Resumen: La correlación entre las características físicas del espacio público y su uso ha sido ampliamente demostrada en estudios recientes, en los cuales se establece que la morfología del espacio físico condiciona las interacciones sociales que en él se suceden, influyendo, consiguientemente, en el sentimiento de apego al lugar, identidad y vida pública. Una nutrida red de relaciones humanas brinda mayores oportunidades para generar relaciones más poderosas en la comunidad, y la que resulta más proactiva y unida. El objetivo de este artículo es comprobar hasta qué punto la morfología urbana limita el uso y el nivel de interacciones sociales en el espacio público. Utilizando el caso de un polígono de vivienda social de la periferia de Barcelona llamado Sant Cosme, se examina aquí: 1) las características de su espacio público y, 2) su nivel de uso e interacción social. Para ello, se emplean diferentes métodos de análisis, como son entrevistas y cuestionarios con la comunidad, y observaciones y mapeo del espacio físico. A través de este estudio, se evidencia, en suma, cómo la morfología del polígono y su espacio público constituyen un factor que obstaculiza la generación de redes sociales, lo que supone una oportunidad perdida para la aparición de iniciativas ciudadanas capaces de apropiarse de la esfera pública.
Palabras clave:espacio públicoespacio público,redesredes,identidad culturalidentidad cultural,morfología urbanamorfología urbana,barriosbarrios.
Abstract: The correlation between the physical characteristics of public space and its use has been well-demonstrated in recent studies which establish that social interactions in a physical space are conditioned by its morphology and consequently influence the feeling of attachment to the place, urban identity, and public life. A large network of human relationships provides greater opportunities to generate more powerful relationships in the community and results in a more proactive and united community. The objective of this article is to verify to what extent urban morphology limits the use and level of social interaction in public space. Using the case of a mass social housing development in the periphery of Barcelona called Sant Cosme, the following were analyzed: 1) the characteristics of its public space and, 2) its level of use and social interaction. To this end, different methods of analysis are used including community interviews and questionnaires, and observation and mapping of the public space. This study demonstrates how the morphology of the housing development and its public space are a factor that hinders the generation of social networks, which constitutes a missed opportunity for the emergence of citizen initiatives able to appropriate the public sphere.
Keywords: public space, networks, cultural identity, urban morphology, neighborhoods.
Artículos
USO E INTERACCIÓN SOCIAL EN EL ESPACIO PÚBLICO[1]: EL CASO DEL POLÍGONO DE VIVIENDA SANT COSME, BARCELONA
USE AND SOCIAL INTERACTION IN PUBLIC SPACE: THE CASE OF THE SANT COSME SOCIAL HOUSING DEVELOPMENT, BARCELONA
Recepción: 30 Junio 2017
Aprobación: 15 Noviembre 2017
Desde la disciplina del diseño urbano se ha demostrado que el uso del espacio público está íntimamente ligado a la creación de un sentido de pertenencia y apego (Talen, 2000). En barrios vulnerables y segregados, como es el caso de los de vivienda social masiva o “polígonos”, como son llamados en España, la existencia de un sentido de pertenencia puede ayudar a desafiar el estigma y la marginalización a través de acciones compartidas que favorezcan una vida comunitaria (Wacquant, 2008; Anguelovski 2013; Walton 2016). Varios estudios han examinado la morfología del polígono desde el punto de vista de su evolución física, encaje urbano, y desde las políticas requeridas para su posible regeneración (Ferrer, 1996). En contraste con ellos, este artículo se enfoca en analizar las características físicas del espacio público del polígono, para resolver cómo y hasta qué punto el entorno construido y la morfología urbana son elementos que están condicionando de forma negativa su uso y la interacción de sus residentes. Se considera, de tal forma, que esta mirada es muy necesaria debido a que pueden llegar a ser lugares que fomenten el sentido de comunidad y pertenencia. Desde esta perspectiva, se abordan las características del espacio público del polígono de Sant Cosme en Barcelona, con el fin de comprobar si la falta de uso e interacción que se percibe hoy en día es consecuencia de su particular morfología urbana y del diseño de su espacio público.
El artículo se divide en las siguientes partes: 1) introducción, metodología y antecedentes del caso de Sant Cosme; 2) marco teórico de referencia, que se mueve entre las disciplinas del diseño urbano, la geografía urbana y la sociología urbana, que incluye una discusión teórica sobre la capacidad del espacio público de generar sentimientos de apego mediante el uso, las actividades y las interacciones sociales. A través de este marco teórico, se identifica la relación entre los componentes físicos del espacio público y las prácticas sociales que en él se realizan; 3) presentación de resultados del trabajo de campo; 4) discusión de los resultados del análisis y, 5) conclusiones. Los resultados empíricos extraídos demuestran que, efectivamente, la particular morfología del espacio público del polígono de Sant Cosme es un elemento que limita su uso y, por ende, influye en una baja interacción social, reduciendo su capacidad de favorecer la apropiación de la esfera pública por parte de los vecinos.
A. Antecedentes: los polígonos como desarrollo especulativo de vivienda social en barcelona
Los polígonos de vivienda social construidos en España bajo la dictadura franquista fueron un caso claro de especulación, basada en la idea de generar vivienda a gran escala, aprovechando la migración del sur de España hacia Cataluña, asociada a la industrialización. Estas urbanizaciones, construidas aisladamente de la ciudad, sin servicios o equipamientos y carentes de calidad constructiva, originaron una estigmatización territorial sumada a una fuerte segregación social, debido al perfil de su población: principalmente familias de bajos ingresos (Ferrer, 1996). Si bien en los últimos veinte años han existido programas en Catalunya para su regeneración urbana y social[2], aún falta evaluar su condición de segregación territorial en relación a su problemática social.
El presente estudio se basa en el caso del polígono de Sant Cosme, construido en 1964 en el municipio de El Prat De Llobregat, que limita con el borde sur-oeste de la ciudad de Barcelona (Figura 2). El barrio tiene una población de 7.070 habitantes, lo que supone el 11% de la población total del municipio, y una densidad residencial de 1.500 habitantes/km2 (la densidad de Barcelona es de 16.000 hab./km2). La relevancia del caso de Sant Cosme reside en los siguientes cuatro factores:
1) Sant Cosme se sometió a un proceso de reconstrucción total que duró desde 1979 hasta el año 2003. El proceso se inicia gracias a fuertes protestas vecinales por la baja calidad de las viviendas, ocurridas entre los años 1972 y 1978, que lograron un proceso participativo para el diseño de las viviendas del barrio. Sin embargo, años después este proceso se invirtió, y en 1994 la administración pública guió de forma unilateral el diseño de su espacio público. 2) El barrio representa una tipología estándar de polígonos de los años de la dictadura en España, que al día de hoy son socialmente vulnerables y espacialmente segregadas (Hernández, 2010). 3) El trabajo de campo preliminar realizado en el barrio evidenció que, pese a la existencia de muchos espacios públicos, el nivel de uso es muy bajo o inexistente. 4) Finalmente, los polígonos no son barrios ejemplificadores del buen diseño urbano, sino, más bien, estereotipos de soluciones frente a la emergencia de vivienda que aún se desarrollan en ciudades afectadas por grandes migraciones. Por ello, se vuelve oportuno analizar y contestar la pregunta: ¿Es la morfología de los polígonos un elemento que restringe el uso de su espacio público y, por tanto, afecta la oportunidad de generar lugares de uso colectivo para sus residentes?
El sentido de pertenencia cultural y la pertenencia a redes sociales son dos de los pilares de la integración social (Subirats, 2004). Los condicionantes físicos y sociales necesarios para crear sentido de comunidad y pertenencia han sido largamente estudiados desde una perspectiva multidisciplinar (Anguelovski, 2013; Cooper, 2007; Corcoran, 2002; Francis, Giles-Corti, Wood y Knuiman, 2012), la cual establece que el espacio público es un elemento determinante en la construcción social del espacio. Por otra parte, la relación entre espacio público y la construcción de un sentido de comunidad se define como “el sentido de pertenencia, compañerismo, el “nosotros”, identidad, etc. experimentado en el contexto de un colectivo geográficamente común” (Talen, 2000: 345). Uno de los elementos en este corpus bibliográfico que ha sido demostrado como necesario para la construcción de apego, lo constituyen las relaciones sociales creadas entre vecinos que se desarrollan en el espacio público (Peace, 2013; August, 2014; Gotham y Brumley, 2002). Específicamente en barrios de bajos ingresos, se ha comprobado que a pesar de sufrir condiciones físicas deficientes, estigmatización territorial y pobreza urbana, sí se desarrolla un sentimiento de pertenencia particular entre sus residentes, estos valoran y confían en el poder de la comunidad y las redes sociales creadas como fuente de solidaridad y apoyo mutuo (Wacquant, 2008; Anguelovski, 2013; Walton, 2016; Manzo, 2014). Como señalan York Cornwell y Behler (2015), las alianzas comunitarias proporcionan acceso a información, recursos valiosos y oportunidades para ejercer control social, fortaleciendo con ello la capacidad de acción colectiva. Los barrios vulnerables pueden contener efectos positivos en sus colectivos, basándose en las evidencias del “efecto barrio”, el cual reconoce la importancia de las relaciones sociales, las normas de convivencia, el deseo de intervenir en problemas del barrio y las rutinas diarias en las que los habitantes participan (Chaskin, 2016).
A continuación, para instalar al espacio público en el centro del debate, se acude a la investigación de autores como Jacobs (2011), Talen, (2000), Gehl (1989), Borja y Muxí (2003) e Irazábal (2008), cuya aportación es fundamental para establecer los atributos físicos y espaciales que el espacio público debe tener en aras de promover su uso y la vida social en él. Sus análisis se mueven entre las disciplinas del planeamiento, diseño urbano y la sociología urbana, y ofrecen modelos metodológicos para identificar los rasgos del entorno construido que ayudan a fomentar el uso del espacio. El espacio público, según Borja y Muxí (2003), va más allá de una delimitación jurídica, tiene una dimensión sociocultural, y es el lugar en el que las relaciones entre sus habitantes se materializan y se expresan en las calles, plazas y monumentos. Es el lugar de intercambio cara a cara: “la calidad del espacio se puede evaluar por la calidad e intensidad de las relaciones sociales que facilita, por su fuerza mezcladora de grupos y comportamientos, por su capacidad de estimular la identificación simbólica la expresión y la integración culturales (Borja y Muxi, 2003:28)”. La relevancia del espacio público también reside, según Irazábal (2008), en su capacidad de ser plataformas de identidad que articulan lo local, lo nacional y lo global.
Para el estudio aquí propuesto se recurre a autores como Jacobs (2011), Talen, (2000) y Gehl (1989), quienes analizan el espacio público no tanto desde su capacidad de crear ciudadanía a través de una perspectiva simbólica, sino desde una perspectiva morfológica. Con esa orientación, hemos identificado los elementos físicos capaces de promover el uso e interacción social y vida pública comunitaria, los cuales detallamos en seguida.
1. Diseño del barrio y tipología edificatoria:
Según la teoría, los edificios de viviendas deben ser diseñados para promover la cercanía con la calle -por lo que los porches deben dar precisamente a la calle propiciando el tráfico peatonal- y proyectar la presencia de personas dentro del ámbito de la casa, de manera que puedan interactuar con aquellos que transitan por fuera (Talen, 2000). Otro factor dentro de esta categoría es la dimensión de las manzanas, a la que Jane Jacobs (2011) se aboca, defendiendo la necesidad de manzanas pequeñas, dado que las largas son más desamparadas socialmente ya que carecen de oportunidades de cruce con otras personas y limitan la capacidad de crear más actividad económica y social en forma de tiendas, bares, restaurantes etc.
2. Densidad y escala:
El sentido de pertenencia y comunidad se engendran a través de barrios que tengan unos límites físicos claros y un centro definido. Cuando los barrios de escala pequeña se yuxtaponen a una mayor densidad residencial, se promueve la interacción cara a cara. Una alta densidad de vivienda es deseable, en este sentido, ya que los que residen en un barrio utilizarán sus calles, parques, negocios. No obstante, esta densidad debe estar acompañada de diversidad de usos: si la densidad es alta pero otros factores obstaculizan la citada diversidad, no se conseguirá un alto índice de interacción social (Talen, 2000).
3. Calles:
El alegato que Jane Jacobs (2011) hace de las aceras se basa en el carácter público de éstas. Jacobs ensalza el propósito social de las calles, las cuales deben estar diseñadas para acomodar el tránsito peatonal y los encuentros. Ella postula que la seguridad en las calles viene dada por los muchos y ligeros contactos públicos en las aceras. La suma de contactos casuales es un sentimiento de identidad pública de la gente, una red de respeto y de confianza y un recurso en momentos de necesidad personal y vecinal. Las calles deben ser lugares donde los peatones se sientan seguros, así los residentes se animarán a utilizarlas, reforzando por consiguiente las opciones de encuentros sociales (Gehl, 1989).
4. Espacio público abierto:
Los elementos de espacio público como son las plazas o parques, proporcionan un lugar para encuentros fortuitos que sirven para fortalecer lazos comunitarios: los lugares de reunión de un vecindario dan vida a la comunidad. Pero no por el mero hecho de tener parques y plazas estos aseguran que se vayan a utilizar; la variedad de usos en el perímetro y en las calles colindantes es lo que envía variedad de usuarios a todas horas. Dichos espacios, a la vez, pueden convertirse en símbolos de orgullo, promoviendo así sentido de pertenencia (Jacobs, 2011; Talen, 2000).
5. Usos mixtos y diversidad:
La relación entre diversidad de usos e interacción social fue articulada por Jane Jacobs (2011). Ella sostiene que cuando el uso de vivienda se yuxtapone en un sector con otros usos, como son el comercial, el laboral o el recreativo, es entonces que aseguramos la presencia de gente diversa a todas las horas del día. De esta manera, también las personas tenderán a conducir menos y a caminar más, aumentando así las posibilidades de encuentros en el espacio público. La mezcla de usos crea un lugar para encuentros casuales repetitivos que, en definitiva, refuerzan los lazos comunitarios (Achimore, 1993).
Ambas posturas sobre el espacio público, por un lado, el aspecto cultural y simbólico del espacio público como lugar de grandes eventos, experiencias cotidianas, democracia y ciudadanía (Irazábal, 2008) y, por otro, los aspectos de conformación morfológica necesarios para que el espacio público se use y se convierta en lugar de encuentro y sociabilidad, demuestran la importancia de incorporar esta doble mirada (social y física) a la hora de analizar y repensar espacios públicos existentes. Desde esta óptica, en el siguiente apartado se evalúa la capacidad que tiene el espacio público del polígono de Sant Cosme de generar estas prácticas sociales.
La investigación expuesta, cuyo objeto de estudio es el espacio físico, emplea un modelo de análisis lineal, con la finalidad de analizar cómo la configuración de dicho espacio afecta su uso. Por ello es que aquí no se examina cómo la dimensión social afecta la construcción del espacio. Para la labor, se seleccionaron cinco sectores del espacio público representativos del barrio de Sant Cosme: 1) el espacio interior de los bloques de vivienda; 2) la Plaza de las Aguas y Avenida Riu Llobregat; 3) el espacio público alrededor del centro cívico; 4) la Plaza de Orcasitas, Plaza Ramón Codina y calles colindantes y; 5) la Plaza de los juzgados (ver Figura 1).
Durante 11 días y a distintas horas se realizaron observaciones en los 5 sectores para analizar su uso. Se mapeó cómo y cuándo utilizan estos espacios los vecinos, y se analizaron los elementos físicos que, según la teoría (Jacobs, 2011; Talen, 2000; 1992; Gehl, 1989), fomentan el uso social de estos sitios. El trabajo de campo se efectúo durante un taller liderado por las autoras[3] del presente artículo, cuyo objetivo fue analizar el uso y significación del espacio público y aportar propuestas para potenciar la vida social pública.
Asimismo, se llevaron a cabo 102 entrevistas a vecinos del barrio para averiguar: a) si utilizaban el espacio público del barrio, b) cuáles eran los más utilizados y c), el grado de satisfacción de los mismos. En paralelo, y para asegurar una variada representatividad, se realizaron entrevistas en profundidad a 20 personas (vecinos, funcionarios del ayuntamiento de El Prat y miembros de organizaciones vecinales). Las preguntas se centraron en la historia y cambios urbanos del barrio, así como en el uso de los espacios públicos, los lugares de significación colectiva y la participación comunitaria.
La morfología del polígono viene definida por su vocación de ser un barrio para alojar, creado desde el patriarcado y el control, sin ningún interés en crear espacios para lo colectivo o común. Sin embargo, es importante señalar que el proceso liderado por los vecinos para la reconstrucción de los bloques de viviendas entre los años 1972-78 sirvió, como revelan nuestras entrevistas, para tejer un fuerte sentido de identidad entre los vecinos basado en la lucha, historia compartida y solidaridad durante sus acciones reivindicativas para una vivienda mejor: “Me siento orgulloso de ser de Sant Cosme y de lo que conseguimos gracias a la solidaridad y colaboración de todos”[4]. “Fue un periodo de gran solidaridad y apoyo, éramos como una gran familia”[5].
Aun habiendo sido un proceso que evocó un sentido de identidad entre los que lucharon por la reconstrucción de las viviendas, las necesidades individuales prevalecieron por encima de los intereses comunitarios, tal como Alejandro recuerda: “Cuando todos tuvimos nuestra casa las luchas terminaron, todos teníamos aquello por lo que habíamos luchado”[6] O como Emilia explica: “Cada uno de nosotros tenía un problema que resolver, nuestra casa. Cada uno de nosotros en conjunto luchamos por una vivienda mejor”[7].
Pero, por el contrario, y como se indicó anteriormente, el proceso de reconstrucción del espacio público ocurrió 15 años más tarde y fue muy distinto al ser liderado por la administración pública, sin participación comunitaria. Las respuestas obtenidas en las siguientes preguntas nos indican que tal proceso fue incapaz de generar espacios de significación colectiva: ¿cuáles son los espacios de Sant Cosme que tienen un significado especial para ti? El 90% de los entrevistados respondió “ninguno”; misma respuesta obtenida al preguntar: ¿cuáles son los espacios de Sant Cosme que tienen un significado positivo para ti?
A la vista de estos resultados, se utilizó los cuestionarios para analizar las preferencias de uso del espacio público. Los resultados más relevantes evidencian la preferencia de los habitantes de Sant Cosme por espacios fuera del barrio, como, por ejemplo, el Parc Nou, un parque metropolitano en el límite del barrio. De igual modo, se obtuvo datos referentes a costumbres diarias: un 75% de los encuestados realiza sus compras en supermercados fuera del barrio, el 80% trabaja fuera del barrio, y solo el 33% afirma llevar a sus hijos a jugar a espacios públicos de Sant Cosme.
Seguidamente, se contrastó las respuestas obtenidas en los cuestionarios con las observaciones en los diferentes espacios públicos seleccionados. En los siguientes párrafos se expone los resultados de tal observación y los mapas del uso del espacio público elaborados, para comprobar si realmente existe un bajo nivel de uso e interacción social. A la vez, se presenta los resultados del análisis físico del espacio público de Sant Cosme, bajo los parámetros de diseño planteados en el apartado anterior.
1) El espacio interior de los bloques de vivienda.
El nivel de uso e interacción social que se observó en los interiores de bloque era prácticamente nulo. Las características físicas que definen estos espacios y que, se estima, condicionan su uso son: la superficie de los interiores de bloque, que es muy extensa -va de los 1.100m2 a los 540m2-; poseen una sola entrada a cada extremo del bloque, no existe otra vía de acceso. Además, a lo largo de la fachada más larga no hay ningún corte o salida que permita conectar ni física ni visualmente con la calle (ver Figuras 3 y 4).
Las manzanas configuradas por la alineación de los edificios monolíticos resultan ser de enormes dimensiones, van de los 150 a los 280 metros de largo, con sólo dos calles que las cruzan perpendicularmente.
Las viviendas no tienen porches ni balcones que permitan relación con la calle o con el interior del bloque. Tampoco existe una variedad de usos que fomente mayor tránsito o presencia de gente. Una de las respuestas de los cuestionarios que ejemplifican la poca manifestación de personas en el interior de los bloques es: “no nos gusta estar aquí (interior de los bloques) porque todo se oye”.
2) La Plaza de Aguas y Avenida Riu Llobregat ubicados en el extremo oeste del barrio. La plaza fue remodelada en el año 2015 y se encuentra situada entre 4 edificios de servicios públicos (el parque de bomberos, la oficina de policía, el edificio de agua municipal y un centro sanitario).
El nivel de uso que se advirtió en la plaza a distintas horas del día es bajo: no se observó en ningún momento más de 20 personas transitando al mismo tiempo por ella. La plaza es utilizada principalmente para dar acceso al centro médico: el 88% de las personas que cruzó la plaza lo hizo con tal propósito y sólo el 7%, para estar en este espacio público y sentarse en alguno de sus bancos (Figura 5). Sus dimensiones de 90m x 107m, la convierten en una de las plazas más grandes de Sant Cosme. Los accesos a ella se producen por un cruce de calles resuelto en una rotonda.
La Avenida Riu Llobregat es la que acumula más diversidad de usos de todo el barrio y es el eje que concentra los comercios existentes en Sant Cosme. Las plantas bajas de esta Avenida están destinadas a uso comercial, pero el 38% de los locales se encuentra cerrado, lo que incide en la disminución del uso de la Avenida, a diferencia de hace unos años cuando el 100% estaba abierto (Figura 6).
Las dimensiones de las aceras son lo suficientemente grandes tanto para incorporar árboles, con un ancho que varía entre los 6, 7 y 8 metros, como para ofrecer, asimismo, espacio suficiente para caminar y estar. Ahora bien, la dimensión de la calzada también es muy grande, mide entre 12 y 20 metros de ancho, incluye 1 carril de aparcamiento y un carril de tránsito de vehículos por lado y una mediana de 2,5 metros de ancho (ver Figura 7). Si a esto se suma la presencia constante de vehículos, es comprensible lo difícil que se hace la conexión peatonal y visual entre aceras.
3) Al otro extremo de la Avenida Riu Llobregat existe un centro cívico gestionado por el gobierno catalán que organiza actividades de formación, cultura y ocio para los vecinos del barrio. Este equipamiento está rodeado por terrenos públicos sin urbanizar, los que actualmente se utilizan como zona de tránsito peatonal para salir del barrio y como aparcamiento de coches por las noches. Además de un nivel de interacciones nulo y un tránsito peatonal bajo, no se registró ninguna otra actividad en este espacio abierto (ver Figura 8).
4) La siguiente zona que se analizó fue la respectiva a la Plaza de Orcasitas, la Plaza Ramón Codina y calles colindantes. Las dos plazas son de dimensiones más reducidas que la Plaza de las Aguas (P. Orcasitas: 40m x 47m; P. Ramón Codina: 60m x 53m) y están insertadas en medio de la trama urbana de Sant Cosme. La primera de ellas está equipada con una zona de juegos infantiles y cuenta con mobiliario urbano y zonas de árboles, mientras que la segunda posee bancos y árboles, a pesar de lo cual ambas plazas se utilizan solo como zonas de tránsito, y no de permanencia: en ningún momento se contabilizaron más de 11 personas al mismo tiempo, en ambas plazas (Figuras 9a, 9b, 9c y 10a, 10b y 10c).
5) Por último, se analizó la Plaza de los Juzgados, ubicada, naturalmente, delante del edificio de los juzgados que dan servicio a todo el municipio, y caracterizada por sus grandes dimensiones (85m x 100m). Fue recientemente remodelada y cuenta con una zona de recreo infantil, otras para sentarse, áreas de césped y sectores de pavimento duro. El nivel de uso detectado es bajo: se contabilizó una media de 30 personas atravesando la plaza y una media de 60 personas transitando por las calles perimetrales, las cuales son más utilizadas que la plaza en sí (Figura 11). Esta se ocupa para cruzar de un extremo al otro o para acceder al edificio de los juzgados.
En los 5 sectores estudiados, se observó y registró un bajo nivel de uso del espacio público y un nivel prácticamente nulo de interacciones sociales. En síntesis, son pocos los vecinos que hacen uso del espacio público de Sant Cosme, pues se lo prefiere como un lugar de paso que como uno para estar, permanecer, socializar.
Los espacios aquí analizados no cumplen con ningún factor ni requisito enumerado en la teoría del diseño urbano como necesarios para promover el uso y la realización de actividades sociales en ellos. Los interiores de los bloques de vivienda tienen difícil accesibilidad, carecen de conectividad con las viviendas, y la falta de actividades específicas no facilita su uso. La tipología de bloque monolítico hace que el sonido resuene en el interior, provocando que cualquier actividad moleste a los vecinos. Ambos factores inciden en la falta de uso de estos espacios interiores de manzana. Sin embargo, hay que señalar que tienen el potencial de convertirse en espacios para la vecindad de escala más doméstica y, de esa manera, favorecer su apropiación por parte de los residentes del perímetro.
Según las observaciones llevadas a cabo, las cuatro plazas examinadas poseen un aspecto común: la falta de actividades en sus perímetros. El estar rodeadas de edificios de viviendas no ayuda a fomentar su uso. La plaza que cuenta con actividades/ usos en su perímetro es la Plaza de las Aguas, pero como se trata de servicios de asistencia (centro médico, parque de bomberos, oficina de policía y oficinas de agua municipal), no propician la actividad en la plaza propiamente, debido a regirse por un horario de oficina. Las plazas de Orcasitas y Ramón Codina tienen unas dimensiones y un equipamiento adecuado para fomentar su uso, pero nuevamente la falta de actividades perimetrales limita la presencia de vecinos. Por último, a las plazas de los Juzgados y de las Aguas se les suma el problema de que ambas son de enormes dimensiones, lo que las vuelve espacios poco acogedores para la reunión.
La sección de las calles de Sant Cosme tampoco favorece el encuentro, debido a que gran parte de la calle está destinada al tránsito rodado y al aparcamiento de coches. Finalmente, los espacios no urbanizados, como el que se encontró en la zona del centro cívico, influyen negativamente en su uso y relaciones sociales por la falta de equipamiento urbano, iluminación y/o pavimentación.
En la Tabla 1 se ha elaborado un resumen de los aspectos más relevantes en cuanto a la restricción del uso y de interacciones sociales, comparando los puntos identificados en la teoría con lo analizado en Sant Cosme.
Habiendo comparado los resultados con la teoría, se advierte dos aspectos prioritarios de señalar. El primero es la densidad y escala: el barrio cuenta con una gran superficie de espacio pero poca gente para utilizarlo (ver Figura 12). En consecuencia, una acción prioritaria tendría que orientarse a densificar el barrio con el objetivo de incrementar el número de personas potenciales a utilizar las calles y plazas. Cualquier otra acción que se realice no será efectiva si no existe un número de personas acorde al espacio público disponible. El segundo punto es la falta de diversidad de usos: al ser un barrio monofuncional de vivienda, no hay actividades que generen uso y tránsito peatonal. Sería necesario diversificar los usos del barrio hacia actividades que atraigan gente a diferentes horas del día, incluyendo usos culturales, cívicos, deportivos y cooperativos. Los resultados de esta investigación demuestran que efectivamente, la conformación espacial del polígono de vivienda es un factor que limita el uso del espacio público existente.
El sentido de identidad de los habitantes de Sant Cosme en relación con su barrio, es producto de un proceso de lucha ciudadana surgido durante la reconstrucción de las viviendas en los años 70. Como se pudo advertir en las entrevistas realizadas, este sentimiento se ancla en un momento histórico, si bien muy presente aún entre los que lo vivieron, sin ninguna repercusión en el barrio ni en el posterior diseño del espacio público realizado en los años 90. Es indispensable subrayar esta falta de vínculo entre la identidad ciudadana de Sant Cosme y su espacio público –falta de apego al lugar- ya que esta conexión podría o debería perdurar más allá de los recuerdos históricos, servir de puerta de entrada y bienvenida a nuevos residentes y fomentar su uso (Scannell y Gifford, 2010). Además de esta falta de apropiación, se considera aquí que la configuración urbana y espacial del barrio tampoco propicia el uso del espacio por parte de sus residentes, convirtiendo estos lugares en lugares vacíos y sin significación colectiva.
Asimismo, debe resaltarse la compleja relación entre entorno construido y uso social, que no depende únicamente de una ecuación de elementos físicos, sino de más factores que sería interesante abordar en futuras investigaciones y que pueden influir en la conducta de los residentes de un barrio, como por ejemplo: las características sociodemográficas de los residentes, la intergeneracionalidad, la interculturalidad y la rotación residencial (York Cornwell y Behler, 2015).
En definitiva, la percepción de los residentes sobre los espacios públicos puede servir de guía para hipotéticas intervenciones futuras, cuyo objetivo sea generar un espacio público vivo y activo, que estimule la mezcla de usuarios junto con un sentimiento de identidad y apego.