RESUMEN: El caso de la ciudad de Posadas (Argentina) evidencia la relevancia del entorno urbano para las condiciones de vida en los asentamientos. Se analizan aquí las especificidades de los asentamientos, considerando que el entorno urbano de su localización juega un papel importante en términos de oportunidades y restricciones para la calidad de vida de sus habitantes. Metodológicamente, este trabajo se basa en un análisis multimodal y descriptivo, apoyado en entrevistas a vecinos y líderes comunitarios, y complementado a través de información documental. La investigación privilegia la importancia de la espacialidad urbana, explorando cómo se articulan las prácticas y procesos sociales desde el espacio interior del hábitat de los asentamientos con el espacio urbano exterior y circundante. La principal contribución del manuscrito sugiere que, más allá de los problemas multidimensionales del hábitat y de la pobreza de su población, son las características del espacio de la ciudad donde se ubican, las que condicionan más fuertemente la evolución de los asentamientos.
Palabras clave: ciudad,servicios públicos,espacio urbano,hábitat.
Abstract: The case of Posadas (Argentina) shows the relevance of the urban environment for living conditions in settlements. The particularities of settlements are analyzed here, considering that the urban environment of their location plays an important role in terms of opportunities and restrictions for the quality of life of their inhabitants. Methodologically, this work is based on a multimodal and descriptive analysis, supported by interviews with neighbors and community leaders, and complementing the analysis with documentary information. The research privileges the importance of urban spatiality, exploring how social practices and processes are articulated from the space within the habitat of settlements and the surrounding urban space outside them. The main contribution of the manuscript suggests that, beyond the multidimensional problems of the habitats and the poverty of its population, the characteristics of the city space where they are located are the ones that most strongly condition the evolution of the settlements.
Palabras clave: ciudad,servicios públicos,espacio urbano,hábitat.
Keywords: City, public services, urban space, habitat
Artículos
ASENTAMIENTOS Y HÁBITAT1 EL ROL CONDICIONANTE DEL ESPACIO URBANO EN POSADAS, ARGENTINA
SETTLEMENTS AND HABITAT2 THE CONDITIONING ROLE OF URBAN SPACE IN POSADAS, ARGENTINA.
Recepción: 24 Octubre 2021
Aprobación: 25 Abril 2022
Los distintos espacios urbanos son expresión de las desigualdades socio-espaciales y de distribución de oportunidades y recursos (Capdevielle, 2014). La espacialidad urbana y su relación con los asentamientos constituye una interfase problematizada en este artículo, en términos de las implicancias para el hábitat y las condiciones de vida de las familias. Junto con la pobreza, la espacialidad urbana adyacente a los asentamientos conlleva condicionamientos, que constriñen y/o posibilitan determinadas prácticas sociales y accesos a recursos. El caso de estudio aquí abordado ofrece pistas para redimensionar la importancia del espacio urbano.
El objetivo del estudio es conocer las estructuras de oportunidades y/o adversidades vinculadas a localización de los asentamientos en el espacio urbano. Metodológicamente, la investigación es multimodal, descriptiva y exploratoria. Intenta, a la vez, redimensionar la complejidad y heterogeneidad de los asentamientos en varios aspectos: las dimensiones de su tamaño/densidad, el tiempo de consolidación (historicidad), su ubicación en el contexto de la ciudad, la dinámica reivindicativa de sus habitantes, las oportunidades y/o amenazas del contexto, y su relación con la legislación urbana.
En la investigación urbana, la espacialidad es fundamental, en tanto la pobreza y la desigualdad se expresan en las ciudades (Ziccardi, 2019), y la heterogeneidad de la pobreza se proyecta en el espacio urbano (Kaztman, 1999). La importancia del espacio conlleva diversas externalidades estrechamente ligadas a la localización de la vivienda, ya que existen oportunidades sociales y económicas asociadas a la localización (Oszlak, 2017), de modo que es necesario comprender al espacio a partir de la articulación entre lo material y lo no material (Chanampa y Lorda, 2019). Se trata de una perspectiva que reconoce la “acción social situada” (Corcuff, 2016) en contextos concretos.
En Posadas y su área conurbana existen 91 asentamientos que, al momento de ser censados, fueron definidos técnicamente por la ausencia de propiedad en la ocupación del suelo y la informalidad constructiva de las viviendas y el entrono. Al margen de las características compartidas y los procesos de producción social del hábitat intervinientes, se afirma aquí que los asentamientos no son parte de una realidad monolítica, pues no son todos iguales, y su estudio no puede desvincularse de las condiciones de su ubicación en el espacio urbano. Las desventajas estructurales y las adversidades inherentes en cada asentamiento, reciben las influencias del entorno en el que se localiza, por lo que la ubicación diferencial interviene como una estructura de oportunidades y/o adversidades para la vida local de sus residentes.
Los asentamientos han sido definidos de diferente manera, como espacios de incertidumbre, inestabilidad y vulnerabilidad (Perlman, 2019), como marginalidad habitacional, vivienda inadecuada, falta de integración y acciones estatales (Abufhele, 2019), como “urbanización informal” (Clichevsky, 2009), y hasta han sido reconocidos como formas de crecimiento urbano (García Hernández, 2006). En sintonía con estas ideas, Cravino y Vommaro (2018) señalan que los asentamientos o tomas de tierras son formas de auto-resolución de necesidades habitacionales, constituyendo además otra forma de auto- urbanizar la ciudad.
De acuerdo a Clichevsky (2009), los asentamientos como resultante de un proceso socio-urbano informal, pueden agruparse en base a dos transgresiones: (1) las que afectan al dominio del área ocupada y (2) las que derivan del proceso de urbanización. Las primeras refieren tanto a la ocupación de tierras públicas o privadas como tomas individuales o colectivas, loteamientos irregulares, etc., donde no hay posesión de un título de propiedad. La segunda alude a la ocupación de tierras sin condiciones urbano-ambientales para ser usadas como residenciales. En ambas situaciones la ilegalidad en el acceso a la tierra conduce a la informalidad de la construcción del barrio y la vivienda (Clichevsky, 2009).
En el caso de otras experiencias latinoamericanas, los asentamientos han sido entendidos como “territorios de pobreza”, donde los tipos de marginalidad habitacional, han conducido a que el Estado genere una asociación entre pobreza y asentamiento (Abufhele, 2019). Resulta importante analizar la situación de los asentamientos en términos de “desigualdades urbanas” y las implicancias del desarrollo urbano y la ciudad legal. La reglamentación urbana, el régimen jurídico-legal y la planificación urbana de las ciudades operan de modo excluyente (Torres y Ruiz-Tagle, 2019). La irrupción del urbanismo neoliberal instala una lógica de mercado, de costo-beneficio en la intervención, caracterizándose por promover acciones gubernamentales concomitantes con el mercado y el desarrollo inmobiliario privado. Simultáneamente, la ciudad reproduce estructuras urbanas muy precarias (Brites, 2017).
A pesar de las múltiples situaciones de riesgos relacionadas al contexto de pobreza y precariedad que impone fuertes constreñimientos, es necesario rescatar el papel activo y creativo de sus residentes, como productores de hábitat, bajo condiciones de adversidades. La Producción Social del Hábitat (PSH) se entiende como “todos aquellos procesos generadores de espacios habitables, componentes urbanos y viviendas que se realizan bajo el control de auto-productores y otros agentes sociales que operan sin fines de lucro” (Flores Ortiz, 2012, p. 73). Por otro lado, la PSH comprende una diversidad de prácticas que van desde la construcción de barrios en tomas de tierras o villas, el levantamiento de viviendas cooperativas, hasta la autoconstrucción familiar y la autogestión colectiva y organizada de sus residentes (Zapata, 2016).
La auto-construcción de la vivienda y la provisión de servicios por sus propios residentes puede ser vista como una respuesta a la “lógica de la necesidad” (Abramo, 2012), donde la organización social opera como un desarrollador urbano (Torres y Ruiz-Tagle, 2019). En este sentido, el control territorial está dado por los procesos de organización y liderazgo local como una estrategia para lograr condiciones urbanas de habitabilidad (Vega Martínez, Hernández Buelvas y Barbera Alvarado, 2019).
Los asentamientos, en cuanto espacialidad urbana, pueden ser entendidos como la construcción socioespacial de los lugares, a partir de prácticas sociales y formas de habitar la ciudad (Araya-Ramírez, 2018). Desde el punto de vista de las políticas, las materialidades urbanas se objetivan en el espacio y condicionan las prácticas sociales, sin desconocer que las personas construyen y de-construyen el espacio y el hábitat en que viven. Las prácticas cotidianas en el espacio urbano median entre los grupos sociales y las estructuras e instituciones (Jirón y Lange, 2017). Los actores sociales reproducen, pero también son agentes de transformación y cambio socio-urbano; definen situaciones, construyen problemas y necesidades, reflexionan, actúan y desarrollan una praxis. Se trata de un supuesto que deriva de la teoría de la estructuración. La “estructuración”, propia de toda actividad humana, es un proceso recursivo de acción- estructura en el marco de una coyuntura espacio-tiempo (Giddens, 1995).
Desde una perspectiva transversal, puede decirse que entre la población pobre, la participación es crucial para transformar las condiciones materiales de existencia. En esa dirección, la producción de vínculos socio-espaciales (Borroeta, Pinto de Carvalho, Di Masso y Ossul Vermehren, 2017) articulada a las necesidades compartidas deviene un poderoso facilitador de lógicas de acción colectiva, que se objetivan en el espacio.
En las ciudades, las personas disponen de estructuras de oportunidades que son definidas como probabilidades de acceso a bienes y servicios, o al desempeño de ciertas actividades. En líneas generales, las oportunidades inciden sobre el bienestar de los hogares, porque permiten o facilitan a sus miembros el uso de sus propios recursos (Kaztman, 1999). Así, de acuerdo con Kaztman (1999), el concepto de activos no alcanza una significación unívoca si no está articulado a las estructuras de oportunidades que se generan desde el sector del Estado, el mercado y la sociedad civil. Considerando que todos los hogares cuentan con recursos convertibles en activos, que posibilitan el aprovechamiento de las oportunidades que ofrece el medio, esta investigación incursiona en esas estructuras de oportunidades: puntualmente, las que aluden a las externalidades vinculadas al espacio urbano.
Es imprescindible reconocer la importancia de lo propio de la experiencia espacial (Prieto Peinado, 2014). En esa línea, como se verá en el caso de Posadas, si bien los asentamientos expresan una heterogeneidad de características y condiciones, en ellos, sus habitantes son productores de hábitat que se enfrentan tanto a las oportunidades como a las hostilidades inherentes al entorno urbano en el que habitan.
Posadas es una ciudad de tamaño medio (383.000 habitantes en su área conurbana) que se caracteriza por haber atravesado una transformación urbana en su frente costero, paralelamente al aumento de la población con altos niveles de pobreza e indigencia 33,6% (Instituto Provincial de Estadísticas y Censos [IPEC], 2020). Un relevamiento realizado entre 2014 y 2015 por la Municipalidad de Posadas (2015) registró 63 asentamientos con 5.302 hogares. Mientras que hacia 2018, el Registro Nacional de Barrios Populares detectó 67 asentamientos en Posadas y otros 24 en su área conurbana, Garupá (Registro Nacional de Barrios Populares [RENABAP], 2018). Más allá de la delimitación de distritos y cifras dispares, muchos de estos asentamientos aglutinan características comunes.
Esta investigación pretende redimensionar el estudio de los asentamientos, analizando cómo la población experimenta los efectos propios de la pobreza, al ser acompañados de las singulares condiciones del contexto urbano y socio-espacial en el que habitan. Por ello, como punto de partida, consideramos que no se pueden entender las experiencias que se manifiestan en los asentamientos desde una aproximación insular, sino que es primordial circunscribirlas al contexto más general de la transformación urbana de Posadas. Los asentamientos no son unidades cerradas, y sus habitantes, independientemente de la segregación, se ven expuestos a alguna forma de articulación con procesos socio-urbanos.
Ante este panorama, dada su ubicación en el espacio, podemos distinguir operativamente tres tipos de asentamientos: (a) en contexto de revalorización urbana, (b) en contexto de consolidación urbana y (c) en contexto de expansión urbana (Figura 1). Esta tipología permite aproximarnos a las complejas dimensiones del habitar en relación con las condiciones estructurantes de las desigualdades socio-espaciales.
Esta investigación se basó en un trabajo de campo realizado entre los años 2018 y 2019 en distintos asentamientos localizados en diferentes contextos urbanos de Posadas. Durante el primer año, se recorrió los asentamientos y se tomó registro de las infraestructuras y servicios disponibles en el entorno. En una segunda etapa, en 2019, se efectuaron 40 entrevistas de tipo cualitativas a vecinos y líderes comunitarios. La elección de los informantes obedeció a criterios de antigüedad de residencia y al involucramiento en los procesos organizativos para la mejora del hábitat.
En su fase cuantitativa, el estudio avanzó en el análisis estadístico de la información secundaria proveniente de distintos organismos, como el diagnóstico de la situación de asentamientos en Posadas (Municipalidad de Posadas, 2015); y datos del Registro Nacional de Barrios Populares (RENABAP, 2018). El relevamiento provisto por ambos censos posibilitó triangular información y develar nuevas categorías emergentes implicadas en el análisis del problema, fundamentalmente, aquellas referidas al hábitat, los servicios e infraestructuras urbanas.
Para la geolocalización de los asentamientos en las distintas áreas urbanas de la ciudad, se utilizó la plataforma OpenStreetMap; en tanto, para el ajuste y delimitación espacial de algunos asentamientos, se usó el software GRASSGIS, con el que se elaboraron mapas sobre trazados urbanos, infraestructuras y servicios públicos (Figura 2). El material empírico analizado, describió distintas dimensiones vinculadas a viviendas, servicios e infraestructuras, como vialidades, redes de agua y energía, transporte, actividades laborales, la construcción de espacios colectivos, adversidades ambientales como basurales o aguas servidas, etc. El conjunto de estas dimensiones han sido de utilidad para la construcción de categorías.
La distinción operativa de los tres tipos de asentamientos posibilitó examinar distintas situaciones: aquellos más próximos a la centralidad urbana y a las zonas costeras (contexto de revalorización urbana); los asentamientos que están insertos más al medio de la ciudad, donde hay densas tramas de servicios en el entorno inmediato (contexto de consolidación urbana) y, finalmente, los asentamientos más alejados y relegados, con servicios escasos y distintas adversidades (contexto de expansión urbana). El conjunto de estas situaciones no determinan, pero sí condicionan la calidad de vida y el hábitat en los asentamientos estudiados.
La hipótesis plantea que, al margen de las posibilidades de agencia de la población, los procesos de producción social del hábitat aprovechan diferencialmente los recursos del medio, puesto que la heterogeneidad de asentamientos de Posadas está condicionada por las externalidades (infraestructura y servicios) del entorno adyacente al espacio urbano. En otras palabras, las características singulares de cada asentamiento están condicionadas también por los disímiles contextos urbanos en los que cada asentamiento se localiza.
Puede decirse que los asentamientos aquí abordados han recibido mejoras de infraestructura y servicios en el entorno inmediato. Se localizan en zonas de influencia del nuevo frente costero de la ciudad (área costera) y, por lo tanto, en nuevos espacios públicos y/o de recreación habilitados, como parques, áreas verdes, etc. Lo más notorio es la proximidad a las áreas centrales de la ciudad, donde las redes de infraestructura y de servicios son cualitativamente superiores a otras zonas.
A pesar de las condiciones precarias y de informalidad laboral que tienen aquí los pobladores, el acceso al mercado de trabajo es más amplio y el transporte urbano no constituye una necesidad insoslayable para la movilidad, puesto que para muchas personas “todo queda cerca y siempre hay changas”. A ello se suma que hay mayor posibilidad de contacto con grupos de estratos sociales altos, lo que es muy útil para actividades como el servicio doméstico. Además, el espacio urbano circundante facilita prácticas de autoempleo, como la venta ambulante en los espacios públicos aledaños a la costanera.
Entre otras características, se puede señalar que el hábitat de estos asentamientos se desarrolla en un escenario urbano contradictorio: por un lado, se emplazan en entornos urbanos altamente revalorizados y embellecidos (cercanos a parques o espacios verdes) y, por otro, se localizan en intersticios, donde al interior, la provisión de infraestructura y servicios es todavía precaria y/o escasa, pero accesible. Es patente que los lugares que ocupan estos asentamientos son remanentes intersticiales, pero estratégicos en el contexto urbano: son remanentes frente al avance de las obras de infraestructura que fue dejando la ciudad formal, y son estratégicos de cara a las estructuras de oportunidades que otorga su ubicación (proximidad al trabajo, a servicios, a nuevos espacios de esparcimiento, etc.).
A pesar del conjunto de circunstancias que puede ser visto como una estructura de oportunidades muy ventajosa para la población, la renovación urbana y el aumento de la calidad urbanística en el entorno residencial potencia amenazantes procesos de remoción. En efecto, la confluencia de materialidades urbanas, con nuevos usos y valoraciones de los nuevos espacios, está dinamizando distintos intereses por su ocupación.
Los cambios en el entorno han situado a los asentamientos en área revalorizadas, propensas a nuevas visibilidades y surgidas tanto desde propuestas de planes oficiales de intervención como a causa de la presencia y el reclamo de supuestos propietarios privados que demandan la posesión de tierras; situaciones donde han emergido amenazas y litigios aún sin dirimir (Cerro Pelón, Viejo Rowing y Ch. 210). El conjunto de estas prácticas de amedrentamiento legal y jurídico vuelve más incierta la vida futura en estos asentamientos.
En ciertas experiencias, más allá de las vinculadas a la evolución en la PSH, hacia el interior de los asentamientos, sus habitantes han mostrado cierta consolidación de la acción colectiva ante intentos de desalojos, como los acontecido en Chacra 189, en el año 2016, donde la resistencia de sus ocupantes y la lucha articulada a movimientos sociales y políticos frustraron el desalojo. Los vecinos del asentamientos San Roque y Cerro Pelón también han resistido intentos similares.
Los asentamientos en contexto de consolidación urbana se encuentran ubicados en áreas donde la trama urbana se ha densificado, agotando (y saturando) grandes espacios remanentes para nuevos barrios. El poblamiento, la mayor edificación y la densidad de redes de servicios e infraestructuras, posibilitan actividades comerciales, laborales, educativas, recreativas, que tienen la potencialidad de articularse al lugar de residencia. De esta manera, son asentamientos que han permanecido en el tiempo, en un contexto donde fue consolidándose la dinámica de procesos de urbanización, con más y mejores equipamientos y servicios: escuelas, centros de salud, transportes, comercios, espacios recreativos etc.
El conjunto de estos asentamientos se ubican, aproximadamente, en el medio del tejido urbano consolidado. El área comprende desde Avda. Uruguay hasta la costa del arroyo Mártires (eje este-oeste) y desde la Avda. Centenario hasta Avda. Quaranta (eje norte-sur). En concreto, se localizan en la delimitación de las denominadas Chacras, ocupando parcialmente las mismas y conviviendo con otros sectores sociales (Figura 3).
Muchos de estos asentamientos llevan décadas de permanencia y las asociaciones de vecinos (comisiones vecinales) han fomentado procesos de producción social del hábitat para el mejoramiento y organización de los espacios colectivos, como canchas de fútbol, comedores comunitarios, iglesias, etc. En otras experiencias, las prácticas autogestionarias se han combinado con reclamos reivindicativos para el mejoramiento en la provisión de servicios (agua y energía), el entubamiento de canaletas, mejoramiento de accesos viales, etc.
Más allá de las actividades realizadas por los propios residentes en pos de mejorar el hábitat, la consolidación del espacio urbano circundante facilitó un conjunto de externalidades muy aprovechables para la vida local. Así, una obra pública, la extensión de pavimento, red de agua o plan de viviendas sociales, ha incidido en el crecimiento de una zona, llevando infraestructura y servicios que, luego, han sido de utilidad para los pobladores. Como ejemplos de lo anterior, puede citarse a las Chacras 96, 101, 112, 126 y 127, donde los grandes complejos habitacionales construidos por Yacyretá habilitaron, además, escuelas, centros de salud, plazas y otros equipamientos comunitarios que, posteriormente, fueron apropiados por los residentes de los asentamientos del área, tal como comenta uno de los entrevistados por este estudio: “Acá en Yohasá (Ch.112) estamos desde 1975, esta zona no era tan linda, después con las viviendas de Yacyretá vino más gente y el gobierno arregló más, hay más servicios ahora” (Entrevista Ch. 112).
En la zona oeste, en proximidad al complejo habitacional de Villa Cabello, los asentamientos de las Chacras 158 y 159 (La Favela) aprovechan los servicios e infraestructura de las inmediaciones como el hospital zonal, las diversas escuelas, el Parque Sarmiento y la amplia zona comercial sobre la Av. Tambor de Tacuarí. En opinión de una vecina de la Chacra 158, “no es necesario ir hasta el centro, en la zona hay todo lo que se necesita”. La zona también posibilita trabajos en empleos informales, pues hay lavaderos de autos, talleres de motos, verdulerías, pequeñas despensas, etc. Algunos vecinos han manifestado trabajar en el servicio doméstico o en la venta ambulante.
En síntesis, a pesar de la pobreza y la precariedad en las condiciones de vida, los residentes de estos asentamientos han sabido aprovechar las ventajas y externalidad del entorno, lo cual evidencia la importancia de la articulación de la vida local con los procesos socio-urbanos adyacentes.
De modo general, este tipo de asentamientos se localizan hacia el sur, sur-oeste de la ciudad. Hace más de dos décadas atrás, esta zona de la ciudad presentaba suelo remanente para la expansión urbana. Entre las décadas de 1980 y 1990, se levantaron barrios por loteos para sectores medio-bajos, donde los relictos de montes y grandes áreas verdes posibilitaron espacios para la construcción de complejos habitacionales, al tiempo que se iniciaba la “ocupación o tomas de tierras” por parte de los sectores sociales de escasos recursos y sin posibilidades de acceso al suelo y la vivienda por la vía formal.
A pesar de las adversidades inherentes a los asentamientos, las problemáticas por las que atraviesan presentan distintas magnitudes, como las distancias al centro urbano, los déficits en transportes y servicios, calles terradas, infraestructuras precarias, contaminación ambiental, etc. Las hostiles limitaciones espaciales internas a cada asentamiento (intricados pasillos, hacinamiento, falta de calles, anegamiento, problemas de relieve, etc.), se ven acrecentadas por las disposiciones espaciales externas y adyacentes a los asentamientos, propias del territorio en periferia suburbana.
Los pobladores de los asentamientos más distantes son conscientes de que viven en zonas alejadas, mal comunicadas, con servicios escasos y deficientes que potencian su aislamiento y vulnerabilidad. La lejanía también puede ser interpretada como desventajosa, tanto la para la salida del barrio y la búsqueda de trabajo como para la integración con otros sectores sociales.
En la periferia, no solo es problemática la localización de los asentamientos, sino también, en muchos casos, el relieve y la composición del suelo que ocupan (suelos fangosos, pedregosos, inestables, etc.). El levantamiento de asentamientos en terrenos no aptos para la urbanización y sin tratamiento previo viene generando reiterados problemas, como ocurre en sectores de Los Lapachitos, donde la inundación o el anegamiento se agrava los días de lluvia, debido a que no se dispone de entubamiento para drenajes. Ubicados al borde del caudaloso arroyo Zaimán y en terrenos escarpados, los asentamientos La Tablada, La Cantera y Villa Cariño atraviesan críticas situaciones con las copiosas lluvias y, a pesar de que algunas familias han sido reubicadas en viviendas del Iprodha (San Jorge), los que han permanecido no han visto consuelo con las obras de tratamiento fluvial que se han llevado a cabo (Figura 4).
En términos generales, en los asentamientos de Posadas, los niveles de pobreza son acuciantes y crean sinergia con la falta de trabajo o con el empleo precario, intermitente y a destajo. Para subsistir, allí las familias desarrollan estrategias de acceso a bienes y servicios; sin embargo, el contexto urbano y su espacialidad son condicionantes a la hora de acceder a recursos, como las fuentes de empleo, comercios, servicios sanitarios, educativos, etc.
El hábitat de los más pobres conforma una ecología de la pobreza y ecosistemas, a los que sus habitantes deben adaptarse para sobrevivir (Daher Hechem y Sandoval Luna, 2016). Si bien los asentamientos tienen características compartidas -pobreza, empleo precario, déficit habitacional, acceso irregular a servicios, etc.-, no hay que olvidar que sus habitantes son productores de hábitat (Brites y Ávalos, 2020). Por otro lado, el espacio urbano brinda oportunidades que pueden ser aprovechadas por sus residentes (Kaztman, 1999), de manera que es necesario rescatar la importancia de los vínculos socio-espaciales (Borroeta et al., 2017).
Los asentamientos en contexto de revalorización urbana gozan de las mejores localizaciones, proximidad al frente fluvial y a las áreas urbanas neurálgicas, donde las redes de servicios e infraestructura son óptimas. El mercado de trabajo urbano es más dinámico y tiene proximidad social y espacial con otros sectores sociales, por consiguiente, demuestra más derecho al espacio urbano, como diría Oszlak (2017). En el polo contrario, los asentamientos en contexto de expansión urbana están, en su mayoría, en la periferia, en las afueras de la ciudad, donde hay mayor segregación socio-espacial, servicios precarios, deficientes y peores condiciones ambientales. Se trata de un espacio donde los problemas de la pobreza se redimensionan. Así, en las familias más pobres, las problemáticas ambientales relacionadas a los residuos y basurales, constituyen un aspecto que contribuye a profundizar las desigualdades de oportunidades y posibilidades entre los diferentes sectores sociales (Gómez, 2016). Este es un fenómeno que también es interpretado en términos de segregación socio-ambiental (Salgado, Romero, Vásquez y Fuentes, 2009).
En una situación relativamente intermedia, se ubican los asentamientos en contexto de consolidación urbana, donde residen familias que han visto progresivamente mejoras de obras públicas y equipamiento urbano en el entorno construido. El territorio adyacente provee externalidades necesarias para la vida y, en muchos casos, hacia el interior de los asentamientos se han ejecutado programas de urbanización. Estas áreas de consolidación urbana son el resultado de una estructuración temporal (Aguilar Díaz, 2011) y de la construcción de un modo de vida que se desarrolla en paralelo al proceso de urbanización.
En el nivel socio-territorial, la localización distante de los asentamientos, respecto de las áreas con mayor consolidación urbana de la ciudad, impone algunos obstáculos y limitaciones, fundamentalmente para la movilidad urbana (costos del transporte y lejanía de la centralidad), de modo que la distancia física repercute en la distancia social (Brites, 2019). Además, los servicios de agua potable y electricidad son precarios: cortes intermitentes, falta de alumbrado público, escasa presión en las redes de agua, etc. Se hace visible un problema estructural que ni siquiera la conexión irregular/informal efectuada por los propios habitantes puede solucionar.
Los asentamientos localizados en la periferia sur más extrema presentan una singularidad inherente al entorno, pues el paisaje de campo natural prevalece, la escasa densidad poblacional y la abundante vegetación, hacen que estas zonas tengan características más rurales que urbanas (asentamientos el Piedral, Estepa, Paraísos, Los Patitos, El Porvenir, Néstor Kirckner, Belén, etc.). El espacio que ocupan condiciona la escasa vinculación con la ciudad, los lugares inhóspitos agravan la condición de carencia estructural, refuerzan la privación del acceso a las dotaciones de servicios urbanos fundamentales, dificultando la calidad de vida y perpetuando las distancias socio-espaciales. En tal sentido, cuanto más periférico están localizados los asentamientos, más segregados se encuentran.
A pesar de las actividades colectivas de producción social de hábitat que pueden encontrarse (apertura de pasillos internos, rellenado de terrenos, habilitación de canchas de fútbol, extensión de alumbrado, etc.), las condiciones de precariedad de estos asentamientos se ven acentuadas por la carencia o la falta de infraestructura y servicios en el área suburbana. A nivel del hábitat, la cuestión del saneamiento ambiental es otra variable a tener en cuenta en la vulnerabilidad sanitaria de la población, pues el deterioro ambiental y la formación de basurales alimentan la producción de un hábitat más precario. Hacia el interior, no hay servicio de recolección de residuos (excepto en espacios adyacentes) y la basura, a menudo, es eliminada por medio de quema a cielo abierto, lo que contamina el aire y el suelo, con todas las consecuencias que ello implica para la salud (inhalación de gases tóxicos, metales pesados, material particulado, etc.).
En las áreas más integradas al espacio urbano, los habitantes de los asentamientos gozan de oportunidades laborales, acceso a redes de servicios, proximidad a comercios, etc. Mientras que, en las áreas periféricas y más alejadas, los servicios del entorno son más precarios, deficitarios y dependen del transporte urbano, el trabajo escasea y el deterioro ambiental es notorio.
El caso estudiado constató que la situación de pobreza en los asentamientos no es per se la única adversidad que incide en las condiciones de vida de sus residentes, sino que es necesario redimensionar las implicancias del espacio urbano diferencial en el que se localizan. El entorno construido constriñe y/o habilita mejores condiciones de vida en los asentamientos, en términos de estructuras de oportunidades y/o adversidades vinculadas al hábitat.
El espacio urbano proporciona externalidades para la vida urbana, por ello juega un rol condicionante en el hábitat de los asentamientos. Las ventajas y desventajas del territorio urbano deben ser vistas de forma dinámica e inestable. Los hallazgos evidenciados en el caso estudiado sugieren que:
• En las áreas de revalorización urbana los asentamientos tienen ciertos beneficios del entorno: hay proximidad al mercado de trabajo urbano, a servicios e infraestructuras y el transporte urbano no es una necesidad. No obstante, el contexto de revalorización es también de renovación. La presión inmobiliaria es acuciante, la legislación urbana más restrictiva y afloran programas de intervención. Se revela, entonces, una situación que amenaza (vía remoción) la permanencia de los asentamientos.
• Los asentamientos localizados en áreas de consolidación urbana se encuentran en zonas de completamiento de servicios e infraestructuras. La ciudad fue creciendo y quedaron en medio del tejido urbano consolidado. Hacia el interior de los asentamientos, el hábitat se ha beneficiado de las oportunidades del entorno.
• En las áreas de expansión urbana, los asentamientos se encuentran más lejos de la centralidad, en contexto de apertura de la trama urbana. Frecuentemente ocupan espacios remanentes, donde los servicios son deficitarios o no llegan. En la periferia distante y discontinua del tejido urbano, la segregación socio-espacial es un problema. La legislación urbana es más permisiva y flexible; hay nuevas e intermitentes usurpaciones, basurales, quemas y adversidades ambientales.
A pesar de las particularidades del caso de Posadas, las categorías aquí planteadas podrían tener un potencial aporte heurístico para el análisis de otras experiencias similares en el contexto latinoamericano. La pobreza y los asentamientos están vinculados, en efecto, a las estrategias de supervivencia y los recursos reproductivos necesarios para afrontar la vida, están asociados las externalidades urbanas próximas a los lugares de vida, por lo que la localización del barrio juega un papel vital. El transporte, la salud, la educación, la seguridad, el agua potable, los servicios municipales, los espacios de ocio, etc., son factores que optimizan las condiciones materiales de existencia de los hogares.
Finalmente, la investigación intentó generar nuevos aportes empíricos a la reflexión conceptual, a partir del planteamiento de nuevos interrogantes y dimensiones analíticas alternativas. Una tarea que, sin duda, más que a conocer, condujo a discutir y advertir sobre la importancia del derecho a la ciudad y la espacialidad urbana para las condiciones de vida en los asentamientos.