Dosier
Recepción: 28 Julio 2022
Aprobación: 05 Abril 2023
DOI: https://doi.org/10.5354/0718-8358.2023.67702
Resumen: Los estudios sobre el extractivismo han centrado su atención en espacios rurales, analizando los sitios específicos donde tiene lugar la extracción de bienes primarios y estableciendo una asociación exclusiva entre actividades extractivas y ruralidad. Asimismo, en las formulaciones en torno al extractivismo urbano, las ciudades emergen sin demás articulaciones con el extractivismo rural, al tiempo que se trataría, en rigor, de un extractivismo inmobiliario. Ante este estado de la cuestión, el artículo constituye una contribución teórica con la cual abordamos críticamente el concepto de extractivismo, indagando las lógicas bajo las cuales enlaza acumulación y territorio en las ciudades latinoamericanas. Para ello, construimos una perspectiva que busca ir más allá de la dicotomía rural-urbana que responde a la lógica binaria que marca a la ciencia moderna/colonial y que, simultáneamente, procura ir más allá de la centralidad del mercado inmobiliario en la explicación de estos procesos de urbanización donde extractivismo, capitalismo y colonialidad resultan indisociables. Como resultado, el extractivismo emerge como ordenamiento territorial hegemónico del capital donde el binomio campo-ciudad se diluye en un territorio-red verticalmente integrado a cadenas productivas de escala mundial e interviene en la producción social de las ciudades haciendo a la colonialidad de su territorio.
Palabras clave: Ordenamiento territorial, procesos extractivos, producción del espacio urbano, relación urbano-rural, territorio-red.
Abstract: Studies on extractivism have focused their attention on rural spaces, analyzing the specific sites where the extraction of primary goods takes place and establishing an exclusive association between extractive activities and rurality. Likewise, in the formulations around urban extractivism, cities emerge without other articulations with rural extractivism, while it would be, strictly speaking, a real estate extractivism. Faced with this state of the matter, the article constitutes a theoretical contribution in which we carry out a critical approach to the concept of extractivism, investigating the logics under which accumulation and territory are linked in Latin American cities. To do this, we build a perspective that seeks to go beyond the rural-urban dichotomy that responds to the binary logic that marks modern/colonial science and, simultaneously, seeks to go beyond the centrality of the real estate market in the explanation of these urbanization processes where extractivism, capitalism and coloniality are inseparable. As a result, extractivism emerges as the hegemonic territorial ordering of capital where the rural-city binomial is diluted in a territory-network vertically integrated into production chains on a global scale and intervenes in the social production of cities, making the coloniality of its territory.
Keywords: Extractive processes, production of urban space, territorial ordering, territory-network, urban-rural relation.
Introducción
El (neo) extractivismo ha signado los debates sobre la realidad latinoamericana durante los últimos tiempos, dando lugar a una profusa literatura académica. Hasta el momento, la mayor parte de los estudios centran su atención en espacios rurales, territorios indígenas y zonas campesinas, anclando su análisis en los sitios específicos donde tienen lugar la extracción de bienes primarios, en especial, minerales, hidrocarburos y productos agrarios. Sin embargo, resulta problemática esta perspectiva política inmediata que considera al sector primario de manera individual, establece una asociación exclusiva entre extractivismo y ruralidad y desconoce a los territorios urbanos. Más recientemente, el concepto de extractivismo urbano constituye un avance en el camino de realizar una ampliación de la categoría. No obstante, en los trabajos asentados sobre dicho concepto, las ciudades emergen como un compartimento estanco sin demás articulaciones con el extractivismo rural, al tiempo que se trataría, en rigor, de un extractivismo inmobiliario. De este modo, dicho enfoque resulta tributario de las corrientes dominantes de los estudios urbanos, donde existe una fuerte gravitación a ubicar al mercado inmobiliario y a la renta de suelo como los elementos excluyentes que explican la producción y estructuración de la ciudad.
Ante este estado de la cuestión, el presente trabajo constituye una contribución teórica en la cual perseguimos trazar un abordaje crítico del concepto de extractivismo, indagando las lógicas bajo las cuales enlaza acumulación y territorio en las ciudades latinoamericanas. Para ello, planteamos una perspectiva que entiende al extractivismo como un proceso que instituye lógicas de territorialización que enlazan diferentes espacios. Desde ahí, elaboramos dos interrogantes. En primer lugar: ¿cuál es la articulación entre `el campo y la ciudad´ que se produce bajo estos procesos de acumulación de capital?; y en segundo lugar: ¿de qué modo intervienen el extractivismo en la producción y transformación de los territorios urbanos? En tanto, para responder la primera pregunta, resulta necesario ir más allá de la dicotomía rural-urbano que responde a la lógica binaria que marca a la ciencia moderna/colonial y que se erige como un obstáculo epistemológico para abordar la territorialización de los procesos extractivos, en especial en las ciudades, para contestar el segundo interrogante, se vuelve preciso ir más allá de la centralidad del mercado inmobiliario en la explicación de estos procesos de urbanización donde extractivismo, capitalismo y colonialidad resultan indisociables.
Nuestra hipótesis plantea que el extractivismo emerge como el ordenamiento territorial hegemónico del capital donde el binomio campo-ciudad se diluye en un territorio-red verticalmente integrado a cadenas de producción de escala mundial, e interviene en la producción social de las ciudades latinoamericanas haciendo a la persistente colonialidad de los territorios urbanos. En términos de trabajar sobre dicha hipótesis, adoptamos un enfoque teórico donde confluyen diversas epistemologías críticas: las teorías sobre la urbanización capitalista (Pradilla Cobos, 2014; Topalov, 1979); la ecología política latinoamericana en diálogo con los enfoques eco-socialistas (Alimonda, 2011; Altvater, 2006; Löwy, 2011; Machado Aráoz, 2015; O’Connor, 2001); las geografías latinoamericanas (Betancourt Santiago, 2021; Fernandes, 2005; Haesbaert, 2014; Porto-Gonçalves, 2009; Santos, 2000); y la perspectiva de la decolonialidad (Castro-Gómez y Grosfoguel, 2007; Farrés Delgado, 2019). En la primera sección, considerando el problema de estudio, analizamos la bibliografía sobre el extractivismo en América Latina producida durante la última década, dando cuenta de los enfoques predominantes. Y en la segunda sección, construimos el marco interpretativo desde el cual articulamos los procesos extractivos y los territorios urbanos, problematizando los nudos críticos del concepto y su utilización en los estudios urbanos latinoamericanos.
Problemática y estado del arte
Extractivismo y dicotomía rural-urbano
El extractivismo resulta una categoría potente que signa los debates sobre la realidad latinoamericana suscitados al calor de la cartografía de conflictos socioambientales emergida junto a la intensificación de las actividades extractivas desde la década de los noventa. Aunque constituye una noción empleada “tradicionalmente en el campo de la geología, así como también de vieja historia, pero peso reciente en el lenguaje económico, la utilización corriente de la referencia al extractivismo en el pensamiento social y el debate político regional es relativamente nueva” (Seoane, 2013, p. 24).
Alrededor de dicho concepto se articula una voluminosa bibliografía que aborda las disputas por los territorios producidas ante el avance de la extracción de bienes primarios. Si bien la megaminería ha resultado ser el caso más paradigmático y que mayor cantidad de análisis ha recibido (Alimonda, 2011; Arboleda, 2018; Machado Aráoz, 2017), también existen importantes estudios acerca del modelo de agronegocios (Toledo López, 2020), las actividades hidrocarburíferas (Álvaro y Riffo, 2019), y otras cuestiones como el extractivismo forestal (Vejar, 2019) y pesquero (Gómez Lende, 2018).
Una categoría que ha alcanzado centralidad en los estudios sobre el (neo)extractivismo en América Latina es la de acumulación por desposesión, la cual es tomada de Harvey (2004). Dicho autor plantea que el trabajo de Marx partiría de una hipótesis que relega la acumulación originaria a una etapa ya superada y que, con posterioridad, la acumulación habría tenido lugar bajo la reproducción ampliada. No obstante, en tanto los procesos depredadores de la acumulación originaria presentan un carácter poderosamente persistente, constituyéndose como contradicción principal en la organización imperialista del capital a partir del año 1973, Harvey (2004) acuña dicha categoría.
Asimismo, el neoextractivismo ha sido asociado al fenómeno de la re-primarización de la matriz productiva de la economía latinoamericana (Slipak, 2015), siendo explicado por medio de la articulación de dos escalas de análisis. En primer lugar, se plantea a escala mundial que, durante la primera década del nuevo milenio, el aumento de la extracción y exportación de materias primas ha profundizado la inserción periférica y dependiente de América Latina dentro de la división internacional del trabajo. Bajo esta dinámica, asistimos a una nueva intensificación del ordenamiento territorial extractivista que discrimina entre los países primario-exportadores del Sur y los países de industrialización-consumo del Norte.
En segundo término, en la escala regional, se plantea que dicha re-primarización de la economía reconfigura negativamente los territorios, multiplicando los enclaves extractivos donde se concentran los impactos sociales y ambientales altamente perniciosos. Ahora bien, en tanto los enclaves señalados se hallan en territorios indígenas, zonas campesinas y áreas rurales, se tiende a demostrar que el ordenamiento territorial que traza el extractivismo a escala mundial se reproduce, asimismo, en la escala regional, viéndose así reactualizada la dicotomía rural-urbana. El ensanchamiento de la división entre campo y ciudad que se produciría bajo el extractivismo resultante es explicado de este modo:
La lejanía respecto de las grandes ciudades, ha contribuido a reforzar las fronteras entre campo y ciudad […] en la medida en que estos megaproyectos (mineras, agronegocios, represas, entre otros) solo afectan de manera indirecta a las ciudades. Como corolario, esto se ve reforzado por los procesos de fragmentación territorial que han implicado la implementación de proyectos extractivistas y la consolidación de enclaves de exportación (Svampa, 2012, p. 203).
Más allá de la pertinencia de lo planteado en lo que hace a ciertos procesos sociopolíticos, luego del recorrido realizado la territorialización extractivista queda esbozada de modo fragmentado bajo el siguiente par: campo -enclave de extracción- y ciudad -espacio de consumo-. De modo que, bajo este ordenamiento territorial, las zonas de sacrificio se encontrarían limitadas a los espacios rurales.
Sin embargo, observamos que existen procesos territoriales que, aunque necesitan ser ponderados según los períodos y las regiones particulares, desestabilizan dicha concatenación dicotómica. Además, entendemos que resulta problemática la perspectiva política inmediata del (neo)extractivismo, en tanto, como sostienen Gago y Mezzadra (2015, p. 41), “tiende a dejar de lado las complejas economías políticas de los territorios periféricos suburbanos, enfocándose en los sitios específicos de las actividades extractivas, de modo tal que termina por desconectar ambos espacios y ambas economías”. Ante ello, se impone la necesidad de indagar las implicaciones del extractivismo más allá de los límites del sector primario individualmente considerado (Arboleda, 2018) y de su territorialidad rural, desde un marco de interpretación que apunte a la superación de la dicotomía rural-urbano en el entendimiento de las dinámicas socioespaciales.
Extractivismo urbano y mercado inmobiliario
El concepto de extractivismo urbano constituye un avance en el camino de realizar una ampliación de la categoría de extractivismo, incluyendo a los territorios urbanos. Viale (2013) fue quien acuñó la noción a través de una reflexión que tuvo como acontecimiento disparador las trágicas inundaciones que afectaron a las ciudades de Buenos Aires y La Plata, planteando:
El ‘extractivismo’ ha llegado a las grandes ciudades. Pero no son los terratenientes sojeros ni las megamineras, sino la especulación inmobiliaria la que aquí expulsa y provoca desplazamientos de población, aglutina riqueza y territorio, se apropia de lo público, provoca daños ambientales generalizados y desafía a la naturaleza en el marco de una marcada degradación institucional y social (Viale, 2013).
Más adelante, Svampa y Viale ahondaron en el análisis de la problemática en el libro Maldesarrollo. la Argentina del extractivismo y el despojo (2014). Aquí, el extractivismo urbano es analizado, junto a los agronegocios, la megaminería y el cracking, como modelo de maldesarrollo articulado por una matriz extractiva que sustenta una dinámica de acumulación por desposesión. En la obra, las formas urbanas del extractivismo son estudiadas por medio de tres tipos de fenómenos: 1) la especulación inmobiliaria que mercantiliza las condiciones de acceso a la vivienda y a los espacios públicos configurando una ciudad excluyente; 2) la expansión de mega-emprendimientos residenciales en manos de grandes desarrolladores inmobiliarios, que vulnera ecosistemas estratégicos y acentúa las desigualdades urbanas; y 3) el cercamiento de las costas de lagos y ríos, que privatiza el acceso a estos bienes comunes.
La segunda obra de importancia que aborda la cuestión se titula Extractivismo urbano. Debates para una construcción colectiva de las ciudades, la cual fue compilada por Vásquez Duplat (2017). Aunque en el libro los diferentes autores abordan la problemática por caminos diversos, en términos generales, la noción es presentada siguiendo lo planteado por Svampa y Viale (2014). En concreto, a lo largo de los diversos capítulos, se abordan numerosas problemáticas, las cuales son analizadas de modo articulado a las lógicas del mercado inmobiliario, entre ellas: privatización de espacios públicos, segregación social, gentrificación, mercantilización de la vivienda, déficit habitacional, crecimiento de villas y asentamientos, expansión de urbanizaciones cerradas, degradación ambiental.
Con posterioridad a la publicación de sendos libros, se ha producido una significativa cantidad de trabajos académicos asentados sobre la categoría de extractivismo urbano (Iglesias y Marinelli, 2020; Leal et al., 2021; Wertheimer, 2021). El primer interrogante que elaboramos frente a dicha bibliografía residió en pensar qué aporta de nuevo dicho concepto a los estudios urbanos latinoamericanos Mientras que el énfasis realizado sobre la generación de renta urbana (incluso cuando adquiere una magnitud extraordinaria) no resultaría sorprendente en los estudios urbanos, el giro eco-territorial (García-Jerez, 2019), en cambio, que atraviesa a las producciones ha abonado de manera novedosa el campo de trabajo sobre los problemas y conflictos ambientales que tienen lugar en las ciudades, destacándose, en ese sentido, el análisis de la extracción de renta por medio de la transformación de la naturaleza y su invención (Hidalgo Dattwyler et al., 2019; Pintos, 2020; Vergara-Constela y Carroza Athens, 2021).
No obstante, como se plantea en la presentación de la compilación a cargo de Vásquez Duplat (2017), “el extractivismo urbano es una idea nueva y, por lo tanto, en construcción” (Centro de Estudios y Acción por la Igualdad y Fundación Rosa Luxemburgo, 2017, p. 10). De modo que, en ese sentido, quisiéramos abrir dos discusiones en vinculación a los modos en que ha sido trabajada la categoría. En primera instancia, observamos que los procesos de desposesión que tienen lugar en las ciudades son puestos en pie de igualdad con los que acontecen bajo el desarrollo de las actividades primarias, como la megaminería, los agronegocios y la extracción de hidrocarburos. Simplemente, se postula que el extractivismo urbano compartiría ciertas características de orden general con el extractivismo rural, pero no se formulan demás cuestionamientos acerca de las posibles articulaciones entre uno y otro. En este sentido, lo urbano emerge como un compartimento estanco al interior de la matriz extractiva, aportando a la sedimentación de los binarismos recurrentes en la teoría urbana (Segura, 2021), en este caso, entre campo y ciudad.
La segunda cuestión a considerar es que el concepto de extractivismo urbano se encuentra anclado en problemáticas articuladas en torno al mercado del suelo. Por esto se trataría, en rigor, de un extractivismo inmobiliario, así como lo han denominado algunos autores (Pintos, 2020); incluso, de modo más reciente, se lo ha vinculado a la financiarización de la vivienda y de la producción inmobiliaria del espacio urbano en América Latina (Hidalgo Dattwyler et al., 2019; Rolnik et al., 2021). Por ende, los diversos abordajes parten del mismo punto: que los procesos de desposesión en las ciudades se desencadenan con el suelo como elemento fundamental de disputa, teniendo el sector inmobiliario una importancia central en la producción capitalista del espacio urbano. Las cuestiones hasta aquí planteadas contienen interrogantes sobre las cuales comenzaremos a construir respuestas en el siguiente apartado.
Discusión
Extractivismo, capitalismo y colonialidad
Los debates sobre el extractivismo se encuentran atravesados por ciertas ambigüedades y vaguedades ante las cuales resulta necesario continuar ejerciendo un trabajo de crítica. En primer lugar, existe cierta tendencia a entender al extractivismo como un fenómeno autónomo, que contendría un potencial explicativo del capitalismo mismo. Esto mismo no dejaría de constatarse incluso en aquellos casos en donde el término es definido siguiendo a Harvey (2004) y su concepto de acumulación por desposesión, el cual, sin embargo, aparece como una categoría flotante, sin demasiadas articulaciones. Tal como plantean Betancourt Santiago y Porto-Gonçalves, según ciertos autores,
el extractivismo no sólo explica el despojo y devastación, sino que además explica la evolución del capitalismo. Nosotros, nos preguntamos, ¿no será al contrario, esto es, no será que es el capitalismo y su colonialidad desde siempre, las que explican el saqueo, la acumulación, concentración de riqueza, destrucción y devastación? (Betancourt Santiago y Porto-Gonçalves, 2018, p. 179).
De modo que el extractivismo no constituye una variable independiente, por el contrario, exhibe una articulación subordinada a los procesos de acumulación capitalista. Por lo cual, el tipo y la intensidad de las prácticas extractivas se ven definidas dialécticamente por cada modo de acumulación. La desustancialización del fenómeno implica una segunda cuestión. En lugar de definir al extractivismo como un ismo cerrado en tanto fenómeno sustantivo, es necesario que sea entendido como un proceso extractivo (Galafassi y Riffo, 2018) que, como tal, transcurre en el tiempo y, asimismo, se organiza a través del espacio. Machado Aráoz expresa que el extractivismo:
no se trata apenas de un fenómeno reciente, de las últimas décadas o incluso del siglo XIX, ni es un problema que solo afecte a las economías locales, donde se radican las `actividades extractivas´. El extractivismo es un patrón de organización colonial del mundo que hunde sus raíces en los orígenes mismos de la acumulación primitiva (Machado Aráoz, 2017, p. 43).
Las palabras de Machado Araóz resultan, de este modo, una invitación a la problematización de las escalas temporales y espaciales que definen a los procesos extractivos. Por un lado, comprender al extractivismo como proceso implica considerar que, del mismo modo que el proceso de acumulación experimenta transformaciones a lo largo del tiempo. Sin embargo, el modelo extractivista ha sido difundido como un fenómeno novedoso, que se circunscribiría a la historia más reciente de América Latina. Incluso cuando se reconocen sus orígenes en la conquista y colonización del continente, los estudios se hallan anclados en el período de los llamados gobiernos progresistas sudamericanos, restando un largo periodo intermedio que no ha resultado indagado en profundidad. Algunas de las denominaciones que dan cuenta de esta caracterización son “nuevo extractivismo progresista” (Gudynas, 2011) y “extractivismo neodesarrollista” (Svampa, 2012). Más allá de la pertinencia y eficacia política de dichas lecturas, no debería perderse de vista el movimiento de cambios y continuidades a través del cual los procesos extractivos, como así también las luchas que se han levantado frente a estos, surcan la larga duración de la historia de América Latina.
Por otro lado, dar cuenta del extractivismo como proceso incluye trazar la geografía a través de la cual se establece una división jerárquica de los territorios, instituyendo, a la vez, dinámicas de territorialización que enlazan diferentes espacios. En ese sentido, resulta de importancia atender a la división internacional del trabajo por medio de la cual se constituyen los procesos extractivos, pero además, al ordenamiento territorial hegemónico que organiza más allá de los sitios específicos donde se extraen los bienes primarios. Entre uno y otro extremo, el problema se organiza a través de escalas espaciales más complejas, que también requieren ser atendidas. En el presente trabajo, aunque no nos detenemos en el análisis de las temporalidades del extractivismo, sí perseguimos la problematización de sus espacialidades.
El recorrido esbozado hasta aquí nos acerca a explicitar lo que consideramos que constituye el aporte del extractivismo en tanto categoría de análisis y campo de estudios. En tanto los procesos extractivos son un componente fundamental del proceso histórico de acumulación, la relevancia de los mismos no radicaría en reflejar nuevos modos de proceder del capitalismo, sino en cimentar una perspectiva teórico-política que reúna elementos que sean novedosos a la hora de abordar los procesos de acumulación. ¿Y en qué consiste dicha perspectiva? En ese sentido, quisiéramos destacar tres cuestiones que se plasman de manera entrelazada y delimitan nuestra lectura del concepto de extractivismo.
En primer lugar, desde nuestro punto de vista, el vigor de la categoría reside en su capacidad para enlazar acumulación y territorio. En ese sentido podríamos decir que el giro eco-territorial, al tiempo que se destaca como un fenómeno actual que atraviesa a las luchas de los países latinoamericanos (Svampa, 2012), asimismo, da cuenta que la dimensión espacial de los fenómenos sociales ha cobrado creciente importancia en el debate de las ciencias sociales (Grigera y Álvarez, 2013). En segundo orden, este renovado interés por la cuestión territorial ha posibilitado la apertura sobre un conjunto de problemáticas donde lo que está en el centro de la escena es la explotación, ya no sólo del trabajo, sino también de los espacios de hábitat. Por lo cual, por medio del estudio de los procesos extractivos, resulta posible articular la acumulación a la producción social del territorio y, de esta manera, atender a las contradicciones que el capitalismo establece juntamente con la fuerza de trabajo, la naturaleza y las ciudades, el ambiente natural y el ambiente construido (O’Connor, 2001). Y, en tercer lugar, así como el extractivismo es indisociable del capitalismo, también lo es de su colonialidad (Grosfoguel, 2016). Por tanto, se constituye en una noción a través de la cual indagar la persistencia de la colonialidad del territorio latinoamericano (Alimonda, 2011; Machado Aráoz, 2015) tanto en el campo como en la ciudad.
Construyendo un marco interpretativo para el análisis de los procesos extractivos
Entendemos que es necesaria una ampliación de la categoría de extractivismo que incorpore a los territorios urbanos, lo cual envuelve, por tanto, una doble dimensión. En primer lugar, se hace imprescindible entender la articulación entre el campo y la ciudad que se produce bajo este proceso de acumulación. Y, al mismo tiempo, se hace preciso comprender las formas concretas en que los procesos extractivos intervienen en la producción y transformación de las ciudades. En este apartado, primero damos un paso hacia atrás para construir un marco interpretativo que nos posibilite trabajar de manera problematizada sobre ambas cuestiones.
La producción social del territorio más allá de la dicotomía rural-urbano
Dado que la producción bibliográfica sobre el extractivismo se ha centrado en los espacios rurales y que, asimismo, aquellos estudios que han incorporado el concepto de extractivismo urbano tampoco profundizaron en la relación campo-ciudad, encontramos necesario desandar una primera pregunta: ¿cuál es la articulación entre territorios rurales y urbanos que se produce bajo los procesos extractivos?
Más allá de las investigaciones sobre el extractivismo, la respuesta a dicha pregunta se ve obstaculizada por una cuestión de orden más general. Como sostiene Williams,
la división y oposición de ciudad y campo, de industria y agricultura, en sus formas modernas, son la culminación crítica de la división y especialización del trabajo que, aunque no comenzaron con el capitalismo, bajo su influencia llegaron a desarrollarse hasta un grado extraordinario y transformador (Williams, 2001, p. 374).
Esta división fundamental permea diferentes áreas de la vida social, incluyendo a las mismas ciencias sociales, donde se manifiesta en la existencia de los estudios rurales y los estudios urbanos como dos grandes áreas disciplinares. Esta perspectiva dicotómica impregna la teoría y la historia de la ciudad, teniendo una significativa importancia en la definición de lo urbano (Capel, 1975) a partir de un conjunto de rasgos canónicos que, si bien fueron construidos en una espacialidad y temporalidad particular, las metrópolis occidentales y modernas, se erigieron como un universalismo abstracto (Grosfoguel, 2007) sedimentando la geografía histórica restringida de la teoría urbana (Segura, 2021) y la colonialidad del saber territorial (Farrés Delgado, 2019).
Con la progresiva puesta en cuestión de la capacidad explicativa de la tradicional dicotomía rural-urbano en las Ciencias Sociales (Crovetto, 2019; Noel, 2017), se han acuñado una serie de términos a través de los cuales se intenta dar cuenta de una diversidad de configuraciones territoriales emergentes. Desde aquí, se comprenden los conceptos de suburbano y periurbano, y también área metropolitana y ciudad-región, dentro de los cuales se incluyen territorios rurales. Asimismo, más recientemente, han proliferado otras nociones: las de rururbano, neorruralismo, continuum rural-urbano, interfase urbano-rural, frontera urbano-rural (Berardo, 2019; Schmidt et al., 2019).
Vale decir que dicho conjunto de términos, los cuales identifican algunos de los nuevos y complejos escenarios territoriales, tienden a presentar, de modo predominante, dos características. En primer lugar, se centran en las zonas de contacto, en la interfase rural-urbana, sin problematizar los enlaces territoriales más amplios. Y, en segundo lugar, presentan una mirada preferentemente unidireccional, en donde lo urbano es lo dominante como consecuencia de los procesos de expansión de las ciudades sobre las zonas rurales. Como sintetiza Ávila Sánchez, las principales líneas de investigación en los estudios urbanos-rurales latinoamericanos versan sobre el “reconocimiento de territorios o ámbitos simbióticos, donde se expresan situaciones o actividades inherentes a lo urbano y a lo rural, en un marco físico donde la presencia de la ciudad es determinante en la organización del territorio” (Ávila Sánchez, 2005, pp. 19-20).
No obstante, desde nuestra perspectiva entendemos que, tanto ayer como hoy y más allá de la novedad de ciertos procesos territoriales, la dicotomía rural-urbano responde a la lógica binaria que marca a la ciencia moderna/colonial y constituye una forma eurocéntrica de conocimiento (Castro-Gómez y Grosfoguel, 2007) que se erige como un obstáculo epistemológico y político (Busso, 2009). Antes que oponerse conflictivamente, el campo y la ciudad han sido producidos conjunta y simultáneamente bajo el desarrollo del modo de producción capitalista (Williams, 2001) y, por lo tanto, resulta necesario abrir paso a la indagación de sus interrelaciones históricamente variables y de las dinámicas a través de las cuales tiene lugar la producción social del territorio.
En términos de construir criterios teórico-conceptuales articuladores que permitan analizar conjuntamente los espacios rurales y urbanos, la relación territorio-redes constituye el punto de entrada a la problemática. Recuperando la conceptualización de Santos (2000), las redes se conforman por dos elementos entrelazados de modo contradictorio: las materialidades/los sistemas de objetos y las decisiones sociales/los sistemas de acción. De este modo, la perspectiva de las redes resulta fructífera en tanto “coloca en primer plano las relaciones, los flujos que conectan distintos sujetos-actores-territorios formando un conjunto articulado […] pone el acento en esa interacción y, al mismo tiempo, enfatiza la configuración de un espacio de relaciones” (Blanco, 2007, pp. 56-57).
Desde esta perspectiva, el extractivismo emerge como expresión del ordenamiento territorial hegemónico del capital (Machado Aráoz, 2015) que articula al campo y la ciudad en un territorio-red. El ordenamiento del territorio remite a procesos de territorialización que constituyen la dinámica concreta de dominio político-económico y/o de apropiación simbólica-cultural del espacio por el ejercicio del poder (Haesbaert, 2014). Por lo que toda territorialización envuelve una relación de poder sobre el espacio y, por tanto, un control de procesos sociales que se encuentran desigualmente distribuidos entre sujetos y/o clases.
La territorialidad de las grandes empresas se constituye predominantemente mediante una lógica reticular en tanto es el resultado de estrategias para controlar la circulación de productos y capital. Ahora bien, de manera simultánea, la lógica zonal resulta relevante en la comprensión del ordenamiento territorial. No sólo porque las espacialidades zonales guardan importancia en lo que hace a las políticas estatales y a la reproducción social de los espacios de vida (Haesbaert, 2014), sino también porque los territorios-red corporativos articulan zonas donde se concentran los impactos destructivos de la acumulación capitalista (Löwy, 2011) en términos sociales, naturales y urbanos.
En los casos extremos, se configuran zonas de sacrificio donde las verticalidades extractivistas se imponen sobre las horizontalidades de los lugares donde acontece la vida, transformando la tierra habitada en tierra ocupada (Machado Aráoz, 2015). Estas zonas de sacrificio se establecen tanto sobre espacios rurales como urbanos y, configuradas sobre una situación radicalizada de injusticia ambiental (Firpo Porto, 2013), se traducen en zonas de sacrificio social donde de manera sistemática se niegan derechos humanos fundamentales en pos de la consolidación de territorios de acumulación (Borde y Torres-Tovar, 2017).
La urbanización capitalista más allá del mercado del suelo
En el trazado de nuestro marco interpretativo, la problematización de los territorios urbanos bajo el desarrollo de los procesos extractivos guarda un segundo interrogante. Si, en primer lugar, nos preguntamos acerca de la articulación del campo y la ciudad, asimismo, se vuelve preciso detenerse en la indagación de las formas concretas en que estas lógicas de acumulación actúan en la producción y transformación de las ciudades.
Aunque la noción de extractivismo urbano, tal como se la viene empleando, se refiere al extractivismo inmobiliario, resulta tributaria de las corrientes dominantes de los estudios urbanos, donde existe una fuerte gravitación a ubicar al mercado inmobiliario y a la renta de suelo como los elementos que, en última instancia, explican la producción y estructuración de la ciudad. Ahora bien, podríamos preguntarnos: ¿resulta posible explicar la urbanización capitalista más allá de la dinámica inmobiliaria?, ¿existen otros elementos, además del suelo, que se encuentren en disputa?
Topalov plantea que:
Se tiene la costumbre de pensar que la renta del suelo modela el espacio y la ciudad, y constituye el origen de la segregación urbana. En otros términos, que la propiedad privada del suelo es el origen de todos los males de la ciudad capitalista. Me parece que esta idea es equivocada. ¿Por qué? Porque las rentas del suelo no son sino reflejos. […] En otras palabras, la renta del suelo devuelve al capital la imagen de su propio movimiento (Topalov, 1979, p. 21).
De modo que, en términos de construir un marco interpretativo que permita analizar las vinculaciones entre los procesos extractivos y la urbanización capitalista, es necesario trabajar sobre un doble desplazamiento que habilite una apertura de la teoría social urbana y de sus claves de lectura. En primer lugar, en lugar de entender la producción de la ciudad en articulación mecánica al mercado del suelo, resulta preciso estudiarla en vinculación al desarrollo integral de los procesos de acumulación. Y, de este modo, comprender a las ciudades como productos de las formas sociales, la estructura, los procesos y las contradicciones del modo de producción capitalista, en la sucesión de los patrones de acumulación y en la particularidad de cada geografía histórica (Pradilla Cobos, 2014). En segundo lugar, antes que considerar al suelo como el elemento excluyente de disputa en la ciudad capitalista, resulta provechosa la ampliación de los estudios sociales urbanos hacia la noción de territorio/naturaleza. El fundamentalismo de mercado hace olvidar, tal como ha señalado Polanyi (1947), que lo que hoy llamamos “tierra” es la naturaleza reducida a una mercancía ficticia.
En una formulación que le debe tanto a Marx como a Polanyi, O’Connor (2001) plantea que la naturaleza y el espacio y la infraestructura urbana constituyen condiciones de producción capitalista que, si bien no han sido producidas como mercancías, son tratadas como tal. Aunque existen enfoques diversos y contrapuestos sobre los comunes (Capdevielle, 2019), entendemos que constituyen bienes comunes, valores de uso que terminan siendo administrados en función de su valor de cambio, por lo que, en última instancia, “las condiciones de producción capitalista son condiciones de la vida humana… y de la vida misma” (O’Connor, 2001, p. 190). En tanto la ciudad hace posible la concentración de las condiciones generales de la producción capitalista, la urbanización capitalista es, fundamentalmente, una multitud de procesos privados de apropiación de las mismas (Topalov, 1979). De este modo, el proceso de producción social del territorio urbano se encuentra asentado sobre la base de la contradicción entre el capital y las condiciones de producción, donde las territorialidades antagónicas y superpuestas entablan una disputa por los bienes comunes naturales y urbanos.
La sedimentación del doble desplazamiento desde el mercado inmobiliario hacia el proceso de acumulación en su totalidad y desde el suelo/tierra hacia el territorio/naturaleza en el marco de la teoría sobre la urbanización capitalista, permite indagar las lógicas bajo las cuales el extractivismo enlaza acumulación y territorio en las ciudades latinoamericanas. Ahora bien, para avanzar en este camino y así a nuevos conocimientos, resultaría provechoso que los estudios urbanos latinoamericanos establecieran un diálogo abierto y franco con el “giro territorial latinoamericano”, el cual ha sido principalmente impulsado por cientistas sociales cuyas investigaciones se encuentran asentadas en el “mundo rural” (Haesbaert, 2014; Fernandes, 2005; Porto-Gonçalves, 2009). Retomando los aportes del “giro espacial” asentado sobre producciones teóricas del norte global, este “giro territorial latinoamericano” se ha forjado en vinculación a los movimientos sociales indígenas y campesinos de Abya Yala, construyendo perspectivas teórico-políticas que confrontan con los cánones de la ciencia moderna/colonial (Betancourt Santiago, 2018), contribuyendo al “indisciplinamiento de las ciencias sociales” (Castro-Gómez et al., 2002) en lo que hace a los enfoques socioespaciales.
En términos de analizar los procesos extractivos en las ciudades, creemos que los estudios urbanos podrían profundizar su atención en dos aproximaciones (al menos) que presenta el “giro territorial latinoamericano” en el abordaje de la cuestión territorial.
En primer lugar, el entendimiento de la producción social del territorio través de la tríada inseparable territorio-territorialidad-territorialización (Porto-Gonçalves, 2009). El territorio es concebido como espacio de disputa y la conflictividad constituye una dimensión central e inherente al funcionamiento desigual y contradictorio del capitalismo. La materialidad-sentido del territorio se encuentra signada por una tensión de territorialidades que se manifiestan desde desiguales condiciones de poder. Junto a las territorialidades hegemónicas del capital y los Estados, donde el territorio es tomado como un recurso para la explotación productiva bajo la lógica de la acumulación, tienen lugar territorialidades múltiples y superpuestas que tienen otros modos de vincularse con el territorio para la reproducción de la vida. De modo que el territorio en su multidimensionalidad es, a la vez, espacio de dominación y libertad, de expropiación y de resistencia, de vida y de muerte (Fernandes, 2005).
En segundo lugar, el “giro territorial latinoamericano” presenta un marco de interpretación de la relación entre colonialidad y territorio/naturaleza (Alimonda, 2011; Machado Aráoz, 2015) del cual los abordajes críticos de los estudios urbanos podrían nutrirse. En particular, Betancourt Santiago propone el concepto de colonialidad territorial, definido como un patrón de poder que
“no sólo se ha aplicado ante los pueblos, comunidades, personas, víctimas de esta matriz de violencia, sino que se ha venido aplicando para dominar/subordinar/explotar la naturaleza […] pues la guerra contra los humanos es la misma guerra contra la naturaleza” (Betancourt Santiago, 2021, p 147).
En este marco, la colonialidad territorial es comprendida en términos de un proceso y patrón de poder que opera a escala global-local por medio de los ordenamientos territoriales hegemónicos instituidos por el capital y los Estados. Desde nuestra perspectiva, el extractivismo, en tanto proceso de territorialización del capital, implica la persistente colonialidad de la naturaleza latinoamericana como también de los territorios urbanos que articulan reticularmente sus cadenas productivas, operando y reproduciéndose bajo la lógica de la acumulación capitalista y revelándose como un progreso destructivo (Löwy, 2011) para el sistema social, el ambiente natural y el ambiente construido (Altvater, 2006).
Procesos extractivos y territorios urbanos
Existen diversas problemáticas contemporáneas que dan cuenta de las articulaciones rurales-urbanas producidas bajo los procesos extractivos (Schmidt et al., 2019) que intervienen en la producción de las ciudades latinoamericanas. Las mismas conforman una agenda de trabajo para continuar profundizando desde los abordajes críticos de los estudios urbanos:
El avance de la frontera de extracción de materias primas ha forzado la migración desde las áreas rurales, contribuyendo al incesante crecimiento de asentamientos precarios (Gerbaudo Suárez, 2021; Hendel, 2014) e impulsando procesos de urbanización periférica que producen ciudades cada vez más desiguales y heterogéneas (Caldeira, 2017).
La extracción de bienes primarios presenta vinculaciones con la configuración de los espacios urbanos próximos en lo que hace al desarrollo del mercado inmobiliario, la expansión urbana, la toma de tierras, la producción de desigualdades (Bachiller, 2019; Cisterna, 2017).
La multiplicación de mega desarrollos inmobiliarios a partir de la renta surgida de actividades extractivas del sector primario es volcada a la inversión en ladrillos (Perren et al., 2020; Socoloff, 2019), subordinando la producción de la ciudad a la lógica especulativa.
Los commodities son exportados por ciudades portuarias, donde se originan incluso procesos de urbanización logística (Arboleda, 2018), que generan profundos cambios en la geografía urbana con efectos negativos en términos sociales y ecológicos (Scarpacci, 2015).
Los procesos extractivos se organizan mediante cadenas productivas que, en busca de una mayor valorización, suelen presentar, junto al estadio primario de extracción, una integración vertical con complejos industriales que exhiben un patrón de localización en áreas urbanas donde el ambiente natural y el ambiente construido son apropiados como condiciones de producción capitalista. Esto se registra especialmente en el sector hidrocarburífero y de agronegocios (Heredia Chaz, 2022a, 2022b; Toledo López, 2020).
Dichos fenómenos dan cuenta de interacciones que desbordan la frontera urbano-rural y que, al mismo tiempo, no se entienden ni exclusiva ni principalmente en términos de la subordinación del campo a la ciudad. De modo que, al atender al ordenamiento territorial extractivista, el binomio campo-ciudad se diluye en un territorio-red verticalmente integrado a cadenas de producción controladas por el capital transnacional y organizadas jerárquicamente a través de un espacio de flujos de escala planetaria, donde se trazan las estructuras de dominación y subordinación de las desiguales geometrías de poder (Massey, 2011) que atraviesan tanto territorios rurales como urbanos operando con una lógica colonialista.
Mientras que los estudios sobre extractivismo urbano concentran su atención en el mercado inmobiliario, privilegiando al suelo como el elemento central de disputa, los procesos extractivos tienen lugar sobre un conjunto más amplio de bienes comunes. Cuando nos situamos en la ciudad, y al igual que sucede en el campo, la territorialización del extractivismo se produce por medio de la apropiación no sólo del suelo, sino de una diversidad de bienes naturales y urbanos que incluyen, por ejemplo, al aire, el agua, los espacios públicos y las infraestructuras urbanas.
De modo que el extractivismo interviene en la producción social de las ciudades latinoamericanas por medio de la apropiación capitalista de diversos bienes comunes naturales y urbanos, manteniendo la persistente colonialidad de los territorios urbanos por medio de un patrón de poder de larga duración que define el ordenamiento hegemónico del ambiente natural y el ambiente construido y que se impone sobre los pueblos. Es decir, si el colonialismo constituye una marca de nacimiento de las ciudades latinoamericanas, la colonialidad se expresa hasta el presente en la configuración de su territorio (Grinberg, 2020).
Conclusiones
En el presente trabajo, buscamos aportar al debate y a la construcción ampliada de la categoría de extractivismo, entendiéndolo como proceso de acumulación capitalista y patrón de ordenamiento hegemónico que define la persistente colonialidad del territorio latinoamericano. En ese sentido, ir más allá de la dicotomía rural-urbana que atraviesa a las ciencias sociales, permitió desestabilizar la fragmentación territorial que pareciera signar al extractivismo y restituir la geografía de la acumulación capitalista. Como resultado, antes que un extractivismo rural y un extractivismo urbano, encontramos un sólo extractivismo que instituye procesos de territorialización que enlazan al campo y a la ciudad, y que no se reduce a las actividades primarias. En esta tarea, la relación territorio-redes constituye una herramienta conceptual fundamental que posibilita trascender las limitaciones de pensar la espacialidad de manera compartimentada.
Este abordaje introduce cuestionamientos hacia dos preceptos instalados en los estudios sobre el extractivismo: 1) que las zonas de sacrificio que instaura, salvo en su lógica inmobiliaria, se localizan en ámbitos rurales; y 2) que, por tanto, lo urbano guarda un lugar dominante en la estructura territorial. De manera diferente, entendemos que estos procesos instituyen zonas de sacrificio tanto en el campo como en la ciudad, las cuales guardan una relación de continuidad y no de jerarquía, dentro de una cadena productiva de escala mundial diseñada y controlada por el capital.
De manera simultánea, ir más allá de la lógica inmobiliaria que signa a los estudios sobre el extractivismo urbano, posibilitó plantear que los procesos extractivos marcan la colonialidad de la urbanización capitalista por medio de la apropiación privada de un conjunto de bienes comunes naturales y urbanos que incluyen no sólo al suelo, sino también a las infraestructuras urbanas, los espacios públicos, la atmósfera, el agua y los espacios costeros. En este sentido, la ampliación de la mirada desde el mercado inmobiliario hacia los procesos de urbanización capitalista en su totalidad y desde el suelo hacia el territorio/naturaleza constituye un aporte para la apertura de los abordajes críticos de los estudios urbanos latinoamericanos y la emergencia de nuevos conocimientos.
Agradecimientos
Este artículo deriva del marco general de interpretación que compartieron las investigaciones presentadas para la obtención del título de Magíster en Estudios Urbanos en la Universidad Nacional de General Sarmiento en el año 2021 y de Doctora en Historia en la Universidad Nacional del Sur en el 2022, y fueron posibles gracias al financiamiento obtenido mediante beca doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina.
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