Resumen: Este escrito se propone retomar la larga discusión sobre los orígenes del peronismo, aportando una revisión crítica del estado de la cuestión que incluye las “interpretaciones extracéntricas” con el objetivo de escapar de una encrucijada hermenéutica en la que se encuentra el estado actual de la discusión: la lógica interpretativa pendular y mutuamente excluyente entre los ejes ruptura / continuidad. Mirando la cuestión desde los avances alcanzados en un estudio referido al surgimiento del peronismo en Santiago del Estero, el artículo propone recuperar críticamente la construcción del peronismo como hecho social, fundamenta la necesidad de elaborar lecturas relacionales y situadas sobre la cuestión y plantea algunos elementos metodológicos que permitirían escapar de aquella encrucijada interpretativa.
Palabras clave:PeronismoPeronismo,Santiago del EsteroSantiago del Estero,RupturaRuptura,continuidadcontinuidad.
Abstract: This paper seeks to take up the long discussion about the origins of Peronism, providing a critical review of the state of the question that includes "extracentral interpretations" in order to escape from the hermeneutical crossroads in which the current discussion is: the pendular and mutually exclusive interpretive logic between the axes rupture/continuity. Considering the issue from the progress made in a study referred to the emergence of Peronism in Santiago del Estero, the article proposes to recover the construction of Peronism as a social fact in a critical way; it also considers the need to do relational and situated readings on the issue and proposes some methodological elements that would allow to avoid interpretive crossroads.
Keywords: Peronism, Santiago del Estero, Rupture, continuity.
Articulos
¿CURAS, MILICOS Y CAUDILLOS? UN ESTADO DE LA CUESTIÓN A PROPÓSITO DE LOS ORÍGENES DEL PERONISMO EN EL INTERIOR
PRIESTS, MILITARY MEN AND CAUDILLOS IN SANTIAGO ¿CONSERVATIVE PERONISM? A STATE OF THE QUESTION WITH REGARD TO THE ORIGINS OF PERONISM IN THE INLAND OF ARGENTINA
Recepción: 24/10/16
Aprobación: 23/05/2017
“Puede ser y, casi tengo la seguridad de que S.E. conoce estos problemas,
pero puede ocurrir que por razones de distancia y por no haber actuado en
esta región, escapen a su conocimiento muchos detalles que (…) en conjunto
dan a nuestro ambiente un concepto social extremadamente pobre. Esto se
explica porque hasta la fecha se ha legislado para la Capital Federal, las
provincias de Buenos Aires y Rosario y, en algo para Córdoba. Insisto en
esto porque si bien las leyes son de carácter general para todo el país,
al llegar el momento de su aplicación se ha encontrado que muchas de
ellas son inaplicables en esta zona o los encargados de hacerlo tienen
demasiados intereses creados para cumplir con ellas” (Amalio Olmos
Castro, Carta al Sr. Vicepresidente de la Nación y Secretario de
Trabajo y Previsión Cnel. Dn. Juan D. Perón, 29 de agosto de 1944[1])
A riesgo de alimentar una sobreabundancia, en este trabajo propongo retomar la larga discusión sobre la cuestión de los orígenes del peronismo, a partir de algunas conclusiones surgidas de la investigación realizada en relación a Santiago del Estero[2]. Y digo a riesgo de alimentar una sobreabundancia porque el primer peronismo es uno de los tópicos más abordados por el conjunto de las ciencias sociales argentinas[3]. Tal vez por las trasformaciones desarrolladas en la configuración estatal, cultural y social; por los clivajes sobre los que se montó y profundizó; por el problema irresuelto que –luego de su derrocamiento- significó durante 20 años para el sistema político argentino; o por los intereses económicos, políticos e ideológicos implicados en sus interpretaciones, la literatura producida en torno al peronismo parece ser un recurso renovable y en disputa. Resulta dificultoso pensar algún aspecto del peronismo que no haya sido abordado, dando lugar a un riquísimo -y a veces caótico- debate que no deja de despertar interés, ser boom editorial y sinónimo de acaloradas discusiones en espacios académicos y militantes. Es posible que la irrupción del kirchnerismo como movimiento político a principios del siglo XXI, haya coadyuvado a la renovación de ese interés, en la medida en que por momentos pareció querer reeditar algunos de los clivajes y significantes de aquel peronismo.
A tal punto parece ser un recurso renovable y en disputa que desde hace ya varias décadas se puede constatar la existencia de una literatura sobre la literatura de los orígenes del peronismo. Por caso, Emilio De Ipolaa fines de los’80 ya propuso un balance de las interpretaciones del peronismo (1989).No retomaré aquí en profundidad ese texto pero sí reconsideraré un señalamiento que entiendo fundamental: el eje“ruptura y continuidad” como una de las claves de aquel balance. En este escrito retomaremos ese eje para mostrar cómolas interpretaciones ejemplares de los orígenes del peronismo[4]han dado lugar a una lógica interpretativa pendular y mutuamente excluyente entre concepciones rupturistas y concepciones continuistas,conformándose a mi juicio una encrucijada hermenéutica que ha reducido su complejidad oscureciendo la posibilidad de dimensionar las significaciones del peronismo particularmente en el interior del país.
En la larga tradición de estudios sobre los orígenes se han desarrollado unsin fin de preguntas cuyas respuestas llevan ya más de siete décadas de consensos mínimos y provisorios, de amplias diversidades y disidencias, que recorren algunos cauces muy trabajados y otros que están actualmente bajo incipientes estudios. Este último es el caso de aquellos que indagan en las configuraciones provinciales del peronismo, espacios caracterizados por escenarios políticos, sociales y económicos diferentes a los de las áreas metropolitanas industrializadas.Al respecto, las “corrientes explicativas extracéntricas”[5]abrirán un conjunto de interrogantes vinculados a los orígenes del peronismo en contextos de escasa o nula industrialización, tal el caso de la mayoría de las provincias argentinas, en las que –no obstante, y al igual que en los espacios industrializados- se habría articulado un armado político exitoso de cara a las elecciones de 1946.
Las explicaciones extracéntricas han destacado el peso de los “factores tradicionales de poder” en la mayoría de las articulaciones originarias de los peronismos provinciales: en contextos de debilidad de las organizaciones obreras, la posibilidad de éxito del peronismo habría radicado en la participación de actores y tradiciones discursivas vinculados a la vieja estructura política conservadora, las fuerzas armadas y la Iglesia Católica. En función de estos avances cabría preguntase ¿cómo se vinculan los estudios extracéntricos con lo que anteriormente definimos como una lógica pendular y mutuamente excluyente entre las rupturas y las continuidades? ¿Qué aportan los estudios referidos a Santiago del Estero?
Un primer acercamiento a los estudios del fenómeno en Santiago del Estero, parecería confirmar las aproximaciones de las corrientes extracéntricas, y por lo tanto situarse en el punto “continuista” del péndulo imaginario que proponemos para pensar el devenir de la lógica interpretativa sobre el surgimiento del peronismo. La literatura existente (Alén Lascano, Tenti, Martínez) ha señalado que en una provincia con una estructura económica fundamentalmente primaria, con altos niveles de sobreexplotación laboral ante la oferta de mano de obra (absorbida fundamentalmente en los obrajes madereros), bajos niveles de urbanización (estimados en el 30%), escasa sindicalización e históricos problemas demográficos (derivados de cíclicas migraciones de importantes porciones de la PEA hacia centros urbanos industrializados)[6], los “factores tradicionales de poder”habrían sido claves en la “invención” del peronismo santiagueño.
Ahora bien ¿la participación de esos actores resulta suficiente para encuadrar al peronismo como un proceso “continuista”?En este trabajo intentaré mostrar que una lectura de ese tipo queda entrampada en la encrucijada interpretativa anteriormente señalada y dificulta mirar las complejidades del fenómeno en una provincia como Santiago del Estero. Al efecto,propondré una reconstrucción crítica del estado de la cuestión sobre los orígenes del peronismo que incluya las lecturas extracéntricas, lo que me permitirá enunciar algunos elementos metodológicos que –a mi entender- permitirían salir de la encrucijada “ruptura-continuidad” como polos mutuamente excluyentes a la hora de interpretar de los orígenes del peronismo en espacios provinciales.
La estructura argumental que seguirá el artículo tendrá como punto de partida la revisión de la construcción del peronismo como hecho social que desde mediados de la década del 50 ha estado atravesado por clivajes propios del campo político y por una suerte de centralismo epistemológico que circunscribe la historia nacional a lo que acontece en la zona cercana a Buenos Aires. A partir de allí fundamentaremos la necesidad no sólo de incluir en el análisis los espacios alejados de las zonas metropolitanas industrializadas, sino también de elaborar lecturas relacionales y situadas para repensar el supuesto continuista que subyacería a las lecturas extracéntricas. Finalmente, enunciaremos algunos principios metodológicos que nos permitieron ver que, más allá de la participación de actores que no resultaban novedosos en el espacio social santiagueño (políticos conservadores y radicales anti personalistas y agentes vinculados al catolicismo local), la emergencia del peronismo implicó un conjunto de conflictos, negociaciones e intercambios que darán lugar a reconfiguraciones en el espacio provincial, derivadas del desarrollo de una construcción discursiva alternativa a la legitimidad liberal dominante(apoyada –en gran medida- en elementos discursivos vinculables al mundo religioso católico)[7].
La cuestión de los orígenes del peronismo atraviesa el desarrollo de las indagaciones científicas acerca de la realidad social argentina cual metáfora de lo inexplicable, de lo incomprensible, de lo inabarcable ¿por qué? Objetivar al peronismo parece haber sido desde el principio una tarea compleja. Los primeros estudios, surgidos en tiempos de prohibición y proscripción –así como de búsqueda de cientificidad para la novel sociología-, reprodujeron los clivajes existentes en el ámbito político-partidario. En un contexto de marcado anti peronismo –particularmente hondo en las universidades y los ámbitos intelectuales-, las primeras formulaciones del peronismo como problema social estuvieron condicionadas por la necesidad de consolidar a la Sociología como disciplina dentro del campo académico[8].
Posteriormente, el crecimiento de los espacios académicos de reflexión sociopolítica habría dado lugar a la complementación de paradigmas y enfoques disciplinares. Las hipótesis interpretativas se diversificaron, sin poder mantenerse del todo al margen del devenir político nacional, que influirá sobre esas interpretaciones, articulando un proceso mutuo de condicionamiento académico de lo político y político de lo académico[9]. Como resultante de ello, numerosa literatura da contenido a un rico debate que agrupa las interpretaciones sobre los orígenes en torno a una lógica pendular entre la patología y la normalidad, las rupturas y las continuidades[10].
Si las primeras interpretaciones darán cuenta del peronismo como una patología[11] histórica asociada al modo en que los nuevos migrantes internos se habrían incorporado a la vida política y económica[12], la reconsideración de los procesos económicos (asincronía entre acumulación y distribución) y políticos (redefinición del rol del Estado) que venían teniendo lugar en el país desde la década del 30 y del rol desempeñado por la vieja guardia sindical[13] dará lugar a la introducción paulatina de una lectura normalizante. Esta lectura posteriormente se habría transformado en una tendencia generalizada de los estudios sobre el primer peronismo, que buscará encauzarlo dentro de un relato historiográfico de corte socialdemócrata, des-traumatizado, progresivo y progresista que tuvo como principal consecuencia haber dejado en un segundo plano su carácter disruptivo[14]. Será en la década del 30 -época de cambios políticos, sociales, económicos y culturales estructurales- donde habría que buscar la génesis del peronismo.
Sin embargo, quedaría un núcleo irreductible a la domesticación, un aspecto inasimilable que el peronismo habría despertado entre las clases populares; y que implicaría un problema conceptual “que excede largamente las matrices de fe liberal-progresista con las que se quiso definir la democracia, en sede historiográfica, desde 1983”[15]. Así lo había hecho notar Daniel James[16] destacando la disrupción simbólica que el peronismo significó para los trabajadores del conurbano bonaerense en su búsqueda por reconstruir los lazos identitarios que llevaron a los obreros a adherir al peronismo[17]. Pero también, desde el campo de la teoría política venía desarrollándose una corriente que propondrá repensar la dimensión ideológica del peronismo. Desde finales de los 70 –contexto signado por la violencia política enmarcada en la confluencia entre peronismo e izquierda- su recuperación en clave populista[18] permitirá pensarlo más allá de los actores sociales comprometidos en su surgimiento. Ernesto Laclau desarrollará una línea de análisis que indaga en el modo de construcción de las lógicas de identidades colectivas[19].
El debate surgido a partir del trabajo de Laclau mantendrá vivo el cuestionamiento al dogma demócrata-liberal durante los años en que su triunfo parecía definitivo, recuperando el carácter rupturista de los populismos, entendiéndolo como la presentación de la interpelación popular-democrática a partir de un complejo sintético-antagónico respecto de la ideología dominante, como un modo de constituir lo político, que se define por la forma en la que el discurso dominante de una determinada época es interpelado más allá de su contenido articulador (conservador, liberal, socialista)[20]. En función de este esquema conceptual surgirán un conjunto de estudios sobre el peronismo que señalarán su dimensión disruptiva en la historia argentina, entre ellos los aportes de G.Aboy Carles (2001)[21], S. Barros (2011)[22] y A. Groppo (2009)[23].
De modo que hasta bien entrada la década del 80 las líneas de investigación dominantes en los estudios sobre el peronismo estarán signadas por una lógica oscilante entre la ruptura (primero bajo la clave patológica, luego por la de la dislocación de las identidades políticas) y la continuidad (con pretensiones de su normalización), en la búsqueda de las razones por las cuales el nuevo movimiento político habría concitado masivas adhesiones.
Sin embargo, y más allá de los interesantes aportes alcanzados al respecto[24], legaron un evidente vacío vinculado a la circunscripción de los análisis al área metropolitana de Buenos Aires, dejando en un cono de sombras la posibilidad de comprender la integralidad y complejidad del fenómeno a escala nacional, al no considerar los espacios provinciales, de características socioeconómicas, productivas, demográficas e históricas diferentes a las de los centros urbanos industrializados, en los que no parecen haber tenido lugar los actores ni los procesos socioeconómicos emergentes de los espacios metropolitanos en vías de industrialización(el reciente migrante interno, el proceso de acumulación por parte de las clases económicas dominantes, el viejo obrero industrial). ¿Cómo explicar el surgimiento del peronismo incluyendo tales espacios?
Hacia la década del 40, la mayoría de las provincias argentinas presentaban estructuras económico-productivas primarias basadas en algún monocultivo extractivista (caña de azúcar, vid, madera, trigo, algodón) en torno al cual se generaba una pequeña cadena productiva destinada a su procesamiento, pero que lejos estaba de dar lugar a la configuración de un sector obrero como el descripto para las áreas metropolitanas industrializadas, fundamentalmente por las condiciones laborales de explotación en las que operaban. Esto condicionaba la estructura socioeconómica en los espacios provinciales, atravesados por clivajes diferentes a las de las áreas metropolitanas en vías de industrialización, que terminaban configurando sociedades de escasa movilidad y marcadas desigualdades, en contextos de expulsión antes que recepción migratoria, y con una memoria cultural más ligada al pasado colonial que a los intentos decimonónicos por construir la argentina moderna.
Vinculado a una concepción historiográfica de corte centralista en la que la construcción de una historia nacional queda circunscripta al horizonte rioplatense, y “todo intento de explicar procesos semejantes desde la perspectiva de las provincias no lograba traspasar los límites de una historia regional que sólo podía aspirar a ocupar un espacio marginal en el cual oficiara de apéndice para ampliar o complementar la historia nacional”[25], el vacío que mencionaba en el apartado anterior se naturalizó como un obstáculo epistemológico y metodológico que comprimirá la complejidad histórica, sociológica y politológica del peronismo al espacio porteño, reduciendo las lecturas provinciales al “recuento de anécdotas pintorescas de sabor local”[26].
Más allá de las interesantes discusiones en clave de colonialismo interno[27]que podrían surgir en torno a la doble condición periférica –epistemológica- de los espacios provinciales (la situación periférica de Argentina respecto de los grandes centros occidentales de producción teórica se replica en torno a la relación Buenos Aires-resto de las provincias)[28], el estudio de la articulación de los procesos políticos que se precian de nacionales en los espacios provinciales, es una perspectiva que, en contextos como el de Argentina, caracterizado por profundas desigualdades económicas, sociológicas, históricas, políticas, culturales y étnicas (en muchos casos no asumidas y por lo tanto no trabajadas) entre las distintas regiones y provincias, asume particular importancia y demandanel desarrollo de perspectivas más complejas en torno a la construcción de lecturas nacionales sobre el peronismo.
En esa dirección, la perspectiva acerca de la dimensión nacional de los orígenes del peronismo –construida a partir de la experiencia de la zona metropolitana cercana a la ciudad de Buenos Aires- ha ido cediendo espacios frente al desarrollo de miradas regionales y provinciales, dando lugar a un incipiente proceso de problematización metodológica, empírica y teórica, íntimamente vinculado a la construcción analítica en torno al peronismo, un fenómeno fundamentalmente metropolitano, obrerista y modernizador de la política y el Estado o un proceso político continuista, anti-liberal –y anti-moderno- y demagógico, de fuerte anclaje territorial en viejas redes clientelares montadas por el antiguo conservadurismo en el “interior” del país[29].
La complejización y crecimiento del campo académico argentino (a partir del retorno democrático en la década del ’80) coadyuvará al desarrollo de perspectivas situadas sobre los procesos históricos, políticos, económicos y sociales que se replicará en los estudios sobre el peronismo. Un trabajo pionero en esa dirección será el de César Tcach, “Sabattinismo y Peronismo” publicado por primera vez en 1991[30], que a su vez, será la base para el surgimiento de las interpretaciones extracéntricas[31].
Si bien el trabajo compilatorio de Macor y Tcach no será el primero en abordar la cuestión de los peronismos provinciales, sí serán pioneros en la construcción de una problemática colectiva que atravesaría varias provincias[32], situando sus hipótesis en el centro de un prolífico debate cuyas indagaciones empíricas recorren prácticamente la totalidad de casos, abarcando inclusive los viejos territorios nacionales y algunos municipios[33]. Según estos estudios “en un universo donde la clase obrera era débil y el fenómeno inmigratorio nulo, el peso de los factores tradicionales fue central en la configuración del peronismo originario”[34]. Políticos conservadores[35], miembros de las fuerzas armadas, y actores vinculados a la Iglesia Católica aparecen en los distintos estudios extracéntricos conformando un armado político que habría asumido características vinculables a un continuismo de tipo conservador en la mayoría de las provincias[36].
Sin embargo, lecturas meramente continuista-conservadoras de las perspectivas extracéntricas eclipsarían su aporte más importante: la necesidad de problematizar metodológica, empírica y teóricamente la posibilidad de construir lecturas nacionales que omitan las referencias a espacios sociales –como los provinciales- en los que, pese a la ausencia de la huella industrializadora –que torna dificultoso e insuficiente ponderar el rol de los viejos obreros industriales o los recientes migrantes internos como causas explicativas-, el peronismo supo erigirse no sólo como un armado político exitoso en términos electorales[37], sino también como una oferta simbólica alternativa que disputará con el imaginario liberal dominante en torno a la configuración y dinámica de las relaciones de poder locales.
Como han señalado Macor e Iglesias, no se trata del estudio de un caso en el que la comprensión de lo local sea referenciada como autosuficiente -y al margen de contextos de referencia significativos- ni como espejismo exótico de un proceso exógeno; sino de “considerar a los espacios provinciales como territorios de producción de lo político, es decir, donde se generan procesos que ayudan a explicar no sólo el devenir de los acontecimientos –locales y nacionales-, sino también importantes rasgos de la identidad política de los sujetos colectivos que se constituyen en ese devenir y la funcionalidad de los sujetos en relación al poder”[38].
Allende las advertencias acerca de una posible sobre-ponderación del rol de los trabajadores organizados en los estudios nacionales sobre los orígenes del peronismo[39], la imposibilidad de pensar en la dislocación[40] producida por la emergencia de la clase obrera en el espacio público político, retornaría la mirada hacia las precondicionesque remiten a la modificación del rol del Estado en la década del ’30 -vinculado a un fuerte proceso de autonomización y crecimiento de funciones, sobre todo en relación a lo económico y social[41]- y a la crisis de legitimidad derivada del quiebre del discurso político dominante articulado en torno a la conjunción entre liberalismo y democracia[42].
La redefinición del clivaje liberalismo-comunismo frente al avance del fascismo y los nacionalismos en el contexto internacional, influirán en la convulsionada década del 30 argentina, signada por el primer quiebre institucional de su historia -que alumbrará la emergencia del factor militar en el campo político[43] -, los cuestionamientos a las bondades de la democracia liberal[44] y la naciente confluencia entre ideas nacionalistas y católicas. El paulatino resquebrajamiento del modelo liberal hegemónico dará lugar a la incipiente emergencia de nuevas ofertas simbólicas en el espacio social argentino, entre las que reviven no sólo anarquistas y socialistas, sino también católicas[45]. Fruto de diversos procesos que tendrán lugar hacia dentro del campo religioso católico -aunque también en el campo militar y en el político- el imaginario católico antiliberal y anti comunista[46] cimentará la construcción de una nueva configuración simbólica sobre la que abrevará –de manera no pasiva - el peronismo[47]para enunciar un concepto de democracia despegado de la tradición liberal y una respuesta no comunista a la cuestión social.
Surge entonces el interrogante, ¿el aspecto continuista que presentaría el peronismo se deriva del carácter anti-liberal de esta configuración simbólica sobre la que habría abrevado? Las corrientes explicativas extracéntricas parecen depositar su calificativo no tanto en esto, sino en la caracterización del tipo de actores que habrían formado parte del primer peronismo en el interior. Mi propuesta es tratar de complejizar esta lectura retomando a los espacios extracéntricos, periféricos, como espacios en los que lo político es reproducido pero también producido en torno a una tensión siempre conflictiva con el plano regional, nacional e internacional. En ese sentido cabría observar cómo se habría configurado lo liberal y cuál es la posición relativa en el espacio que esos actores -que son considerados a priori como significantes de continuidad- ocupaban.
Un breve repaso por la literatura existente sobre los orígenes del peronismo en Santiago del Estero, nos brinda un panorama en el que la debilidad de las organizaciones obreras[48]sucumbe frente a las estrategias de dirigentes “más avezados en trances políticos”[49], entre los que se terminarán definiendo las principales candidaturas. Si los años formativos del partido peronista nacional estuvieron signados por el conflicto entre sindicalistas y políticos[50], en Santiago la disputa pareció haberse zanjado a favor de los segundos, en gran medida por el rol desempeñado por la masa de trabajadores rurales no organizados cuyos votos estaban “más ligados a la obtención de pequeños beneficios rurales (postas médicas o pozos de agua) y dependían de los antiguos caudillos conservadores reciclados en radicales y ahora en peronistas”[51]. Pero rápidamente quedará al descubierto el verdadero clivaje en torno al cual se jugaría la interna partidaria local hasta bien entrada la década del 50: “entre los conservador/radicales y el grupo nacionalista social-católico”[52]. Configurando un panorama en el que –desde una perspectiva que focalice en las características de los actores involucrados- no se percibirían cambios en las estructuras de poder provincial.
Pero, más allá de la caracterización del tipo de agentes que formaron parte del armado peronista inicial (los factores tradicionales en las corrientes explicativas extracéntricas[53]), surge el interrogante acerca de los modos en que se habría resuelto en el espacio social santiagueño –en función de los actores existentes y las condiciones de posibilidad de los mismos- la crisis de legitimidad liberal y el desarrollo de las nuevas capacidades estatales para afrontar la cuestión social[54]: las negociaciones, los intercambios y conflictos que las habrían hecho –o no- posibles.
Como ha destacado Ariza, la lógica ruptura/continuidad no operaría de manera excluyente a la hora de pensar las articulaciones del peronismo, sino en relación a la configuración de “un espacio de ruptura relativo y un lugar ocupado por un cambio político que ocurre [también] a nivel de las prácticas y de la representación”[55].Es en esa dirección que comprendemos los aportes de los distintos estudios extracéntricos; en la medida que dan cuenta de un panorama diverso y complejo tanto en lo que respecta a las características de los actores principales que formaron parte de las distintas estructuras electorales y gubernativas de los peronismos provinciales[56]; las tradiciones político-ideológicas que convergieron en ellos (los nacionalismos católicos, variantes conservadoras, corporativismos filo-fascistas, radicales antipersonalistas e yrigoyenistas) -condicionando las principales definiciones doctrinarias y el carácter de las medidas educativas, sociales y económicas implementadas-[57]; lasituación del movimiento obrero en cada provincia[58]; y las distintas reformas implementadas a nivel estatal (administrativo, constitucional, económico y jurídico) y político (la estructura partidaria interna, su dinámica y los vínculos con la conducción nacional).
Asumir las provincias como espaciosen torno a los cuales las prácticas y relaciones políticas –de poder- serán definidas y redefinidas en un proceso dinámico,en función de las condiciones de posibilidad de cada espacio, implicará asumirlos también en su especificidad: comprender al peronismo santiagueño involucraría la reconstrucción de las circunstancias estructurales en que se definía la vida política provincial en la primera mitad del siglo XX, analizando la dinámica de los actores políticos, sociales, económicos y culturales, su juego de posiciones y oposiciones en función de las ideas y discursos que venían asomando en el espacio público santiagueño.
En la propuesta analítica que vengo desarrollando, no asumo la clave analítica ruptura/continuidad en términos mutuamente excluyentes para pensar el peronismo santiagueño, sino en términos de “rupturas relativas”, en relación a la conformación de un complejo proceso articulado en torno a viejos y nuevos intereses, sobre la base de un sistema simbólico alternativo montado sobre actores e ideas que venían asumiendo protagonismo desde la década del 30, en función de una dinámica enmarcada en las siempre irresueltas tensiones con otros espacios y escalas de análisis.
Para salir de la encrucijada excluyente “ruptura/continuidad” a la hora de pensar la emergencia del peronismo en el “interior”, no sólo se debería contemplar los actores sobre los que se montó la estructura originaria de poder peronista en la provincia, sino también el complejo juego de posiciones, relaciones y tomas de posición que hicieron posible sus significaciones y re-significaciones, los capitales puestos en juego y los conflictos desatados en el plano simbólico respecto del lugar y rol del Estado, de la política, de la economía, en función del carácter herético de su emergencia en relación al canon liberal que venía ocupando el centro de la escena discursiva, en sí mismo y en relación a un espacio nacional. No se trata de explicar al peronismo solamente, sino de comprender la dinámica del espacio social santiagueño a partir de la emergencia de ese movimiento político que llamamos peronismo.