Bendaña, Alejandro. Buenas al pleito: Mujeres en la rebelión de Sandino. Anama, s.l. (Managua), s.f., 2019
Bendaña Alejandro. Buenas al pleito: Mujeres en la rebelión de Sandino. 2019. Managua. Anama, s.l. |
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Recepción: 18 Junio 2019
Aprobación: 22 Julio 2019
Presento una reseña crítica del libro Buenas al pleito: Mujeres en la rebelión de Sandino, de Alejandro Bendaña. En la primera parte, haré referencia al autor y a los aspectos formales del libro; en la segunda, propongo –desde una lectura “sociológica”– una reconstrucción de las tesis y argumentos principales del libro. A pie de página, mencionaré las referencias teóricas a las que acudo, así como a los pasajes del libro de Bendaña que ilustran esa reconstrucción. Este ejercicio se benefició de los intercambios realizados con el autor y comentaristas (Lucía Brenes, Yadira Calvo y Mijail Mondol) y el público, durante dos presentaciones del libro realizadas en abril de 2019 en el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad de Costa Rica y la Sede de Occidente de dicha universidad.
El autor y los aspectos formales del libro
El autor es Doctor en Historia por la Universidad de Harvard y especialista en la figura de Sandino, sobre quien ha publicado La mística de Sandino (1994), Sandino: Mística, Libertad y Socialismo (2007) y Sandino, Patria y Libertad (2016). Esta última ha sido considerada por The American Historical Review (2018) la biografía más atractiva y definitiva de Augusto C. Sandino.
El libro está estructurado en 17 capítulos, más la introducción y las conclusiones, lo cual suma 286 páginas. Incluye también, sin numerar, una nota bibliográfica, la bibliografía y, algo que siempre se agradece, un índice onomástico. La bibliografía contiene solo referencias principales; las secundarias se realizan a pie de página. Se introducen también fotografías, pero no existe un índice de ilustraciones, las cuales tampoco están numeradas.
El diagramado y el tamaño de letra facilitan la lectura, la cual también se beneficia de una redacción amena y fluida. El aparato crítico y las abundantes fuentes son referidos con detalle a pie de página. Para una eventual segunda edición, sería recomendable una revisión exhaustiva de los errores “de dedo” contenidos en esta primera edición, así como algunas imprecisiones en el índice onomástico.
Si bien el libro tiene un Número Estándar Internacional de Libros (ISBN, por sus siglas en inglés), no presenta la ficha respectiva, lo cual impide conocer el año de publicación, entre otros detalles importantes. De acuerdo con una comunicación personal del autor, esa carencia se debe a que la oficina de la Biblioteca Nacional de Nicaragua negó el registro catalográfico de esta obra, lo que en sí mismo constituye un indicador de cómo el clima político actual en Nicaragua está afectando la labor editorial.
El contenido
El objetivo general del libro es reconstruir el lugar y el papel de las mujeres en la rebelión sandinista. A partir de la propuesta teórica de Butler, podríamos decir que Bendaña busca conocer las formas de aparición de las mujeres en el espacio bélico nicaragüense, las normas culturales que regulan esa aparición y las transformaciones y subversiones a ese sistema normativo, en particular aquellas introducidas por el propio Sandino y las mujeres que se relacionan directamente con su rebelión.
El texto arranca con una referencia a Sandino y a su apreciación sobre el papel de las mujeres en su movimiento: el de Niquinohomo reconoce que habían “muchísimas mujeres” y expresa su intención de encargar una publicación especial para rendirles “el homenaje que merecen, pues sus nombres y sus hechos constituyen una verdadera gloria para Nicaragua y deben incorporarse a la Historia Patria” (Bendaña 11). Ese deseo del “general de hombres libres” no se habría cumplido y habría sido ignorado por la historiografía nicaragüense, incluida la sandinista, la cual concentró su atención en la exaltación de la figura de Sandino.
Bendaña se hace cargo de esa deuda con las mujeres que participaron en la rebelión, invisibles en la “Historia Patria” por poco menos de un siglo. El libro muestra su simpatía con esas mujeres y sus herederas, como queda evidenciado en la dedicatoria a Lea Guido, una destacada intelectual y luchadora histórica del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), así como a las “continuadoras de 1979 y 2018”, es decir, a las hijas y nietas no de Sandino, sino de las mujeres que participaron en la rebelión del héroe de las Segovias.
El autor señala, con Lucía Rayas Velasco, que el espacio bélico se ha concebido y construido como esencialmente masculino e identifica dos líneas de indagación, entre las cuales oscila su investigación. Por un lado, las diversas manifestaciones e impacto de la violencia: mujeres como bajas directas de la guerra, su desplazamiento, la violencia sexual, así como la pérdida de familiares y de estructuras familiares y económicas. Por otro lado, la respuesta de las mujeres a la guerra y su integración participativa en estas (26-27). Es decir, lo que la guerra les hace a las mujeres y lo que las mujeres hacen en la guerra.
Ahora bien, ¿cuál fue la situación durante la rebelión de Sandino? Contra lo habitual, Bendaña no restringe su indagación a “las mujeres que amaron a Sandino”, a las cuales ya había dedicado atención en Sandino, Patria y Libertad (1994), pues incluye a las mujeres que –de diversas maneras- participaron en las luchas sandinistas, así como a las mujeres que no acudieron al llamado de Sandino.[1] Más aún, refiere incluso a aquellas que fueron parte del bando opositor, en cuenta las que abiertamente simpatizaron con los mariners (dedica el capítulo XII a las denominadas flappers nicaragüenses).[2]
El libro identifica y caracteriza a las mujeres que participaron en el conflicto, en uno u otro bando, asimismo, relata cómo Sandino, los sandinistas y sus oponentes concebían el papel de la mujer en la sociedad y en el conflicto. Así, reconstruye las relaciones entre géneros (incluyendo también referencia a las relaciones entre clases y etnias), sobre todo en el marco de la vida cotidiana que tenía lugar en los campamentos guerrilleros, así como en la relación entre estos y su entorno social.
En cuanto a las fuentes, el autor –como historiador con oficio– revisa exhaustivamente los materiales disponibles en el sitio web sandinorebellion.com, el Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica (IHNCA) y otros repositorios, en Nicaragua y en EE. UU., así como los libros y audiovisuales dedicados a la vida y obra de Sandino.[3] La mayor parte de esos documentos fueron escritos/fotografiados por hombres de uno y otro bando, así como por algunos observadores “neutrales”: informes de inteligencia, noticias o artículos de opinión, correspondencia personal y testimonios. Es decir, las referencias a las mujeres en esos documentos están mediadas por la mirada y la escritura masculina y tienen un carácter –o al menos un tono– anecdótico.
Una interesante excepción al sesgo masculino es la expresión que da lugar al título del libro, “Buenas al pleito”, calificativo que utiliza una de las mujeres que estuvo involucrada en la rebelión de Sandino, Luisa Cano Aráuz, al referirse “a dos muchachas que andaban con los sandinistas: Rosa y María. Aguerridas como las de ahora, buenas al pleito”. La frase, que data de los años ochenta y es reproducida en el epígrafe inicial, es atractiva y convoca a la lectura, pero corre el riesgo de establecer a prori un significado “maestro” como rasgo central del papel y la agencia de las mujeres en la rebelión de Sandino, lo cual –como muestra el mismo autor– no es generalizable.
La composición del libro recuerda el “método anecdótico” de la socióloga Nathalie Heinich. Es un mosaico de relatos cortos, anécdotas e instantáneas, en el cual se incluyen extensas citas literales extraídas de los testimonios y relatos originales (traducidas en algunos casos del inglés por el propio Bendaña), centrados en algunos episodios específicos (en general, el apartado se titula tomando una frase significativa del relato) o en personajes puntuales (en cuyo caso el título es el nombre del personaje en cuestión).
En cuanto a los hallazgos, desde una lectura sociológica, se pueden identificar y abstraer los siguientes tópicos centrales que se despliegan transversalmente y sobre los cuales (de manera implícita, más allá de los relatos anecdóticos) se arma argumentativamente la trama del libro:
- A inicios del siglo XX, en Nicaragua existe una gran violencia política, social y de género con gran impacto en lo cotidiano. Especialmente crueles y desalmadas son las acciones de los grupos bandoleros que actúan en las Segovias, apoyados por los “gamonales conservadores chamorristas”. La violencia conservadora y bandolera contra las mujeres, los campesinos y los trabajadores de las minas, remite a las injusticias y a lo que, retomando el título de un famoso libro de Barrington Moore, podría denominarse “las bases sociales de la rebelión”.
- La ocupación militar norteamericana (1912-1933) agudiza esa violencia, introduciendo elementos adicionales de agresión cultural, sexual y racial, sumando una nueva injusticia: la humillación imperial hacia la nación nicaragüense. La violencia sexual la sufrieron no solamente las mujeres que simpatizaban con el sandinismo, sino las nicaragüenses en general, incluidas algunas de clase alta. Los mariners parecen haber asumido que poseían una “superioridad racial” que les daba derecho a agredir a las “indias”, considerando incluso que estas deberían sentirse honradas por ello![4] Las mujeres resintieron también la agresión religiosa/cultural, la cual incluyó la profanación de lugares y objetos sagrados: cementerios, iglesias y objetos litúrgicos (católicos), fueron atacadas por los mariners (probablemente protestantes, en su mayoría), quienes mostraron una insensibilidad absoluta por la diferencia cultural. El recuento de los daños incluye también otras formas de crueldad contra la población civil; particular indignación habría generado el asesinato de niños (caso Macho Alí), así como dejar morir de hambre a la población civil “reconcentrada”.
- Todo ello habría contribuido a fortalecer la causa rebelde: “El odio entonces fue el primero y más grande aliado de Sandino” (154). Sandino –quien había pasado unos años trabajando en México poco tiempo después del estallido revolucionario de 1910-1917– entra en escena con una propuesta distinta (“moralmente superior”) y canaliza la indignación de los sectores agraviados hacia una lucha nacional y social. Más allá de la desobediencia, el motín o el “arte de la resistencia” callada (Scott), Sandino canaliza la indignación y “la economía moral de la multitud” (Thompson) hacia la lucha armada organizada, la cual cristaliza institucionalmente con la formación del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua (EDSNN).
- Si bien sus adversarios –como el propio Somoza en su libro El verdadero Sandino o el calvario de las Segovias (1936)– trataron de mostrarlo como un bandolero más, Sandino establece ciertos principios y un código de comportamiento entre su tropa (reglamento del Estado Mayor del EDSNN), con los cuales busca marcar la diferencia, tanto militar como ética, con el bandolerismo.[5] Existen diversos estudios –que no se mencionan en el libro que reseñamos– que han mostrado también el cuidado que ponía Sandino en su apariencia y comportamiento, estableciendo su propia iconografía y carisma individual.
- La visión, el ideario y la conducta de Sandino –cercanos a los liberales al inicio de sus luchas– se reflejan en el reglamento, el cual condena y penaliza tres vicios: el alcoholismo, el saqueo y la violación.[6] Él, quien no siempre aplicaba con rigor su reglamento, aunque sí llegó a fusilar a alguno de sus cercanos colaboradores acusado de violación, no es un feminista, pero tampoco un puritano, ya que permite, incluso estimula, a sus hombres a “pastorear” a las mujeres, cuando no -como ocurre en relación con las miskitas-- a engendrar con ellas, promoviendo el mestizaje. Sin embargo, muestra una sensibilidad mayor que los conservadores y los mariners hacia las demandas específicas de las mujeres, muchas de las cuales se pliegan a su lucha –al menos en un principio– en busca de seguridad y protección: “pelean por oído” (32).[7]
- Ese código y el propio comportamiento “empático” de Sandino dejan entrever lo que Bendaña denomina una “ética del cuido”. Si bien se mantiene la división del trabajo por género de la época, restringiendo el papel “activo” bélico para los hombres, se establece también una protección especial hacia las mujeres.[8], [9]Eso le permite ganar adherentes para su causa, contando muchas mujeres, la mayor parte de las cuales participó en la rebelión como apoyo logístico y permaneció en el anonimato. El apoyo de la población civil fue fundamental para el éxito de la resistencia sandinista en la zona norte de Nicaragua, fronteriza con Honduras.[10]
- La vida cotidiana en el campamento militar está marcada por la división del trabajo por género en el día a día y en las acciones bélicas. Los campamentos sandinistas –que están segregados por sexo– no son totalmente ajenos a la cultura patriarcal; la distribución de tareas y honores invisibiliza el aporte de las mujeres, especialmente en el campo militar. La “exclusión de la cuenta” (Rancière) que afecta a las mujeres se revela en la canción “Eran 30 con él”, la cual ignora su participación en la creación del EDSNN y las relega a un papel de figurantes.[11]
- Existe una amplia diversidad de mujeres y tipos sociales femeninos involucrados con la rebelión de Sandino, así como distintas formas de agencia femenina, tanto en los campamentos como fuera de estos. Sandino tiene simpatizantes entre las mujeres campesinas y populares (a quienes fascina con su “bonito modo”), pero también entre algunas mujeres acomodadas y económicamente más autónomas, como finqueras e intelectuales. El autor hace un esfuerzo por identificar con nombres y apellidos a las protagonistas más importantes.
- En conclusión, aunque Sandino mostraba mayor sensibilidad hacia las demandas de las mujeres, a la vez que era –al menos relativamente– consciente de su importancia para la lucha contra los bandoleros y los mariners; “nunca pretendió llevar a cabo una revolución social para acabar la discriminación contra la mujer… La identidad de género y sexualidad se mantuvieron” (276).
- No solo Sandino no fue un feminista, tampoco lo fueron las mujeres que participaron en su rebelión. Hasta donde el libro deja vislumbrar, ellas no alcanzaron un nivel de expresión y organización que les permitiera formalizar una agenda feminista dentro del primer sandinismo, aunque llegaron a reclamar “por la vía de los hechos: haciendo la guerra, la resistencia, en fin, adoptando comportamientos ‘indecentes’ que a todas luces marcó un antecedente de autodeterminación inusitado en una cultura y sociedad que las anulaba completamente” (279).[12]
En resumen, el libro estudia el lugar de las mujeres en la rebelión de Sandino mediante una exhaustiva revisión e interpretación de las fuentes disponibles. Como resultado, ofrece una valiosa aproximación a la participación de mujeres de distintos rasgos sociales en la lucha sandinista contra los conservadores y los ocupantes norteamericanos. Al mismo tiempo, muestra cómo los hombres, comenzando por el propio Sandino y sus colaboradores cercanos, así como sus oponentes, concebían y percibían el papel de las mujeres. La mayor sensibilidad de Sandino hacia los asuntos específicos de las mujeres le daba una suerte de “superioridad moral” sobre sus adversarios; por su parte, la participación de muchas mujeres, en distintos roles, fue fundamental para su lucha. Aunque Bendaña da algunas pistas, se requiere un estudio adicional para conocer la importancia logística y combativa que tuvieron las mujeres entre sus adversarios.
Para concluir, es pertinente apuntar una tarea pendiente, la cual corresponde menos al autor que a quienes deseen proseguir esta pionera indagación. Como señalamos, en parte por las características de las fuentes, pero también por su propia mirada, Bendaña reconstruye menos las voces de las propias mujeres que las de los hombres de uno y otro bando sobre ellas. Esa dificultad metodológica, que plantea también problemas políticos, deja abiertas las siguientes interrogantes: ¿Cómo neutralizar el sesgo masculino en el registro, en la interpretación y en el comentario?, ¿cómo interrogar a contrapelo –con sensibilidad feminista– a esas fuentes?, ¿cómo –en ausencia de testimonios directos– hacer hablar a las protagonistas?[13] Con esta reseña me he propuesto presentar mi propia lectura del valioso libro de Bendaña, pero también invitar a los lectores –y especialmente a las lectoras– a problematizar la mirada, la voz y la escritura masculina, con el propósito de dejar hablar a las “subalternas” o, mejor, de entablar un diálogo con ellas.