MONOGRAPHIC SECTION RECALLING, REPEATING, REWORKING THE MEMORIES OF THE ARMED CONFLICT
Recepción: 15 Junio 2019
Recibido del documento revisado: 01 Julio 2019
Aprobación: 28 Septiembre 2019
DOI: https://doi.org/10.37511/tesis.v14n2a2
RESUMEN: La violencia política enmarcada en el conflicto armado interno, ha sido usada de manera simbólica para permear los conflictos cotidianos que se desarrollan en las zonas urbanas del país, donde la violencia ha inundado los barrios, especialmente los periféricos o populares. Es así como la Corporación Cultural Hatuey, ha venido desarrollando a través del Programa Memorias de Barrio, un espacio de acompañamiento psicosocial en la zona Alta de la localidad Santa Fe, ya que éste ha sufrido una ruptura como consecuencia de los hechos violentos que han acabado con la vida de aproximadamente 300 jóvenes habitantes del sector. El acompañamiento psicosocial que ha abordado a familias y familiares que han perdido a un ser querido por hechos de violencia social ha tenido como objetivo resignificar la vida de aquellas personas, lo cual se ha desarrollado a través de metodologías biográficas como los estudios de historias de vida y los encuentros conversacionales que han dejado como resultado la reconstrucción del tejido social, la documentación de los casos de violencia social, la resignificación de la vida de las personas fallecidas en hechos violentos junto a sus familias, el restablecimiento de la integridad emocional de las mismas y ha posibilitado la construcción de memoria histórica y social, junto con la resignificación del territorio. Reflexionamos sobre la importancia de ampliar las miradas sobre las afectaciones que han dejado el conflicto armado y las múltiples violencias en los barrios populares de las ciudades del país.
Palabras clave: acompañamiento psicosocial, acción comunitaria, violencia social, tensiones sociales, luchas barriales, violencia, conflicto urbano, memoria histórica - memoria colectiva, Derechos Humanos.
ABSTRACT: The political violence framed in the internal armed conflict has been used in a symbolic way to pervade the daily conflicts that develop in urban areas in the country, where violence has flooded districts, especially the peripheral and working-class ones. That is how the Corporación Cultural Hatuey, through the program Memorias de Barrio (District Memories), has been developing an accompaniment place in the higher area of the Localidad Santa Fe, since this area has suffered rupture as consequence of violent actions that have finished the lives of about 300 youth in the area. For this reason, the psychosocial accompaniment that has approached families and relatives who have lost a beloved one due to violent actions has had the aim to find a new meaning to the lives of those people. Such work has been done through biographical methodologies such as studying life histories and conversational meetings that, as a result, have brought the reconstruction of the social structure, documentation of cases of social violence, finding a new meaning to lives of people who died in violent actions, and restoring the emotional integrity of their families. It has also given the opportunity to build historical and social memory, along with a new meaning of the territory. In this light, we reflect about the importance of widening the view on affectations that armed conflict and multiple violent actions have left in the popular districts in the cities of this country.
Keywords: Psychosocial accompaniment, communitarian action, social violence, social tension, district violence, violence, urban conflict, historical memory - collective memory, Human Rights.
Introducción
En la historia de Colombia ha sido continua la presencia de la violencia, en el siglo XX y lo corrido del siglo XXI el conflicto que vive el país está relacionado con la violencia política, ya que hay inequidades, falta de acceso a la tierra, a la educación, a servicios de salud, falta de participación política, entre otras situaciones que no garantizan el goce pleno de los derechos haciendo imposible vivir dignamente, que al ser constantes dieron paso a otro tipo de respuestas por parte de las y los colombianos. Así, y aludiendo al derecho a la rebelión o también conocido como derecho de resistencia a la opresión, nacieron los grupos guerrilleros, que alzándose en armas demostraron la inconformidad que sentían frente al contexto político, social y económico que se vivía en el país ‒y que hoy por hoy no ha cambiado‒; y para sumar al conflicto, surgieron los grupos paramilitares y de la mano de éstos, la producción del narcotráfico.
En este contexto aparecen hechos violentos como: masacres, secuestros, narcotráfico, violaciones, asesinatos sistemáticos, abuso de autoridad, entre otros, que se convirtieron en prácticas y acciones, que bajo el conocimiento de algunos funcionarios de distintas instituciones estatales (fuerzas militares (FFMM), policía, fiscalía, jueces, etc.) y paraestatales (entiéndanse como fuerzas o grupos paralelos que han actuado ilegalmente en connivencia y auspiciados por el mismo estado 1), configuraron una forma de combatir las insurgencias, pero también de regular, delimitar y perpetuar la violencia como una manera de “limpieza social” mediante el abuso de fuerza y poder ( Suárez & Góngora, 2008).
Este ha sido un tema al que se le ha dado todo el protagonismo a lo largo de la historia de Colombia, por lo cual, el presente artículo reconoce otras violencias (diversas) que han sido generadas en la profundidad del conflicto armado interno, es por ello que el objetivo de la presente investigación, es el estudio de la violencia social desarrollada en los barrios de las periferias de las ciudades, una violencia en cuyo trasfondo hay tensiones de poder en relación con el contexto expuesto anteriormente.
El estudio se realizó en los barrios ubicados en el Centro Oriente de Bogotá, específicamente en la zona alta de la Localidad Santa Fe (UPZ 96). Mediante una metodología participativa a través del dialogo con los habitantes del sector, se fue recreando la memoria histórica de la zona, encontrando que los barrios fueron construidos en gran parte desde la violencia. Es así como, para los años 80’s, donde se vivía el auge de las pandillas que se disputaban los territorios con el fin de tener e imponer la fuerza sobre los mismos, se desplegaron actividades ilícitas como el tráfico y la posesión de armas, al tiempo que implicó en lo simbólico, invertir valores de las comunidades a fin de garantizar la sobrevivencia de sus habitantes, en palabras de los ciudadanos de la zona: para no dejarse de nadie, hacer de todo un negocio para tener el control y además hacer dinero, sin importar el cómo, de qué manera, sobre quién, ni las consecuencias. Esto condujo a que los barrios se sumergieran en una cotidianidad marcada por el miedo, la presencia constante de la muerte, lo que llevó a que varias familias perdieran a sus seres queridos.
De ésta manera y hasta la actualidad, se ha desplegado en el territorio una pauperización de la vida, ya entre otros fenómenos, los barrios comenzaron a tener presencia de expendios de drogas ilícitas, que impulsaron el tráfico y abuso en el consumo de dichas sustancias por parte de habitantes de las comunidades, afectando, especialmente, a la población joven; también aparecieron casas de lenocinio, donde se prostituyen mujeres entre los 13 y los 24 años de edad. Se habla de una micro-sociedad donde las ideas y sueños que han motivado y orientado la vida de las y los jóvenes desde entonces, han sido pertenecer a barras bravas de fútbol, organizarse en grupos de pandillas, ejercer actividades relacionadas con el microtráfico y el enfrentar a muerte al otro que es diferente.
Fue en este escenario que nació la Corporación Cultural Hatuey (en adelante CCH), como una organización social y comunitaria, que surgió en el año 1999 en el barrio El Dorado ubicado en la zona alta de la Localidad Santa fe, en Bogotá. En sus inicios se configuró como Colectivo Cultural “HATUEY”, realizaba ejercicios con un fuerte énfasis en las artes escénicas (teatro, comparsas, títeres, pantomima, etc.), luego, se dedicó a actividades de música y danza. Estas prácticas se desarrollaron por dos años seguidos, convirtiéndose de esta manera en un referente de creatividad para el barrio, invitando a otras y otros jóvenes a organizarse alrededor de espacios de creación artística. Producto de esta labor, emerge la necesidad de constituirse como persona jurídica, dando así nacimiento el 21 de abril de 2001, a la Corporación Cultural HATUEY.
Desde el 2002, a raíz del asesinato de una integrante de la organización 2, la CCH empezó a desarrollar un ejercicio de construcción de memoria histórica en los barrios de la zona alta de la Localidad de Santa Fe, exactamente de la UPZ (96) Lourdes; queriendo entender e identificar la historia, los hechos, los contextos y los daños generados, desde estos hechos de violencia que han atravesado a estos barrios históricamente. Desde entonces las actividades realizadas por la CCH, han tenido como objetivo la reivindicación de la vida de las y los jóvenes que por distintos motivos habían sido asesinados en el marco de la violencia social vivida desde 1986 y que sigue siendo un flagelo hasta nuestros tiempos. Por esto la CCH, comienza a pensarse en un acompañamiento educativo y psicosocial para estos territorios que tienen la necesidad de potenciar espacios para la resolución de conflictos, la resignificación de la Vida, la promoción, defensa y exigibilidad de los Derechos Humanos para una vida digna.
Bajo estos objetivos fue que la CCH crea el programa llamado: “Memorias de Barrio”, proyecto de Memoria Histórica que busca analizar las diferentes modalidades de violencia y producción de miedo colectivo, en tanto se convierten en prácticas de vulneración de los Derechos Humanos y reconocer los daños causados al colectivo-particular de sus comunidades que son las familias, y que fueron las primeras en ser abordadas por la CCH en este ejercicio, a través de la escucha y el acompañamiento a sus historias cargadas de duelos no resueltos, un inconsciente colectivo sin salud mental y un tejido social roto.
El trabajo de investigación – intervención desarrollado, conduce a hablar de esta zona como espacio de oportunidades para plantear apuestas para la reconstrucción del tejido social desde las mismas comunidades, en donde se busca que el ejercicio psicosocial sea una herramienta para la reconstrucción de memorias, lo que implica analizar y reflexionar sobre cómo las problemáticas que se vivieron y se viven diariamente son producto de tensiones estructurales, permitiendo que estas reflexiones posibiliten la consolidación de espacios abiertos para poner en diálogo social la importancia de hacer memoria en el territorio.
El acompañamiento psicosocial en la construcción de memoria
Uno de los factores que motiva la violencia política es el sostenimiento de un poder cuyo interés se centra en alcanzar el control de un territorio con el fin de obtener importantes réditos económicos. Esta situación, como se puede ver a lo largo de la historia, no ha cambiado, ya que inicia desde los enfrentamientos conquistadorconquistado y metrópoli-colonia de los siglos XV al XIX, continuando en las guerras civiles de la segunda mitad del siglo XIX, donde el contenido político es muy evidente, por ejemplo, las confrontaciones de partidos políticos, como Liberales y Conservadores ( Franco, 2003).
Estos fenómenos dan lugar a un ciclo de violencias que se han vivido en el país por más de 50 años, de los cuales ha quedado un porcentaje de víctimas no sólo desde el conflicto armado en las zonas rurales, sino también en los barrios de las ciudades, especialmente en aquellos ubicados en la periferia y de clase popular, que sumado a ello son referentes de recepción y concentración de personas en condición de desplazamiento forzado a causa del conflicto armado interno, convirtiéndose así en la exposición de la Violencia Social en todo su esplendor, pues reúne la violencia simbólica (el desarraigo), directa (despojo) y estructural (vulneración de Derechos), ahondando así en la segregación socio-económica de dichos territorios.
Los actos violentos ejecutados y la justificación de la muerte, concebidos como una forma de resolver los conflictos, se constituyen en un factor de riesgo para las personas que han sido afectadas directa, simbólica, psicológica, física y emocionalmente, impidiendo que sobrevivientes a hechos violentos o terceros afectados (familiares) realicen denuncias frente a lo ocurrido, toda vez que hechos de violencia producidos sistemáticamente son generadores de miedo colectivo 3.
Mantener el miedo colectivo ha servido entonces, como instrumento de regulación, con el fin de que tanto grupos al margen de la Ley como algunas élites políticas y económicas, lleven a cabo sus intereses y propósitos particulares en ámbitos sociales, políticos, culturales y familiares, entre otros, al respecto, Franco (2003), afirma que:
Las luchas por el control del estado, las rivalidades e intolerancias entre las organizaciones y distintos partidos políticos, las inconsistencias y debilidades de las prácticas en el ejercicio del poder han sido un elemento explicativo esencial de los diversos ciclos de violencia del país, con diferencias en el tipo y papel de los diversos actores, en los intereses particulares en juego y en las modalidades e intensidades de las acciones violentas (p. 25).
A lo anterior, se añade la naturalización de la violencia en la vida cotidiana, dado el alto consumo de medios masivos de información presentes en la televisión, radio, redes sociales, periódicos, donde las narrativas de algunos de estos medios, generan sentimientos de indignación, estigmatización y entre otras, indiferencia ante lo que sucede, pues sus contenidos juzgan y toman partido justificando o no los hechos violentos hacia las personas que fueron víctimas (de acuerdo a sus postulados ideológicos), lo cual descontextualiza y perpetúa en la cotidianidad los ciclos de violencia.
Esta situación no es ajena a las lecturas de contexto en la zona alta de la localidad Santa Fe en Bogotá, ya que se ha podido evidenciar el uso de matrices de contenidos en medios masivos de comunicación, que ahondan en las tensiones y las brechas sociales, generando estigmatización sobre el territorio y sus pobladores. Evidenciar la violencia vivida en el territorio, sin mencionar sus causas o sus contextos (inclusive históricos) el mecanismo más utilizado para promulgar opiniones respecto al “desarrollo social” del territorio, desde miradas punitivas frente a la “estabilidad generalizada de la ciudad”, lo que provoca la implementación de modelos de ciudad que van en contravía del fortalecimiento del tejido social y que estarán justificados en el desarrollo de una ciudad pacificada.
A partir del trabajo comunitario e investigativo, realizado por el programa Memorias de Barrio, de la CCH y en aras de plantear los debates en este artículo:
Violencia Social
Oquendo (2018) entiende por violencia social, “un sistema de control que ejerce la fuerza para dar solución a los problemas que causan conflictos, sin importar las consecuencias que pueda traer hacia la población” (p. 3). Adicional a ello y bajo la mirada de los tipos de violencia que propone Johan Galtung en su desarrollo teórico, la CCH en el marco del Programa Memorias de Barrio, comprende tres tipos de violencia social: simbólica, directa y estructural, las cuales se han evidenciado en la historia de los barrios del Centro Oriente de Bogotá.
La violencia estructural, se entiende por cualquier hecho violento provocado por las acciones de agentes o funcionarios públicos que se ven involucrados en hechos donde agreden a la población civil, esto a su vez es considerado como una violación a los Derechos Humanos. Por otro lado, la violencia simbólica, es aquella violencia que construye referentes de miedo generalizado y está presente en los imaginarios colectivos de una comunidad, porque en efecto ha vivido y vive contextos de constante violencia en diver-sas modalidades; situación que se aprovecha como estrategia mediática de sometimiento y promoción de un estado de Shock. Y por último la violencia directa, que está conceptualizada como los hechos violentos que atentan contra la integridad física, hasta llegar a arrebatar la vida a terceros, respondiendo a patrones y conductas derivadas del sistema de antivalores sociales del orden establecido, que buscan plantear un único sentido de sociedad, soportado en ideas tales como el machismo (la hombría, los celos, el amor romántico, el control), la xenofobia, la homofobia, el castigo ejemplar, las barras futboleras y la abolición de diversas expresiones juveniles ( Oquendo, 2018, p. 3).
Memoria histórica
Para el ejercicio realizado desde la CCH, la memoria es entendida como un mecanismo para no olvidar y luchar por la no repetición, pues, la tarea de reconstruir la memoria histórica se emprende desde la diversidad de los relatos y del significado que contienen los mismos, de tal forma, que no se condensan las memorias bajo una sola lógica narrativa. Lo que también tiene el potencial de ser un ejercicio en el que se reconoce a las víctimas y sobrevivientes, lo cual es una manera de reivindicar y mantener el compromiso firme frente a la no repetición.
Por otro lado, pensar en el concepto de memo-ria sugiere, no identificar lo que se guarda sino lo que se elimina de la mentalidad colectiva e individual, con fines políticos, de sometimiento social, económico y militar por parte de una minoría elitista sobre unas mayorías empobrecidas por tanto, desde la CCH pensar en memoria histórica, comprende una forma de transformar y reconstruir nuestros discursos a partir de lo vivido, pues es un campo de tensión donde se transforman o se retan las jerarquías, desigualdades, exclusiones sociales, aunque, también es un espacio donde se tejen amistades y se comparten experiencias, prácticas, posturas sociopolíticas que se socializan bajo un mismo interés. Además, la memoria nos permite abrir espacios donde hay multiplicidad de voces, experiencias e interpretaciones de las narrativas y las historias de los conflictos, de tal manera, que fortalece y brinda la oportunidad de habitar el pasado de otro modo ( Centro nacional de Memoria Histórica, 2013).
En el mismo sentido, hacer memoria permite en sí alzar la voz en contra del silencio y la invisibilización de muertes e injusticias cometidas en ausencia plena del estado, todo lo cual, lleva a hacer un llamado para luchar contra la impunidad y así mismo, posibilitando el debilitamiento de la hegemonía del poder, pues no solo garantiza que no haya una repetición sino que se da la apertura a otras formas de gobierno que propendan por la reestructuración del tejido social, o en palabras de personas que han vivido de cerca la guerra y el conflicto armado tanto en zonas rurales como en zonas urbanas, permitiendo el desarrollo de ambientes en los cuales “en la búsqueda de la paz no hay que elegir más personas que quieran guerra, personas que quieran más negocio sobre la misma sangre” ( Tejidos del viento, 2018. p. 110).
Acompañamiento psicosocial
El acompañamiento psicosocial, se concibe como un proceso que posibilita la visibilización de acciones y procesos comunitarios que a su vez involucra la academia, y esta por su parte mantiene el compromiso de un reconocimiento de carácter histórico-cultural, es decir, contextualizado en la estructura social que refleja las dinámicas relacionales que allí se desarrollan, atravesando lo individual, lo familiar y lo comunitario ( Marín & Zapata, 2017).
Se debe agregar que el acompañamiento psicosocial, responde a ciertas particularidades epistemológicas, académicas y ético-políticas, entre ellas a una lógica de involucramiento que acepta la heterogeneidad de las personas que conforman los colectivos (y a su vez, de las necesidades, los horizontes de movimiento, las dinámicas relacionales, entre otras características). Otra de esas particularidades es el papel dinámico y flexible que asume el profesional, en el que no adopta una posición anticipada ni fija, por el contrario se adapta a las demandas de las dinámicas de la comunidad, lo que da paso a la creatividad, flexibilidad y autonomía de los procesos (y de los aportes teóricos- académicos que se ajusten a los requerimientos comunitarios, sin devaluar y desestimar el saber popular); generando un conocimiento situado, como lo expresa Martínez (2014) “tiene unas coordenadas de producción muy específicas en el mundo social, y es esta localización terrenal lo que le conceden una “objetividad situada” o una validez ética y política” (p. 22).
Asimismo, cabe nombrar los aportes de Bello y Chaparro (2011), sobre los fines que deben orientar el acompañamiento psicosocial, entre éstos se encuentra la cooperación para la reconstrucción de la identidad y la dignidad, asumiendo y respetando su transitoriedad y reconociendo su estado jurídico, social y subjetivo. Aportar en el proceso de empoderamiento, autonomía, fortalecimiento en la capacidad de toma de decisiones, control y acción, comprender y reconocer las interpretaciones y significados de las personas, los colectivos que le otorgan a las distintas experiencias favoreciéndolas con una potenciación de recursos y posibilitar la reconstrucción del tejido social.
En la labor desarrollada por la CCH, el acompañamiento psicosocial está caracterizado por ser un escenario donde los profesionales facilitan las condiciones para que los protagonistas del cambio sean los y las habitantes del territorio, ya que se busca la organización comunitaria, desde donde se identifiquen y potencien los recursos y estrategias personales, para la transformación de sus condiciones, haciendo evidente apuestas por la organización, la reafirmación, y la exigibilidad de Derechos. Para ello es necesario, realizar una lectura política situada y también, de las condiciones económicas y sociales de las personas que son acompañadas; de igual manera, este ejercicio de acompañamiento psicosocial ha estado enmarcado por apuestas humanistas y postulados feministas que posibiliten reconocer las múltiples discriminaciones dada por los sistemas de opresión frente a las condiciones de género, etario, ubicación geográfica, ascendencia, desplazamiento, de víctima de algún conflicto armado o discriminación étnica. Y a su vez, lo rigen postulados decoloniales y situados, es decir, que estén basados en conocimientos locales y críticos, que permitan reconocer los saberes propios del territorio, desde su historia, y sus estrategias para que los potencie; al igual que los saberes de cada persona profesional del equipo que acompaña y sus propias transformaciones a partir del acompañamiento ( Herrera y Oquendo, 2018).
Dentro del Programa Memorias de Barrio de la CCH, el acompañamiento psicosocial a las familias y familiares de las personas jóvenes del territorio que han sido asesinadas entre los años 80’s y hasta el presente, se ha desarrollado por medio de encuentros conversacionales cuyo objetivo ha sido tramitar el dolor, las secuelas que dejan los hechos violentos, las muertes de sus seres queridos y la necesidad de resignificar su vida, a través de diálogos entorno a la conmemoración de la vida de éstas personas, abordando también la situación del barrio en el que sucedieron los hechos violentos, a fin de registrar las narrativas situadas. Así se generó una reflexión y un análisis por parte de las personas acompañadas sobre el momento y las condiciones en las que se dieron los sucesos violentos, realizando un gran aporte al análisis de contexto situado en el momento de los hechos.
Cabe resaltar que los encuentros realizados desde el acompañamiento psicosocial, han posibilitado la comprensión de las dinámicas, sus actores, las disputas, y las consecuencias que ha dejado la violencia social y por lo mismo, ha generado la tarea de construir memorias de esas historias, que se han venido tejiendo a través de actos conmemorativos públicos y privados, creando así perfiles humanizados de las personas que ya no están entre nosotros y nosotras, posibilitando el encuentro entre familias-familiares con las y los demás habitantes del territorio desde otras orillas que dignifiquen y reivindiquen esas vidas; por ejemplo, hablando de los sueños de aquellos y aquellas jóvenes por medio de dispositivos artísticos y culturales que transgreden simbólicamente las situaciones de acallamiento y resguardo de sus familiares asesinados que han caído en el olvido, volviendo a las calles a través de la resignificación de espacios físicos del territorio (calles, esquinas, parques, etc.) que han sufrido los estragos de la violencia, pero también de espacios de creación artística (calendarios) 4, entre otros de orden público que movilizan las memorias comunes entre la población y que permiten así tejer lazos nuevamente.
Discusión
Desde hace 20 años en los barrios El Dorado, Los Laches, San Dionisio, Egipto, El Consuelo, entre otros de la zona alta de la Localidad Santa Fe, la CCH da lugar a diferentes acciones artísticas, culturales, espirituales y de movilización, como modos que comunican el pasado violento con el presente de memorias vivas, para reivindicar a aquellas mujeres y hombres que por hechos de la violencia social hoy ya no se encuentran habitando el territorio. Por tal motivo, estos actos conmemorativos han tenido un alto impacto y significado para los habitantes de la zona alta de la Localidad Santa Fe, de manera tal que por medio de la música, eventos como el “Festival Arte y Paz” 5, obras de teatro, gale-rías fotográficas, misas, entre otras, de orden público, se ha permitido la reconstrucción del tejido social, las luchas sociales y comunitarias, sobre todo, se ha logrado abrir otros espacios de reflexión, reconocimiento y comprensión de las situaciones que a diario tienen presencia particularmente en los barrios populares de Bogotá.
De igual manera lo señalan los autores Sierra-León (2014) y Uribe-Alarcón (2016) (citados por Gómez y Ramírez 2017, p. 509) quienes hablan de la conmemoración como una forma de manifestación simbólica donde se pueden expresar las situaciones abiertamente y hacer visibles las denuncias sociales frente a sucesos que deja la violencia, convirtiéndose así en otra herramienta que permite transformar, resistir y lograr un empoderamiento de manera colectiva ante las situaciones emergentes.
Estos ejercicios de memoria realizados en el marco de expresiones artísticas-culturales y comunitarias, que han sido impulsadas desde el acompañamiento psicosocial han posibilitado construir otros relatos para la vida de los habitantes de la zona alta de la Localidad Santa Fe, ya que hablar de los dolores que han producido los hechos violentos, se han generado reflexiones que conducen a hacer memoria sobre personas que deberían estar construyendo y aportando al territorio, trabajando hombro a hombro para que la violencia no logre arrebatar del seno de las familias a otro ser querido.
Es así, como el acompañamiento psicosocial realizado a través de encuentros conversacionales y los actos de conmemoración –que dependen y obedecen a los deseos de sus familias y por ello varían desde Eucarísticas hasta resignificación artística de espacios físicos dentro de los barrios de la zona–, realizados en el Centro Oriente de Bogotá, impulsados por la CCH terminan siendo recursos individuales y colectivos, generadores de conciencia, de transformación, de identidades y en los que se da apertura a oportunidades de construcción de territorios en paz, con justicia social.
El acompañamiento psicosocial que se brinda en el marco del programa Memorias de Barrio, a la comunidad del Centro Oriente de Bogotá, se concibe como una herramienta de reconstrucción de la memorias, donde existe la posibilidad de responder no sólo a procesos caracterizados por hechos violentos ya sea de índole individual o colectivo, sino que, además, sus acciones están orientadas en construir escenarios que a partir del encuentro y la realidad de las personas, se permita dialogar y caminar en comunidad hacia soluciones pacíficas, no violentas de los conflictos que hoy aquejan los territorios, bajo una perspectiva integral que posibilite guiar sus esfuerzos hacia la re-significación de la vida, la promoción, defensa y exigibilidad de los Derechos Humanos.
La lucha por la memoria se fundamenta en la reivindicación y en el entender la historia del país, asumiendo sus retos y las posibilidades de transformación, como una propuesta y una apuesta de resistencia civil por la dignidad humana, que en palabras de personas que habitan el barrio El Dorado, reafirman lo dicho anteriormente “la vaina de la memoria es no olvidar, es hacerle ver a los otros jóvenes lo que pasó en el barrio, para la no repetición” (Centro documental Memorias de Barrio, 2018). Por tal motivo, para la CCH ha sido tan importante el acompañamiento a los y las habitantes del territorio de nuestros barrios, pues afrontar el pasado de violencia, implica reconocerlo no como un asunto individual sino como una cuestión social, pública y estructural, pues en la reconstrucción de la memoria es fundamental reconocer y hacer públicas las voces que han sido silenciadas, que se han mantenido resistiendo activamente con el fin de evitar el olvido, siendo este un proceso de fortalecimiento con sigo mismo y con la comunidad que afronta diariamente los mismos conflictos.
De la misma manera, la observación, la narración, el diálogo, el estar ahí, ha permitido evidenciar que el acompañamiento psicosocial es una herramienta que abrió la posibilidad de reconocer y resignificar las realidades y experiencias de los y las habitantes de los barrios de la zona alta de la Localidad de Santa Fe, siendo este un proceso satisfactorio y enriquecedor, que posibilitó reconocer de una forma amplia y profunda las subjetividades que tiene la comunidad ante el fenómeno de la violencia social.
Por tanto, dichos procesos de diálogo, investigación, visitas y de creación, han llevado a reconocer las fortalezas, habilidades, falencias, entre otras del acompañamiento psicosocial; actitudes y aptitudes que se presenciaron en los encuentros con las familias, puesto que es inevitable que las conexiones emocionales no sean bidireccionales, es decir, cada experiencia contada y escuchada transmite emociones y sentimientos que llenan de alegría, tristeza, rabia, miedo, juicios, expectativas, entre otras, pues, el entrar a otro contexto y darse cuenta de las realidades, de las adversidades y de las vulneraciones que ha sufrido la gente, estas no dejan de provocar frustración, pero a su vez motiva a seguir trabajando, acompañando, construyendo y volviendo realidad el sueño de otras comunidades posibles.
El acompañamiento realizado con las familias y familiares de las personas asesinadas por hechos violentos, en el Centro Oriente de Bogotá, invita y nos permite pensar no solo desde el acompañar, sino también en todas las dimensiones que se encuentran en la dinámica del contexto social desde el involucramiento en cada narrativa, en lo simbólico, en la cultura. Tal como lo menciona Villa (2012).
Es necesario y pertinente una reflexión profunda de lo que significa hacer intervención desde un enfoque psicosocial, con el fin de desarrollar habilidades, competencias y conocimientos que posibiliten actuar en estos escenarios diversos, no solamente desde visiones teóricas o paradigmáticas, sino que lleven a la implicación e inclusión como actores transformadores dentro de estos procesos sociales (p. 355).
Conclusiones
La violencia social que viven los barrios populares, no es normal, por el contrario, es un fenómeno que está naturalizado y se expresa masivamente a través del machismo, la hombría, los celos, el amor romántico, el control, la xenofobia, la homofobia, el castigo ejemplar, la abolición de diversas expresiones juveniles, entre otras, que no son otra cosa que la triangulación de los ciclos de violencia: simbólica, estructural y directa.
El acompañamiento psicosocial y el quehacer de las memorias de los barrios son apuestas que aportan significativamente al fortalecimiento del tejido social, cuyo objetivo va más allá del recordar hechos violentos, reivindicando así la vida de las personas que ya no están y apostando por acciones concretas que promuevan la no repetición y por ende la exigibilidad de derechos hacia una vida digna; además nos permitimos tomar una postura desde estos enfoques, ya que brinda la posibilidad de partir y tener en cuenta elementos no solo racionales y lógicos, sino también emocionales, relacionales donde los sentimientos y las creencias de cada quien tienen un papel importante.
Es importante, hacer del acompañamiento psicosocial un proceso y desde allí, ampliar las miradas del contexto de las comunidades a ser acompañadas, ya que, la violencia que ha vivido el país no solo se basa en el conflicto armado, social y político. Es así como se propone ahondar la crisis social y humanitaria de las ciudades, especialmente de los sectores populares, donde se han generado otras modalidades de violencias, siendo importante 1) Reconocer los hechos ocurridos; 2) Hacer claridad del momento histórico y los intereses de implementar el ejercicio de la Violencia social; 3) Reconocer en los daños causados, posibilidad de encuentros y diálogos transformadores; 4) Movilización social y pública de la memoria hacia la construcción de caminos de no repetición de la violencia como único camino para solucionar conflictos.
Referencias
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Notas