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Metáforas de una invasión. Imaginarios sociales de excombatientes sobre el postconflicto colombiano 1
Edwin Alexander Hernández Zapata; Juan Felipe Cañaveral Castro; Milton Danilo Morales Herrera
Edwin Alexander Hernández Zapata; Juan Felipe Cañaveral Castro; Milton Danilo Morales Herrera
Metáforas de una invasión. Imaginarios sociales de excombatientes sobre el postconflicto colombiano 1
Metaphors of an invasion. Social imaginaries of former combatants about the Colombian postconflict
Revista Virtual Universidad Católica del Norte, núm. 56, pp. 52-71, 2019
Fundación Universitaria Católica del Norte
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Resumen: Los imaginarios sociales, como construcción incesante de sentidos, actúan como elementos instituyentes del mundo social; desde esta perspectiva, se buscó analizar cómo un grupo de excombatientes de la guerrilla significan la transición política en el escenario de posconflicto, a partir del análisis del discurso, como método, y la entrevista a profundidad y el grupo focal, como estrategias de recolección de información, con veinte personas en proceso de reintegración a la vida civil. Se encontró que la transición es significada mediante la metáfora de la invasión, apareciendo en tres dimensiones, a partir de las cuales se configura un estado de limbo identitario: los grupos paramilitares como invasores de los territorios, la ideología guerrillera como dispositivo invasor de la subjetividad y el excombatiente como invasor de la sociedad civil. Esta metáfora opera en la dimensión instituida e instituyente del imaginario, proviniendo de discursos de poder y como expresión creativa de los actores sociales, insumos valiosos para el fortalecimiento de políticas públicas.

Palabras clave:Conflicto armadoConflicto armado, Conflicto social Conflicto social, Desarme Desarme, Imaginarios sociales Imaginarios sociales, Paz Paz.

Abstract: Social imaginaries as ceaseless construction of meaning, perform like elements instuents from social world; from this approach it was analyzed as a group of former guerilla combatants signify the political transition to post conflict. It was investigated from Discourse Analysis as method, interview in Depth and focus group as strategies to collect information. It was done with twenty people who are in social process to reintegration into civil life. It was found that the political transition is meant through metaphor of the invasion, they appear in three dimensions, from which identity limbo is configured: paramilitary groups as invaders of territories, ideology of the guerrilla group as device invader of subjectivity, former combatants as invaders of different places of the civil society. This metaphor has effects in the instituted and instituting dimension of imaginary: it’s stemming from power discourses and provides creative ways to the social actors to stablishes valuable resources to understand the psychosocial dynamics of the post-conflict and to strengthen public policies.

Keywords: Armed conflicts, Social conflicts, Disarmament, Social Imaginaries, Peace.

Carátula del artículo

Artículos de Investigación

Metáforas de una invasión. Imaginarios sociales de excombatientes sobre el postconflicto colombiano 1

Metaphors of an invasion. Social imaginaries of former combatants about the Colombian postconflict

Edwin Alexander Hernández Zapata
Universidad Cooperativa de Colombia, Colombia
Juan Felipe Cañaveral Castro
Universidad Pontificia Bolivariana, Colombia
Milton Danilo Morales Herrera
Universidad Pontificia Bolivariana, Colombia
Revista Virtual Universidad Católica del Norte, núm. 56, pp. 52-71, 2019
Fundación Universitaria Católica del Norte

Recepción: 20 Junio 2018

Aprobación: 11 Abril 2019

Introducción

Según el Centro Nacional de Memoria Histórica (2013), el conflicto armado colombiano constituye uno de los conflictos sociopolíticos más largos y sangrientos de América Latina, con numerosos actos de violencia sistemática que han atentado contra los derechos humanos, dejando, al mes de marzo de 2019, 8.771.850 víctimas registradas en el territorio nacional (Unidad para las Víctimas, 2019). Lo anterior, ha llevado a considerar, en distintos momentos históricos, la posibilidad de establecer acuerdos de paz, que marquen el camino de una transición política al postconflicto. En este sentido, a los intentos de negociación con grupos armados ilegales entre 1953 y 2005 (Villarraga, 2006), se suma el acuerdo de paz realizado el 24 de noviembre de 2016, entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia[2] (en adelante FARC); ello, da cuenta de un país que se ha esforzado en tener otra clase de conflictos, distintos a la lucha armada.

Dado este contexto, la presente investigación tiene como objetivo: analizar las estrategias discursivas, mediante las cuales excombatientes de las FARC, que se encuentran en proceso de reintegración a la vida civil, construyen sus versiones sobre la transición política en el escenario del postconflicto, comprendiendo los significados que le atribuyen e identificando los dilemas presentes en sus narrativas. Para ello, se partió de las preguntas: ¿Cómo los discursos instituidos y las tradiciones culturales inciden en la construcción de los imaginarios sociales de personas en proceso de reintegración? ¿Qué discursos instituyentes surgen sobre la base de lo instituido?

Coincidiendo con Cárdenas (2013) y Medrano (2014) es importante conocer las percepciones, opiniones y sentimientos que tienen los diferentes actores sociales sobre el conflicto; el rol que atribuyen a las instituciones, a la sociedad civil y al Estado; y los imaginarios que tienen sobre la paz, buscando, desde allí, señalar las incertidumbres que trae consigo el proceso de transición política en el postconflicto. En esta línea, Molinares (2005), Macías et al. (2018) y Cortés, Torres, López, Pérez y Pineda (2016), refieren una invisibilidad y necesidad de reconocimiento de los imaginarios sociales, las representaciones simbólicas y las actitudes de las comunidades frente al conflicto y sus estadios, buscando que este reconocimiento permita trazar retos para el postconflicto, entre ellos, superar la desconexión entre la realidad normativa colombiana y la realidad social cotidiana. Así, los imaginarios de las comunidades deberían tenerse en cuenta al momento de elaborarse los marcos legales y las políticas públicas, identificando posibles barreras psicosociales a atender. De igual manera, académicamente, puede ser una contribución al corpus teórico de la psicología social, cimentando en la disciplina una voz que permita entregar insumos a la sociedad colombiana, para la transición política (en adelante TP) en el marco del postconflicto.

Por tanto, la investigación explora la incidencia de los discursos institucionales en la construcción de imaginarios sociales sobre la TP de personas en proceso de reintegración, vinculadas a la Agencia Colombiana para la Reincorporación y la Normalización[3] (en adelante ARN). Se analiza, además, cómo dichos imaginarios se vinculan a sus experiencias intersubjetivas, a las prácticas cotidianas y a las formas en que se auto-representan, auto-comprenden y auto-reconocen en el espacio social, a través de sus prácticas discursivas, lo que representa una “verdad” de lo “imaginario”, como lo propone Carretero (2010), constituyendo medios imaginarios, usados para argüir y representar su realidad, aquella que puede ser contada con base en una multiplicidad de circunstancias, vivencias y prácticas. En este orden de ideas, se indaga por los imaginarios de excombatientes de las FARC, cuya desmovilización se efectuó previamente a la firma del acuerdo de paz de 2016, pues sus experiencias intersubjetivas pueden ser cercanas a las que tendrían los miembros de las FARC desmovilizados tras la implementación de los acuerdos.

De este modo, Aranguren (2011), Madariaga y Molinares (2016), y Velasco y Londoño (2009) refieren que la TP para los excombatientes configura experiencias y discursos tensos, con efectos en la calidad de vida, en los sentimientos de marginación y las relaciones de apoyo social. Dichas tensiones producen una red cerrada y un promedio reducido de bienestar, sobre todo a nivel psicológico, por la carencia de escenarios de expresión emocional (Amar-Amar, Abello-Llanos, Madariaga y Ávila-Toscano, 2011). Esto se articula con los aportes de Castillejo (2015) sobre las experiencias liminales de la transición, en tanto, desde un análisis sobre la imaginación social del porvenir colombiano, da cuenta de: “las porosidades creadas por el espacio de lo transicional, en donde los modelos globales de administración de los conflictos y sus consecuencias se entrelazan con prácticas e interpretaciones locales” (p. 29); dichas experiencias liminales deben ser tenidas en cuenta en el diseño de políticas públicas, para superar las barreras sociales, culturales y económicas que se presentan en la TP, contribuyendo a los procesos de identificación en el escenario de posconflicto (Restrepo, Giraldo, Buenaventura y Amariles, 2017).

Transición política, identidad y postconflicto

La firma de los acuerdos de paz con las FARC configura un proceso de TP, que es necesario detallar, pues no implica una serie de procesos sociopolíticos que marcan el paso de un régimen de Gobierno hacia otro, como lo establece Garretón (1991) en las definiciones tradicionales sobre el concepto, donde se sugiere dos tipos de transiciones para América Latina y Europa: i) de las dictaduras hacia las democracias, y ii) de las democracias hacia las dictaduras. Distinto a esto, en el caso colombiano la transición no implica pasar de un sistema político a otro, aun cuando ciertos sectores sociales así lo consideren; configurándose como un cambio que va de una democracia con conflicto interno armado hacia otra forma de democracia, donde se espera quede superada la guerra, y donde se experimentan transformaciones sustantivas mas no estructurales en el modo de Gobierno; tal es el caso del posible paso hacia concepciones de justicia alternativa, como la Jurisdicción Especial para la Paz –JEP-. Según esto, la TP colombiana puede ser leída como el paso de una democracia que sostiene la guerra, como intento de legitimación y afirmación violenta de su sistema ideológico, hacia una democracia que busca solucionar el conflicto, mediante dispositivos distintos al derramamiento de sangre.

Lo anterior, implicaría incidencias en la subjetividad del excombatiente, al no encontrar claridad frente a sus referentes identitarios, quedando atrapado en las encrucijadas: ayer guerra – hoy paz, ahora desmovilizado - ayer combatiente (López y Rodríguez, 2012); situación que puede anclarse al concepto de liminalidad propuesto por Turner (1969), el cual alude al estado de ambigüedad que experimentan ciertas comunidades, al encontrarse en una fase intermedia de un espacio tripartito (fase inicial, intermedia y posterior); en este sentido, la TP configuraría una serie de experiencias de liminalidad en los excombatientes, como se ve en Castillejo (2015), ocasionando una especie de limbo identitario; espacio donde emerge un sujeto que ya no es él, pero al mismo tiempo nace un sujeto que todavía no ha llegado a ser (Castro, 2003). En este orden de ideas, el paso hacia la vida civil, como lo mencionan López y Rodríguez (2012), gira en torno a una pregunta que lo interpela “¿Quién soy yo en el nuevo contexto?” (p. 281).

Así las cosas, siguiendo la idea de la metáfora dramatúrgica introducida por Goffman (2001), el excombatiente en el contexto de guerra ha utilizado máscaras y actuado desde ciertos roles, que terminaron deviniendo en su rostro e identidad misma. Ahora bien, abandonar estas máscaras y roles implica, al mismo tiempo, un abandono de sí, hacer violencia contra sí, quitarse el rostro con el que ha interactuado. Esto último implica vaciar el cuerpo de los elementos simbólicos que le han conferido sentido e identidad; vaciado que no implica la ausencia de marcas, sino la inscripción de borraduras y tachaduras sobre las cuales se intentan articular nuevos símbolos, a partir de los cuales se confeccionarán sus nuevos roles y rostros de presentación social.

Por otro lado, la TP puede pensarse desde teorías post-estructuralistas, como las postuladas por Deleuze (2005), que señala un paso de la sociedad disciplinaria a la sociedad de control; y por Han (2012), quien plantea que en el siglo XXI se presenta una transición hacia la sociedad de rendimiento, donde la metáfora del dispositivo inmunológico, caracterizada por la consideración de lo otro (en este caso el excombatiente) como un virus a ser eliminado, ha sido superada, dando paso a un nuevo dispositivo, que no elimina al extraño, sino que lo neutraliza y ajusta. Desde esta postura, es posible ver de qué forma el excombatiente deja de ser visto como blanco de guerra, para convertirse en una identidad que debe ajustarse a la norma social, construyendo su subjetividad a partir de aspectos culturales, como el estudio, la familia, el trabajo, el dinero, entre otros.

Por último, se señala que estos efectos en las subjetividades, experimentados por los excombatientes en el proceso de TP, se dan en un escenario social de postconflicto. Como señala Rettberg (2003), TP y postconflicto no son términos excluyentes, sino complementarios; este último se entenderá como el período que sigue tras la culminación de un conflicto armado (Acevedo y Rojas, 2016) en el que participaron bandos enfrentados por asuntos de diversa índole; dicha culminación se da a partir de acuerdos en que se declara cese al fuego. Se aclara que un escenario de postconflicto no implica necesariamente la erradicación completa de dinámicas de conflicto sociopolítico, razón por la cual es pertinente la implementación de acciones que permitan identificar y apoyar estructuras, las cuales fortalezcan y den solidez a la paz (Boutros-Ghali, 1992); contribuyendo así a la construcción de paz en el escenario de postconflicto.

Imaginarios sociales y construccionismo social

La importancia de analizar los imaginarios sociales en excombatientes, radica en la posibilidad de dar cuenta de las formas en que estos significan el postconflicto, performando su realidad social; así, se toma esta categoría de análisis con respaldado en Castoriadis (1989), Carretero (2010), Lizcano (2006) y Anzaldúa (2012); este último, entiende los imaginarios como: “construcciones de sentido: no es la imagen de algo, sino la creación incesante e indeterminada de figuras, formas, imágenes que actúan como significaciones” (p. 35). Además, se refiere que estas significaciones son imaginarias, dado que: “no corresponden a elementos “racionales” o “reales” y no quedan agotadas por referencia a dichos elementos, sino que están dadas por creación” (Castoriadis, 1989, p. 68). También, los imaginarios están constituidos por dos dimensiones: instituida e instituyente; la primera da cuenta de los aspectos más cristalizados del imaginario, y está relacionada con las formas de pensamiento, percepción y actuación social, derivadas de elementos ideológicos y del sentido común; además, actúan como marcos de veridicción en la interpretación del mundo. Por su parte, la dimensión instituyente alude a las nuevas significaciones construidas sobre la base de lo instituido, que ofrecen nuevos marcos de comprensión sobre un objeto o fenómeno social; en este caso, la TP en un escenario de postconflicto (Castoriadis, 1989).

Complementando, Lizcano (2006) considera que las metáforas son: “habitantes principales y argamasas del imaginario, y (…) su análisis sistemático es una vía privilegiada para su comprensión” (p. 57). Así, se considera que hay metáforas que piensan a las comunidades; planteamiento que supera la consideración de un sujeto autodeterminado, dentro del cual se desarrolla el pensamiento, pasando a afirmar que es el sujeto quien se encuentra en el pensamiento; que no es el cuerpo la cárcel del alma, sino el alma la prisión del cuerpo (Foucault, 2018). Siguiendo esa línea de argumentación, se plantea que los imaginarios están constituidos por metáforas que piensan a las comunidades y que instituyen lo social. Lo anterior, permite comprender la metáfora como un recurso lingüístico de uso cotidiano, no exclusivo de poetas y escritores (Lakoff y Johnson, 2017). Así, el lenguaje denominado ordinario, está cargado de metáforas en las cuales los sujetos piensan, perciben, actúan, se relacionan y comprenden el mundo. Esto se relaciona con lo planteado por Nietzsche (2010), quien considera que la verdad, no es más que un juego de metáforas en constante lucha y movimiento. Así, las metáforas de los excombatientes son construcciones realizadas a lo largo de sus experiencias de vida; sin embargo, actúan en términos de un realismo ontológico (como verdades incuestionables) y no como construcciones, lo que implica el olvido de que son invenciones lingüísticas.

De este modo, desde un enfoque construccionista y discursivo de la psicología social, se considera que la vida cotidiana está cargada de sentencias, al parecer informativas, que se encuentran compuestas de intenciones y reglas que repercuten a nivel práctico; lo que Wittgenstein (1999) denominó juegos de lenguaje. Por ejemplo: significar la transición política como invasión, presenta implicaciones en la vida cotidiana del desmovilizado, dado que los mecanismos sociales para defenderse de ésta, se ven reflejados en prácticas de exclusión, ajustamiento, neutralización y violencia. Así, se buscó reconocer la forma en que se construyen dichas significaciones, nombradas por Potter & Wetherell (1996b) como repertorios interpretativos, compuestas por términos, formas y contenidos discursivos utilizados por la población para comprender sus acciones y las de aquellos involucrados en el escenario del postconflicto, al igual, que las estrategias retóricas utilizadas para dotar de sentido este proceso de TP que los involucra. Lo anterior, mediante la identificación de herramientas analíticas, como la función y la variabilidad discursiva.

Así mismo, se asume una postura epistemológica antiesencialista, que entiende el lenguaje como una práctica con capacidad creadora de realidades sociales (Íñiguez, 2005); considerando que el mundo más que una realización de la voluntad divina o de la naturaleza, “se construye (…) a medida que las personas hablan, escriben y discuten sobre él” (Potter, 1998, p. 130). Esto, orienta este proceso investigativo a un ejercicio que busca comprender las formas como las verdades, prácticas y situaciones sociales, que se relacionan en la cotidianidad de los excombatientes, se han configurado en marcos espacio-temporales debidamente situados (Gergen, 1996).

Método

Se utilizó un enfoque metodológico cualitativo, que posibilitó comprender los significados, sentidos e imaginarios que los excombatientes tienen sobre el postconflicto. Se usó el análisis del discurso (en adelante AD), atendiendo a las funciones discursivas que se revelan, al analizar la variabilidad de interpretaciones producidas por los excombatientes, que presentan versiones con matices muchas veces contradictorias, la cuales responden a posiciones singulares, según sus roles sociales y sus contextos de interacción.

Se asumió la unidad analítica: repertorios interpretativos, entendidos como los elementos que los hablantes utilizan para construir sus versiones de la realidad, en el seno de una tradición comunal, expresados en el uso de figuras retóricas como: metáforas, frases hechas, clichés o tropos (Potter y Wetherell, 1996b). Estos se encuentran ensamblados o articulados entre sí, aunque puedan contener elementos dilemáticos o contradictorios, pero que en su conjugación o ensamblamiento producen sentido, consecuencias prácticas y revelan la posición ideológica e interpretativa de los excombatientes sobre su posición frente a la TP y el postconflicto (Fernández, 2003, p. 219). En consonancia, Potter & Wetherell (1996a) reivindican la importancia de la articulación de los repertorios, refiriendo que: “solo al observar la organización de las explicaciones en el discurso como un todo es cuando se hace aparente la naturaleza fragmentada e inconsistente de la conversación” (p. 75), recalcando que la flexibilidad de dicha articulación, es fundamental en la construcción de la efectividad ideológica.

En este sentido, se considera que los desmovilizados a través de sus prácticas lingüísticas, sostienen, promueven y defienden cierto tipo de relaciones sociales y descripciones del mundo en el contexto de la TP colombiana; por tanto, “el análisis consiste en estudiar cómo estas prácticas actúan en el presente manteniendo y promoviendo estas relaciones: es sacar a la luz el poder del lenguaje como una práctica constituyente y regulativa” (íñiguez, 2011, p. 58). Esta concepción del discurso permite dialogar con la teoría de los imaginarios sociales, dado que la forma predilecta para el estudio del imaginario, como se mostró anteriormente, es precisamente la identificación de aquellas metáforas que habitan y constituyen las argamasas del imaginario (Lizcano, 2006). Al analizar la dimensión instituida, se centró en la identificación de repertorios interpretativos, que en este caso, toman rostro en metáforas muertas, las cuales: “revelan las capas más solidificadas del imaginario, aquella en que su cálida actividad instituyente hace tiempo que se congeló pero que, no por ello, deja de dar forma al mundo en que vivimos” (Lizcano, 2006, p. 65); circulando el terreno de lo que para los excombatientes se consideran asuntos obvios o dados por sentado, viviendo en ellos, y haciéndolos “ver por sus ojos, sentir por sus sensaciones, idear con sus ideas, imaginar con sus imágenes” (Lizcano, 2006. p. 65).

Por otro lado, el análisis de la dimensión instituyente se hizo a través de la identificación de repertorios interpretativos expresados en metáforas vivas; según Lizcano (2006) estas: “crean una conexión insospechada entre dos significados hasta entonces desvinculados, aquellas que, abruptamente, ofrecen una nueva perspectiva sobre algo familiar y nos hacen verlo con nuevos ojos” (p. 68). Dichas metáforas, permiten reconocer la capacidad poética de la población, señalando su capacidad creativa. Aquí se analizan las nuevas significaciones que los actores han configurado sobre la TP, develando las metáforas que las soportan. En este punto, se examina la autonomía o heteronomía de la colectividad, reconociendo en qué medida sus imaginarios han sido colonizados por otros que se articulan a discursos de poder, imponiendo una visión de mundo determinada; para ello, ha sido pertinente conocer la capacidad de creación metafórica del grupo de desmovilizados.

Participantes: la muestra estuvo constituida por 20 personas (5 mujeres y 15 hombres) desmovilizadas y vinculadas a la ARN, residentes en la ciudad de Medellín (Antioquia-Colombia), mayores de edad, que integraron la guerrilla de las FARC durante por lo menos 2 años, y cuya situación jurídica les permite figurar como desmovilizados en proceso de reintegración.

Instrumentos: se realizaron 20 entrevistas a profundidad, donde se utilizó una guía con preguntas clave, relacionadas con el problema de investigación (Babbie, 2000). Adicionalmente, se realizó un grupo focal con 5 personas, profundizando algunos tópicos sobre: significados, ideologías, sentimientos, experiencias, actitudes y creencias en relación con la TP.

Procedimiento: en primera instancia se estableció contacto con el Centro de Educación para la Paz y la Reconciliación (CEPAR), presentado el proyecto de investigación a diferentes actores institucionales, quienes dieron aval para generar la información. Los datos fueron sometidos a procesos de codificación, categorización y condensación, propios de los procedimientos cualitativos y de análisis del discurso; para ello se usó el software Atlas.ti, en su versión 7.5.

Resultados

El análisis de los discursos permitió identificar una metáfora central, a partir de la cual, se ensamblan tres repertorios interpretativos, que permiten entender algunas significaciones mediante las cuales los desmovilizados imaginan el posconflicto y su posición frente a él.

1-Los grupos paramilitares como invasores de los territorios: la desmovilización da lugar a la imagen de un postconflicto de dominio paramilitar, en la medida en que los territorios que antes ocupaban las FARC serán dominados por estos grupos, quienes controlarán las actividades socioeconómicas, dentro de estas, el narcotráfico; esta imagen parece contradecir algunos discursos políticos que refieren la inexistencia de grupos paramilitares, tras su desmovilización en el periodo 2002-2005 (Villarraga, 2006); sin embargo, informes como los presentados por el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz –Indepaz- (2017) parecen soportar el imaginario de los desmovilizados, al identificar la presencia de grupos narco-paramilitares en distintos municipios, a lo largo de 28 departamentos del país; de lo anterior, deriva la imagen de una guerra inacabable, como se muestra en el siguiente testimonio: “Pues, uno piensa: si es muy bueno, pero mire la guerra nunca se acaba, porque se entrega la guerrilla y va a seguir la guerra, porque va haber siempre alguien que pelee por esos territorios, por la droga” (hombre de 23 años, grupo focal).

Esto configura la imagen de un postconflictocomo desastre, implicando un nuevo orden socioeconómico (paramilitar), llevando a considerar que la guerrilla cumplía la función de sostener un status quo en los territorios; lo que vincula la significación de enemigos históricos de las guerrillas, a aquellos grupos al margen de la ley que, paralelamente al Estado, las combatían (Sánchez, Lara, Rodríguez, Santamaría y Carranza, 2017); así, una de las principales funciones de aquellas guerrillas era cuidar a los campesinos de las acciones violentas del enemigo, configurando la imagen de un guardián que operaba en los territorios donde la ausencia del Estado prevalecía; visto así:

Las FARC es una seguridad durísima así pa’ los campos, porque donde no fuera por las FARC, los paras entraban y hacían lo que les daba la gana, mataban el campesino, o sea, es una seguridad porque los paras llegaban a los caseríos (…) mataban y comían del muerto y donde no hubiere sido por las FARC que los controle. (hombre de 26 años, grupo focal).

Así, el postconflicto significaría el despojo inminente de aquella imagen de guardián que ofrecía al desmovilizado sentido ideológico de pertenencia al grupo, vivenciando ahora una especie de limbo identitario. Allí emergieron cuestionamientos como: ¿ahora a través de qué imágenes se identifican? ¿La reintegración les permitirá configurar otra identidad? Además, se presenta el temor de que otro adopte aquella imagen de guardián que ha sido despojada. En correspondencia, un postconflicto como desastre invita a comprender esta situación bajo la forma de un sistema inmunológico (Han, 2012), donde el cuerpo es conformado por los campesinos y la tierra; la guerrilla, representa las defensas que abandonan este cuerpo, quedando expuesto a la invasión de un agente externo y dañino que enferma y causa desastre (paramilitares). Esto pareciera configurar una metáfora muerta, en el sentido en que la cultura ha esencializado y puesto a lo extraño en el orden de lo malo, dañino y peligroso (Han, 2012); véase el testimonio: “Ahora, la guerrilla como entregaron todo, los paras hacen lo que se les da la gana. No, eso va a ser un desastre, también yo digo que de pronto puede ser un desastre más adelante” (hombre de 30 años, grupo focal).

En los discursos se reconocieron dos lógicas del advenimiento del desastre; por un lado, se encuentra su llegada como una fuerza violenta (Extracto A), que se hace explícita en más del 80% de los relatos; por otro lado, se muestra el advenimiento del desastre como estrategia de seducción (Extracto B), evidenciado en el 20% de los relatos.

Tabla 1
El advenimiento del desastre

Nota: elaboración propia

Así, por un lado, se imagina el advenimiento del desastre, en términos de una fuerza violenta representada por los grupos paramilitares, que llega a desestructurar un orden social, con el fin de elaborar un nuevo orden y por otro, se considera en términos de una estrategia de seducción, comprendida como una modalidad utilizada por estos mismos grupos, que implica el cuidado y la protección del campesino, para ganarse su confianza y construir una imagen de guardián (antes representada por la guerrilla), permitiendo resignificar ese vínculo histórico de contienda que los ha caracterizado; sin embargo, este nuevo guardián tiene intereses que secundan la protección, lo que involucra la imagen de un personaje interesado y estratégico. Esta variabilidad indica que los excombatientes presentan versiones sobre el postconflicto con matices, lo que indica que las actitudes sobre este objeto social no son fijas, sino cambiantes (Potter y Wetherell, 1996b).

La función del discurso aparece en la justificación de la situación social, el postconflicto es un desastre, dado que los excombatientes ya no están en los territorios para preservar el orden, en otras palabras, su ausencia justifica el advenimiento del desastre. Vale resaltar que los excombatientes no se auto-culpabilizan por lo anterior, sino que, ponen la culpa en el otro-paramilitar, a quien imaginan como un enemigo-invasor violento, y al mismo tiempo astuto y estratégico. En esta misma línea, al narrarse el postconflictocomo desastre derivan sentimientos sociales como: inseguridad, miedo, preocupación, que aparecen en los desmovilizados al estar fuera de los grupos; en este contexto, emergen dos figuras retóricas en que se evidencia la variabilidad del discurso:

Tabla 2
De lo desastroso a lo armónico

Nota: elaboración propia

En el extracto C se visibiliza la metáfora del blanco de guerra, como una estrategia retórica para auto-representarse en el escenario de la transición; esta constituye una figura gramatical central, que se establece como una de las principales barreras para la reintegración. Paralelamente a la metáfora: blanco de guerra, que significa una inminente persecución, aparece en el extracto D la expresión: comer del mismo plato, que puede tomarse como una postura de reconciliación, dando a entender que en el postconflicto no deben existir enemistades entre los actores que hicieron parte activa de la guerra; por tanto, todos deberían ser tratados como iguales y no en lógica de rivalidad.

Lo anterior, representa otra variabilidad del discurso (Potter y Wetherell, 1996b) y un intento de anulación de las diferencias, de donde deriva la imagen de un postconflicto de reconciliación; ello da cuenta de significados dilemáticos, por lo que las imágenes sobre el postconflicto no obedecen a formas estáticas, sino a movimientos constantes entre lo desastroso y lo armónico; lo primero, asociado al limbo identitario en el que se encuentra el desmovilizado; y lo segundo, constituyendo ese escenario ideal que posibilitaría la construcción de una nueva imagen de auto-representación, superando el estado de liminalidad (Turner, 1969). Finalmente, el excombatiente resuelve el dilema frente al paramilitar, denominándolo invasor de los territorios del campesinado.

2-La Ideología guerrillera como dispositivo invasor de la subjetividad: aparece como un dispositivo que configura la subjetividad de sus integrantes, orientando sus marcos interpretativos y formas de auto-nombrarse y nombrar a otros. Se evidencia como la metáfora el desmovilizado de la guerrillacomo blanco de guerra, es una estrategia de autonombramiento que hace parte de una dimensión instituida del imaginario, a partir de la cual denuncian la percepción de lo que ellos mismos representan para el Otro-Paramilitar en el escenario del postconflicto; la anterior metáfora, supone el mismo dispositivo de percepción, inscrito por la ideología guerrillera en los tiempos de conflicto armado, donde el paramilitar era nombrado como blanco de guerra.

Así, la figura de un enemigo que quiere eliminar a aquel que se reviste de una imagen extraña, sigue actuando como una creencia cristalizada del imaginario; sin embargo, sobre dicha creencia aparecen nuevas formas de interpretación de la situación social. Discursivamente se logra identificar un tránsito del enemigo como blanco de guerra al enemigo como igual, esto, a través de la incorporación de una metáfora instituyente, que cuestiona la imagen del otro como blanco militar. Esta nueva metáfora asume la ideología como un lavado de cerebro, que da cuenta de un proceso de adiestramiento psicológico, donde el adiestrado es un sujeto del déficit (Gergen, 2007), alguien vulnerable comprendido desde un faltante, no solo socio-afectivo-económico, sino también mental. Los siguientes extractos muestran el tránsito en la concepción del enemigo:

Tabla 3
Del enemigo como blanco de guerra a la ideología como lavado de cerebro

Nota: elaboración propia

En los extractos E y F se ve cómo de la metáfora: blanco de guerra a la ideología como lavado de cerebro, hay un tránsito de lo instituido a lo instituyente, a través de la reflexión hecha por los desmovilizados sobre aquellas creencias que reposan en la ideología, y las cuales dan lugar a la legitimación de las dinámicas de guerra, dándose un paso del enemigo propiamente dicho al enemigo imaginado, evidenciando así la variabilidad discursiva en la movilidad de actitudes que se tienen frente al otro; esta última metáfora se evidencia en más de la mitad de la muestra. Un enemigo propiamente dicho señala a un otro que por naturaleza es mal intencionado, destructivo e invasivo (ver extracto E), noción que es incorporada por la ideología a modo de justificación del conflicto; así, las ideas actúan como objetos extraños que invaden los cuerpos sociales (colonización del pensamiento), objetos que son significados como una utopía colectiva:

Los motivos, pues prácticamente, del ELN y las FARC, son los mismos, luchar que por la igualdad, luchar por los pobres, por el pueblo, ¿sí? donde prácticamente eso no se da porque nunca han podido con el gobierno -no (murmullos), son cosas que prácticamente se las meten a uno a la mente, pero nunca, nunca se hacen realidad (hombre de 32 años, entrevista).

Por otro lado, la metáfora del enemigo imaginado surge al cuestionar aquellos significados instituidos que provienen de la ideología, permitiendo concebirlos, no en términos de datos naturales, sino como construcciones realizadas en contextos sociohistóricos particulares, en este caso el conflicto sociopolítico colombiano. Con lo anterior, ambas dimensiones del imaginario deben entenderse como procesos encadenados (Castoriadis, 1989); es decir, del posconflicto como desastre, que presenta connotaciones de una invasión paramilitar y hace parte de una dimensión instituida, aflora lo instituyente: la ideología como lavado de cerebro. Esta última metáfora, sugiere dos pasos: i) despojar aquello que habita previamente, y ii) incorporar lo nuevo. En el primero, el desmovilizado parece despojarse de aquellos elementos simbólicos que configuraban su identidad, como la imagen de guardián que le ofrecía sentido a sus acciones, otorgándole reconocimiento. En el segundo, aparece la desmovilización como un dispositivo para suplir esta carencia, a través de la incorporación de nuevos valores que ajustarían al desmovilizado a la sociedad.

De lo anterior, emerge la sensación de limbo identitario (estado ambiguo donde los elementos simbólicos de socialización en contextos de guerra, confluyen con los que provienen de la vida civil). En síntesis, la TP implicaría pasar por tres estadíos: i) Vacío identitario, ii) Limbo identitario, iii) Identificación con la sociedad civil. Las tensiones experimentadas en este último estadio se presentan a continuación.

3-El excombatiente como invasor de la sociedad civil: ser miembro significativo de la sociedad civil corresponde al objetivo del proceso de reintegración, sin embargo, los desmovilizados interpretan que los ciudadanos significan este proceso como una invasión de su espacio. De allí, derivan ciertas prácticas de exclusión nombradas a partir de figuras retóricas como:

-El desmovilizado, una carga social: para los desmovilizados, su presencia añade un peso a la vida que transcurre en la sociedad, este es narrado en términos socioeconómicos. Se configura la creencia de que los otros los vivencian en un estado parasitario, desde el cual consumen, saquean y extraen aquello que no es merecidamente suyo. Esto representa un significado instituido, dado que, en la sociedad, aquello que se posee y obtiene es producto de una recompensa legitimada moralmente, por el hecho de haber sido adquirida al seguir un conducto socialmente aceptado: “El civil está muy dolido, porque el gobierno le está sacando a ellos para darnos a nosotros (…) dicen: nosotros estamos manteniendo para que ellos coman relajados, después de que mataron” (hombre de 32 años, entrevista).

La metáfora de la carga continúa circulando el discurso del desmovilizado, quien, a su vez, concibe que para el Estado representa un peso insostenible que marca el retorno a la guerra; peso que tarde o temprano dejará de ser cargado, adquiriendo el significado de traición. Esto permite comprender el acuerdo de paz en términos de un compromiso aceptado por el Gobierno de cargar el peso que suponen los excombatientes, y la desmovilización como aquel proceso donde se lleva a la acción dicha carga insostenible. Dejar de sostener implicaría una traición, situación que en el imaginario de los actores es factible. En este sentido, la palabra del Estado que sella el acuerdo de paz es tomada con desconfianza, razón por la cual consideran que las FARC ha dejado reservas de armamento, dinero y combatientes, ante la inminente traición. Dicho esto, el imaginario muestra dos escenarios de la reintegración, donde se evidencia variabilidad discursiva:

Tabla 4
Del Estado comprometido con la paz al Estado incompetente

Nota: elaboración propia

El extracto G da cuenta de la existencia de condiciones favorables para la reintegración, mostrando a un Estado comprometido que cumple su palabra y carga con el peso adquirido en los acuerdos de paz, ofreciendo políticas, programas y oportunidades a los excombatientes, lo que supone garantías para la reintegración; de otro lado, el extracto H, expone un eventual fracaso de la desmovilización, asociada a aspectos como la percepción de la incompetencia Estatal para sostener un proceso de tal magnitud, en donde se implican sentimiento de desconfianza frente al cumplimiento de lo pactado y se dibuja un plano de posible retorno al conflicto. Así, con la emergencia de estos dos escenarios que transitan entre lo instituido de un Estado que no cumple y un Estado que cumple, del que soporta la carga y del que no logra sostenerla, se infiere una función del discurso que pone al Estado en sospecha, señalando sus posibles límites e incompetencias.

-El desmovilizado, una persona tachada socialmente: otra metáfora que aparece en sus discursos es la del tachamiento; esta se articula a la invasión, en el sentido en que constituye una reacción del sistema para defenderse de lo extraño, para evitar que lo parasitario crezca y termine por invadir los espacios sociales, evidenciado en el siguiente relato: “uno queda es como ¡tachado!, yo no sé qué pasa (…) yo no sé cómo lo tomará la ACR, hacer algo para que, o sea nosotros prácticamente quedamos tachados” (hombre de 30 de años, grupo focal).

Como en inmunología los virus se neutralizan, en la sociedad colombiana se procede de la misma forma contra aquello considerado extraño y dañino, no permitiendo su acceso a distintas dimensiones de la vida social; esto dificulta la superación del estado de liminalidad, postergando el limbo identitario. El tachamiento se expresa en distintos escenarios, como los siguientes: i) Acceso a la vida laboral: “Ese es el problema hay veces de conseguir trabajo, porque estamos tachados ¿si me entiende? dicen que uno tiene que tener un cartón de bachiller para poder trabajar, por eso estoy estudiando y metiéndole la moral pa’ salir adelante” (hombre de 30 de años, grupo focal); ii) Acceso a servicios: “Allá una vez salimos con unos compañeros a comprar unas gaseosas y no nos las quisieron vender” (hombre de 26 años, grupo focal); y iii) Acceso a satisfactores vitales: “Hay veces que la comida no me la daban (…) yo tenía que ir allá donde el primero, que viniera a ver qué era lo que pasaba porque no me querían dar comida ni nada” (hombre de 23 años, entrevista).

En este sentido, el limbo identitario configura un elemento central de los imaginarios sobre la TP, donde el desmovilizado se muestra en un aparente estado liminal, al no hallar una imagen real y/o simbólica en dónde soportar su identidad; es decir, ya no es guardián ni tampoco ha adquirido un estatuto como ciudadano. Así, en la TP su subjetividad se muestra resquebrajada al hallarse en una condición de invasor-invadido. Por otro lado, se expone cómo, junto a los imaginarios de exclusión, aparece de manera paralela la imagen de un postconflicto de acogida, que provee de oportunidades al excombatiente, dando cuenta de una motivación variable, en donde aparecen expresiones como las siguientes: “La paz es un punto muy importante porque es que, imagínese uno encontrarse con su familia” (mujer de 32 años, grupo focal); “Ya puedo estudiar, puedo estar en una universidad y ser alguien en la vida, para yo poder apoyar a mis papás” (hombre de 25 años, grupo focal); “yo llevo dos años de ser libre en la vida” (hombre de 47 años, grupo focal); “Allá uno no mira tener un hogar, uno no mira tener una finca, uno no mira que bueno tener una familia, uno no piensa que bueno estudiar para ser un arquitecto” (hombre de 28 años, grupo focal).

Discusión

El desconocimiento estatal de las guerrillas como grupos que establecen un orden político, económico y moral en aquellos territorios donde hay ausencia del Gobierno, provoca que sus acciones sean percibidas como disruptivas del orden. Con la implementación de los acuerdos de paz, los desmovilizados entran en un limbo identitario, al migrar de lugares donde cumplían una función organizadora, desde el rol sexual, el trabajo, el apoyo familiar y social, que les ofrecía identidad y estatus; siendo llevados a escenarios donde su utilidad social es marginada (la ciudad, las zonas veredales, la cárcel) (López, 2017). Esto, constituye un acto de violencia simbólica, que los despoja de los elementos significativos que les permitían dotar de sentido sus prácticas sociales.

Con esto, los excombatientes deben transformar sus creencias, dado que construyeron su identidad a partir de lugares de poder, mientras que en la vida civil deben construir una identidad a partir de otros roles (estudio, trabajo, dinero) (Lara, 2016); esto implica transitar en “un presente que se divide entre las incertidumbres del futuro y las confusiones del pasado y sus recuerdos” (Lara, 2016, p. 56). Interpelando lo anterior, se considera que no se deberían utilizar el despojo ni la migración como dispositivos para la implementación de los acuerdos, sino ofrecer la posibilidad de resignificar la utilidad social al interior de aquellos territorios olvidados por el Estado, mediante una alianza institucional.

Desde la política pública, el proceso de reintegración aparece como una oportunidad para recuperar el sentido de utilidad social y construir un espacio legítimo en la vida civil. Sin embargo, estudios como los de Meneses, Cardona y Devia (2010) muestran que, pese al intento de lograr una reintegración óptima, las acciones parecen ser insuficientes. Aun cuando se incrementa la calidad de vida en el área física y psicológica; el área social evidencia dificultades, ya que los desmovilizados cuentan con muy poca interacción social-familiar, y en el área laboral hay una insatisfacción, al no tener estabilidad económica; señalando un problema social complejo, por lo que se considera que la intervención no debe centrarse únicamente en el excombatiente, sino en otros actores del entramado social.

Así, en sintonía con Molinares (2005) y Ortiz y Kaminker (2014) se considera que existe una invisibilidad sobre los imaginarios sociales que los colombianos tienen sobre el postconflicto, lo que produce una desarticulación entre la realidad normativa, la política pública y la realidad social.

Ello implica que, dada la extrema confianza en la normatividad, las disposiciones legales colombianas se presentan como promesa del cambio social, aunque ello no se alcance (Caro, 2012), actuando como dispositivos que, anclados a dimensiones instituidas del imaginario, reproducen el poder, a través de discursos mediante los cuales se imponen ideologías sobre los intervenidos.

La metáfora de la invasión habita el discurso de los excombatientes, logrado dotar de sentido la TP, movilizando sentimientos, creencias, expectativas, ideologías, concepciones y nuevos significados; siguiendo a Lizcano (2006) esta metáfora vive en ellos, haciéndolos “ver por sus ojos, sentir por sus sensaciones, idear con sus ideas, imaginar con sus imágenes” (p. 65). Lo anterior constituye una herramienta central, a partir de la cual significan los tres escenarios expuestos que se asocian a la TP.

Vale aclarar que la metáfora de la invasión actúa en ambas dimensiones del imaginario, presentando connotaciones mixtas, indicando que en ciertos escenarios y situaciones toma formas diferenciadas; por ejemplo, en el escenario de la ideología como agente invasor constituye una metáfora viva (instituyente), y en el escenario del desmovilizado como invasor de los espacios de la ciudadanía, una metáfora muerta (instituida). Sin embargo, nombrar una metáfora como viva o como muerta, constituye un proceso analítico más complejo, en la medida en que sobre lo cristalizado aflora lo magmático (Castoriadis, 1989), evidenciándose cómo de la metáfora muerta: blanco de guerra (la cual deriva del repertorio: el postconflicto como desastre), se da paso a la metáfora viva: la ideología como lavado de cerebro, lo que indica un tránsito de lo instituido a lo instituyente. Esto, lleva a comprender la metáfora de la invasión como una fuente de significados.

La metáfora de la invasión, en relación con los repertorios: el excombatiente como invasor de la sociedad civil y el postconflicto como desastre, pareciera contradecir la tesis de Han (2012), quien refiere que en siglo XXI se ha superado el dispositivo inmunológico (concepción del enemigo como un invasor que debe eliminarse). Así, se admite la existencia simultanea de dispositivos inmunológicos y dispositivos de neutralización y ajustamiento; siendo la liminalidad una categoría pertinente para comprender la TP en Colombia, dado que, se presentan significados y prácticas sociales ambiguas. Por ejemplo, en los discursos de los participantes, metáforas como el tachamiento social y el blanco de guerra, dan cuenta de un enemigo por eliminar y expulsar; vistos en los procesos de subjetivación de los excombatientes, a través de la transgresión, la muerte y la destrucción; esto último, construido sobre la metáfora del guerrero (Amador, 2010). Sin embargo, paralelamente existen expresiones que significan la reintegración como oportunidad y acogida.

Así, los imaginarios de los excombatientes transitan entre la exclusión y la acogida; lo que desde la teoría de los dilemas ideológicos propuesta por Billig et al. (1988) señala los aspectos dilemáticos y contradictorios del sentido común, expresados en paradojas discursivas como: tensión confianza-desconfianza hacia el Estado, invasión paramilitar violenta e invasión como estrategia de seducción, del enemigo como blanco de guerra al enemigo como igual, el postconflicto como desastre y oportunidad, el postconflicto como armonía y como caos. Esto coincide con lo planteado por López y Rodríguez (2012), quienes dan cuenta de dichos dilemas en la construcción de la identidad del excombatiente durante el proceso de transición a la vida civil; el cual se vivencia en un limbo identitario, definido así:

(…) un estado de no saber sobre el mundo, sobre su identidad y la realidad que le rodea. Puede ser entendido, además, como un estado intermedio entre un lugar o condición conocida (grupo armado) y un lugar y condición desconocida (civilidad). (p. 279).

La investigación presenta metáforas muertas que habitan los discursos de los desmovilizados (Lizcano, 2006), entre ellas: el desmovilizado como blanco de guerra, la utilidad y el tachamiento social; estas constituyen figuras gramaticales que hacen parte de discursos donde se configuran los imaginarios instituidos sobre el postconflicto, que no solo se expresan en la dimensión de lo representado, sino que performan la realidad (Austin, 1982), evidenciando estrategias de exclusión, entre las que se menciona: no poseer un diploma de bachiller, sin el cual ingresar a la vida laboral se convierte en una situación más compleja. Con esto, Roldán (2013), refiere que la falta de opciones laborales de esta población, tiene muchas veces como consecuencia la reincidencia en la ilegalidad, siendo la utilidad social un discurso que legitima el trabajo y la educación como elementos cristalizados en el imaginario de la sociedad civil, y solidificado en el desmovilizado.

Por lo anterior, se plantea que el discurso de la educación como práctica que confiere valor social al desmovilizado, constituye un dispositivo de normalización que lo priva en ocasiones del escenario laboral, remitiéndolo al estado liminal en que se encuentra, dado que, en materia legal, las puertas a la educación y al trabajo están abiertas para él; sin embargo, en la práctica social no lo vive así, ya sea debido a mecanismos de exclusión o por la situación laboral del país. En esta línea, Bejarano-Sanabria y Delgado-Salazar (2017) afirman que, desde los escenarios educativos de orientación escolar, se debe dar lugar a una dimensión ético-política, donde confluyan elementos emocionales, jurídicos y sociales, que permitan la acogida, la inclusión y el respeto de los derechos del excombatiente.

Finalmente, algunos resultados muestran un tránsito de lo político a la política; este tránsito es posible: “cuando se rompe la clausura del significado, cuando surge la idea de la autonomía de la sociedad (…) cuando lo político aparece como algo que, por ser obra nuestra, puede ser interrogado, cuestionado y resulta, potencialmente, modificable” (Ibáñez, 2001, p. 164). Figuras como: un postconflicto paramilitar, un postconflicto armónico, la ideología como lavado de cerebro, comer del mismo plato, son elementos discursivos, que hacen posible el paso de lo político hacia la política, y que configuran la dimensión instituyente de los imaginarios sobre la TP.

Conclusiones

tachamiento social

Sintetizando, si sostener ciertas metáforas puede reproducir la guerra, difundir otras puede contribuir a la construcción de escenarios de paz, donde el Estado tendría un papel central al considerar que nuevas metáforas podrían permitir la construcción de otros repertorios interpretativos que, a su vez, transformen los imaginarios sociales sobre la TP. Así, próximas investigaciones pueden responder a preguntas como: ¿Qué significados sobre el trabajo, la familia y la educación tienen los excombatientes? ¿Qué barreras psicosociales para la paz perciben los excombatientes y la ciudadanía? ¿Qué discursos institucionales alimentan las metáforas sobre el conflicto y el postconflicto colombiano?

Material suplementario
Información adicional

¿Cómo citar el artículo?: Hernández Zapata, E. A., Cañaveral Castro, J. F. y Morales Herrera, M. D. (enero-abril, 2019). Metáforas de una invasión. Imaginarios sociales de excombatientes sobre el postconflicto colombiano. Revista Virtual Universidad Católica del Norte, (56), 52 – 71.

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Notas
Notas
[1] Artículo derivado del proyecto de investigación: “Significados del trabajo y prácticas de reintegración laboral en personas desmovilizadas”. Aprobado y financiado por la Dirección Nacional de Investigación, de la Universidad Cooperativa de Colombia, sede Medellín, y por el Centro de Investigación para el Desarrollo y la Innovación de la Universidad Pontificia Bolivariana, sede Medellín. Líneas de investigación: Conflicto y Paz. Facultades de psicología. Fecha de inicio: junio de 2018. Fecha de finalización: junio de 2019.
[2] Se hace referencia a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejercito de Pueblo, conocidas como FARC – EP. Fue una organización guerrillera de tendencia ideológica marxista-leninista, con una existencia de más de 50 años en armas; ha representado uno de los principales actores del conflicto armado colombiano. Después de firmado el acuerdo de paz con el Gobierno Nacional (24 de noviembre de 2016) adquirió el carácter de partido político, tomando por nombre: Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. (FARC, 2017).
[3] La ARN es una entidad adscrita a la Presidencia de la República de Colombia, que busca gestionar, implementar, coordinar y evaluar, junto a otras instancias gubernamentales, las políticas, planes, programas y proyectos, para la reincorporación y normalización de los ex integrantes de las FARC-EP (ARN, 2016).
Tabla 1
El advenimiento del desastre

Nota: elaboración propia
Tabla 2
De lo desastroso a lo armónico

Nota: elaboración propia
Tabla 3
Del enemigo como blanco de guerra a la ideología como lavado de cerebro

Nota: elaboración propia
Tabla 4
Del Estado comprometido con la paz al Estado incompetente

Nota: elaboración propia
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