Secciones
Referencias
Resumen
Servicios
Descargas
HTML
ePub
PDF
Buscar
Fuente


EL PATRIMONIO EN LA EXPERIENCIA ESTÉTICA DE LO COTIDIANO[1]: UN ESTUDIO EMPÍRICO A TRAVÉS DE 60 PLAZAS DE MADRID
HERITAGE IN THE AESTHETIC EXPERIENCE OF DAILY LIFE: AN EMPIRICAL STUDY BASED ON 60 SQUARES IN THE CITY OF MADRID
Urbano, núm. 36, pp. 78-91, 2017
Universidad del Bío Bío

Artículos


Recepción: 15 Febrero 2017

Aprobación: 21 Septiembre 2017

DOI: https://doi.org/10.22320/07183607.2017.20.36.07

Resumen: Desde la Carta de Venecia de 1964 sobre la Conservación y la Restauración de los Monumentos y los Sitios, el estudio y la preservación del patrimonio histórico han ido adquiriendo una importancia vital en las políticas urbanas. Sesenta años más tarde, queda totalmente consolidado, en la sociedad actual, el culto por el patrimonio -histórico, arquitectónico, urbano o cultural- a través, principalmente, de su relación con la memoria y con el tiempo.

Sin embargo, en ocasiones, debido a la industria del ocio o a políticas enfocadas al turismo que tienden a la “museificación” de los centros históricos, el patrimonio urbano corre el riesgo de ser excluido para la sociedad que lo habita en su cotidianidad, banalizando así “toda la riqueza de su autenticidad”. El presente trabajo trata de indagar, mediante un estudio empírico, sobre la relación entre la presencia de patrimonio edificado y la percepción de “lo bello” y “lo agradable” en 60 plazas públicas del centro histórico de Madrid. Los resultados experimentales abren el debate sobre tres cuestiones: la experiencia estética, como adelantó Dewey, no puede separarse de la experiencia ordinaria; el patrimonio edificado deviene pieza clave en dicha experiencia; la experiencia estética responde a una suerte de verdad que necesita de un patrimonio vivo.

Palabras clave: paisaje urbano, experiencia estética, patrimonio arquitectónico, centros históricos.

Abstract: Since the Venice Charter of 1964 on the Conservation and Restoration of Monuments and Sites, the study and preservation of historical heritage has become vitally important in urban politics. Sixty years later, the cult of heritage --historical, architectural, urban, or cultural-- has been fully consolidated in today’s society through its relationship with memory and time. However, due to the leisure industry or tourism policies that tend to “museify” historical city centers, on occasion urban heritage risks being excluded from the society that inhabits it in daily life, thus trivializing “all the richness of its authenticity”. Through an empirical study, this article investigates the relationship between the presence of built heritage and the perception of that which is beautiful and that which is pleasant in 60 public squares in the historical center of Madrid. The experimental results open a debate on three issues: aesthetic experience, as Dewey stated, cannot be separated from ordinary experience; built heritage becomes a key part of this experience; and aesthetic experience reflects a kind of truth that needs a living heritage.

Keywords: urban landscape, aesthetic experience, architectural heritage, historical city centers.

INTRODUCCIÓN

Europa ha dejado de ser, en ciertos aspectos, un territorio -con sus relaciones de complementariedad- para convertirse en una red de ciudades, en un continuum urbano. Así bien, mientras los espacios rurales y sus poblaciones se desvanecen, se multiplican las plataformas logísticas, las conurbaciones, las zonas periurbanas, los polos tecnológicos y las megalópolis, dando lugar a lo que algunos críticos consideran como la “muerte de la ciudad” frente “al reino de lo urbano” (Choay, 2004). Fruto de esa evolución -o mutación-, germinada a partir de las concentraciones demográficas sin precedentes dadas con la entrada en la era industrial, el ancestral binomio urbs y civitas pierde su sentido. Por un lado, la ciudad ya no es sólo un soporte estático concreto y limitado, sino que se configura más bien como un ente difuso y disgregado en un espacio que parece, en ocasiones, ilimitado. Por otro, la población, lo que los romanos llamaron civitas, ha dejado de ser una comunidad de ciudadanos fuertemente involucrados en lo local, para convertirse en una comunidad global en constante movimiento, llevada por un flujo asociativo cada vez más dinámico (Dellus, 2004).

No obstante, y a pesar de esa citada desafección de la civitas por lo local, o tal vez debido a ello, desde los años ochenta, la conservación y la preservación del patrimonio edificado han ido adquiriendo un valor prioritario en las políticas urbanas. Estrategias de valorización y de catalogación del paisaje urbano de los centros históricos fueron llevadas a cabo en las ciudades europeas promovidas por la idea fundacional de preservar la cultura occidental para las “generaciones futuras” en su relación con el tiempo, con la historia, con el saber y con el arte (Choay, 2007). Pero, aquellos sanos propósitos recogidos primero en la Carta de Venecia (1964) y en la Carta de Ámsterdam (Consejo de Europa, 1975), posteriormente en el Convenio de Granada (Consejo Europeo, 1985) y, finalmente, en la Carta de Cracovia (2000) y en la Convención para la salvaguardia del Patrimonio cultural inmaterial de la Unesco (Unesco, 2003), están en la ciudad actual expuestos al olvido. La “museificación” de los centros históricos, el impacto negativo ocasionado por el turismo masivo[2] (Figura 1), la destrucción de parte de los tejidos antiguos o, por el contrario, el excesivo proteccionismo normativo que inutiliza sus usos, hacen que el patrimonio edificado abandone su privilegiado valor como testimonio vivo[3] de un pasado, con todas sus relaciones de interdependencia (sociales, culturales o históricas) para convertirse en un escenario inerte, expoliado de la ciudad que lo habita. Consecuentemente, se expande aún más, si cabe la desafección de los ciudadanos por su escenario cotidiano, el paisaje urbano.


Figura 1
El desafío del turismo masivo. Un crucero de la compañía MSC llega a Venecia.
Fotografía de Manuel Silvestri, Reuters.

En este marco descrito es innegable hacerse algunas preguntas: ¿cuál es el papel del patrimonio urbano en la ciudad de principios del siglo XXI?, ¿es algo útil, en el sentido de si es disfrutado por la civitas?, ¿hace el patrimonio urbano ciudad o, por el contrario, supone un obstáculo en el día a día de sus habitantes?, ¿en el trinomio percepción, territorio y carácter, qué es el paisaje, cuál es el peso que tienen las edificaciones del pasado?, ¿cuál es el peso, en definitiva, de la ciudad heredada?

John Dewey alertó, hace algún tiempo ya, sobre la “consistencia de la autonomía de lo estético”. El arte, el patrimonio, es tanto más eficaz socialmente cuanto más autónomo es y cuanta más autonomía modal produce: interesa el arte que aumenta la capacidad de obrar y comprender, es decir, aquel que promueve la agencialidad de nuestras relaciones (Dewey, 1934), donde la experiencia estética es la aprehensión, la vivencia de esos modos de relación en la vida cotidiana. Por lo tanto, cabría pensar si en esa experiencia del hábitat cotidiano, como pudiera ser, por ejemplo, el paseo tranquilo por una plazuela del centro histórico de casi cualquier ciudad, es decir, en ese implicar -y explicar- a la sociedad sobre su espacio urbano, no reside parte de la respuesta a la manida pregunta de qué hacer o no qué hacer con el patrimonio construido. Pues son ellos, después de todo, con la agencialidad de sus relaciones, como expresaba Dewey, los que realmente construyen la identidad y la pertenencia a una ciudad, a un territorio o, por el contrario, su abandono.

LA EVALUACIÓN Y LA VALORACIÓN DE LA CALIDAD DEL PAISAJE

Como es sabido, la preocupación por el estudio de la calidad del paisaje, principalmente en el contexto de estudios empíricos sobre paisajes naturales (antropizados), no es nueva. Desde la disciplina de la psicología ambiental, preocupada especialmente de analizar las interrelaciones existentes entre los individuos y sus entornos físicos (Holahan, 1986), es posible encontrar, a partir de los años 70, numerosos estudios cuyos objetivos se asocian con valorar la calidad estética del paisaje (Ittelson, 1973,1978; Gibson, 1979; Zube, 1980, 1982, entre otros). Asimismo, desde la perspectiva de la ecología, existen estudios pioneros en España, fundamentalmente basados en la gran aportación realizada por el ecólogo Fernando González Bernáldez[4], preocupados por la calidad estética de los paisajes, así como de su interpretación.

En cualquier caso, la mayoría de los estudios revisados adquieren la contextualización de calidad como un continuum de perfección o dimensión de excelencia a lo largo del cual los paisajes pueden situarse (Galindo y Corraliza, 2012). El problema radica en saber quién y en base a qué criterios se asignan las posiciones del paisaje en el mencionado continuum, lo que ha originado dos grandes líneas de investigación empírica: los denominados “estudios de evaluación” y “los estudios de preferencia”.

Como bien apuntan Mª Paz Galindo y José Antonio Corraliza, desde una perspectiva general, los estudios de evaluación del paisaje “parten de la consideración de que determinados profesionales preparados para ello (expertos), son capaces de analizar objetivamente la belleza escénica y trasladar sus componentes a fórmulas susceptibles de emplearse en el diseño” (2012:290). Sin embargo, a partir de mediados de los años setenta del pasado siglo, comenzó la preocupación por conocer la percepción del paisaje por la población (no expertos), dando lugar a los denominados “estudios de preferencias” que persiguen, según sostienen los mismos autores, “determinar el valor y/o calidad estética de un entorno particular a través de las respuestas que los individuos no expertos, instados por el investigador, manifiestan al respecto del mismo” (ídem). Dependiendo de los objetivos el estudio, tales respuestas pueden ser de tipo lingüístico o no lingüístico –por ejemplo, mediante la elección u ordenación de fotografías de paisajes, o bien, mediante observaciones de tipo conductual en un paisaje o, como desde hace una década se viene realizando en el ámbito de la recién creada neuroestética[5], mediante la observación de la activación de ciertas áreas neurales en el cerebro a partir de un determinado estímulo (véase los trabajos de Kawabata y Zeki, 2004; Ishizu y Zeki, 2013; 2014), aunque lo más habitual ha sido la utilización de técnicas de encuesta.

En este sentido, se ha utilizado diversos tipos de cuestionarios en los que “se han incorporado baterías de escalas susceptibles de ser encuadradas, atendiendo al tipo de juicio verbal solicitado, en las siguientes categorías: (a) escalas descriptivas, referidas a propiedades de configuración espacial y atributos físicos de los estímulos; (b) escalas afectivas, referidas fundamentalmente a las reacciones o estados de ánimo de los sujetos mientras son expuestos a los paisajes bajo estudio, y (c) escalas evaluativas indicativas del valor y/o calidad estética de los entornos de interés” (Galindo y Corraliza, 2012:290).

OBJETIVOS E HIPÓTESIS

En la coyuntura histórica anteriormente descrita en la que el consumo masivo -cultural o recreativo- ha invadido la vida cotidiana de los centros históricos amenazando su identidad, este trabajo pretende profundizar en los posibles vínculos entre experiencia estética del paisaje urbano y la percepción del patrimonio edificado. Se plantean, en ese marco, los siguientes objetivos específicos:

1. Determinar la influencia de la presencia de patrimonio edificado en la proyección de uso de las plazas de los centros históricos.

2. Cuantificar la relación entre percepción de patrimonio construido y experiencia estética en términos de belleza y de agrado para el espacio público.

3. Identificar factores de la escena urbana que se determinan claves para la experiencia estética del paisaje en presencia de patrimonio edificado, que puedan constituirse en elementos a fortalecer en políticas urbanas abocadas al valor del patrimonio cultural.

Las hipótesis de trabajo han sido las siguientes:

1. En términos medios, la población tiende a preferir estar en plazas públicas cuyos edificios hayan sido catalogados como patrimonio edificado, ya sea por sus características formales, es decir, artísticas, o por su significado cultural o histórico.

2. La presencia de patrimonio edificado en la escena, por pequeña que sea, contribuye a la experiencia estética del paisaje cotidiano en términos positivos.

3. Las características de confort ambiental de la escena urbana se constituyen como catalizadores de la experiencia estética del paisaje ante el patrimonio edificado, tanto en términos positivos como negativos.

4. El estado de conservación del patrimonio edificado modifica sustancialmente la experiencia del paisaje, en términos medios.

MÉTODO

A. PROCEDIMIENTO GENERAL

El estudio empírico está basado en dos etapas, la primera consiste en conocer la naturaleza de la relación entre la presencia de patrimonio edificado al percibir un espacio urbano y la experiencia estética del mismo. La segunda etapa trata de identificar la existencia o ausencia de parámetros en la escena que, en términos medios, ejerzan efectos de interacción sobre el patrimonio edificado en la experiencia estética del paisaje.

A modo de ejemplo, en la Figura 2, se muestra fotografías utilizadas como estímulos en el cuestionario de la Plaza de la Villa y la Plaza de la Paja, los dos zocos extramuros del Madrid medieval del siglo X. Tal y como se puede apreciar, aunque ambas plazas tienen una alta presencia de patrimonio edificado, elementos de la escena urbana -la presencia de árboles, terrazas, la intensidad de uso, etc.- así como el tipo de actividad urbana, sugieren que la percepción del patrimonio se ve modificada como variable explicativa de la dimensión estética. De ahí que resulte relevante conocer, en términos de significación estadística, la interacción de otros elementos de la escena en la percepción del patrimonio edificado.


Figura 2
A la izquierda, fotografía de la Plaza de la Paja y, a la derecha, fotografía de la Plaza de la Villa.
Fotografías de la autora.

B. PARTICIPANTES

La población objeto de interés para la investigación del estudio empírico está constituida por individuos mayores de edad con capacitación para juzgar un espacio urbano en categoría de “espa- cio-plaza” del centro urbano de la ciudad de Madrid.

Se realizó un muestreo aleatorio con reposición por conglomerados, polietápico y estratificado, con un error muestral de 5,014% para un nivel de confianza del 95%. En el estudio participaron 422 personas, de los cuales 265 eran mujeres (62,8%) y 157 (37,2%), hombres, con edades comprendidas entre 18 años y 94 años, siendo la media de edad 30,7 (DT=15,77). 400 participantes tenían nacionalidad española y 22 eran residentes extranjeros.

C. ESTÍMULOS

Como estímulos ambientales se han utilizado fotografías[6] de 60 plazas del centro histórico de Madrid (Figura 3). Las fotografías se han realizado durante 4 días consecutivos del mes de septiembre de 2014, en semejantes condiciones de luz y climatología, y con una cámara réflex digital con objetivo AF-S DX 18-105mm (Nikon D5200). Las imágenes utilizadas para el estudio han sido seleccionadas por un grupo de jueces expertos, según la fotografía que “mejor reflejara el carácter de la plaza” en cada caso, alcanzando un porcentaje de acuerdo interjueces superior al 75%.


Figura 3
Localización de las plazas en el plano de Madrid y el ámbito de estudio.
Fotografías de la autora.

D. INSTRUMENTOS

Se ha elaborado un cuestionario en el que, además de incluir datos sociodemográficos, se pregunta sobre la proyección de uso de la plaza (prueba de validez) y sobre la dimensión estética y la dimensión agrado[7] del ambiente[8], conforme a los instrumentos que siguen:

Proyección de uso: consta de un ítem (“¿Cuánto le gustaría estar en este lugar?”), con una escala tipo Likert de 1 a 7.

Dimensión estética: consta de los ítems “bello/feo”, “atractivo/repulsivo” y “admirable/despreciable” y se elaboró mediante una escala de respuesta según la técnica del diferencial semántico en la que los adjetivos se presentan en una estructura bipolar de 7 puntos de valor (+3 a -3).

Dimensión agrado: consta de los ítems “confortable/ incómodo”, “acogedor/inhóspito” y “agradable/ desagradable” y se elaboró mediante una escala de respuesta según la técnica del diferencial semántico en la que los adjetivos se presentan en una estructura bipolar de 7 puntos de valor (+3 a -3).

E. PROCEDIMIENTO

Se confeccionaron 10 grupos con un mínimo de 35 participantes a los que se presentaron 6 fotografías de plazas ordenadas de forma aleatoria recogiendo un total de 2530 juicios válidos. Los estímulos se proyectaron durante dos minutos, separados entre sí por una pantalla de enmascaramiento proyectada durante 3 segundos. La prueba tenía una duración de alrededor de 15 minutos. Previamente se explicó la prueba y se presentó una fotografía como práctica a la tarea. En todos los casos se insistió en que evaluaran el lugar representado en la imagen y no la fotografía. En el cuestionario, el orden de los pares de adjetivos se presentó de forma aleatoria.

F. VARIABLES DE LA ESCENA Y MEDICIÓN

El presente estudio se encuentra enmarcado en un trabajo de investigación más amplio sobre la “Belleza en la ciudad contemporánea”, en el que se aborda la relación entre 20 variables objetivas[9] de la escena urbana y las valoraciones dadas por los participantes, en términos estéticos y de agrado. De esas 20 variables analizadas previamente, aquí se ha seleccionado aquellas con mayor influencia estadística sobre la variable “patrimonio edificado”.

Para la medición de las variables objetivas de la escena se utilizó la siguiente metodología:

1. Presencia de patrimonio edificado: ponderación del nivel de protección, conforme al Catálogo de Elementos Protegidos del Plan General de Ordenación Urbana de Madrid (PGOU) de 1997 (Figura 4), de cada elemento arquitectónico que conforma la plaza en función de su huella sobre el borde edificado[10]. La ponderación corresponde a una escala de 0 a 6, siendo 0 presencia nula de patrimonio y 6, máxima presencia de patrimonio.

2. Presencia de árboles y naturaleza: estimación en porcentaje de las masas de verde urbano sobre la totalidad del plano del suelo.

3. Contaminación visual: ponderación de nueve ítems visuales en la escena con presencia abusiva: “carteles de publicidad”, “señalética”, “rótulos en comercios”, “instalaciones en fachada de aparatos de aire acondicionado, bombonas de butano, etc.”, “cableado”, “pintadas, grafitis, cartelería de publicidad”, “basura y contenedores”, “vallas de obra o pantallas visuales” y “alta presencia de coches aparcados”. La ponderación se da en una escala de 0 a 10, siendo 0 presencia nula y 10 máxima presencia.

4. Terrazas: el porcentaje de suelo destinado a mobiliario para terrazas (mesas, sillas y sombrillas), sobre el total del plano del suelo.

5. Contaminación acústica: ponderación de la medición del nivel sonoro en dBA en cuatro puntos del perímetro de la plaza y en el centro de la plaza.

6. Permeabilidad del zócalo edificado: porcentaje entre las superficies permeables (escaparates, pórticos o superficies acristaladas) y las superficies totales del zócalo edificado.

7. Áreas para peatón: porcentaje de las áreas actuales destinadas al peatón sobre la totalidad del plano del suelo, tomando como límite circundante la línea de alineación oficial del PGOU de Madrid (1997).


Figura 4
Presencia de elementos de patrimonio. Hoja 559 del Catálogo de Elementos Protegidos en la clasificación de Edificación del Ayuntamiento de Madrid correspondiente al área comprendida entre el Palacio Real, Sol y Plaza de España.
PGOU de Madrid de 1997.

G. ANÁLISIS DE LOS DATOS

Como se ha mencionado, el procedimiento general del estudio empírico consta de dos etapas cuyos objetivos son: conocer la naturaleza de la relación entre presencia de patrimonio y la experiencia estética del paisaje (etapa 1) e identificar la existencia o ausencia de otros parámetros de la escena que interactúen en el patrimonio edificado modificando la experiencia estética de este (etapa 2).

Para el análisis de datos de la primera etapa, tras obtener las correlaciones entre presencia de patrimonio y los ítems de dimensión estética, dimensión agrado y proyección de uso de la escena, se realiza un análisis estadístico según modelos de regresión lineal con la variable “presencia de patrimonio” como variable explicativa de los 3 ítems.

Para la segunda etapa, se realiza un segundo modelo no lineal con la variable “dimensión estética” como variable a explicar por el patrimonio edificado y la interacción de este con otras variables de la escena, conforme al siguiente modelo estadístico:



Modelo estadístico.

RESULTADOS

La lectura de la Tabla 1, que muestra las características descriptivas de las escenas analizadas del 10 % de las plazas con mayor presencia de patrimonio edificado y del 10 % de las plazas con menor presencia de “patrimonio edificado”, indica que las plazas con mayor puntuación en patrimonio edificado (plazas numeradas de la 1 a la 6) tienen una valoración estética promedio muy por encima de la media, al igual que ocurre con el ítem “prueba de validez”. En cuanto a la “dimensión agrado”, se observa que todas adquieren valores promedio positivos, salvo la Plaza de la Cibeles (posiblemente debido a la alta contaminación acústica y alto tráfico vehicular). Por el contrario, para el grupo de las plazas con menor puntuación en “patrimonio edificado” (plazas numeradas de la 55 a la 60), los valores están muy por debajo de la media de la muestra, tanto para la “dimensión estética” como para la prueba de validez, salvo en una notable excepción, la plaza de las Peñuelas (probablemente a causa de la alta presencia de árboles y naturaleza, y cuya puntuación en “agrado” es elevada).

Tabla 1
Características descriptivas de las escenas analizadas.

Elaboración de la autora.

EL PATRIMONIO COMO VARIABLE EXPLICATIVA DE LA EXPERIENCIA ESTÉTICA DEL PAISAJE URBANO

Con el fin de contrastar las hipótesis planteadas, se lleva a cabo una primera aproximación mediante la matriz de correlaciones entre la presencia de patrimonio y las respuestas dadas por los participantes a los tres ítems señalados. Los resultados presentados en la Tabla 2, muestran como la presencia de patrimonio en la escena urbana tiene correlaciones significativas de signo positivo, tanto con la prueba de validez como con la percepción de lo bello y con el agrado en la escena, siendo la correlación más alta la de “presencia de patrimonio” y “dimensión estética”. También se observa que los coeficientes de correlación de Pearson muestran una alta conexión entre las tres categorías, llegando a compartir el 54% de la varianza la “dimensión estética” con la “dimensión agrado” (p=0,734).

Tabla 2
Matriz de correlaciones de las valoraciones del paisaje y la presencia de patrimonio.

Elaboración de la autora.

En la Tabla 3 se presentan los resultados de los modelos de regresión con la variable “presencia de patrimonio” como variable criterio y los tres ítems como variables explicadas. Los análisis se realizan para la muestra completa de los 60 casos de estudio (“Todas las plazas”) así como para la muestra dividida en tres grupos de plazas en función de la “presencia de patrimonio” en las escenas a las que se ha denominado “Plazas con alta presencia de patrimonio”, “Plazas con presencia media de patrimonio” y “Plazas con presencia escasa de patrimonio”.

Tabla 3
Resultados de las regresiones para la variable explicativa patrimonio edificado.

Elaboración de la autora.

La lectura del modelo completo (“Todas las plazas”) indica que la presencia de patrimonio tiene una proporción significativa de varianza explicada tanto con la “prueba de validez” (6%) como con las dimensiones “estética” (11%) y “agrado” (1%). Es decir que, en términos medios, sin considerar otros factores determinantes en los juicios como pudieran ser las características socioculturales, la identidad del área o de la plaza, el apego o el significado del lugar, los resultados evidencian que la presencia de patrimonio en la plaza contribuye por sí sola a una experiencia positiva del paisaje. Concretamente, la mencionada “presencia de patrimonio” aumenta su percepción estética en un 22 por ciento.

Asimismo, en los modelos lineales de los grupos de plazas clasificados en función de su presencia de patrimonio, los resultados son similares al modelo con la muestra completa (Tabla 3), aunque poseen menor potencia estadística[11]. Para los tres grupos la “presencia de patrimonio” presenta una relación estadísticamente significativa para la “dimensión estética” y para la “prueba de validez”. Únicamente en el grupo de plazas con “escasa presencia” de patrimonio, la presencia de este no influye de forma significativa en la percepción de agrado, aunque sí en la “dimensión estética” y en la proyección de uso de la plaza.

Finalmente, en la Figura 5, se exponen los perfiles de las percepciones medias recogidas en los cuestionarios respecto a los tres ítems, para cada grupo de plaza en función de la “presencia de patrimonio”. Se aprecia de nuevo que, tanto la dimensión estética como la voluntad de uso media de la plaza, adquieren valores positivos altos para el grupo “Plazas con alta presencia de patrimonio” y negativos para el grupo “Plazas con baja presencia de patrimonio”. Para el grupo “Plazas con presencia media de patrimonio” la percepción “estética” adquiere valores medios cercanos al valor neutro. Se observa también que la dimensión “agrado”, aún correlacionándose con las otras dos dimensiones (ver Tabla 2), no guarda una correspondencia tan evidente con ellas en el gráfico.


Figura 5
Comparación de las percepciones medias según los tres grupos de plazas: plazas con alta presencia de patrimonio (1), plazas con presencia media de patrimonio (2) y plazas con presencia baja de patrimonio (3).
Elaboración de la autora.

A partir de los resultados obtenidos en la Tabla 2 -los cuales revelan una fuerte relación positiva entre la “presencia de patrimonio” en la escena y los tres ítems de estudio-, los resultados de la Tabla 3 y del gráfico de la Figura 3, se advierte al menos dos hechos relevantes. El primero se refiere a la alta vinculación entre “presencia de patrimonio” y la “experiencia estética” del paisaje, así como en la “proyección de uso” de la plaza y la “percepción de agrado”. El segundo pone en evidencia que, por pequeña que sea la “presencia de patrimonio” en la escena, como ocurre en muchos de los paisajes cotidianos de la ciudad, el estímulo visual del “patrimonio edificado” influye en términos positivos y de forma significativa tanto en la percepción de belleza como en la voluntad de uso de la plaza.

En definitiva, los resultados estadísticos constatan la intuición de que el individuo[12] se siente atraído por entornos catalogados como patrimonio ya sea por sus características formales (artísticas), o bien, por características de significado (históricas o culturales), tanto si su presencia es muy alta (plazas con el 100 % de sus edificios protegidos) como baja o muy baja (plazas cotidianas o de proximidad).

Identificación de efectos de interacción del patrimonio y otros elementos de la escena en la experiencia estética del paisaje urbano.

En la Tabla 4 se presentan los resultados de los modelos estimados para la variable presencia de patrimonio como variable explicativa de la “dimensión estética” en su forma no lineal, para una muestra con “todas las plazas” (columna A), con las plazas con “alta presencia” de patrimonio (columna B), con las plazas con “presencia media” de patrimonio (columna C) y con “escasa presencia” de patrimonio (columna D). Su lectura indica que, en términos generales, en el modelo para todas las plazas (A), las 6 variables de la escena ejercen influencia sobre el patrimonio, modificando sustancialmente la percepción estética de este[13]. La contaminación visual, la contaminación acústica y la excesiva presencia de terrazas en la acera parecen actuar como barreras sobre el patrimonio edificado en la percepción estética, mientras la permeabilidad del zócalo edificado, las áreas destinadas a peatón y la presencia de árboles y naturaleza en la escena ejercen un poder catalizador sobre el patrimonio edificado en la percepción de “lo bello”.

Tabla 4
Efectos de interacción sobre la presencia de patrimonio como variable explicativa de la experiencia estética del paisaje.

Elaboración de la autora.

En la estimación de la muestra con el grupo de plazas con “alta presencia de patrimonio” (columna B) se vislumbra que, al igual que ocurre con el modelo completo, todas las variables analizadas ejercen efectos de interacción sobre el patrimonio. Sin embargo, la variable patrimonio para este modelo no tiene significación estadística ni para el modelo lineal ni para el modelo no lineal, es decir, que en la percepción estética de plazas con “alta presencia de patrimonio” no influye tanto que existan aún más elementos de patrimonio como que estos estén conservados y preservados según altos niveles de confort ambiental (presencia de árboles, áreas para peatón, poca contaminación acústica, etc.), limpieza (contaminación visual) y generen cierta actividad urbana (permeabilidad del zócalo edificado). Para el grupo de plazas con “presencia media de patrimonio” (columna C), la tendencia antes descrita se invierte, siendo la presencia de patrimonio tanto para su modelo lineal como no lineal la variable con mayor peso estadístico. Para este grupo de plazas, la presencia de árboles y de terrazas no ejerce efectos de interacción sobre el patrimonio, mientras que las contaminaciones acústica y visual siguen mostrando efectos negativos. En la muestra de plazas con “escasa o nula presencia de patrimonio” (columna D), en las que el modelo de regresión llega a estimar el 15% de la varianza, las únicas variables con significación estadística son la presencia de patrimonio, en términos positivos, y el efecto de la contaminación visual sobre el patrimonio.

Finalmente, se elabora un gráfico (Figura 6) con la variable que más influencia ejerce en términos estadísticos sobre el patrimonio en la percepción estética (eje de ordenadas), la contaminación visual, según la presencia de esta, en 5 escenas diferentes: escenas con muy alta presencia de patrimonio (A), con presencia alta (B), con presencia media (C), con presencia baja (D) y con presencia nula (E). De su observación resultan dos evidencias. La primera es que en las escenas con nula y baja presencia de patrimonio edificado la dimensión estética percibida es negativa, mientras que en aquellas cuya presencia de patrimonio es alta o muy alta, la dimensión estética percibida es positiva. La segunda es que la “contaminación visual” sobre el patrimonio provoca que el efecto que este ejerce sobre la dimensión estética disminuya notablemente en escenas con alta y muy alta presencia de patrimonio, mientras que ese efecto se invierte para escenas con nula o baja presencia de patrimonio. O lo que es lo mismo, en escenas con altas puntuaciones en “patrimonio edificado”, parece existir un juicio más exigente en cuanto a contaminación visual sobre el patrimonio que en escenas con “escasa presencia” de patrimonio edificado, donde esta puede hasta incluso enmascarar o ejercer un efecto de “velo” visual[14] sobre la deficiente calidad del vacío habitado.


Figura 6
Gráfico de los efectos de interacción de la contaminación visual sobre el patrimonio edificado en la experiencia del paisaje.
Elaboración de la autora.

DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES

Discutir sobre la idea de belleza en la ciudad de principios del siglo XXI supone, en cierta medida, romper el círculo, una suerte de reto al que la disciplina urbanística de estas últimas décadas, tan preocupada de proporcionar soluciones a los acuciantes problemas urbanos, no parece haberle dedicado excesiva atención[15]. Sin embargo, acercarse al tema de la belleza en la ciudad no es sino, parafraseando a Dewey, “enfatizar en el constante ritmo que marca la interacción de la criatura viviente con su entorno” (2008:17); interés sin duda compartido tanto en la arquitectura como en la práctica del urbanismo. En tal sentido, el presente trabajo sirve, entre otras cosas, de ejemplo para mostrar de nuevo la necesidad de belleza, en el sentido de categoría estética, propia de una “criatura viviente” en un entorno cotidiano de la ciudad, como puede ser, hasta ahora, una plaza pública. Se trata, en palabras de Sartwell (2013), de una revelación de lo cotidiano, de las bellezas cotidianas que tan fácilmente una generación y las venideras pueden perderse, al desconocer el tiempo orgánico de la rememoración, de la ponderación, de la interrogación, de la espera, del ir y venir (Choay, 2007), en definitiva, al olvidar el paisaje, en esta sociedad actual tan instalada en la instantaneidad.

Desde esa perspectiva, los resultados de este estudio son esperanzadores: se ha visto como el patrimonio urbano o, dicho de otra forma, nuestra memoria colectiva como sociedad o civilización, se revela como variable clave en la travesía del paisaje urbano y es definitoria, no sólo en términos estéticos sino también en términos de agrado y, más importante aún, en la voluntad de uso del vacío habitado. Ahora bien, la investigación también evidencia que, para que la experiencia del paisaje sea positiva, no sirve sólo la presencia de patrimonio edificado. Los datos señalan que la experiencia estética a niveles bajos de patrimonio es puramente cuantitativa[16], pero a niveles altos y muy altos es significativamente cualitativa, de manera que prima la calidad de dicho patrimonio en lo que se refiere a su conservación y a su uso. Así bien, espacios cuidados, respetuosos, con buen arbolado, limpios y sin excesivos estresores ambientales, como la contaminación acústica o la masiva presencia de terrazas, se revelan más importantes que la mayor presencia de patrimonio, medida tanto en número de edificios sobre la huella del plano del suelo, como en niveles de protección.


Figura 7
Representaciones gráficas de los modelos de regresión.
Elaboración de la autora.

Pero, indudablemente, el resultado más revelador del análisis efectuado y, por tanto, el que se debería de tener más presente a la hora de aplicar mecanismos y políticas para la protección del patrimonio edificado, es que este responde a una suerte de verdad. De tal forma que, para que el patrimonio tenga cabida en ese cuerpo a cuerpo de la travesía estética, se precisa de un patrimonio vivo, activo (con alta presencia de peatón y actividad urbana manifestada a través del zócalo edificado). En definitiva, se precisa de un patrimonio con tráfago urbano, que refleje el ser (y la diversidad) de la edificación, donde el patrimonio “petrificado” no tiene cabida. Por desgracia, estamos viendo como, poco a poco, las arquitecturas del pasado son “museificadas” y frecuentemente convertidas en producto de consumo para la poderosa industria del ocio o del turismo. Esta privación de disfrute del paisaje cotidiano agudiza la crisis del espacio público, invitando a los que habitamos la ciudad, a volcarnos a un espacio virtual en el que encontrar refugio. Quizá radique, en esta perversidad, parte del peligro por la desafección por lo local, por lo cívico y por lo urbano, pues, después de todo ¿para qué sirve conservar un patrimonio inerte si se pierde la conservación de nuestra capacidad humana de continuarlo y de reemplazarlo?

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

ARAGONÉS, Juan y AMÉRIGO, María. Psicología Ambiental. Madrid: Pirámide, 2000.

CORRALIZA, José Antonio. La experiencia del ambiente. 1ª ed. Madrid: Editorial Tecnos, 1987.

CHOAY, Françoise. El reino de lo urbano y la muerte de la ciudad. En: MARTÍN RAMOS, Ángel, Lo Urbano en 20 autores contemporáneos. Barcelona: Ediciones UPC, 2004, pp. 61-72.

CHOAY, Françoise. Alegoría del patrimonio. Título original: L´Allégorie du patrimoine. Éditions de Seuil, París 1992. 1ª ed. en castellano. Barcelona: Editorial Gustavo Gili, 2007.

CARTA DE CRACOVIA. Principios para la conservación y restauración del patrimonio construido. En: Preámbulo, Cracovia, 2000.

CARTA DE VENECIA. Carta Internacional sobre la Conservación y la Restauración de Monumentos y Sitios. En: II Congreso Internacional de Arquitectos y Técnicos de Monumentos Históricos, 1964.

CONSEJO DE EUROPA. Carta europea del patrimonio arquitectónico. Amsterdam: Instituto del Patrimonio Cultural de España, 1975.

CONSEJO EUROPEO. Salvaguardia del Patrimonio Arquitectónico de Europa. Convención de Granada, 1985. “PATRIMONIO”: ECONOMÍA CULTURAL Y EDUCACIÓN PARA LA PAZ (MEC-EDUPAZ) UNAM, vol. 2, n° 12, pp. 61-77.

DELLUS, Jean. L´art urbain. Dossier documantaire. Lyon: Certu, 2004.

DEWEY, John. El arte como experiencia. 1ª edición en castellano. Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica, 2008. Título original: Art as experience. Nueva York: Perigee Books: 1934.

FEIMER, Nickolaus R. Environmental perception: the effects of media, evaluative context, and observer sample. Journal of Environmental Psychology, 1984, vol. 4, n° 1, pp. 61-80.

GALINDO, Mª Paz y CORRALIZA, José Antonio. Estética ambiental y bienestar psicológico: algunas relaciones existentes entre los juicios de preferencia por paisajes urbanos y otras respuestas afectivas. Apuntes de Psicología, 2012, vol. 30, nº 1-3.

GIBSON, James J. The ecological approach to human perception. Boston: Houghton Mifflin Company, 1979.

GONZÁLEZ BERNÁLDEZ, Fernando. Ecología y paisaje. Madrid: Blume, 1981.

GONZÁLEZ SUHR, Carolina Isabel. Construcción y validación de una Escala de Propiedades Colativas en el marco de la Preferencia Ambiental. UAM, Facultad de Psicología, Madrid, 2011.

HOLAHAN, Charles J. Environmental psychology. Annual review of psychology, 1986, vol. 37, nº 1, pp. 381-407.

HULL IV, R. Bruce y HARVEY, Antony. Explaining the emotion people experience in suburban parks. Environment and behavior, 1989, vol. 21, n° 3, pp. 323-345.

ISHIZU, Tomohiro y ZEKI, Semir. The brain’s specialized systems for aesthetic and perceptual judgment. European Journal of Neuroscience, 2013, vol. 37, n° 9, pp. 1413-1420.

ISHIZU, Tomohiro y ZEKI, Semir. A neurobiological enquiry into the origins of our experience of the sublime and beautiful. Frontiers in human neuroscience, 2014, vol. 8.

ITTELSON, William. Environmental Perception and Contemporary Perceptual Theory. Environment and Cognition. Nueva York: Seminar Press, 1973, pp. 1-19.

ITTELSON, William. Environmental perception and urban experience. Environment and behavior, 1978, vol. 10, nº 2, pp. 193-213.

KAWABATA, Hideaki y ZEKI, Semir. Neural correlates of beauty. Journal of neurophysiology, 2004, vol. 91, nº 4, pp. 1699-1705.

KEPCZYNSKA-WALCZAK, Anetta y WALCZAK, Bartosz Marek. Built heritage perception through representation of its atmosphere. Ambiances. Environnement sensible, architecture et espace urbain, 2015.

LOWENTHAL, David. Research in Environmental Perception and Behavior: “Perspectives on Current Problems”. Environment and Behavior, 1972, vol. 4, nº 3, pp. 333.

MARIANO, Mercedes. Nuevas perspectivas en torno al patrimonio inmaterial. En: ENDERE, María Luz, CHAPARRO, María Gabriela y MARIANO, Carolina Inés. Temas de Patrimonio Cultural. Buenos Aires: Universidad Nacional del Centro, 2013, p. 101.

MCKECHNIE, George E. Simulation techniques in environmental psychology. Perspectives on environment and behavior. Springer US, 1977, pp. 169-189.

NASAR, Jack. The evaluative image of places. En: WALSH, Bruce; CRAIK, Kenneth y PRICE, Richard, Person-environment psychology: New directions and perspectives. Mahwah, NJ, US: Lawrence Erlbaum Associates Publishers, 2000, pp. 117-168.

RUSSELL, James A. y PRATT, Geraldine. A Description of the Affective Quality Attributed to Environments. Journal of Personality and Social Psychology, 1980, vol. 38, nº 2, pp. 311-322.

SARTWELL, Crispin. Los seis nombres de la belleza. Madrid: Alianza Editorial, 2013.

TROITIÑO TORRALBA, Libertad. Las ciudades patrimonio de la humanidad de la región turística de Madrid: niveles medios de funcionalidad y adecuación turística del patrimonio cultural. Papers de Turisme, 2014, no 51, p. 108-131.

TROITIÑO VINUESA, Miguel Ángel; TROITIÑO TORRALBA, Libertad. Patrimonio y turismo: reflexión teórico-conceptual y una propuesta metodológica integradora aplicada al municipio de Carmona (Sevilla, España). Scripta Nova, 2016, vol. XX, nº 543.

UNESCO, 2003. Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural In-material. Ratificada en la sesión 32 de la Conferencia General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura en París, del 29 de septiembre al 17 de octubre del 2003.

UNESCO, 2012-2014. Proyecto: “Patrimonio Vivo” en Argentina, Paraguay y Uruguay, del Programa Cultura de la Unesco.

VARTANIAN, Oshin, et al. Impact of contour on aesthetic judgments and approach-avoidance decisions in architecture. Proceedings of the National Academy of Sciences, 2013, vol. 110, nº Supplement 2, pp. 10446-10453.

ZUBE, Ervin H. Environmental evaluation: Perception and public policy. Cambridge, England: Cambridge University Press, 1980.

ZUBE, Ervin H. Increasing the Effective Participation of Social Scientists in Environmental Research and Planning. International Social Science Journal, 1982, vol. 34, nº 3, pp. 481-92.

Notas

[1] Este artículo se ha desarrollado en el marco de la tesis doctoral titulada La belleza en la ciudad contemporánea: un estudio empírico sobre la percepción de lo bello en el paisaje urbano europeo, en proceso en la Universidad Politécnica de Madrid.
[2] El patrimonio territorial se ha incorporado al turismo de masas y ha generado nuevas expectativas de desarrollo y diversificación turística, volviéndose necesaria una reflexión teórico-conceptual sobre planteamientos territoriales, patrimoniales y turísticos (Troitiño Torralba, 2014; Troitiño Vinuesa y Troitiño Torralba, 2016). A este respecto, son interesantes los trabajos de investigación y divulgación que están llevándose a cabo desde 2016 por el grupo de investigación Patrimonio y Turismo de la UCM, en el proyecto I+D “Los conjuntos patrimoniales como activos turísticos de la Comunidad de Madrid”, liderados por los catedráticos Miguel Ángel Troitiño y Dolores Brandis (https://ucm.es/patrimonioturismomadrid).
[3] Parte importante de los desafíos actuales en el patrimonio recaen ya no sólo sobre la conservación de un conjunto discreto de bienes materiales sino también sobre los procesos observados en detrimento de los objetos, apuntando una nueva definición del patrimonio como entidad compuesta de expresiones complejas y diversas, expresadas a través de las costumbres sociales (Mariano, 2013:102). Sensibles a esta nueva realidad del patrimonio como construcción social compuesto por bienes tangibles e intangibles, desde la Unesco se han incorporado programas para la protección del patrimonio vivo cultural como el proyecto pionero “Patrimonio Vivo” en Argentina, Paraguay y Uruguay (2012- 2014).
[4] Consúltese Estudios ecológicos sobre Sierra Morena (1976) o Ecología y paisaje (1981).
[5] Perteneciente al campo de la neurociencia, la Neuroestética (Neuro: nervios, Estética) es una rama de la ciencia que tiene por objeto la percepción de la belleza y busca las bases biológicas y neurales de la creatividad. Su objetivo primordial es descubrir cuáles son las similitudes entre lo que es considerado bello por los seres humanos, fusionando a la ciencia, el arte y la filosofía, para responder a cuestiones fundamentales en el comportamiento de los individuos. Uno de los ámbitos de estudio de la neuroestética es la corteza orbitofrontal medial (región de la corteza cerebral situada en la parte frontal del cerebro) que forma parte del centro del placer y recompensa y que está estrechamente relacionada con la apreciación de la belleza en los seres humanos. Este nuevo campo de estudio aún no se ha aplicado a estímulos de tipo espacial como el paisaje, tema de esta investigación, sino que se ha centrado sobre todo en estímulos de creaciones artísticas (mediante la muestra de una escultura o un cuadro). Ahora bien, recientemente se ha ampliado dicho campo para conocer los mecanismos neurales que se producen al contemplar un espacio interior. Así, Vartanian et al. (2013) analiza los juicios estéticos en espacios interiores -espacios curvos v/s rectilíneos- y su correlación con las decisiones de conducta del individuo.
[6] El uso de imágenes es un modo válido de simular el ambiente real. Su uso es frecuente en los estudios de preferencia ambiental por, al menos, dos razones. En primer lugar, por lo complejo que resulta desarrollar la investigación en el contexto natural en el que ocurre la conducta. En segundo lugar, por la dificultad de controlar la influencia de otras variables extrañas a los fines de cada investigación (González Suhr, 2011). Se emplea esta técnica, por tanto, dada la comodidad que representa para los sujetos perceptores y la oportunidad que ofrece de manipulación y control sistemático del estímulo (Feimer, 1984). Aunque la simulación supone un mecanismo útil en la toma de decisiones en diseño ambiental (McKechnie, 1977) fue criticada por considerar más importante al factor visual que al resto de las características del paisaje. Sin embargo, tales objeciones fueron ampliamente rebatidas (Lowenthal, 1972; Holahan, 1986; Corraliza, 1987; citados por Aragonés y Amérigo, 2000, p. 42). Numerosas investigaciones han recurrido a la simulación para representar ambientes, basándose principalmente en que existe una alta correlación entre evaluaciones de preferencia in situ y la proyección de fotografías, diapositivas o videos (Nasar, 2000).
[7] Para seleccionar los adjetivos de las dimensiones “estética” y “agrado”, el estudio se ha basado en un trabajo de investigación sobre las connotaciones afectivas de una lista de adjetivos en el uso del idioma castellano realizado por Corraliza (1987) a partir de los descriptores de cualidades afectivas del ambiente elaborado por Russell y Pratt (1980).
[8] Si bien el modelo de afecto propuesto por Russell y Pratt (1980) aconseja la utilización de 10 palabras para representar cada una de las dimensiones, en distintos trabajos con objetivos más amplios, como es el presente, otros autores han utilizado, con el fin de reducir la fatiga de los participantes, baterías de escalas más simplificadas (Hull y Harvey, 1989).
[9] Todos los parámetros con los que se trabaja en esta investigación son fruto de una serie de estudios piloto previos en los que se encuestó a la población, mediante preguntas abiertas, sobre los elementos que consideraban aportaban belleza o agrado a la escena.
[10] Sin duda, hubiera sido muy interesante analizar la presencia individual no de ciertos elementos de patrimonio en la escena, sino de la protección de un conjunto de elementos, es decir, del grado de protección del paisaje. Desafortunadamente, no existe legislación actual que catalogue paisajes urbanos de la ciudad con valor para su protección -sí la hay para ciertos “entornos” normalmente asociados a un BIC-, de manera que se tuvo que utilizar la metodología anteriormente mencionada.
[11] Los valores ligeramente inferiores de los coeficientes de regresión con respecto a los modelos con la muestra de las 60 plazas, se deban posiblemente al menor tamaño de la muestra para estos modelos.
[12] Con el fin de conocer la incidencia de las características sociodemográficas de la muestra, se realizó un modelo de regresión que recogía la variabilidad de los efectos de interacción de la edad, el género y el nivel de estudios sobre la presencia de patrimonio en la escena, al juzgar una escena urbana según la dimensión estética. La única variable con significación estadística fue la edad (coef.= 0,004, sig. =0,000), aunque mostró poco poder explicativo (R-cuadrado= 0,010). Se observó, por tanto, la tendencia de que a mayor edad la presencia de patrimonio influye más en la experiencia estética del encuestado. El género y el nivel de estudios fueron variables que no interactuaron en términos de significación estadística.
[13] Comparando los resultados expuestos en la Tabla 3, se observa que las varianzas explicadas aumentan considerablemente.
[14] Nótese que el resultado se refiere al efecto de interacción que ejerce la variable “contaminación visual” sobre patrimonio como variable explicativa del juicio de “lo bello”. Aunque no es objeto de este trabajo, se realizó el modelo de regresión para la contaminación visual como variable independiente explicativa de la dimensión estética y tanto para la muestra completa (60 plazas) como para las muestras de alta presencia, media presencia y baja presencia de patrimonio. En él se advirtió que la variable “contaminación visual” adquiere coeficientes negativos a nivel significativo del 99% en todos los casos, obteniendo un valor de R-cuadrado para la muestra completa de 0,084.
[15] Una muestra de ello es la limitada investigación empírica publicada en estas últimas décadas, referente a la experiencia estética en el paisaje urbano. Si bien en los años 80 existió una gran preocupación por la identificación de parámetros de la escena susceptibles de generar el sentimiento de lo bello, como las importantes aportaciones del ecólogo español Fernando González Bernáldez, actualmente los trabajos sobre la percepción estética se centran, más que en estímulo observado, en la identificación de los mecanismos perceptivos, analizando las áreas neurales del cerebro desde disciplinas científicas ligadas al campo de las neurociencias, en concreto, la neuroestética. Trabajos empíricos realizados, como los de Zemir Zeki, son muy interesantes en este sentido. Sin embargo, en el campo teórico y conceptual, sí se encuentran numerosos trabajos sobre la experiencia del paisaje, como la reciente aportación de Anetta Kepczynska-Walczak y Bartosz Marek Walczak sobre la percepción del patrimonio edificado a través de la representación de su atmósfera (2015).
[16] Véase la Figura 7 que muestra las representaciones gráficas de los modelos de regresión. Se observa allí que a partir del nivel 4 de presencia de patrimonio en la escena, la gráfica de la dimensión estética se suaviza, lo cual refleja que, a partir de ese umbral, la dimensión estética percibida se estanca. Dependerá, como sugieren los resultados de la Tabla 4, de otros factores para que esta siga aumentando.


Buscar:
Ir a la Página
IR
Visor de artículos científicos generados a partir de XML-JATS4R por