados. Por un lado, empiezan a enunciarse nuevos discursos y demandas, esta vez asociadas a tareas antes invisibles como la alimentación y el cuidado. Por otro, se empiezan a formar lideresas, ahora voceras de aquellos discursos, lo que mejora su capacidad para posicionarlos en la agenda pública.

Para caracterizar este tipo de experiencias, Fraser (1997) utiliza la categoría de contra-públicos, entendidos como públicos alternativos que surgen de la agrupación de discursos subalternos, con el fin de mejorar las condiciones para su posicionamiento en el público más amplio.

Propongo llamar a estos públicos, contra-públicos subalternos para indicar que se trata de espacios discursivos paralelos donde los miembros de los grupos sociales subordinados inventan y hacen circular contra-discursos, lo que a su vez les permite formular interpretaciones opuestas de sus identidades, intereses y necesidades […] En la medida en que estos contra-públicos surgen como respuesta a exclusiones dentro de los públicos dominantes, contribuyen a extender el espacio discursivo […] Interactuar discursivamente como miembro de un público —subalterno o no— es aspirar a difundir el propio discurso en espacios cada vez más amplios (Fraser, 1997).

Aunque los comedores populares no tienen su razón de ser en la exclusión de un espacio vecinal, ciertamente funcionan como un contra-público en la medida que logran generar las condiciones para la articulación de discursos antes subalternos y demandas invisibilizadas.

Siguiendo la propuesta de Fraser, analizar el comedor popular como un contra-público implica también poner atención en las repercusiones que tiene en el «espacio discursivo», en este caso los espacios de deliberación colectiva sobre los asuntos públicos. Para ello, es necesario analizar la evolución de los discursos y de las demandas enarboladas por las lideresas que participan de dichos espacios. Con base en las historias de vida de las lideresas, es posible identificar cuatro momentos, como se ve en el cuadro 1.

En conclusión, la construcción de liderazgos en comedores populares hizo de estos una plataforma para la incidencia en la producción social del hábitat, en la medida en que logró la articulación de nuevos discursos enfocados en canalizar las demandas asociadas a la reproducción con espacios de deliberación pública. Permitió también el desarrollo de capacidades argumentativas y organizativas, necesarias para el posicionamiento efectivo de dichas demandas. Esto se tradujo en la ampliación del espacio discursivo, como resultado de la incorporación de demandas históricamente invisibilizadas, a través de la acción de un nuevo interlocutor: las mujeres agrupadas en sus propias organizaciones y sus representantes, las lideresas.

Cuadro 1
Evolución de las demandas de las mujeres en el espacio discursivo

Fuente: Elaboración propia

2. 3. La evolución del discurso

Existen argumentos para señalar las limitaciones de la organización de comedores populares como plataforma para formular apuestas emancipatorias para las mujeres. Uno de los más difundidos es que estos reproducen un discurso «maternalista político». Esto se entiende como la justificación de la acción y la incidencia pública en función de una apelación a la maternidad (Chaney, 1983). Esto sería una limitación en la medida que reproduce la idea de que las mujeres son, en principio, madres que deben priorizar los intereses y necesidades de los demás por encima de los propios (Barrig, 1986). De hecho, es algo que está de fondo en el trabajo invisible que desarrollaban las mujeres en la producción social del hábitat antes del surgimiento de la organización de comedores: hacerse cargo de las tareas reproductivas no es trabajo, sino un deber como madres.

Sin embargo, este no termina siendo el panorama completo. Primero porque, como se vio en las secciones anteriores, este tipo de discursos no resulta del todo negativo: les da legitimidad a las mujeres para salir del ámbito privado y participar en la actividad comunal, les abre un frente de participación en espacios vecinales y les permite generar la plataforma desde donde organizarán su participación en la toma de decisiones colectivas sobre lo público. Segundo, porque, con el tiempo, la construcción de liderazgos en comedores populares terminó generando las condiciones para la canalización de demandas más allá del inicial «maternalismo político». Hoy en día, las demandas de las mujeres populares no se limitan a la alimentación y al cuidado, hoy participan de mesas de diálogo contra la violencia de género, construyen sus propios bancos comunales, se desenvuelven como promotoras de salud, etc., e introducen nuevas demandas en los espacios de deliberación vecinal.

Pero este no ha sido un cambio de la noche a la mañana. En la década de 1980, uno de los factores que permitió la masificación de los comedores populares fue el involucramiento de algunas instituciones vinculadas a la Iglesia Católica, así como el financiamiento procedente de la cooperación internacional. En este momento, los discursos de las lideresas —efectivamente— iban en la línea de reivindicar su papel como madres, destacando ciertos valores como la solidaridad y el amor del prójimo. Estos discursos justifican su movilización y participación en espacios de deliberación vecinal.

Entonces nos reuníamos y nos dábamos tareas […] Entonces eso señorita era una especie de economizar el diario. Entonces usted sabe que la mamá cuando prepara, el niño está bien alimentado, entonces como todas éramos mamas hacíamos (Nelly, lideresa vecinal).

No obstante, con el tiempo, conforme las lideresas empiezan a desarrollar nuevas capacidades organizativas, crece la posibilidad de utilizarlas para generar nuevos espacios. Asimismo, construir liderazgos dentro del comedor popular permitió acceder a recursos (redes, financiamiento, prestigio), que luego fueron utilizados para dinamizar nuevos espacios.

En esa línea, la presencia de organizaciones de la sociedad civil fue central para el crecimiento y el aprendizaje organizacional de los comedores populares, pero también significó cierta influencia en los discursos y demandas que estos canalizaron hacia espacios vecinales. En El Agustino, destaca la presencia de Servicios Educativos El Agustino (SEA), que asume la tarea de fortalecer las capacidades de las organizaciones sociales de base del distrito y que tiene presencia hasta el día de hoy. El carácter apolítico de las organizaciones de la sociedad civil y el poco acercamiento de organizaciones políticas a los comedores del distrito condicionaron cierto sentido de neutralidad y fortalecieron la autonomía de los comedores frente a la política.

Ellos venían, se acercaban, pero siempre les hemos dicho que acá no tomamos posición. Si cada quien quiere participar, bueno pues, es su decisión, pero acá como comedor no estamos con nadie (Nancy, lideresa de comedor).

Durante la década de 1990, el contexto cambia y ocurre un quiebre en el contexto debido a la intensificación de la violencia política en la ciudad. La persecución de lideresas, las constantes amenazas y un ataque al local de uno de los comedores terminaron por incrementar el temor a participar en espacios organizados y debilitaron la capacidad de convocatoria que habían logrado construir. Asimismo, significaron el alejamiento de aliados que se habían vinculado a los comedores en la década de los años 1980 (partidos, ONG). Desde entonces, el discurso se orientó sobre todo hacia la resistencia de la organización frente, tanto a los ataques de Sendero Luminoso como a la indiferencia del Estado ante la agudización de la crisis económica.

Nadie quería participar, asustadas estaban todas porque decían que a la señora de allá se la habían llevado. Los maridos ya no las querían dejar salir, nadie venía. Pero ahí la señora Zenaida se puso firme y les dijo que cómo, que si más bien era cuando tenían que estar más juntas, así les dijo. Ya no iban a las asambleas tampoco, pero siempre las señoras iban a sus casas a buscarlas [a las socias] (Santos, lideresa de comedor).

En la década de los años 2000, un tejido social debilitado tras la dictadura fujimorista y una preponderancia de las posturas individuales para resolver asuntos cotidianos asociados a la sobrevivencia terminan por debilitar aún más a los comedores populares, cuyo sentido de ser se ve cuestionado. Desde entonces pierden capacidad de convocatoria vinculada a las demandas de alimentación y cuidado, pero empiezan a ganarla en otro terreno. Su persistencia y continuidad son vistas como un activo favorable para ciertas organizaciones de la sociedad civil (que trabajan temas de salud sexual y reproductiva, educación financiera, feministas, etc.) que encuentran en las lideresas a potenciales aliadas para realizar trabajo de base. Desde entonces, diversas dirigentes empiezan a tejer lazos con estas organizaciones y logran incorporar sus demandas en la agenda barrial. Sin embargo, a pesar de la influencia se cuidaron en mantener la autonomía de sus espacios.

Esto permite que las lideresas ganen crédito más allá de las fronteras del comedor. Ganan reconocimiento y prestigio frente a otras mujeres del barrio, lo cual les otorga legitimidad como lideresas y no solo como madres. El soporte que logran construir resulta clave cuando alguna de ellas pretende formar directa o indirectamente una nueva organización.

Eh, ha aumentado más, porque las compañeras del Comedor, de las organizaciones de base (Ininteligible 29:30-29:34) después viene lo que es el Vaso de Leche, el club de Madres, o sea, mejor dicho, esas tres organizaciones eran las primeras que había en el distrito, pero ahora hay las promotoras de salud, o sea nosotras, y así sucesivamente otras organizaciones ¿no? Y todo con el trabajo de salud de la mujer, la cuestión de género, salud de la comunidad, en todo eso ¿no? (Hilda, lideresa vecinal)

La diferencia de estas nuevas organizaciones es que sin dejar de ser un espacio de encuentro entre mujeres, pasan de demandas centradas en su condición de «madres» a demandas centradas en su condición de «mujeres». A nivel de los discursos enarbolados por las lideresas, es posible observar una evolución desde la primacía de demandas asociadas a la llamada «sobrevivencia» hacia demandas vinculadas a la salud reproductiva, a la autonomía económica, a la vida sin violencia, etc. Existe un tránsito discursivo de «Somos mujeres y tenemos la responsabilidad de dar de comer a nuestras familias y, sobre todo, a nuestros niños. La alimentación es un problema de todos y el Estado debe garantizarlo como derecho» a «Somos mujeres y tenemos derecho a una adecuada salud reproductiva, a ser autónomas, a una vida libre de violencia, etc. El Estado tiene la responsabilidad de garantizarlo».

Para caracterizar esta evolución, resulta pertinente el enfoque de Moser (1991), quien propone una diferenciación entre necesidades prácticas y necesidades estratégicas, como herramienta útil para aproximarse a la heterogeneidad de demandas en los movimientos de mujeres. Por un lado, las necesidades prácticas «son aquellas que se formulan a partir de las condiciones concretas vividas por la mujer desde la posición que su género le determina dentro de la división sexual del trabajo». En ese sentido, constituyen una respuesta a una necesidad inmediata, dentro de un contexto espacial y temporal específico. No se formulan la emancipación de la mujer o la igualdad de género como horizonte explícito. Por otro lado, las necesidades estratégicas son «aquellas que se definen a partir del análisis de la subordinación de la mujer y en consecuencia la formulación e identificación de una alternativa más igualitaria y una organización social más aceptable, desde el punto de vista de la estructura y la naturaleza de las relaciones entre hombres y mujeres» (Moser, 1991).

Siguiendo esta diferenciación, podría decirse que el centro de las demandas de las lideresas fundadoras ha pasado de necesidades prácticas a necesidades estratégicas, en la medida en que el eje articulador de sus demandas y discursos ya no está basado fundamentalmente en la sobrevivencia como responsabilidad materna sino está concentrado en el reconocimiento de los derechos de las mujeres y de su trabajo. Esto no significa que las reivindicaciones de género hayan estado completamente ausentes en los primeros momentos del comedor popular y que en la actualidad el discurso asociado a la sobrevivencia no tenga relevancia. Por el contrario, a través de distintas manifestaciones, ambos discursos coexisten a lo largo de la trayectoria de la organización, aunque con diferentes énfasis.

3. Los comedores populares autogestionarios y el derecho a la ciudad

A pesar de que el hábitat es un producto social, el acceso a la ciudad aún manifiesta y reproduce las inequidades de género presentes en nuestra sociedad. Hoy en día, las mujeres experimentan menos los beneficios y sufren más los perjuicios de la ciudad que sus pares hombres (Falú, 2009). En 1980, la situación era bastante gráfica. Barrig & Fort (1987), en su estudio sobre mujeres de medios populares en El Agustino, señalan que la producción de los servicios urbanos del distrito está marcada por la participación de las mujeres. Son ellas las que asumen la labor de gestionar los recursos necesarios para su implementación. Sin embargo —señalan las autoras— esto no va de la mano con el uso que les dan. En otras palabras, las mujeres participan de la obtención de los servicios, pero no los gozan tanto como los otros. Sin duda, constituye una limitación en materia de acceso a los beneficios de la ciudad.

No obstante, como se vio en la sección anterior, estas mujeres encuentran en la organización de comedores populares un canal importante de acceso a espacios de deliberación sobre la gestión del hábitat, ampliando así sus posibilidades de incidencia, introduciendo sus demandas y haciéndolas valer como asunto público. Esto da una muestra de las potencialidades que tiene la experiencia en materia de ejercicio de derecho a la ciudad que, en la formulación de Harvey (2013), no solo representa la posibilidad de acceder a ella, sino la de darle un sentido a la forma como la producimos.

La pregunta que resulta de aquella formulación es cómo se concretiza dicha posibilidad. Para abordar esta pregunta, resulta relevante el enfoque de Weber sobre la acción social, quien la define como aquella «donde el sentido mentado por su sujeto o sujetos está referido a la conducta de los otros, orientándose por esta en su desarrollo» (Weber, 1964: 5). Desde este enfoque, cada acción social esconde un motivo y un sentido mentado dado por el individuo que la orienta. Incluso cuando se trata de acción colectiva, esta no es un resultado unívoco, sino la articulación de múltiples motivos que dan lugar a las conexiones de sentido.

El propósito de esta sección es explorar las trayectorias de liderazgo de las fundadoras de comedores populares en El Agustino, identificando los distintos sentidos que las lideresas le otorgan a su incidencia en la producción social del hábitat, que termina funcionando como su propio ejercicio de derecho a la ciudad.

3. 1. Tipos de liderazgo

El análisis de las trayectorias permitió identificar dos elementos constantes en el tiempo y que caracterizan los liderazgos analizados. Uno de ellos es que, como lideresas, siempre están dando dirección a la acción colectiva en la que participan. Permanentemente, están generando discursos, basados en su interpretación de la realidad y en determinadas apuestas que tratan de posicionar al interior de la organización en la que se encuentran. Una segunda similitud es que no construyen su liderazgo únicamente dentro de las fronteras del comedor, sino que sus trayectorias están marcadas por el permanente tránsito entre espacios organizados. Tránsito entre organizaciones de mujeres, intercalando con espacios mixtos, vecinales o políticos. Un tránsito que podría parecer azaroso.

Si se considera el análisis de las trayectorias de las lideresas fundadoras de comedores populares autogestionarios, se logra identificar dos criterios de diferenciación que adquieren relativa permanencia y estabilidad a lo largo de las trayectorias. El primero es la escala en que se formula el horizonte de acción de las lideresas, es decir, el alcance de sus expectativas a largo plazo que orienta sus acciones presentes. Puede ser a escala de la organización, del barrio o de la sociedad en su conjunto. El segundo criterio es el tipo de demandas y discursos que las dirigentes enarbolan en los diferentes espacios de participación. Independientemente del espacio en que se encuentren, las demandas y discursos que sostienen suelen mantenerse. Algunas lideresas suelen destacar la importancia del crecimiento y de la consolidación de los comedores populares por encima de otras demandas, otras suelen priorizar las mejoras para el barrio y otras más bien se esfuerzan en posicionar algún proyecto político en particular. Sobre la base de estos criterios de diferenciación, se pueden identificar tres tipos de lideresas: la lideresa de comedor, la lideresa vecinal y la lideresa política (cuadro 2).

La lideresa de comedor es aquella que concentra su acción alrededor de la figura del comedor popular como organización. Sus estrategias giran en torno al crecimiento y consolidación del espacio con funciones específicas: atender las labores de alimentación y cuidado de las personas que lo necesiten.

Cuando entré al comedor, ya no me sentía sola, estaba apoyando a mis semejantes [...] El comedor me hizo... este... ¿cómo se dice? Conocer... conocer una nueva vida, una vida no esclavizada... en la casa (Petronila, lideresa de comedor).

La lideresa vecinal se diferencia de la lideresa de comedor en tanto su interés por la organización va por conseguir beneficios para el barrio, sobre todo, en términos de habitabilidad. En esta línea, se ve atraída por participar tanto del comedor como de otros espacios organizados, en la medida que aporte a generar diferentes componentes urbanos de beneficio colectivo para el barrio: postas médicas, espacios públicos, centros educativos, etc.

Me enteré de la situación en la que se encontraba [una organización vecinal] y apoyamos [...] (Mara, lideresa vecinal)

Eso es lo importante, señorita, trabajar por la comunidad. No importa dónde uno esté (Nelly, lideresa vecinal).

La lideresa política es aquella que va construyendo un horizonte de expectativas para la sociedad y participa en espacios colectivos con el fin de aunar fuerzas en esa dirección. Ve el comedor popular como un espacio de convocatoria y movilización que resulta útil en dicho propósito.

Porque estamos reclamando un derecho, porque queremos tener una vivienda digna para nuestros hijos, una vivienda no tugurizada. […] Yo le digo: ‘¿Eso es justo? Nosotros somos peruanos’ (Zenaida, lideresa política).

Cuadro 2
Tipo de liderazgo según trayectoria

Fuente: Elaboración propia

3. 2. Factores que hacen posible el ejercicio del derecho a la ciudad

Si bien la propia constitución de un espacio liderado por mujeres para disputar el hábitat tiene potencialidades en materia de derecho a la ciudad, su efectivo ejercicio depende de cierta materialidad. Tras el análisis de las trayectorias de liderazgo, se pudieron identificar ciertas condiciones, capacidades y recursos. Sin estos, las potencialidades de incidencia en las decisiones colectivas no serían posibles: a) Condiciones: la ruptura del aislamiento de lo privado y la visibilización del trabajo reproductivo; b) Capacidades: articulación de discursos y capacidades argumentativas y organizativas; c) Recursos: redes y prestigio.

Cada uno de los tipos de liderazgo descritos en la sección anterior supone distintas formas de aprovechar las condiciones, capacidades y recursos desencadenados por el comedor. El cuadro 3 resume los patrones identificados entre los casos según el tipo al que pertenecen.

Como se ve, a pesar de tratarse de una generación con características similares en términos poblacionales, socioeconómicos, étnicos y de género, las lideresas desarrollan trayectorias diferenciadas de acuerdo a la forma en que aprovechan las condiciones, capacidades y recursos desencadenados por el comedor. Esto supone a su vez distintas lógicas de acción en torno al ejercicio de su derecho a la ciudad.

Cuadro 3
Aprovechamiento diferenciado de las condiciones, capacidades y recursos desencadenados por el comedor popular

Fuente: Elaboración propia

Conclusiones

El análisis de las historias de vida de las lideresas fundadoras de comedores populares permitió ver que la construcción de liderazgos en estas organizaciones tuvo repercusiones en la producción social del hábitat en las siguientes maneras:

  • Primero, permitió una reconfiguración de la forma en que se realiza el trabajo reproductivo y, con ello, amplió las posibilidades de incidencia de las mujeres en la producción del hábitat en el que viven. Por un lado, la colectivización de un trabajo individual rompe el aislamiento de lo privado al que se destina esta actividad en el mundo urbano, libera tiempo y otorga legitimidad a las mujeres para incidir en espacios organizados. Por otro lado, la conformación de un espacio colectivo destinado a tareas reproductivas permite la visibilización y reconocimiento de las mismas, históricamente asumidas como naturales del rol femenino.

  • Segundo, permitió la configuración de un espacio articulador de discursos y capacitó a las voceras para el posicionamiento de demandas históricamente invisibilizadas en el ámbito público. Por un lado, la dinámica de la organización permitió que las lideresas dirijan el proceso de articulación de demandas asociadas a la reproducción y las enuncien como un asunto público. Por otro lado, el cotidiano quehacer del comedor permitió que las lideresas desarrollen habilidades discursivas y organizativas que potenciaron sus capacidades para posicionar las demandas en espacios de deliberación sobre asuntos públicos.

  • Tercero, permitió la construcción de discursos y demandas que trascienden el ámbito de la reproducción, aunque sin abandonarlo. La experiencia de liderar la formación de una organización autogestionaria permitió que las lideresas adquieran la capacidad de impulsar sus propias iniciativas y la articulación de nuevos discursos, incluso más allá del ámbito de la reproducción. En ese sentido, el comedor popular abrió la puerta a una evolución de las demandas de las mujeres en torno a la producción social del hábitat, que en la formulación de Moser (1991) pasó de necesidades prácticas centradas en su condición de «madres» a necesidades estratégicas centradas en su condición de «mujeres».

Ahora bien, la experiencia de surgimiento y consolidación de comedores populares autogestionarios da cuenta no solo de un momento en que se transforma la participación de las mujeres en la producción social del hábitat, sino que con ello desencadena determinadas potencialidades en materia de derecho a la ciudad.

El aprovechamiento diferenciado de las potencialidades desencadenadas por la construcción de liderazgos al interior de comedores populares permitió la configuración de trayectorias diferenciadas según la escala en que se formula el horizonte de acción y las demandas y discursos que se utilizan para ponerlo en práctica. Con base en estos criterios, se pudo identificar tres tipos de lideresas.

  • La lideresa de comedor es aquella que tiene la mirada puesta en la organización, quiere lo mejor para el espacio y orienta su participación en torno al mismo, por las potencialidades que ha permitido desarrollar a nivel personal.

  • La lideresa vecinal es aquella que tiene el horizonte puesto en el barrio y sus necesidades, de manera que la ruta, sus demandas y discursos, se orientarán en torno a los espacios que permitan incidir sobre ellos: las organizaciones vecinales. El comedor popular, aunque tiene un lugar especial en sus trayectorias, aparece como una plataforma que permite dar el salto a otros espacios.

  • La lideresa política es aquella que formula su horizonte a escala de la sociedad en su conjunto. Se trata de desarrollar una serie de estrategias que permitan alcanzar diversas expectativas para la misma. La ruta, por tanto, se define por el espacio que se considera más efectivo en esa línea: la organización política.

El comedor popular autogestionario tiene potencialidades en materia de derecho a la ciudad en la medida que mejora las condiciones de participación de las mujeres en la producción social del hábitat: abre una serie de posibilidades que son aprovechadas diferenciadamente de acuerdo a la escala del horizonte de acción y la ruta de participación derivada de aquel.

Los hallazgos de la presente investigación permiten discutir la visión de los comedores populares como espacios que reproducen roles históricamente opresivos para las mujeres. Se puede ver que, si bien el trabajo reproductivo no se abandona, al modificarse la forma en que se realiza, se desencadenan potencialidades de mayor incidencia, visibilidad y reconocimiento en la producción del hábitat. Pueden discutirse los alcances emancipatorios que ello tiene, pero —sin duda— expande las expectativas de las mujeres en torno a lo que pueden lograr con su participación. Y ello de por sí ya modifica parte del restringido rol al que se asocia lo femenino.

Es importante resaltar que el alcance de la presente investigación se limita a la experiencia de las lideresas fundadoras de comedores populares autogestionarios. Quedan abiertas diversas rutas de exploración para futuras investigaciones. Una de ellas es la de complementar los hallazgos con un análisis de las percepciones de las socias no-lideresas de comedor en torno a lo que representa esta experiencia.

Una segunda ruta es analizar la evolución de las percepciones de los que —en esta investigación— categorizamos como «los otros», es decir, los vecinos, los cónyuges, los hijos, etc. Cómo varía su percepción de los liderazgos femeninos y las expectativas en torno a la incidencia de las mujeres en la producción social del hábitat, tras haber sido testigo de la experiencia de la organización de comedores populares autogestionarios.

Lo que sí queda claro es que, si bien la experiencia de surgimiento y consolidación de comedores populares constituye una experiencia acotada espacial y temporalmente, el aporte que dejan sus protagonistas trasciende de lejos las fronteras del comedor como organización. Las potencialidades que abrió para las mujeres que lo hicieron posible se evidenciaron a diferentes niveles: al interior del hogar, en su relación con el barrio y las organizaciones vecinales, con las organizaciones políticas. Lo que fueron logrando con sus acciones va más allá de sus biografías individuales, lograron que se les otorgue un reconocimiento especial no solo como Santos, Hilda o Zenaida, sino como mujeres, como ciudadanas, como productoras con derecho a reconocimiento. Evidenciaron que a través de la organización colectiva era posible reconfigurar relaciones de subalternidad. Dicho en palabras más coloquiales, evidenciaron consciente o inconscientemente que juntas era posible «alzar la cabeza» y transformar no solo su realidad individual, sino también la de sus barrios y su país. Abrieron una puerta para que las mujeres sepan que su trabajo es importante y necesario, que organizadas pueden hacerse escuchar y que tienen derecho a participar en las decisiones sobre el hábitat en el que viven, porque finalmente la ciudad que las rodea es también suya. Siempre lo ha sido.

Material suplementario
Referencias
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Notas
Notas
1 Se entiende por fundadoras a aquellas que construyen su liderazgo entre 1979 y 1985. Se ha considerado este periodo con base en la diferenciación que Lora (1996) establece en el proceso de consolidación de comedores populares autogestionarios. El primer periodo de 1979-1985 se caracteriza por la construcción inicial de la organización: su estructura, su dinámica, sus reglas y sus sanciones. Experimenta un crecimiento progresivo que resulta del esfuerzo de las fundadoras en convencer a sus vecinas de involucrarse en la organización. Mientras que el periodo de 1985-1992 es más bien de consolidación organizativa en la medida en que se conforman instancias decentralización, lo cual potencia su crecimiento en número y alcance, al constituirse como focos de atracción para nuevas participantes.
2 Los criterios para seleccionar a las informantes fueron los siguientes: i) Que hayan participado en el proceso de fundación de los dos primeros comedores populares de la zona plana del distrito(«Forjemos la Alegría» y «Jesús de Nazareth»); ii) Que hayan ocupado algún cargo en la junta directiva en más de una oportunidad; iii) Que se autorreconozcan y sean reconocidas por las otras entrevistadas como lideresas fundadoras.
3 Si bien se han realizado precisiones teóricas sobre el alcance del término, en el sentido de que el hábitat no se limita al ámbito urbano sino también al rural (Ortiz, 2007), la categoría ha sido principalmente utilizada para caracterizar la producción de la ciudad.
Notas de autor
* Pontificia Universidad Católica del Perú. E-mail: katherine.sarmientov@gmail.com
Cuadro 1
Evolución de las demandas de las mujeres en el espacio discursivo

Fuente: Elaboración propia
Cuadro 2
Tipo de liderazgo según trayectoria

Fuente: Elaboración propia
Cuadro 3
Aprovechamiento diferenciado de las condiciones, capacidades y recursos desencadenados por el comedor popular

Fuente: Elaboración propia
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