Resumen: Este texto problematiza el lugar de verdad que la psicología reclama para sí: un supuesto orden y progreso de la historia de la psicología en Colombia en una línea evolutiva que se extiende desde el siglo XVIII (el nacimiento de la ciencia ilustrada), hasta las últimas décadas del siglo XX, cuando la psicología “madura” en tanto disciplina científica y profesional. El trabajo coloca en tensión las historias construidas de la psicología en Colombia que arman una trampa autorreferencial, estableciendo periodos pre-psicológicos, psicológicos y psicológicos avanzados: mecanismos conceptuales para que los actores -científicos e historiadores- construyan el tejido continuo y homogéneo de la verdad a través del tiempo y la historia. En oposición, este artículo muestra cómo en las prácticas psicológicas en el siglo XX, se localizan los accidentes de su historia, sus ínfimas desviaciones, los errores a que ha dado lugar. Cómo se constituyeron en un surgir y resurgir discontinuo de diferentes momentos y escenarios; irrupción desordenada, azarosa y, por momentos, contradictoria de prácticas que se definen científicas y liberadoras para el ser humano, pero que terminan en resultados bien diferentes, desvirtuando la pretensión ordenada, lineal y progresiva de las historias oficiales de la ilusoria constitución unitaria de una disciplina.
Palabras clave:GenealogíaGenealogía,prácticasprácticas,racionalidadracionalidad,historia psicologíahistoria psicología.
Abstract: This text recognice the place of truth that psychology claims for itself: a supposed order and progress of the history of psychology in Colombia in an evolutionary line that extends from the XVIII century (the birth of enlightened science) to the last decades of XX century, when the "growing up" psychology as a scientific and professional discipline. This paper puts tension on the built stories of psychology in Colombia arming a self-referential trap, establishing pre-psychological, psychological and psychological advanced periods: conceptual mechanisms for actors build-scientists and historians continuous and homogeneous tissue of truth through time and history. In contrast, this article shows how psychological practices in the XX century, located the accidents of itself history, errors that resulted. How were formed in a discontinuous rise and resurgence of different times and scenarios; messy, haphazard and, at times, contradictory practices defined scientific and liberating for humans, intrusion but end up in very different results, distorting the orderly, linear and progressive pretense of official histories of the illusory unitary constitution of discipline.
Keywords: Genealogy, practices, rationality, psychology history.
Genealogía de la historia de la psicología en Colombia*
Genealogy of the history of psychology in Colombia*

Recepción: 10 Agosto 2015
Aprobación: 10 Febrero 2016
La historia sería una iniciación progresiva a estas Estructuras propias de asilos, cada discurso social Borralos síntomas quele han permitido nacer.
Marc Bloch.
Me parece que la función de la historia es ser una de Las maneras de definirun nuevo presente.
Michel de Certeau
En 1973 Rubén Ardila, que después sería el psicólogo más renombrado del país, realizó el pri- mer intento de una historia de la psicología en Colombia. El texto de Ardila, al ser el primer in- tento sistemático por elaborar una historia de la psicología en el país, se convirtió, según Jaraba, en el trabajo que “abriría la senda por la que ha transitado la mayoría de la producción his- tórica sobre la psicología colombiana” (Jaraba, 2012, p. 148). En efecto, Ardila introdujo una tradición y una orientación historiográfica. En adelante, los psicólogos en Colombia constru- yeron una historia de la disciplina siguiendo las huellas trazadas por él. Su idea de un “progre- so” de la disciplina se sigue sosteniendo en las primeras décadas del siglo XXI y ha servido para sostener que la psicología en Colombia es un discurso de verdad, pues desde sus mismos inicios ha estado emparentada con las ciencias experimentales. En “las ideas psicológicas en Colombia” Ardila (1999) expone la misma idea que ha venido sosteniendo desde 1973, la cual consiste en que la disciplina psicológica se de- sarrolló de forma continua.
Hubo, en el pasado, una serie de polémicas de carác- ter filosófico acerca de la naturaleza de la psicología, polémicas que se han superado definitivamente en nuestros días. Estas polémicas tienen hoy un interés histórico; se reviven en los centros de entrenamiento de psicólogos, para indicar el camino que debió recorrer esta disciplina hasta alcanzar su estado actual (Ardila, 1973, p. 11).
La idea del progreso en la psicología ha servido para sostener la creencia de que en la época actual se encuentra la cima del conocimiento, y que las épocas anteriores sólo fueron peldaños para alcanzar dicha cima, que a su vez servirá para que en un futuro se siga escalando hasta llegar a una especie de paraíso científico. Una especie de fin de la historia donde el máximo nivel alcanzado es el presente. Todavía se escucha en algunos pasillos de los centros de formación de psicología, que la disciplina se encuentra hoy día en una especie de lugar seguro, un lugar de verdad que se fundamenta en la evidencia, la experimentación, los datos confiables y válidos de sus investigaciones.
Este trabajo no es otra “historia de la psicología” en Colombia, sino una genealogía que problematiza ese lugar de la verdad que reclama para sí la psicología, ese supuesto orden y progreso de la historia contada de la psicología en el país. La genealogía, ya lo decía Foucault, no debe confundirse con una búsqueda de orígenes míticos perfectos, sino que precisamente debe indagar sobre los accidentes de esos principios, tratando de plasmar la singularidad de unos sucesos, sin pretensiones evolutivas ni originarias (Foucault, 1992). Así que lo primero que hay que rastrear genealógicamente en la historia de la psicología en Colombia es el modo en que se postula como un discurso de verdad. Examinar cómo la “historia de la psicología” crea retrospectivamente su propio estatuto de verdad, es el ejercicio que propongo a continuación.
Quisiera comenzar con una cita tomada del célebre libro La psicología en Colombia: desarrollo histórico, donde Rubén Ardila hace la siguiente afirmación sobre el estatuto de la psicología:
Es la ciencia que estudia el comportamiento de los organismos. Por comportamiento se entiende todo lo que un organismo hace o dice. Por organismo, un ser vivo, organizado, cuyas partes actúan en función del todo. La psicología es una ciencia natural siempre que por este término entendamos una disciplina cuyos datos se encuentran en el mundo natural que puedan recopilarse de acuerdo con las normas de la ciencia, cuantificarse y organizarse en estructuras teóricas (Ardila, 1973, p11)
Ardila intenta constituir una primera identi- dad de la psicología en Colombia, anclándola como un estudio objetivo de la naturaleza que se ha ido perfeccionando hasta el punto de lle- gar a su máxima escala hacia finales del siglo XX. Construye así una historia “progresista”, lineal y teleológica. En un artículo titulado Ardila y sus precursores, Jaraba comenta esta propuesta histórica y psicológica:
Como cénit del conocimiento humano estaría enton- ces la psicología conductual certificada para actuar sobre ese mundo natural que reclama como territorio suyo, el cual, precisamente por ser natural, no his- tórico ni sociocultural, no requiere consideraciones particulares ni mayor problematización sociopolítica (Jaraba, 2012, p. 151).
En efecto, lo que Ardila pretende mostrar es que la actual disciplina psicológica es la coronación de un largo proceso evolutivo que tuvo como precursores a una serie de personajes que fueron labrando poco a poco su identidad científica. La idea de que la psicología nació de la mano de la ciencia moderna en Colombia lleva a Ardila a remontarse hasta el siglo XVIII, cuando personajes como Caldas, Mutis, Zea, y otros pusieron las bases del conocimiento científico en el país. Los primeros héroes de la ciencia, de la cual emergería luego la psicología, serían entonces los criollos. En esa especie de inmortalidad científica psicológica había que crear héroes, los abanderados de la causa científica; en el texto de Ardila surge uno de esos abanderados, que no es otro que Francisco José Caldas. Éste sería el primer eslabón de la verdad en la que se inscribirá históricamente la psicología en Colombia.
El problema de esta reconstrucción naturalista de la psicología es, como bien lo señaló Jaraba, que Ardila hace abstracción de los procesos históricos y socioculturales que han marcado el devenir de la ciencia en Colombia. En otras palabras, la verdad de la psicología es narrada de una forma “internalista”, invisibilizando las relaciones sociales de poder que han producido esa verdad. Es decir, se toma la verdad de la psicología como algo previo a las relaciones de poder que la constituyen. Contrario a lo que cierta historia ha querido contar sobre este personaje, más allá de sus investigaciones, de sus hallazgos e incluso de su sabiduría en diversos campos. Varios investigadores nacionales han mostrado que Caldas fue también una especie de precursor criollo de un discurso legitimador de la expansión colonialista europea del siglo XVIII; discurso que quería seguir consolidando una distancia social de los criollos con respecto a los otros habitantes del territorio y por esa vía legitimar su dominio sobre ellos. Un discurso que seguía creyendo que sólo el conocimiento blanco y europeo era el ideal para alcanzar la civilización y el progreso que tanta falta hacía en estas tierras (Castro, 2010;Nieto, 2008; Múnera, 1998).
Esa distancia con respecto a los “otros” (mestizos, negros, indígenas y sus mezclas) Castro Gómez la denomina la “hybris del punto cero”, donde algunos científicos como Caldas se asumieron como ubicados en un punto neutro y objetivo de observación para generar conocimiento sobre el en-sí de las cosas, borrando de este modo su propio lugar social de enunciación (Castro, 2010, p. 59). Y este fundamentalismo naturalista es lo que Ardila coloca como modelo en la historia de la psicología, la distancia neutral y científica que tanto se pregona en cualquier práctica científica.
Si se toman como referencia los escritos de Caldas, sobre todo el famoso ensayo: Del influjo del clima sobre los seres organizados, publicado en 1808 en el Semanario del Nuevo Reino de Granada que él mismo dirigía, encontramos que la observación directa de la naturaleza salva guarda al observador, al científico, de cualquier influencia de orden sociocultural, guiándose así sólo por la razón y la experiencia. Es por eso que Caldas, haciendo uso legítimo de esa razón y experiencia, llega a describir de este modo la evi- dente degeneración de los hombres americanos:
Una bóveda espaciosa, un cerebro dilatado bajo de ella, una frente elevada y prominente, y un ángulo facial que se acerque a los 90º, anuncian grandes talentos, el calor de Homero y la profundidad de Newton. Por el contrario, una frente angosta y comprimida hacia atrás, un cerebro pequeño, un cráneo estrecho, y un ángulo facial agudo son los indicios más seguros de la pequeñez de las ideas y de la limitación (…) El Europeo tiene 85º y el Africano 70º. ¡Qué diferencia entre estas dos razas del género humano! Las artes, las ciencias, la hu- manidad, el imperio de la tierra es el patrimonio de la primera; la estolidez, la barbarie y la ignorancia son los dotes de la segunda (Caldas, 1808, p. 145).
Caldas, como criollo blanco e ilustrado, repre- senta una especie de pensamiento evolucionado, ilustrado y científico de perfil naturalista; los abo- rígenes, en cambio, representan el pasado atávico del conocimiento azaroso sin fundamento. Eso mismo es lo que sugiere Ardila en su historia de la psicología cuando escribe que aunque los abo- rígenes (indígenas) podían tener ciertos conoci- mientos sobre psicología, no debían ser impor- tantes, ya que solo se mencionan en unos pocos párrafos (Ardila, 1973, p. 13). A lo que Ardila sí le dedica varias páginas es al mencionado trabajo de Caldas, Del influjo del clima sobre los seres organizados, donde resalta eso que él llama una “ecología psicológica” (Ardila, 1973, p. 17). Lo más importante para Ardila es que Caldas “fue un gran observador del comportamiento huma- no” (Ardila, 1973, p. 18). Negando así que tales afirmaciones revelaban una tendencia colonia- lista racial, donde Caldas se ubicaba en la cima de las razas por su condición de criollo e ilus- trado. Caldas, desde la ciencia ilustrada, legitima lógicas de discriminación y jerarquización entre pueblos, se abre esta ruta de cientifización de las diferencias jerárquicas humanas, y el clima es el medio donde ellas se producen.
Al parecer Caldas representa para Ardila la civilización ilustrada, y le sirve para crear una identidad científica y psicológica que no solo remite a un lugar de origen, sino a una comunidad global de científicos ilustrados naturales, olvidando o negando prácticamente a otros autores que en el siglo XIX habían establecido algunos aportes a la disciplina psicológica, como es el caso de Manuel Ancízar. Ancízar es soslayado en la historia de la psicología en Colombia, porque tenía intereses diferentes a lo científico-natural, por lo que no encuentra cabida en la narrativa de Ardila, que le dedica tan sólo unas pocas palabras: “El primer libro que publicó un autor colombiano y que lleva la palabra “psicología” en su título es “Lecciones de psicología” de Manuel Ancízar (1851). Es obra de carácter general, con orientación filosófica más que científica” (Ardila, 1973, p. 20). Otros historiadores de la psicología en Colombia, como Telmo Peña, han seguido la ruta de Ardila y describen el texto de Manuel Ancízar como un libro no científico sino filosófico. Ancízar no está “en la verdad” y, por tanto, no es digno de figurar en la historia de la psicología en Colombia.
El enfoque de este libro encuadra dentro de la tradi- ción de la filosofía escolástica y trata sobre el alma y sus facultades, intentando puntualizar los conceptos ante la aparente anarquía que reinaba en el momento en que el autor escribe” (Peña, 1993, p. 120).
“Las Lecciones de psicología han sido criticadas por los autores citados debido a su naturaleza filosófica, especulativa y su marcado tinte religioso; razón suficiente para considerarlas de poca valía en la consolidación del pensamiento psicológico colombiano” (Oviedo, 2010, p. 279). La psi- cología que proponía Ancízar tenía por objeto alcanzar el conocimiento de sí mismo y de todo cuanto pasa en el alma, ya que para este autor el alma tiene la capacidad de dar cuenta de su propio acaecer (Ancízar, 1851, p. 7). Para Ardila y Peña, esta concepción del alma o incluso de la psique son de poco valor científico y experimental, es decir, son conceptos precientíficos en la psicología. Pues según estos autores, “La mayoría del público ilustrado sabe que la psicología es una ciencia que está más cerca de las ciencias naturales que de cualquier otra categoría” (Ardila, 1997a, p. 21).
Es de resaltar como los psicólogos “científicos” en Colombia han tratado de borrar toda huella filosófica en la disciplina psicológica, llegando a postular una especie de pasado pre psicológico, del cual se avanzó hacia la ciencia. Así como Ardila tomó como referente nacional en la psicología a Caldas, también toma como referente universal a Darwin, indicando que fue un científico que se “interesó” por la psicología. Subraya que en La expresión de las emociones en el hombre y los animales (1984), Darwin hace grandes contribuciones a la psicología animal y a la psicología evolucionista:
Los trabajos de Darwin y las importantes implicacio- nes que tuvieron en la ciencia moderna, llevaron a una conceptualización de la psicología muy centrada en la biología y en la evolución. Muchos psicólogos escri- bieron sobre Darwin y el origen de las especies por medio de la selección natural. Se insistió en que el ser humano no es esencialmente diferente de otros ani- males; cualquier diferencia es solo cuestión de grado. La psicología es el estudio biológico de la mente y la conducta y por lo tanto debe ser parte de las ciencias biológicas y no de la filosofía (Ardila, 2007, p. 398).
De nuevo llama la atención el incisivo distanciamiento que marca Ardila con la filosofía, en aras de defender un estatuto de verdad de la psicología legitimado por las ciencias naturales, a pesar de que en algunas universidades, como la Pontifica Universidad Javeriana, la carrera de psicología desde finales de la década del cincuenta del siglo XX había sido creada dentro de la Facultad de Filosofía y Letras, consolidándose apenas en 1962 como departamento de psicología. Algunos psicólogos han tratado de negar esta historia filosófico-psicológica. El mismo Ardila, aunque no la niega, siempre la identifica como una especie de “pre-psicología” a la que de cierto modo hay que tener en cuenta, pero manteniéndola “bajo control de la ciencia y de ayudarla a convertirse en una disciplina capaz de hacer progresar activamente el conocimiento científico” (Ardila & Bunge, 2002, p. 35).
Una de los hitos que la mayor parte de los his- toriadores de la psicología en Colombia utilizan para narrar la evolución de la disciplina en el país es la creación del Instituto de Psicología Aplicada por parte del Consejo Superior de la Universidad Nacional de Colombia, el 20 de Noviembre de 1947 (Peña, 2007). Otros (Ardila, 1973) hablan del 9 de julio de 1948, cuando se inauguró el Instituto de Psicología, primer centro de formación profesional de psicólogos en el país. Independientemente si fue en 1947 o en 1948, las dos fechas están marcadas por una serie de reformas políticas y sociales que se venían gestando en Colombia durante las primeras décadas del siglo XX. Reformas que marcaron de forma decisiva la creación de los primeros centros de formación en Psicología, pero que son invisibilizadas por la narrativa “internalista” de estos psicólogos convertidos en historiadores. Nuevamente, la historia de la psicología se narra sobre el presupuesto de una verdad científica que precede a las relaciones de poder que la constituyen.
El presidente Mariano Ospina Pérez no era ajeno a los ideales progresistas eugenésicos que se venían gestando desde comienzos de siglo, por lo que en 1946 intentó nombrar como ministro de educación al médico boyacense Miguel Jiménez López, quien no aceptó el cargo; en 1947 también intentó nombrar a Luis López de Mesa como ministro de relaciones exteriores, quien tampoco aceptó, pero asumió la rectoría de la Universidad Nacional en 1948, donde impulsó varias reformas para promover a la universidad como motor de desarrollo. Miguel Jiménez López y Luis López de Mesa el primero conservador y el segundo liberal, dos de los más renombrados eugenesistas de Colombia en el siglo XX, siempre colaboraron con varios gobiernos desde diferentes cargos. Lo importante de estos dos médicos es que fundamentaron una teoría eugenésica que en las primeras décadas del siglo XX sirvió para sostener políticas racistas de gobierno.
Jiménez López sostenía desde investigaciones empíricas y estadísticas, y mediciones antropométricas, que la raza colombiana de principios del siglo XX presentaba signos inequívocos de degeneración somática, psíquica y moral. Estas ideas eran planteadas desde la revista Cultura, que dirigía. También planteaba la necesidad de controlar los excesos y las pasiones enfermizas de las razas colombianas para formar ciudadanos útiles. A raíz de su participación en el Tercer Congreso Médico en 1918 propició la realización de una serie de discusiones sobre la posible degeneración de las diferentes razas. De Luis López de Mesa (1884-1967), se puede decir que fue un médico colombiano que se había especializado en psiquiatría en la Universidad de Harvard; sus propuestas principales se ge- neraban alrededor de la instrucción de la población y el favorecimiento de la inmigración de individuos blancos provenientes de Europa, con el fin de evitar la degradación moral y biológica de las poblaciones nativas del país.
A López de Mesa también se le debe el primer test de inteligencia realizado por un colombia- no (Ardila, 1999). El interés de realizar el pri- mer test psicológico de inteligencia era lógico debido a que desde principio de siglo había tratado de defender una especie de ingeniería social donde lo biológico seguía primando so- bre las demás disciplinas; desde esta disciplina fundamentó su propuesta de mejorar la raza mediante la inmigración europea a ciertas zo- nas del país, con el fin de crear un nuevo tipo de mestizo adecuado a las necesidades de pro- greso del país. Lo que más llama la atención de este personaje es que, siendo rector de la Universidad Nacional en 1948, funda el renom- brado Instituto de Psicología Aplicada bajo la dirección de la psicóloga Mercedes Rodrigo, siendo ésta la primera unidad docente indepen- diente de psicología en Colombia y la prime- ra en formar psicólogos profesionales (Peña, 1993, p. 40).
Sobre la creación de dicho Instituto se han escrito muchas cosas casi todas otorgándole un origen mítico fundacional en la historia de la psicología, pero muy pocos han analizado sus consecuencias más allá de lo disciplinar o profesional. De nuevo observamos el interés de construir una narrativa internalista y naturalista de la psicología, más cercana a las ciencias naturales que a las ciencias sociales o la filosofía. Narrativa que, como lo comenta Jaraba (2011), contribuía a legitimar un determinado proyecto disciplinar por parte de ciertos sectores de la comunidad psicológica en Colombia. Por eso, la necesidad de resaltar la fundación del laboratorio de psicología aplicada, que era una dependencia asociada al laboratorio de fisiología de la Facultad de Medicina que dirigía Alfonso Esguerra Gómez en la Universidad Nacional. Las funciones de este laboratorio eran la medición y evaluación psicológica, que en ese momento se conocía como psicotecnia y que en la actualidad se conoce como psico- metría. El análisis de Jaraba muestra cómo la oposición a dicho laboratorio (que se encarga- ba de los exámenes psicotécnicos de admisión de la Universidad Nacional) no eran producto de posiciones retardatarias que no admitían el progreso de la ciencia psicológica, sino que las críticas se dirigían a que esta prueba psicotécnica obedecía más a la necesidad que tenía la universidad de limitar el número de candidatos que podía admitir. Una vez creado el laborato- rio de psicotecnia en la Universidad Nacional algunos se opusieron a él diciendo que era ex- cluyente. La controversia siguió por varios años hasta que Mercedes Rodrigo fue expulsada del país en 1950 por ser “comunista”.
Para entender un poco el contexto político donde fue creado este laboratorio, hay que te- ner en cuenta que Mercedes Rodrigo fue traí- da a Colombia en 1939 mediante la gestión del entonces rector de la Universidad Nacional Agustín Nieto Caballero, personaje muy cerca- no a las ideas de progreso y modernidad que tanto imperaban en los círculos intelectuales de las primeras décadas del siglo XX. Tanto Nieto Caballero como los ya mencionados López de Mesa y Jiménez López compartían la idea de que el pueblo colombiano tenía que salir del atraso y el subdesarrollo, y la mira se situaba otra vez en Europa y en la naciente potencia: Estados Unidos. El ideal, al igual que en los criollos ilustrados del siglo XVIII, era ser como esos países cultos y civilizados. El evolucionis- mo social, la antropometría, la eugenesia, la an- tropología criminal, la frenología y la higiene, eran vistos como los saberes científicos que po- drían llevar al país a vincularse definitivamente con la civilización encarnada por Europa y los Estados Unidos. Las ideas de Darwin y Spencer tuvieron gran influencia en esta época, porque podían fundamentar la noción de que tanto en los organismos como en las sociedades huma- nas rige la ley inexorable del progreso. Para los intereses de algunos intelectuales colombianos esa visión naturalista y evolutiva, donde se pasa de las sociedades simples a las sociedades mo- dernas, era perfecta para sacar a Colombia de su estado de atraso. Pero el punto clave estriba en que para estos intelectuales existe una tenden- cia de la naturaleza a “seleccionar” los mejor dotados e inteligentes y librarse de los menos capaces. La implementación del test psicomé- trico de López de Mesa debe ser analizada en esta perspectiva.
La nominación del laboratorio de psicotecnia que dirigía Mercedes Rodrigo como lugar fun- dacional de la psicología en Colombia, estable- ce la semejanza con el laboratorio de Wundt en Alemania (1879), que es considerado por muchos psicólogos el acto fundacional de la psicología como ciencia independiente de la fi- losofía. Por eso, Ardila (2008) puede decir en su prólogo Los laboratorios de la psique. Una historia de la psicología experimental en Colombia lo siguiente:
Los orígenes de la psicología como disciplina autó- noma, como área de conocimiento específica y no solamente como rama de la filosofía, están ligados a la aplicación del método experimental al estudio de la mente y del comportamiento. La psicología empie- za como campo de conocimiento específico cuando utiliza de manera sistemática la experimentación, el método preferido por los científicos. La creación del laboratorio de psicología experimental de la Univer- sidad de Leipzig, por parte de Wilhelm Wundt, se considera el punto de corte, el nacimiento de la nueva psicología (Ardila, 2008).
Los historiadores de la psicología han creado un escenario evolutivo y lineal que va desde el siglo XVIII con el nacimiento de la ciencia ilustrada, hasta las últimas décadas del siglo XX, cuando la psicología se encuentra ya madura (en su desarrollo evolutivo), es decir, cuando es una disciplina no sólo científica sino profesional. Rubén Ardila escribe al respecto:
Sin embargo, es importante indicar que la carrera de psicólogo en Colombia es una consecuencia de la madurez de la psicología como disciplina en el país, y no sólo de estas necesidades de trabajo aplicado. Durante las décadas de 1930 y de 1940 se había tra- bajado mucho en psicología y Colombia había recibi- do la influencia de los nuevos enfoques científicos y profesionales de la psicología a nivel mundial. (Ardila, 1999, pp. 59-67).
La profesionalización de la psicología se enlaza de este modo con la práctica científica y expe- rimental, hasta constituir una disciplina psi- cológica capaz de dar cuenta de las demandas sociales, las cuales pueden ser contestadas por profesionales científicos idóneos que pueden hablar desde un lugar de verdad. Las historias de la psicología en Colombia han caído en una especie de trampa autorreferencial, establecien- do periodos pre-psicológicos, psicológicos y psicológicos avanzados: trampas de periodiza- ción, donde los actores -científicos e historia- dores- construyen el tejido de la continuidad de la verdad a través del tiempo y la historia (Restrepo, 1998).
En 2009 se cumplieron 40 años de la Revista Latinoamericana de Psicología, fundada en 1969 por Rubén Ardila, quien la dirigió hasta 2004. Según Gutiérrez, Pérez y Plata (2009) esta revista tuvo como objetivo fundacional la elaboración de una serie de artículos históricos psicológicos tomando a Latinoamérica como referente geográfico. Gutiérrez y otros destacan que cuando fue creada dicha revista el interés principal en Latinoamérica era la “psicología clínica con enfoque psicoanalítico y una investigación activa en estudios transculturales de psicología social sobre aspectos como valo- res, personalidad, etc.” (Gutiérrez et al., 2009, p. 415). La Revista Latinoamericana de psicología ha sido como un faro para la “unidad” y la “unión de los psicólogos” en el continente, ya que esa unión y unidad siempre ha tenido un eje: una psicología científica y profesional. La creación de dicha revista y su permanencia por 40 años, la convierten en testigo directo de lo que sus fundadores y colabores llaman la “madurez de la psicología”.
Este año se cumplen 40 años de la fundación de la Revista Latinoamericana de Psicología (RLP). Es una ocasión para celebrar la madurez alcanzada por esta revista científica, que ha acompañado, sido testigo e importante promotor de la psicología como disciplina y como profesión en los países de habla hispana tanto de América como de Europa (Gutiérrez et al., 2009, pp. 413-428).
Pérez reafirma que en su “madurez”, la disciplina psicológica se fue liberando de una carga molesta y precientífica, que en este caso ya no era la filosofía sino el psicoanálisis. Ardila y otros historiadores fueron quitando de la psicología el lastre de la filosofía para constituir una psicología científica fundamentada en laboratorios y pruebas psicométricas, definiendo así el perfil de la profesión. Para esto, implantaron un retrovisor en su revisión histórica de la psico- logía del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. El problema en adelante era seguir una línea de continuidad entre los rudimentos de la psicología científica natural, evolucionista y experimental, con los desarrollos de la psicología en la segunda mitad del siglo XX, y en especial durante las décadas de los sesenta y setenta. Pero allí, había un pequeño problema: el psicoanálisis como teoría y práctica se había tomado la facultad de psicología del mayor centro de enseñanza del país: la Universidad Nacional.
Existe un artículo sobre la historia de la psicolo- gía que según Jaraba (2012) resultaba incómodo para la narrativa naturalista y evolucionista de Ardila: el texto de Álvaro Villar Gaviria titulado: Desarrollo de la psicología en Colombia. Aporte para el estudio de su historia, escrito en 1965 en la revista de Psicología. Villar no coloca como dato inaugural el laboratorio de psicotecnia de Mercedes Rodrigo, ni tampoco menciona a Caldas, pero en cambio coloca a la psicología como fundada por médicos, estableciendo así un enlace entre la psiquiatría, la psicología y el psicoanálisis.
Debía ser problemático este artículo para Ardila y su historia continúa de la psicología en Colombia, ya que había sido escrito cuando Villar era decano de Psicología de la Universidad Nacional de Colombia, pues sostiene que la psi- cología proviene del psicoanálisis:
He dado por sentado que el psicoanálisis no es una rama especializada de la medicina, y por mi parte no concibo que sea posible dejar de reconocerlo. El psicoanálisis es una parte de la psicología, ni siquiera de la psicología médica en el viejo sentido del término, ni de la psicología de los procesos mórbidos, sino simplemente de la psicología a secas (Villar, 1965, pp. 7-26).
Pero Villar no se detiene allí, sino que en sus referencias a los precursores de la psicología en Colombia menciona entre otros a Luis Jaime Sánchez, decano de la misma Facultad en 1953, nombrado por Villar como uno de los primeros que realizó un trabajo sobre el psicoanálisis. Otros psicoanalistas que se incluyen en este texto son Francisco Socarrás y Arturo Lizarazo (dos de los psicoanalistas fundadores de las dos instituciones psicoanalíticas en Colombia y afi liadas a la IPA). En últimas, este texto era una especie de historia del psicoanálisis y la psicología en Colombia, y como el mismo autor lo afirmaba, entre las dos había más cercanías que diferencias. Como el texto de Villar antecede al texto de Ardila, este último tuvo que hacer una serie de piruetas históricas para desconocer casi por completo la historia elaborada en él y posicionar la suya como historia oficial. Tal como lo muestra Jaraba.
Este pequeño ejemplo es sólo una ilustración del ca- rácter constructivo de todo relato histórico, pero so- bre todo de las luchas retóricas que se libran en torno a la legitimidad de tales construcciones, las que, como bien saben sus artífices, contribuyen a su vez a erigir los límites de los respectivos campos académico-pro- fesionales, así como a establecer las definiciones de las prácticas autorizadas dentro de los mismos cam- pos (Jaraba, 2012, p. 150).
El psicoanálisis aparece entonces como un obstáculo para la “unidad científica” de la psicología a la que aspiraba el relato de Ardila. Escrito que, finalmente, terminó triunfando sobre la narrativa de Villar, ya que poco a poco se fue imponiendo la idea de la unidad científica de la disciplina. Es así que ya en la década del 70 del siglo XX poco a poco esta tendencia se hizo oficial en las pocas escuelas de psicología en el país, siendo la principal de ellas la de la Universidad Nacional de Colombia. Las nuevas facultades de psicología que se iban a crear en los años 70 y 80 en Colombia iban a tener una nueva orientación, más científi- ca, experimental. Este hecho es constatado por Ardila con aires de triunfo: “Las nuevas Facultades de Psicología que se crearon a co- mienzos del decenio de 1970 tuvieron, por el contrario, un enfoque experimental, como fue el caso de la Universidad del Norte (en Barranquilla, 1971), de la Universidad Católica de Colombia (Bogotá, 1971), de la Universidad de San Buenaventura (Medellín, 1972) y de la Universidad de Los Andes (Bogotá, 1973). Se importaron aparatos de laboratorio o se construyeron localmente y la investigación experimental se priorizó en las Facultades de Psicología” (Ardila, 2012, pp. 79-86).
En el artículo titulado Análisis del comportamiento en Colombia: antecedentes y perspectivas (2006), la consolidación de la psicología científica en los años 70 y su ruptura con el psicoanálisis y la medicina imperante en las universidades Nacional y Javeriana se muestra como un “triunfo de la razón” y de los “nuevos aires” que venían del exterior. Se dice, además, que para el año de 1970 los estudiantes de psicología de la Javeriana “llevaron a cabo una mani- festación en la cual exigieron que se les enseñara Análisis Experimental del Comportamiento (AEC) y Análisis Conductual Aplicado (ACA). Cambios que se hicieron realidad gracias a la in- tervención del Decano, José Antonio Sánchez” (Aguilar, Gamboa, Hurtado, López & Pérez, 2006, p. 63).
Aunque en las décadas del ochenta y noventa hubo discusiones, rupturas, rencillas y choques sobre esta tendencia científica y experimental, se enfatizó que esta permitía a los psicólogos actuar de manera eficiente, autónoma, contras- table y replicable con el psicoanálisis imperante en algunas universidades como la Universidad Nacional. Así, se fue imponiendo eso que Ardila denomina la identidad psicológica, “un nicho propio que no provenía de la medicina como era el caso del psicoanálisis” (Ardila, 2012, p. 83). Tantos fueron los cambios en las relaciones de poder, que ya para la década del 90 y la primera década del siglo XXI el psicoa- nálisis había sido excluido casi por entero de todas las facultades de psicología en Colombia. En el caso de la Universidad Nacional esto conllevó a que los seguidores del psicoanálisis crearan la Escuela de Psicoanálisis y Cultura en el año 2001.
Con el propósito de transformar esta situación, en febrero de 1998 fue modificada parcialmente el plan de estudios de la Carrera de Psicología. En la práctica, este hecho ya implica una salida del Grupo de Psicoanálisis del campo de la carrera de Psicología, incluso del Departamento, si se tiene en cuenta que su presencia en este ha estado restringida durante su historia, a satisfacer las demandas docentes del plan de estudios de Psicología; trabajos centrados en otros ejes, tales como los de la investigación, las relaciones interdisciplinarias y la extensión, en los que el Psi- coanálisis tiene mucho que aportar, habían sido muy pocos y se realizaban a contrapelo de las exigencias de la carrera para cubrir todos los cursos. (Díaz et al., 1999, p. 89).
Este ejemplo muestra cómo la “unidad científica” de la psicología, la pretensión de verdad que ésta eleva, es un arma que sirve para excluir cualquier otra propuesta diferente. Es una verdad que se impone sobre otros saberes. La pregunta es la siguiente: ¿a qué se debe que para la década de 1990, el psicoanálisis haya sido derrotado por la psicología experimental? ¿Cuáles eran en ese momento los imperativos económicos y políticos que impulsaron el triunfo de la verdad de esta psicología experimental? La respuesta que intentaré ofrecer es que el psicoanálisis no se adaptaba a los nuevos imperativos de eficacia, gestión del comportamiento, administración de la conducta y rapidez de los tratamientos que imponía la nueva economía neoliberal que se abría campo en el país durante aquella época. Mi tesis será entonces que la psicología se hizo eco de las nuevas neurociencias del comportamiento porque estas, resonaban perfectamente con las nuevas tecnologías neoliberales de gobierno.
En efecto, a partir de la década del noventa del siglo XX y la primera del siglo XXI, la psicología se ha renovado a partir de las llamadas neurociencias del comportamiento, que se ha convertido en la ciencia de “moda” en los últimos años. Para ponerse a tono con lo que en la década pasada fue denominado por parte del gobierno de Estados Unidos “la década del cerebro”, los psicólogos en Colombia comenzaron a incursionar en ese tema, tomando la posta que les heredó Ardila en los años 70 con Darwin y la biología. La neurociencia del comportamiento muestra signos de vitalidad.
tanto en el campo clínico como en el básico. En el primer ámbito ha sido notable el aporte del Grupo de Neurociencias de Antioquia, liderado por Francisco Lopera, destacado internacionalmente por sus hallazgos en la genética de la enfermedad de Alzheimer. En el campo básico, se destacan varios grupos de neurociencias en las universidades de Los Andes, Nacional y Sabana en Bogotá y UIS en Bucaramanga (Annichiarico, Gutiérrez & Pérez, 2013, pp. 3-32).
Se ha evidenciado, en efecto, un aumento en la producción de artículos de psicología con respecto al tema de neurociencias del comportamiento. Por ejemplo, en un análisis realizado por los autores anteriormente referenciados de la década del 2000 al 2010, se encontró lo siguiente en la revista Universitas Psychologica de la Universidad Javeriana:
En los últimos años analizados (de 2001 a 2010) apa- reció la revista UP, en la cual se publicaron 33 artícu- los en neurociencias del comportamiento; en RLP se publicaron treinta artículos, en RMP veintidós y en RIP […] los artículos en neurociencias del compor- tamiento han ido en constante aumento; particular- mente en la última década se publicó más del doble de los artículos publicados en la década de los noventa. Por supuesto, parte del incremento de artículos se ex- plica por la adición de otra revista en el análisis; sin embargo, aun sin considerar los artículos publicados en UP, el incremento de artículos es de 35 % compa- rado con un incremento de 13 % de los años ochenta a los años noventa (Annichiarico et al., 2013, p. 14).
Este relevo de la psicología comportamental hacia las neurociencias del comportamiento nos muestra que la psicología ha venido construyendo desde finales del siglo XX un nuevo lugar de la verdad, esta vez haciendo alianza en secreto con las ciencias médicas, colocándose en el estatuto de ciencia y dejando atrás la “psicología de sillón”. Los programas de psicolo- gía en el siglo XXI incluyen en sus currículos algo que se ha denominado “Bases biológicas del comportamiento”, lo cual se agrupa bajo el nombre de “neurociencias” (neuroanatomía, neurofisiología, evaluación neuropsicológica, etc.). Todo esto permite completar la triada conformada también con el análisis experimental del comportamiento y la ciencia cognitiva. Así queda configurada una psicología como disciplina científica adecuada para que desde sus prácticas pueda gestionar las conductas desde la eficiencia y la efectividad que impone la nueva economía capitalista.
Al finalizar la primera década del siglo XXI comienzan a proliferar una serie de posgrados en Colombia. En el 2007, la especialización en Neuropsicopedagogía de la Universidad de Manizales, en el 2009 la maestría en neurociencias de la Universidad San Buenaventura de Bogotá, en el mismo año se abre la Maestría en neuropsicología de la Universidad Simón Bolívar en Barranquilla y la Especialización en Rehabilitación Neuropsicológica de la Universidad CES en Medellín.
¿A qué se debe este auge de las neurociencias en Colombia? Algunos autores como Rose (2012) han comentado que el interés por las neurociencias es otra manera de establecer una biopolítica al servicio de las lógicas políticas neoliberales. Lo relevante de las neurociencias es que puede explicar el psiquismo desde el cerebro y su neuroquímica: neuronas, sinapsis, membranas, receptores, canales iónicos, neurotransmisores, enzimas etc., convirtiendo así el psiquismo en un objeto a intervenir, un objeto que per- tenece a un individuo, a él y nada más que a él. Individualizando a la psique mediante el cerebro, se pretende ahora que la psicología ayude a sostener y conducir a un individuo productivo, es decir, un individuo adaptado y competente para las políticas económi- cas neoliberales. Y es ahí donde la psicología, como práctica científica y profesional, encuentra de nuevo su lugar de verdad, su norte, o más bien su próximo escaño para seguir evolucionando.
He dado por sentado que el psicoanálisis no es una rama especializada de la medicina, y por mi parte no concibo que sea posible dejar de reconocerlo. El psicoanálisis es una parte de la psicología, ni siquiera de la psicología médica en el viejo sentido del término, ni de la psicología de los procesos mórbidos, sino simple- mente de la psicología a secas (Villar, 1965, pp. 7-26).
En la Edición especial de la Revista Colombiana de Psicología de 1999 aparece una serie de artículos en conmemoración de los 50 años de la psicología en la Universidad Nacional, los cuales serían también los 50 años de la psicología como profesión en Colombia. Llama la atención que en varios de los artículos escritos por docentes, refieran que en la Universidad Nacional y en la Facultad de Psicología existía, en los años setenta del siglo XX, una especie de rechazo hacia la psicología experimental y el conductismo. Por ejemplo, Pérez (1999) en El laboratorio de aprendizaje y comportamiento animal. Desarrollo histórico:
Un grupo de estudiantes se declara enemigo de la ex- perimentación en Psicología. Cualquiera que se ma- nifestara experimentalista (o conductista) era califica- do como positivista, proimperialista, anticomunista, reduccionista y otros istas que revestían el carácter peyorativo. La Psicología debía ser psicoanalítica o a lo sumo piagetiana. La Psicología conductista era la psicología oficialista, propuesta por los gringos para oprimir a los pueblos del Tercer Mundo. Cualquier vestigio debía ser borrado y extinguido por completo. Los representantes de esta Psicología en la Univer- sidad Nacional eran los profesores conductistas, los laboratorios y... las ratas. El ataque comenzó contra todos a la vez, pero en especial contra las ratas y los demás animales de la colonia. Y comenzó desde 1983 muy soterradamente. Aquel grupo de estudiantes fue siendo identificado por sus compañeros como los mata-ratas. (Pérez, 1999, p. 116).
Aunque Pérez (1999) concluye que “En todas estas actitudes predominaba un propósito polí- tico, no un razonamiento académico” (p. 116), en realidad pretende ignorar que en toda actitud predomina un propósito político para colocarse en el punto cero que ya se comentó en las pági- nas anteriores. La práctica psicológica no puede colocarse en ese lugar aséptico con respecto a lo político. En la misma línea, Ospina (1999) dice sobre la exclusión de lo conductual:
En Psicología, mirábamos con menosprecio a quie- nes se plegaban a las formulaciones watsoniano- skinerianas y su modelo de análisis experimental del comportamiento; asistíamos con piadosa resignación al desarrollo de las propuestas curriculares aplicadas como las cátedras de psicometría o de entrevista psi- cológica. (Ospina, 1999, p. 54).
Y por el mismo sendero, Martha Restrepo narra cómo se convirtió en una pionera de la psicología experimental con su “primera inves- tigación experimental en comportamiento ani- mal que se realizó en Colombia” para después afirmar que en esa época (años setenta) “Había insatisfacción con una visión de la Psicología exclusivamente psicoanalítica” (Restrepo, 1999, p. 50). Es decir, lo conductual y lo experimental era excluido por una postura psicoanalítica que en esos momentos era dominante en la facultad de psicología de la Universidad Nacional. La pregunta que surge en estos tres relatos es en qué momento la psicología se tornó experi- mental, científica, conductista o lo que algunos llaman en la actualidad Cognitivo - conductual. Y la respuesta podría estar en lo que el mismo Ospina escribe en su relato histórico:
La perspectiva oficial se concretaba en el currículo de las ciencias humanas, en particular el de psicología con su enfoque desacralizado. Positivista, profesionalizante, centrado en la conducta, el fenómeno y el deseo, que buscaba la formación de tecnólogos de la conducta al servicio de los propósitos modernizantes del estado (Ospina, 1999, p. 54).
Lo anterior quiere decir que a pesar de que el psicoanálisis era la teoría que predominaba en la Facultad de Psicología en la Universidad Nacional, esta teoría no se salía de los parámetros positivistas y profesionalizantes, en contravía de sus mismos postulados, ésta no se podía concebir de otro modo, y mucho menos cuando la práctica psicoanalítica era ejercida desde la medicina, tal como lo comenta otro artículo de la misma revista titulado La presencia del psicoanálisis en la universidad:
EI Psicoanálisis se inicia en Colombia a través de los psiquiatras; algunos poseen formación psicoanalítica, pero en general es considerado como un instrumento más en el arsenal terapéutico. En la primera mitad del siglo, la Facultad de Medicina vive las inquietudes por las nuevas ideas de Freud, pero ello no trasciende a la academia formal, es decir, en ningún momento se crea una cátedra relacionada con el Psicoanálisis, Muy posteriormente, en los años 60, a nivel del posgra- do en Psiquiatría, el Psicoanálisis va a formar parte importante en la preparación teórica de los alumnos (Díaz et al., 1999, p. 87).
Lo anterior, torna la práctica psicoanalítica en una práctica médica más cercana a postulados biológicos que a los postulados de la epistemología freudiana psicoanalítica, además que el modelo psicoanalítico que imperó en Colombia era un modelo norteamericano al que se le de- nominó “dinámico”, práctica que es una especie de aplicación de los principios psicoanalíticos a una psicología general; lo que trata de realizar esta práctica psicodinámica es tomar los prin- cipios psicoanalíticos del inconsciente para tornarlos conscientes y aplicables en el contexto social, sobre todo el modelo norteamericano.
El Psicoanálisis que existió en la Universidad proviene del modelo que ofrecían las Sociedades de Psicoanálisis y su orientación negó de plano la investigación y la reflexión sobre los problemas de nuestra sociedad, lo que produjo un Psicoanálisis universitario igualmente imposibilitado para acceder al dominio de la teoría tal cual la trabajó Freud y su contacto con las innumerables dificultades de nuestra vida. Ese traslado del rnodelo de la enseñanza desde las instituciones psicoanalíticas resulta cada vez más patente y toma su cariz definitivo con el plan de estudios del Departamento de Psicología, implementado a partir de 1991 (Díaz et al., 1999, p. 88).
Fue así que el supuesto dominio psicoanalítico “dinámico” fue dando paso a las prácticas experimentales y cognitivas conductuales, lo cual se corrobora con lo escrito en otro artículo de la misma revista, La Psicología en la Universidad Nacional de Colombia: análisis bibliométrico de las tesis de grado (1999) donde se exponen los siguientes datos: “El 48% de las tesis corresponden a psicología de la conducta, seguida de psicoanálisis con un 28%, cognitiva 11%, psicometría con un 8% y psicología y sociedad con un 5%” (Casas, Giraldo & Niño, 1999, p. 145).
Estos datos muestran que entre psicología conductista y cognitiva (que en muchas ocasiones se muestran aliadas) tienen el 59% de los trabajos de grado en la Universidad Nacional, si a esto se le suma el 8% de psicometría, daría el 67% de trabajos que se ubican en la psicología experimental y científica, lo cual es un indicador de que el psicoanálisis, tal como lo han narrado algunos autores en los 80 y 90, había perdido el predominio (si alguna vez lo tuvo) dentro de la Universidad Nacional, por lo menos, en lo que concierne a trabajos de grado en psicología. Esta pérdida de terreno del psicoanálisis podría explicarse por la no aplicabilidad de esta teoría a los requerimientos de unas lógicas políticas y económicas que exigían efectividad, sobre todo en las políticas estatales, donde se necesitaban prácticas psicológicas que respondieran a la ra- cionalidad burocrática.
Desde el discurso oficial, las prácticas psicológicas estuvieron cercanas a las políticas de estado. En los últimos años del siglo XX y comienzos de XXI, las prácticas psicológicas no sólo entraron en una racionalidad científica sino a su vez comenzaron a constituirse desde una racionalidad técnica burocrática imperante que, como decía Marcuse (1993), imposibilita entender la realidad y se sostiene una subordinación al orden existente. El asunto a tratar en esta genealogía de la historia de la psicología en Colombia es que en las prácticas psicológicas, las lógicas racionales tecno-burocráticas han determinado a priori sus productos, su telos. Marcuse en este punto va en el mismo camino de Heidegger (1994) quien coloca a la técnica en el terreno que dificulta la posibilidad de desvelamiento, esto le permite a Marcuse afirmar que el peligro de la técnica moderna es su tendencia totalizadora, lo cual en la actualidad se ha convertido en una razón instrumental que atañe a lo ideológico, es decir, aquello que estructura una realidad. Es por eso que las relaciones de producción existentes en lógicas neoliberales se presentan como una forma organizativa aunque flexible que ayuda a presentar unas relaciones tecnológicas de la productividad que sirven de base a la producción económica neoliberal y también sirve para que las políticas públicas se justifiquen.
El método científico que lleva a la dominación cada vez más efectiva de la naturaleza llega a proveer así los conceptos puros tanto como los instrumentos para la dominación cada vez más efectiva del hombre por el hombre a través de la dominación de la naturaleza (...) La racionalidad tecnológica protege así, antes que negarla, la legitimidad de la dominación y el horizonte instrumentalista de la razón se abre a una sociedad racionalmente totalitaria. (Marcuse, 1993).
La finalidad de las políticas públicas es que sean funcionales y para eso hay que constituir prácticas eficaces, efectivas y eficientes: la racionalidad instrumental puede alcanzar esta meta de las tres “e”. Las prácticas psicológicas, al tener esas metas, tienen que fundamentarse desde una validez científica que pueda evidenciar que se obtienen mayores beneficios y menores costos, desde esta racionalidad económico-política se crea una validez científica experimental que no se puede refutar. La psicología en Colombia, desde su misma historia, podía proporcionar esa validez, ya que desde sus inicios la había alcanzado, de ahí en adelante en su curso evolutivo iba a realizar el siguiente paso, aquel que va de lo psicométrico a lo evidente. Por consiguiente, surge la siguiente pregunta: ¿Cómo se fue constituyendo esa racionalidad técnica burocrática en relación con las prácticas psicológicas? Para entender esto habría que seguir los pasos de dichas prácticas desde el uso de los test (psicometría) hasta la fundamentación de una práctica psicológica basada en eficiencia, eficacia y efectividad.
En el artículo de Ardila (1997b) titulado Test psicológicos en Colombia a finales del siglo XX plantea el cambio en la utilización de los test de 1977 a 1997, siendo Wechsler (WAIS y WISC), el más utilizado en los períodos analizados, este trata precisamente el tema de la inteligencia, pero el cambio más significativo sobre el uso de los test psicológicos en ese periodo fue el desuso de los test proyectivos (CAT, TAT) por el uso de los test de personalidad (MMPI, 16 PF), este cambio indica que los test más usados en la década de los noventa del siglo XX, eran los test que servían para los problemas educativos (inteligencia) y los de selección de personal (personalidad), aunque a veces se combinan la utilización de los dos test tanto en un campo como en otro.
El uso de pruebas psicológicas en procesos de selección no es asunto de los últimos años, en Colombia comenzaron a ser usadas y aplicadas en los procesos de selección adelantados por los organismos del Estado. La relación entre pruebas psicológicas y políticas de Estado siempre estuvo fuertemente marcada, desde Mercedes Rodrigo y su laboratorio de psico- metría, pasando por la aplicación de pruebas a los choferes del servicio público de la ciudad de Bogotá y a los empleados de la Contraloría General de la República en los años cincuenta del siglo XX; en el Servicio Civil, el SENA, el INCORA, el ICA y el IFI en los años sesenta del mismo siglo (Rodríguez, 1997). Pero lo más importante de dicha colaboración (Pruebas psicológicas y de Estado) fue la creación del Servicio Nacional de Pruebas, lo que constituyó el preámbulo para la realización de lo que denominó “los exámenes de estado o los exámenes del ICFES”, los cuales fueron obligatorios a partir de la década del ochenta del siglo XX para todo aquel que deseaba ingresar a la educación superior. Este examen comenzó a transformarse debido a la introducción de otras racionalidades políticas y económicas como el mismo ICFES reconoce:
Sin embargo, a partir del año 2000 el examen de estado para ingreso a la educación superior presenta una transformación cambiando su enfoque de contenidos a un enfoque por competencias. Este cambio se presenta debido a los cambios dinámicos que se produ- cen a nivel mundial y que están ligados directamente en el ámbito de las disciplinas que conforman el examen. El fenómeno de la globalización lleva tras de sí otro tipo de exigencias sociales, políticas, culturales y económicas, que unido con los nuevos propósitos educativos del país, forzaron la implementación de un nuevo tipo de evaluación. El examen debe estar alineado con los nuevos requisitos planteados en la legislación colombiana que adopta el país en materia de educación establecidos en la Ley General de Educación de 1994, en los primeros años a los a los indicadores de logros curriculares y en la actualidad a los estándares básicos de competencias (Colombia Aprende, 2009, párr. 6).
El Decreto 1781 de 2003 reglamentó y defi- nió, por primera vez, los exámenes de Estado de Calidad de la Educación Superior -ECAES, y a través del Decreto 3963 de 2009 se esta- blece el proceso de diseño de los nuevos exá- menes SABER PRO. Todos estos cambios se produjeron gracias a unas políticas públicas que tenían que estar a tono con las nuevas lógicas imperantes, asunto que Cecilia María Vélez White, ministra de educación, de ese año comenta:
Estamos en un mundo globalizado donde la capaci- dad del capital humano hacen más o menos atractivo un país, adicionalmente lo hace menos o más pro- ductivo o igualitario. Todo esto hace que busquemos estándares internacionales, nos estamos referencian- do cómo está Colombia con los demás países, ya lo estamos haciendo con dos exámenes (Colombia Aprende, 2010, párr. 9).
Productividad, evaluación y competencias, las nuevas categorías que comienzan a imperar en la educación y, por consiguiente, en las prácticas psicológicas relacionadas con la evaluación y medición. Es en este punto donde las personas pasan a ser contempladas como un recurso competitivo del que dispone las organizaciones, por eso, las evaluaciones tienen que dar cuenta de esa competencia para poder asegurar la productividad en su máximo nivel. Bajo la implementación de nuevas formas de gestionar el capital humano, las evaluaciones tenían que abordar la gestión por competencias, es decir, la gestión (conducción) de los sujetos trabaja- dores a ser más aptos y productivos.
Y comenzaron a presentarse trabajos de psicólogos que hablaban de competencias, o más bien: las prácticas psicológicas comenzaron a reconquistar un campo que les pertenecía. Como decía Chomsky, el concepto de competencia viene de una tradición más psicológica que lingüística, para este autor el concepto provenía de la psicología de las facultades. La eva- luación psicológica de las competencias apuntan a formar para el trabajo, claro está que un trabajo cada vez más flexible y menos seguro. Este aspecto es reafirmado por el documento elaborado por ASCOFAPSI y el ICFES titulado Competencias disciplinares y profesionales del psicólogo en Colombia, donde se dice:
Sin duda alguna, su auge principal en la educación en Colombia se da tanto a finales de la década de los 90´s como a inicios de la primera década del año 2000, desde el momento en que el Estado colombiano apuesta a nivel evaluativo por el enfoque de compe- tencias. Esta apuesta responde a tendencias interna- cionales, a la necesidad de diferenciación ocupacional y a la estrategia para enfrentar de otro modo la flexi- bilidad en el mercado laboral (Ballesteros, Gonzales & Peña, 2010, p. 4).
El conocimiento del alma es medido por indicadores y la evaluación psicométrica provee la información suficiente y adecuada para determinar cuáles serán los trabajadores más productivos (Rose, 1997). El papel de los psicólogos es encubierto en las lógicas del capitalismo, bajo la egida de la experticia y el conocimiento psi se colocan a favor de unas tecnologías que utilizan categorías como: capacidades, competencias y voluntades que funcionan en el mundo laboral en pro de la productividad. Dichas lógicas también son sostenidas por la evaluación psicométrica, estableciéndose qué tan autónomo puede llegar a ser el sujeto trabajador.
En un proceso de selección de personal se buscaría ubicar a las personas que puedan desarrollar una gestión responsable de su vida, utilizando pruebas, como son las de personalidad 16 PF, MMPI, entre otras. A partir de éstas se identifica a aquellos trabajadores que en sus resultados no evidencian indicadores clínicos, y se clasifica al sujeto dentro de rangos de lo normal y lo anormal, la salud y la enfermedad. De esta manera, el indicador clínico es señal de improductividad (Carvajal, Morales & Ulloa, 2007, p. 81).
El papel de la medición sigue siendo central en el desempeño de los psicólogos y es deseable que los profesionales tengan una formación adecuada en este campo (Puche, 2003). Las prácticas psicológicas a partir de la evaluación por competencias tiene que ser la disciplina pionera para realizar dichas evaluaciones ya que en la mayoría de conceptualizaciones sobre la competencia se comienza a hablar sobre comportamientos y aptitudes: trabajo en equipo, comunicación, iniciativa de cambio, asunción de riesgos, solución de conflictos. Un saber-hacer. El uso de las pruebas psicológicas y su importancia en la práctica psicológica en Colombia ha sido consecuencia de la inclusión de su uso dentro del POS; es decir, gracias a los procesos adelantados por el Estado y las políticas públicas de salud. Por eso, es obligatorio que las prácticas psi empleen en su ejercicio profesional técnicas y métodos suficientemente contrastados científicamente; al parecer, las prácticas que se fundamentan en la evidencia se cimientan en la eficacia y la relación costo beneficio, ya que son las empresas aseguradoras las que pagan por esas prácticas, y determinan la eficacia de tratamientos para trastornos específicos y elaboran guías de tratamiento ade- cuadas para casos clínicos concretos:
El interrogante sobre si nuestros diseños de inves- tigación tienen validez externa clínica no es solo un asunto académico, especialmente a la luz de las presiones comunes de la responsabilidad de la psi- coterapia. Este fenómeno es mundial y en países como Estados Unidos, donde las compañías de se- guros se interesan en la efectividad de los métodos de psicoterapia, se requiere cerrar la brecha entre investigación y práctica, que a su vez podría ser la meta tanto de clínicos como de investigadores. De acuerdo con lo anterior, las compañías de seguros podrían empezar a utilizar información de las tera- pias empíricamente validadas o con apoyo empíri- co para certificar el tipo y cantidad de intervencio- nes que juzguen razonables (Berrío & Hernández, 2003, p. 12).
Es así que en el siglo XXI las prácticas psicoló- gicas introdujeron en Colombia una psicología más científica, más evidente, más eficaz, y más cercana a la racionalidad burocrática neoliberal.
Cómo citar este artículo:: Gallo, A. (2016). Genealogía de la historia de la psicología en Colombia. Revista Tesis Psicológica, 11(1), 162-181.