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Elementos para una biografía intelectual. Estanislao Zuleta: de la revolución a la democracia
Sandra Jaramillo Restrepo
Sandra Jaramillo Restrepo
Elementos para una biografía intelectual. Estanislao Zuleta: de la revolución a la democracia
Elements for an Intellectual Biography. Estanislao Zuleta: From Revolution to Democracy
Elementos para uma biografia intelectual. Estanislao Zuleta: da revolução à democracia
Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, vol. 49, núm. 2, pp. 247-275, 2022
Universidad Nacional de Colombia
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Resumen: Objetivo: este artículo argumenta la necesidad de abordar al intelectual Estanislao Zuleta Velásquez (1935-1990) desde un enfoque biográfico propio del “giro reflexivo”. Para ello, ofrece un primer trazo del perfil de este intelectual —haciendo énfasis en sus inicios— y muestra el horizonte biográfico en el que se trabaja y las herramientas teórico metodológicas vinculadas. Metodología: al tratarse de una biografía, nuestro punto de observación está en el individuo, pero el horizonte que se propone es el de la biografía social, lo cual lleva a un constante descentramiento del sujeto y a atender las dinámicas que le condicionan. Se apunta, así, a reconstruir sociabilidades, prácticas e intervenciones intelectuales a través del análisis de distintas publicaciones. Estas últimas son fuentes principales, además de entrevistas, memorias y documentos. Originalidad: se contempla un arco temporal amplio, pero tomando distancia de la pretensión de “biografía total” y unificada para tratar a este personaje. Por el contrario, se muestra la pertinencia de una estrategia sincrónica que atienda núcleos de vida sucesivos entre los que hay continuidades y discontinuidades. Conclusiones: se proponen cinco momentos biográficos en que los posicionamientos político intelectuales de Zuleta tienen distintas basculaciones, lo cual no es óbice para definirle como un “intelectual del compromiso” que desarrolló una recepción del marxismo humanista de cuño sartreano —en tensión con el estructuralismo—, y que transitó desde la revolución hacia la democracia (proceso no infrecuente en la intelectualidad latinoamericana del periodo).

Palabras clave: biografía, Colombia, historia, intelectual, memoria, política, sociabilidad.

Abstract: Objective: This article argues the need to approach the intellectual Estanislao Zuleta Velásquez (1935-1990) from a biographical perspective typical of the “reflexive turn”. To do so, it offers an outline of his profile —emphasizing his beginnings— and shows the biographical horizon and the related theoretical and methodological tools used to construct it. Methodology: As a biography, our point of observation is placed on the individual, however, the horizon we propose is that of a social biography, which leads to a constant decentering of the subject and encompasses the dynamics that conditioned it. Thus, our aim is to reconstruct sociabilities, practices, and intellectual interventions through the analysis of different publications. The latter are the main sources, in addition to interviews, memoirs, and documents. Originality: We portray a long period of time, but do not pretend to produce a “total and unified biography”. On the contrary, we show the relevance of a synchronic strategy that attends to successive life nuclei among which there are continuities and discontinuities. Conclusions: We propose five biographical moments in which Zuleta’s political-intellectual ideas had different positionings and define him as an “intellectual of commitment”. Furthermore, we argue that he developed a humanist understanding of Marxism (with a Sartrean stamp) that stressed structuralism and that he transitioned from revolution to democracy (an arch not infrequent in Latin American intelligentsia of the time).

Keywords: biography, Colombia, history, intellectual, memory, politics, sociability.

Resumo: Objetivo: este artigo discute a necessidade de abordar o intelectual Estanislao Zuleta Velásquez (1935-1990) a partir de uma abordagem biográfica que é típica da “viragem reflexiva”. Para tanto, oferece um primeiro esboço do perfil deste intelectual —enfatizando os seus primórdios— e mostra o horizonte biográfico e os respectivos instrumentos teóricos e metodológicos utilizados. Metodologia: como biografia, nosso ponto de observação é sobre o indivíduo, mas o horizonte proposto é o da biografia social, o que leva a uma constante descentralização do sujeito e a atender às dinâmicas que o condicionam. Assim, o objetivo é reconstruir as sociabilidades, práticas e intervenções intelectuais através de diferentes publicações. Estas últimas são as principais fontes, para além de entrevistas, memórias e documentos. Originalidade: contempla-se um amplo arco temporal, mas distanciando-se da pretensão de fazer uma “biografia total” e unificada para tratar a Zuleta. Pelo contrário, mostramos a relevância de uma estratégia sincrónica que atenda a sucessivos núcleos de vida entre os quais há continuidades e descontinuidades. Conclusões: propõem-se cinco momentos biográficos em que os posicionamentos político-intelectuais de Zuleta diferem, o que não impede defini-lo como um “intelectual de compromisso” que o acolhi um marxismo humanista de cunho sartriano tensionado com o estruturalismo e transitou da revolução para a democracia (o que não foi raro na intelectualidade latino-americana da época).

Palavras-chave: biografia, Colômbia, história, intelectual, memória, política, sociabilidade.

Carátula del artículo

Artículos / Historiografía Teoría

Elementos para una biografía intelectual. Estanislao Zuleta: de la revolución a la democracia

Elements for an Intellectual Biography. Estanislao Zuleta: From Revolution to Democracy

Elementos para uma biografia intelectual. Estanislao Zuleta: da revolução à democracia

Sandra Jaramillo Restrepo
CeDInCI, Argentina
Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, vol. 49, núm. 2, pp. 247-275, 2022
Universidad Nacional de Colombia

Recepción: 15 Julio 2021

Aprobación: 21 Septiembre 2021

Publicación: 01 Julio 2022

Introducción

Intelectual, maestro, conferencista, animador de grupos, carismático, promotor de publicaciones, profesor universitario y crítico de la institucionalidad, Estanislao Zuleta Velásquez (Medellín, 1935-Cali, 1990) es una de las figuras más referidas de la vida intelectual colombiana. Sin embargo, su biografía sigue siendo una de las deudas investigativas del país. Paradójicamente, ha sido ampliamente estudiado y cada efeméride en la que se recuerda su muerte o nacimiento es ocasión para renovadas intervenciones, tal como se observó en el 2020 con motivo de los treinta años de su fallecimiento.

Los “usos” de Zuleta van desde titular con su nombre experiencias organizativas, educativas o culturales, hasta desarrollar análisis de su pensamiento, pasando por un sinfín de comentarios sobre su vida y obra entre los que son frecuentes las perspectivas de homenaje. El esfuerzo editorial que rodea este nombre no es menos significativo. Tanto en vida de Zuleta como después de su muerte han tenido lugar mediaciones editoriales diversas que dejan un saldo de más de una veintena de libros con su firma, muchos de los cuales corresponden a transcripciones de sus conferencias.

En la biblioteca central de la Universidad de Antioquia reposa su archivo inédito, donado por la familia Zuleta en el 2005, que incluye documentos y material magnetofónico de sus conferencias, recopiladas por la Fundación Estanislao Zuleta.1 Esta entidad fue gestada después de su muerte y en ella han convergido algunos de sus amigos y familiares, liderados por sus editores: el profesor Alberto Valencia y el escritor José Zuleta Ortiz, su hijo. Las huellas de Zuleta no se limitan a aquellas ciudades en las que vivió: Medellín, Bogotá y Cali, sino que se extienden a urbes más pequeñas como Ibagué, Tunja, Aguachica o Pasto.

En una reflexión sobre la biografía, Virginia Wolf analiza las dos obras de Lytton Strachey, Isabel y Essex y La reina Victoria, enfrentada cada cual a un desafío complejo y contrario. La primera abordaba una figura sobre la que se sabía muy poco: la reina Isabel, quien había habitado una sociedad lejana y cuya vida estaba en la oscuridad casi total. La segunda, en cambio, se consagraba a una figura sobre quien “se sabía todo”, pues “nadie ha sido jamás verificado tan de cerca ni autentificado con tanta exactitud como la reina Victoria”.2 El caso tratado parece más próximo a la segunda experiencia reseñada por la escritora inglesa. Una promesa biográfica basada en Estanislao Zuleta tendría que enfrentarse a lo mucho que se ha dicho sobre él. Son manidas algunas anécdotas de su vida y proliferan testimonios de quienes declaran haberse relacionado de una u otra forma con él. Además, existen múltiples comentarios a aspectos parciales de su obra e incluso se han realizado tesis de grado y posgrado, siendo más atendidos los asuntos relativos a la crítica literaria o las conferencias sobre democracia y derechos humanos. También están presentes las referencias que inscriben a Zuleta en el panorama sociopolítico nacional. Entre estas, algunas lo señalan como el “pensador colombiano más importante del siglo XX”, a partir de una encuesta hecha por la revista Semana; otras lo nombran sintéticamente como “filósofo” o “pensador”. Y otras más lo clasifican como “marxista”, “intelectual contestatario”, “de izquierdas” o “liberal”. Además, son llamativos los apelativos que se deslizan como expresión de empatía (“gran pensador”, “genio”, “fenómeno Zuleta”, “extraordinario conversador”) o de descalificación (“es simplemente un ‘piadoso lector’”, “oralidad filosófica”, “asistemático”, “carente de rigor”).

Zuleta gozó en vida de reconocimiento público local o nacional, pero el vacío generado por su muerte desató la escritura de cercanos: obituarios, evocaciones y ediciones póstumas con prólogos que daban cuenta del intelectual despedido. Aunque hay una vastedad de referencias, acá se destacan aquellas vinculadas con la perspectiva biográfica, tales como una pionera “semblanza”, breve pero panorámica, realizada por José Zuleta en 1991, y el libro de Alberto Valencia, que sigue siendo referente obligado en el tema Zuleta.3 Pese a que este último no se propone como una biografía, sino como un ensayo interpretativo sobre el pensamiento del intelectual, Valencia apoya su narración con testimonios en clave biográfica y autobiográfica. También se encuentra el documental dirigido por Antonio Dorado (2000), basado en una serie de entrevistas que pluralizan la visión sobre Zuleta.4 Dos años después, el historiador Luis Antonio Restrepo, amigo y colega de Zuleta, ofreció unos “apuntes” analíticos para una biografía intelectual de Zuleta en los que enfatiza su lado político.5

Gran promesa fue la tentativa biográfica abanderada por el profesor Jorge Vallejo Murillo, economista y amigo personal de Zuleta, quien contó con material personal que le aportó la familia, recorrió varias ciudades de Colombia y desarrolló un copioso archivo de entrevistas. Sin embargo, el producto, publicado por la editorial Norma en el 2006, defraudó en términos generales porque, más que una biografía, contenía una autobiografía realizada por persona interpuesta.6 Vallejo no tuvo en cuenta la advertencia bourdiana sobre la peligrosa implicación biógrafo-biografiado que llega a ver como ilusa la producción biográfica.7 Igualmente, fue deficiente su pacto biográfico —un pacto de verdad al decir de Lejeune—,8 pues más allá de las tensiones ficción-historia extremadas en la escritura biográfica, el éxito mismo de esta última “depende de una intensa necesidad de autenticidad que el lector espera”.9 El investigador Boris Caballero, quien fuera compañero de la aventura biográfica de Vallejo, tampoco se encontró a gusto con la obra y en el 2014 denunció la vacancia que persiste en lo relativo a una biografía intelectual de Zuleta.10

Caballero presenta un perfil aparentemente basado en las entrevistas que realizó con Vallejo y, aunque los datos ofrecidos no son novedosos, sí aporta en discutir la necesidad de una obra sobre Zuleta que cuente con visiones teóricas renovadas como las que hoy reconocen la pertinencia y validez de la herramienta biográfica. Lo cierto es que tras los embates que recibiera la biografía, especialmente desde los paradigmas de la totalidad como el estructuralismo o el marxismo —allende que uno y otro contaran en sus filas con tentativas biográficas que aportaron al género—, al menos en las últimas tres décadas la historia y las ciencias sociales se encuentran más afines a la hermenéutica y al sujeto, y, por lo tanto, reconocen la productividad de la escritura biográfica.

Boris Caballero se apoya específicamente en la sociología de la cultura, desde la cual se ha estudiado a ese actor moderno que es el o la intelectual. A partir de ahí, ofrece como hipótesis para guiar un proyecto de biografía intelectual de Zuleta comprenderlo como un intelectual en transición entre el escritor más tradicional y el académico que encara el proceso de profesionalización de las ciencias sociales. Para el articulista, las tensiones biográficas de Zuleta están dadas por el hecho de ser un autodidacta que logra inserción universitaria y reconocimiento público. Se infiere que el ejercicio biográfico estaría llamado a esclarecer cuáles son los recursos con los cuales compensa su singular inscripción en el campo cultural e intelectual.

Sin dejar de atender herramientas productivas de la sociología de la cultura como aquellas que atienden las sociabilidades intelectuales y los campos político y cultural en los que se desenvuelve una trayectoria, el énfasis de este texto está puesto en los cruces entre la historia intelectual y los estudios de las izquierdas. Aunque este enfoque pueda señalarse parcial —como cualquier otro—, se considera el más fructífero y pertinente para el objeto emergente en esta investigación. Mientras Caballero encuentra apropiado contrastar a Zuleta con los “intelectuales norteamericanos independientes” estudiados por Lewis Coser, quienes a partir de la segunda mitad del siglo XX serán absorbidos por la academia, acá se propone un intelectual que agencia un proceso “residual” que conserva altivamente algo de lo que está en decadencia. Si de un lado, Caballero dice que:

Zuleta, por ejemplo, sobrevivirá con las características de un intelectual independiente pero necesariamente vinculado a la intelectualidad académica y a la universidad, en un contexto donde inevitablemente debe desenvolverse para adelantar su actividad intelectual; allí están los espacios hegemónicos de la elaboración, formación y difusión intelectual, allí está el público, auditorio, escucha y lector, para sus conferencias y publicaciones, y, además, es el centro abastecedor de medios para la sobrevivencia de un intelectual que está dispuesto a vivir para y de sus ideas.11

En este estudio, por el contrario, se defiende un Zuleta más afín a la intelectualidad latinoamericana “emergente”12 que en los global sixties se conectaba con el polisémico problema de la revolución y adelantaba recepciones intelectuales propias del marxismo crítico. Así, la reconstrucción del campo académico en el que se observa un creciente proceso de masificación universitaria y de profesionalización de las ciencias sociales, no puede escindirse del agitado y dramático proceso de politización de estudiantes y jóvenes intelectuales en los marcos de una Guerra Fría, política y cultural, que en Colombia se recrudecía con la rigidez del Frente Nacional. En este sentido, se afirma que Zuleta hace parte de una generación marcada por la coyuntura en la que se puso fin a la breve dictadura de Gustavo Rojas Pinilla, sufrió una rápida decepción de lo que al inicio prometía el Frente Civil (y que al final fue una consolidación del bipartidismo) y tomó distancia del comunismo y de las vertientes populares del liberalismo simultáneamente. Una generación que configuró una nueva izquierda política, al tiempo que una “nueva izquierda intelectual”. Aún más, esto se vincula con los estudios recientes que vienen poniendo en evidencia cómo los procesos de profesionalización de las ciencias sociales a partir de la década de 1960 en Colombia se dan en las tramas de fuertes disputas políticas que tuvieron lugar en los escenarios universitarios.13

En suma, después de su temprana muerte a los 55 años de edad, se observa un deseo biográfico que atienda la vida y obra de Estanislao Zuleta, pero treinta años después, la tarea sigue pendiente. La complejidad de una figura que difícilmente soporta clasificaciones, las variaciones políticas e intelectuales en su estela temporal, la cantidad de redes con las que se vinculó, la amplitud de temas intelectuales que quiso abordar y los sacrificiales esfuerzos que implica la construcción de un archivo exhaustivo para un proyecto biográfico desalientan una tarea que hasta hace poco tenía que vérselas con las perspectivas de una “biografía total” o “modal”. El “giro reflexivo” que ha impactado el “arte de la biografía” ha tomado conciencia de la imposibilidad de ese proyecto de totalidad y, sin renunciar a la búsqueda de la verdad propio de la disciplina histórica, abre posibilidades para revivir los itinerarios intelectuales en sus ondulaciones y contramarchas.14 La historia intelectual busca especialmente recuperar los contextos de vida (sociales, culturales, políticos) y las prácticas, tanto en una perspectiva sincrónica como diacrónica. En este marco, afrontar el desafío biográfico para una figura singular como Estanislao Zuleta, entendiéndole como producto de su tiempo, no es menos exigente, pero sí alivia de la ilusión de “retratar” un personaje definitivo.15

Este artículo da cuenta de los avances investigativos en ese sentido. En el siguiente acápite se presenta un perfil de Estanislao Zuleta que hace énfasis en sus primeros momentos biográficos con base en investigaciones previas.16 El último apartado ofrece algunas hipótesis para el horizonte de producción de una biografía de este intelectual en una perspectiva sincrónica y diacrónica de su tiempo vital. Finalmente, se cierra con una breve reflexión sobre los ecos, recepciones y usos de esta figura a partir de su fallecimiento.

Despuntes de un perfil intelectual

Estanislao Zuleta Velásquez fue el segundo hijo de Estanislao Zuleta Ferrer (1903-1935) y Margarita Velásquez (1904-1990), quienes contrajeron matrimonio pocos años antes de su nacimiento y ya contaban con una primogénita: Magdalena. Zuleta Ferrer, el padre, fue un abogado con inquietudes intelectuales de tipo liberal-anticlerical afines a las de su amigo, el escritor Fernando González (1895-1964), con quien colaboraba en la revista Claridad.17 Zuleta Ferrer compartía negocios jurídicos con abogados parientes (Alberto y Eduardo Zuleta Ángel) y con Alfonso López Michelsen (quien llegó a ser presidente de Colombia entre 1974 y 1978), pero su carrera y su vida se vieron tempranamente truncadas a raíz de un accidente aéreo fatal cuando apenas tenía 35 años. Según las memorias del abogado y escritor Ramiro Montoya (1933), la zaga “Estanislao” también incluía al abuelo Estanislao Zuleta Gaviria. Se trataba de una familia tradicional, con “halo de conservadores e intelectuales”, que había llegado desde la provincia a Medellín. Algunos de sus miembros hicieron alianzas matrimoniales o ejercieron cargos que les permitieron acumular prestigio intelectual y capital político.18 De la madre solo se sabe que se hizo cargo de la familia través de un taller de costura en el que confeccionaba trajes de novia de “señoritas” de la élite local, práctica de mujer trabajadora poco frecuente en una clase media alta, pero con la cual suplió al padre tempranamente fallecido.

Estanislao Zuleta Velásquez nació en Medellín el 3 de febrero de 1935. Desde la primera década del siglo, la ciudad se había destacado por su industria fabril, con la que aportaba a la industrialización nacional y resultaba atractiva para el flujo poblacional proveniente de provincia. La ampliación urbana concomitante dio lugar a nuevos barrios, tanto obreros como de casas suntuosas. La residencia de Zuleta estaba ubicada en el barrio Los Ángeles, contiguo al tradicional barrio Prado que desde fines del siglo XIX tuvo “tendencias arquitectónicas que copiaban los estilos franceses y norteamericanos de finales del siglo XIX”.19 En esa residencia estaban la biblioteca y discoteca paternas que, según los testimonios, fue atractiva para el tímido niño Zuleta y, ya entrado en la adolescencia, también símbolo de cierta distinción entre sus contemporáneos.20

Su libreta estudiantil señala que cursó el primer y segundo grado de bachillerato en el colegio de la Universidad Pontificia Bolivariana durante 1948 y 1950 (se desconoce lo acaecido en el año intermedio). Luego se trasladó al Liceo de la Universidad de Antioquia para cursar tercer y cuarto año en 1951 y 1952.21 La primera universidad, católica y laica, había sido fundada en 1936 por la Arquidiócesis de Medellín. Un año más tarde, apareció su colegio anexo con Monseñor Félix Henao Botero como rector hasta 1941. Por su parte, el Liceo, laico y anexo a la universidad pública, era un importante centro de formación de varones en la capital antioqueña, junto con los colegios San José y San Ignacio. Algunos escritores, intelectuales y políticos representativos de esta región montañosa, nacidos en provincia y un poco mayores que Zuleta, también estudiaron en el Liceo. Entre ellos, se encuentran el político y abogado Gerardo Molina (1906-1991), el pintor Fernando Botero (1932), el periodista y abogado Alberto Aguirre (1926-2012) y el antropólogo de la Escuela Normal Superior, Roberto Pineda.

Es probable que la ola modernizadora de la década de 1930 que llegó a la Universidad de Antioquia haya impactado su colegio anexo, pues Pineda ofrece un testimonio favorable de esta institución. Algo similar se encuentra en las consideraciones de otros escritores y hombres de la cultura de esa generación como Manuel Mejía Vallejo, Ciro Mendía, Mario Rivero, Elkin Restrepo u Otto Morales Benítez, quienes venían de la provincia y veían en Medellín “un espacio vivaz” que les funcionaba como primera plataforma de movilidad.22 Zuleta, como parte de una generación posterior, tuvo una percepción distinta, pues para él los pocos años de bachillerato habían sido “inútiles”, “completamente estériles” y una “vacuna contra la filosofía y la literatura”. Esto lo indicó —a posteriori— en una entrevista concedida en 1984, donde opinó que la Medellín de su adolescencia era una “aldea conservadora” que tenía la “ventaja” de tener prohibido “todo lo bueno: el marxismo, el psicoanálisis, el existencialismo”.23 Este contraste probablemente se debe a que los jóvenes contemporáneos a Zuleta vivían los embates de la contraofensiva conservadora que afectaban la vida citadina y el contexto escolar en la década de 1940.

No obstante, las primeras experiencias formativas y sociales de las que se tiene noticia al reconstruir el itinerario de Zuleta se dieron en centros literarios estudiantiles asociados al Liceo directa o indirectamente. El Centro Literario Porfirio Barba Jacob era el ampuloso nombre del establecimiento presidido por el joven Ramiro Montoya, quien recuerda que allí participó Zuleta y fue atractivo por su “prodigiosa memoria”. Este rasgo, la capacidad oratoria y la locuacidad al conferenciar, son características que reiteran testimonios de diferentes momentos vitales. No parece excepcional la experiencia de este centro literario, pues Delimiro Moreno —otro de los adolescentes cercanos que a la postre se desempeñó como líder sindical y periodista autodidacta— también informa haber liderado uno llamado Centro Literario Fidel Suárez, ubicado en el municipio de Bello, donde acogió obreros con intereses culturales.24 Poetas como Gregorio Gutiérrez González o Epifanio Mejía, y otros de renombre nacional, tales como José Asunción Silva, Guillermo Valencia, Rafael Pombo, Porfirio Barba Jacob, Léon de Greiff, Rafael Maya, Alberto Ángel Montoya y Luis Carlos López, eran atendidos en estos espacios, lo que evoca la tesis de que la formación humanística conservadora marcó ampliamente la historia literaria en Colombia.25

Sobre este periodo vital en el que nos detenemos, vale la pena indicar que una de las tensiones biográficas en Zuleta es su contexto sociofamiliar. Este le proveyó un “capital cultural” de partida que favoreció las redes sociales, pero también un distanciamiento con su proveniencia.26 El primer gesto sintomático del que se tiene noticia con relación a esto último —y no solo una anécdota de color—, es su retiro del colegio en 1952 en compañía de su colega Mario Arrubla, al que se sumó Delimiro Moreno. Paradójicamente, adujeron su ambición intelectual como motivación. El joven Moreno trabajó como obrero, llegó a ser un destacado líder sindical tiempo después y se ocupó como periodista, mientras que Arrubla y Zuleta sostuvieron una agenda de formación autodidacta basada en la literatura moderna de la posguerra europea, el psicoanálisis freudiano y el descubrimiento de Jean Paul Sartre y su revista Les Temps Modernes, que fue brújula por un periodo prolongado. Según se tiene noticia, Zuleta estaba suscrito a ella desde 1952. Con el tiempo, Zuleta y Arrubla fueron complejizando su formación y llegaron a posicionarse como intelectuales de reconocimiento nacional.

Como se indicó antes, estamos ante unos jóvenes nacidos en Medellín que buscaban diferenciarse de la generación precedente. Sin embargo, esta operó en ellos como mediación para hacerse intelectuales y vincularse con los debates del momento. Si entendemos el o la intelectual como una especie moderna que desempeña un oficio especializado con el que no se satisface, sino que se inmiscuye con la ciudad y la cosa pública, entendemos que los espacios de sociabilidad intelectual operan a manera de verdaderos invernaderos para el cultivo de ideas vividas, de teorías puestas en acción y palabras en confrontación.27

Ubicado prematuramente por fuera de la tutela escolar, Zuleta, junto con otros contemporáneos suyos, habitó la bohemia citadina y cató la intelectualidad que convergía alrededor del periodista y crítico de arte Alberto Aguirre (1926-2012), quien regentaba la agencia de noticias France Presse. Liberales y comunistas locales presentes en este espacio tenían acceso al agitado acontecer internacional de la naciente Guerra Fría, y, por lo demás, hegemonizaban hasta esos tiempos el espectro de las izquierdas.28 En este entorno cultural se dieron los primeros contactos de Zuleta con el comunismo local e internacional, los cuales le llevarían a participar en el Tercer Congreso Mundial de la Juventud, celebrado en la ciudad de Bucarest, Rumania, entre el 25 y el 30 de julio de 1953, sucedido por el cuarto Festival de la Juventud de los Estudiantes por la Paz y la Amistad en este mismo lugar en días posteriores.

El joven Zuleta concretó este viaje en compañía del poeta antioqueño Oscar Hernández (1925-2017), amigo de la familia. Los eventos fueron organizados por la Federación Mundial de Juventud Democrática, creada por el campo comunista después de la Segunda Guerra Mundial en noviembre de 1945.29 Al Festival de la Juventud anterior, celebrado en Berlín en agosto de 1951, también había concurrido un asiduo de la France Presse, el poeta Carlos Castro Saavedra (1924-1989), junto con el entonces joven universitario Luis Villar Borda (1929-2008). La invitación a estos eventos, financiados directamente por la Federación, buscaba un acercamiento de un sector amplio de la juventud al comunismo internacional, tal como lo ilustra el líder comunista e investigador sindical Álvaro Delgado: “en la JUCO había una línea única: se trataba de que a los festivales mundiales asistiera gente que no fuera comunista y que de la UJC no participaran sino los necesarios para conducir el grupo”.30

Zuleta y Hernández regresaron al país cuatro meses después de su partida y tuvieron que evadir un fuerte despliegue militar en el puerto de Buenaventura, por donde ingresaban en barco.31 Se había producido el golpe militar del general Rojas Pinilla (13 de junio de 1953). Un año después, se declaró ilegal al Partido Comunista y se prohibió toda actividad del comunismo internacional mediante el Acto Legislativo N.. 6 del 7 de septiembre de 1954 de la Asamblea Militar.

Vistas en el conjunto de su vida, las relaciones de Zuleta con el comunismo pueden considerarse efímeras y prescindibles. Sin embargo, haciendo el esfuerzo de ubicarse en su presente de la década de 1950, se palpa en esa cercanía con el comunismo una mayor significación. Se trataba de un joven que despuntaba aspiraciones político-intelectuales, se oponía a sectores de su familia y, poco tiempo antes, había descubierto en Sartre un modelo de nuevo intelectual que saltaba de la náusea individual a la praxis política y se vinculaba con el comunismo francés. El mismo Zuleta declaró haber participado en el Partido Comunista entre 1957 y 1960 junto con Mario Arrubla, mientras la documentación del Servicio de Inteligencia Colombiano (SIC) les reportaba como “dirigentes intelectuales” y “directores de la juventud sin figurar abiertamente” dentro del partido.32

Entre sus acciones en el partido también se encuentra la estadía en el páramo del Sumapaz en 1958 junto con María del Rosario Ortiz Santos —quien participaba en la Federación de Estudiantes Colombianos (FEC) y, para el momento, era compañera afectiva de Zuleta— y un amigo personal, Mario Vélez. Las huellas que han permitido perfilar esta experiencia muestran que la brevedad cronológica no es indicador apropiado para captarla (cinco meses, aproximadamente) y que, al contrario, puede ser un obstáculo para tantear su alcance. La estadía en el Sumapaz evidencia desfasajes entre las pretensiones formativas de los “instructores”, la difícil relación del partido con la autonomía intelectual y la vinculación de los intelectuales con las masas —campesinas y obreras—. En escritos inmediatamente posteriores, Zuleta insistió en la “postración” cultural del campesinado y el proletariado colombiano y empezó a gestar un posicionamiento crítico con el partido del que se retiró a inicios de dicha década.33

Este avance en la reconstrucción del itinerario de Zuleta deja ver tal proximidad con el intelectual Mario Arrubla que amerita un tratamiento como biografía cruzada. Durante un periodo operaron como un elemento compuesto y su afinidad incluso se sostuvo más allá de la década de 1960, cuando terminó su relacionamiento directo. Tras su encuentro adolescente, su salida conjunta de la escuela y su agenda de formación temprana, se reencontraron en Bogotá, compartieron lances comunistas y posteriormente lideraron una intervención político intelectual. Se trataba del Grupo Estrategia, en el que Arrubla y Zuleta parecían operar en llave y concretar lo que Sartre llamaba “intelectual total”,34 tal como lo ilustra uno de los entonces jóvenes participantes de esa colectividad:

El uno nos daba la filosofía, la epistemología y, en gran medida, la teoría necesaria para que a su vez lo pudiéramos demostrar con las evidencias de Arrubla en materia económica. Era una verraquera porque nos redondeaban una forma de poder pensar. No nos dejaba ese lío de tener un pensamiento filosófico sin saber cómo se expresa esa vaina en economía […]. Por eso nosotros pensábamos siempre en términos de Estanislao y Arrubla.35

A diferencia de Zuleta, de quien se conoce mucho, de Arrubla se sabe poco. Mientras Zuleta ejercía una presencia pública continuada y se destacaba por su carácter carismático, Arrubla optaba por una labor de escritura y edición más silenciosa e insistía en permanecer “al margen” hasta el punto de nombrar así su última revista. Recuperar el perfil intelectual de este último no solo permite dar a conocer una personalidad intelectual con trayectoria continuada y aportes teóricos, escriturales y editoriales de significación, sino que posibilita una mirada a Zuleta con mayor perspectiva e integración a la biografía social de los intelectuales de su época.36

El paso de Zuleta de Medellín a Bogotá estuvo apoyado en las redes amicales de su familia. Ejemplo de ello es el vínculo con el encumbrado poeta colombiano y colaborador de Mito, León de Greiff (1895-1976), quien había sido amigo y colega de estudios en Derecho de su padre (luego se convertiría en amigo del propio Zuleta), y favoreció su entrada a las sociabilidades intelectuales bogotanas que tenían lugar en los recordados cafés de la capital, especialmente en el legendario El Automático.37

Al reconstruir el itinerario de Zuleta, encontramos que estas redes también favorecieron una experiencia laboral-institucional significativa. Concretamente, su participación en el Instituto Colombiano de Investigaciones Históricas, dirigido por el historiador antioqueño Joaquín Pérez Villa (1918-1992), amigo de la familia y uno de los introductores de Zuleta al estudio de la historia de Colombia.38 Pérez Villa fue un humanista con amplia trayectoria universitaria que, pese a su orientación conservadora, participó en acciones de resistencia para “salvar” la Universidad de Antioquia del desmonte que Mariano Ospina Pérez hacía a los avances modernizantes de la República Liberal precedente en la década de 1940. Este relacionamiento resulta significativo si se tiene en cuenta que Zuleta llegó como un menor que aún no alcanzaba la condición de bachiller, pero que poco después, hacia 1959, se abrió camino como investigador social en la División Técnica de la Seguridad Social Campesina, dependencia del Ministerio de Trabajo. Este Ministerio estaba a cargo del jurista liberal Otto Morales Benítez, y la División, en manos del antropólogo Milcíades Chaves.39 En este contexto, Zuleta participó de un estudio que analizó la estructura económica del departamento de Nariño desde una perspectiva desarrollista, tal como se promovía desde un sector del liberalismo y desde el comunismo en los albores del Frente Nacional.40

Aunque visto en perspectiva, Zuleta se caracterizó por sus posturas fuertemente críticas a la institucionalidad, diversas contingencias lo llevaron a experiencias institucionales que dan una visión más plural a su itinerario. Así, ubicarse en su presente de inicios de la década de 1960 deja ver un joven Zuleta con pretensiones intelectuales que llegaba a Bogotá en condiciones para inscribirse en el terreno de la reproducción social, bien sea por la vía profesional o atendiendo el modelo de la “intelectualidad crítica” que para entonces era encarnada por figuras cercanas al Grupo Mito, al periódico La Calle, a la librería Buchholz y a su revista Eco, entre otros. No obstante, sus decisiones le llevarían por otros rumbos.

Horizonte de escritura biográfica

Para una biografía intelectual de Estanislao Zuleta orientada por la pretensión de otear su generación y su época, se perfila un método sincrónico que reconstruya distintos núcleos de vida. Si bien estos responden a una diacronía vital, a través de ellos se intenta tomar distancia de la linealidad, la progresión y la coherencia biográfica. Pensar en conjunto la obra y la vida del biografiado allende los niveles de “adecuación o no”41 entre ellas y precisar los contextos de enunciación son advertencias a tener presentes. En relación a esto último, se considera que la producción intelectual de Zuleta es más comprensible como un corpus de intervenciones públicas que como una obra sistemática.

Gracias a la construcción de autor que han realizado los editores de Zuleta a partir de la recopilación y transcripción de muchas de sus conferencias, hoy es posible ensayar el ejercicio a contrapelo, esto es, desencuadernar los libros y las compilaciones y deshacer los ordenamientos temáticos para descubrir las temporalidades y circunstancias cambiantes. ¿Dónde intervino? ¿Para quién? ¿Contra quién? ¿A quiénes acompañaba? ¿Era vocero de un colectivo o actuaba como un intelectual independiente? ¿En el contexto de qué prácticas, experiencias organizativas o institucionales conferenciaba? Mientras tanto, en aquellas intervenciones de Zuleta que sí tomaron una forma escrita en su momento es útil observar otros elementos. ¿En qué formato publicó? ¿En relación a qué editoriales? ¿Cómo dialogaban esas editoriales con otras de su momento? Estas y otras preguntas similares han enriquecido la aproximación al itinerario de Zuleta, quien dio lugar a muchas de esas intervenciones en revistas y periódicos que, vistas como objetos de estudio y no como meras fuentes de información, son conducto para reconstruir las sociabilidades intelectuales a las que hemos aludido.

Los primeros contactos de Zuleta con estos artefactos culturales se dieron en la década de 1950 con las revistas Letras Universitarias, de los estudiantes de Derecho de la Universidad de Antioquia, y Junio, promovida por la Federación de Estudiantes Colombianos, así como el periódico Crisis, expresión de una juventud en proceso de politización a través de la oposición —que entendían como “democracia popular”— a la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla. Más adelante, el periódico Agitación —del que solo se tienen evocaciones— pero sobre todo la revista Estrategia (1962-1964) constituyó la plataforma más lograda de un programa intelectual que permite inscribir a Zuleta, junto con Arrubla, como intelectuales de la nueva izquierda y observar su particular vinculación con la revolución que entendían como socialista, antiimperialista y antiburguesa. Esta vinculación los llevaría a tomar distancia de las alternativas desarrollistas que hicieron carrera en las décadas de 1960 y 1970.42

También encontramos revistas mimeografiadas y clandestinas que, bajo los nombres de Veinte varas de lienzo=1 levita y Polémica, circularon en la Universidad de Antioquia a inicios de la década de 1970 y fueron lideradas por un grupo de profesores —principalmente de la Facultad de Economía— entre los que se encontraba Zuleta. Estas revistas son huellas sutiles de los grupos de lectura sobre El Capital en los que él ejercía un liderazgo. Después estuvo el último esfuerzo de organización política de Zuleta, expresado a través del periódico caleño Ruptura, que conectaba con el devenir político del último periodo del Frente Nacional. En contraste, sus intervenciones de la década de 1980 en revistas del movimiento de derechos humanos emergente como Foro o en revistas universitarias, por ejemplo, Sociología, de la Universidad Autónoma Latinoamericana de Medellín, fueron hechas desde una mayor exterioridad.

Diversas —y en muchas ocasiones fragmentarias—, estas publicaciones, recopiladas y analizadas en contraste con otros documentos y fuentes orales, han sido base para pluralizar la imagen más unificada y conocida de un Estanislao Zuleta maestro, conferencista, analista y promotor de la ampliación y profundización de la democracia en un país con un largo conflicto armado. Entre los mil y un rostros posibles que tiene toda apuesta biográfica, puede decirse que Zuleta es todo eso, pero también alguien que encarnó un trayecto político ideológico más zigzagueante, con marchas y contramarchas que se dieron en feedback con los debates y las recepciones intelectuales de las izquierdas de su época.

Para finalizar, se enuncian los núcleos biográficos ubicados.43 El primero, periodizado entre las décadas de 1930 y 1950, y georreferenciado en la ciudad de Medellín, atiende la socialización temprana en una familia tradicional de la élite local que también contaba con personajes disruptivos. Se evidencian unas primeras experiencias lectoras susceptibles de ser inscritas en un humanismo conservador, pero oxigenadas por la bibliografía francesa y europea de la posguerra. El segundo momento caracteriza el “nacimiento público” de Zuleta según la doble marca: intelectual y de izquierda. En correlación con su contemporaneidad, esto le implicó una vinculación tensa con el comunismo local y una relación de aprendizaje y distancia con la generación precedente.

Desde este segundo momento, la localización pasa de Medellín a la Bogotá de la segunda mitad de la década de 1950. En la capital ebullía una discusión política e intelectual que reaccionaba a las promesas frentenacionalistas. Las tertulias intelectuales en cafés del centro de la ciudad son muestra de ello. Comunistas y liberales críticos encarnaban, en ese presente, la intelectualidad que discutía los destinos colectivos y frente a la cual los jóvenes intelectuales tomarían distancia y agenciarían una “radicalización discursiva”.

El tercer momento se ubica en la primera mitad de 1960 y se corresponde con el mencionado Grupo Estrategia, una sociabilidad intelectual informe pero caracterizable como parte de la nueva izquierda porque se preocupó por nuevas formas de organización política y concretó una recepción del marxismo afín a la nueva izquierda internacional.44 En relación con este grupo donde Zuleta jugó un papel coprotagónico, encontramos la librería La Tertulia, ubicada en pleno centro de Bogotá (calle 19 n.° 6-18), que le hacía homenaje a su nombre al ser un sitio de encuentro y diálogo. Algunos de sus concurrentes eran escritores, poetas, críticos literarios o profesionales del mundo de la medicina, el psicoanálisis y hasta la ingeniería.

En ese espacio se gestó el Partido de la Revolución Socialista (PRS) y su reinvención como Organización Marxista Colombiana. En tanto espacio de sociabilidad intelectual y no institución formal, las personas fluctuaban y las participantes eran variables. En un primer momento, encontramos nombres como el del poeta y escritor Jaime Mejía Duque, el médico Augusto Corredor, el médico psicoanalista Oscar Espinosa, el arquitecto Jorge Villegas, el médico genetista y biólogo Emilio Yunis (1937-2018) y su hermano el psicoanalista José Yunis, el economista Hernando Llanos, el novelista José Stevenson o el periodista Rafael Arredondo. A estos se suman presencias ocasionales del profesor Darío Mesa y los filósofos Francisco Posada y Carlos Rincón. Y, más integrados al proyecto político intelectual y a la producción de la revista, estuvieron el historiador Jorge Orlando Melo, el economista Humberto Molina, el filósofo Bernardo Correa, así como otros jóvenes intelectuales de Medellín.

La emergencia de la izquierda revolucionaria impactó a este grupo y catalizó su ruptura. Los “intelectuales del compromiso” que convergían en Estrategia se vieron interpelados por el nuevo “intelectual revolucionario” (tipificado por el sacerdote y sociólogo Camilo Torres) y sus líderes pusieron fin a la experiencia del PRS, pues para ellos la radicalización discursiva y la radicalización política no eran equivalentes: “es preciso que nos diferenciemos igualmente de quienes luchan por la revolución socialista sin contar con la organización de las masas y pasando directamente a los ‘hechos’, es decir, a las acciones aisladas y aventureras”.45

La reconstrucción del itinerario de Zuleta muestra que luego de esta experiencia tuvo una nueva incursión institucional —compartida con Arrubla— en la Superintendencia de Sociedades Anónimas (1966-1968). Luego vinieron sus primeros contactos con la universidad, donde ofreció conferencias sobre psicoanálisis, literatura y lingüística a mediados de la década de 1960, instado por el movimiento estudiantil,46 y se desempeñó como profesor de la Universidad Libre de Bogotá (1967-1968).47

Precisamente, el siguiente núcleo biográfico se vincula con la institución universitaria. Zuleta retornó a Medellín en la primera mitad de la década de 1970 y se vinculó a la Universidad de Antioquia, específicamente a la Facultad de Economía. Era un momento de renovación de dicha institución, tanto a nivel de infraestructura como de perspectiva académica, y de fuerte debate sobre el proyecto universitario en el que se involucraba el movimiento estudiantil. Hasta el momento, no se ha hecho una reconstrucción de este periodo del itinerario de Zuleta, pero la fase documental muestra su vinculación con el problema de la ideología, tema central de los debates políticos del momento y de las corrientes maoístas. Por esta vía, Zuleta se conectó con la recepción althusseriana hasta el punto de producirse cierto descentramiento de la figura de Sartre.

Tratar este asunto posibilita matizar la definición de Zuleta como un marxista humanista. De hecho, muestra que llevó a cabo una relectura de El Capital en las lógicas del “cientificismo” althusseriano. Las entrevistas y las revistas mimeografíadas de este periodo dejan ver una cierta coexistencia de los paradigmas humanista y estructuralista no infrecuente en la intelectualidad latinoamericana, mientras que en Francia estas dos corrientes disputaban de forma más antagónica.

Más aún, la visión sobre el problema de la lectura por la que Zuleta será ampliamente conocido y su resignificación de la revolución, que incluye más decididamente el sujeto del psicoanálisis, están vinculadas con la recepción de Althusser. Para Zuleta, el psicoanálisis fue una herramienta para leer críticamente el presente y propiciar el descoyuntamiento de opresiones que impidieran al sujeto sublimar sus propias potencialidades en proyectos culturales, intelectuales o políticos. En la segunda mitad de esta década, seguir los pasos biográficos de Zuleta lleva a la Cali de cultura exuberante en la que tuvieron lugar experiencias paralelas: el Centro Psicoanalítico Sigmund Freud (1974-1978) y el grupo que daba lugar al periódico Ruptura.

La corta, pero muy intensa vida de Zuleta está signada por un último núcleo biográfico que se desarrolló entre Cali y Bogotá en la última década de su vida. El cierre del Frente Nacional y la grave crisis de derechos humanos que se gestaba en el país se correspondían con la emergencia del movimiento por la defensa de los presos políticos, los derechos humanos y la democracia. Aunque Zuleta recibió en 1981 un doctorado honoris causa en Psicología por la Universidad del Valle (única excepción a su decisión autodidacta) que favoreció una vinculación más estable con esta institución, esta década lo muestra cercano a otras instituciones y procesos afines al problema de la democracia y que, de cierta manera, favorecieron su visibilidad nacional. Por ejemplo, participó en el Plan Nacional de Rehabilitación de la Secretaría de Integración de la Presidencia de la República durante el gobierno de Belisario Betancur; en investigaciones sobre la violencia en Colombia lideradas por la Fescol; en la Consejería de Derechos Humanos de la Presidencia de la República, auspiciada por Naciones Unidas; e, indirectamente, en el proceso de paz que llevaría a la desmovilización guerrillera de 1991. Este núcleo biográfico es uno de los más conocidos de Zuleta, tanto así que su figura ha quedado cooptada por las significaciones que posibilita tal periodo.

Al seguir las pistas ofrecidas por el historiador Luis Antonio Restrepo, quien analiza la “despedida” del marxismo de Zuleta en la década de 198048 y examina su conferencia sobre Marx en 1983, se encuentra una lectura más ortodoxa del marxismo al entenderlo como una teoría del progreso. Dicha lectura va en contramarcha a la más disruptiva, concretada por el Grupo Estrategia tiempo atrás, cuando en la década de 1960 los jóvenes Zuleta y Arrubla debatían la mirada historicista de Marx propia del comunismo internacional. Igualmente, en esta última década se evidencia un distanciamiento de Lenin, figura de referencia para Zuleta, pese a la tensión que ello significaba para los intelectuales de la nueva izquierda.49 Esto, sin embargo, no impidió que el propio Zuleta se autodefiniera como intelectual de izquierdas, marxista y anticomunista hasta el final de sus días.

Cierre

Este abordaje sincrónico pretende profundizar en la historización de Zuleta y, a través suyo, en el reconocimiento de los grupos, prácticas y redes que conformaron una generación intelectual de hombres —y unas poquísimas mujeres, además fuertemente invisibilizadas— que encontraron nuevos caminos y muchos obstáculos para mantener las relaciones entre cultura y política en la segunda mitad del siglo XX. La estrategia sincrónica busca esquivar la lógica de la biografía total, acabada y coherente, pero dialoga con una visión diacrónica según la cual se vislumbran continuidades y discontinuidades, permanencias y variaciones, definiciones tempranas y resignificaciones más profundas. De este modo, cada uno de los núcleos temporales sugeridos visibilizan problematizaciones que surgen del análisis documental. Igualmente, el trazo diacrónico muestra un arco que va desde el intelectual que concreta una radicalización discursiva (no política) que lo conecta con la revolución en la década de 1960, hasta su vinculación con la democracia, los derechos humanos y las derivas éticas a medida que declina el ciclo revolucionario propio de la nueva izquierda.

Parte de la singularidad de la figura de Zuleta está en el hecho de que él, junto con Arrubla y algunos de los integrantes del Grupo Estrategia, hicieron una muy temprana crítica a la opción armada que avanzaba en Colombia, pero en su caso, esto no implicó un distanciamiento del problema de la revolución ni del marxismo, sino resignificaciones de estos mismos. En la década de 1980, la toma de distancia sí es más evidente, de manera que el arco de la revolución a la democracia —indicado por Norbert Lechner para la intelectualidad latinoamericana del Cono Sur que salía de sus experiencias dictatoriales— tuvo su versión en Colombia.50 Este texto ofrece dicho asunto como una problematización que orienta la escritura biográfica en proceso.

Zuleta es un excelente recurso para observar las relaciones entre intelectualidad y política en la segunda mitad del siglo XX. Su desajuste a las instituciones y a los flujos más hegemónicos de la época dificultan su clasificación, pero justamente ahí anida la riqueza de los problemas que ofrece. Por lo demás, las claves de la historia intelectual, renuentes a las normalizaciones intelectuales o a los ordenamientos exteriores en las lógicas de sistema, resultan muy pertinentes para captar una figura llena de vaivenes y de policromías.

La gracia y el carisma de Zuleta favorecieron su posicionamiento como figura nacional y, tres décadas después de su fallecimiento, todavía alientan su recuerdo y el avance de tentativas (por suerte, no exitosas) para fijar su identidad. Asimismo, antiguos alumnos, amigos y editores realizan esfuerzos para la preservación de su memoria, e incluso hay una activa construcción de autor a través de la transcripción, edición, compilación y publicación de intervenciones generalmente orales.

Las apuestas biográficas de hoy, desarrolladas en los tiempos de la memoria histórica y el testigo, ven como imprescindible atender las identidades que se reconfiguran más allá del bios del biografiado y que, de alguna forma, le permiten permanecer entre nosotros.

Material suplementario
Información adicional

Cómo citar este artículo: Sandra Jaramillo Restrepo, “Elementos para una biografía intelectual. Estanislao Zuleta: de la revolución a la democracia”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 49.2 (2022): 247-275.

Archivos
Archivo Histórico de Antioquia (AHA), Medellín, Colombia, Fondo Gobernación
Archivo del Liceo de la Universidad de Antioquia (ALUDEA), Medellín, Colombia
Entrevistas
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Molina, Humberto. Entrevista por Juan Carlos Celis y Sandra Jaramillo Restrepo. Bogotá: mar. 22, 2016.
Ortiz, Hernán. Entrevista personal. Bogotá: ene. 9, 2017.
Pérez, Juan Fernando. Entrevista personal. Medellín: sep. 27, 2014.
Zuleta, José. Entrevista personal. Cali: ene. 19, 2016.
Zuleta, Silvia. Entrevista personal. Cali: ene. 22, 2016.
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Notas
Notas
12 Raymond Williams, Marxismo y literatura (Barcelona: Ediciones Península, 1980) es la referencia para comprender como “residuales” o “emergentes” algunos procesos culturales.
14 El marco de referencia lo ofrece El arte de la biografía de François Dosse. Este libro es una caja de herramientas teórico-metodológicas que permite reconocer las edades del género biográfico desde la Antigüedad hasta el presente: heroico, modal y hermenéutico. El primero emparentado con el héroe, el santo, la hagiografía, y con propósito ejemplarizante. El segundo preocupado por las estructuras donde se inscribe el individuo y entendiendo este como una síntesis, un modelo, un ejemplo de su época. Mientras que el momento hermenéutico conecta con el “giro subjetivo” que trata de captar el despliegue de un sujeto fraccionado, plural, resignificado por el Otro y abierto a una constante contingencia que, sin embargo, va “fijando” un itinerario merced a sus decisiones. Sin desconocer cómo en la actualidad sobreviven los paradigmas previos, Dosse muestra que los desafíos del presente se corresponden con la biografía hermenéutica que tiene en consideración las implicaciones de quien biografía, la problematización de la “identidad” de la figura biografiada y los límites de la “objetividad”.
17 José Zuleta, Estanislao Zuleta Ferrer (1903-1935) (Cali: Fundación Estanislao Zuleta, 2005). Posiblemente esta publicación pueda inscribirse en la serie de revistas latinoamericanas homónimas, algunas de las cuales tenían relación con Grupo Clarté de París. Ver Horacio Tarcus, “Revistas, intelectuales y formaciones culturales izquierdistas en la Argentina de los 20”, Revista Iberoamericana 70.208 (2004): 749-72. La Claridad de Medellín fue un semanario producido entre marzo y diciembre de 1930, de filiación liberal y alto contenido cultural. Sus directores fueron J. Yepes Morales y Jorge López Sanín, y colaboraron personalidades de la cultura nacional de entonces como Lisandro Álvarez, León de Greiff, Ricardo Uribe Escobar, Fernando Moreira, Antonio de J. Duque, Juan Isaza Moreno, Eduardo Fernández Botero, Ciro Mendía Francisco Rodríguez Moya, J. Restrepo Jaramillo, A. Barrientos Conto, Libardo López, Alfonso Cadavid Uribe y Jorge Gártner. Del catálogo María Cristina Arango, “Claridad”, Publicaciones periódicas en Antioquia 1814-1960. Del Chibalete a la Rotativa (Medellín: Universidad EAFIT, 2006) 372-73. La colección se encuentra digitalizada y disponible en el Instituto Iberoamericano de Berlín: https://digital.iai.spk-berlin.de/viewer/toc/1011804700/1/LOG_0000/
20 Se trataba de artefactos culturales poco comunes en la Medellín de la primera mitad del siglo XX, según lo hacen ver algunas de las memorias citadas y el poeta Oscar Hernández (1925-2017) en entrevista personal.
26 Se sabe que el capital cultural se asocia a calificaciones intelectuales transmitidas en medios de socialización temprana (familia, medio escolar, sistema social cercano), con aptitudes como la forma de expresarse o escribir y también con bienes culturales poseídos o a los que se tiene acceso y favorecen la inscripción en determinadas redes sociales. Ver Pierre Bourdieu, Campo de poder, campo intelectual. Itinerario de un concepto (Buenos Aires: Montressor, 2002).
27 Williams; Carlos Altamirano, Intelectuales. Notas de investigación (Bogotá: Grupo Editorial Norma, 2006); François Dosse, La marcha de las ideas (Valencia: Universidad de Valencia, 2007). Estos son algunos de los teóricos que ahondan en la sociabilidad intelectual como un enfoque para estudiar los/as intelectuales que se proveen su autoorganización a través de formaciones que muchas veces dan lugar a materialidades impresas. Es en ese sentido que se aborda el asunto de la sociabilidad, pues el caso atendido es el de un intelectual que principalmente participó y promovió grupos, revistas, editoriales y tertulias, aunque no se pierdan de vista las dinámicas institucionales —discontinuas— en las que se desplegó.
31 Sobre este operativo coinciden los testimonios de Óscar Hernández y Álvaro Delgado. Óscar Hernández, entrevista personal (Medellín: feb. 25, 2016); Delgado, Todo tiempo 131.
34 Jean Paul Sartre, Problemas de método (Bogotá: Estrategia, 1963). Por lo demás, se cuenta con referencias sobre productivas parejas intelectuales de la historia que han merecido ejercicios de biografías cruzadas como Sigmund Freud y Wilhelm Fliess, Gilles Deleuze y Félix Guattari, Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto.
39 Jaramillo Jiménez inscribe el antropólogo Milcíades Chaves como parte de una generación de antropólogos egresados de la Escuela Normal Superior (ENS), entidad pionera de la formación científica en el país durante el periodo de la República Liberal, mientras que a Otto Morales Benítez lo sitúa como parte de los “políticos ilustrados” que intervinieron en la institucionalidad del Frente Nacional.
40 Chávez et al. Esta fuente pudo establecerse en el archivo personal de Hernán Ortiz durante entrevista personal en el 2017.
42 En las últimas décadas se han acrecentado los estudios sobre las revistas que las entienden como expresión y posicionamiento de grupos en el campo político e intelectual y se insiste en que ellas no se comprenden de forma aislada sino como parte de una trama en la que se pueden ver afinidades, confrontaciones, tendencias, posturas residuales o emergentes. Más allá de los estudios pioneros o los que se concentran en analizar e inscribir casos específicos, se han podido ubicar algunos estudios inspiradores que combinan revistas y aproximaciones biográficas. Ver Anna Boschetti, Sartre y “Les Temps Modernes” (Buenos Aires: Nueva Visión, 1990); y Horacio Tarcus, “La trayectoria de Milcíades Peña, la autonomización de los intelectuales de la nueva izquierda y la experiencia de la revista Fichas (1964-66)”, AMÉRICALEE, 2016. http://americalee.cedinci.org/wp-content/uploads/2016/07/FICHAS_ESTUDIO.pdf. Para el caso colombiano, César Augusto Ayala Diago, “La Nueva Prensa y su influencia en la política colombiana de los sesenta”, Boletín Cultural y Bibliográfico 37 (2000): 61-72; o los múltiples estudios sobre la revista Mito que vinculan su historia con el itinerario de su principal líder: Jorge Gaitán Durán.
43 En consonancia con el nombre de este acápite, apenas se enuncian los núcleos biográficos para mostrar el horizonte de escritura biográfica que está en proceso. Su desarrollo se sale de los alcances y del género de este escrito.
44 La brevedad de esta experiencia se aduce como razón para no detenerse en analizarla, pero sí ha sido mencionada frecuentemente como capítulo relevante de la recepción del marxismo en el país en Archila; Rubén Jaramillo Vélez, “Recepción e incidencias del marxismo en Colombia”, Colombia: la modernidad postergada (Bogotá: Argumentos, 1998) 131-190; Rubén Sierra Mejía, “La filosofía en Colombia”, Nueva Historia de Colombia, t. 4 (Bogotá: Planeta, 1989) 211-220, entre otros. Un estudio previo que estuvo dedicado a la reconstrucción esta experiencia es el de Sandra Jaramillo Restrepo, “Revista Estrategia y trayectorias intelectuales en los agitados años 60 colombianos”, Sociohistórica 43 (2019). https://doi.org/10.24215/18521606e070.
45 “Aclaración”, Estrategia (1963): 167.
49 La legitimidad que Lenin daba a los intelectuales dentro del partido y la importancia de esta forma de organización al ser cauce para el “aventurerismo” armado, eran entendimientos de la figura de Lenin visible en Estrategia.
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