Resumen: Este artículo analiza el impacto que tiene la movilidad temporal de los indígenas ngäbe desde sus comunidades en la Comarca Ngäbe-Buglé, en Panamá, a las regiones agrícolas de Costa Rica, para trabajar en la cosecha del café. De acuerdo con experiencias de diferentes familias ngäbe recabadas en un trabajo de campo etnográfico multisituado, realizado tanto en origen como en destino, se reflexiona sobre las consecuencias que tiene esta travesía anual al país vecino, no solo en su economía y estilo de vida sino también en sus relaciones sociales y en su visión política, social y de género, abriendo así la puerta a nuevas realidades y potenciales transformaciones en sus prácticas tradicionales.
Palabras clave: indígenas ngäbe, movilidad temporal, movilidad rural-rural, Panamá, Costa Rica. .
Abstract: This article analyzes the impact of the temporary mobility of the Ngäbe indigenous people from their communities of origin in the Ngäbe-Buglé Comarca, Panama, to the agricultural areas of Costa Rica, to work in the coffee harvest. Based on the experiences of different Ngäbe families collected in a multi-sited ethnographic fieldwork, carried out both at origin and destination, this text reflects on the consequences of this annual journey to the neighboring country, not only in their economy and lifestyle but also in their social relationships and in their political, social and gender vision, thus opening the door to new realities and potential transformations in their traditional practices.
Keywords: ngäbe indigenous people, temporary mobility, rural-rural mobility, Panamá, Costa Rica.
Artículos
Impacto de la movilidad entre Panamá y Costa Rica en la cultura y forma de vida de los ngäbe
Impact of the Ngäbe Indigenous People Mobility between Panamá and Costa Rica on their Culture and Lifestyle
Recepción: 18 Junio 2023
Aprobación: 06 Septiembre 2023
Desde mediados del siglo XX, miles de familias indígenas ngäbe se trasladan cada año desde sus comunidades en la Comarca Ngäbe-Buglé, Panamá, hacia diferentes localidades de Costa Rica, para incorporarse en el mercado laboral cafetalero del país vecino. Estos flujos de personas, ideas y recursos tienen una gran trascendencia en la vida de las familias ngäbe y son clave para entender la vida, identidad e imaginario de esta población que vive entre países, culturas y mundos distintos. Estudios previos han considerado el impacto y consecuencias de la migración rural-urbana de los diferentes pueblos indígenas de Panamá (CONAPI, 2004; Rodríguez, 2021), y en concreto de los ngäbe (Idiáquez, 2013). Sin embargo, la movilidad en familia de los ngäbe a Costa Rica, una movilidad rural-rural que además implica el cruce de una frontera y el cambio de país ha sido estudiada tan solo de forma incipiente (Idiáquez, 2013). En base a estos trabajos, y a otros que analizan las condiciones laborales y de vida de los trabajadores ngäbe en Costa Rica (Fernández, 2012; Morales et al., 2014; Gómez Rojas, 2013), esta investigación analiza las experiencias vividas por las familias ngäbe en movilidad y el potencial impacto que tiene su travesía anual al país vecino en su vida cotidiana, así como en aspectos de su cultura y relaciones sociales.
Los datos recabados se obtuvieron de un trabajo de campo etnográfico multisituado de 6 meses en el marco de mi tesis de doctorado, tres en una de las comunidades de origen en la Comarca Ngäbe-Buglé, Ratón, del distrito de Nole Duima, y tres en la finca La China, una finca cafetalera de Sabalito, en el cantón de Coto Brus de Costa Rica. El trabajo de campo, realizado entre agosto de 2021 y enero de 2022, consistió principalmente en observación participante y conversaciones informales con familias ngäbe en movilidad, así como con sus familiares y otros vecinos que se quedan en origen. La información obtenida se complementó con 30 entrevistas semiestructuradas, a 12 mujeres y 18 hombres, que cuando no se registraron en audio por la incomodidad de las personas y la informalidad del momento, se tomaron notas que inmediatamente después fueron transcritas. Estas entrevistas se realizaron principalmente a ngäbe en movilidad originarios de Ratón, pero también a otros ngäbe que se encontraban en Costa Rica y procedían de diversas regiones de la Comarca, en su mayoría del distrito de Besiko, de la región Nedrini, y del distrito Kankintú, de la región de Ño Kribo. Al mismo tiempo, se realizaron entrevistas a otros informantes clave, indígenas y no indígenas, especializados en temas locales, como personal sanitario, líderes sociales, políticos y religiosos, miembros de distintas ONG, administradores y encargados de las fincas cafetaleras, entre otros.
A partir de las experiencias de las familias ngäbe este texto evidencia como más allá de la repercusión económica, la travesía anual a Costa Rica también incide en el acceso a servicios de los indígenas en movilidad, en su alimentación, formas de ocio y relaciones intra e interétnicas, así como en su visión política, social y de género, abriendo la puerta a nuevas realidades y potenciales transformaciones en las prácticas tradicionales del pueblo.
Los ngäbe son el pueblo indígena más numeroso en población de Panamá, y según los datos del último censo del 2023, los 444 878 ngäbe representan casi un 64 % de la población indígena del país, y casi un 11 % de la población total. Actualmente, la mayor parte de los ngäbe residen en territorio panameño, particularmente en la Comarca Ngäbe-Buglé –territorio indígena que comparten con los buglé–,1 donde viven casi la mitad de ellos (43 %), así como en otras provincias del país, principalmente en Bocas del Toro (24 %), seguida de Chiriquí (15 %) y Panamá (7,7 %) (INEC, 2023). Por otro lado, parte de la población ngäbe se asentó permanentemente en Costa Rica, principalmente en cinco territorios indígenas en el sur de la provincia de Puntarenas: Abrojo de Montezuma; Coto Brus, Conte Burica, Osa y Altos de San Antonio.
Desde tiempos precolombinos, el pueblo ngäbe habitaba y transitaba en el territorio comprendido entre lo que hoy es la zona sur de Costa Rica y el noroeste de Panamá (Ibarra, 1999; Marín, 2004). Con la Colonia llegaron las primeras delimitaciones territoriales, pero no fue hasta 1941, cuando se estableció la actual frontera, que la población quedó dividida en dos. Bajo esta delimitación –establecida por gobiernos no indígenas y que ciertamente no tuvo en cuenta la existencia de los habitantes de la zona y sus dinámicas territoriales–, la mayor parte de la población y territorio ngäbe quedó bajo jurisdicción panameña y los ngäbe asentados en Costa Rica pasaron a ser considerados extranjeros en su propio territorio (Camacho, 1996; Idiáquez, 2013; Morales et al. 2014; Zúñiga, 2014). En esta línea, luego de la definición fronteriza en 1941, la movilidad ngäbe pasó a ser entendida como una “migración transnacional”, entre dos Estados, con sus consecuentes políticas migratorias y de seguridad nacional.2
Varios estudios sitúan los primeros desplazamientos de los ngäbe desde el actual territorio panameño hasta la actual Costa Rica para incorporarse temporalmente al trabajo asalariado durante la primera mitad del siglo XX (Bort, 1976; Guevara y Vargas, 2000; Idiáquez, 2013; Le Carrer, 2010; Murillo, 2008). Estos desplazamientos al territorio costarricense se intensificaron en la década de los 60, principalmente en las regiones fronterizas, y a lo largo de las siguientes tres décadas se establecieron como habituales y comunes entre las familias de la Comarca, extendiéndose hacia nuevas zonas al noroccidente. Estos flujos de personas respondieron a una reestructuración de la matriz productiva de Costa Rica, que provocó una demanda de trabajadores indígenas en el sector agrícola. A partir de los noventa, la estructura productiva agrícola ligada al café y al banano cambió radicalmente con la introducción de un modelo económico transnacionalizado. La agricultura tradicional (café y banano) perdió importancia relativa frente a los cultivos no tradicionales (melón, piña, fresas, flores, entre otros) destinados a la exportación, y dejó de atraer mano de obra costarricense, que se desplazó a otras actividades vinculadas a la nueva economía, a otras partes del país, e incluso al extranjero. Esta migración laboral de la mano de obra local dejó un vacío de fuerza de trabajo de bajo costo destinado al café y el banano, que fue suplida por la fuerza laboral indígena, mucha de ella transfronteriza, como es el caso de los indígenas ngäbe panameños (Mondol, 2018; Morales et al., 2014).
Actualmente, la movilidad temporal a Costa Rica sigue siendo habitual y común entre los ngäbe de la Comarca y se ha convertido en una de las principales estrategias de las familias ngäbe para mantener sus vidas en la Comarca. Siguiendo la tendencia observada por Young (1971) hace ya 50 años, la necesidad y dependencia del dinero y de los productos de afuera de los ngäbe ha seguido aumentando y mientras que al principio sus necesidades económicas consistían meramente en la compra de insumos para la producción y algunos alimentos, cada vez han ido surgiendo nuevas necesidades –y deseos– como uniformes y material escolar, medicinas occidentales o más recientemente aparatos electrónicos y de telecomunicaciones. Así, cada vez más productos de consumo han pasado de ser considerados bienes prescindibles y de ostentación y riqueza a productos básicos y esenciales. Por ello, y teniendo en cuenta la dificultad de conseguir ingresos económicos en la Comarca más allá de las ayudas del Estado y de la venta de algunos excedentes agrícolas, la movilidad fuera de la Comarca, principalmente a Costa Rica, en búsqueda de dinero, es decir, de un trabajo asalariado, aparece como opción para aumentar sus ganancias y poder acceder a los productos que no producen o consiguen en la Comarca:
Hay otro necesidad. Eso no hay aquí. Es como ahorita que él fue, él compró bomba de motor, para fumigar café. Entonces esta bomba él estando en la casa no se consigue. Entonces tiene que ir a buscar cosas que no tiene aquí. Entonces va a ir él por allá porque va a conseguirlo (Entrevista a Luís, Ratón, Panamá, 7 de enero de 2022).3
No hay botas aquí. Ellos tienen razón de ir a ganar eso allí. No hay machete aquí. No hay lima aquí. No hay tela, pantalón, sweater, calzoncillos… por eso que ellos van. Yo les doy razón todavía. Si fuera esa todo suficiente aquí, yo creo que poco van para allá. Pero como no hay eso, la necesidad ellos tienen que ir a buscar (Entrevista a Emiliano, Ratón, Panamá, 11 de septiembre de 2021).
Yo quería venir aquí [Costa Rica], porque poquito plata, nosotras compra jabón pa bañar bien. Poquito, poquito, paila..., compra y luego lleva. Por eso yo vengo (Entrevista a Josefina, Sabalito, Costa Rica, 5 de noviembre de 2021).
La movilidad laboral fuera de la Comarca posibilita su permanencia a largo plazo en sus comunidades, ya que el dinero y los recursos que obtienen trabajando en las fincas cafetaleras de Costa Rica les permite invertir en la tierra, animales e insumos que hacen viable su modo de vida en la comunidad.
Pero, ¿por qué esta tendencia a ir a Costa Rica y no otras regiones agrícolas de Panamá? Desde una aproximación económica basada en el modelo de push and pull (expulsión-atracción), según el cual las migraciones son motivadas por el efecto de expulsión de los países pobres y de atracción de los países ricos, se considera que la movilidad de los indígenas ngäbe a Costa Rica responde a la mayor oferta de mano de obra y mejor pagada en este país y la falta de empleo en la Comarca, considerándola una migración de relevo en la que los indígenas reemplazan la mano de obra local que a su vez se desplaza en búsqueda de trabajos mejor remunerados (Morales et al., 2014). Sin embargo, según la información presente en estudios previos (Fernández, 2012; Gómez Rojas, 2013; Idiáquez, 2013; Morales et al., 2014) y las narrativas recabadas durante la presente investigación, las razones de esta movilidad laboral a Costa Rica van más allá de las económicas, por cuanto en el país vecino tienen acceso a mejores servicios de salud y de forma gratuita, así como a otros servicios como que les cuiden a los niños mientras trabajan y además reciben un buen trato por parte de los patrones. De esta manera, a pesar de que la ganancia económica que reciben en Costa Rica no es significativamente superior a la que reciben en Panamá, el factor humano relacionado al trato tiene un papel fundamental en la decisión de desplazarse a Costa Rica. De hecho, mientras que en los últimos años ha subido la retribución económica en Panamá y dependiendo de cómo esté el tipo de cambio de divisa de colones a dólares, los ingresos potenciales pueden llegar a igualarse, siguen desplazándose al país vecino porque hay más trabajo (mejor calidad y cantidad de café) y las condiciones de vivienda y el trato recibido son mejores: (Error 2: La referencia Morales et al., 2014 debe estar ligada) (Error 3: El tipo de referencia Morales et al., 2014 es un elemento obligatorio) (Error 4: No existe una URL relacionada)
En Panamá puede ser que es cierto, paga mejor, pero uno no cosecha igual como cosecha en Costa Rica. Yo mínimo, más o menos, puedo cosechar 4 o 5 latas nomás en Panamá. Pero en cambio, en Costa Rica... yo no soy muy rápido, pero puedo llegar 15 hasta 20. La ventaja es allá. Entonces ahí es donde que uno va buscando el lugar, cómo hacer más plata. (...) La ventaja de allá es el hospedaje que el jefe patrón le da a nosotros. Ahí hay luz, agua, da buena casa... eso nosotros no pagamos nada. Ellos mismo pagan todo. Por eso a veces la gente de Costa Rica… nosotros tenemos fama por ellos porque ellos quieren mucho a los peones, ellos son muy responsables con los peones. Pero en cambio los panameños en veces ellos no se preocupan para los peones. Ahí un ranchito feo que le da a uno, ni luz, ni agua hay. Pero en cambio Costa Rica les tratan mejor. Entonces ahí es donde que nosotros nos acostumbramos, nos gustamos ir ahí (Entrevista a Francisco, Ratón, Panamá, 16 de septiembre de 2021).
Por otro lado, algunas familias ngäbe tienen miembros que viven en Costa Rica, de manera que otra de las razones que motiva su movilidad entre ambos países es la visita a familiares que los ngäbe panameños tienen en el lado costarricense y viceversa. Por ejemplo, una mujer explica que cada año migra con su esposo e hijos a Costa Rica, y mientras él trabaja en el cafetal, ella pasa periodos visitando a su madre en una de las fincas vecinas, donde hace años se estableció de forma permanente con el resto de la familia.
Finalmente, no hay que desconsiderar la voluntad o el interés de los indígenas en desplazarse a Costa Rica para conocer otros lugares y personas lejos de su entorno, tener nuevas experiencias, aventurarse y aprender: “Yo hace 3 años no voy. Por eso yo quiero conocer otra vez” (Entrevista a Rocío, Sabalito, Costa Rica, 19 de noviembre de 2021). Así mismo lo expresa otro de los trabajadores temporales: “Yo vengo a pasear, me gusta conocer gente. Si yo no vengo no conozco a usted. Me gusta venir a ver el ambiente” (Entrevista a Esteban, Sabalito, Costa Rica, 25 de noviembre de 2021). En este sentido, si bien el componente central de la movilidad es el empleo y la mejora del salario, no solo se trata de una cuestión económica y laboral, sino que las razones son multidimensionales, y factores como las relaciones familiares entre grupos de ambos países, la búsqueda de nuevas oportunidades por parte de los jóvenes y posibles mejoras en cuestiones de trato recibido y de acceso a la sanidad, juegan un papel importante.
En los últimos años, se calcula que aproximadamente entre 15 000 y 20 000 indígenas ngäbe llegan anualmente a Costa Rica desde Panamá (Cortez-Sosa y Méndez-Coto, 2015; Idiáquez, 2013; Gómez Rojas, 2013; Mondol, 2018; Morales et al., 2014, Subinas, 2018).4,5 La mayoría de los ngäbe que se desplazan a Costa Rica para trabajar en la cosecha de café provienen de los tres distritos de la región Nedrini de la Comarca (Besiko, Mironó y Nole Duima), y del distrito Kankintú, de la región de Ño Kribo. También hay personas que van desde Kusapín, el otro distrito de Ño Kribo y desde la región Kädriri, pero en menor número (Figura 1).
Muchos aprovechan para hacer una ruta entre diferentes fincas y localidades y así aprovechar al máximo la temporada de cosecha. Si bien inicialmente solo llegaban a la zona sur y se quedaban ahí hasta regresar a la Comarca, a lo largo de los años empezaron a desplazarse también a la zona de Los Santos, y el Valle Central, realizando a veces una ruta escalonada a la que algunos ya llaman la “ruta ngäbe” (Entrevista a Xinia Chaves, Directora Ejecutiva ICAFE, 20 de diciembre 2021), o “Ruta de la Migración Ngäbe-Buglé” (Borge, 2021), que consiste en estar unos meses en el sur donde se da la maduración temprana y posteriormente desplazarse más al norte y noroeste para incorporarse en la cosecha de esas regiones (Figura 2).
El limitado o inexistente acceso a servicios públicos de caminos y carreteras, agua y electricidad, centros de salud, tiendas y supermercados, parques y plazas de deporte con el que se encuentran los ngäbe en muchas áreas de la Comarca, se amplía vastamente al desplazarse a Costa Rica. Tener acceso a todos estos recursos y servicios supone un gran cambio en la vida diaria de los indígenas, y como veremos influye a su alimentación, actividades de ocio, movilidad y sensación de seguridad.
En la misma línea, su entorno natural cambia sustancialmente, y pasan de estar rodeados de recursos naturales, en casas dispersas y alejadas entre sí, y en comunidades aisladas, a vivir aglomerados en los albergues, pegados unos a otros y mucho más cerca de carreteras y centros urbanos. Los indígenas destacan que en la Comarca tienen espacio para cultivar sus productos y criar animales domésticos, mientras que en Costa Rica en algunas fincas no les dejan tener ni un par de gallinas.
Por otro lado, mientras que en ambos lugares trabajan de manera productiva; en Costa Rica lo hacen fuera de su casa y de su comunidad, y no controlan los medios de producción, pues no trabajan para ellos sino para otros. Los recursos de la Comarca son naturales y controlados por ellos mismos, pero, igual que ocurre en las ciudades (Rodríguez, 2021), en Costa Rica son provistos por otros. Muchos trabajadores en movilidad señalan que en la Comarca existen alimentos para consumir al alcance de la población, sin mediar costos económicos, y que, además, son diversos, incluyendo los animales que crían, cazan o pescan. Todo ello en contraste con Costa Rica, donde hace falta dinero para todo: “Aquí tiene que pagar. Uno va a comprar pescado y tiene que pagar. Pollo... tiene que pagar. Eso que lleva plata acá. Allá sembrado banano, yuca... nosotros pesca en Comarca. Nosotros no compra” (Entrevista a Raquel, Sabalito, Costa Rica, 2 de diciembre de 2021). Esto supone un gran cambio en su sistema económico, que pasa de un modelo productivo agrícola a un modelo de mercado y consumo, o, en otras palabras, pasan “de ser productores a ser obreros y consumidores, de controlar los medios de producción a ser empleados de un sistema que no les pertenece” (Rodríguez, 2021, p. 425).
Como consecuencia directa de este mayor acceso a servicios y de los cambios en su entorno ecológico y modelo económico, se generan cambios importantes también en su dieta, tanto en la cantidad y los tiempos de las comidas, como en los tipos de alimentos. Respecto a lo primero, mientras que en la Comarca hacen uno o dos tiempos de comida, en Costa Rica suelen hacer hasta tres, aunque a veces el almuerzo es en el cafetal y más ligero y no todas las familias o trabajadores lo hacen. Por otro lado, en la Comarca comen principalmente lo que obtienen de sus cultivos, rara vez tienen acceso a proteína animal y en general cocinan sin aceite y con poco azúcar o sal, condimentos que deben comprar. En cambio, la disponibilidad cercana de los negocios en Costa Rica –sumada al mayor acceso de dinero en efectivo– hace que su alimentación sea mucho más variada y que puedan comprar cerdo, pollo, embutidos, pescado y sardinas y atún en conserva. También comen más pan, pasta, legumbres (frijoles principalmente) y azúcar, y al tener acceso a aceite, acostumbran a comer más comidas fritas que sancochadas.
Por todo ello, en la Comarca algunas mujeres con las que conversé señalan que la gente que va a Costa Rica regresa más gorda y que los niños crecen mucho y rápido, ya que comen más, más variado, y con hábitos distintos:
Enrique llegó "bule kri" [barriga grande]. Enrique estaba gordo en barriga. Cuando se fue ya estaba flaco de nuevo, y se fue a engordar de nuevo. Porque va a comer bien allá. Con mortadela y otras cosas que se engordan. (...). Cuando esa [su hija] estaba pequeña yo la llevaba por allá. Ese papitas fritas que viene en bolsa, Enrique lo compraba así, grande. Y ella se lo mandaba todo. Ella es bueno para eso. El cheetos ese, rizadas, confite. Y más que soda, esa cola grande compraba para ella. Y comida de nosotros cena, almuerzo, ella comía. Por eso creció rápido. Ahí la gente dice que tiene 18 años. ¡No! A penas tiene 14 (Entrevista a Estefanía, Ratón, Panamá, 8 de enero de 2022).
De hecho, algunos destacan que la diferencia de alimentación es fruto de malestar digestivo los primeros días, hasta que se acostumbran a la nueva dieta: “cuando estamos acá en la Comarca, el estómago no estamos acostumbrados. Entonces se pega ese alimento y a veces hace daño. Después el apetito acostumbrando y después comida va cayendo bien también” (Entrevista a José, Ratón, Panamá, 30 de agosto de 2021). Además, en general comen mucha más “comida basura”, como galletas, papas fritas, caramelos, helados, entre otros productos de los que no tienen disponibilidad en la Comarca (ni dinero en efectivo para comprarlos).
Ahora bien, la compra de todos estos alimentos supone un gran gasto para los trabajadores, quienes destacan como diferencia principal que en Costa Rica deben pagar para conseguir los alimentos, mientras que según su percepción en la Comarca lo tienen “todo gratis”. Se quejan de que en Costa Rica solo comen arroz, y extrañan alimentos como la yuca, el otoe, los plátanos y toda clase de vegetales de su territorio, que o bien no encuentran en Costa Rica, o a diferencia de la Comarca, les cuesta dinero: “hay que comprar aquí. eso en mi comarca no debe comprar: guineo, otoe, ñampí... no debe comprar eso (...). Azúcar, café, pollo... aquí es muy caro eso” (Entrevista a Teresa, Sabalito, Costa Rica, 4 de diciembre de 2021). Uno de los trabajadores que este año se quedó en la Comarca, describe así la diferencia de la alimentación y economía entre las fincas cafetaleras de Costa Rica y su comunidad:
En la finca donde uno llega a veces no hay banano, no hay guineo, hay que comprar. Entonces ya uno invierte más. En cambio aquí [en su comunidad], no. Aquí uno produce otoe, uno produce banano, aquí uno produce hortalizas. Entonces claro, vamos a gastar menos. Allá [en Costa Rica] uno gasta más. Sí, uno hace más plata y, así mismo, gasta más. Uno no manda nada, no tiene nada. Entonces todo hay que comprar. Y aquí no. Aquí hay varias cosas que uno no compra. Como las personas que tienen café, ya no compran café. El que tiene caña no compra caña. Banano, otoe... esos lo que tiene esos no compran ya. Entonces inclusive los que tienen hortalizas ya no compra. Entonces uno va ahorrando la plata (Entrevista a Francisco, Ratón, Panamá, 16 de septiembre de 2021).
Por otro lado, a diferencia de lo que se advierte en la ciudad respecto a la pérdida del uso del idioma (Rodríguez, 2021; Sarsaneda y Quintero, 2018), en Costa Rica el uso de la lengua ngäbere no se ve afectado, por cuanto en ambos lados de la frontera hablan su lengua y están con sus familiares y amigos. En la misma línea, y también a diferencia de lo que ocurre en las ciudades, donde sobre todo las mujeres indígenas hacen referencia a la necesidad de cambiar de ropa para acceder al mercado laboral (Rodríguez, 2021), en Costa Rica, por lo general, los ngäbe en movilidad, tanto hombres como mujeres, conservan su vestimenta tradicional. En los cafetales visten con ropa vieja y usada, y tapados con gorras y telas para cubrirse del sol, pero al salir a pasear por el pueblo por la tarde o los fines de semana usan ropa limpia, nueva y colorida, y las mujeres acostumbran a llevar chaquiras y los hombres sombrero. No obstante, el mayor acceso al dinero –muy escaso en la Comarca– facilita la compra de nueva ropa y complementos, modificando en algunos casos su vestimenta tradicional. Mientras que es habitual la compra de naguas, pantalones y camisas tradicionales a otros indígenas que hacen ropa a su estilo y medida, también compran mucha “ropa americana”7 y de estilo occidental. También compran y usan muchos más complementos, como bolsos, relojes, lentes, cinturones o zapatos. Además, igual que Borge (2021) observa en una zona cafetalera de más al norte del país, la región de Los Santos, en Coto Brus cada vez se observan más mujeres ngäbe que visten con ropa no indígena, con faldas o hasta con pantalones, algo muy raro en la Comarca.
En cuanto a las formas de ocio y diversión, también varían considerablemente con las que tienen en la Comarca, limitadas al juego ocasional de deportes como el fútbol y el béisbol, los eventos religiosos, y juegos y bailes tradicionales en los eventos festivos que se celebran cada cierto tiempo. En Costa Rica, además de jugar fútbol constantemente e ir a los cultos religiosos, también ven la televisión, van a pasear por el parque y los centros poblados, van a los bares, y juegan con juegos electrónicos y a las máquinas tragamonedas.
Las actividades usuales de los sábados por la tarde y domingos son las visitas a familiares que viven en Costa Rica permanentemente o que están trabajando temporalmente en otras fincas, o bien pasear por los parques de las localidades cercanas e ir de compras en los supermercados y tiendas de estos centros poblados, donde, como observa Borge (2021) es común verlos aglomerados y esperando fuera para ver si encuentran algún familiar o amigo. En la misma línea, el estudio de la CONAPI (2004) señala que “pasear” es la actividad que más realizan en su tiempo libre los indígenas que migran temporalmente a la ciudad, reproduciendo el patrón cultural de las comunidades de origen, donde pasear significa visitar a los familiares y amigos para dialogar, comer juntos y planificar acciones.
En algunas de estas ocasiones, los varones van al bar y consumen cervezas y licores. De hecho, entre los no indígenas es común la idea de que los varones ngäbe los fines de semana gastan todo su dinero en las cantinas. Como muy bien describió Bourgois (1994) en su trabajo, anteriormente era muy habitual ver jóvenes ngäbe borrachos peleando en medio de multitudes de espectadores:
A veces hasta media docena de Jóvenes tambaleantes se pegan uno al otro en la cara, y caen repetidamente en el barro. Los pleitos terminan cuando alguno, con su cara desfigurada por la sangre, no logra levantarse del barro. Aparentemente estos pleitos no generan resentimientos; con frecuencia, los dos hombres que han peleado se marchan del brazo a compartir otra botella de licor (p. 199).
El autor argumenta que mientras que para a población no indígena estas peleas ritualizadas se convierten en degradantes espectáculos de borrachos, en el contexto nativo tradicional asumen una dimensión completamente diferente, pues representan un medio para institucionalizar las alianzas de liderazgo regional y comunal, al mismo tiempo que para demostrar el valor personal (Bourgois, 1989). Así lo señalan los mismos indígenas:
Los ngäbe buscan escándalos por ahí, pero bueno resuelve a puños. Bueno el que perdió, perdió. El que ganó… después se hizo amigo, y ya. Pero la gente blanco, no. La gente blanco busca su armas, de una. Eso los ngäbe, no. Los ngäbe costumbre, o sea pelea es como un deporte para los ngäbe. ¿Quieren medir fuerza? ¡Pues vamos! (Entrevista a Federico, Ratón, Panamá, 11 de septiembre de 2021).
Actualmente, los bares de Sereno, en la frontera, siguen llenándose de hombres ngäbe consumiendo cerveza, aunque también muchos reconocen que ya no se toma tanto como antes y muchos han dejado de consumir licor. Asimismo, aunque no es tan habitual, como también evidencia Mata Blanco (2013) en un artículo en el periódico costarricense La Nación, siguen viéndose peleas ritualizadas fuera de las cantinas potenciadas por el estado de embriaguez.
Otros aspectos que cambian respecto a la Comarca son la forma de movilidad interna y la sensación de seguridad que tienen en las fincas y en el país en general. En la Comarca caminan durante horas y por caminos muy poco practicables; en cambio, lo más habitual en Costa Rica es el uso de buses o taxis aún cuando se trata de distancias muy cortas. Respecto a la seguridad, si bien los indígenas siempre destacan la tranquilidad de su territorio, donde no hay problemas y todos se tienen confianza, señalan que en el cafetal deben cerrar las casas con candado por miedo a que les roben, como de hecho ha ocurrido en algunas ocasiones. En la misma línea, expresan miedo a salir de la finca al no conocer y dominar la zona “compramos aquí en la pulpería. Él desde que llegó no ha salido a ningún lado, porque dice que peligroso salir, y eso le da miedo a nosotros, y nunca salimos. Y si salimos, con alguien. Nosotros no puede salir solitos” (Entrevista a Mercedes, Sabalito, Costa Rica, 13 de noviembre de 2021). Por otro lado, como también observa Rodríguez (2021) en el caso de la migración de las mujeres indígenas a la ciudad, además de los robos y asaltos hay otros peligros que les acechan en Costa Rica, como el consumo de alcohol de los varones –potenciado por el mayor acceso al dinero–, los embarazos precoces de las jóvenes o la contracción de enfermedades de tipo sexual.
En cualquier caso, durante la estadía en Costa Rica, las relaciones sociales de los trabajadores indígenas y sus familias aumentan considerablemente, por cuanto pasan de vivir dispersos en comunidades aisladas en la Comarca, a estar unos meses concentrados en localidades cafetaleras concretas. Los trabajadores de un mismo grupo no solo trabajan juntos y viven agrupados en los albergues, con mucho menos espacio que en sus comunidades, sino que a veces comparten finca con otros grupos y cuando menos, hay otras fincas con otros trabajadores en la misma localidad o cerca de esta. De esta manera, las interacciones y conexiones entre los indígenas aumentan potencialmente. Pasan de compartir su día a día con su familia extensa y en ocasiones vecinos de la comunidad, a relacionarse con otras familias de otras localidades o de hasta diferentes regiones de la Comarca. No obstante, se observa que los indígenas que vienen de la zona de Ño Kribo y Bocas del Toro, no acostumbran a relacionarse con los que vienen de Nedrini y Chiriquí. Entre ellos no solo hay diferencias lingüísticas sino también de vestimenta y de costumbres, y existe un gran regionalismo que ellos mismos reconocen.
Una de las consecuencias más evidentes de este aumento de relaciones es la creación de nuevas parejas. Muchas parejas ya formadas explican que son de diferentes localidades de la Comarca pero que se conocieron en años anteriores trabajando en Costa Rica. Asimismo, algunos reconocen que esperan encontrar pareja durante la cosecha. Una mujer comenta que en la Comarca no hay forma de conocer a otras personas, pues viven aisladas y sin contacto con otros hombres: “Bueno, sí, sí hay hombres en el pueblo, pero donde nosotras vivimos no, estamos solas” (Entrevista a Claudia, Sabalito, Costa Rica, 16 de noviembre de 2021). Al mismo tiempo, a veces esto supone que se rompan otras parejas, pues algunas mujeres explican que cuando un hombre no las trata bien, buscan otro que las cuide mejor en Costa Rica y se van con él desde ahí. Así, es habitual que mujeres y hombres se conozcan en Costa Rica, y aún y ser de diferentes orígenes en la Comarca, empiecen una relación posteriormente al regresar a Panamá
Pero, además, durante su estadía en Costa Rica también se establece una conexión con el mundo no indígena. No solo se incrementa la intensidad y número de relaciones con otros indígenas, sino que también entran en contacto con personas locales no indígenas, y otros trabajadores temporales de otras nacionalidades, como los nicaragüenses. En los cafetales interactúan diariamente con los encargados y administradores de las fincas, costarricenses no indígenas con quien se han establecido relaciones cordiales a lo largo de los años. Asimismo, también interactúan con los empleados de sus tiendas habituales, asesores culturales no indígenas, o personal sanitario y de migración.
Respecto a la relación con los trabajadores temporales nicaragüenses, si bien por lo general actualmente es formal y a lo largo de los años se han acostumbrado a convivir, como también observa Borge (2021) en Los Santos, sigue habiendo una gran desconfianza hacia esta población y casi no se relacionan entre ellos: “o sea los ngäbe los temen mucho, porque algunos son... son... eh… Hace mucho escándalo. Hacen conflicto. Y no así a mano nomás sino ya con armas. O sea, ¡pero también hay buena gente! No podemos involucrar a todos” (Entrevista a Federico, Ratón, Panamá, 31 de agosto de 2021).
Finalmente, salir de la Comarca y cambiar de país abre las puertas a los indígenas ngäbe a conocer otras realidades. Al vivir en Costa Rica varios meses al año durante tantos años, los ngäbe han advertido que los Estados Nacionales tienen obligaciones y que deben responder a las demandas y derechos de sus ciudadanos. El contacto con la sociedad no indígena, así como el acceso a los talleres y formaciones realizados por los profesionales sanitarios y miembros de distintas ONG ha resultado en un mayor conocimiento de sus derechos como indígenas y como trabajadores:
Nosotros sabemos que hay gente que no nos trata bien, pero aquí en Costa Rica aprendimos que tenemos derecho que atiendan a la mujer. Aquí escuchamos muchas charlas sobre nuestros derechos. Y vamos aprendiendo a que se debe respetar nuestra cultura ngäbe (Entrevista a Rosa Ramos, Coto Brus, 12 de noviembre de 2011, en Idiáquez, 2013).
Históricamente en la sociedad de destino los ngäbe han sido catalogados como dóciles e ignorantes, con poca capacidad de articular la defensa de sus derechos por no conocerlos y por encontrarse lejos de su tierra en un país ajeno (Bourgois, 1994; Idiáquez, 2013), pero actualmente se sienten con mucho más poder para reivindicar sus demandas. Por ello, mientras que anteriormente los productores preferían contratar a los ngäbe antes que los nicaragüenses, esta tendencia está cambiando, sobre todo en Los Santos, ya que, además de las presiones que sienten los cafetaleros por parte de las instituciones y de organismos de derechos humanos, que los desalientan a emplear trabajadores indígenas (Borge, 2021), estos se han empoderado y ahora reclaman sus derechos. Así lo explica Víctor Segura, el coordinador de la Comisión Interinstitucional de Asuntos Migrantes de Los Santos (CIAM):
El asunto es que ha variado mucho la composición de las poblaciones migrantes. Ahora los caficultores prefieren más al nicaragüense que al indígena. ¿Por qué? Porque los indígenas a medida que se iban apropiando de sus derechos laborales y sus derechos humanos, empezaba a haber un pequeño conflicto... antes eran sumisos, y nunca reclamaban absolutamente nada. Y ahora dicen tengo derecho a un seguro médico; yo quiero que me paguen por semana, no que usted me retenga el salario; yo voy a ir a hacer las compras, no que me las haga usted. (...). Todo esto ha ido cambiando. Progresivamente. Y más ahora en esta última etapa que se están regularizando (Entrevista a Víctor Segura, Costa Rica, 3 de diciembre de 2021).
En esta línea, Borge (2021) señala que la migración laboral a Costa Rica les ha cambiado su visión política y destaca un aumento en su capacidad petitoria y de agencia frente al Estado de Panamá, que ha pasado a ser mucho más beligerante como resultado de lo vivido y aprendido en Costa Rica. Algunos de los actuales líderes comunitarios de la Comarca empezaron sus carreras políticas en Costa Rica, donde reclamaron sus derechos como indígenas y trabajadores, y actualmente se encargan de dirigir diversos comités de la comunidad. Este es el caso de Federico, quien en la década de los 2000 en adelante participó en las demandas de mejora de las condiciones de vida y trabajo de los ngäbe en Costa Rica y que ahora es el actual presidente del comité de padres de familia de la escuela de la comunidad de Ratón, en Nole Duima, de otros comités de la comunidad, y que además pretende postularse en un futuro a representante de la comunidad: “En Panamá somos panameños, nativos de Panamá, pero los patrones o los gobiernos nos tiene ahí como abandonados. Ahora es que nosotros salimos a la calle para poder defender nuestros derechos” (Entrevista a Federico, Ratón, Panamá, 11 de septiembre de 2021).
Por último, la movilidad a Costa Rica –así como la experiencia migratoria a las ciudades (Idiáquez, 2013; Rodríguez, 2016, 2020, 2021)– ha supuesto cambios en la igualdad de género y el reconocimiento de las mujeres de sus propios derechos como mujeres y como madres. Romper con el aislamiento en que viven en sus comunidades y entrar en contacto con otras mujeres ngäbe más allá de las de su unidad doméstica o familia cercana; la exposición a nuevas ideas, prácticas y conocimientos adquiridos al entrar en contacto con el mundo latino y potenciada por talleres de salud sexual y reproductiva realizados por los sanitarios costarricenses en colaboración con distintas ONG, así como el mayor acceso a dinero que cada vez más tienen en el país vecino, ha resultado en cambios en los roles y relaciones de género de los ngäbe. A pesar de que generalmente no se trate de cambios trascendentales o sistémicos en sus vidas, a lo largo de los años la situación de las mujeres indígenas ngäbe en movilidad ha cambiado sustancialmente y se ha reducido su subordinación y dependencia respecto a sus pares varones, atenuando así la dominación masculina y el trato abusivo recibido por algunos hombres.
En este artículo se ha procurado ofrecer un análisis sobre la experiencia de los ngäbe en movilidad a Costa Rica más allá de sus condiciones laborales en el país, indagando desde sus propias experiencias y narrativas cómo afecta a sus vidas la travesía y estadía anual en los cafetales costarricenses. Las trayectorias presentadas evidencian que la movilidad a Costa Rica tiene consecuencias en la economía y vida diaria de las familias ngäbe, así como en su identidad cultural, visión social, política y de género.
A pesar de tratarse de una movilidad rural-rural, con destino a regiones agrícolas de Costa Rica, el entorno ecológico, el acceso a servicios públicos, comercios y a actividades de ocio cambia radicalmente en comparación a sus comunidades de origen en la Comarca Ngäbe-Buglé. Esto, sumado al mayor y regular acceso a dinero que tienen al trabajar como asalariados, implica cambios importantes en su estilo de vida, en particular en su alimentación, vestimenta y formas de ocio. De esta manera, se observa que la movilidad a Costa Rica de los ngäbe no solo tiene consecuencias en la economía de las familias ngäbe, quienes durante unos meses tienen acceso a más dinero en efectivo y si logran ahorrar pueden regresar a la Comarca con dinero para invertir en su hogar y su comunidad, sino que también, y como consecuencia, incide en su estilo y forma de vida durante su estadía en el país vecino.
Por otro lado, la incidencia del contacto cultural y vida social de los ngäbe con la sociedad no indígena en Costa Rica contribuye a la reflexión sobre su identidad étnica, sus tradiciones y su manera de insertarse en el mundo. La movilidad a Costa Rica los sitúa en un contexto de relación intercultural diferente al de la Comarca, que además les da un mayor acceso a los bienes de consumo, servicios y medios de comunicación (internet, celulares, televisión), estimulando un proceso de reelaboración cultural (Sarsaneda, 2010).
No obstante, a diferencia de lo observado en el caso de la movilidad a los centros urbanos panameños (CONAPI, 2004; Rodríguez, 2021; Sarsaneda y Quintero, 2018), no se evidencia un cambio tan manifiesta de elementos como el vestido, la alimentación, lengua o la vida simbólica y ritual. En contraste de lo que ocurre en el entorno urbano, en Costa Rica se mueven en grupo y se insertan en un mercado laboral casi exclusivo para ellos, en el que las relaciones con los no indígenas, aunque existentes, en la mayoría de los casos son escasas y de poca intensidad. Durante los meses de cosecha Coto Brus se convierte en una extensión de la Comarca, una “comunidad satélite” (Idiáquez, 2013, p. 224), ya que en los cafetales siguen estando con su familia y amigos, hablando su lengua y realizando sus rituales y cultos religiosos.
Ahora bien, a lo largo de los años, las estadías a Costa Rica han influenciado su visión política, social y de género, abriendo la puerta a nuevas realidades y a potenciales transformaciones en las prácticas tradicionales del pueblo. Al volver a sus comunidades en la Comarca, los ngäbe no solo regresan con más dinero y recursos económicos sino también con nuevas visiones, conocimientos, información y hábitos que pueden llegar a influir en la cultura y la sociedad de los lugares de origen. Estas ideas, comportamientos, identidades y capital social que fluye entre Costa Rica y las comunidades de origen, también llamadas “remesas sociales” (Levitt, 1998, p. 972), incluyen nuevas concepciones en torno a los derechos como indígenas, como trabajadores o como mujeres y resultan en la potenciación de sus demandas en el contexto de origen.
A partir de los casos y experiencias presentadas y analizadas en este artículo se hace evidente que para tener una imagen holística de lo que significa e implica la movilidad temporal a Costa Rica para las familias ngäbe, es necesario considerar los cambios en su economía y vida cotidiana, pero también en su socialización, visión política, social y de género. Más aún, para comprender mejor el impacto global de estos movimientos sería oportuno documentar en futuras investigaciones las repercusiones de estos cambios observados en los ngäbe en movilidad en sus comunidades de origen, en la Comarca Ngäbe-Buglé.
Acerca de la persona autora: Anna Peñuelas Peñarroya. Española. Obtuvo su máster en Antropología en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO)-Sede Ecuador. Actualmente es investigadora predoctoral asociada al Departamento de Antropología Social de la Universidad de Barcelona y forma parte del grupo de investigación sobre culturas indígenas y afroamericanas (CINAF).
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Debido a estas diferencias y a los procesos de autoidentificación de finales del siglo XX, actualmente se considera a los ngäbe y los buglé dos grupos étnicos diferentes, con lenguas diferentes (el ngäbere y el buglere), profundamente interrelacionados, que viven en un mismo territorio, la Comarca Ngäbe-Buglé, y que se casan entre sí (Barrantes, 1993; Constenla, 1991; Idiáquez, 2013; Morales et al., 2014).