Ensayo fotográfico
“Nos gusta atender al peregrino, debemos darle un buen lugar para descansar y comer”
“El Señor de la Buena Muerte nos eligió como su hogar”
El santuario del Señor de la Buena Muerte
Texocuixpan, también conocido como el “Lugar del Árbol de Tejocote”, es un enclave devocional ubicado en la Sierra Norte de Puebla.
En el ciclo ritual que inicia el 3 de mayo con las fiestas de su santo patrón, el Señor de la Buena Muerte, el espacio se transforma y sus habitantes se preparan, como lo han hecho durante años, para la llegada de peregrinos y comerciantes provenientes de distintas latitudes.
Ese mes no hay descanso ni espacio entre sus calles.
En junio todo termina y vuelve a su habitual tranquilidad.
Espacio peregrino
En el espacio peregrino están implícitos los momentos de fiesta, de catarsis, de transformación del espacio, de reafirmación de la fe; y cuando no hay presencia de peregrinaciones y comerciantes, quedan sus huellas como reminiscencias de lo que dejó su paso.
Cada vez que se hace una peregrinación los lugares cargados de memoria vuelven a ser habitados. Hay sitios donde dejan piedras con las que se limpian el cansancio, lugares donde beben agua o consumen alimentos, donde platican o se cura una dolencia, lugares que acumulan plástico y basura y otros más que son atravesados por ríos milenarios o por nuevas carreteras. Muchos peregrinos colocan cruces con el nombre de su familia, su lugar de origen y la fecha o los años que llevan peregrinando. Las clavan en árboles, las montan sobre montículos de tierra o las fijan con cemento sobre las rocas.
El espacio peregrino es efímero, se renueva cada vez que se recorre. Queda como una impronta del paso, de la manda, del pago, de la fe. Las motivaciones para hacer el recorrido son múltiples, algunas veces se peregrina para agradecer un favor obtenido y otras para solicitar un milagro. Algunas veces se busca un bienestar personal y otras una obra para la comunidad. Los peregrinos conocen la geografía y la naturaleza. Cuando una ruta se guarda en la memoria, son innecesarios los mapas y los dispositivos de geolocalización.
Al mismo tiempo, su andar genera una economía devocional con una serie de nodos conectados con el santuario del Señor de la Buena Muerte, como la Ermita de Guadalupe o el pueblo de Tateno (Ixtacamaxtilán, Puebla), donde se venden alimentos, bebidas; hay baños y estacionamientos. Son los lugares de paso que se reactivan económicamente cada año y son, de alguna manera, extensiones que articulan la región devocional del Señor de la Buena Muerte de Texocuixpan.
Cada paso es una huella, una marca que quedará en un territorio peregrino que cada año se transforma en espacio vivido.
Cuando no están en él, queda el recuerdo; no hay gente, solo las cruces y el viento que sopla fuerte de vez en vez o la neblina que las cobija... una memoria que se habita al volver.