Resumen: El presente trabajo tiene por objetivo presentar una exploración acerca de las representaciones sociales sobre la cohesión, las divisiones y la desigualdad social en Argentina, en un periodo en el que la noción de sociedad dividida (o grieta) ha tomado gran difusión. A partir de una serie de 15 entrevistas a asalariados sin rol de mando del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) y mediante la técnica del muestreo en cadena, la intención es conocer qué características residen en el imaginario de un grupo de trabajadores en relación con estos conceptos que han sido parte de la campaña presidencial del gobierno de Mauricio Macri.
Palabras clave:representaciones socialesrepresentaciones sociales,divisionesdivisiones,desigualdaddesigualdad,cohesióncohesión,ideologíaideología.
Abstract: The purpose of this paper is to present an exploration of social representations on cohesion, divisions and social inequality in Argentina, in a period in which the notion of a divided society (or crack) has become widespread. Based on a series of 15 interviews with employees without a leadership role in the Metropolitan Area of Buenos Aires (AMBA) and through the technique of chain sampling, the intention is to know what characteristics reside in the imaginary of a group of workers in relation to these concepts that have been part of the presidential campaign of the government of Mauricio Macri.
Keywords: social representations, divisions, inequality, cohesion, ideology.
Voces y Contextos
Desiguales y desunidos. Representaciones sobre la cohesión y la equidad social en asalariados del AMBA*
Unequal and Divided. Representations on Social Cohesion and Equity in Workers of AMBA
Temas como la cohesión, el orden y el conflicto social formaron parte del acervo de las ciencias sociales en Occidente desde su mismo inicio (Fernández, 2008). Lo mismo puede decirse acerca de las reflexiones sobre las desigualdades sociales, presentes en un contexto de apertura del mundo secular y de cuestionamiento a las formas de gestionar el poder, su origen y su distribución enormemente inequitativa entre los seres humanos (Álvarez Uría y Varela, 2004). Ya bajo la hegemonía del positivismo y de la mecánica newtoniana, estas incipientes reflexiones perseguían un nuevo orden social, frente al desarrollo del capitalismo industrial y al desenvolvimiento de las revoluciones burguesas. Más tarde, estos temas también han abarcado a la sociología clásica y contemporánea.
En la actualidad, estos temas se han expandido hasta formar parte del sentido común; y, por lo tanto, establecen un paradigma de pensamiento muy distinto a aquellas conceptualizaciones de las incipientes ciencias sociales. Es el caso hoy en Argentina, donde el problema de las divisiones sociales se ha instalado fuertemente en la agenda mediática y política,[1] junto con otras preocupaciones como la inflación, la inseguridad, la corrupción o la desocupación. Es así que el popular eufemismo de grieta[2] parece ser el lugar común que resume cualquier tipo de disidencia, ya sea en el escenario político o incluso fuera del mismo.
Si tuviéramos que ensayar una génesis de estas interpretaciones, se podría decir que es durante los gobiernos de Cristina Fernández (2007-2015) cuando comienzan a articularse una serie de discursos y medidas políticas consideradas como “confrontativas y beligerantes”, ideas difundidas por una alianza conformada por específicos medios masivos de comunicación junto a un arco político opositor del cual surgiría la alianza “Cambiemos” (2015-2019).
Más allá de una forma vulgar de explicar algunas problemáticas de la realidad social, el término de grieta se presenta también como el disparador para un ejercicio de indagación. ¿Qué nociones prevalecen en diversas fracciones de la población acerca de las divisiones sociales y las desigualdades? ¿Existen conexiones interpretativas entre estos dos problemas? ¿Cuáles son sus causas? ¿Han surgido recientemente, o son entendidas como parte de una larga historia de intereses antagónicos? Éstas son algunas de las preguntas que motivaron esta investigación.
El objetivo del trabajo será explorar el modo en que se articulan las ideas relativas a la cohesión y la división social, su relación con la estratificación social, la desigualdad e inequidad. Lo haremos en una pequeña muestra de trabajadores asalariados a través de una serie de entrevistas que ocupan una posición subordinada en la reproducción de las relaciones sociales capitalistas de producción. Es decir, en un segmento poblacional que ha visto vulneradas sus condiciones de existencia bajo el actual gobierno. De modo tal que este trabajo no pretende exhaustividad sino, por el contrario, plantear un avance exploratorio que permita generar nuevas preguntas e hipótesis.
El artículo se presenta del siguiente modo: en primer lugar, expondremos las características de la muestra poblacional sobre la que se trabajó. Seguidamente se expondrá el contexto político e ideológico en el que gobierna la alianza “Cambiemos”. A partir de allí se expondrán los tópicos del cuestionario que consideramos fundamentales para los problemas a indagar, mediante los fragmentos de las entrevistas. Los ejes que hacen al marco teórico —elementos de la teoría de las representaciones sociales y de las configuraciones sociales— serán trabajados a partir del aporte de diversos autores a lo largo de la exposición de resultados. Finalmente se señalarán algunas reflexiones finales.
Existen diversos estudios que exploran las interpretaciones y opiniones de poblaciones asalariadas sobre el panorama político y económico. Por lógicos motivos de espacio, sólo mencionaremos algunos que están íntimamente ligados a nuestra investigación. Tal es el caso del estudio, a partir de encuestas, realizado por Grimson (2015), con el objetivo de conocer nociones sobre estructura social, escalas salariales y pobreza, aplicado sobre 800 asalariados del área Metropolitana de Buenos Aires; o las encuestas sobre experiencias en la protesta social, participación política y representaciones sobre conflictividad, cohesión y desigualdad aplicadas sobre diversas poblaciones asalariadas (Rebón, 2015; Varela, 2015; Artese et al., 2017).
Aunque con objetivos y poblaciones muy similares a las que propusimos en nuestra investigación, metodológicamente priorizamos las técnicas cualitativas, en particular las llamadas entrevistas de investigación:
una conversación entre dos personas [...] con el propósito de favorecer la producción de un discurso conversacional, continuo y con una cierta línea argumental —no fragmentado, segmentado, precodificado y cerrado por un cuestionario previo— del entrevistado sobre un tema definido en el marco de una investigación (Alonso Benito, 1995: 228).
De este modo, la intención fue profundizar y formular una interacción sobre diversos tópicos en los que se pretendió hallar un sentido, antes que el dato. La decisión va en desmedro, lógicamente, de la capacidad de sistematización y de amplitud de casos, propias de las investigaciones de base metodológica estructural mediante encuestas o estudios censales.
En Argentina hay una vasta área de estudios que combinan las entrevistas en profundidad, las historias de vida y la observación participante en poblaciones asalariadas. También, muy cerca de nuestros objetivos, se encuentran aquellos estudios que aplican esta batería de técnicas cualitativas en pos de entender la relación entre ideología y participación en movimientos sociales, construcción de identidades colectivas y subjetividades. Lo hacen centralmente en torno al Movimiento de Trabajadores Desocupados y al Movimiento Piquetero, de larga data y con una fuerte presencia en la historia reciente de los movimientos sociales en el país (Auyero, 2004; Massetti, 2004; Pérez, 2018). A diferencia de estas investigaciones, nuestra propuesta amplía el escenario a trabajadores sin experiencias sindicalizadas o de activismo en movimientos de carácter político o gremial.
El estudio se basó en una muestra no planificada constituida por 15 entrevistas individuales originales (siete varones y ocho mujeres, con un promedio de edad de 33.2 años). El criterio para la construcción de la muestra fue un principio no probabilístico (muestreo en cadena, usualmente conocido como “bola de nieve”), en asalariados de rubros muy disímiles, con la precaución de reducir el posible sesgo causado por entrevistados con puntos de vista similares.
¿Por qué la elección de la entrevista como técnica de investigación? El objetivo principal fue generar una saturación de categorías y de sus propiedades en los casos relevados (Glaser y Strauss, 1967: 13) y, consecuentemente, un mapa que dé cuenta de la perspectiva del actor, sus interpretaciones y las expresiones particulares de representaciones sociales (Huaracallo Chiri, 2014) que, si bien tienen anclaje en una coyuntura particular, también exceden al presente inmediato. Por lo cual, apuntamos a rastrear un conglomerado de interpretaciones compartidas y que forman parte de un acervo cultural: es decir, nos acercamos a “esquemas persuasivos que han sido aceptados en alguna parte y en un momento dado [...] en una determinada comunidad ideológica, como sagaces y convincentes” (Angenot, 2010: 15).
Así, en la “fotografía” que hemos tomado a partir de la idea dominante de “una grieta” que divide a los argentinos, nos permitimos explorar las representaciones sobre la conflictividad, la desunión, la desigualdad y la cohesión social, más allá del panorama de coyuntura.
En relación con los entrevistados y las entrevistadas, compartieron las siguientes características: 1) Trabajadores asalariados/as del amba en actividades industriales, comerciales u otros servicios, que realicen tanto tareas calificadas como no calificadas. 2) Sin rol de mando, es decir, en puestos en donde no se toman decisiones sobre la actividad económica ni de mando sobre otros trabajadores, por lo que quedan excluidos coordinadores, jefes, supervisores, capataces, etcétera. Por tanto, no influyeron los niveles de ingreso o de consumo, ya que tomamos como eje vector a las relaciones sociales concretas en las que se desarrolla la producción, y no los agrupamientos por condiciones de vida. 3) No abarcamos trabajadores estatales (esto también se debe a nuestros objetivos, pues apuntamos a aquellas fracciones que están en relación directa con la valorización de capital). 4) No hubo distinción entre trabajos manuales y no manuales ni en grados de formación. Sin embargo, no se entrevistaron trabajadores cuyas labores consistan en una actividad intelectual (maestros, profesores o empleados en centros de educación/investigación, ya sean estatales o privados).
Así y todo, el perfil de la mayoría de los entrevistados (en su mayoría empleados de empresas de servicios y comerciales) resultó ser el de asalariados “ilustrados”, es decir, con formación terciaria o universitaria finalizada o en curso.[3] Por lo tanto, si bien la principal directriz en la selección de la muestra fue priorizar el lugar de subordinación en cuanto a las relaciones sociales de producción, también fueron ponderadas otras características como el lugar ocupado en el proceso de organización del trabajo y las credenciales educativas, cuestiones incorporadas por los estudios de clase neomarxistas (Dalle, 2016). Dichas características nos advierten que en nuestra muestra no necesariamente encontremos rasgos de una conciencia de clase, tal cual veremos en el desarrollo de la investigación. Las fuerzas desatadas en la dinámica del modo de producción capitalista —y su desarrollo teleonómico— deriva en un agrupamiento forzoso de individuos en la estructura social que no necesariamente implica identidad o mancomunión en la acción, algo que ya fue previsto por Marx en su teoría de clases (Gómez, 2014: 39).
En definitiva, y según estudios de estratificación y movilidad social (Dalle, 2016), nuestros entrevistados provienen de fracciones que integran las “clases intermedias técnico-comercial-administrativa y clases populares calificadas” (Dalle, 2016: 84). Se trata, además, de fracciones sociales que, en términos estadísticos, se vieron perjudicadas en lo económico (aumento de tarifas, disminución relativa del salario real, etcétera), tal como se desarrollará más adelante, por lo cual, significó una población en la cual se incrementaba el interés por conocer la incidencia del paradigma ideológico impulsado por el gobierno.
El ascenso de la alianza “Cambiemos”[4] a la presidencia de la nación no puede escindirse de las circunstancias políticas acontecidas durante las gestiones de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández (2007-2015). En sendas administraciones se logró de manera paulatina una caída sustancial del desempleo a tasas de entre 6% y 8% de la población económica activa, acompañado de una revitalización de la negociación colectiva entre el sector asalariado y patronal, lo que derivó en un nuevo protagonismo de los sindicatos en la esfera productiva (Montes Cató y Ventrici, 2017). Al mismo tiempo, se articuló una posición muy favorable en cuanto a la ratio entre endeudamiento externo y producto interno bruto, lo que permitió un mercado interno activo.
Sin embargo, durante el último mandato del gobierno de Cristina Fernández comenzaron a registrarse desajustes en las cuentas internas del Estado, una persistente tasa de pobreza que, si bien se redujo, nunca terminó por doblegarse (según el Instituto de Estadísticas y Censos, nunca bajó de 25%), y una sostenida cantidad de trabajadores en situación de informalidad (Poy, 2017: 15). Sumado a un estado de estancamiento de la economía como resultado de falencias económicas estructurales (por ejemplo, la dependencia de los precios internacionales de los commodities relativos a la manufactura y exportación de granos), combinado con un sostenido ciclo inflacionario.
También en ese periodo se registraron variadas manifestaciones de protesta proveniente de diversas fracciones y con diversos objetivos; entre ellas, las que fueron articulando, lenta pero firmemente, un arco opositor. Allí se ubica la llamada “protesta del campo” a lo largo de 2008 —y los beneplácitos informes realizados por la prensa aliada a esas fracciones (Artese et al., 2013)—, o los numerosos y masivos “cacerolazos” realizados durante 2012. Sin lograr revertir este panorama, los últimos años del gobierno de Cristina Fernández se caracterizaron por el apoyo de un núcleo muy reducido[5] y un amplio descontento social, en comparación con el apoyo masivo de otros años.
En ese contexto, la alianza política “Cambiemos” se consolidó en su ascenso hasta lograr la jefatura del Estado nacional, acompañada de una poderosa articulación con medios masivos de información y redes sociales, y construyendo un andamiaje de sentidos que hizo anclaje en amplios sectores de la población.
Si bien en sus anuncios proselitistas la nueva alianza política prometía no hacer cambios sustanciales en las políticas sociales y en beneficio de las mayorías, finalmente se conformó como un entramado de la derecha liberal, que en funciones gubernamentales fomentó un equipo de ministros provenientes —como el mismo presidente Macri— del mundo empresario. Algo que ya había sucedido en otras experiencias gubernamentales, como los casos de Vicente Fox en México (2000-2006) y de Sebastián Piñera en Chile (2010-2014). Así, el CEO de Shell estuvo a cargo de la cartera de Energía y Minería, de Telecom en Relaciones Exteriores, de grupos financieros para la conducción del Ministerio de Producción, consultores financieros en el Ministerio de Economía, etcétera. Lejos de una casualidad, se trató de una tendencia: 31.3% de los funcionarios de Estado eran los CEO o gerentes del sector privado, llegando casi a 70% en la jefatura de gabinete (Canelo y Castellani, 2016).
Por lo que el diseño de la política económica del gobierno de “Cambiemos” rápidamente se direccionó en beneficio del capital financiero nacional e internacional, los grandes grupos agroexportadores y la industria extractiva en detrimento de los sectores industriales productivos que lentamente se habían robustecido en la última década (Montes Cató y Ventrici, 2017; Wainer, 2016), y en la promoción de estrechas relaciones con los países imperialistas (Cotarelo, 2018).
Tras los primeros años de gobierno, diversos indicadores de la economía fueron en perjuicio de las grandes mayorías: la apertura de las importaciones en algunos rubros junto a la caída del consumo produjeron pérdida de empleos en las ramas industriales y de la construcción (Vommaro y Gené, 2017); sumado a la fuga de capitales (el desfinanciamiento de alrededor de 15,000 millones de dólares de reservas entre mayo y junio de 2018) que generó sucesivas “corridas” cambiarias que llevaron el precio del dólar de $20.50 a $28,[6] provocando la profundización de los índices de pobreza e indigencia. Hechos que llevaron a que las estipulaciones oficiales sobre la inflación de 2018 pasaran del muy optimista 15% a 45% anual. En este contexto, el descontento mayoritario a lo largo de 2018 se acentuó sobre todo en los meses de mayo y junio, cuando realizamos las entrevistas de esta investigación.[7]
Pese a los nulos logros en materia económica, la alianza gobernante impulsó un nuevo paradigma de carácter cultural e ideológico. Desde su campaña electoral, el entonces candidato Mauricio Macri fomentó fuertemente la necesidad de un cambio[8] de proyecto político y de gestión pública, en dirección a un modelo más eficiente y tecnocrático, que dejara atrás definitivamente el tan mentado populismo de los gobiernos kirchneristas.[9] Como un eslogan muy repetido, se pretendía un “compromiso con el esfuerzo personal, la responsabilidad y la cultura del trabajo”.[10]
La alianza de centro-derecha sostuvo este paradigma propagandístico incluso a lo largo de sus primeros años de gestión, impulsando permanentemente la idea de una modernización económica y social acorde con un nuevo tiempo histórico, y “priorizar la voluntad de escucha y de diálogo con diferentes actores en contraste con un activo jacobinismo de su predecesora” (Vommaro y Gené, 2017: 247). Así, el presidente Macri se presentó a sí mismo como alguien que buscaba “cerrar la grieta”, dejar atrás las rencillas internas y lograr así la necesaria “unión de los argentinos”.[11]
Al momento de realizarse el trabajo de campo para este artículo (junio a agosto de 2018), ¿qué queda de aquel andamiaje ideológico-discursivo al que hacíamos referencia?, ¿cómo se entienden las nociones de las divisiones y el conflicto social, la existencia de desigualdades y sus causas en uno de los sectores sociales menos favorecidos en dicha gestión? A partir de aquí el objetivo será rastrear qué conceptos residen detrás del bagaje ideológico que presentamos más arriba. Entre ellos, la idea de la existencia de una grieta abierta recientemente en la sociedad argentina, sus características, orígenes y posibles vinculaciones con las diferencias de clase y sus pugnas políticas.
Como anunciamos más arriba, nuestra propuesta es plantear la batería conceptual de la investigación a medida que se avanza en la exposición.
Partimos de la premisa de que la realidad social admite múltiples y contradictorias explicaciones, plausibles de ser relevadas mediante el habla de los agentes. Por lo tanto, el estudio plantea una indagación en los conocimientos ex post de los entrevistados, es decir, en las memorias e interpretaciones del mundo a través de la política, la economía y la historia nacional. Exploramos así nociones “crudas” de la realidad, o las aristas que dan forma al sentido común: un conocimiento rico, pero desorganizado y asistemático, inarticulado y del cual nos valemos para vivir (Bauman y May, 2007). O dicho en términos gramscianos, “quizás el estrato más profundo en la conformación de la ‘mentalidad’ popular” (Campione, 2007: 69).
Nos proponemos aquí hacer explícitos algunos fragmentos de dicho sentido común, y para ello nos apoyamos teórica y metodológicamente en el concepto de representaciones sociales (RS). En primer lugar, por ser una herramienta fundamental en un estudio de carácter cualitativo, y, en segundo lugar, porque es “particularmente pertinente para posibilitar el despliegue del sentido común y de la subjetividad [...] y comprender e interpretar los sentidos y significados que los actores le otorgan a los fenómenos de los cuales cotidianamente son parte” (Weisz, 2017: 100). En nuestro caso exploraremos aquellas rs relativas a las ideas de conflicto social, desunión, cohesión e inequidades.
Sobre dicho concepto, se podría decir que es Durkheim (2001) quien colocó una de las piedras fundamentales con el concepto de “representaciones colectivas”. Entendidas éstas no como una construcción compartida proveniente de fenómenos psíquicos, sino como el producto sui generis de una sinergia social. Fue Serge Moscovici (2003) quien en parte rescató aquella matriz durkheimiana y planteó a las RS como el producto del intercambio comunicativo; por lo cual son dinámicas y en un continuo movimiento e influencia recíproca entre lo colectivo y lo individual.
Teniendo en cuenta la tipología de representaciones sociales que el autor establece: emancipadas, polémicas y hegemónicas, consideramos que aquí trabajaremos esta última clasificación, por considerarse formas de interpretación del mundo político que tienen “un elevado nivel de consenso, gracias a lo cual juegan un papel muy destacado en las prácticas sociales de los sujetos” (Rubira y Puebla, 2018: 155). Planteo que se inserta en lo dicho más arriba, acerca de la exploración de una serie de representaciones que, si bien coyunturales, conforman un ideario político que excede a la misma.
Entendemos que todo conocimiento del sentido común se construye a partir de experiencias y prácticas en interdependencia permanente, en la que circulan valores, significados y símbolos compartidos en un contexto de comunicación de masas. Señala Eagleton (2005: 61) —rescatando a Gramsci— que “la conciencia de los oprimidos suele ser una amalgama contradictoria de valores tomados de sus gobernantes, y de nociones que derivan de manera más directa de su experiencia práctica”, es decir, que también los agentes ejercen, mediante prácticas sociales, una circulación activa de ideas que se van moldeando en comunicaciones interpersonales (Bourdieu, 1990; Raiter, 2002; Materán, 2008). Por ello, las expresiones del sentido común también permiten dar cuenta de un terreno de batallas culturales, o de lo enraizadas que están las ideologías dominantes.
Las entrevistas se llevaron a cabo aplicando un cuestionario de alrededor de diez preguntas, que no podremos detallar en su totalidad por motivos de espacio. Por lo cual expondremos fragmentos/nudos de respuestas que den cuenta de los tópicos principales que motivaron la investigación: 1) la unión y desunión de los argentinos y sus posibles causas; 2) la identificación de los sectores sociales que están divididos; 3) los posibles vínculos con las desigualdades, sus razones; y 4) la interpretación sobre las diferencias de clases sociales, vinculadas con la idea general de “pobreza” y “riqueza”.
Avancemos, en primer lugar, en torno a la percepción de la desunión, como concepto que a priori consideramos más extendido. Ante la pregunta “en su opinión, ¿los argentinos nos encontramos unidos o divididos?” y en tal caso, “¿cuáles serían las causas de la desunión?”, registramos cuatro conjuntos de respuestas según sus características. Veamos los dos primeros: a) quienes consideran que en Argentina la sociedad está relativamente cohesionada o en dirección a una unión; b) quienes no ven atisbos de unión debido a agentes tales como la dirigencia política, periodistas y medios de comunicación. Veamos:
a) 1. JO, administrativo en empresa de seguros.[12] “Yo personalmente opino que es una cuestión de que se está integrando esta sociedad. No es una sociedad milenaria, sino una sociedad de 200 años que se va formando con el tiempo, de inmigrantes, de mucha inmigración. O sea, yo lo veo más por el lado de que se va integrando con el tiempo”.
a) 2. NA, empleada en estudio contable. “No, creo que somos bastante unidos. O solidarios también. Yo veo que la sociedad es solidaria y es unida en otros temas. Ahora, la política nos lleva a confrontarnos [...] Yo estoy convencida que, de un tiempo a esta parte, el hecho de la política hizo que los argentinos estén… estén divididos en el pensamiento”.
a) 3. IA, administrativa en empresa gastronómica. “Creo que unidos. Si bien está la división política que la ves a diario, más allá de esa división, el común de la gente está unida, tiene el mismo objetivo [...] Por lo general, la división de la sociedad en este momento es la cuestión política, que se viene dando hace un montón. Creo que más que nada es por ese lado la división, que tampoco creo que sea tanto”.
b) 1. MA, médica en clínica privada. “Creo que empezó todo obviamente con la famosa grieta. Del gobierno anterior que veníamos, y, bueno, empezó toda una campaña también de parte del gobierno contra el gobierno anterior, también de desprestigio, una competencia entre las opiniones de la gente y me parece que también hubo toda una influencia de parte del periodismo también sobre la gente para dividirnos más”.
b) 2. FO, empleado gastronómico. “Mucha tele, creo. Miro a veces, pero me pasa que digo que las cosas serían tan lindas sin la tele [...] Tienden a separar tanto todo... Es una de las mayores razones de por qué existen las divisiones hoy en día”.
En los primeros tres casos los entrevistados ven una sociedad unida y hasta solidaria, aunque se reconocen fuerzas con una voluntad deliberada de generar confrontación. Estas fuerzas se ven mucho más marcadas en las respuestas subsiguientes, en las que se pueden entrever razonamientos de tipo más “sociológico”, como la influencia de los medios masivos de información, o las disputas de orden político.
Sin embargo, estos factores se asumen con cierta lejanía o exterioridad: las pugnas parecerían desatarse en la esfera de las instituciones estatales, o a través de partidos opositores entre sí, que afectan directamente a la población. Así, la influencia de “la política” o de “los medios” se lee bajo una lógica heterónoma (Elias, 2006), pues la gestación de los conflictos parecería establecerse en un escenario exógeno a la propia dinámica social. Es a partir de esos escenarios que las desuniones “bajan” al resto del entramado social y lo afectan.
Es una interpretación que no está exenta de una carga ideológica: señala Ansaldi (2017) que las ideas del consenso por fuera de todo conflicto tienen una raíz en el pensamiento conservador: todo orden tiende a naturalizarse desde ese esquema, y las manifestaciones conflictivas o disonantes son colocadas como factores “extraños” o “importados” artificiosamente.
Los otros dos grupos restantes son los siguientes: c) quienes también consideran que prima la desunión, pero debido a factores idiosincráticos; d) Finalmente, respuestas que ven en la desunión la consecuencia de las contradicciones económicas:
c) 1. ES, técnico en ascensores. “Creo que el argentino en sí es así ya, la esencia de pensar diferente que el otro, de pelear por sus ideas, ya somos así. Siempre fue así”.
c) 2. NA2, técnica en alimentos. “Estamos muy alterados, un grado de malestar constante todo el tiempo por todo, y eso nos hace —no sé por qué— llegar a esas situaciones en las conversaciones de querer tener razón más que nada. Opinar de cualquier cosa, tomar posición de cualquier cosa sin demasiado sentido. No sé si es una cuestión de ira contenida o de qué”.
c) 3. GA, administrativa en empresa de transportes. “La cuestión geográfica, la ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires en sí es como una isla totalmente independiente del resto de las provincias… Teniendo entornos tan variados y realidades tan variadas, hay como una separación que es, en mi opinión, insondable”.
d) 1. SO, operario metalúrgico. “Y en el sentido de que hay gente que la pasa bien económicamente y gente que la pasa mal. Todo lo que salió a anunciar el gobierno es para que los que se quieren llevar dólares del país se los lleven tranquilamente y para el otro lado es ajuste fiscal, aumentar tarifas. Entonces la división es también económica, no sólo política [...] No hay unión entre los que explotan y los que son explotados. No hay unión”.
d) 2. CA2, administrativa empresa productora audiovisuales. “Como desunión me parece que estamos desunidos socialmente, más que nada por lo económico, hay clara diferencias en lo económico, claramente hay una desunión ahí, hay desinterés por varias cosas, que es algo que sucede hace muchísimos años [...] desde que el capitalismo existe, y es necesaria una división de clases”.
Como podemos observar en los casos del grupo c), sobresale una lectura vinculada a una idiosincrasia que parece infranqueable (“ya somos así, siempre fue así”, en el caso c-1); o a estados de ánimo colectivos, propios de nuestra cultura (caso c-2). Se pueden leer en estas respuestas que plantean a la desunión como algo inevitable ciertos razonamientos con tintes teleológicos: la confrontación existió y existirá, es parte de una forma de ser arraigada, casi como una naturaleza propia. Incluso se introducen factores físicos (geográficos, como el caso c-3), que son los que generan diferencias irreconciliables.
Diferenciándose de estos grupos, encontramos las respuestas reunidas en el grupo d). Aunque minoritarias en relación con el total, estas explicaciones introducen el factor económico como la clave de toda desunión, junto a la existencia de clases sociales y de un sistema que, a partir de esas diferencias fundamentales, genera divisiones culturales, ideológicas o de conducta. Es decir, se coloca como principal factor a las desigualdades para entender la desunión. Veremos a continuación más en profundidad qué tipo de representaciones emergen a partir de esta problemática.
A la hora de conocer el origen temporal de estas desuniones, los entrevistados y entrevistadas se diferenciaron en dos grupos casi equidistantes: quienes, por un lado, vieron que las divisiones sociales tienen un comienzo alejado en el tiempo, como parte de la dinámica concreta de pugnas políticas y económicas en la historia del país, y, por otro lado, quienes colocaron en los últimos años del periodo kirchnerista —y más precisamente durante el gobierno de Cristina Fernández— el momento en que se inician las mayores divisiones. Quizás en estos últimos casos estemos ante la influencia de las biografías personales (remitir el conocimiento a la experiencia propia), aunque indudablemente se deba tener en cuenta el andamiaje ideológico-mediático-político desplegado en los últimos años, que refiere a ese periodo como el comienzo de las mayores divergencias entre los argentinos.[13]
Como primera observación acerca de este tópico podemos señalar que hay una heterogénea manera de interpretar las divisiones o desuniones en el país. Aunque la grieta haya tomado relevancia mediática en años recientes, quedan fuera divisiones de tipo étnico, religioso o idiomático, tal como podría suceder en otros entramados sociales. Incluso, una parte de nuestros entrevistados reconoce formar parte de una sociedad solidaria, o en dirección a una mayor unión. Por lo cual se podría suponer que la divulgación política y mediática sobre las divisiones no estaría tan marcada en los asalariados entrevistados. Al mismo tiempo, también es notable —por el lugar que justamente ocupan los entrevistados y las entrevistadas— que las diferencias económicas o de clase social tampoco hayan sido muy marcadas.
Continuamos indagando en aquellas respuestas que reconocieron divisiones o desunión social. Ante la pregunta: “¿Cuáles son los sectores que se pueden identificar como desunidos?”, nos encontramos básicamente con dos grupos de respuestas. Ambos grupos son: a) por un lado, quienes consideran que las divisiones se generan a partir de las formas de tomar conciencia o interpretar la realidad, y b) quienes colocan a los factores económicos y políticos como determinantes. Veamos algunos ejemplos:
a) 1. PA, administrativa en empresa de comercio exterior. “Yo estoy muy atravesada por el feminismo, entonces yo con los y las machistas, me corro. Pero hablando a nivel política y economía, creo que estamos los que somos conscientes de lo que pasa, los que realmente queremos que todo el mundo acceda a todos los bienes y siga obteniendo más derechos, y la gente que no le importa”.
a) 2. FO, empleado gastronómico. “Hay varios sectores, al menos en estos últimos años, entre el pro, lo que es la continuación del kirchnerismo, la izquierda. No sé si me viene otros a la cabeza”.
a) 3. IA, empleada administrativa en empresa gastronómica. “Yo creo que es capital y resto del país, como unitarios y federales. Porque salís de acá, vas a barrios más pobres de Capital, alguna villa, y es otra realidad completamente distinta [...] El porteño de capital, y el resto del país”.
Según estas apreciaciones, las causas de las divisiones sociales están marcadas por lo ideológico o superestructural: “la toma de conciencia de la realidad”, la adscripción político partidaria, e incluso afectada por la variación entre ámbitos urbanos o suburbanos.
Ahora bien, ¿es posible hallar vínculos entre las nociones de desunión y desigualdad? Es lo que sucede con el siguiente grupo de respuestas, que colocará en las causas de las divisiones sociales a la diferencia de clases:
b) 1. ES, técnico en empresa de ascensores. “En las clases, clase baja, clase alta, según la clase social. Según la clase social tiene claramente forma de ver la cosa, o como que no, hay gente que no, no meto a todos en la misma bolsa, pero, en general, creo que es así. Hay gente de clase baja, encontrás gente de todas las clases sociales, ves que cada uno tiene su forma de pensar diferente […] Tienen diferentes opiniones”.
b) 2. SO, operario metalúrgico. “En algún sentido la distinción entre el capitalista y el asalariado. Capitalista entendido como algo general, y el trabajador también. Ahí está la primera gran distinción y lo que ordena el resto”.
b) 3. GO, empleado de control de calidad. “La Argentina históricamente está definida por un sector oligárquico dueño del poder de la tierra, y un sector proletario”.
Si bien no podemos concluir que este último grupo plantea una relación de causalidad entre divisiones sociales y diferencias de clase, sí notamos que se presentó con más fuerza esta cuestión (en comparación con la pregunta anterior), al indagar sobre qué sectores está diferenciada nuestra sociedad.
Se trata de una serie de reflexiones relevantes teniendo en cuenta que la reproducción de la vida social se establece en una organización que genera desigualdades inusitadas no como una eventualidad, sino como algo inmanente de su reproducción, tanto a nivel global como local.[14]
Teniendo en cuenta esta serie de razonamientos, exploraremos a partir de aquí qué tipo de representaciones surgen en torno a las ideas de igualdad/desigualdad social.
Si la difusión sobre la desunión de los argentinos ha sido muy subrayada, el problema de las desigualdades no adquiere una repercusión similar; más aún si lo comparamos con otros temas de alta circulación en la agenda mediática como la inseguridad o la corrupción. Es cierto que “la pobreza” se presenta como “un mal” a erradicar —de hecho, también ha sido otro de los puntales de la campaña presidencial de Mauricio Macri—, pero la enorme brecha entre ricos y pobres no parece ser una inquietud resonante, y en todo caso la pobreza es vinculada no a un orden social reinante que la produce, sino más bien a ineficacias administrativas y prácticas dadivosas de parte de la dirigencia política, o a la falta de un esfuerzo individual por superarse.
En torno a estas ideas, el historiador francés Pierre Rosanvallon (2012: 24) señala que asistimos a una crisis de la idea de igualdad, pues ni siquiera “tiene alcance universal, representando un valor que cualquiera podría reivindicar, al igual que la libertad. A menudo ya no es remitida sino a la idea reductora de una lucha contra la pobreza manifiesta”.[15]
Y cuando el problema no se elude, se lo trata como parte de una “naturaleza” social, tal el caso de los planteos neoliberales que
rechazan la concepción de la igualdad entre los seres humanos, en tanto los considera naturalmente desiguales, excepto en el plano de la ley y en el del mercado (los hombres y las mujeres son igualmente libres para la adquisición o disfrute de sus propiedades) (Ansaldi, 2017: 32).
Salvo en las fuerzas políticas de izquierda, es prácticamente inexistente el cuestionamiento a la reducción de las desigualdades, o a la dinámica de la riqueza, su concentración en pocas manos. Incluso la acumulación de riqueza cuenta con cierto “aval” a través de medios de información especializados que difunden y trivializan la vida, costumbres y conductas de quienes más riqueza poseen.
Más aún, como parte de esa mirada fetichizada, se suele creer que “los ricos no roban porque son ricos”, y que por eso serían naturalmente eficaces en la administración del Estado. El argumento forma parte de una “ideología” que establece que todo lo privado es en esencia más eficiente, moderno y mejor que la administración estatal, algo sostenido y reconocido incluso por el primer gabinete del gobierno de Macri.
Veamos cuáles son las interpretaciones de los entrevistados ante la pregunta: “¿Cree que en la Argentina de hoy somos todos iguales?; ¿qué diferencias ve usted?” Las reflexiones arrojadas podrían agruparse en: a) la sociedad argentina es centralmente igualitaria en diversos aspectos, o está en camino de igualarse; b) prima una desigualdad en aspectos individuales, culturales y geográficos; y c) existe una desigualdad centralmente establecida por las contradicciones económicas:
a) 1. JN, operario en fábrica de mamparas. “Algo parecido tenemos. El fútbol, el sentimiento hacia algo, creo que en eso somos parecidos, el amor hacia algo lo demostramos, creo que somos únicos en demostrar eso. Muy apasionados. Como la pasión nos une, creo que somos, seas de cualquier clase, la pasión… el argentino es apasionado en lo que haga”.
a) 2. JO, administrativo en empresa de seguros. “Hay una tendencia a que las personas se van informando sobre sus derechos, por lo tanto, hay una tendencia a ser más iguales. Y si vamos a hablar de igualdad, todos deberían saber de los derechos que tienen. O, simplemente, yo digo todos son iguales, aunque no sepan las leyes”
b) 1. IA, administrativa en empresa gastronómica. “No. Creo que en el mundo no hay nadie igual. Primero socialmente no somos iguales, cada uno vive su propia realidad. Personalmente nadie es igual al otro. Creo que, desde la propia realidad de cada uno, nadie es igual a otro [...] Todos somos personas, pero la realidad de cada uno es distinta”.
b) 2. GA, administrativa en empresa de transportes. “No… claro que no. Somos desiguales culturalmente, sociopolíticamente, en términos geográficos. Y yo no digo que esté bien que yo goce de ciertos privilegios o que haya personas que sufran esta misma desigualdad. Hay desigualdad en términos de ciudadanía… claro que sí”.
b) 3. PA, administrativa en empresa de comercio exterior. “Nos diferencian la clase social a la que pertenecemos y el género. Si sos gay o trans, la justicia no va a ser igual, si sos mujer tampoco. El capitalismo y el patriarcado ejercen una presión sobre varones y mujeres”.
Como mencionamos, se interpreta una igualdad en algunos aspectos culturales o de prácticas y ritos que aglutinan eventualmente, en la que sobresalen rasgos de “pasión” o “solidaridad”.
Comienza a hablarse de desigualdades en los fragmentos subsiguientes, aunque las razones para esas desigualdades serían factores geográficos —lo que condicionaría las prácticas culturales—, de género[16] —también el caso b3 introduce el factor de clase— y desigualdades que dependen de “las realidades que vive cada cual”, es decir, condicionada por la percepción individual.
Algo muy distinto sucede con el último grupo de respuestas, que incorporan el factor económico como causal fundamental al tratarse de desigualdades:
c) 1. ES, técnico en ascensores. “La igualdad acá ante la ley sí, pero […] económicamente, no. Socialmente, como podés ver a alguien que baja de un auto importado, como podés ver a alguien durmiendo en la calle. En ese sentido no hay igualdad. No sé, creo que… de género, ahora está un poco más igualado”.
c) 2. NA, administrativa en estudio contable. “Yo creo que hay división de clases. Los que pueden acceder a algo más alto, la clase trabajadora y la clase pobre [...] La educación es una de las cosas donde más se ven”.
c) 3. SO, operario metalúrgico. “No, claramente, no somos iguales, hay gente que se lleva un montón y gente que cada vez le cae menos”.
c) 4. RN, empleado de aseguradora. “Y, para mí viene vinculado a una mala distribución de la riqueza”.
c) 6. FO, empleado gastronómico. “Mi casa está frente a un country, y está dos metros más alto y cuando llueve larga toda el agua para fuera y el barrio todo inundado. En esas condiciones no, no somos todos iguales y nos diferenciamos un montón. El poder económico hoy te marca un montón la diferencia”.
En este último y mayoritario grupo, todas las interpretaciones pusieron el eje directamente en la estratificación a raíz de la inequitativa distribución de la riqueza.[17] Es por esta razón que quisimos indagar más en profundidad el modo en que se interpretaban estas diferencias en el aspecto económico, poniendo el eje en la existencia de la pobreza y la riqueza, sus razones y causas. Al indagar concretamente: “¿A qué se debe, según su forma de ver, que existan en nuestro país gente rica y gente pobre?”, pudimos observar un rango variable de reflexiones. Diferenciamos tres grupos de respuestas: a) interpretaciones que ven en la propia dinámica del capitalismo la reproducción de las diferencias sociales:
a) 1. SO, operario metalúrgico. “Al grado y estructura que tiene el capitalismo. A eso se debe”.
a) 2. GA, administrativa en empresa de transportes. “Supongo que el sistema capitalista no podría funcionar si no hay alguien rico, que es rico porque hay otro que es pobre. Es como la concepción del sistema económico en el que estamos inmersos. Y
a) 3. GO, empleado de control de calidad. “Yo no puedo tener poder y ser rico si no puedo tener a alguien que trabaje para mí y hacer lo que yo digo que haga. Para eso yo tengo que tener el poder de un lado. Yo tengo el poder si vos te estás cagando de hambre y vos ves en mi la única salida para poder subsistir”.
Vemos en estos fragmentos que “el capitalismo” y las contradicciones económicas que engendra se perciben como la causa fundamental de la generación tanto de pobreza como de riqueza. Desde ya, la amplitud de la respuesta es enorme, pero al mismo tiempo podemos observar que hay referencias a la subordinación del capital sobre el trabajo; es decir, a las relaciones de fuerza que se establecen en un sistema basado en la desigualdad económica como algo inherente a su reproducción.
Notamos otros grupos de respuestas en las que se acentúan las ambigüedades y los conocimientos considerados del sentido común. Diferenciamos así: b) quienes ven en la falta de educación y “oportunidades” el principal factor de desigualdad:
b) 1. ES, técnico en ascensores. “Como decían mis padres, creo que la base de tu bienestar social, económicamente, es el estudio. Más estudiás, creo que es mejor”.
b) 2. CA, enfermera en clínica privada. “Falta mucho estudio para los chicos, sobre todo el que viene del interior, porque yo vengo del interior también […] estudiar, estudiar, eso es lo más importante para ser iguales”.
b) 3. FO, empleado gastronómico. “Vos me preguntas a qué se debe, y creo que desconocimiento, creo yo, ignorancia de un montón de cosas, de leyes, de derechos de las personas”.
b) 4. NA2, técnica en alimentos. “Desgraciadamente creo que tiene que ver con esa distribución de recursos no sólo económicos, sino educación, información, en relación a las oportunidades”.
Se trata quizás de una de las maneras más extendidas de entender las causas de la desigualdad social y de cómo podría resolverse: capacitarse y educarse. Como política pública, el fomento de la educación de calidad coloca al Estado en un rol fundamental, pero al mismo tiempo se trata de una lectura que no descarta una estructura meritocrática, pues las desigualdades amainarían según la buena utilización individual de las herramientas educativas (las mejores posibilidades de captación de “oportunidades”); es decir, la educación como factor de igualación y progreso personal.
engamos en cuenta que las administraciones liberales, y en particular en el actual gobierno argentino, existe la promoción de una cosmovisión que plantea al individuo como centro de responsabilidad de su destino. Como ideas hermanadas a las estrategias de marketing empresarial (Montero, 2018), en la gestión de Macri se han resaltado ideas vinculadas a “‘valores de la meritocracia y esfuerzo’, ‘performance’ o ‘mérito profesional’, modelo que vincula la dirección de procesos macroeconómicos con la gestión del sector empresario” (Szlechter et al., 2018: 8). “Los talentos naturales” sumados a la idea de una “buena educación” suelen resolver en el imaginario del sentido común las falencias propias que genera el sistema, tanto para justificar los lugares de privilegio o las posiciones más desfavorecidas.
Finalmente, un grupo de respuestas que también conforman parte de un conocimiento muy difundido: c) las diferencias entre ricos y pobres han existido siempre.
c) 1. MA, médica en clínica privada. “No se me ocurre… Es algo instaurado a nivel de la humanidad, siempre hubo personas ricas y personas pobres. Cómo fue el origen de todo eso, no sé, me parece que debe estar un poco la ambición de esa persona que tiene mucho y que quiere cada vez más y no piensa en el otro, que tiene cada vez menos, que a lo mejor a él no le costaría nada darle un poco, repartir y que todos seamos un poquitito más iguales”.
c) 2. NA, administrativa en estudio contable. “Sí, siempre existieron distintas clases. ¿Cuál es la razón? No sé… Creo que depende de varias cosas, a veces es dónde te tocó nacer, en un punto, después uno se puede ir superando y poder ir cambiando en esos aspectos”.
c) 3. CA2, administrativa empresa productora audiovisuales. “No sé, supongo que todo esto se fue formando hace muchísimo tiempo. Hay gente que supo manejarse o manejar situaciones de las que sacó un beneficio y llegó a estar donde está. No sé a qué se debe que haya gente rica...”.
c) 4. JN, operario empresa mamparas. “¿A qué se debe? Los que siempre tuvieron siempre la tienen. La manejaron ellos, siempre la tuvieron. La manejan siempre los mismos, los que tienen plata no la van a dejar de tener”.
c) 5. RN, administrativo en empresa de seguros. “Siempre vas a necesitar personas que estén dispuestas a trabajar de lo que vos no querés hacer. Y el rico viene obviamente por una sucesión de la riqueza que va pasando de generación en generación”.
En estas respuestas vuelve a hacerse presente la idea de “la constancia” del fenómeno, fundamentalmente en los casos c1, c2 y c4. Es decir, un carácter ahistórico de la distribución desigual del poder económico, derivada de las ambiciones personales o del azar (casos c1 y c2 respectivamente).
También se pueden observar razonamientos que explican la distribución desigual de riqueza a raíz de los beneficios obtenidos de la “funcionalidad” de las relaciones (casos c3 y c5). Es decir, causas que parecen provenir de una racionalidad dirigida a la obtención de réditos económicos a partir de la posición ventajosa en el mercado (“siempre vas a necesitar personas que estén dispuestas a trabajar”). De modo tal que sería la racionalidad individual y la disposición casi natural de las diferencias sociales lo que marca la posibilidad del cúmulo de riqueza.
Desde ya, este tipo de interpretaciones forman parte de un conocimiento que debe ser considerado en el marco de una construcción ideológica imperante o, tomando a Bourdieu (2003), de una doxa. Es decir, esquemas de pensamiento y prácticas dominantes que no se cuestionan y se presentan como “naturales”.[18] Nada tienen de ilógicos estos razonamientos en una sociedad en la que la igualdad y la libertad se presentan como conceptos universales —Žižek (2003) dirá universales ideológicos—. Por lo que es razonable que las diferencias sociales se establezcan a partir de un eje individual: la captación racional de oportunidades disponibles según la capacidad de conseguirlas. En ese esquema, tampoco extraña que cualquier interacción conflictiva de subordinación y dominación quede al margen.[19]
En esta línea, y siguiendo a Žižek, el problema ideológico no radica en una “falsa conciencia” o representación ilusoria de la realidad, sino en la efectiva reproducción de entender que existen, por ejemplo, “oportunidades” y “libertades”. En tal sentido, se trata de un sistema de prácticas, de experiencias presentes y pasadas que conforman, retomando a Bourdieu (2003), un habitus que funciona como principal ordenador de las representaciones. En esta línea, es lógico que la educación aparezca, por ejemplo, como herramienta fundamental para resolver o contrarrestar una distribución inequitativa.
En el presente artículo se buscó explorar ciertas representaciones en una pequeña muestra de asalariados que, como señalamos al comienzo del trabajo, implica un estudio anclado en una coyuntura que sin embargo permite rastrear conceptos de largo aliento y alta circulación. Consideramos que, en consonancia con los objetivos propuestos, logramos una saturación de categorías y conceptos que nos permitió establecer observaciones. Las presentamos del siguiente modo:
a) Con respecto a la desunión y división social, observamos que una parte minoritaria de asalariados consideraron que las mismas existen en estrecha mancomunión a las formas de desigualdad económica imperantes. En contraste, muchos de ellos consideraron que prima cierta unidad en nuestra sociedad, o que la desunión se debe a factores diversos como la idiosincrasia o forma de ser de nuestro pueblo, así como los hábitos desarrollados en diversas locaciones geográficas.
Al mismo tiempo, cuando propusimos caracterizar o definir a esos sectores que se encuentran divididos, se apeló en buena parte de los casos —nuevamente— a las diferencias económicas, ubicando a las clases sociales como exponentes concretos de esas diferencias. Hallamos en estos casos cierta toma de conciencia, o un grado de registro sobre los intereses económicos en pugna que se traducen en relaciones de subordinación y dominación.
Salvando estas observaciones, en las interpretaciones sobre la unión o desunión también prevalece una visión egocéntrica que coloca a las diferencias sociales como resultado de agentes alejados o disociados de la vida cotidiana. Si bien las razones esgrimidas forman parte indiscutible del entramado social, se menciona a “los políticos” o “la política” como figuras distantes y cosificadas. Algo similar sucede con respecto a las temporalidades de las divisiones, ya que se consideran bastante recientes, pese a la permanente presencia del conflicto en la historia del país. Así, el concepto de grieta se presenta como la expresión de “la desunión entre los argentinos”, eufemismo de alta difusión que termina siendo reduccionista: instalado en el imaginario social tras una ardua labor mediática y política, el término se presenta como la síntesis de un síntoma que es posible visualizar, aunque las causas y razones se expliquen por momentos de manera cosificada o ambigua.
b) Con respecto a las preguntas que indagaron sobre las nociones de igualdad/desigualdad social, una gran parte de los entrevistados y entrevistadas tendieron a considerar esas diferencias como parte de una naturaleza humana; es decir, cierta naturalización de las relaciones sociales. Si bien se toma registro de la inexistencia de una distribución equitativa de la riqueza, las expresiones concretas de esas diferencias derivarían en interpretaciones tautológicas o pensamientos teleológicos: “siempre fue así”, o “existe porque eso beneficia a alguien”.
Es allí donde la educación es entendida a priori como vector hacia una mayor equidad entre los individuos. Se reconoce la falta de mejores políticas públicas como derecho básico en esa dirección hacia una mayor equidad, aunque también está presente la idea del esfuerzo individual en un juego de competencias y beneficios. Y en ese esquema, el registro sobre las pugnas entre diversos intereses de clase —que afectan directamente a la gestión estatal en la planificación de aquellas políticas públicas faltantes—, quedan al margen para la mayoría de los entrevistados y entrevistadas.
En definitiva, y retomando nuestra pregunta sobre la permanencia y eficacia del andamiaje ideológico que difundió la alianza político-mediática que encabezó el entonces candidato Mauricio Macri, notamos que sus pilares se apoyan en una serie de representaciones que indudablemente tiene aristas culturales de larga data, de las que hemos dado cuenta en esta investigación. Incluso en trabajadores que no necesariamente han apoyado o apoyan las medidas de la actual alianza gobernante.
Ése quizás sea el nudo de la eficacia de aquellos discursos oficialistas que plantearon la existencia de un país recientemente dividido, al tiempo que prometían una mayor unión y menos conflictos. Discurso que, en el fondo, reproduce un paradigma de pensamiento en el que se deja de lado la lectura crítica sobre las diferencias de clase, que tiende a “naturalizar” las desigualdades sociales, y a considerar que el consenso es también algo que se genera casi espontáneamente.
¿Qué tan profundas son estas representaciones en trabajadores “no ilustrados”, o en condiciones de trabajo menos calificadas? ¿Qué injerencia tiene la participación de los trabajadores en acciones de lucha, respecto al sistema de representaciones aquí revisado? Son preguntas indispensables para una investigación que seguramente arrojaría resultados diversos a los vistos aquí. Un supuesto que excede a este trabajo.