RESUMEN: Los asentamientos irregulares en ciudades latinoamericanas (de crecimiento espontáneo, intersticial o crecimiento perimetral) han sido observados, por lo general, haciendo énfasis en sus dimensiones sociales. Sin embargo, este trabajo pone el acento en un análisis espacial, por medio de la caracterización del trazado urbano, en base a la movilidad peatonal en la pendiente natural, en el caso de Valparaíso, Chile. Se describen distintas tipologías de pasajes urbanos, sus posibilidades de propiciar espacios de sociabilidad y de cómo estos conforman el paisaje urbano de Valparaíso. Este caso presenta una ocupación legal y legítima de sus cerros, pero no planificada y de trazado irregular en la ocupación de la pendiente. La metodología tiene un enfoque cualitativo, que utiliza herramientas de recolección de información propias de la arquitectura, constataciones y observaciones arquitectónicas y análisis planimétricos. En este contexto, observar la movilidad peatonal en el caso de Valparaíso permitió ahondar sobre las transformaciones territoriales, identificando y comprendiendo sus distintos escenarios: urbanos, vecinales, domésticos, históricos y actuales; de modo de rescatar aquellos elementos constitutivos de los espacios urbanos en pendiente.
Palabras claves: Trazado urbanoTrazado urbano,movilidad peatonalmovilidad peatonal,habitabilidad residencialhabitabilidad residencial,ChileChile.
ABSTRACT: Architecture is the life of a community embodied in the city, and through its habits it generates tracings, historical traces that are perpetuated in time. The social development of a community leaves behind daily needed traced paths, generating a recursive plot lying at the very beginning of the urban form: the city presents itself as the reflection of social needs. The understanding of this city outline can be then used for purposes of urban analysis. In Valparaiso, Chile, the habitable profiles on the slopes allow the understanding of their order. This case presents a legal and legitimate occupation of its hills, but not planned and irregular in the occupation of the slope. The architectural method proposed here consists in the study of pedestrian mobility, seen in terms of closeness and distance, with the typical topographic complexity of Valparaiso. The study of mobility allows delving into territorial transformations, identifying and understanding its different urban, neighborhood, domestic, historical and current scenarios: a way of recovering the elements that make up downhill urban space.
Keywords: City layout, pedestrian mobility, residential habitat, Chile.
Artigo
Trazado peatonal: La vecindad como modo de habitar la pendiente de Valparaíso1
Pedestrian routes: Neighborhood as a way of inhabiting the slopes of Valparaiso
Recepción: 15 Mayo 2017
Aprobación: 02 Julio 2018
Los asentamientos informales forman parte del urbanismo latinoamericano, complementando la imposición de trazados urbanísticos regulares sobre ordenamientos progresivos sin previa planificación y otorgando ciertas características distintivas en torno a su contexto cultural y social. Cuando a esta condición se le suma el habitar en pendiente y en un territorio accidentado, estamos ante características espaciales sobre las cuales es necesario reflexionar desde el punto de vista del habitar. Algunas ciudades latinoamericanas, quizás debido a estos asentamientos irregulares, poseen límites difusos y densos en la pendiente natural, poco claros en su lectura a simple vista y reconocibles como caóticos.
Para lograr comprender estos espacios, se propone entender el territorio desde las escaleras de acceso público a la cima de los cerros como elementos constitutivos de los espacios urbanos en pendiente, porque permite ahondar en la forma de habitar residencialmente un territorio de estas características. Aunque se trate de una construcción efímera, este elemento permite sostener el reconocimiento de los vecinos y la construcción de un sentido de comunidad, y constituir así la dimensión urbana del habitante.
El estudio de la informalidad urbana en Latinoamérica es un fenómeno que no decrece (Lombard, 2015), sino más bien se sostiene como el modo particular en torno al crecimiento incontrolado. La lectura de los recorridos en las ciudades en pendiente, como el acto mismo de pasear, de ir o deambular, corresponde a la apropiación de un sistema topográfico por parte del peatón, por donde aparece el lugar (Augé, 2004) y su potencial habitable, es decir, existe una relación entre la movilidad y su forma. El ámbito social manifiesta formalmente su ethos, como patrón que apunta a una doble condición de símbolo y código, capaz de develar el ser y el hacer en lo cotidiano como hablar, caminar, etcétera (De Certeau, 1999), que se traduce formalmente en el modo peculiar de habitar el lugar.
Se propone el análisis de la morfología urbana visible en cartografías, pero poco estudiada en los relatos de la ciudad de Valparaíso, pues es difícil encontrar registros o estudios teóricos específicos del habitar en la pendiente y que aborden una dimensión espacial. El análisis nos permite levantar dimensiones cualitativas del espacio, para alcanzar elementos propios de la generación de comunidad y al mismo tiempo una medición táctil y cinética del espacio (De Certeau, 1999). El alcance del presente artículo responde a un aporte teórico sobre la ciudad, desde una perspectiva arquitectónica, que releva las condiciones urbanas y espaciales que caracterizan a la ciudad espontánea bajo condiciones geográficas singulares, en respuesta a su contexto natural.
La ciudad de Valparaíso fue declarada y reconocida por la UNESCO, en el año 2003, como “Sitio del Patrimonio Mundial” donde se pone en valor el modo peculiar de su habitar, un centro urbano valioso en tanto permite convivir con la pendiente, generando una relación de identidad y pertenencia de sus habitantes con el paisaje.
Es importante destacar los diversos elementos urbanos que surgen al intentar domesticar la pendiente, casas de diversos materiales que se emplazan escalonadamente para aferrarse a los cerros: callejuelas, escaleras, pasadizos, terraplenes, muros de contención, entre otros. Se trata de una ciudad que desde sus primeras construcciones se formó en los cerros, en vínculo con el puerto, y la necesidad de avistar los barcos que llegaban desde el horizonte; cuestiones que son parte de las dinámicas sociales que dan forma a los trazados que permiten descender con rapidez al plan: “De forma natural, antes de las intervenciones humanas, el mar solo deja una estrechísima franja al pie de ellos, que solo permitía levantar una línea de edificaciones siguiendo ese pie. […] Valparaíso, desde su origen, se hizo en los cerros” (Urbina, 2016, p. 5).
El asentamiento de Valparaíso se originó como fondeadero, y producto de la espontaneidad, constituyéndose como un caserío que acompañaba al puerto. Por esto mismo nunca influyó en la decisión de la Corona Española considerarla como posible ciudad. Sin ningún mandato de ordenamiento, tuvo como primera lógica la ocupación “del borde” que más tarde, producto del arribo de inmigrantes, comercio y trabajadores, fue generando la necesidad de expandirse, consolidando primeramente algunas calles y plazas en el plan, para luego comenzar a ascender por los cerros. Entonces, el ordenamiento territorial original de esta ciudad fue abordando sus límites naturales, el mar y los cerros, constituyendo un ancho de la ciudad, mientras que las quebradas le suman hendiduras que hacen reconocible a la ciudad por tramos (Puentes, 2013).
Debido a la importancia de la ciudad de Valparaíso (ver Figura 1) como puerto principal del país avanzado el siglo XIX, se tiene el crecimiento demográfico que demandó la utilización de todo el suelo disponible, y en consecuencia comienzan a aparecer viviendas populares en las empinadas laderas de los cerros; lo más cercano al puerto cuidando la cercanía con el trabajo, mientras en la parte baja, en el plan, se instalan todas las edificaciones de almacenaje, y aquellas relacionadas con el puerto, comercio y la vida cívica. Así, los primeros asentamientos populares quedan ubicados en los cerros Santo Domingo, Arrayán y San Francisco, en las cercanías de la Iglesia la Matriz, donde comienzan los primeros caseríos autoconstruidos y “las primeras manifestaciones de arquitectura vernácula de Valparaíso” (Puentes, 2013, p. 102).
La ciudad en pendiente adquiere una complejidad más allá del subir y el bajar, ya que habitar en los cerros aporta un punto de vista en el orden urbano-paisajístico, con su espacialidad y sus modos de habitar la altitud.
Se debe tener en consideración en adelante que el orden urbano en la ciudad de Valparaíso guarda relación con el estado corporal en que se recorre esta ciudad, y que reconoce el cuerpo del habitante como un elemento de medición del territorio. Se requiere un cuerpo para dotar de forma a ese orden y su relación temporal, que en el caso estudiado es un tiempo caminable o la velocidad que el cuerpo asume en la pendiente. En el sentido del “promenade”3 que plantea Le Corbusier, los pasajes verticales permiten reconocer las piezas urbanas a partir de las cuales se desprende la forma de la ciudad (Donoso, 2015).
En este contexto es relevante destacar que la comunidad llega a un lenguaje común en el habitar, que podría construir una norma implícita que emerge a partir de la vida cotidiana. En este punto, los trazados se entienden como un generador de sociabilidad, donde la movilidad peatonal da cuenta del arraigo en pendiente a pequeña escala, y generan estructuras sociales, por medio de dinámicas históricas que son incorporadas en los habitantes mediante esquemas de percepción, valoración, pensamiento y acción. En este sentido, los trazados urbanos en Valparaíso son, y al modo del habitus que menciona Bourdieu, un conjunto de elementos de movilidad cotidiana generadores y estructuradores de prácticas culturales (Bourdieu y Wacquant, 2005).
La pendiente natural delimita el espacio donde se comparten lugares y significaciones; los sujetos se encuentran y se reúnen estableciendo relaciones permanentes. En términos espaciales, las escaleras, pasajes y todos los elementos de movilidad peatonal conforman los espacios públicos de esta distintiva morfología urbana. Lugares para encontrarse con otros cara a cara y llevar a cabo acciones orientadas por el afecto, el compromiso y la recreación. Así, se hace referencia a la identidad socioespacial, a través del orden simbólico que está presente en la pendiente. Además, se revaloriza el patrimonio cultural y urbano de la ciudad de Valparaíso, sus modos de habitar la pendiente, haciendo énfasis en el vínculo entre el trazado y la movilidad.
Se puede afirmar que la forma actual de Valparaíso es la que emergió directamente desde el suelo a partir de sus emplazamientos, donde permanece el vínculo con la topografía irregular como dimensión originadora. De este modo, vivir en la pendiente no es una dificultad, ya que el habitante ha encontrado diversos modos de “hacerse suelo”, como lo son las escaleras, que logran consolidarse formalmente, son los ejes naturales ordenadores, donde el trazado de la ciudad se estructura a partir del gobierno de ellas.
Se considera la perspectiva fenomenológica (Bogdan y Taylor, 1990; Valles, 1997) aplicada a un territorio, esto es, hacer énfasis en la experiencia del territorio y la forma de construcción del habitar, en particular de los modos de vecindad existentes en él. Esta perspectiva nos permite constatar los modos cotidianos de movilidad que dan forma a un contexto urbano particular. El tiempo de investigación correspondió desde el año 2013 al 2015 para la constatación del vínculo físico, geográfico y los modos de habitar. A partir de esta descripción se realiza un análisis que permitió identificar dimensiones, definidas en base a conceptos arquitectónicos que permiten la comprensión general del lugar y la experiencia de habitar en él.
La propuesta del artículo es que el paisaje urbano se puede captar, sentir, conocer y valorar por medio de la orientación de un proceso sistemático cualitativo y de aproximación a una situación socioespacial. De esta manera, el objeto en estudio se observa a partir de una lectura dialógica, en el sentido de vincular el objeto con su entorno y, a la vez, al observador como habitante y espectador.
A partir de una metodología cualitativa se organiza el trabajo de campo en dos fases. La primera, de tipo exploratoria y de reconocimiento, correspondiente a la inserción en el trabajo de campo enfocada en jornadas de observación arquitectónica en 16 cerros de Valparaíso y la segunda a un levantamiento en terreno, con la selección del caso de estudio al que este artículo hace énfasis: Cerro Florida, con el que se logra construir una visión exhaustiva del espacio en tiempo presente, utilizando herramientas que permiten tener una medida precisa del lugar, a través de planimetrías que permitieron comprender el trazado urbano y las formas que toma la movilidad peatonal en espacios en pendiente.
Respecto a la primera fase del trabajo de campo, corresponde al punto de partida que orienta el proceso de observación arquitectónica en el caso de Valparaíso, entendido como la comprensión del espacio que permite el desenvolvimiento de las conductas de quien habita dichos lugares (ver Figura 2).
La observación arquitectónica utilizada en el trabajo de campo, como la experiencia que asume una precisión espacial urbana y territorial, es un lenguaje que a través del dibujo permite develar lo aparente y en su interpretación dejarlo en evidencia. Corresponde a la actividad de salir a encontrarse con los elementos que posee lo urbano, mediante observaciones directas con el campo de estudio.
Esta fase estuvo constituida por tres instancias de análisis, que nombra y valoriza las distintas situaciones espaciales y temporales que se presentan en Valparaíso, en particular en los 16 cerros seleccionados:
Una instancia exploratoria, que permite una aproximación a los pasajes dentro de la rada de Valparaíso, para lo cual se consideraron abordar dieciséis cerros diferentes, incluidos en la “Zona de Conservación Histórica” declarada por UNESCO. A saber cerros: Playa Ancha, Artillería, Santo Domingo, Arrayán, Cordillera, Alegre, Concepción, Cárcel, Bellavista, Florida, Mariposa, Monjas, Merced, Polanco, Larraín y Barón.
Una instancia de reconocimiento, que permite ahondar en el espacio de sociabilidad que se produce en estos lugares; por criterios de accesibilidad y saturación de información, se decide considerar nueve cerros característicos en estos términos: Arrayán, Santo Domingo, Alegre, Cárcel, Concepción, Bellavista, Mariposa, Monjas y Polanco.
Finalmente, se selecciona el caso del cerro Florida en base a las etapas anteriores, pues se reconoció como aquel que presentaba una mayor heterogeneidad de elementos constitutivos de los espacios urbanos en pendiente.
En cuanto a la fase dos de análisis del levantamiento de información, esta constó de tres etapas: catastro, análisis de tipologías y levantamiento planimétrico.
La etapa de catastro identifica las vías de circulación peatonal verticales existentes en el Área de Conservación Histórica dentro de la ciudad de Valparaíso. Estas vías se identifican a partir del cruce de información existente en planimetrías vigentes y sistemas satelitales de información. De esta manera, se da cuenta de las escaleras identificables por medio de las fuentes existentes, lo que permite una apreciación cuantificable de estos elementos urbano-arquitectónicos, que permiten la comprensión del ordenamiento y el modo de habitar de esta ciudad.
Análisis de tipologías: A partir de lo recogido en terreno se descomponen elementos de movilidad y del paisaje en subcategorías; para los primeros se acentúan criterios relacionados con el modo de habitar, el modo de acceder a las viviendas, y para el segundo se pone la atención en la forma cómo la pendiente ha generado distintos remanentes de trazado, constituyendo hoy en día plazas, escaleras, calles, etc.
Levantamiento planimétrico: Se realiza un levantamiento específico y detallado del conjunto de escaleras del Cerro Florida, seleccionado como un caso ideal para observar debido a que se pudo constatar que posee una mayor cantidad de recorridos simultáneamente. Aquí se miden y dibujan la morfología de escaleras, peldaños y descansos, la delimitación con las diferentes viviendas y predios. Lo anterior permite dimensionar el contexto y la magnitud del conjunto de escaleras dentro de una quebrada, en concordancia con lo que se propone en este artículo como vecindad.
Para comenzar la sección de resultados, se presenta una breve introducción sobre la relación entre los primeros asentamientos y la particular morfología de esta ciudad. Posteriormente se realiza una descripción de las distintas formas que toma el habitar en la pendiente, para luego analizar su valor en la trama urbana y como soporte de los modos de habitar.
Los habitantes de la ciudad de Valparaíso se han apropiado de la pendiente mediante el reconocimiento de pasajes horizontales y de trazado libre; los primeros incorporan en el cerro una dimensión de habitar en suelo continuo, mientras que los segundos, como las escaleras fragmentadas en tramos, permiten la densificación de los cerros de Valparaíso, y una urbanización continua entre cerro y plan.
De esta manera, en la ciudad de Valparaíso se puede observar un continuo entre tres instancias de magnitud progresiva: habitación, ciudad y territorio, que concatenadas en la verticalidad conforman un todo a partir de la accesibilidad otorgada por las escaleras.
Es en torno a esta accesibilidad que se conforma un modo de habitabilidad complejo que llamaremos pasajes, los cuales contienen a la escalera como elemento y a las características sociales y culturales que muestran un modo particular de vivir en la pendiente.
La observación de la ciudad permite distinguir principalmente dos tipos de pasajes que caracterizan los perfiles habitables de la ciudad de Valparaíso. El primero corresponde a un nivel local, que se relaciona y articula al habitar cotidiano como dimensión socioespacial, y el segundo de orden urbano conforma la trama y traza de esta ciudad.
Los pasajes domésticos son conectores de los modos de habitar residenciales propios de un cerro, más que comunicadores entre el cerro y la parte plana de la ciudad. En esta categoría se identifican siete tipologías, algunas de ellas se observan en la siguiente imagen (ver Figura 4):
Pasaje Recodo: Es un acceso abrupto cuyo empalme queda determinado por la topografía.
Pasaje Antepuerta: Son escalonamientos como continuación de un pasaje, que construyen el traspaso desde lo público hasta el interior de la casa.
Pasaje Zaguán: Corresponde a un espacio amplio que se encuentra inmediato a la puerta principal de la entrada, a modo de galería que se eleva sobre la calle.
Pasaje Inserto: Son accesos prolongados, sólo para una vivienda, que se insertan entre fachadas.
Pasaje Eje: Corresponde a una escalera de carácter público que conforma un eje pronunciado en la pendiente; a partir de este se emplazan diferentes viviendas en sus diferentes niveles.
Pasaje Patio: Pasajes similares al “Pasaje Eje”, tienen el valor agregado de ser la circulación la que delimita un patio para las viviendas.
Pasaje Dual (Doble Vereda): Son pasajes estrechos en pendiente que poseen vereda doble; una corresponde a la vereda de acceso público, y otra a una vereda paralela discontinua que se forma a partir del escalón de acceso a la vivienda.
A partir del análisis de la información, se identifican ocho pasajes de carácter urbano, los cuales están asociados a las escaleras con un carácter estructurante que vincula los cerros y la parte plana de Valparaíso, a partir de residuos o remansos dentro de la traza urbana. Las escaleras representan un lugar en el sentido de Augé (2004), más allá de su origen residual. Las tipologías encontradas en esta categoría son las siguientes (ver Figura 5):
Pasaje Remanso: El pasaje remanso se asocia a un espacio plano alejado de un recorrido habitual y que permite detenerse y contemplar el mar.
Corredor Extendido: Espacio de tránsito estrecho entre fachadas cuyo rol únicamente es conectar los accesos de una sucesión de fachadas.
Pasaje Conector: Escaleras comúnmente asociadas al tránsito peatonal lateral al ascensor.
Pasaje Balcón o Pasaje Cornisa: Se consideran en esta tipología los pasajes en pendiente que tienen como referencia a algún fondo del paisaje urbano, ya sea mar o cerro.
Pasaje Calle: Corresponde a aquellos ejes transversales al mar que ascienden al cerro, desde los cuales emergen construcciones que flanquean la quebrada asentando su topología natural. Generalmente son calles que se habitan como pasajes al ser un lugar recurrente de encuentro en la escala vecinal del conjunto habitacional.
Pasaje Atrio: Se trata de escalonamientos en el pie de cerro que permiten igualar el desnivel a un plano horizontal conformando una especie de plataforma.
Pasaje Pórtico Desplazado: Corresponde a pasajes públicos que se insertan en la circulación interior de un edificio; de esta manera son acceso, patio y tránsito de un punto a otro de la ciudad.
Escalera Proa: Son escaleras urbanas (generalmente veredas) que generan un quiebre en el trazado siguiendo el recorrido del agua. Son un giro que contornea y se adecua a la pendiente.
En cuanto al territorio, la escalera vincula movilidad y paisaje urbano, es decir, se asocia el acceso a la residencia, con la densificación de los cerros de Valparaíso. La escalera en este sentido se complementa con estas variaciones: terraplenes, rampas, veredas, calzadas, senderos, huellas y peldaños.
Los elementos arquitectónicos asociados al paisaje urbano se reconocen como “retazos urbanos”, entendido como aquella trama que no se logra absorber en virtud de su disposición en la pendiente. Los elementos son: remanente de trazado4, baldío, intersticios5 y sitio eriazo.
El territorio en Valparaíso se conforma al menos por dos dimensiones constituyentes del paisaje; la primera corresponde a una dimensión propiamente urbana que dice relación con la estructura de la ciudad, y otra de orden natural referente a su horizonte, el mar. Este horizonte como parte del paisaje de Valparaíso vincula, en términos fenomenológicos, al mismo tiempo el ojo que ve, el pie que recorre y la máxima distancia visible ante el océano.
A partir de las distintas tipologías descritas anteriormente, se puede señalar que los pasajes en pendiente son el elemento que trasciende y perdura, es decir, la dimensión peatonal, es la figura que una y otra vez soporta nuevas formas urbanas a lo largo de los años en el contexto de las ciudades latinoamericanas constituidas de forma espontánea. Históricamente, existe una tendencia de crecimiento de la ciudad hacia los cerros (Urbina, 2013, en Puentes, 2013), y son los pasajes en pendiente que facilitan la perduración de los modos de habitar en el caso investigado. Es así que en el gran incendio del año 20147 (ver Figura 5) desaparece toda la edificación en altura, pero lo único que queda sobre la superficie es lo irreductible de la ciudad; la trama de pasajes y escaleras que permanecen y traspasan a la estructura urbana, es decir, representan un suelo ganado que no desaparecerá (ver Figura 6), consolidado a partir de las obras de contención y de emparejamiento del terreno que permiten sostener el habitar en pendiente.
De esta manera, el pasaje en pendiente se perfila como un inmueble en el territorio, es forma y territorio al unísono. Incluso, en el primer levantamiento topográfico instrumental realizado en Valparaíso por Alejandro Bertrand (ver Figura 7), previo a la destrucción por el terremoto e incendio del año 1906, es posible observar las huellas y senderos que subían por distintas quebradas, que hoy en día siguen siendo reconocibles en la trama urbana.
Se puede decir que la ciudad se compone por piezas que fragmento a fragmento conforman un total (Kapstein, 2004). En el caso de Valparaíso, se generan aberturas dentro de la densidad del cerro, que se asemejan a ventanas urbanas que cercan la quebrada, generando un núcleo entre laderas y desvinculando un espacio de otro. De esta forma, dentro del límite urbano quedan islas que fragmentan el territorio físicamente, pero que se vinculan al paisaje urbano por medio del paseo. En Valparaíso, el territorio al parecer no se atraviesa, se rodea y sólo así comparecen en proximidad y lejanía distancias que sostienen la transformación y los patrones de crecimiento original de este lugar.
Por otro lado, la existencia de los pasajes en pendiente consolida una superficie habitable inclinada, una adaptación vernácula que considera aspectos morfológicos, cinéticos y visuales, más allá de lo meramente funcional; de esta manera se agregan significados e identidad a una espacialidad urbana.
En base al trabajo de campo, se constató que existen 332 escaleras en pendiente en el Zona de Conservación Histórica de Valparaíso (ver Figura 8), que se pueden desagregar de acuerdo a las características irregulares de la pendiente, en pasajes de escaleras, de planos horizontales, inclinados o mixtos. Estos son una red que se despliega sobre el territorio, no sólo como elementos urbano-arquitectónicos dispuestos al azar, sino que se consolidan desde la huella histórica, aquella del vagabundaje y de la errancia (Góngora, 1966) interna de la ciudad que se sostiene hasta hoy, convirtiéndose en una práctica que hace forma (Careri, 2002) y consolida una red primaria sobre la cual surge el trazado y se densifica el habitar en la pendiente. Así, el pasaje como elemento urbano consolida el crecimiento de la ciudad espontánea, posibilitando futuros asentamientos.
Los pasajes son estructuras que marcan, dejan una seña y se transfieren a lo largo de la historia de generación en generación. Son patrones de asentamiento que reafirman el proceso de apropiación y reapropiación de la realidad urbana de la ciudad por medio de una relación social y de identificación con el entorno.
El paisaje de Valparaíso tiene dos componentes, uno de tipo urbano, constructivo y artificial que determina los trazados y arquitectura en torno al territorio, y otro paisaje natural que da cuenta de la extensión oceánica frente a la cual se ubican la ciudad y sus cerros.
En este contexto, la relación de vecindad en Valparaíso debate el límite entre lo público y lo privado, que no corresponde necesariamente con el trazado de los pasajes. Se toma el caso del Cerro Florida como un ejemplo específico, que permite dar cuenta de la relación no concordante entre la forma de los elementos que permiten el desarrollo de la vecindad (escalera y sus descansos), y los accesos a las viviendas.
La vecindad en la quebrada en el caso del cerro Florida, en términos espaciales, está compuesta por varios descansos, que se definen a partir de la capacidad humana de recorrer la pendiente, que van igualando las relaciones horizontales entre los habitantes. Los accesos a las viviendas, por su parte, a veces coincidentes y otras desfasadas con los descansos de las escaleras, configuran un margen urbano natural que otorga relevancia a lo público por sobre lo privado (ver Figura 9). Esto quiere decir que es más importante la continuidad del trazado público que el acceso a la vivienda privada, porque el acceso público permite recorrer la pendiente e integrar a sus habitantes a la movilidad urbana de Valparaíso.
Esta visible dislocación de la trama en la particular topografía de Valparaíso podría fomentar el hábitat residencial (Telias de Mayo, 2014) y el encuentro con otros (Fadda y Cortés, 2009). Este encuentro que genera núcleos de sociabilidad que están definidos por el trazado público y su morfología adaptada a la pendiente posee diferentes alturas y los ya mencionados desfases de acceso a las viviendas. Todos estos elementos espaciales y sociales son generadores de vecindades dentro de una misma escalera, capaz de traspasar límites físicos y vincularse con otro que cohabita en el entorno, es decir, de quebrada a quebrada y de cerro a cerro. La vecindad, por tanto, no se puede cuantificar como un espacio delimitado, pues responde a la construcción social de un lugar (Augé, 2004) que trasciende distancias, lejanías, cercanías, proporciones y volúmenes debido a las particularidades de habitar la pendiente.
De esta forma, la relación de proximidad entre los vecinos se sostiene en la intersección que define el límite espacial del saludo. Como dice Kollman (2011), el espacio no es solamente algo concreto y tangible, sino que también, es producto de la percepción y de los actos fenomenológicos, un objeto con sentido y significación asignado por la sociedad.
Valparaíso es una ciudad que se define a partir de su paisaje y que se habita por relaciones espaciales que se superponen a una métrica (ver Figura 10).
Subir la pendiente permite reconocer al otro como un igual que muestra el rostro y propicia el saludo, es decir, un encuentro que hace y conforma el lugar desde la vecindad. En ese sentido, De Certeau (2008, p. 7) indica que
[…] los atajos, desviaciones o improvisaciones del andar, privilegian, cambian o abandonan elementos espaciales […] multiplica las posibilidades […] hace otras cosas con la misma cosa y sobrepasa los límites que las determinaciones del objeto fijan a su utilización. Igualmente, el caminante transforma en otra cosa cada significante espacial.
Para el caso de Valparaíso, existe una manifestación peatonal del lugar que se libera de su visión cartográfica y adquiere una tridimensionalidad, con la que se puede hacer una lectura de los modos y del tipo de relación que mantiene con los recorridos. El andar afirma, sospecha, arriesga, transgrede y respeta las trayectorias de sus habitantes, donde todas las modalidades se mueven, son cambiantes paso a paso y repartidas en proporciones, sucesiones y con intensidades que varían según los momentos históricos, sociales, los recorridos y los caminantes.
Los asentamientos irregulares han sido el eje y motor de algunas ciudades latinoamericanas a lo largo de los años, consolidando un aspecto social y territorial a la vez que permite distinguir la conformación de un modo de hacer ciudad en donde el habitante vive en una dimensión pública. En el caso de Valparaíso, la relación del pasaje como elemento urbanístico, arquitectónico y social y el paisaje como dimensión urbana y natural caracteriza el modo de habitar en la pendiente.
Los pasajes en pendiente son la combinación del reposo y el movimiento, que recogen la proximidad y la lejanía en elementos de movilidad peatonal, le dan tamaño al cuerpo en el espacio y otorgan a este la comprensión de un orden urbano.
El ordenamiento progresivo de la ciudad no proviene de la previsión de un trazado como modo de planificación, sino más bien del acuerdo social que permite consolidar una forma particular y única de afrontar el territorio; es desde la escala del pie que se evidencia una memoria espacial inscrita en estas ciudades.
La infraestructura peatonal como trazado urbano, al encontrarse con la pendiente, construye una adecuación del cuerpo y del paisaje para dar cuenta de un interior urbano. Se comprende como inmueble que permite en el territorio consolidar una escala en proximidad y lejanía a la vez, que contiene el saludo, la vecindad y el horizonte lejano. Denominamos inmueble al trazado peatonal en pendiente, ya que constituye formalmente un interior cotidiano a pesar de estar a cielo abierto. De esta manera, afirmamos que la infraestructura peatonal es la que sostiene el paisaje urbano de Valparaíso.
El paisaje natural que se percibe detona una serie de interacciones del habitante con el espacio y sus recorridos; así como menciona Nogué (2007), el paisaje no sólo nos muestra cómo es el mundo, sino que es también una construcción, una composición, una forma de verlo. Así, los elementos naturales (la pendiente, por ejemplo) por sí solos no bastan para explicar un paisaje, aunque son claves para conformarlo. Es el habitante con sus actos el encargado de fijarlo, de darle un significado y razón de ser. El paisaje tiene una existencia física, pero el ser humano lo moldea y lo interpreta en su mente como concepto y, por qué no decirlo, como manifestación estética (Cabalar, 2011).
En este contexto, la infraestructura peatonal entendida como inmueble en el territorio es un aporte a la discusión sobre el diseño urbano en este tipo de ciudades, ya que la construcción socioespacial de la habitabilidad en la pendiente se distingue de otras, al imprimirle al habitar un tiempo urbano de permanencia a cielo abierto, es decir, se vive en una “exterioridad-interior” en donde se distinguen con claridad aquellos umbrales construidos por las ventanas, puertas, zaguanes, recodos, descansos y las mismas escaleras, descritas anteriormente.
Esta investigación del caso de Valparaíso buscó poner en valor a las escaleras en todas sus variaciones como un elemento conector urbano que es parte del patrimonio no reconocido de la ciudad y de la identidad socioespacial de esta, al mismo tiempo que constituyen un modo complejo de unión entre la topografía y la construcción fija del espacio urbano. Para el caso de futuras intervenciones en la ciudad, la incorporación de esta mirada dialógica permitiría avanzar en la discusión de la integración urbana, promoviendo el estudio de las ciudades de trazado irregular mediante metodologías socioespaciales que reconozcan las relaciones vecinales y con ello proponer una regeneración integral de estas zonas que no arrasen con las subjetividades propias de estos lugares.