Foro de Discusión
Comentario 3: Desafíos en la interpretación del registro arqueológico de la costa atlántica de Patagonia continental
Después de la lectura del manuscrito del Dr. Atilio Francisco Zangrando, reconozco discrepancias y coincidencias que plantearé desde mi conocimiento y experiencia en la arqueología de la costa atlántica de Patagonia continental. Dados los límites de espacio, me concentraré en discutir los tópicos que considero más relevantes y para ello citaré sólo bibliografía de síntesis y alguna otra que apoye mi argumentación.
En el título y primeras páginas el Dr. Zangrando habla de “vacío de información”; sin embargo, del amplio corpus de datos científicos sobre el área generado en los últimos 25 años, sólo citó un artículo (Zubimendi et al. 2015) y un resumen (Favier Dubois et al. 2017). Justamente, varios de los trabajos publicados contradicen su afirmación que “hace al menos 30 años se mantiene la idea de que las costas e islas de Patagonia y Tierra del Fuego fueron ocupadas más tardíamente que la franja central de mesetas”. Por el contrario, distintos autores plantearon que la costa patagónica continental habría sido ocupada antes del Holoceno medio y que la ausencia de registro previo se debe a problemas de preservación relacionados con la paleodinámica marina y con procesos tafonómicos pretéritos y actuales (Gómez Otero et al. 1998: 197, 141, 144, 145, 149; Kokot 2004; Miotti y Salemme 2004: 196, 197; Cruz y Caracotche 2008: caps. 2, 3, 4, 6; Orquera y Gómez Otero 2008: 91; Cruz et al. 2015: 97-98; Zubimendi et al. 2015: 132, 134; Favier Dubois et al. 2016: 53-55).
Más adelante sostiene que el enorme proceso erosivo originado por la evolución de la geomorfología costera a partir de la transición Pleistoceno-Holoceno “hizo prevalecer la concepción de que los lugares que potencialmente pueden proveer evidencia temprana sobre la relación entre poblaciones humanas y ambientes marítimos ya no existen o están lejos de nuestro alcance”, y que desde la publicación de Bayley (1983) “se ha invertido poco esfuerzo en investigar en qué grado los procesos geomorfológicos afectaron la configuración del paisaje arqueológico costero”. En primer lugar, quiero destacar que a partir del primer taller binacional de arqueología de la costa patagónica (1997) y hasta el último (2015), un tema de discusión -sino el principal, ha sido el de la antigüedad de las ocupaciones costeras. Por tal motivo, se han propuesto distintas estrategias de búsqueda en terreno sobre la base de la identificación de los principales agentes que puedan haber destruido o encubierto los sitios más tempranos. En función de este desafío, todos los equipos han contado con el asesoramiento y la participación de reconocidos geólogos del Cuaternario como Jorge Codignotto, Roberto Kokot, Alejandro Súnico, Nilda Weiler, Bettina Ercolano y Federico Isla, entre otros. Es más, hasta se exploró la existencia de evidencias indirectas como moluscos marinos en sitios del interior; por ejemplo, la Capa 6 de Cueva de las Manos de 9300 años de antigüedad y otros contextos tempranos (Gómez Otero et al. 1998: 141; Zubimendi y Ambrústolo 2015). También se realizaron análisis de isótopos estables (13C y 15N) en restos humanos, pero la ausencia de registros bioarqueológicos antiguos sólo permitió estudiar un individuo de 6000 años AP del valle inferior del río Chubut que mostró consumo moderado de recursos del mar (Gómez Otero y Dahinten 2008). Parte de esos esfuerzos se plasmaron en numerosas publicaciones, algunas de las cuales cité en los párrafos anteriores.
En el acápite “Preconceptos”, Zangrando afirma que “el enfoque puesto en los concheros por muchos arqueólogos (…) también contribuyó a un sesgo analítico en nuestras búsquedas al desestimar conjuntos costeros que requieren técnicas de prospección más demandantes de tiempo y esfuerzo”. Si bien los concheros en superficie o estratigrafía son los contextos más visibles y mejor preservados en esta costa, no son los únicos que se han detectado y estudiado. Esto fue posible gracias a la aplicación de variedad de estrategias y métodos de campo como prospecciones, transectas para estudios distribucionales, muestreos, excavaciones y sondeos en distintas franjas y topografías costeras y en sectores adyacentes sobre variadas cotas. En todos los casos se buscó determinar –con mayor o menor sistematicidad- el impacto de procesos postdepositacionales sobre el registro arqueológico (Cruz y Caracotche 2008: caps. 2 a 13). Así, se identificaron contextos en superficie y estratificados de diferente funcionalidad y composición. Se analizaron sitios de actividades múltiples y restringidas, fogones, talleres, concheros, basurales complejos, hallazgos aislados, entierros humanos, manifestaciones rupestres, muestras de polen (Marcos et al. 2012) y también depósitos naturales de restos marinos (Serrán et al. 2008; Borella y Borrero 2010). Se dataron por 14C, AMS y OCR valvas, carbones, otolitos, huesos de mamíferos terrestres y marinos, restos humanos, cenizas volcánicas y suelos. A pesar de ello, aun no se registraron ocupaciones anteriores al Holoceno medio. Prueba de ello son las investigaciones de los equipos conducidos por A. Sanguinetti, V. Aldazabal y E. Eugenio en San Blas; F. Borella y C. Favier Dubois en la costa norte del golfo San Matías; J. Gómez Otero en la costa norte de Chubut; A. Castro, E. Moreno, M. A. Zubimendi y P. Ambrustolo en la costa norte de Santa Cruz e I. Cruz, M. S. Caracotche y S. Muñoz en Monte León y Bahía Entrada (Santa Cruz).
Tampoco acepto la existencia de una “concepción simplista en donde la presencia de concheros indica economías y adaptaciones especializadas en la explotación de recursos del mar, mientras que la ausencia de estos depósitos se relaciona comúnmente con la ausencia de dichas pautas de subsistencia o adaptaciones”. En este respecto, el estudio zooarqueológico de gran cantidad de concheros y otros conjuntos arqueofaunísticos a lo largo de este sector litoral, así como análisis tecnológicos y de isótopos estables en restos humanos no determinaron adaptaciones especializadas en el aprovechamiento del mar (síntesis en Cruz y Caracotche 2008; Orquera y Gómez Otero 2008).
Pero también tengo coincidencias. En primer lugar, me parece muy importante que reflexionemos cada tanto sobre preconceptos y limitaciones en nuestro ejercicio profesional. Esto es lo que nos permite avanzar y por lo tanto se agradece esta contribución. Estoy muy de acuerdo en que “no siempre el mar se mantuvo distante de los márgenes actuales” y que no necesariamente debemos esperar que las ocupaciones más antiguas muestren el aprovechamiento de recursos marinos. Como dice Zangrando, es tiempo de profundizar, por ejemplo, la búsqueda sistemática de evidencias tempranas en espacios pericosteros emergidos y subacuáticos, y para ello debemos contar con reconstrucciones paleogeográficas de grano fino ajustadas para cada sector litoral. Espero con optimismo que esto nos permita trasponer la barrera temporal del Holoceno medio.