RESUMEN: Antecedentes: El estudio del reconocimiento facial de las emociones ha tomado una relevancia importante en el campo de la cognición social, principalmente en lo relacionado con las dinámicas de interacción social, la adecuación de conductas al medio y en el establecimiento de las relaciones interpersonales. Objetivo: El objetivo de este artículo es describir y comparar el reconocimiento de emociones faciales en personas diagnosticadas con trastorno límite de la personalidad. Metodología: Se seleccionaron 30 pacientes diagnosticados con trastorno límite de la personalidad y 30 personas de población general en una institución de salud de la ciudad de Medellín, Colombia. Se aplicó una serie de pruebas a la población: un cuestionario sociodemográfico, el Ineco Frontal Screening, el WAIS 4 para prorrateo de inteligencia y el Cuestionario de Reconocimiento de Emociones Faciales (CREF). Resultados: Los resultados mostraron que existe una diferencia significativa en el reconocimiento de emociones faciales entre la población general y la población diagnosticada con el trastorno. Conclusiones: Se concluye que las personas diagnosticadas con trastorno límite de la personalidad presentan menor rendimiento en el reconocimiento de emociones que la población no clínica
Palabras clave:psicologíapsicología,reconocimiento de emociones facialesreconocimiento de emociones faciales,emocionesemociones,Trastorno de Personalidad LímiteTrastorno de Personalidad Límite,relaciones interpersonalesrelaciones interpersonales.
ABSTRACT: Background: The study of the facial emotion recognition has gained important relevance in the field of social cognition, mainly in what is related to the dynamics of social interaction, the adequation of conducts to the environment, and the establishment of personal relationships. Objectives: The objective of this article is to describe and compare the facial emotion recognition in people diagnosed with borderline personality disorder (BPD). Methodology: Thirty patients diagnosed with BPD and thirty people from the general population were selected in a health institution in Medellín – Colombia. A series of tests was applied: sociodemographic questionnaire, Ineco Frontal Screening, WAIS 4 to prorate intelligence, and the Facial Emotion Recognition Questionnaire (FREQ). Results: The results showed a significant difference in facial emotion recognition between the regular population and the people diagnosed with the disorder. Conclusions: It is concluded that people diagnosed with BPD present a lower performance at recognizing expressions than those of the non-clinical population
Keywords: psychology, facial emotion recognition, emotions, Borderline Personality Disorder, interpersonal relationships.
Perspectivas de intervención
Comparación del reconocimiento de emociones faciales en la personalidad límite y población no clínica*
Comparison of facial emotion recognition between people with borderline personality Disorder and non-clinic people
Recepción: 01 Diciembre 2019
Aprobación: 28 Junio 2020
Actualmente el estudio del reconocimiento facial de las emociones ha tomado una relevancia importante para el campo de la investigación en la cognición social, principalmente en lo relacionado con las dinámicas de interacción social (Santamaría-García et al., 2020). Los aspectos del reconocimiento facial de las emociones influyen en el establecimiento de las relaciones interpersonales, en la adecuación de conductas y en la interpretación de las posibles consecuencias interpersonales que puede traer para un individuo una disfunción en esta área (Tarnowski, Kołodziej, Majkowski & Rak, 2017). Se plantea entonces que “la expresión facial permite la comunicación, adecuación y regulación de las emociones dentro del contexto social” ((Gordillo et al., 2013 p.19).
La interpretación de las expresiones faciales se ve determinada por diversos aspectos como son: la edad, el sexo, la cultura y la presencia de enfermedades o trastornos que pueden llevar a la alteración de esta función. “En el ámbito social surgen sutiles matices en la percepción e interpretación de la expresión facial que son reflejo de la diversidad y complejidad de nuestras motivaciones, necesidades y, por supuesto, del contexto personal y cultural que las engloba” (Gordillo et al., 2013, p.20).
Se plantea que el reconocimiento de emociones faciales se da a través de tres tácticas complementarias. La primera es la percepción, que se somete a la activación de la corteza visual ante las características geométricas presentes en el rostro, siendo un medio para descubrir aspectos fundamentales como el género y la edad (Adolphs, 2002). El segundo momento, consiste en un análisis de los rasgos del rostro que manifiestan emoción, lo que depende de la unión de diferentes áreas corticales. Y el tercer medio se basa en activación de zonas de la corteza motora, lo que hace que se imagine lo observado y se establezca un estado emocional acorde a este (Cavieres & Valdebenito, 2007). De manera conjunta el funcionamiento de esta capacidad necesita del involucramiento de varias estructuras del cerebro como la corteza temporo-occipital, en especial el giro fusiforme, las zonas orbito-frontal y parietal derecha, la amígdala y los ganglios basales (Adolphs, 2002).
La capacidad para identificar las emociones en la expresión facial, aparece en las personas desde los seis meses de vida (Téllez-Vargas, 2006), cada una de las áreas anteriormente mencionadas comienzan a perfeccionarse debido al aumento de su desarrollo, es por esto que “el reconocimiento de emociones aparece entonces como una habilidad que mejora con el tiempo” (Molinero, Bonete, Gómez-Peréz & Calero, 2015, p. 368). Sin embargo, algunas investigaciones han encontrado que en este desarrollo se presentan diferencias significativas entre hombres y mujeres, demostrando mejor rendimiento las mujeres en las puntuaciones totales de las pruebas, tanto para el reconocimiento total, como con cada emoción por separado, efecto que es más notorio para el caso del reconocimiento de “miedo” (Molinero et al., 2015).
Ahora bien, el reconocimiento de estas emociones ha buscado ser explicado desde diferentes aspectos epistemológicos. Actualmente la Teoría de la Mente (ToM), la ha propuesto como una destreza o habilidad que prepara a los humanos para revelar los estados mentales personales y los de los demás (Zegarra-Valdivia & Chino, 2017). La Teoría de la Mente, contempla diversos conocimientos y conceptos que permiten comprender y predecir las conductas humanas, esto basado en la interpretación de las creencias, deseos, sentimientos e intenciones de los demás, aspecto relevante para el establecimiento y desarrollo de relaciones interpersonales de manera efectiva (García, Gonzáles & Maestú, 2011).
Esta capacidad es innata y madura, de igual manera que el reconocimiento emocional desde el segundo año de vida (Zegarra-Valdivia & Chino, 2017) y lo seguirá haciendo de forma sucesiva hasta que concluya su desarrollo (Uribe, Gómez & Arango, 2010). Se propone además que el desarrollo de reconocimiento emocional es una habilidad precursora de otras capacidades de comprensión de estados mentales, aspectos como el reconocimiento de la falsa creencia de primer y de segundo orden, la comprensión de comunicaciones metafóricas y aspectos lingüísticos como la ironía, la mentira y la mentira piadosa, la identificación de los estados mentales a través de la mirada, la empatía y los juicios morales serían estadios de desarrollo posterior (Zegarra-Valdivia & Chino, 2017).
Actualmente, se ha encontrado en diversos estudios que existe una dificultad en el reconocimiento de emociones con relación a diferentes trastornos, aspecto que dificulta el funcionamiento y representa al sujeto una dificultad clara para la adaptación conductual y emocional al contexto (Santamaría-García et al., 2020).
En las personas con esquizofrenia se ha encontrado que desde los inicios del desarrollo de esta enfermedad en el individuo, se presenta una dificultad para percibir el rostro de manera holística, generando una imposibilidad para integrar todas las señales faciales para la adecuada interpretación (Randers et al., 2020).
En cuanto al autismo, se ha propuesto que el funcionamiento social disminuido es influenciado por la dificultad en la lectura de las señales emocionales faciales, tanto en la expresión apropiada a las exhibiciones emocionales, como en el intercambio de emociones en ámbitos interpersonales (American Psychiatric Association, 2014). De manera similar, en las personas depresivas se evidencian efectos en la interacción social, en los cuales se presenta un insistente impedimento en el reconocimiento de emociones como la felicidad en los demás, lo que crea una dificultad en la receptividad de emociones positivas en estos pacientes (Zwick & Wolkenstein, 2017).
Se han hallado asociaciones entre algunos trastornos de la personalidad con alteraciones en el desarrollo de la teoría de la mente principalmente el trastorno antisocial y el trastorno límite de personalidad. Los individuos con personalidad antisocial son descritos como personas emocionalmente planas, frías, que se muestran superficialmente encantadoras e irresponsables, rasgos que están presentes desde edades tempranas; en este trastorno, se encontró que las problemáticas en la apreciación y procesamiento emocional, en específico la decodificación de señales faciales relacionadas con la angustia o el malestar, pueden propiciar actos nocivos en personas predisponiéndolas al acto violento (Schönenberg, Mayer, Christian, Louis & Jusyte, 2015).
Para realizar esta primera parte del examen clínico, se solicita que la madre o el responsable apoye la nuca del bebé en el espacio entre el brazo y el antebrazo y luego se le pide que sostenga las manos del bebé. En seguida, para elevar la lengua del bebé, se introducen los dedos índices con guante por debajo de la lengua, por los márgenes laterales, para poder hacer la elevación. Es preciso tener mucho cuidado de no abrir exageradamente la boca del bebé y eventualmente perjudicar la articulación temporomandibular.
Para el triaje neonatal (realizado en las primeras 48 horas después del nacimiento), se realiza solamente la evaluación anatomofuncional del bebé, considerando que el bebé demora de 15 a 20 días en adaptarse a las nuevas condiciones de vida. Esta evaluación inicial permite diagnosticar los casos más severos e indicar la frenotomía lingual (corte en la lengua) durante la maternidad.
Si la suma total de las puntuaciones en la evaluación anatomofuncional del protocolo es igual o mayor que 7, se puede considerar la interferencia del frenillo en los movimientos de la lengua y orientar a la familia sobre la necesidad de cirugía. La única parte del protocolo que puede ser aplicada de forma aislada y cuyas puntuaciones pueden ser consideradas de igual manera es la evaluación anatomofuncional. En los casos donde hay duda —generalmente cuando la puntuación total es entre 5 y 6— o no es posible visualizar el frenillo lingual, el bebé es derivado para un retest con 30 días de vida y los padres son informados sobre posibles dificultades en la lactancia materna, para que no ocurra el destete precoz en este periodo
En la succión no nutritiva se evalúa el movimiento adecuado de la lengua. En la succión nutritiva, donde se observa al bebé lactando durante 5 minutos, se evalúa: a) ritmo de succión (observar grupos de succión y pausas), b) coordinación entre succión/deglución/respiración, c) si muerde el pezón y d) si se presentan chasquidos durante la succión.
Para determinar el valor según el protocolo, la puntuación total de la evaluación de la succión no nutritiva y la nutritiva es igual. Cuando la suma de la evaluación de la succión no nutritiva y la nutritiva es mayor o igual a 2, el frenillo limita los movimientos linguales. Cuando la suma del examen clínico es mayor a 9, el frenillo limita los movimientos linguales.
Para finalizar, cuando la suma de la historia y el examen clínico es igual o mayor a 13, el frenillo limita los movimientos linguales.
El trastorno límite de la personalidad es definido por la American Psychiatric Association (2014) como “un patrón de inestabilidad de las relaciones interpersonales, de la imagen de sí mismo y de los afectos, con una impulsividad marcada. Comienza antes de la edad adulta y está presente en una variedad de contextos” (p. 663). En el trastorno límite de la personalidad se presentan síntomas específicos como el comportamiento suicida repetitivo, la auto-lesión, las explosiones agresivas, el aumento de la reactividad emocional, e incluso, la disociación se manifiesta en un contexto interpersonal. Se estima que la prevalencia de dicho trastorno se encuentra entre un 1,6 %, y un 5,6% de la población a nivel mundial (American Psychiatric Association, 2014). En Colombia la presencia de estos rasgos de personalidad demuestra unas cifras de 3,5 % de prevalencia en mujeres y 2, 8% en hombres universitarios de la ciudad de Medellín (Ferrer et al., 2015).
Los estudios que examinan el reconocimiento de la emoción en el trastorno de personalidad límite enfatizan que las dificultades en las relaciones interpersonales pueden estar relacionadas con una detección e identificación menos precisa del afecto facial en los otros (Bland, Williams, Scharer & Manning, 2004; De Paoli, Fuller‐Tyszkiewicz, Huang & Krug, 2020; Unoka, Fogd, Füzy, & Csukly, 2011). Los resultados de estos estudios han indicado una exactitud sustancialmente más baja del reconocimiento de la expresión facial, particularmente para las emociones tales como enojo, miedo y disgusto.
Los estudios también ponen de relieve que los pacientes con el trastorno experimentan dificultades para procesar emociones negativas como tristeza intensa, ansiedad, vergüenza, culpa e ira, y que estas dificultades afectan la capacidad de identificar expresiones faciales particulares (Yeh, Lin, Liu & Fang, 2017). Es por esto que se refiere que “la detección y el reconocimiento del afecto facial son componentes clave de la comunicación no verbal y de las interacciones sociales, y estos pueden verse comprometidos en el trastorno de la personalidad límite” (Unoka et al., 2011).
Según lo anterior, en el trastorno de personalidad límite es importante tener en cuenta la multiplicidad de alteraciones en el funcionamiento interpersonal, lo cual le ha llevado a convertirse en uno de los principales síntomas a intervenir. Actualmente se propone que estas alteraciones son resultado de disfunciones en el área del reconocimiento emocional, lo que genera dificultades en la interacción social, el establecimiento de vínculos sanos y adaptativos con los otros y en el adecuado reconocimiento de las intenciones y emociones en los demás que les llevan a desarrollar trastornos emocionales, auto lesiones y conductas agresivas e impulsivas (Yeh et al., 2017).
Este tema refiere por lo tanto, una necesidad investigativa debido la cronicidad de los síntomas y al grado de disfunción que presentan este tipo de pacientes, paradójicamente la investigación realizada en esta área aún es escasa y requiere mayor desarrollo y reconocimiento acerca de los mecanismos de manifestación de este fenómeno. Por lo tanto, el objetivo general de la actual investigación es comparar la capacidad de reconocimiento facial de emociones entre personas diagnosticadas con trastorno límite de la personalidad y un grupo control de la ciudad de Medellín.
Estudio de tipo observacional, cuantitativo, con un alcance descriptivo-comparativo, transversal, prospectivo. Las variables seleccionadas para el estudio fueron las emociones (alegría, tristeza, ira, miedo, asco, sorpresa) y la expresión neutra, la edad en un rango entre los 18 a 60 años, la escolaridad desde bachillerato hasta posgrado, población con diagnóstico de trastorno límite de la personalidad y población no clínica (sin diagnóstico), hombres y mujeres de la ciudad de Medellín.
El estudio se realizó con 30 personas adultas seleccionadas mediante un muestreo no probabilístico por conveniencia. Esta presentó un rango de edad de 18-60 años, diagnosticadas con trastorno límite de la personalidad, bajo los criterios diagnósticos del DSM V; y 30 participantes de la población general de la ciudad de Medellín con el mismo rango de edad. 24 hombres (40%) y 34 mujeres (60%) para un total de 60 participantes, el nivel de estudios de “bachillerato” (60%), el nivel de ingresos más frecuente presentó un rango de 0-737.717 (70%); y como ocupación, “estudiantes” (58,3%) (Tabla 1).


Los pacientes con trastorno límite de la personalidad se seleccionaron de la Unidad de Psiquiatría del Hospital San Vicente Fundación, Institución de salud de alta complejidad de la ciudad de Medellín.
Los criterios de inclusión del grupo diagnosticado fueron: encontrarse en fase eutímica, ser adulto y estar diagnosticado con el trastorno límite de personalidad bajo criterio médico. Los criterios de exclusión fueron: que se encuentren en fase activa de la enfermedad, presentar poli diagnóstico, bajo nivel de coeficiente intelectual y disfunción ejecutiva.
En cuanto a los criterios de inclusión del grupo control, se buscó que estas personas presentaran características sociodemográficas similares a las del grupo clínico, además, que fueran personas que también tuvieran un coeficiente intelectual promedio (un puntaje mínimo de 90 en el WAIS 4) y que no manifestaran disfunción ejecutiva.
Los instrumentos que se emplearon para el análisis fueron el Cuestionario de Variables Sociodemográficas y el Cuestionario de Reconocimiento de Emociones Faciales (CREF) adaptado para Colombia de su versión original de Gasbarri et al. (2008), del cual tras un estudio de análisis psicométrico con población colombiana se seleccionaron 28 fotografías de rostros humanos emocionalmente expresivos (4 para alegría, 4 para tristeza, 4 para miedo, 4 para ira, 4 para sorpresa y 4 neutros) con una puntuación total de 28 puntos, obteniendo 1 punto por imagen. En la validación del test se encontró una adecuada propiedad psicométrica, presentando un alfa de Cronbach, el más bajo de 0.55 para la emoción de la sorpresa y el más alto de 0.75 para los rostros emocionalmente neutros (Torrado, Prada & Santos, 2012). Estos instrumentos presentaron un tiempo estimado de aplicación de 30 minutos, y se aplicaron de forma individual a cada participante.
La muestra clínica se obtuvo de una institución hospitalaria de alta complejidad, los pacientes fueron seleccionados de un grupo terapéutico a conveniencia, el cual trabaja con pacientes que presentan trastorno límite de la personalidad bajo modalidad de atención ambulatoria. A cada uno de los pacientes, se les explicaron los objetivos de la investigación y se realizó la firma del consentimiento informado.
La población no clínica fue seleccionada teniendo en cuentas las variables sociodemográficas identificadas en la muestra clínica. La selección de la muestra fue a conveniencia y el procedimiento se dio con una previa obtención del consentimiento informado y se realizaron las mediciones; se evaluó a los participantes de forma voluntaria.
Se aplicó un cuestionario de variables sociodemográficas, posteriormente el Ineco Frontal Screening, que mide la disfunción ejecutiva, el WAIS 4 para prorrateo de inteligencia, específicamente las subpruebas de semejanzas, vocabulario, completación y claves, y el Cuestionario de Reconocimiento de Emociones Faciales (CREF).
Una vez recogidos los datos se procedió al análisis de la información en SPSS 24.0. Para el análisis de las variables sociodemográficas se realizaron medidas de resumen empleando la media y la desviación estándar ante los supuestos de normalidad. Para establecer la normalidad de los datos se utilizó la prueba de Shapiro Wilk y para la comprobación de la existencia de la homogeneidad de varianza la prueba de Levene. Para la comparación entre grupos se utilizaron pruebas T para muestras independientes (García, González & Jornet, 2010).
Durante la investigación se garantizaron los principios éticos de la Ley 1090 en la cual se dicta y reglamenta el Código Deontológico y Bioético para el ejercicio de la profesión de Psicología. De igual manera se categorizó la actual investigación como de riesgo mínimo para los participantes siguiendo los lineamientos propuestos en la resolución 8430 en la cual se establecen las normas científicas, técnicas y administrativas para la investigación en salud. Es importante recalcar que la participación fue voluntaria y en la firma del consentimiento informado se garantizó y brindó a cada participante la confidencialidad, autonomía e información sobre la investigación según la normatividad vigente. De igual manera, a cada participante se le mencionó la posibilidad de la suspensión de la evaluación si presentaban deseo de hacerlo o agotamiento durante el proceso.
En el estudio se encontraron como diferencias principales las siguientes: en la emoción de sorpresa en el grupo clínico, 18 personas (59,8%) obtuvieron entre 0 y 1 acierto, mientras que en el grupo control, no se obtuvieron aciertos. Otro aspecto relevante es que en el grupo clínico 4 personas (13,3%) obtuvieron de 3 a 4 aciertos y en el grupo control 29 participantes (96,7%) obtuvieron las mismas puntuaciones.
Para la emoción de ira, se encontró que en el grupo clínico 10 personas (33,3%) obtuvieron 1 a 2 aciertos y el grupo control 1 persona (3,3%) obtuvo un puntaje mínimo de 2 aciertos. En el grupo clínico 4 personas (13,3%) obtuvieron 4 aciertos y en el grupo control 23 (76,7%) obtuvieron el mismo número de aciertos.
Respecto a los rostros neutrales, en el grupo clínico, 21 personas (70%) obtuvieron entre 1 y 2 aciertos y en el grupo control 3 personas (10%) lograron un puntaje mínimo de 2 aciertos. Una persona en el grupo clínico obtuvo 4 aciertos (3,3%) y en el grupo control 20 personas (66,7%) alcanzaron 4 aciertos.
En cambio, en las siguientes emociones no se encontraron diferencias relevantes:
En la emoción de alegría no se encontró una amplia diferencia entre los grupos, en el grupo clínico un 90 % de la población tuvo entre 3 y 4 aciertos, en el grupo control, el 96,7% de la población alcanzó 3 y 4 aciertos.
En la emoción de tristeza 9 participantes (30%) del grupo clínico tuvieron 4 aciertos mientras que 17 personas (56,7%) del grupo control presentaron 4 aciertos; indicando así que los individuos del grupo clínico presentan mayor dificultad para reconocer el estado de tristeza de las personas en general.
En cuanto a la emoción de asco, del grupo clínico, 6 personas (20%) tuvieron 4 aciertos y en el grupo control 24 personas (80%) alcanzaron 4 aciertos, lo que refleja la poca capacidad del grupo clínico para identificar cuando una persona se siente disgustada en ciertas situaciones, limitando su interacción social de manera asertiva.
Para la emoción de miedo no se encontraron grandes diferencias. En el grupo clínico 11 personas (36,7%) obtuvieron entre 3 y 4 aciertos y en el grupo control 13 personas (43,3%), obtuvieron entre 3 y 4 aciertos (Ver tabla 1).

En la emoción de alegría se encontró la media más alta con un puntaje de 3,77 (DE=,0504), correspondiente al grupo control. En esta misma emoción, hay muy poca diferencia entre la media de ambos grupos, el grupo clínico tiene una media de 3,40 (DE=,123), lo que explica que existe una diferencia de tan solo 0,37 con el grupo control.
Por otra parte, en la emoción de sorpresa se encuentra una diferencia mayor entre la media del grupo control y la media del grupo límite. El grupo control cuenta con una media de 3,43 (DE=,104) y el grupo clínico presenta una media de 1,40 (DE=,163), lo cual demuestra que hay una diferencia de 2,03 entre ambos grupos.
La media más baja corresponde a la emoción de sorpresa para el grupo clínico, con un puntaje de 1,40 (S=,894). Cabe resaltar que la única emoción en la que el grupo límite obtuvo una media superior al grupo control, fue en la emoción de miedo; el grupo control con 2,03 y el grupo límite con 2,03, sin embargo, la diferencia no fue muy amplia.
El promedio de aciertos totales del grupo control fue aproximadamente de 23 aciertos mientras que el promedio del grupo clínico fue de 17 a 18 aciertos (Tabla 2)

Mediante la prueba de Shapiro Wilk se analizó la distribución de los datos y se comprobaron los supuestos de normalidad. En el grupo sin diagnóstico se encontró un grado de significancia de p=0,068 y para el grupo con diagnóstico se obtuvo una p=0,051, lo que confirma los supuestos de normalidad y con esto la posibilidad de implementación en pruebas paramétricas para el análisis (Tabla 3).

Posteriormente, se realizó la prueba de Levene para establecer la igualdad de varianzas en los grupos, se encontró un valor de significancia de p=0,611 confirmando el supuesto de igualdad de varianza. En la comparación de la puntuación total de aciertos del test entre ambos grupos, se encontró una diferencia estadísticamente significativa (t=9.980; p=0,000) (Tabla 4).

Tras la aplicación de los análisis estadísticos, se encontró una diferencia significativa entre las personas con trastorno límite de la personalidad y las personas no clínicas para la capacidad de reconocimiento facial de las emociones.
Estos resultados son similares a los presentados por la evidencia experimental que respalda la conclusión de que las expresiones faciales ambiguas o neutrales tienen una mayor probabilidad de ser interpretadas negativamente por personas con trastorno límite de la personalidad (Mitchell, Dickens & Picchioni, 2014). A partir de lo anterior, como se propone en algunas investigaciones (Bland et al., , 2004; De Paoli et al., 2020;Unoka et al., 2011; Yeh et al., 2017) es posible que expresiones que pretenden manifestar otro tipo de emoción se perciban como amenazantes, por lo tanto la violencia es típicamente reactiva, la emoción fundamental es la ira y la motivación principal es el alivio de la tensión (Esbec & Echeburúa, 2010).
Algunos autores proponen que las personas con trastorno límite de la personalidad tienden a tener un déficit en la conciencia emocional y evitar las emociones desagradables, por lo que es posible que no puedan representar con precisión estos sentimientos en una medida interna. Estudios que encontraron resultados negativos para la expresión neutra, son ampliamente consistentes con la hipótesis de que los participantes con trastorno límite de la personalidad pueden no ser capaces de representar con precisión sus sentimientos y pueden poseer menos autoconciencia (Savage & Lenzenweger, 2018).
Como se mencionó anteriormente, los estudios ponen de relieve que los pacientes con el trastorno experimentan dificultades para procesar emociones negativas como tristeza intensa, ansiedad, vergüenza, culpa e ira, y que estas dificultades afectan la capacidad de identificar expresiones faciales particulares, tal y como lo planteó Yeh et al. (2017) en un estudio donde se encontraron tasas bajas de precisión para reconocer la emoción de la ira, así como lo muestra el resultado de este estudio en donde 10 personas (33,3%) del grupo clínico obtuvieron solo 1 o 2 aciertos. Lo anterior puede reflejar una alteración de la red fronto límbica del cerebro, ya que la evidencia ha indicado la reducción del volumen y una mayor respuesta de la amígdala a los estímulos emocionales en pacientes con este trastorno; así como la inhibición de la recuperación de la información sobre la ira (Yeh et al, 2017).
En la interpretación de las emociones negativas, especialmente la tristeza y el asco, se presentaron puntuaciones bajas y en las emociones positivas, la alegría presentó un alto porcentaje de reconocimiento. Este resultado es coherente con lo propuesto por la Encuesta de Salud Mental que se realizó en Colombia en el año 2015, en la que se encontró que solo el 19,7% de la población identificó de manera adecuada las emociones negativas (Ministerio de Salud y Protección Social, Pontificia Universidad Javeriana & Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación, 2015).
Todo esto se debe a que las personas con trastorno límite de la personalidad pueden engrandecer expresiones sutiles de tristeza en los rostros de los demás, esto provoca que la percepción sea desproporcionada y en ocasiones se visualice como otro tipo de expresión, lo cual podría generar problemas en las relaciones interpersonales (Daros, Uliaszek & Rucco, 2014). Adicionalmente, estos individuos tienen como característica principal la sensibilidad ante el rechazo, lo cual también interviene en la percepción de estímulos sociales como las expresiones faciales. (Daros et al.,2014).
En la actual investigación es importante mencionar la presencia de limitaciones. Se encontró que por la naturaleza del trastorno límite y la cantidad de sujetos disponibles para la investigación se empleó un muestreo a conveniencia, lo cual impidió la aleatorización en el proceso de selección de la muestra.
De acuerdo con el estudio realizado, las personas diagnosticadas con trastorno límite de la personalidad presentan menor rendimiento en el reconocimiento de emociones que la población no clínica. Es posible que este bajo rendimiento contribuya con la sintomatología y las dificultades de relación social que presentan las personas con este trastorno.
Se evidencia que tanto la población no clínica como las personas diagnosticadas con el trastorno límite de la personalidad, presentan dificultad en la identificación del miedo. La población general identifica con más facilidad emociones como la alegría y la neutral, mientras que las personas diagnosticadas presentan dificultad para identificar la emoción neutral y de sorpresa. Frente a ello es preciso hacer notar la dificultad que presenta la población colombiana general para identificar en otros las emociones negativas como el miedo.
La emoción de la ira es otra emoción negativa que el grupo clínico muestra dificultad para identificar, lo cual explica la falta de atención de esta población ante señales emocionales en los rostros, por ello, quienes tienen trastorno límite de la personalidad, son mucho más sensibles ante las emociones de los demás y presentan un sesgo de negatividad en cuanto a su interpretación (Meehan et al., 2017).
Lo anterior lleva a que esta población presente conflictos en su círculo social y se dificulte el relacionamiento con el mismo, interpretando de manera errónea expresiones de ira y generando reacciones violentas ante las mismas. Lo anterior se atribuye a la poca gestión que el sujeto realiza con la emoción, dado que al presentarse dificultad con su regulación, canalización y expresión de manera funcional, puede generar autolesiones y continuar con círculos violentos.





