Reseñas
Del laboratorio chileno a la comunicación-mundo. Un itinerario intelectual de Armand Mattelart (Mariano Zarowsky)
. IDAES. 2012. Buenos Aires, Argentina. Biblos. 314pp.. 978-987-691-153-5 |
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Del laboratorio chileno a la comunicación-mundo se presenta como la reconstrucción del itinerario intelectual de Armand Mattelart desde “el laboratorio chileno” de principios de 1970 con la experiencia política, social y cultural que buscaba la vía chilena al socialismo. Y, efectivamente, la investigación de Mariano Zarowsky brinda un pormenorizado recorrido, que aunque no se organiza de modo estrictamente cronológico, sí resulta en un abordaje exhaustivo de la trayectoria del pensador de origen belga. El recorrido, por supuesto, incluye aquellos hitos insoslayables que hacen de Mattelart una figura mítica y un pionero en el campo de la comunicación y la cultura, los cuales son, además, objeto de riguroso análisis por parte del autor.
Si lo que se propone Mariano Zarowsky es detallar las diferentes dimensiones que conviven en el “intelectual múltiple” (p. 151) que es Armand Mattelart, lo hace sin desentenderse de las versiones más estereotipadas sobre su obra y su legado, pero cuidándose de no reforzar el propio estereotipo. De hecho, Zarowsky ofrece un acercamiento que toma distancia de esas versiones consagradas para reinsertarlas en un cuadro mucho mayor. Se trata de un paisaje más completo, en el que la figura y la impronta mattelartiana circulan cómodas en el espacio de cruces y préstamos entre los estudios de comunicación, la historia intelectual y la sociología de la cultura que Zarowsky despliega con notable eficacia.
Porque Del laboratorio chileno… no sólo da espesura a la figura de Mattelart a partir de una exhaustiva recopilación de información y abundancia de fuentes, sino que además lo hace con una prosa ágil que sortea las dificultades de un análisis empeñado en no resignarse a presentar todos los datos. Pero no se trata de una mera descripción de los datos encontrados, sino que además Zarowsky los enriquece al reconstruir para el lector la complejidad del contexto; mejor dicho, de los contextos: geográficos, históricos, políticos, intelectuales (o, incluso, anti-intelectuales).
De este modo, a través de un análisis que combina trayectoria personal, énfasis epistemológicos y focos teóricos (que son, desde ya académicos, pero también políticos), con coyunturas locales e internacionales (que son también académicas y políticas), Mattelart se nos presenta como un intelectual crítico, comprometido con el proyecto socialista chileno de Allende, signado luego por los cambios de época y de paradigmas epistémicos que surcan su exilio europeo. Y, tal como Zarowsky se ocupa de enfatizar, la propia trayectoria de Mattelart −del centro a la periferia y de la periferia al centro−, colabora en la irreductibilidad de su hacer intelectual a una práctica disciplinar (que en principio va de la demografía y el derecho a la comunicación) y a un particularismo local o regional, para ubicarlo en el centro de una “escena pública internacional” que él mismo colabora en definir.
El libro está organizado en siete capítulos. El primero de ellos alude a algunos de los tópicos con los que de manera recurrente se ha relacionado a Mattelart: el vínculo entre los intelectuales y la política, en las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado, y el origen de los estudios críticos en comunicación en el marco latinoamericano. Al respecto, Zarowsky propone una inversión recapituladora entre la emergencia de la disciplina y la articulación, a posteriori, de sus pioneros pensamientos, al sugerir que acaso “el campo se leyó a través de una particular y parcial visión retrospectiva de la figura de Armand Mattelart” (p. 51).
En el siguiente capítulo Zarowsky describe los desplazamientos teóricos del profesor doctorado en Derecho y diplomado en Demografía, que invitado por la Escuela de Sociología de la Universidad Católica desembarca en Chile en 1962, y que en pocos años se insertará en unos “espacios de entrecruzamientos múltiples” que contribuirán a la transformación de sus objetos de estudios y sus enfoques epistemológicos. Se trata del desplazamiento desde su formación inicial hacia un posicionamiento que ubicará a la cultura y a la comunicación como nodo central de las preocupaciones intelectuales de Mattelart. Es esta una de las entradas más significativas para pensar el entramado que vincula trayectoria, contexto, preocupaciones teóricas y militancia política de Mattelart, y que Zarowsky presenta con suma claridad. En el pasaje que, a instancias del triunfo de Allende, va de la denuncia a la necesidad de establecer lineamientos para una “nueva cultura” (p. 78), Mattelart se pregunta, muy tempranamente por la viabilidad y las alternativas de una comunicación de masas que pudiera emplearse con fines liberadores, incluso revolucionarios, en el marco de las condiciones de unas industrias culturales ya enlazadas con la lógica del capitalismo. En términos de entonces, Mattelart se plantea cómo cambiar los contenidos de los mensajes y su acción, valiéndose de las mismas formas manipuladoras. De carácter igualmente pionero resulta el énfasis de Mattelart, que Zarowsky repone, en cuanto a la instancia de recepción de medios; la consideración de la comunicación de masas en sus dimensiones materiales, económicas, políticas; y la asunción de la interdisciplinariedad como perspectiva fundamental para pensar los complejos procesos que enlazan política y cultura.
En el tercer capítulo, el libro discurre por el exilio de Mattelart después del golpe de estado chileno de 1973. En el devenir de una dificultosa inserción en el contexto francés Mattelart se abocará a la realización de un documental cinematográfico, La Spirale (de 1975), y esbozará sus primeros manuscritos sobre el imperialismo cultural. Sin embargo, lo que destaca en este apartado es el lúcido análisis que presenta Zarowsky respecto de los destiempos entre los debates latinoamericanos y europeos sobre el tema durante la década del setenta y, más específicamente, los desajustes entre los presupuestos y horizontes de los ámbitos intelectuales francés y sudamericano. Mattelart despliega en su exilio sus conceptualizaciones respecto de un tema que, en el contexto del “laboratorio chileno” había sido ya ampliamente abordado y objeto de experimentación (no necesariamente exitosa), como es el del “imperialismo cultural estadounidense” (cuestión sobre la que Para leer al Pato Donald, el célebre libro que escribió con Ariel Dorfman, es considerado un clásico). En Francia, la noción es tomada con suspicacia, en un primer momento incluso sospechada de ajenidad respecto del contexto europeo, e incluso desestimada por la intelectualidad francesa por incurrir en una “latinoamericanización” de los análisis de la comunicación y la cultura. Lo que deja en evidencia Zarowsky son las tensiones que surcaban (¿surcan todavía?) los intercambios teórico epistémicos cuando el sentido de ese contacto parece invertir los flujos tradicionales (es decir: centro/periferia, o norte/sur).
En el cuarto capítulo Zarowsky ubica a Mattelart en los finales de la década del setenta y principios de la del ochenta, ya como figura promotora o passeur −a la vez que emergente− de una suerte de internacionalismo y cosmopolitismo múltiple de nuevo tipo, vinculado a una “esfera pública internacional popular” (p. 154). Zarowsky profundiza sobre el estudio de la trayectoria de Mattelart, dando cuenta de las tensiones que surgen de las conexiones y los cruces, precisamente, entre centro y periferia, a partir de sus intervenciones en el campo de la intelectualidad francesa pero también internacional. El exilio de Mattelart (que es en verdad un regreso a la Europa continental) conlleva una activa participación en la cual va construyendo una extensa y productiva red de circulación de documentos, producciones culturales que son, desde ya, vehículos de su pensamiento y de las batallas intelectuales que enfrentó esta figura en el momento de la “inversión” de los flujos diaspóricos.
El capítulo siguiente, el quinto, abre significativas modificaciones en el itinerario de Mattelart. Como bien describe y analiza Zarowsky, los cambios políticos tras la llegada de los socialistas al poder en Francia, en 1981, implican ciertos beneficios para su inserción institucional. Convocado por el Ministerio de la Investigación y la Industria para la elaboración de un informe del estado de la investigación en comunicación en ese país, Mattelart se compromete con la tarea produciendo numerosos informes y participando en debates sobre estrategias políticas para la transformación cultural. En este marco, Zarowsky reflexiona sobre las consecuencias que en el campo intelectual en general, en el campo específico de los estudios en comunicación y cultura, y en la trayectoria particular y concreta de Mattelart, tiene el pasaje de la figura de intelectual comprometido a la de experto. Y esta reflexión le permite dar cuenta, no solo de dos “momentos” sino más significativamente, de dos conceptualizaciones que el autor rescata sobre este “hacer” de Mattelart: el análisis de clase de la comunicación, y el de la comunicación-mundo (cuestiones que retomará más adelante).
En el sexto capítulo Zarowsky propone, luego de este recorrido por su itinerario, re-pensar al propio Mattelart, sugiriendo la necesidad de considerarlo, no como un mero repetidor de ideas eurocentradas que difundiría a lo largo y a lo ancho del mundo, sino como el resultado de un recorrido intelectual que lo atraviesa vitalmente en su singularidad teórica y política. Es en el cruce entre los flujos diaspóricos pero también en la intersección entre los escenarios latinoamericanos, europeos y norteamericanos en sus distintos momentos políticos, donde emerge con contundencia la figura del passeur que representa Mattelart. Asimismo, y como rescata Zarowsky, se evidencian allí, en esa intersección, las tradiciones que conectan a la política con la cultura, en una reivindicación de la dimensión material de la cultura y la comunicación (reconciliación entre el culturalismo y la economía política de la comunicación que se presenta radicalmente necesaria y vigente para los momentos actuales).
En el séptimo y último capítulo, Zarowsky presenta una profundización sobre una de estas conceptualizaciones tempranas de Mattelart: la idea de comunicación mundo. En este sentido, Zarowsky reconstruye las ideas que emergen en el propio Mattelart desde los estudios críticos de la cultura y de la comunicación, sin por eso olvidar el papel crucial que juegan los contextos socio-históricos del campo intelectual a la hora de construir (y reconstruir) las armaduras teóricas y conceptuales que den cuenta, analítica y políticamente, de las configuraciones de sentido atravesadas por los medios de comunicación, las nuevas tecnologías y la promesa de transparencia comunicativa. La noción de “comunicación-mundo”, que desde el título del libro nos advierte de una suerte de punto de llegada, es el corolario, precisamente, de un itinerario intelectual múltiple, complejo y riquísimo para observar los entramados de los contextos y la circulación de ideas.
En fin, el libro de Mariano Zarowsky está llamado a ocupar un lugar central en las bibliotecas de Ciencias Sociales, en primer término porque permite iluminar los modos en que Mattelart se ubica en el centro del campo de comunicación y cultura (un campo en los ´70 en plena formación, cocinado al calor de las teorías de la dependencia latinoamericana). Pero además porque esta investigación actualiza, a instancias de la figura y trayectoria de Mattelart, la necesidad de (volver a) pensar la relación entre la materialidad de la comunicación y la cultura, junto con los vínculos complejos entre la cultura popular y la cultura mediática; y de revisitar su avanzada mirada sobre la cultura de masas como una vuelta de tuerca a la idea de base/superestructura, acaso un temprano señalamiento williamsiano acerca del insoslayable efecto de la industria cultural sobre el sistema político, y de un proyecto cultural como “apoyatura” de un proyecto político.