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MOBILIZING DEMOCRACY: GLOBALIZATION AND CITIZEN PROTEST. PAUL ALMEIDA. BALTIMORE: THE JOHNS HOPKINS UNIVERSITY PRESS, 2014. 216 PÁGINAS
Ciska Vorst
Ciska Vorst
MOBILIZING DEMOCRACY: GLOBALIZATION AND CITIZEN PROTEST. PAUL ALMEIDA. BALTIMORE: THE JOHNS HOPKINS UNIVERSITY PRESS, 2014. 216 PÁGINAS
Anuario de Estudios Centroamericanos, vol. 42, pp. 515-520, 2016
Universidad de Costa Rica
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MOBILIZING DEMOCRACY: GLOBALIZATION AND CITIZEN PROTEST. PAUL ALMEIDA. BALTIMORE: THE JOHNS HOPKINS UNIVERSITY PRESS, 2014. 216 PÁGINAS

Ciska Vorst
Anuario de Estudios Centroamericanos, vol. 42, pp. 515-520, 2016
Universidad de Costa Rica

Mobilizing Democracy: globalization and citizen protest es el nuevo libro de Paul Almeida, sociólogo estadounidense que desde hace más de una década estudia la protesta social en la región centroamericana, trabajo que ha realizado con prolongadas estancias en distintos países, especialmente en El Salvador, Costa Rica y Honduras. En el 2008 publicó Waves of Protest: Popular Struggle in El Salvador, cuya traducción al español fue editada por la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, de El Salvador en el 2011.[1] En 2008-2009 fue investigador y profesor visitante en la Universidad de Costa Rica y durante el periodo 2015-2017 en la Universidad Autónoma de Honduras, en ambas ocasiones con becas de investigación Fulbright. Estos tiempos vividos en la región le han permitido un conocimiento cada vez más profundo de la historia y de los materiales de archivo de los países.

A Almeida le interesa entender la eficacia de la movilización colectiva; específicamente estudiar cómo las sociedades y comunidades logran protegerse de las amenazas de pérdida de acceso a bienes comunes, como el agua; velar por el disfrute de un ambiente saludable, de los servicios de salud, de la educación, de la electricidad y de los derechos ciudadanos, los cuales son amenazados por los procesos de globalización económica.

El libro inicia con la constatación de que estas demandas han sido las principales causas de movilización de las ciudadanías en el sur global en las últimas dos décadas y que la región centroamericana no es la excepción. Las poblaciones se han opuesto, a través de acciones colectivas de protesta –predominantemente no violentas– a las privatizaciones, al libre comercio y a la retracción del Estado de los compromisos de la ciudadanía social del Estado de bienestar.

Almeida reconstruye las principales movilizaciones de protesta que se han dado contra la globalización neoliberal a partir de 1980 a lo largo de cinco capítulos dedicados a Costa Rica (Capítulo 3), El Salvador (Capítulo 4), Panamá (Capítulo 5), Nicaragua (Capítulo 6) y uno de Guatemala y Honduras (Capítulo 7).

Su perspectiva teórica (Capítulo 2), que organiza el análisis, está fundada en el supuesto de que la movilización ciudadana y su éxito están asociados a la presencia de determinados recursos que la propician. Estos recursos son fundamentalmente de tres tipos:

1. La presencia de infraestructuras estatales. Definidas como unidades físicas y organizativas que los gobiernos nacionales construyen para llevar a cabo sus actividades. Entre estas, Almeida destaca tres tipos de infraestructuras: las administrativas (que suelen concentrarse en las zonas más urbanas), las de transporte (redes de conexión de carreteras que le permiten irrumpir más en unas comunidades que en otras) y de educación superior pública, dentro de las cuales destaca el papel movilizador que han tenido las organizaciones estudiantiles, el profesorado e incluso las autoridades universitarias.

2. La existencia de infraestructuras comunales. Son aquellas organizaciones sociales comunales que los actores pueden utilizar para campañas de protesta. Pueden conectarse o no con redes organizativas nacionales o trasnacionales de distinto tipo. Pueden incluir partidos políticos y organizaciones no gubernamentales. Almeida destaca especialmente tres tipos de organizaciones: las no gubernamentales locales, las laborales (sindicatos) y la organización local de los partidos políticos de oposición, específicamente los partidos-movimientos de izquierda.

3. La capacidad estratégica. Es producto de las experiencias anteriores de coordinación, colaboración y movilización de los actores locales. Estas experiencias pueden ser recientes o remontarse a tiempos tan distantes, como los del Estado de bienestar de las décadas de posguerra o incluso anteriores. El supuesto es que estas experiencias han sentado bases para el desarrollo de la capacidad de los actores de construir coaliciones multisectoriales en el presente.

Su unidad de análisis está constituida por las campañas de protesta. Almeida, siguiendo a Rucht y Neidhardt, define una campaña de protesta como un conjunto de acciones discretas que pueden ser subsumidas bajo un objetivo o consigna común. Ejemplo de estas campañas son la lucha contra la privatización de la electricidad o las telecomunicaciones, la defensa de la seguridad social, en contra del TLC, la defensa de derechos laborales, etc. Para cada campaña sistematiza las acciones colectivas de protesta que se dieron, así como su ubicación en el territorio de cada país.

Parte del hecho de que los recursos tipificados arriba están distribuidos de forma desigual en el territorio de cada uno de los países. Así, para poner a prueba la teoría, busca determinar si hay una asociación entre aquellas comunidades donde se han presentado más acciones de protesta y la presencia de estos recursos. El análisis subnacional permite dividir las comunidades en aquellas donde se presentó mucha movilización y en donde no la hubo en distintas campañas, y asociarlas con la presencia o ausencia de los recursos.

La transición a la democracia, que se da en varios países centroamericanos hacia el final del periodo, aparece como un elemento contextual interviniente que posibilita la protesta. Almeida considera que el advenimiento de la democracia conduce a una disminución de la represión física de quienes protestan y, producto de esto, de los riesgos de hacerlo, lo cual crea –de forma tentativa y nunca irreversible– un clima menos adverso para la movilización; con ello disiente de las perspectivas que asumen que la democratización lleva a una disminución de la protesta y la movilización, debido a la apertura de canales institucionales para expresar los malestares.

Finalmente, un último nivel de análisis y comparación son los diferentes legados de las historias nacionales, con énfasis en el tipo de desarrollo que impulsaron los estados nacionales en las décadas de posguerra.

En el caso de Costa Rica, analiza cuatro campañas contra la globalización neoliberal. La protesta contra el aumento de tarifas eléctricas en 1983, la huelga del magisterio de 1995, el “combo” del ICE en el 2000 y la lucha contra el TLC (2003-2007). Además, hace un recuento de cada una de ellas, de la amplitud de las coaliciones y de la distribución de las acciones colectivas en el territorio nacional.

En el caso salvadoreño, Almeida estudia tres campañas, la lucha contra la privatización de las telecomunicaciones, contra la privatización de la salud y contra el TLC con los Estados Unidos. Las tres se presentan en el contexto del proceso de democratización que se inicia tras los acuerdos de paz a principios de la década de 1990. Muestra cómo las organizaciones sociales incrementan la movilización y acumulan experiencia en coaliciones multisectoriales y cómo se imbrica, de forma exitosa, la protesta social con el ascenso del FMLN a través de los procesos electorales de los últimos veinte años.

En el caso panameño, analiza las luchas contra la privatización de la electricidad, las telecomunicaciones, el agua y las reformas de la legislación laboral de los noventa. Al principio del nuevo milenio se forma una coalición amplia contra la privatización de la seguridad social, seguida por luchas laborales por evitar restricciones a la libertad sindical y a los derechos laborales, así como a las restricciones a los derechos de las comunidades ngäbe buglé.

Las particularidades del caso nicaragüense son llamativas, en la medida en que la transición a una democracia electoral se acompaña de un fuerte avance neoliberal en 1990. En este caso, la democratización coincide con el proceso contrarrevolucionario. Las organizaciones sociales que datan de los tiempos de la revolución, compuestas por trabajadores del Estado, campesinos y trabajadores del agro, se constituyen en la principal fuente de resistencia contra estas medidas, y, si bien no logran detener el avance de las medidas neoliberales, son capaces de desacelerarlas.

Guatemala y Honduras reciben un tratamiento menor al dedicarles un capítulo a los dos países en conjunto. En Guatemala, Almeida reseña las protestas contra las medidas de austeridad de los años ochenta, contra la privatización de la electricidad, telecomunicaciones y ferrocarriles en la década siguiente, y contra el aumento del impuesto de ventas, el TLC con los Estados Unidos y contra la minería en este milenio. En Honduras, las primeras protestas se registran a principios en 1990 y 1991, contra el “paquetazo” de reestructuración económica y privatizaciones del gobierno de Callejas. Una segunda ola de protestas ocurrió a principios del milenio contra un nuevo ajuste estructural. El tema que generó mayores protestas fue la privatización del agua. Entre el 2007 y el 2009 hay un nuevo ciclo de movilizaciones, el presidente Zelaya respondió a las demandas y fue derrocado con un golpe de Estado en junio del 2009. Luego de este suceso, durante dos años, hubo intensas movilizaciones de protesta, las cuales no pudieron revertirlo.

El haber incluido en el análisis a los seis países, a pesar de algunas diferencias en la profundidad del tratamiento de los distintos casos, es un importante acierto, pues permite una observación poco frecuente de las grandes similitudes en los conflictos que provocan las campañas de protesta en los países centroamericanos. La lucha contra la privatización de la salud, de la electricidad, las telecomunicaciones, el agua, y contra los tratados de libre comercio es recurrente en los distintos países. La coincidencia de los temas pone de manifiesto la preponderancia de una agenda globalizante común impulsada por los organismos internacionales y las élites locales, para toda la región.

En términos de sus resultados, el análisis muestra de forma inequívoca la asociación entre mayor protesta y la presencia de los recursos infraestructurales y asociativos que postula el autor. Así, es particularmente convincente la comparación de la presencia o ausencia de recursos en comunidades con baja y alta protesta en distintas campañas en Costa Rica, El Salvador, Panamá y Nicaragua. La comparación permite además visualizar que en distintos países tienen primacía diferentes recursos, producto de la historia nacional y, específicamente, de la implantación estatal en el territorio. En Costa Rica y Panamá, esto mayor peso, mientras que las organizaciones no gubernamentales son políticamente más importantes en los países donde el Estado muestra menor presencia en el territorio. En El Salvador y Nicaragua, las bases territoriales de los partidos de izquierda se constituyen en importantes recursos para la movilización, mientras que tienen un peso menor en los demás países.

En todos los países analizados rastrea los procesos de construcción y ampliación de coaliciones, a la vez que registra importantes diferencias en su composición, dado que los actores principales son producto de las historias nacionales particulares. En Costa Rica tiene mayor peso el sindicalismo del sector público, en El Salvador el desarrollo de un partido de izquierda a partir de las organizaciones político-militares desmovilizadas tras la guerra, en Panamá el sindicalismo del sector público y privado, en Nicaragua la resistencia de las organizaciones sociales surgidas durante la revolución sandinista.

Sin embargo, si bien la asociación entre recursos y movilización es inequívoca, la asociación con el éxito de las campañas resulta es menos evidente. Si bien hay una cierta relación entre la mayor amplitud de las coaliciones multisectoriales, la movilización y el mayor éxito en las campañas, esta se da en unos casos, pero en otros no. Las campañas contra el TLC en Costa Rica o contra el golpe de Estado en Honduras construyeron coaliciones de una amplitud sin precedentes, y pese a esto fueron derrotadas. En el caso de Honduras, el cierre del espacio democrático y el aumento de la represión podrían proveer la explicación dentro del marco analítico del autor. Más difícil es el caso costarricense, donde la derrota de la coalición de oposición al TLC dejó una fragmentación de las luchas sociales y de las coaliciones que subsiste a la fecha.

Otro aporte importante del libro es el haber establecido el vínculo entre protesta y política electoral en entornos de democratización. En aquellos países donde el periodo insurgente dejó como legado una fuerza política de oposición significativa –en El Salvador y Nicaragua– se observa cómo se articulan los actores sociales participantes en las protestas con partidos-movimientos de izquierda de oposición, de dos formas: por una parte, la presencia de dirigentes y autoridades políticas potencia las protestas en el territorio, y, a la vez, la legitimidad generada para los partidos en el apoyo a la resistencia se convierte en triunfos electorales. Así, el Frente Sandinista de Liberación Nacional se moviliza a través del Frente Nacional de los Trabajadores después de la derrota electoral de 1990, el Frente Marabundo Martí para la Liberación Nacional adquiere legitimidad en las luchas contra la privatización de la salud y las luchas contra el TLC que potencian su caudal electoral.

El libro trata de las luchas sociales contra las amenazas de la globalización económica. Sin embargo, en el transfondo, el libro plantea otra amenaza a la capacidad de las ciudadanías de estos pequeños países de definir sus condiciones de vida, la de las intervenciones militares directas e indirectas por parte de los Estados Unidos que interactúa con aquella. En las últimas décadas, la guerra contra la revolución sandinista en los años ochenta, el financiamiento al gobierno de El Salvador para combatir las fuerzas insurgentes, la invasión a Panamá en 1989 y el apoyo al golpe de Estado de Honduras de 2009 han puesto en evidencia la extrema precariedad de las soberanías de los países de la región, la cual también introduce limitaciones a la eficacia de las luchas sociales y a su potencial democratizador.

Almeida ha escrito un importante libro, tanto por sus resultados, como por las líneas futuras de profundización que abre. En términos académicos, uno de sus aciertos es que muestra la fecundidad del análisis comparado entre los países de la región. Más en general, el tema abordado y la forma de su escritura, amplía su alcance más allá de una lectura académica, y lo hace relevante para personas que intervienen en el campo político, en la política institucional y en los movimientos sociales. Afortunadamente ha sido traducido y al castellano, en una edición de la Editorial de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, de El Salvador (http://www.libreriauca.com/products/neoliberalismo-y-movimientos-populares-en-centroamerica-DIS-9789996110191).

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