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Navegando en las intimidades -o no- de Mónica Mayer. El proceso de un libro sobre arte, vida y feminismo
Navigating through the intimacies –or not– of Monica Mayer. The process of a book about art, life, and feminism
Cuadernos del CILHA, núm. 34, pp. 1-12, 2021
Universidad Nacional de Cuyo

Notas



Recepción: 12 Junio 2021

Aprobación: 04 Julio 2021

Si tiene dudas… pregunte: una exposición retrocolectiva de Mónica Mayer, en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) de la UNAM, abrió al público en febrero de 2016. Fruto de la magnífica dupla feminista conformada por la artista Mónica Mayer y la curadora Karen Cordero; quienes acuñaron especialmente para esta ocasión el neologismo “retrocolectiva”, palabra que fusiona los conceptos de retrospectiva y colectividad. Pues a la par del trabajo individual de la artista, se encuentra un buen número de piezas colectivas, de las que ha sido detonante o coautora. La investigación de Karen Cordero, historiadora de arte, abarca las cuatro décadas de trayectoria artística de Mayer. Incluyendo, por supuesto, el famoso Tendedero -espacio para la denuncia y visibilización de diversas violencias de género- que colocado en los pasillos del museo, daba la bienvenida a la exposición. Durante la abarrotada inauguración, el público interrumpió el acartonado protocolo de estos eventos, para dar rienda suelta a las mexicanísimas porras para Mónica y el goya universitario[1], gritados a todo pulmón. Se trataba de un hecho histórico. Era la primera vez que un/una artista nacional cuya carrera hubiese transcurrido principalmente en México, y no en el circuito mainstream del extranjero, tenía una exhibición individual en las salas de este museo. Y era también, la primera exposición en el país centrada en una artista feminista. Una de las más sobresalientes del continente y la más importante a nivel nacional.

Durante el detallado proceso de curaduría y preparación para esta significativa muestra, Karen y Mónica pensaron más de una vez en la deseable existencia de un libro con textos de Mayer. Quizá un libro muy breve, una publicación que pudiese estar impresa y a la venta idóneamente a la par de la exposición. En agosto de 2015, Mónica nos convocó a Julia Antivilo y a mí a trabajar en una compilación de sus textos. Nos abriría su archivo personal. Puedo hablar por ambas cuando digo que nos sentimos tan felices como profundamente honradas con la invitación a esta oportunidad única. La primera reunión de trabajo estuvo marcada por la expectativa y emoción compartida, por el asombro ante los materiales a los que tendríamos acceso, por las bromas de Mónica al respecto de esto último, por los planes abstractos para el libro. De inmediato nos pusimos manos a la obra, o mejor dicho, manos al archivo. Una vez más, Mónica había dado inicio a un proyecto colectivo, y en esta ocasión ella misma era el tema.



Diario de Mónica Mayer, 1965.
Archivo Pinto Mi Raya

El material para revisar y analizar incluía los diarios que empezó a escribir desde los ocho años de edad; cuadernos de viaje; libretas de apuntes; bocetos; cuentos; poemas; los artículos que realizó durante veinte años para el periódico El Universal; ponencias y conferencias; textos para piezas de performance; piezas conceptuales; presentaciones de libros; entradas de su blog; narraciones de los proyectos colectivos de exposición; y una caja llena de cartas para su familia, pareja y amistades. Esta última, entre todas esas maravillas, era el material cuya existencia me resultó más desconcertante.

La supervivencia de los archivos personales y familiares está a menudo muy relacionada con la existencia de un espacio propio y estable, donde sea posible conservar y acumular tanto materiales documentales como objetuales. Fotografías, diarios, juguetes o ropa, son cosas que fácilmente permanecen en esas condiciones ¿pero las cartas que la misma persona envió lejos de sí? ¿Desde los setenta? ¿Cómo es que estaban ahí, debidamente enmicadas, en una cajota de cartón? Al principio me parecía lógico que tuviese las escritas a Víctor Lerma[2] pues solo necesitaba pedírselas prestadas, las escritas a sus padres podrían haber vuelto a ella cuando fallecieron pero ¿cómo estaban ahí las cartas a familiares con los que había cortado relaciones? ¿Cómo había recuperado las cartas de los extraviados amigos de la preparatoria? ¿Quién había hecho esta labor de recopilación? Por supuesto, acudí a la fuente primaria para resolver mi duda. La respuesta de Mónica fue simple, se las había pedido de vuelta en la misma época que las escribió. Las cartas familiares escritas en su estancia en Los Ángeles le fueron devueltas apenas volvió a México. A Mónica no le resultaba raro escribir una carta cuyo fin no eran sus destinatarios, nunca estuvieron pensadas como una entrega sino como una excusa narrativa que volvía a sus manos. Un documento que deseaba que formara parte de su archivo, porque a los veinte años ya estaba interesada en tener un archivo[3]. Quizá por ello, o por la mesura natural de Mayer, pocas cartas resultaban íntimas. Lo cierto es que en esa explicación se transparenta un interés muy temprano en la narrativa propia. Por otra parte, sus diarios oficiales (por llamarlos de algún modo) de la adolescencia parecen prever la intrusión de ojos ajenos en el futuro; nombres y lugares aparecen escritos en clave, al igual que algunas frases trucadas para evitar que su sentido sea descifrado. La anécdota divertida al respecto, es que con el transcurso de las décadas los propios ojos de Mónica se habían vuelto ajenos a quien escribió esos diarios, pues al igual que Julia y yo, fue incapaz de descifrar las claves. Estaban también los otros diarios, los improvisados por un momento a la mitad de alguna libreta de apuntes diversos, eran directos y a menudo breves, contenían sus inquietudes más intensas sobre la vida cotidiana, la relación con su pareja, el futuro del feminismo, el arte y la maternidad. En alguno de esos diarios expresa el deseo de poder publicar en el futuro esas reflexiones. Ese día, finalmente había llegado.

Leímos más de 1.500 textos, que otorgaban la oportunidad única de mirar de cerca y sobre papel, el convulso proceso de asumirse artista, feminista, madre, activista, grilla[4], promotora, conferencista, curadora, tallerista, cronista y confabuladora, es decir, el proceso de ser la Mónica Mayer del presente. El proceso de edición del libro incluiría mucho diálogo y discusión conjunta acerca de temáticas e intereses, pero el zambullirnos en los documentos fue un proceso casi privado. Lo ya digitalizado, que era bastante, lo leímos en casa. Mientras que el encuentro con los diarios, cuadernos, libretas y cartas fue directo con los materiales originales. A menudo coincidíamos Julia y yo, sentadas a pocos metros de distancia, leyendo, poniéndole papelitos a los documentos, tomando notas, sumergidas en diversos descubrimientos. Cuando nos comentábamos algo lo hacíamos en voz baja, sin ninguna razón lógica para ello, incluso cuando leíamos en el jardín, como si no quisiéramos romper el momento que estábamos viviendo. La intimidad de nuestro encuentro personal con la intimidad de la autora. Una especie de intimidades compartidas.



Un vistazo al archivo de Mónica Mayer, 2019.
Katnira Bello y Antonio Juárez

La casa de Mónica es un lugar entrañable, un sitio para el encuentro, un espacio para charlar, chismear, debatir, planear, organizar, divagar, celebrar, tristear y subir ánimos en colectivo. Ahora, en el trabajo de archivo, me encontraba sentada prácticamente a solas en ese mismo sitio, desentrañando otras facetas de la Mónica que conocía desde mediados de la década de los noventa. En esa época me encontré primero con la heroína Mónica, la de las conferencias sobre las obras del grupo feminista Polvo de Gallina Negra, y caí redondita. Me encantaba esa forma irónica y divertida, tan nuestra, aplicada al arte para abordar temas. Incluyendo el de la idealizada maternidad. Una de mis piezas favoritas es Madre por un día[5]; performance en la que embarazaron a Guillermo Ochoa, el conductor del show matutino Nuestro Mundo, con la ayuda de una panza de unicel, un delantal y una corona de reina del hogar, durante una transmisión en vivo y en cadena nacional. A lo largo del programa, Mónica Mayer y Maris Bustamante[6] hacen bromas sobre la maternidad y narran algunos de los miedos naturales que se tienen durante el embarazo, mismos que en aquella época no se mencionaban mucho en medios, dejando sobre la mesa que se trata de una experiencia humana y social compleja.

La maternidad es uno de los temas recurrentes en el trabajo de Mayer, abordada en esos ángulos de incomodidad social. Maruca[7] (mala madre) se centra en un punto casi tabú, el de la madre tan imperfecta como cualquier ser humano. La recurrente consigna sobre ser-tener la mejor madre del mundo, tan arraigada en la cultura latinoamericana, pierde eco aquí. Maruca remite no solo a la madre llena de errores, sino que también coquetea con el concepto de la madre malvada. La abusiva, la maltratadora, la que desde ese lugar de poder ejercer distintos tipos de violencia, la que quizá ama pero no de la manera más sana. Maruca es una vieja muñeca de ventrílocuo intervenida, que ocasionalmente ha acompañado a Mayer en algunos performances; está tan desnuda como un muñeco de estos puedo estarlo, el vello púbico y un par de senos han sido dibujados esquemáticamente en su tronco, mientras que un parche negro pintado sobre su ojo izquierdo remite a la madre mas malvada que haya pisado la televisión nacional: Catalina Creel, la villana de la telenovela hit Cuna de Lobos. Otro obra en el amplio espectro del tema es la de Maternidades Secuestradas[8], un proyecto que partiendo de un taller de activismo y arte, ha ido ramificándose en otros; pasando por la manifestación convocada a través de redes y titulada Protesta del día después (a la mañana siguiente del Día de las Madres y en relación a la llamada pastilla del día después, usada para evitar la posibilidad de un embarazo); siendo una instalación para espacio expositivo; una pieza reactivada; un motivo para seguir hablando de la necesidad de que todas las maternidades sean gozosas, elegidas en ejercicio de libertad y libres de violencia; e incluir en las maternidades secuestradas diálogos sobre los miles de casos que se viven en México relacionados con desaparición forzada, homicidio y feminicidio.

El tema de la maternidad también estaba diseminado por diversos puntos del archivo, no sólo los gozos y dificultades de la maternidad propia sino también su complicado rol como hija de una madre que optó por el suicidio. En cartas, diarios, ponencias sobre performance, artículos de crítica y diarios de procesos artísticos, la maternidad se presenta como punto central y otras tantas, se asoma a propósito de cuestiones colaterales. A lo largo de Intimidades... o no. Arte, vida y feminismo, la compilación que realizamos Julia Antivilo y yo, se encuentran presentes los relatos en torno al embarazo; la carta a su hijo Adán cuando este era un bebé; la depresión postparto tras el nacimiento de su hija Yuruen; la dificultades de las mujeres artistas para conciliar la maternidad con los tiempos de producción de obra; la importancia del derecho a la maternidad voluntaria; la relación de la maternidad con sus piezas colectivas e individuales; e inclusive un hartazgo temporal en torno a producir sobre este tema.



ABC. De la serie “Maternidad”, 1996.
Mónica Mayer. Cortesía Archivo Pinto Mi Raya.

Intimidades... o no. Arte, vida y feminismo es un libro donde se transparentan los procesos del feminismo; del entretejido arte-vida; de la producción de obra individual y colectiva; del activismo y de la vida personal de la autora. Incluyendo, no solo los puertos de llegada, sino también las dudas y cuestionamientos que va planteándose en el trayecto. Es así que la compilación también es un mapa donde están señalados los puntos por los cuales atravesó la autora. El trabajo artístico feminista de Mónica siempre estuvo marcado por búsquedas tanto conceptuales como materiales, pasando por la electrografía, la instalación, el trabajo comunitario (antes de que tuviera nombre) y el performance. Desde los inicios de su carrera, al igual que muchos de sus co-generacionales[9], Mayer exploró los territorios de lo que entonces se consideraba arte alternativo, experimental e incluso contracultural; cuyas operaciones luego formaron y conformaron el arte contemporáneo. Mayer se reinvindicó muy temprano como artista feminista en un medio donde, si bien existía todo un movimiento feminista en el país e interés en él, no muchas artistas adherían su producción a este. Y muy pocas artistas trabajando en esta línea lograron visibilidad, el caso de Polvo de Gallina Negra es excepcional. El libro da inicio en 1976, con los primeros preparativos-indagaciones de Mayer acerca del Woman’s Building, la escuela de arte feminista en California, fundada por Judy Chicago, Arlene Raven y Sheila Levrant de Bretteville. En esa misma carta a Víctor Lerma, menciona también sus lecturas iniciales a Simone de Beauvoir y el primer encuentro con la descripción de un orgasmo femenino. A este momento iniciático siguen los diarios y cartas escritas ya durante su estancia en el Woman’s Building, en 1978, que incluyen la narrativa sobre su participación en el evento Making it Safe de Suzanne Lacy con su pieza El Tendedero, mencionada al inicio de este texto. Complementan este génesis un conjunto de bocetos, del mismo periodo, donde Mayer se pregunta cómo escribir con imágenes lo que siente y piensa, cómo dejar en las líneas de los dibujos el miedo a presentar su trabajo en público, cómo mezclar textos e imágenes, si realmente tiene algo qué decir, y a quién debería escribirle. Entre muchos otros textos medulares, están presentes los objetivos de La Fiesta de XV años[10], del grupo feminista Tlacuilas y Retreteras. Así como los Premios Polvo de Gallina Negra, piezas conceptuales de Mayer, desarrolladas para su columna en el periódico El Universal; donde a través de todo un ejercicio lúdico y crítico se otorgan premios imaginarios a las mejores exposiciones de mujeres artistas del año, los espacios donde suceden dichas exhibiciones, a los críticos que escriben sobre ellas, etc.

Si bien la producción visual de Mayer ha sido en gran medida colaborativa-colectiva-grupal, siendo ella misma el factor aglutinante o detonador de esos procesos, es en sus textos donde aflora prístina su postura individual, su particular sentido del humor, el gusto por los coloquialismos, el espanglish, la reiteración de querer trabajar arte visual y texto, las dudas y determinaciones respecto a la producción y la vida diaria. Pienso en el trabajo de revisión de archivos, como una navegación que en su ruta ya trazada, va encontrando corrientes, oleajes, vientos tormentosos y algunos puertos inesperados. Se carga una brújula y un destino, pero hay que poner atención y tener la mente abierta para descubrir nuevas rutas en el camino y los tesoros que van develando. Mayer, ha mantenido durante más de cuatro décadas una constante energía e ímpetu por organizar o participar en proyectos de toda índole. Ha tenido un permanente quehacer artístico político que incluye el activismo feminista, la militancia artística, la crítica activa e incidencia sobre políticas culturales, el trabajo en colectivo, la experimentación, la crónica de la vida cotidiana del arte nacional, la reactivación de archivos y el rescate de la crítica cultural desarrollada en México. En torno a todo esto es que ha escrito largamente, y por ello era deseable la presencia de estas temáticas en el contenido de un libro acotado pero heterogéneo.

Para lograr esto último, trabajamos con siete ejes temáticos al interior de la compilación. Basándonos en intereses tanto conjuntos como personales, estructuramos un esqueleto de áreas a cubrir. La más importante, y alrededor de la cual desde un inicio decidimos se centrara la mayor parte del libro, es sobre feminismo y arte feminista; nuestra selección comprende textos que conjugan la experiencia artística, sociopolítica y vivencial de la autora. En el eje temático vida, se encuentran los textos más personales de Mónica, estos ayudan a comprender de manera más profunda sus inquietudes y en algunos casos, su posterior cristalización en obra plástica. La producción visual de Mayer está presente en dos rubros que, aunque entrelazados, conforman distintas aproximaciones al tema. Por un lado está la sección de procesos creativos con diversos escritos íntimos donde la autora reflexiona acerca de su quehacer artístico, las motivaciones, conflictos, dudas y devenires de éste a través de su vida, así como esquemas y diagramas que transparentan la paulatina creación de algunas de sus piezas. Por su parte, en obra personal y colectiva, se encuentran sus crónicas o notas periodísticas a propósito de la producción, tanto individual como en colectivo. Hermanados bajo la poco ortodoxa etiqueta de textos que son obra se encuentran las piezas conceptuales y literarias de Mayer; este rubro incluye ponencias declaradas pieza artística, premios imaginarios, poemas juguetones, instrucciones para ver documentación de performance, componentes textuales para piezas de arte acción, entre otras maravillas. Durante toda la trayectoria de Mónica ha estado presente su atracción, no solo por la práctica de performance-arte acción, sino también por la reseña y el análisis en torno a este, sus dificultades y evolución, principalmente en México. En el continuo interés hacia a la activa, y a menudo truculenta, vida cultural del país, los devenires del arte alternativo, la aparición del arte contemporáneo, la apertura de espacios independientes, los sistemas de becas, las denuncias, las protestas, las políticas culturales y sus análisis a éstas últimas, se encuentran los contenidos de los escritos en el eje de crónica y crítica cultural. En este sentido el libro es también, una ampliación a la historia oficial del arte contemporáneo en México –escrita y difundida en los últimos años–, pues incluye muchos de los sucesos políticos, eventos culturales, dinámicas de colaboración, espacios alternativos y artistas, dejados consistentemente de lado en las revisiones hegemónicas realizadas a la década de los noventa y primera década de este siglo.

Además de ser una de las compiladoras, tuve también la gran fortuna de diseñar el libro. Y quizá por deformaciones profesionales[11], desde que estábamos en el proceso de lecturas y compilación fui visualizando en mi imaginación las páginas del libro. No podía evitarlo. Pensando en los viajes lectores, que podrían ser posibles si esos ejes permanecieran ahí desnudos y visibles como rutas a seguir, además de la lectura cronológica, propuse que el libro funcionase como la Rayuela cortazariana, en múltiples posibilidades de seguimiento, con los ejes de estructuración no solo visibles sino dispuestos como formas de aproximación. Siete rutas de navegación que podían entremezclarse a placer. Y aunque la propuesta era poco académica y algo disparatada para el caso, Mónica y Julia abrazaron la idea. Es una forma de compartir nuestro viaje, son otras formas de aproximarse, otras posibilidades de lectura para navegar tiempos, épocas y procesos. Intimidades... o no es una navegación múltiple al archivo, a la vida, al arte y al feminismo de Mónica Mayer.



Portada del libro
Intimidades o no. Arte, vida y feminismo

Notas

[1] Goya es el nombre de la porra tradicional de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), usada principalmente en actividades deportivas y también, si la ocasión así lo amerita, en los eventos culturales e incluso académicos como un cántico de victoria, unidad, orgullo, identidad y celebración universitaria. Data aproximadamente de los años cuarenta y existen diversas teorías sobre su origen. Cabe aquí mencionar, que Mayer es egresada de esta máxima casa de estudios.
[2] Su novio en los setenta, a quien escribe algunas cartas. Actualmente su esposo y cómplice de diversos proyectos. Incluyendo Pinto Mi Raya (PMR), espacio y proyecto artístico colectivo cofundado con Mónica Mayer, activo desde 1989.
[3] A lo largo de décadas, Mayer ha desarrollado proyectos relacionados con lecturas a los archivos feministas. Así como revisiones, compilaciones y visitas al propio archivo que han creado en –y desde– Pinto Mi Raya (PMR) en su propia casa. Este incluye toda una biblioteca con publicaciones internacionales de arte y feminismo; así como una enorme compilación de material publicado en periódicos cuya temática es la producción artística en el país entre 1991 y 2016. Estas compilaciones de PMR que reúnen 10,986 textos han sido reeditadas en formato digital, bajo el nombre Archivo Activo, dado que resultan de suma utilidad para investigaciones en torno al arte contemporáneo producido en México.
[4] En México se le llama de manera coloquial “grilla” al ambiente político. Derivado de ello, se designa como “grillar” a la discusión política continua y acalorada sobre un tema político particular. Si bien, el término tiene un origen un tanto despectivo al referirse a quienes abogan por los derechos de grupos específicos, también ha sido asumido con orgullo como etiqueta por quienes vienen de posturas de izquierda y discrepan ante lo que les parece injusto. Durante años Mayer formó parte del grupo Los abajo firmantes, una agrupación de artistas, críticos y gestores culturales que vigilaban y acusaban en medios (principalmente periódicos) las prácticas deshonestas que sucedían en el medio cultural. A la vez que pugnaban por mejores condiciones para el gremio.
[5] https://vimeo.com/420786532
[6] Fundadoras e integrantes de Polvo de Gallina Negra.
[7] http://pregunte.pintomiraya.com/index.php/la-obra/feminismo-y-formacion/item/11-maruca-la-mala-madre
[8] http://pregunte.pintomiraya.com/index.php/la-obra/feminismo-y-formacion/item/7-maternidades-secuestradas
[9] La llamada Generación de los Grupos.
[10] Una de las piezas de performance feministas más famosas en México, realizada en 1984 en la Academia de San Carlos, la escuela de artes visuales de la UNAM donde Mayer estudió la carrera. En el evento participaron Karen Cordero, Ana Victoria Jiménez, Maris Bustamante, Yolanda Andrade, entre otras. Fue un caótico e histórico evento multidisciplinario donde se dieron cita en su organización, producción y realización diversos artistas, poetas, diseñadores e incluso participó José Luis Cuevas, para una asistencia que se narra superó las mil personas.
[11] De manera coloquial y a tono de broma, le llamamos deformaciones profesionales a aquellas obsesiones, fijaciones, intereses, cambios de perspectiva, formas de aprehender la realidad, así como a las diversas distorsiones, que se sufren a lo largo del tiempo debido a la formación profesional, el oficio que se desempeña, los temas de investigación, etc., y que suelen empujar o dirigir las decisiones hacia lugares recurrentes.


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