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Cuatro décadas de sociología del conocimiento psicológico: historia, sociología y epistemología de la psicología en la obra de Allan R. Buss *
Catriel Fierro
Catriel Fierro
Cuatro décadas de sociología del conocimiento psicológico: historia, sociología y epistemología de la psicología en la obra de Allan R. Buss *
Four decades of sociology of psychological knowledge: history, sociology and epistemology of psychology in the works of Allan R. Buss *
Tesis Psicológica, vol. 11, núm. 1, pp. 54-95, 2016
Fundación Universitaria Los Libertadores
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Resumen: El presente trabajo expone el resultado de un relevamiento, análisis y crítica de la obra del historiador, sociólogo y epistemólogo de la psicología Allan R. Buss. Se esboza primero el desarrollo de la historia social de la ciencia al interior de la historiografía de la ciencia. Se destaca la obra de Allan Buss como un representante de tales tendencias en Historia de la Psicología. Se describe luego brevemente la producción historiográfica canadiense hacia 1980, que configuró el clima intelectual de Buss. Se detallan luego los aportes de Buss a la historia, sociología y epistemología de la psicología. Se destaca su recuperación del modelo mannheimiano de sociología del conocimiento, su análisis socio-histórico del humanismo, su propuesta en torno al presentismo crítico y su epistemología ecléctica acerca de la psicología. Se equilibra tal exposición con la consideración de las críticas realizadas a Buss y a los implícitos de su obra. Se corroboran ciertas apreciaciones sobre el carácter general y en ocasiones superficial de la obra de Buss, pero a la vez se reconoce el carácter innovador y seminal de la misma, fundamental para caracterizar la historiografía de la psicología de los años 70.

Palabras clave:Sociología del conocimiento psicológicoSociología del conocimiento psicológico,historia social de la psicologíahistoria social de la psicología,epistemología de la psicologíaepistemología de la psicología,historiografía de la psicologíahistoriografía de la psicología,Allan BussAllan Buss.

Abstract: This article presents the results of a survey, analysis and critique of the work of the Canadian historian, sociologist and epistemologist of psychology Allan R. Buss. We first detail the development of the social history of science in the context of the historiography of science. Buss' works are shown representative of such trends in the field of the History of Psychology. Secondly, Canadian historiography of psychology towards the 1980’s, which constituted Buss’ intelectual climate, is then briefly described. Thirdly, Buss’ contributions to the history, sociology and epistemology of psychology are then detailed and analyzed. His retrieval of Mannheim’s sociology of knowledge, his socio-historical analysis of humanism in Psychology, his proposal on critical presentism and his eclectic epistemology of psychology are highlighted. We conclude that certain previous comments regarding the generality and the occasional superficiality of Buss’ works are corroborated, yet we also claim that the innovative and seminal nature of such works is undeniable, thus them being essential to characterize the historiography of psychology '70s.

Keywords: Sociology of psychological knowledge, social history of psychology, epistemology of psychology, historiography of psychology, Allan Buss.

Carátula del artículo

Cuatro décadas de sociología del conocimiento psicológico: historia, sociología y epistemología de la psicología en la obra de Allan R. Buss *

Four decades of sociology of psychological knowledge: history, sociology and epistemology of psychology in the works of Allan R. Buss *

Catriel Fierro
Universidad Nacional de San Luis, Argentina
Tesis Psicológica, vol. 11, núm. 1, pp. 54-95, 2016
Fundación Universitaria Los Libertadores

Recepción: 25 Julio 2015

Aprobación: 02 Febrero 2016

La historia de la ciencia y sus reconstrucciones sociológicas

La conjetura sobre los componentes sociales y culturales de la ciencia parece gozar, actualmente, de muy buena salud. Independientemente de los argumentos que socavan (Bunge, 1991; Laudan, 1982; Raynaud, 2003) o refuerzan (Kusch, 2011;Mendelsohn, 1977; Whitley, 1984/2012) dicha conjetura, es notable que desde la década de 1970 los estudios de la ciencia -es decir, los estudios que tematizan no sólo los objetos científicos, sino la modalidad productiva, la dinámica interna de la ciencia y las relaciones sociales de los científicos- no han hecho más que multiplicarse (Bucchi, 2004; Jaraba Barrios, 2015; Ziman, 1986).

Tales estudios involucran múltiples y diversas perspectivas filosóficas, sociológicas, históricas y epistemológicas, y han desembocado en abundantes relevamientos concretos. De especial interés entre estos son aquellos estudios históricos de la ciencia que se realizan explícitamente a partir de marcos explicativos e interpretativos sociales o sociológicos. Este interés brota en primer lugar del hecho de que todo estudio de la ciencia requiere una mínima fundamentación histórico-científica (Ziman 1985), pero, especialmente, del hecho de que fue precisamente la Historia de la Ciencia como subdisciplina el espacio en que se propusieron de forma pionera interpretaciones sociológicas acerca de la formulación, refinamiento y difusión del conocimiento científico. Aquí ingresan, por supuesto, las sugestivas formulaciones de Thomas Kuhn (Gallegos, 2013; Kuhn, 1962/1970), y, junto con ellas, las propuestas de otros historiadores y/o filósofos de la ciencia, usualmente menos reconocidos que aquel –especialmente en la epistemología de la psicología en Latinoamérica- pero igualmente relevantes (Agassi, 1963/2008; Brush, 1974; Cooter, 1985; Fellows, 1961; Golinski, 1990; Goodling, 1985; Pickstone, 1985; Schaffer, 1985; Shapin, 1982; 1985; 1992/2005; Young, 1985). Los historiadores y/o filósofos referenciados constituyeron agentes centrales en la ‘nueva historia’ de la ciencia. Junto a ellos y acerca de dicha nueva historia debe reconocerse, sin embargo, la incidencia indirecta (esto es, mediada) y a menudo ‘olvidada’ -pero igualmente efectiva- de otros autores extremadamente relevantes y auténticos pioneros en lo referente a perspectivas psicosociológicas sobre la dinámica científica. Son ejemplares aquí el caso de Michael Polanyi y de Ludwick Fleck: prefiguradores y fundamentos esenciales de la historiografía kuhniana y post-kuhniana pero en gran medida olvidados por las consideraciones contemporáneas sobre la temática.1

Efectivamente, a partir de la propuesta de que la ciencia, contrariamente a lo que sostenía la denominada ‘imagen heredada’, pudiera involucrar valoraciones axiomáticas, implícitos filosóficos, estrategias retóricas y modulaciones ‘extra-epistémicas’, se desarrolló una modalidad relativamente delimitada de historiografía de la ciencia que focalizó, al momento de conjeturar narrativas históricas, en el vínculo entre las variables contextuales (sociales, culturales y económicas mayoritariamente) y las variables ‘internas’ de la ciencia (la formulación de hipótesis, el desarrollo de experiencias demostrativas, la sistematización de teorías corroboradas y su comunicación al interior y al exterior de la comunidad, entre otras). Si bien se ha criticado y revisado la dicotomía ‘internalismo-externalismo’ en historia de la ciencia (Dehue, 1998; Shapin, 1992/2005), es cierto que tal dicotomía permitió a los historiadores operar durante décadas (Medina, 1983), y que las limitaciones de la misma a menudo han sido señaladas por las formulaciones de modelos más radicales de análisis epistemológico, como el Programa Fuerte de la sociología del conocimiento científico y otros de los social studies of science (Bucchi, 2004; Knorr-Cetina & Mulkay, 1983).

Como se refirió, la propia historiografía de la ciencia sistemáticamente viró en la década de 1970 hacia la revalorización de la ciencia como empresa grupal, social y normada. Esto, en conjunto con la adopción de posturas historicistas -no whiggistas . finalistas- para los relevamientos y reconstrucciones históricas llevó a la configuración de un heterogéneo -y en ocasiones polémico (Gingras, 2007)- pero distinguible campo de historias sociales de la ciencia (Buchdahl, 1965; Dehue, 1998; Forman, 1991; Sokal, 1984a; Thackray, 1980).

La propuesta de historias sociológicas internalistas (como las de orientación mertoniana, kuhniana o bendavidiana) y externalistas (de orientación marxista, mannheimniana, socioprofesional o luego naturalista-relativista) fue especialmente recepcionada en la historia (e historiografía) de la psicología (Ash, 1980a; Sokal, 1984a). Campo particularmente heterogéneo en sus comienzos, con una identidad profesional problemática y esquiva (Richards, 1987; Smith, 1988), la emergente comunidad de historiadores de la psicología, al acudir a disciplinas más consolidadas para definirse a sí misma hacia 1970, fue especialmente sensible a las formulaciones de la historia social de la ciencia y a las filosofías y epistemologías de orientación sociohistórica (Bem & Looren de Jong, 2006; Capshew, 2014; Fierro, 2016; Fierro & Klappenbach, 2015; Polanco & Fierro, 2015; Watson & Campbell, 1963). De aquí que, especialmente a partir de la década de 1970, el refinamiento historiográfico en historia de la psicología involucrara, al menos en parte, el anclaje de la explicación histórica en consideraciones historicistas y contextualistas más generales (Fierro, 2015a; Klappenbach, 2000).

Estas premisas teóricas y metodológicas sobre historia de la ciencia dieron lugar a algunos de los más originales y operativos marcos analíticos para la historia de la disciplina, los cuales sirvieron de matriz para algunas de las reconstrucciones históricas más sugerentes de la psicología. Así, por ejemplo, se ha argumentado que el establecimiento de la psicología como disciplina (el fin de su ‘pre-historia’ y el inicio de su historia formal) respondió más al proceso de profesionalización e institucionalización de dicha ciencia que a la proliferación de laboratorios experimentales o, en una clave ciertamente positivista, a la aplicación de metodologías objetivistas a problemas clásicamente filosóficos (Brock, 2014; Danziger, 1979; 1984; 1993a; 2013; c.f. Vidal, 2006). A partir de la documentación y corroboración de tal conjetura (e. g. Ash, 1999; 2003; Benjamin, DeLeon, Freedheim & Vanderbos, 2003; Capshew, 1999; Coon, 1992; Leary, 1987; Sokal, 2006) se han relevado las condiciones socioculturales y políticas de la psicología moderna, vinculando significativamente tales condiciones con los modelos, sistemas y corrientes psicológicas del siglo XX (Ash,1980b; 1987; Barrett-Lennard, 2012; Samelson, 1979; Sulloway, 1979/1992; Sokal, 1984b). Consecuentemente, la tendencia emergente del grueso de tales estudios –componente central de la ‘nueva historia’ de la psicología-, en la mayoría de sus sistematizaciones y decálogos ha incluido como premisa fundamental la contextualización y explicación (al menos parcial) de las formulaciones de la psicología moderna a partir de las variadas formas sociales, culturales y políticas: en última instancia, formas existenciales concretas en que aquellas formulaciones psicológicas se enraizaron respectivamente (Furumoto, 1989; Marx, 1977;Vaughn-Blount, Rutherford, Baker & Johnson, 2009; Wertheimer, 1984). Si bien no exenta de críticas (Lovett, 2006) y de problemas teóricos y metodológicos (Freitas Araujo, 2016), esta línea sociológica de reconstrucciones históricas ha caracterizado gran parte de las narrativas norteamericanas y europeas sobre la historia de la ciencia de la mente y del comportamiento.

De cara a la pregnancia de la historia social dela ciencia en la historiografía de la psicología,en este trabajo se aborda, expone y valora críticamentela obra sistemática de un historiadory teórico pionero en la formulación de un esquemade análisis sociológico de la psicología.Tal autor, el canadiense Allan R. Buss, fue unrepresentante cabal de las tendencias hasta aquíreseñadas. Sin embargo, y como se expondráen este trabajo, a diferencia de múltiples autoresprevios y posteriores, Buss se ocupó defundamentar sus estudios históricos y sistemáticos(metateóricos) de la psicología en modelossociológicos concretos, como la sociologíadel conocimiento de Karl Mannheim y la teoríacrítica de la escuela de Frankfurt.

La obra de Buss parece haber sido víctima de un olvido probablemente tan poco motivado como inmerecido. Las pioneras formulaciones histórico-sociológicas y epistemológicas en psicología realizadas por el autor han sido en gran medida omitidas en los desarrollos subdisciplinares que le siguieron. De aquí que, por ejemplo, se aborden propuestas sobre una ‘sociología del conocimiento psicológico’ (Stam, 1992) o sobre los ‘contextos sociales de la psicología’ (Richards, 1994; Pickren & Rutherford, 2010; Tyson, Jones & Elcock, 2011) sin referir a la obra de Buss, un claro antecedente de toda propuesta de sociología de la psicología posterior a los años 80. Sumado a esto, no existirían relevamientos de conjunto sobre los trabajos de Buss en la literatura especializada publicada en español o inglés que ponderen críticamente las investigaciones y propuestas del autor.

No todo ha sido olvido para Buss, por supuesto. Mientras que ciertas indagaciones han considerado (Furumoto, 1989; Lovett, 2006; Sturm & Mülberger, 2012; Tortosa, Mayor & Carpintero, 1990; Vera Ferrándiz, 2008) y desarrollado (Flanagan, 1981;van Strien, 1987) sus planteos históricos y epistemológicos, otros autores han considerado como vitales sus emprendimientos intelectuales y editoriales en torno a la contextualización y explicación sociológica de la historia y teoría psicológica (Samelson, 1993; Louw, 2004). Efectivamente, su obra escrita constituye un testimonio de la tendencia constatada en Historia de la Psicología a partir de los años 70, cuando dicho campo “acrecienta el parentesco con el dominio de la historia, [ya sea] la historia de la ciencias, la historia de las ideas, la historia social” (Klappenbach, 2000, p. 249). Pero si bien para el autor no todo ha sido olvido, gran parte sí lo ha sido: de aquí que la producción sociohistórica de Buss haya sido calificada como “relativamente desconocida” (Salmelson, 1993 60). Y aunque un indicador simple como el hecho de que según Google Scholar su trabajo central (Buss, 1975a) ha sido referenciado casi 200 veces en los últimos 40 años mostraría que aquel diagnóstico de olvido es extremo, no es menos cierto que la propuesta sistemática de Buss de un análisis sociológico de la disciplina no fue recibida y desarrollada como tal por académicos subsiguientes2. El súbito retiro de Buss de la vida académica hacia 1980 parecería haber contribuido con la situación descrita (L. Mos, comunicación personal, 2 de Julio de 2013; Tolman, 1981).

Atendido este olvido y corroborada la recepción explícita -aunque circunscripta- de ciertas propuestas de Buss en ciertos historiadores y epistemólogos de la psicología latinoamericanos (Ardila, 1990; Di Doménico & Vilanova, 2000; Klappenbach, 2000; Vilanova, 1995a; 1995b), algunos de los cuales han sido especialmente enfáticos en la importancia de una sociología del conocimiento psicológico (Klappenbach, 2003b; 2011; Moya, Ostrovsky & Visca, 2014;Polanco, 2016;Talak, 1997; Vilanova, 1987/2003; 1990; 1993; 1994; 1995a; 1995b; 1996a; 1997a; 1997b; 2001; Vilanova & Di Doménico, 1999), nos servimos aquí del 40° aniversario de la publicación de su apología por una sociología del conocimiento psicológico (Buss, 1975a) para esbozar una revisión crítica de la obra del autor en torno a la historia y a la filosofía de la ciencia, especialmente, de cara a la pregnancia contemporánea de propuestas sobre estudios histórico-sociales de la psicología. En el presente trabajo se describen en primer lugar las líneas teóricas y metodológicas transversales asumidas por el grueso de la historiografía de la psicología entre los años en que Buss realizó publicaciones sobre psicología (la década de 1970). En tanto contexto inmediato de la labor de Buss, se analiza brevemente la historiografía canadiense de la psicología entre 1965 y 1980, período caracterizado por un notable aumento cualitativo y cuantitativo de la producción académica en historia en dicha región y por una notable proliferación de instituciones vinculadas con la investigación histórica. Reconocido el alineamiento entre la historiografía anglosajona en general y la canadiense en particular, se detallan las ideas, las perspectivas y los argumentos de Buss que constituyeron estímulos y aportes a la psicología en torno a tres áreas claramente delimitadas: la historia, la sociología y la epistemología de la psicología. Luego de haberse relevado la totalidad de fuentes publicadas por Buss en plataformas científicas en el período referido, se exponen de acuerdo a un análisis de contenido las principales temáticas y problemáticas abordadas por el psicólogo canadiense en dichas fuentes. Se pretende ilustrar aquí cómo Buss, sin ser un descubridor o pionero sui generis -en tanto hijo de su tiempo- sintetizó sin embargo gran parte de las tendencias emergentes en historiografía de la psicología hacia la década de 1970 (encarnando así tanto las fortalezas como las limitaciones de dichas tendencias), especialmente a través de su entonces novedosa incorporación de recursos de la sociología del conocimiento alemana a la reconstrucción e interpretación históricas –sociología virtualmente desconocida en la ciencia social anglosajona de mediados de siglo XX y aún en gran medida hoy olvidada por los estudios sociales de la ciencia-.3 A partir de esta exposición sistemática y con el consiguiente análisis crítico de lo reseñado que constituye la última sección del desarrollo del trabajo, pretendemos avanzar en la sistematización de los fundamentos, posibilidades y limitaciones de una historia social de la psicología, vinculada tanto con la historia social de la ciencia como la sociología histórica del conocimiento y con la filosofía histórica de la ciencia (Fierro 2015b; Sokal, 1984a).

El contexto intelectual de Allan Buss: La historiografía de la psicología en Canadá (1965-1980)

Para evitar una crónica excluyentemente laudatoria de Buss, debe reconocerse desde el inicio que su propuesta -analizada en el siguiente apartado-, si bien singular y particular, fue un emergente del sistema de tendencias teóricas y metodológicas preexistentes en la filosofía, historia y sociología de la ciencia hacia 1970 (Shapin, 1982; Suárez, 2005): más concretamente, de la historiografía de la psicología anglosajona. La proliferación de enfoques sociológicos en Historia de la Psicología en países de habla inglesa alrededor de esta década ha sido previa y exhaustivamente documentada por múltiples autores (Ash, 2003; Capshew, 2014;Fierro, 2015a; Furumoto, 1989; Klappenbach, 2000; Sokal, 1984a). De aquí que se proyecta como más productivo contextualizar la producción intelectual del autor en su marco más inmediato: la historiografía de la psicología canadiense hacia la década en que Buss estuvo académicamente activo y tal como se nos presenta retrospectivamente.

En función de los datos y fuentes disponibles, puede decirse que, hacia la década de 1970, Canadá atendía a un inusitado aumento tanto cuantitativo como cualitativo respecto a su producción en historia de la psicología. Acerca de la profesionalización en historiografía, se evidenciaba un delicado pero vital aumento en la participación de ciertos académicos en instancias formativas específicas sobre historia de la psicología, su filosofía subyacente y su incorporación curricular en la formación de los profesionales (Weyant, 1968). Junto con esto, puede constatarse que hacia la década referida se revalorizaban espacios institucionales como el Institut d’histoire et de sociolpolitique des sciences de Montréal y se creaban otros, como el Center for Advanced Study in Theoretical Psychology, fundado en la Universidad de Alberta en 1966 (Baker, 1987). Este último, concretamente, a la vez que ofrecía cursos de posgrado sobre historia y sistemas en psicología (Laver, 1977), pretendía desarrollar como especialidad académica el análisis metacientífico (en un sentido más general que simplemente epistemológico . filosófico) de la psicología (Weyant, 1971). Enunciado brevemente, la theoretical psychology subsumía dentro de sí a la filosofía de la psicología, a la metateoría de la psicología y a la propia teoría psicológica. Asimismo, sus representantes pretendían formular, desarrollar y evaluar prescriptivamente los cánones procedimentales, técnicos y metodológicos de la psicología en tanto ciencia, desarrollar nuevas y mejores metateorías psicológicas, y analizar conceptos y sistemas psicológicos, respectivamente4.

Siguiendo las premisas generales de algunos de los planteos pioneros en epistemología (o teoría) de la psicología (Bergmann, 1951; Koch, 1951), aquel Centro Avanzado incluía en sus lineamientos investigativos y en un lugar central a la historia de la disciplina en al menos tres sentidos: como objeto de estudio (el pasado de la psicología), como variable interviniente o dimensión inherente al desarrollo de la disciplina y sus teorías (historia de las teorías psicológicas), y como metodología longitudinal con que extraer materia prima y casos concretos para análisis teóricos y metateóricos específicos (psicología desde una perspectiva histórica) (Royce, 1970). Esto se refleja claramente en el output más sistemático de las tareas realizadas en el Centro (Madsen, 1985; 1987; 1988; Riegel, 1972; 1979b), y en las organizaciones que brotaron posteriormente del mismo las cuales, como la International Society for Theoretical Psychology (1985), fueron altamente enfáticas en la necesidad de emprender estudios históricos y sociales de la ciencia con pretensiones teóricas o epistemológicas.

En coordinación con centros internacionales semejantes y con desarrollos en psicología teórica en Europa, Inglaterra y Estados Unidos, Canadá participaba así hacia 1970 en la organización de una subdisciplina, en términos de sus productores, de carácter “fundamental, con un énfasis intenso en la historia de la psicología” (Baker, Hyland, van Rappard & Staats, 1987, p. 7. Énfasis agregado). De aquí se explica que la producción historiográfica canadiense -al menos la obra de algunos de los historiadores más conspicuos que diera luz tal región- estuviera ligada íntimamente a consideraciones filosóficas y epistemológicas (Baker et al., (1987); Baker, Hyland, Van Hezewijk, & Terwee, 1989; Stam, Mos, Thorngate & Kaplan, 1992), algunas de ellas fuertemente entroncadas en enfoques metateóricos o filosóficos concretos, como la dialéctica marxista (Riegel, 1972; 1979a; 1979b; Van Ijzendoorn, Goossens & Van der Veer, 1984).

Junto con tales aspectos institucionales, Canadá mantuvo una activa producción editorial en historia de la psicología, especialmente hacia fines de los años 70 y ante el auge de la ‘nueva historia’ de la psicología. Como explicita Laver (1977), tal producción se canalizó durante el primer lustro de la década casi exclusivamente a través de revistas no específicas sobre historia, y en lo que respecta a libros y volúmenes, a través de editoriales norteamericanas y británicas. Sin embargo, hacia finales de la década que nos ocupa, tal tendencia pareció cambiar: hacia 1980, la casa editorial Hogrefe de Toronto publicaba dos volúmenes seminales sobre historia de la psicología pero, en un sentido más general, también sobre historiografía, filosofía y metodología de la historia de la ciencia. En el primero (Bringmann & Tweney, 1980) se capitalizaba el centenario del laboratorio wundtiano para revisar de forma exhaustiva y rigurosa -y con carácter crítico respecto a exégesis previas- el lugar del psicofisiólogo germano en la historia de la disciplina. En el segundo (Brozek & Pongratz, 1980) se exponían de forma general pero articulada algunas de las cuestiones más problemáticas respecto a la investigación, producción, redacción y enseñanza de la historia de la psicología, a menudo vinculadas con temáticas epistemológicas y filosóficas más generales. En lo que nos interesa aquí, en ambos compendios existían llamados concretos a una historia social de la psicología, contextual (o externalista) en lo explicativo, rigurosamente fundamentada en fuentes primarias y con relevancia para la psicología contemporánea (Ash, 1980b; Danziger, 1980; Wertheimer, 1980;Woodward, 1980). Tales obras –especialmente la de Bringmann y Tweney- constituían tanto respuestas a las limitaciones percibidas en la historiografía clásica de la psicología, como síntesis de las innovaciones de los historiadores revisionistas (Brozek, 1990; Klappenbach, 2000, p. 249-250).

Finalmente, y en un sentido estrictamente investigativo, la producción histórica sobre psicología en Canadá durante la década de 1970 parece haber adoptado en líneas generales los preceptos teóricos y metodológicos formulados por la nueva historia y filosofía de la ciencia de autores como Kuhn y Lakatos y, en menor medida, de Agassi, Hanson, Laudan y Shapin. Un relevamiento exhaustivo de la historiografía de la psicología en Canadá durante la década de 1970 (Laver,1977) evidencia, además de una marcada proliferación de instituciones, de archivos, museos y ofertas de formación de grado y de posgrado, el hecho de que académicos canadienses especializados en historia de la ciencia y de la psicología como Wolfgang Bringmann, David Murray, Marilyn Marshall, Raymond Fancher y Barry Kelly en gran medida se alineaban con los parámetros estipulados por especialistas para la producción de una historiografía de la ciencia profesional y de calidad (Young, 1966). Concretamente, los estudios de dichos autores parecían alejarse de las reconstrucciones hagiográficas, personalistas e individualistas, generalistas o superficiales, estructuradas sobre fuentes secundarias y en tono predominantemente filosófico que fueron características del campo hasta 1950 -y que en Canadá hallaban su materialización en la historiografía de Brett (1921/1963)-, para perseguir programas de investigación delimitados y específicos, de forma exhaustiva y con arreglo a criterios metodológicos sistemáticos. De acuerdo al relevamiento de Laver, en las indagaciones de historiadores como Rozenboom, Weckowicz, Hamowy y Fancher se evidenciaría un claro interés crítico de resituar los desarrollos teóricos y metodológicos específicos de la historia de la disciplina en el contexto más general de las tendencias intelectuales y culturales que constituyeron matrices para aquellos desarrollos. Al relevar otras obras, como las de Maurice Parent, las de Robert Weyant (Weyant, 1972), y sobre todo las de Camille Limoges (doctorando de Canguilhem) y su Institut d’histoire et de sociolpolitique des sciences, el análisis de Laver demuestra una incipiente aceptación de algunas de las premisas de orientación sociológica de la historiografía de la ciencia por entonces en boga, especialmente en cuanto a la producción de estudios sobre “la relación entre las ciencias y el estado, sobre la ciencia en tanto institución social […], con especial atención sobre la diseminación del conocimiento científico […] [y sobre] los aspectos sociopolíticos de la ciencia” (Laver, 1977, p. 245-246).

Si consideramos la orientación sociohistórica (o contextual) progresivamente asumida por los trabajos realizados durante la década de 1960 y 1970 en historiografía de la psicología en Estados Unidos (Brozek, 1968;1969; Watson, 1968), es evidente una cierta sincronía entre la producción canadiense y los desarrollos de otros países anglosajones. Aún más, el viraje constatado por Marx (1977) en Estados Unidos desde una historiografía internalista y provincialista hacia una historiografía externalista y en vínculo con otros campos disciplinares, conllevó necesariamente a la consideración sociológica de los avatares históricos de la disciplina. En síntesis, si consideramos que los parámetros de la ‘nueva’ producción historiográfica anglosajona hacia 1970 involucraban un talante historicista, una disposición crítica o no legitimante, una tendencia al análisis contextualista o social y un fundamento sólido en fuentes primarias (Furumoto, 1989; Lovett, 2006; Vaughn Blount et al., 2009), entonces a grandes rasgos podría aseverarse que Canadá, hacia la misma década, registraba una producción solidaria con tales parámetros.

Este contexto de producción intelectual fue reconocido por el propio Buss, quien en su seminal ensayo sobre la sociología del conocimiento psicológico (Buss, 1975a) -abordado más adelante- reconocía que su propia propuesta era emergente de múltiples trabajos previos que situaban a la producción psicológica en los marcos culturales y sociales específicos (Beit-Hallahmi, 1974; Bryan, 1972; Garner, 1972; Hamm, 1974; Lasswell, 1970; Levine, 1974; Samelson & Kamin, 1975; Tyler, 1973; Vallance, 1972). De hecho, la formación de posgrado del autor se realizó en el propio Centro de Estudios Teóricos en Alberta, cuyas características se describieron anteriormente (L. Mos, comunicación personal, 2 de Julio de 2013). Por lo anterior, es factible y altamente probable que los debates en dicho centro acerca tanto de la metateoría de la psicología como de la sociología de la ciencia constituyeran estímulos directos a su obra. Por todo lo anterior, quizá el mayor aporte u originalidad de Buss resida en la fundamentación a que recurrió en sus obras y en la articulación teórica y metodológica que llevó a cabo en sus análisis teóricos y metateóricos, descritos a continuación.

La producción intelectual de Allan R. Buss (1975-1980)

La obra editada de Buss se descompone en dos libros (Buss, 1979a; 1979c) y múltiples artículos científicos diseminados en varias plataformas de publicación, la mayoría específicas a psicología. Si bien prolífico en temáticas como la psicología del desarrollo (Buss, 1979d), la educación superior (Buss, 1976/1979c), la psicología social (1977/1979b; 1978/1979; 1979e) y la metodología de la investigación (Buss, 1973; 1974; 1980; Buss & Royce, 1975), aquí se abordarán sus formulaciones sobre historia, sociología y epistemología de la psicología.

Una sociología de la psicología

Buss fue representativo de ciertas tendencias en los estudios de la ciencia de la década de 1970. Como remarcan Klappenbach (2000) y Louw (2004), la obra colectiva editada por el autor, Psychology in Social Context (Buss, 1979a), además de ser pionera en el análisis histórico-social de la psicología, se fundamentó explícitamente en el marco teórico de la sociología del conocimiento húngaro-alemana de Karl Mannheim. Este primer punto refuerza la imagen de que la historiografía de la psicología, al menos desde su profesionalización, ha buscado marcos conceptuales de donde extraer lineamientos teóricos y prescripciones metodológicas: lineamientos cuya existencia en la Historia de la Ciencia es, hasta la actualidad, problemática y dudosa (Kokowski, 2006). En psicología, esta búsqueda se continuó durante la década de 1980 (Danziger 1984; Woodward, 1980) y, en cierto sentido, se extiende hasta el presente (Danziger, 2013; Kaulino, 2015; Samelson, 1999).

En su artículo seminal sobre la emergencia de la sociología del conocimiento psicológico, Buss (1975a) explícitamente fundamenta su modelo de análisis en la sociología alemana de corte mannheimiano. Allí reconoce como implícito fundamental de su modelo que “la psicología, tal como se practica por académicos profesionales, ocurre dentro de un contexto social -el conocimiento psicológico está ligado a la infraestructura de una sociedad- o de grupos organizados socialmente” (Buss, 1975a, p. 988). Retomando las hipótesis gnoseológicas de Mannheim (1952a; 1966), valoradas en mayor medida que las hipótesis marxistas y weberianas al respecto, Buss enuncia la necesidad de explicitar los vínculos entre las dimensiones sociales (políticas, normativas, axiológicas y organizacionales) de la disciplina y la formulación de teorías. Distinguiendo como Gurvitch (1969) entre el análisis sociológico del origen de las ideas psicológicas y el análisis epistemológico de la validez del conocimiento en su vínculo con su raíz social, Buss esboza así un programa de investigación para el análisis sociológico de la psicología.

La hipótesis basal de Buss es que la psicología constituye una disciplina académica cuya composición concreta son integrantes de una microcomunidad de expertos. Son las interacciones y lazos entre tales miembros los que dan forma y, presuntamente, contenido a las formulaciones conceptuales psicológicas. Pero a diferencia de las propuestas sociológicas internalistas de la ciencia (como las de Kuhn, Merton y Ben- David, por ejemplo), Buss vincula tal dinámica micro comunitaria con el espectro mayor de la sociedad en su conjunto, específicamente con su infraestructura (refiriendo aquí tal término a los factores existenciales, tanto abstractos como concretos, de los psicólogos). De aquí que el campo configurado por el análisis sociológico de la psicología incluya como cuestiones y tareas nucleares.

El comenzar a comprender el rol de las políticas, ideologías, valores, sistemas económicos y, en general, de la sociedad y su estructura y dinámicas subyacentes en el nacimiento, desarrollo y muerte de algunas de las teorías, perspectivas, paradigmas, modelos o aproximaciones clásicas de la psicología que han ejercido y continúan ejerciendo considerable influencia (Buss, 1975a, p. 991).

La justificación sistemática que Buss elabora sobre tal programa externalista y su aplicabilidad al contexto latinoamericano de la psicología en tanto ciencia y profesión ha sido objeto de otro trabajo (Fierro, 2014). Aquí debe remarcarse que, al igual que ciertos pocos académicos en psicología previos a él (e.g. Watson & Campbell, 1963), Buss distinguió entre una sociología de la ciencia psicológica y una sociología del conocimiento psicológico. Mientras que la segunda, de cuño claramente externalista, se ocuparía de los factores macro sociológicos que modularían las pretensiones de conocimiento de los psicólogos qua científicos y profesionales, la primera se centraría en los aspectos institucionales y organizacionales de la psicología qua institución social y qua empresa grupal de producción y crítica de conocimiento.

La dinámica organizacional, institucional y generacional de la psicología

En un tono con matices ciertamente mertonianos y cienciométricos, Buss (1975a) identifica como premisas de una sociología de la ciencia psicológica el análisis de la comunicación y difusión del conocimiento psicológico (a través de publicaciones y colegios invisibles), el relevamiento de diferencias de género en prácticas de publicación, el análisis de los dispositivos de contratación y su injerencia en la renovación generacional del campo, la ponderación del grado y tipo de financiamiento otorgado a departamentos, carreras y programas universitarios de psicología, la estructura de las currículas universitarias, y el análisis del vínculo entre las asociaciones de psicólogos y las políticas públicas, entre otras. En el mismo sentido, para Buss la proliferación de divisiones e instituciones psicológicas con fines, objetivos o valores claramente políticos o sociales justifica una sociología internalista de la psicología, dado que demuestran “la filtración de factores extra-científicos (determinados socialmente) hacia la estructura y organización de nuestra disciplina” (Buss, 1975a, p. 992). Como concreción de tal programa, el autor realizó ciertos análisis cienciométricos, en torno a la productividad científica de departamentos de psicología en Canadá a partir de citaciones en literatura científica (Buss, 1976b) y en torno a las revistas más citadas por la literatura académica psicológica (Bus McDermott, 1976).

Un punto de interés para Buss en este ámbito fue la propia dinámica generacional de la psicología académica. Retomando la clásica –y revolucionaria, según Pilcher (1994)- teoría de las generaciones de Mannheim (1952b), Buss (1975/1979; 1975c) aventuró que la reducción de estipendio para los departamentos de psicología, el cuestionamiento al rol de las universidades y la saturación del mercado laboral constituirían factores problemáticos para el crecimiento de la disciplina. Enfocándose en la limitada absorción de doctorados jóvenes por parte de las universidades, y en la consiguiente elevada longevidad media de los integrantes de los departamentos, Buss consideraba necesarios tanto al recambio generacional como a un mayor contacto e intercambio entre generaciones nuevas y generaciones ya establecidas en el campo de la disciplina. En línea con la tensión esencial descrita por Kuhn (1959/1982) entre la innovación y la conservación en ciencia, Buss argüía que dado que el cambio cultural en la ciencia es posibilitado por el contacto inédito entre las nuevas generaciones y las ortodoxias clásicas, se requería un mayor flujo de profesionales jóvenes y sin intereses o alianzas previas hacia las universidades para garantizar un futuro auténticamente científico en la academia. La ausencia de renovaciones generacionales en la psicología llevaría según el autor a un lento ocaso científico caracterizado, entre otras cosas, por el estancamiento de la producción de la disciplina, el descenso de su relevancia social, y su consecuente reemplazo por nuevas (o viejas) ciencias y profesiones.

Para evitar el desfase entre el sistema social y conceptual de la disciplina y los problemas y demandas sociales y extradisciplinares, para combatir la perpetuación inalterada de y para superar el reforzamiento circular y autolegitimante de las ortodoxias preexistentes, se requeriría según Buss (1975/1979) la constanteincorporación a la academia de generaciones nuevas, sin caras alianzas previas o conflictos de intereses respecto a doctrinas preestablecidas. Esto se aplicaría especialmente a los contextos académicos donde alianzas o conflictos como los aludidos se han establecido no en función de evidencias científicas o propuestas fácticas de investigadores acreditados, sino por la inercia temporal, por la propia tradición o por la ausencia de críticos hacia las propuestas programáticas vigentes. En un sentido histórico, se requieren individuos -o grupos de individuos- ‘heterodoxos’, encargados de proponer nuevas teorías, de sistematizar corrientes y de revisar de forma apartidaria el conocimiento previamente disponible, que servirían así como “disparadores” (Buss, 1975/1979, p. 49) de innovaciones disciplinares.

El conocimiento psicológico en contexto macro-social

Ahora bien, para Buss el programa de investigación de la sociología externalista de la psicología incluía tanto a la psicología contemporánea como a la historia de la disciplina. De aquí que sus planteamientos se bifurcan en una sociología de la psicología contemporánea y en una historia social o sociológica de la psicología. Este último subcampo se aborda en el siguiente apartado. Respecto del primer subcampo y consecuente con el programa por él esbozado, Buss emprendió análisis macrosociológicos, mayoritariamente cualitativos e interpretativos, en torno a la psicología contemporánea a él. En tales análisis, adoptó explícitamente un marco mannheimiano de análisis (Buss, 1975a; 1976/1979b; 1976a; 1977/1979a).

Análisis contextuales del surgimiento del humanismo en psicología

Analizando una corriente psicológica cuyas raíces sociales habían sido escasamente relevadas hacia su época, Buss intentó explicar el surgimiento de la tercera fuerza en psicología como parcialmente determinado por las circunstancias culturales, sociales y políticas propias de la Norteamérica de las décadas de 1960 y 1970. En su ensayo sobre contra-cultura y contra-psicología (Buss, 1974-1975/1979), el autor atribuye al surgimiento de los movimientos juveniles contraculturales anglosajones el cambio de atmósfera intelectual que posibilitaría que las doctrinas humanistas - esbozadas ya en los años 30- se difundieran y valorizaran académicamente.

Efectivamente, según Buss la contra-cultura juvenil bregó por un modelo de hombre distinto al modelo instrumental, técnico y mecanicista que habían defendido los modelos conductistas, al menos algunos de ellos, enraizados a su vez en filosofías de la ciencia neopositivistas y deterministas. Tales corrientes positivistas del mainstream psicológico, a partir de ideales tecnocráticos y agendas instrumentales de lo humano en lo político y en lo económico, habrían colaborado con difundir y legitimar un modelo societal capitalista básicamente conservador bajo una imagen –nuevamente positivista- de asepsia valorativa y de completa objetividad. Habría sido la proliferación de filosofías de la ciencia humanistas -relativistas, igualitarias y altruistas- aquellas que habrían constituido el corazón de los movimientos juveniles norteamericanos –filosofías que según Buss (1976c) pueden rastrearse hasta la crítica del propio Mannheim al conductismo y hasta la epistemología relacionista del sociólogo húngaro-.

Así, existiría un isomorfismo entre los valores y metas de tales movimientos contraculturales, especialmente en lo que respecta a la libertad individual, la igualdad y la autonomía por un lado, y las premisas y orientaciones de la tercera fuerza, por otro. Aplicando nuevamente la teoría de las generaciones de Mannheim (1952b) y su énfasis en la renovación generacional para el cambio social constructivo, recién en la década de 1960, con la armonización de ambos grupos -humanismo y contracultura-, el segundo habría brindado el marco intelectual e ideológico fértil para la difusión, proliferación y aceptación del primero. Según Buss:

El movimiento de derechos civiles, las protestas estudiantiles sobre la guerra de Vietnam, el llamado a la reforma universitaria y a la educación relevante, todos estos factores caracterizaron la preocupación más general en torno al hombre y la sociedad- una preocupación que enfatizó la humanidad del hombre y rechazó la deshumanización (1974-1975/1979, p. 97).

En síntesis, las contradicciones entre los valores libertarios pregonados por la sociedad americana y las condiciones reales opresivas y discriminatorias de dicha sociedad habrían llevado a la eclosión del grupo juvenil que, en tanto grupo generacional, habría colaborado en parte para la renovación intelectual que dio auge al humanismo en psicología. Puesto que tal extracto de la intelligentsia psicológica .del que participaban Rogers, Maslow, May y Allport- estaba compuesto por académicos que a la vez eran agentes sociales, se explica la permeabilidad de las propuestas humanistas a las condiciones sociales y políticas del momento, no tanto en cuanto al contenido de las teorías de la Tercera Fuerza (preexistentes por varias décadas a los movimientos juveniles) sino en la repentina difusión y proliferación de las mismas hacia 1960. “El movimiento de protesta estudiantil y las resultantes políticas y disposiciones sociales proveyeron el clima social necesario para estimular, alentar y fomentar la aceptación de un nuevo modelo psicológico de hombre dentro de la academia” (Buss, 1974-1975/1979, p. 97).

El análisis sociohistórico del humanismo no impidió a Buss una apreciación crítica del mismo. Desde una perspectiva dialéctica-marxista, Buss (1976/1979b) criticó el justificacionismo del statu quo qué él veía latente en el humanismo. Puesto que de acuerdo a Buss la realización según los humanistas es una empresa eminentemente individual y abstracta, no se considerarían así tanto los conflictos y problemas sociales (colectivos), como las condiciones reales de la vida de los seres humanos: factores que modulan y constriñen efectivamente la realizabilidad del becoming y la realización humanista. Adicionalmente, “Cuando el contexto social y los factores reales que hacen a la realidad de la persona en su búsqueda por la realización sí son considerados, a menudo son incorporados como ‘dados’, de una forma acrítica” (Buss, 1976/1979b, p. 81). De aquí que Buss sostenga que los humanistas deberían reconocer la raíz social o colectiva de ciertos impedimentos a la realización de las personas y, de aquí, adoptar posturas tendientes a la realización de las condiciones sociales que permitieran la maximización del desarrollo individual de toda la sociedad.

Tales críticas se enmarcan en un análisis más general en torno a las raíces socio-históricas del humanismo. En ese estudio, Buss (1979b) rastrea los fundamentos liberalistas e individualistas de la teoría de Maslow –representante nodal de la tercera fuerza-. Considerando las implicancias políticas y sociales ‘conservadoras’ tanto del conductismo (por su metodología positivista) como del psicoanálisis (por su teoría innatista y determinista) en sus respectivas legitimaciones de la realidad social, Buss sostiene que los humanistas reaccionaron a tal conservadurismo psicológico con una teoría esencialmente liberalista de la mente y de la personalidad. Sin embargo, el autor reconoce que el humanismo, revolucionario y contracultural hacia 1950 y 1960, habría perdido su potencia revolucionaria cuando fue institucionalizado hacia 1970, especialmente cuando agentes sociales políticamente interesados pero mayoritariamente ajenos a la promoción psicoterapéutica o general del bienestar humano se apropiaron de la retórica de la auto-realización y el mejoramiento individual del humanismo.

No sólo el humanismo fue objeto de reconstrucciones histórico-sociales por parte de Buss. El autor también realizó análisis críticos sobre los sesgos (predominantemente sociales y económicos) implícitos que llevaron a la epistemología genética piagetiana a concebir el razonamiento formal como el estadio más alto del desarrollo cognitivo, retomando y reformulando análisis previos realizados por Buck-Morss (1975), y fundamentado en la Teoría Crítica (Buss, 1977). Es quizás en este punto donde se vuelve más evidente la influencia de Klaus Riegel, colega y profesor de Buss durante la formación de posgrado de este último en el Centro Avanzado ya referido y psicólogo pionero en realizar críticas dialécticas (marxistas) de la psicología contemporánea, enfatizando las raíces sociales y políticas de las formulaciones conceptuales de la disciplina (Riegel, 1972; 1976; 1979a; Van Ijzendoorn et al., 1984).

Una epistemología histórica de la psicología

Las incursiones que Buss realizó en el campo de la filosofía la ciencia fueron funcionales a sus pareceres sociológicos, al punto que el análisis social y psicológico de la ciencia constituyeron ejes de su propuesta.

Entre Kuhn, Popper y la teoría crítica

Buss fue uno de los primeros psicólogos en considerar sistemáticamente la postura kuhniana en filosofía de la ciencia e imprimirla a la psicología y a su historia (Marcum, 2005). Apoyado en debates previos en torno a la aplicabilidad de Kuhn a la disciplina (Briskman, 1972; Lipsey, 1974; Mackenzie, 1972; Palermo, 1971; Warren, 1971;Weimer & Palermo, 1973), Buss concibió las primeras seis décadas de psicología del siglo XX como la sucesión de cuatro revoluciones paradigmáticas entre matrices disciplinares diversas (estructuralismo, conductismo, cognitivismo y psicoanálisis), cada una de dichas matrices con concepciones alternadamente inversas en torno a la relación ‘sujeto-objeto’ en psicología (Buss, 1978a). De aquí que, con el marxismo en mente, el autor abogara por una revolución dialéctica que reemplazase todo discontinuismo provincialista en el desarrollo de la psicología por una orientación teórica y metodológica que considerase el carácter reflexivo de los componentes (sujetoobjeto) de aquella relación.

En línea con tal filosofía de la ciencia, el autor defendió un constructivismo y un irracionalismo moderados. Acerca de la caracterización positivista o ‘heredada’ de la relación entre hechos y teorías, Buss criticó la idea de que “los hechos no presuponen una perspectiva teórica particular. Hechos teóricamente neutrales se explicarían por la propia teoría, implicando esto que teorías diferentes u opuestas explican los mismos hechos” (1977/1979a, p. 15. Énfasis en el original). Contra tal definición, y fundamentándose en Popper (1934/2008), pero también en Hanson, Feyerabend, Naess y el ‘new look’ en psicología perceptual, recuperaba la idea –rastreable hasta Marx y Lukacs, y en menor medida hasta Mannheim- de que “lo que uno percibe como hechos dependen del contexto de la situación total, y más específicamente, de los determinantes psicológicos de un sujeto activo y constructor” (Buss, 1977/1979a, p. 17). En tal sentido, el conocimiento científico según Buss no sólo es relativo, por su raigambre en las categorías psicológicas y conocimientos previos de los científicos qua seres humanos y por su raigambre en la estructura social, política y económica de tales científicos en tanto que grupo social: tal conocimiento también es histórico, por el cambio histórico que experimentan aquellas categorías a lo largo del tiempo. Aquí Buss recupera una tradición o programa de investigación psicológica usualmente pasada por alto por los historiadores y psicólogos de la ciencia anglosajones pero estrictamente relevante para los planteos históricos y filosóficos de cuño sociológico y psicológico acerca de la ciencia: la de los psicólogos soviéticos que, como Porshnev (1970), Luria (1971) y Vygotsky (1934/1962), defendían la historicidad de la propia cognición. Así, fundamental a la epistemología de la psicología de nuestro autor canadiense era la conjetura de que “no hay verdades absolutas en las ciencias sociales, en las cuales los ‘hechos’ estan empotrados [embedded] en marcos teóricos particulares que a su vez descansan sobre ciertas presuposiciones epistémicas y metafísicas” (Buss, 1975a, p. 991).

De esta forma y receptivo respecto al historicismo metodológico propuesto para las ciencias del comportamiento (Stocking, 1965), Buss necesariamente acuerda con las tesis de la construcción parcialmente social de los hechos científicos y de la inconmensurabilidad paradigmática propuesta por la obra temprana de Kuhn. Sin embargo, distanciándose del historicismo estrictamente definido y fundamentado en la premisa marxista de la transformación de la realidad, Buss propone un ‘presentismo crítico’ que conciba la suspensión del juicio respecto del pasado sólo como un momento previo a una crítica integral, valorativamente fundada, de dicho pasado a la luz del presente, con la intención de cambiar positivamente este último. El presentismo crítico se muestra así como una alternativa entre el Escila del presentismo explicita o implícitamente justificacionista (Ash, 1983;Wettersten, 1975) y el Caribdis de un historicismo solo declarativamente avalorativo, irrelevante para los problemas de la psicología contemporánea y, por tanto, “impotente” (Buss, 1977/1979a, p. 21).

De una forma notablemente ecléctica, Buss también incorporó a sus propuestas epistemológicas ciertos matices del racionalismo crítico popperiano. En este último sentido, por ejemplo, remarcó la premisa popperiana de la interdependencia entre el lenguaje observacional y el lenguaje teórico (Buss, 1977/1979a). De aquí que apoyó la necesidad de recurrir a la dialéctica -entendida como diálogo crítico o contraposición de posturas conjeturales contrapuestas- como medio de superación de los conflictos disciplinares y de mejoramiento general de la psicología (Buss, 1976/1979b, p. 76). Sin embargo, contrastando con el racionalismo crítico popperiano -y alinénadose con la Teoría Crítica-, defendió enérgicamente una racionalidad crítica en el sentido de enraizada en valores e intereses humanos concretos, que superara o equilibrara el formalismo de la racionalidad instrumental (Buss, 1978b).

Más allá de estas coloraciones peculiares, Buss apoyó explícitamente la idea kuhniana de que la historia, más que repositorio de ideas caducas, era la vía de acceso para la comprensión de la dinámica científica, y para el alumbramiento de las peculiaridades contemporáneas de la ciencia en tanto forma cultural y colectiva humana. En línea con la propuesta kuhniana en torno a una psicología del descubrimiento, pero sin negar las actividades deliberativas (argumentativas y justificatorias) de los científicos, Buss reconoció la necesidad de evitar una radical separación de los contextos de descubrimiento y de justificación. Tanto el psicologismo (o sociologismo) como el formalismo abstracto, si se proponen como filosofías de la ciencia mutuamente excluyentes, son para Buss propuestas desacertadas: “El primero implica el relativismo de una sociología o psicología positivistas (acríticas) del conocimiento. El segundo implica el absolutismo de un empirismo lógico positivista (acrítico).” (Buss, 1978b, p. 98).

Finalmente, debe reconocerse que a pesar de sus filiaciones marxistas, mannheimianas, kuhnianas o popperianas, Buss acordó en líneas generales con otros filósofos de la psicología (Wolman, 1971) acerca de que la psicología requería una propia epistemología, en dos sentidos: en el sentido de la necesidad de evitar la aplicación directa sobre la psicología de sistemas o modelos filosóficos concebidos originalmente en torno a disciplinas ajenas a dicha ciencia, y en el sentido de que los propios psicólogos (no los historiadores o filósofos) eran quienes debían liderar las reflexiones filosóficas sobre la disciplina (Buss, 1974-1975/1979). En este punto concreto el autor parece haber seguido las intenciones de sus colegas en el Centro Avanzado de Alberta, como Madsen (1987), Riegel (1972) y Baker (1987), quienes, psicólogos de profesión, incurrieron en el meta- discurseo de su disciplina, minimizando así en los hechos la usual distancia entre los problemas relevantes para la disciplina por un lado y la reflexión epistemológica de los propios protagonistas de la psicología por otro.

Historia social e historiografía crítica de la psicología

Como se mencionó anteriormente, Buss propuso una historia social de la psicología directamente deudora de la sociología de Karl Mannheim (Louw, 2004), en dos sentidos. En un sentido general, su obra colectiva (Buss, 1979a) reunió y posibilitó la difusión de múltiples análisis histórico-sociológicos (Danziger, 1979; Gergen, 1979; Leichtman, 1979; Riegel, 1979b;Samelson, 1979) que, al igual que las obras de aquel sociólogo húngaro, demostraban la centralidad del análisis y reconstrucción históricos como herramientas fundamentales de una sociología del conocimiento. En un sentido estricto, sin embargo, fue Buss quien integró la historia de la disciplina con interpretaciones macrosociológicas, de una forma explícita como luego probablemente sólo lo hizo Kurt Danziger (Danziger, 1979; 1984;Polanco Fierro, 2015; Stam, 1992).

Tal como el propio Mannheim, quien consideraba a la sociología del conocimiento en parte como un método histórico de análisis de los productos culturales de la sociedad (Mannheim, 1952a; 1966), Buss incluyó a la historia como una dimensión de análisis esencial en su filosofía y su sociología del conocimiento psicológico. Al igual que algunos autores previos, y antecediendo a varios otros (e.g. O’Donnell, 1979; Samelson, 1980;Kelly, 1981), Buss fue crítico del modelo historiográfico (positivista, experimentalista y en gran medida justificacionista) más difundido en Estados Unidos hacia 1950: aquel de Edwin Boring (1954; 1955; 1963). Buss reconoció el valor pionero del experimentalista norteamericano, pero a la vez remarcó la ausencia de consideración de factores sociales, políticos y económicos como variables intervinientes en sus reconstrucciones históricas. Concretamente, y en línea con críticos semejantes (e.g. Friedman, 1967; Gruba-McCallister, 1978;Ross, 1969), Buss remarcó que el uso boringinano del concepto de ‘Zeitgeist’ era inadecuado, carente de poder explicativo o simplemente insuficiente comparado con una historia social de la psicología. Contra el intelectualismo historiográfico, sostuvo que “los tratamientos tradicionales de la historia de las ideas psicológicas fracasan en reconocer adecuadamente los cambios y diferencias en las subestructuras sociales subyacentes a los cambios y diferencias en los enfoques psicológicos” (Buss, 1975a, p. 991).

Consecuentemente, Buss impulsó la realización de reconstrucciones históricas que consideraban factores sociológicos (y psicológicos) en sus narrativas e interpretaciones (Buss, 1978b). Autor que se concentró esencialmente en la psicología contemporánea a él (por ejemplo en torno al humanismo, como vimos), y sin formación profesional en historia más allá que la ofrecida en el Centro de Alberta, Buss no fue especialmente prolífico en esta área. Por sus propios intereses en torno a la psicometría y a la personología, sin embargo, emprendió estudios circunscriptos sobre la historia social de la eugenesia. El conjunto de tales estudios fue considerado por Buss como una “investigación sobre la sociología del conocimiento psicológico, o una aproximación histórico-intelectual a las ideas psicológicas [sobre la] relación sociohistórica entre el pensamiento normativo y el pensamiento existencial en el momento en que la psicología diferencial y la eugenesia fueron iniciadas en Inglaterra por Sir Francis Galton” (Buss, 1976/1979a, p. 28). En tales estudios, Buss releva y analiza la emergencia de la eugenesia como propuesta social basada en la ciencia, argumentando que el individualismo social, el liberalismo político y el capitalismo económico fueron en su conjunto las fuerzas que constituyeron en la Inglaterra decimonónica “una concepción normativa específica acerca del individuo que, a su vez, condicionó el nacimiento del estudio científico de las diferencias individuales y del campo de la eugenesia(1976/1979a, p. 28).

Mientras que las doctrinas individualistas habrían permitido circunscribir el interés de ciertos académicos en las variaciones y diferencias individuales entre sujetos, un proceso de industrialización, especialización y diferenciación laboral creciente en Europa favoreció una interpretación naturalista, ambientalista pero a la vez hereditarista, y ciertamente mecanicista de las habilidades mentales y de las diferencias sociales. En términos del autor, el liberalismo británico que dio origen a una versión normativa del individuo como sujeto libre y con oportunidades

[…] a su vez reconoció explícitamente y aprobó la existencia de una visión pluralista del hombre. Los individuos debían ser iguales ante la ley pero debían tener libertad de desarrollar su potencial en diversas direcciones. La promoción de la diversidad de individuos era un paso necesario en el mantenimiento del crecimiento de una economía capitalista (Buss, 1976/1979a, p. 31).

Así, Buss argumenta la influencia de factores contextuales en la historia de la ciencia: mientras que el estado capitalista estimuló la división del trabajo, la burocracia y la especialización del talento, este a su vez reposó en una axiología que claramente valoraba la medición, cuantificación y descripción. Esta axiología se aplicó al estudio de las diferencias individuales, concebidas por los ingleses decimonónicos como los virtuales motores de la dinámica social y económica. En este sentido, la extrapolación realizada por Galton de los principios darwinistas sobre la heredabilidad de los rasgos biológicos hacia los rasgos mentales no sólo era compatible con el capitalismo que requería la especialización del talento: era el corolario científico necesario de este. Así, iniciado el estudio científico de las diferencias individuales,

La interpretación exclusivamente genética de Galton fue requerida por la doctrina imperante del individualismo burgués, liberal y democrático. Dada la creencia de que cada individuo tenía de hecho la libertad y la oportunidad para realizar su potencial, se seguía de suyo que la estructura jerárquica de clases existente reflejaba diferencias innatas en cuanto a habilidades mentales (Buss, 1976/1979a, p. 36).

Al igual que como con el humanismo, Buss aplicó a tales análisis históricos su idea de una historiografía presentista-crítica: reconocida la naturaleza racional del eugenismo por su vínculo funcional y no arbitrario con elementos contextuales, el autor llevaba un paso más allá la reconstrucción histórica al argumentar que la interpretación normativista de la heredabilidad de las diferencias individuales -es decir, el programa eugenésico- constituía el negativo –el ‘opuesto dialéctico’- del individualismo libertario social y político que Galton y sus coetáneos compartían en tanto representantes de la Inglaterra liberal e individualista (Buss, 1975a; 1976/1979a; 1976a). Esto se evidencia para el psicólogo canadiense en la utopía eugenésica redactada por Galton (1930), ‘Kantsaywhere., la cual documentaría que el liberalismo burgués y humanista del autor se volvió un conservadurismo protototalitario cuando sus ideas derivaron en su “interpretación exclusivamente genética de las diferencias individuales [y en sus] consiguientes políticas eugenésicas” (Buss, 1976/1979a, p. 39).

Según Buss, desde el siglo XVIII Inglaterra propugnó un liberalismo basado en el rechazo al ejercicio unidireccional de la autoridad y en el ensalzamiento de la libertad de expresión de la personalidad individual. A través de la obra de autores como Mill y Bentham, este liberalismo luego se aleó con el capitalismo para dar lugar a una clase de individualismo economicista, y finalmente halló expresión política en la sanción de leyes que impulsaron la educación universal, la libertad de expresión, la representación inclusiva y la expansión del sufragio. Galton inicialmente asumió dicho ideario, pero terminó adoptando una postura completamente opuesta a dicho liberalismo al llevar hasta las últimas consecuencias la interpretación de la existencia de diferencias individuales: es decir, al concebir de forma determinista y biologista las diferencias individuales. Efectivamente, fue el choque entre aquel individualismo liberal inglés preponderante en la sociedad y el programa eugenésico de Galton lo que para Buss (1976/1979a) impidió la difusión y adopción de tal programa como política de estado en la nación anglosajona.

Una apreciación crítica de la obra de Allan Buss

Una peculiaridad de la obra de Buss es que la mayoría de sus propuestas fueron criticadas o comentadas por otros académicos. Sus predicciones en torno a la dinámica institucional y organizacional de la psicología fueron moderadas (Abrahams, Dusek, & De Yaeger, 1975; Macdonald, 1976), ante lo cual el propio Buss acordó en líneas generales (Buss, 1975b). Lo mismo sucedió con sus análisis cienciométricos (Bavelas, 1976; Buss, 1976e). Aquí recuperaremos y ampliaremos las críticas realizadas a sus análisis histórico-sociológicos -críticas que, a su vez, en parte ya habían sido realizadas a los modelos e implícitos que subyacían a las propuestas filosóficas y epistemológicas de Buss-.

Una de las críticas a la propuesta sociológica de Buss provino del célebre psicólogo H. Eysenck (1976), quien ponderó negativamente el uso causalista por parte de Buss de factores sociales respecto a las teorías científicas. Buss (1976d) respondía a la crítica de Eysenck argumentando que solo sostenía que el contexto social condicionaba (no causaba en un sentido directo y necesario) el surgimiento de las teorías, y que tal condicionamiento era parcial. Al igual que Mannheim (1966), Buss rehúsa el sociologismo en cuanto al conocimiento científico. Otra de las críticas de Eysenck es más relevante, sin embargo: aquella que ofrece hechos o datos históricos específicos (por ejemplo la ausencia de conductismos en Alemania) como contraargumentos o evidencia refutatoria (a) para las hipótesis interpretativas de Buss, en particular, y (b) para las hipótesis sociológicas de la ciencia, en general. Aquí Buss responde que si bien tales sucesos o contraejemplos significan en los hechos limitaciones a las interpretaciones sociohistóricas, dichos contraejemplos sólo constituirían casos que requieren estudios en profundidad y que de ninguna manera refutan o mucho menos desechan la posibilidad de una sociología del conocimiento psicológico.

Efectivamente, Buss destaca que las reconstrucciones históricas son, en esencia, interpretativas, y que su cientificidad no reposa en el uso de explicaciones causalistas. Sin embargo, e independientemente de lo que Buss enuncia, para otorgar plausibilidad a tales interpretaciones se requieren relevamientos, análisis y reconstrucciones en profundidad -es decir, robustas y fundamentadas- y, finalmente, una teoría del cambio científico en la historia de la ciencia (Rosa, Huertas & Blanco, 1998; Van Strien, 1993). En términos de Samelson (1999), “no basta el invocar una cultura de individualismo abstracto, o fuerzas sociopolíticas inespecíficas” (p. 253) como factores explicativos de la proliferación teórica o del cambio científico. Si bien en Buss la teoría de cambio histórico así requerida parece identificarse con la teoría mannheimiana del cambio social generacional en particular y con la sociología del conocimiento en general, esto no se articula de forma explícita y detallada. A su vez, y respecto a lo primero, (el fundamento de las interpretaciones históricas) sus relevamientos histórico-sociológicos constituyeron fructíferas pero mayoritariamente sugerentes reconstrucciones históricas, demasiado generales y superficiales al momento de describir las interrelaciones significativas conjeturadas entre la ciencia y el contexto social. En otras palabras, las indagaciones historiográficas de Buss resultan en retrospectiva demasiado superficiales como para permitir identificar o derivar de ellas una teoría del cambio histórico en psicología, y demasiado aisladas y fragmentarias como para constituir en su conjunto evidencia sistemática de la correlación entre factores sociales y formulaciones científicas y académicas. Por tanto, consideramos que puede asegurarse fundamentadamente que la obra de Buss, con sus fortalezas y debilidades, han sido indicativas tanto de las posibilidades como de los límites de la historiografía de la psicología que se nutrió del ‘giro social’ de la historiografía de la ciencia hacia la década de 1970 (Fierro, 2015b; Freitas Araujo, 2016).

En vínculo con esto, la cuestión del carácter explicativo o interpretativo de las reconstrucciones históricas, y la del lugar de los ‘contraargumentos’ en tales reconstrucciones fueron abordadas explícitamente años después por otros autores (e. g. Ash, 1993; Danziger, 1993a; 1993b; 1995a). En este sentido y según tales abordajes, la dificultad que emerge de la respectiva existencia (o ausencia) de variaciones multiculturales en las explicaciones sociológicas o externalistas en historia de la psicología, y el problema que surge del reemplazo o cambio de ciertas propuestas científicas (como escuelas, teorías, corrientes) por otras en la historia de la psicología sin constatar variaciones socioculturales concomitantes, no demostrarían la imposibilidad de una sociología (o una historia social) de la psicología, como sostiene Eysenck (1976), sino sólo el estado incipiente de tal sociología: es decir, en términos de Buss, el estado emergente del campo de la sociología del conocimiento psicológico (Buss, 1975a). El que exista una relación variable e interactiva, es decir no lineal y causal, entre la ciencia y la sociedad, como lo menciona Ash:

No demuestra que la investigación en psicología ha sido independiente de prioridades sociales […] ni niega la existencia de relaciones puramente lineales entre fines sociopolíticos y psicológicos. Sólo significa que tales relaciones probablemente no sean la norma, y que abarcar la gama completa de la incrustación social de la psicología requeriría una concepción más compleja sobre la interacción ciencia-sociedad (Ash, 1993, p. 51).

Finalmente, la crítica de Eysenck (1976) arremete contra la ideologización marxista de la realidad, particularmente la de la ciencia: el célebre experimentalista critica aquí la reinterpretación marxista de la historia y la actualidad de la ciencia. Y a pesar de que Buss (1975a) diferencia el marxismo de la totalidad de la sociología, especialmente la mannheimiana que constituiría una superación del materialismo dialéctico, la crítica de Eysenck es legítima en el punto en que el marxismo, aplicado como un marco historiográfico, implica ciertos teleologismos (Popper, 1957/2006) y reduccionismos impropios, según ciertos autores (Capshew, 2014;Danziger, 1995a; Young 1966;1990), de la scholarship histórica. De aquí que otro conjunto de críticas -no específicamente al programa de Buss, sino a los programas historiográficos marxistas- refiera a las limitaciones de tales enfoques aplicados a la historia de la ciencia, especialmente en lo referente a los modelos clásicos de dicha historiografía (Freudenthal & McLaughlin, 2009).

La inadecuación de las interpretaciones marxistas vulgares acerca de la ciencia por su carácter reductivo ha sido destacada tanto por historiadores marxistas de la psicología como por historiadores no-marxistas (Young 1966.Wolf, 1974). Hipótesis que sostienen, por ejemplo, que Wundt se volcó a la experimentación en sensación y percepción por su cercanía a la industria óptica de Jena, o la ponderación exclusivamente económica del eugenismo o la interpretación excluyentemente política del humanismo, representarían el núcleo mal orientado de estas interpretaciones históricas, por su reduccionismo y por su olvido o menosprecio “de otros contextos [internos y externos] en que la producción de la ciencia se incrusta, y del carácter cíclico de este proceso de producción, que implica la mutua influencia de la ciencia y sociedad, una sobre la otra” (Van Strien, 1993, p. 188). Así, respecto a los modelos explicativos de Buss -no tanto la sociología mannheimiana, sino la dialéctica marxista- debe reconocerse que a partir de 1980 se desarrollarían enfoques y modelos meta-científicos más sistemáticos para el análisis histórico que precisamente se beneficiaron de las contradicciones internas y de las refutaciones fácticas a la historiografía marxista de la ciencia. El modelo de Danziger acerca de la configuración y estructuración social de contextos de producción y de campos empíricos en psicología (Danziger, 1985; 1990; 1993a; 1995b), el modelo metacientífico de práctica histórica de construcción teórica de van Strien (1990; 1993; 1998), y los enfoques sociológicos cualitativos (Bem & Looren de Jong, 2006; Madsen, 1988) y cuantitativos (Ball, 2012; Brozek, 1991; Carpintero & Peiró, 1981; 1983; Coleman & Salamon, 1988) aplicados a la disciplina son ejemplares de desarrollos más refinados acerca de una sociología histórica de la psicología.

A nuestro juicio, uno de los puntos débiles del enfoque de Buss es su modelo ‘contextualista’ de explicación sociológica de la psicología. En un sentido general, la idea de que el contexto social influye sobre la ciencia -como si fuera claramente distinguible de la misma- fue criticada por estudios sociológicos posteriores en el tiempo y más radicales, que progresivamente igualaron a la ciencia con una producción cultural esencialmente humana (Medina, 1982; Jaraba Barrios, 2015). Concretamente, los historiadores de la psicología fueron críticos de aquella explicación contextualista-externalista (e.g. Danziger, 1984; 1993; Dehue, 1995; Kusch, 1999), argumentando que los científicos –en tanto agentes sociales organizados en subcomunidades o escuelas- se rigen por normas y articulan intereses que expresan simultáneamente demandas sociales y aspiraciones grupales e institucionales más propiamente científicas. En este sentido, si bien la noción de ‘contexto social’ de un científico concreto podría referir a la comunidad de especialistas y a los foros en que participa (c. f. van Strien, 1990;1993), la misma noción no podría referir de forma directa a los círculos más amplios (culturales, políticos y económicos) en que se insertan tales foros donde participan los psicólogos individuales. Según una historiadora de la ciencia:

No tiene sentido trazar límites fijos entre factores sociales y cognitivos internos o externos. Diferentes estilos metodológicos en las ciencias definen los límites entre tales factores de formas diferentes, y no es potestad del historiador el decidir explícita o implícitamente cuál de tales definiciones es la correcta (Dehue, 1998, p. 660. Énfasis agregado).

Esto a su vez se explica considerada la polémica internalismo-externalismo pregnante en la historia de la ciencia durante gran parte del siglo XX (Medina, 1983). Los historiadores de la ciencia (e.g. Cooter 1985; Pickstone, 1985; Shapin, 1992/2005; Krantz, 2001) legítimamente se han planteado dónde terminan las fronteras de la ciencia y dónde comienzan las del ‘contexto’ (social, político o económico). Si el historiador define ‘lo social’ según su propio criterio o parecer, existe el riesgo de cometer la distorsión presentista de proyectar hacia el pasado -reorganizándolo- los criterios demarcatorios propios del presente. Si por el contrario el historiador ignora las siempre existentes y documentadas aunque difusas fronteras entre la ciencia y la sociedad, es factible que su trabajo final pierda calidad, llevando por ejemplo a posturas relativistas o deflacionistas respecto a la ciencia, o, peor, que su trabajo de indagación empírica y de reconstrucción histórica se vea sistemáticamente afectada por variables que hacen precisamente a la cuestión de la demarcación de la ciencia en la época y ámbito que el historiador está indagando. De cara a esta dificultad, reconstrucciones históricas posteriores a las de Buss se cimentaron en otros modelos historiográficos más complejos y a la vez más simétricos (Danziger, 2013;Fierro, 2015a; Geuter, 1987; Sokal, 2006), desarrollados por psicólogos, ajustados a las peculiaridades de la psicología como ciencia y diferenciándose por eso de los modelos exógenos clásicamente aplicados a la disciplina (como los kuhnianos, por caso).

Finalmente, debe reconocerse que de forma novedosa para su época, Buss distinguió la historia social de la ciencia de la historia intelectual, conceptual o ‘de las ideas’, que generalmente excluía de sus consideraciones acontecimientos profesionales, institucionales y extradisciplinares (culturales). Si bien propugnó un modelo historiográfico ‘externalista’, Buss reconoció la necesidad de integrar la historia de los conceptos psicológicos -cuya formulación abstracta e idealista ha sido criticada reiteradas veces por historiadores intelectuales (e.g. Skinner, 1969) y, en psicología, especialmente por Smith (2005) y por Dehue (1998, esp. pp. 655-656)- con la historia social de la psicología -cuyos riesgos, especialmente el del reduccionismo, ya se reseñaron con antelación-. En este sentido, Buss en cierta forma prefiguró ciertos debates en torno al estatuto teórico de la historiografía con base social: debates que contraponían modelos predominantemente intelectualistas (van Rappard, 1988) con modelos integrativos entre historia cultural, intelectual y social de la psicología (Scheerer, 1988; van Strien, 1990). En este sentido concreto, el psicólogo canadiense bregó por una historia intelectual que tematizara “la interacción entre las ideas históricamente importantes con el medio social del que emergieron y al cual a su vez influencian” (Stromberg, 1968, p. 2, citado en Buss, 1975a, p. 991). Sin embargo, dada la amplitud de las áreas y de los ámbitos que tal historia requiere tematizar para establecer narrativas plausibles, en conjunto con la limitación autoimpuesta por el autor respecto a sus lineamientos teóricos y metodológicos, entonces, considerada en sí misma, la obra de Buss evidencia cierta generalidad y superficialidad explicativa (Tolman, 1981; van der Pligt, 1980).

Alternativamente, otras hipótesis de Buss, si bien no han sido corroboradas en el conjunto de la psicología internacional, sí se han mostrado acertadas para ciertas regiones. Es el caso de su valorización del recambio generacional para el desarrollo crítico de la psicología científica. Las predicciones de Buss sobre el futuro de la psicología, especialmente las más fatalistas, no parecen haberse cumplido al menos en los países anglosajones, puesto que allí la disciplina aún recibe grandes estipendios, es una profesión demandada por la sociedad y a la vez es protagonista de debates y políticas públicas. Sin embargo, no es por eso menos cierto que en lo que respecta algunos países específicos las predicciones de Buss se hayan mostrado al menos parcialmente acertadas. En Argentina, la elevada longevidad media de los planteles docentes, y la con ellos continuada permanencia de talantes ortodoxos y de modalidades creenciales y dogmáticas en torno a los asuntos disciplinares que ocluyeron el ingreso de avances investigativos y desarrollos contemporáneos causaron, especialmente hacia la década en que escribía Buss y a partir de entonces, efectos nocivos, distorsivos o por lo menos indeseables en la cultura psicológica argentina.5

Conclusiones y prospectiva

Un análisis de conjunto de la obra publicada de Allan Buss demuestra que, en esencia, el autor fue un ejemplar representativo del viraje, en cuanto a enfoques y lineamientos, en filosofía, historia, y sociología de la ciencia hacia 1970. Tal viraje, se ha sostenido reiteradas veces, impactó efectivamente en la producción metateórica de la psicología académica. El caso de Buss –psicólogo teórico de profesión- confirmaría tales aseveraciones en lo referente a la psicología.

Buss incurrió en innovaciones en todos los campos delimitados en este trabajo. Capitalizando las sugerencias de autores previos, Buss propuso una sociología (marxista y mannheimiana) de la ciencia y del conocimiento psicológico, enfocando la primera hacia cuestiones de la dinámica interna de las instituciones universitarias y la segunda especialmente hacia la psicología humanista. Tal sociología constituyó a su vez parte esencial de su epistemología de la psicología: una epistemología esencialmente histórica y social, ecléctica en sus influencias constructivistas, relativistas y racionalistas, pero con fines y objetivos explícitamente tendientes al fortalecimiento y mejoramiento disciplinar. Finalmente, la piedra angular tanto de su sociología como de su epistemología fue el relevamiento y análisis histórico: si bien no especialmente prolífico en esta área, Buss propuso un enfoque historiográfico concreto (el ‘presentismo crítico’) y un modelo social de reconstrucción histórica (deudor de la epistemología social de Mannheim).

La propuesta de Buss ha estado lejos de ser armónica o incuestionable. Su dependencia respecto a conceptos ambiguos, como el de dialéctica’ marxista, sumada a la considerable generalidad de sus asertos histórico-sociales y a la escasa profundidad de sus análisis históricos llevó a que, tomado como un conjunto, su sugerente y estimulante obra fuera calificada como superficial y ambigua. Un análisis crítico de las ideas y argumentos de Buss confirma tanto la innovación de sus programas investigativos, como la distancia existente entre ciertas de sus conclusiones y los relevamientos concretos que fundamentarían tales conclusiones. Adicionalmente, su repentino retiro del mundo académico probablemente haya privado a historiadores, sociólogos y epistemólogos de la psicología de debates en torno a estas cuestiones; debates que, quizá, hubieran resultado en una reformulación y superación de las debilidades de las indagaciones del autor. Sin embargo, es también cierto que parte de las preocupaciones que llevaron a Buss a indagar la disciplina fueron retomadas por autores posteriores que, capitalizando avances en filosofía e historia de la ciencia, pudieron superar ciertos de los escollos que aquél halló en el curso de sus pesquisas.

En síntesis, la obra de Buss nos aparece como esencial para comprender el surgimiento de la ‘nueva historia’ de la psicología, tanto por su influencia (existente aunque limitada) sobre autores posteriores, como por la representatividad de sus ideas rectoras respecto del ‘giro social’ en la historiografía de la ciencia. Aunque una figura usualmente poco referida explícitamente en los análisis históricos de la disciplina, Buss fue un autor innovador cuyos lineamientos, reconocidos o no, se filtraron hasta los estudios que desde hace más de tres décadas componen el heterogéneo pero definido campo de la historia social de la psicología. Por tanto, aún a cuarenta años de su obra, sus líneas son esenciales para estimular nuevas investigaciones en historia social o cultural de la disciplina y en definitiva, para lograr una imagen más completa de la historia de la historiografía de la psicología.

En tanto que autor concreto y por consiguiente necesariamente individual, el caso de Buss resulta insuficiente por sí solo tanto para demostrar la incidencia de la sociología del conocimiento y de la ciencia en la historiografía de la psicología, como para retratar el conjunto del período aquí abordado de la historia de la historiografía de la psicología, con todas sus particularidades y coloraciones. A partir de la circunscripción del presente estudio, se muestra como necesaria la indagación futura de ciertas de sus proyecciones lógicas para profundizar en estas temáticas. En primer lugar, se requieren mayores análisis acerca del impacto de la Historia e Historiografía de la Ciencia (en tanto sub-disciplinas específicas y autoconscientes) en otros historiadores de la psicología previos, contemporáneos y posteriores a Buss, especialmente en lo referente a las vertientes sociológicas o culturalistas de aquellas subdisciplinas. En segundo lugar, y en la misma línea, se requieren análisis de la pregnancia e impacto de la sociología del conocimiento (clásica y de la ciencia) en la obra de otros historiadores coetáneos y posteriores a Buss: estudios que permitan clarificar el origen histórico y disciplinar de algunos de los implícitos teóricos y metodológicos de gran parte de la historiografía de la psicología anglosajona posterior a su profesionalización en los años 60. Finalmente, se proyecta como un necesario trabajo futuro el relevamiento y diagnóstico del estado actual del campo de la historiografía de la psicología para constatar la supervivencia o no de los enfoques y perspectivas reseñados en esta investigación, que plausiblemente integrarían los enfoques sociales en la subdisciplina que hoy conforma la Historia de la Psicología.

Puesto que la amplitud de estas temáticas y la elevada cantidad de trabajos que implicaría su análisis dificulta la aplicación de una metodología cualitativa de análisis de contenido como la que se utilizó en este trabajo (circunscripto en tanto que centrado en un autor concreto), es factible que los estudios proyectados se beneficien de la aplicación de metodologías cuali-cuantitativas, como la prosopografía (la biografía colectiva de historiadores y académicos productivos en historiografía), y de técnicas cuantitativas como la sociobibliometría, la cienciometría y la historiometría. Estas metodologías han sido declaradas como especialmente idóneas para indagar el contacto e impacto existente entre campos disciplinares o subdisciplinares, por lo que constituirían un insumo central para los estudios que, de acuerdo a nuestras conclusiones presentes, se perfilan como posibles indagaciones críticas futuras.

Material suplementario
Información adicional

Cómo citar este artículo:: Fierro, C. (2016). Cuatro décadas de sociologíadel conocimiento psicológico: historia, sociología y epistemología de lapsicología en la obra de Allan R. Buss. Revista Tesis Psicológica, 11(1), 54-95.

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Notas
Notas
* Este trabajo se enmarca en el proyecto de investigación “Formación de Psicólogos. Enseñanzade la historia de la psicología y estudio de áreas de vacancia”, código 15/H244, del Grupo deInvestigación “Historia, Enseñanza y Profesionalización de la Psicología en el Cono Sur deAmérica” de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina.El autor desea agradecer a Leendert Mos la información facilitada en torno a ciertos puntosde la investigación; a Hugo Klappenbach, Ana María Talak y a Stephen Coleman la facilitaciónde bibliografía relevante. Asimismo, el autor desea agradecer los comentarios de dos revisoresanónimos en torno a una versión previa del trabajo. Lo enunciado es sin embargo exclusivaresponsabilidad del autor.
Catriel Fierro * * Licenciado en Psicología, Universidad Nacional de Mar del Plata. Doctorando en Psicología,Universidad Nacional de San Luis: Argentina.

Correspondencia: catriel.fierro@gmail.com

1 Véase Lorenzano (2004; 2010), Schäfer & Schnelle (1986) y Mößner (2011) para Fleck, y Jacobs (2006- 2007) y Holton (1995) para Polanyi
2 Esto a pesar que, como se expone más adelante, las ideas centrales de Buss, en tanto emergentes de las nuevas tendencias historiográficas de su época, constituyeron el eje de los posteriores análisis históricos de la psicología en clave sociológica: véase Ash (1987; 2003), Klappenbach (2000) y Richards (1994).
3 Para un análisis del peculiar ‘olvido’ de Karl Mannheim por la sociología de la ciencia contemporánea, véase Pels (2003) y Kaiser (1998).
4 Para una exposición ordenada, fundamentada y sintética de estos campos, consúltese Madsen (1987).
5 Véase Courel & Talak (2001), Dagfal (2014), Klappenbach (2003a; 2012), Serroni-Copello (1986; 1997), Polanco & Calabresi (2009) y Vilanova (1985; 1994; 1997a).
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