Dossier
Recepción: 07 Marzo 2023
Aprobación: 17 Julio 2023
DOI: https://doi.org/10.5354/0718-8358.2023.69940
Resumen: En el contexto urbano neoliberal de una ciudad fuertemente turistificada como Valdivia del sur de Chile, esta investigación intenta componer gradualmente la idea de su espacio vivido, donde hay una ciudad “otra”, contrapuesta al espacio imaginado desde el discurso hegemónico en torno a la ciudad recreacional. Se busca develar una serie de “espacios de resistencia” que pueden arrojar luz acerca de valores y atributos que desde lo periférico permitan reconfigurar la idea de espacio vivido en Valdivia. Usando el concepto de ideario en constante construcción nos ayudó a develar una dimensión de la personalidad de esta ciudad sureña y, con ello, a nutrir y redescubrir la idea de una ciudad con una vida interior riquísima, basada en valores humanos que surgen en torno a praxis espaciales, muchas veces espontáneas y desconocidas, y con ideales contrapuestos a las del espacio de la ciudad imaginada. Se recolectaron 35 micro prácticas espaciales intentando tejer con su lectura una suerte de manifiesto invisible, cuyo abordaje produjo 13 nociones concretas de micro urbanismo, el cual pudo ser localmente definido como práctica crítica de intervención del espacio a pequeña escala y, finalmente, como práctica creadora de insumos para una cultura de la igualdad y de bienes comunes.
Palabras clave: Discurso hegemónico neoliberal, espacio vivido, espacios de resistencia, micro-urbanismo, turistificación, Valdivia (Chile).
Abstract: In the neoliberal urban context of a heavily touristified city such as Valdivia in south of Chile, this research exercise seeks to address issues that allow us to gradually compose the idea that there is an “other” city, opposed to the space imagined from the hegemonic discourse around the recreational city. The aim is to reveal a series of "spaces of resistance" that can shed light on a range of values and attributes that, from the periphery, allow us to reconfigure ideas about a livable city and the commons. Using the concept of an ethos under constant construction helped us reveal a dimension of the character of this southern city, thus nourishing and rediscovering the idea of a city with a vibrant inner life based on human values that emerge from spatial practices, which are often spontaneous and unknown, and with ideas opposed to those of the space of the imagined city. Thirty-five spatial micro practices were gathered seeking to weave with their reading some sort of invisible manifesto. Thus, thirteen concrete notions of micro urbanism emerged, which allowed us to define it locally as a critical practice of intervention of space at the small-scale and as inputs for a culture of equality and the commons.
Keywords: Hegemonic neoliberal discourse, lived space, micro urbanism, spaces of resistance, touristification, Valdivia (Chile).
Introducción. Los habitantes invisibles y lo urbano
La forma en que percibimos la ciudad y las narrativas ligadas a ella y a su espacio público han sido históricamente fundamentales para entender y reafirmar su configuración, para su legibilidad y, por supuesto, para establecer gobernanzas y concebir planes futuros. Por ello, los discursos que van configurando -tanto explícita como implícitamente- el sentido de lo urbano en una ciudad, más allá de ser una mera metáfora, definen muchas veces lo que la ciudad necesita (como las tendencias de planificación y crecimiento) y, en definitiva, configuran y legitiman no solo una identidad, sino todo un proyecto de ciudad (Ramírez, 2017). Sin duda, este proyecto de ciudad es una cuestión política (Flores, 2018) y responde a agendas que operan hoy en la ciudad y que vienen a ser configuradas por poderes y múltiples fricciones/negociaciones entre actores públicos y privados, pero que muchas veces invisibilizan a sus habitantes.
La pregunta que formula Sassen sobre ¿a quién pertenece la ciudad? (Sassen, 2003, 2014), cobra hoy especial relevancia, pues son los procesos relacionados con la urbanización, con el avance neoliberal y con la invasión de sus lógicas en los espacios de la ciudad y, específicamente, con la invasión y apropiación de lo que Lefebvre (1972) llama “lo urbano”, los que ponen cada vez más en disputa los intereses de la sociedad civil contra los intereses tanto de los capitalistas como de lo institucionalizado, en cuanto al uso, significado, representación, validación y naturaleza de los espacios públicos de una ciudad. Hablamos de una configuración dada hoy a nivel global, en que claramente emergen dos fuerzas antagónicas: ciudadanía y poder económico/político.
Este ejercicio de investigación busca situar parte de esos procesos, centrándonos en la ciudad capital de la región de Los Ríos, y busca develar dos cosas; por un lado, tomando como concepto clave la idea de espacio vivido (Lefebvre, 2013; Soja, 1996), determinar cómo estos espacios, que son producto de prácticas espaciales en los barrios de Valdivia, poseen una distancia conceptual y valórica enorme con el espacio imaginado por los discursos predominantes que hoy determinan estas agendas hegemónicas en Valdivia (García Canclini, 1984).
Se analizarán entonces algunos espacios que permitan comenzar a releer Valdivia en clave de espacio vivido no turístico, e intentar componer gradualmente identidades y discursos alternos que ayuden a configurar la idea de que hay una ciudad “otra” o quizás muchas otras ciudades, donde el discurso y los imaginarios no sean en torno a la ciudad del discurso predominante (turístico, sustentable y de la cultura) y que se visualicen otras dimensiones; lo laboral, los cuidados, los oficios, lo obrero, lo tradicional, las disidencias, etc. (Herrera, 2008). Por otro lado, se busca develar al menos una fracción de lo urbano en clave no turística, mediante una serie de casos de “espacios de resistencia”, entendiendo como tales los que Garnier describe como espacios “de solidaridad y de creatividad populares aparecidas en espacios urbanos” (Garnier, 2015, p. 30).
Se plantea la hipótesis de trabajo de que estos lugares y espacios de resistencia y autogestión pueden arrojar luz sobre una serie de valores y atributos que, desde discursos ciertamente periféricos hoy relegados a un segundo plano, nos permitirían configurar una idea de ciudad vivible y del bien común materializados en pequeños espacios que reflejan lo que conocemos como la dimensión del espacio vivido o de representación.
La experiencia de investigación interdisciplinar denominada Manifiesto invisible 2022, que compiló más de 35 espacios de este tipo, utilizó una metodología de búsqueda de un ideario en constante construcción y nos ayudó a profundizar en la exploración de esa otra parte de la personalidad de la ciudad sureña y, con ello, a nutrir y redescubrir la idea de una Valdivia con una vida interior riquísima, basada en valores humanos que surgen en torno a praxis espaciales muchas veces espontáneas y desconocidas.
En el caso de Valdivia, indagaremos en algunas de estas prácticas y políticas del micro-espacio (Suri Salvatierra, 2017) y nos preguntaremos si generan realmente este “otro sentir” de lo urbano. Esta pregunta abre el debate no solamente sobre qué define el germen de lo urbano de una ciudad y sus narrativas, sino sobre quiénes las generan, llevándonos a definir un punto crucial -y parte esencial del objetivo de este trabajo- que es entender la procedencia de ciertos aparatajes discursivos que resultan ser predominantes en la ciudad capitalista actual y que se dicen sobre, desde y para la ciudad y sus habitantes. Sin embargo, ¿es así? ¿Están presentes en el discurso de la ciudad imaginada? Hablamos de lo que Garnier traza en su trabajo sobre la invisibilización de sus habitantes y en especial de las clases trabajadoras en este espacio urbano (Garnier, 2015). De este modo, ambas preguntas impulsan este trabajo.
Problemática y estado del arte
Tres gigantes al acecho y la domesticación urbanística de Valdivia
El residente del plan en permanente regulación no es sino un cocido de invasiones e inmigrantes de triunfos y derrotas ad aeternitas.Zondek (2021, p. 13)
Para aproximarnos a la problemática que convoca la necesidad de recoger estas expresiones invisibilizadas en la ciudad de Valdivia, podemos decir que es una ciudad en la que actualmente predominan al menos tres componentes del discurso desarrollista (Narváez, 2013) muy pregnantes y sobre todo muy recurridos a nivel global desde las grandes corporaciones y sus políticas de responsabilidad social empresarial, a saber: el city branding para el desarrollo turístico, el desarrollo sustentable y el discurso de la innovación y la creatividad, todo muy basado además en el eje transversal de la gobernanza como “dispositivo de resolución de conflictos entre múltiples actores, promoviendo la creencia de una relación más simétrica entre los involucrados” (Svampa, 2008).
Los impactos del primer eje, el turístico, no se han estudiado suficientemente en las ciudades intermedias de nuestro país y Valdivia no es la excepción. Tal actividad de servicios forma parte de una red global, es una de las industrias más rentables y más devastadoras a nivel global en términos ambientales (Giussani et al., 2010; Pinassi, 2015), poseyendo un componente invasivo a todo nivel y hoy muy permeado por el discurso hegemónico de las marcas de ciudad (Anttiroiko, 2014; Harvey, 2013; Observatorio Metropolitano de Madrid, 2013; Scott, 2014). Paradigmas espectacularizantes y atrayentes que trascienden fronteras y responden a una lógica basada en el consumo de paisaje y experiencias, a su vez sustentada por la construcción masiva ligada a la especulación urbanística en zonas con un grado alto de centralidad y por la colonización de nuevos espacios ligados a lo rural. Esta forma de capitalismo financiero-inmobiliario posee impactos de distinta intensidad y extiende esta turistificación intensiva a ciudades intermedias, barrios, pueblos y hogares, y también a espacios naturales transformándolos en mercancía turística y fuentes de riqueza, producto de su mercantilización (Romero, 2009; Romero y Vásquez, 2005). Cuando hablamos de turistificación, hablamos precisamente del concepto al que hacen referencia Barrero y Jover (2021), citados en Martínez-Riquelme: “la apropiación física y simbólica de un territorio a causa de una fuerte intensificación del turismo, lo cual impacta tanto en los aspectos visibles de dichos territorios como también en su dimensión afectiva y simbólica” (Martínez-Riquelme, 2022, p. 2).
El caso de la ciudad de Valdivia es representativo de este fenómeno en las ciudades intermedias, aunque en escala urbana creciente -o que se percibe como de baja intensidad- por estar ocurriendo mayoritariamente en el periurbano (Águila y Prada-Trigo, 2020; Marchant et al., 2023). Bautizada ya en el año 1958 como la “perla del sur” por el fotógrafo español Enrique Mora Ferraz (Figura 2), con todos los atributos paisajísticos que posee (en torno a la selva valdiviana), Valdivia y sus alrededores revelan un desarrollo aparentemente lento pero gradual de estos procesos, en tanto el turismo se materializa hasta el momento a través de lo que MacCannell (2003) consideraría es la región frontal de Valdivia, enfocándose en el paisaje céntrico local, atravesado por ríos navegables y basado en arriendos de cabañas y hotelería (Oficina de Turismo Municipal, s. f.; SERNATUR, 2020), y la región trasera que sería el resto de barrios que la componen, que se reparten aproximadamente un 90% de superficie (Figura 1); Esto hace de Valdivia una ciudad altamente segregada (Águila y Prada-Trigo, 2020). Ello no impide que el imaginario nacional siga concibiendo a Valdivia como una ciudad turística y de alto valor paisajístico.
Es esta percepción la que incide fuertemente en la generación de una enorme atracción hacia la inversión proveniente sobre todo del mundo inmobiliario, teniendo en el periurbano su máxima expresión, como ya se venía dando con las políticas de suelo vigentes y terminó de explotar durante la crisis del COVID-19 (Marchant et al., 2023).
La Valdivia imaginada (y hegemónica)
Por un lado, Valdivia se incluye en el pequeño grupo de ciudades chilenas turísticas por excelencia (Orrego, 2022; SERNATUR, 2020), dados todos los atributos que la hacen una gran ciudad-puerta del sur austral; paisajes con ríos y clima benigno en verano y primavera, a lo que se suman eventos culturales atrayentes y presencia de universidades. La Cámara Chilena de la Construcción [CChC], en los últimos cinco años ha puesto a Valdivia numerosas veces en el primer lugar de su ranking de “la mejor ciudad de Chile para vivir” (Visión Humana, 2020). En otro estudio del mismo gremio en conjunto con la Pontificia Universidad Católica de Chile en el 2021, la ciudad se posicionó cuarta en el estudio de Índice de Calidad de Vida Urbana (Orellana, 2021). Cabe apuntar aquí que la publicidad que se genera a partir de estos diagnósticos y evaluaciones es esencial en la construcción del modelo de ciudad turística y en movilizar el interés de los inversores (Fernández y Ruiz, 2010; Fisher, 2016).
Por otro lado, es sumamente importante profundizar en el llamado “giro urbano” como parte de la estrategia de grandes empresas del país, muy presentes en la región de Los Ríos y concretamente en la comuna de Valdivia, como la empresa Arauco (Ex CELCO) que necesitan de alguna manera re-significar su hegemonía en los territorios (Gálvez, 2019, p. 17) luego de la catástrofe de los cisnes del año 20041. Es en ese aspecto donde el desarrollo turístico y de marca ciudad, se entremezclan con el discurso del desarrollo sustentable y la innovación. Esta mezcla que lo abarca todo en Valdivia es, conceptualmente, lo más peligroso de esta aparente “baja intensidad” de las intervenciones, ya que engloba una agenda de intereses cruzados entre extractivismos (tanto de recursos forestales como inmobiliarios), greenwashing y control territorial.
Es imprescindible precisar el grado de intervencionismo de parte de estas empresas en las agendas públicas y ciudadanas, sobre todo porque existe una nueva y más sofisticada estrategia de relacionarse (Figura 3). Hoy, este mecanismo de relación megaempresa-ciudadanía está diseñado para hacer de éstas un “buen vecino” e incidir principalmente sobre decisiones urbanísticas y de planificación, mecanismo que bien lo explica Gálvez en su definición del nuevo giro de empresas como Arauco (Gálvez, 2019, p. 75), que busca generar lo que ellos llaman valor compartido, haciendo partícipe a la megaempresa de las enormes bondades de la ciudad con la que se la identifica. Los mismos autores establecen que bajo este paraguas de políticas empresariales expansivas a nivel global y monocultivos forestales -disfrazadas de responsabilidad social- en realidad se vienen “instrumentalizando los territorios y anestesiando también la conflictividad social, teniendo como fin la planificación y el control territorial” (Gálvez, 2019, p. 16).
Lo anterior se constata en un reciente informe de gestión que identifica cuatro ejes de gestión y contribución al desarrollo local sustentable (Arauco, 2018)2, dentro de los que destaca la idea de “ejecutar proyectos que impulsen un desarrollo armónico y una mejor calidad de vida”, creándose primero un consorcio-plataforma de gestión llamado Valdivia sustentable, para luego posicionarse para incidir sobre el desarrollo urbano con el fin de transformar la ciudad “en un referente de colaboración, sustentabilidad y calidad de vida internacional” y “en un laboratorio urbano permanente” (“Consorcio Activa Valdivia Sustentable”, 2023). Es entonces, alrededor de este gran consenso, que opera este consorcio-plataforma. Consenso que sin duda es coincidente con lo que Delgado denomina como “un proceso de domesticación urbanística.” (Delgado, 2007, p. 17).
Una consecuencia espacial de este modelo de intervención/domesticación del espacio político-empresarial en el ámbito de “hacer ciudad”, legitimado hasta el punto del pleno respaldo institucional, es principalmente, según el mismo autor, la de crear un espacio público imaginario, donde las funciones se limiten a:
“1) asegurar la buena fluidez de lo que por él circule; 2) servir como soporte para las proclamaciones de la memoria oficial -monumentos, actos, nombres…-, y 3) ser objeto de todo tipo de monitorizaciones que hagan de sus usuarios figurantes de las puestas en escena autolaudatorias del orden político, al tiempo que los convierten en consumidores de ese mismo espacio que usan” (Delgado, 2007, p. 17).
Por otro lado, el tercer eje de la innovación y su influencia en el espacio imaginado, aunque va imbricado con los lineamientos ya mencionados, merece un apartado en sí mismo y no será desarrollado por razones de espacio en este trabajo.
De esta forma es como se circunscribe gran parte del discurso que predomina hoy en la Valdivia contemporánea y que materializa, por un lado, el gran “consenso” en el espacio imaginado y proyectado, pero, por otro lado, materializa la invisibilización de esa otra ciudad de la clase trabajadora y de sus ausencias en los discursos en la lectura de lo urbano. Es el “sistema operativo hegemónico” (Foucault, 1979) el que hoy se instituye como principal generador de discursos urbanos sobre Valdivia, que nos habla de la Valdivia oficial3; sustentable, turística y de eventos culturales también vinculada a la esfera político-institucional, de modo tal que es difícil discernir dónde empiezan o terminan estas relaciones y sus incidencias en las agendas ciudadanas y urbanas de la ciudad.
Lo Micro: el urbanismo no oficial y la lucha por lo urbano
Las maneras de vivir constituyen el germen de lo que precisamente establece la diferencia entre la ciudad y lo urbano. La primera no es más que un sitio, una gran parcela con edificios y un conjunto complejo de infraestructuras; lo urbano, en cambio, es generado por las prácticas que recorren la ciudad y la rellenan de recorridos, suscitando un tipo singular de espacio social (Delgado, 2007; Harvey, 2013; Lefebvre, 1972). También sin duda que es este concepto del espacio vivido el que alimenta las llamadas geografías de la vida cotidiana, y que prosigue lo ya planteado por estos tres autores, pero poniendo un marcado acento en los sujetos, en tanto portadores de lo que Martínez-Riquelme (2018) llama una espacialidad contenida.
Hablamos de la visión de lo urbano que informa la necesidad de reconocer ciertas nociones que valoricen los usos temporales y espontáneos del espacio público como parte de diversas estrategias “otras” de participación y apropiación ciudadana. En el uso y apropiación temporal del espacio público se puede leer una lucha implícita por la ciudad, la cual gira alrededor de un capital cultural específico (Bourdieu, 2014) orientado a liberar y extender un programa de espacios y bienes comunes.
En el período histórico reciente, en que la memoria del estallido social hace tres años hace eco del agotamiento de un modelo neoliberal y del cansancio ciudadano ante sus políticas de ajuste estructural (Bruff, 2014; Castells, 2012; Centro de Estudios Públicos, 2019), se revela con mayor claridad la necesidad y posibilidad de cuestionar, repensar y reasumir la construcción de esos espacios imaginados, más allá de la concepción “normalizada” que estábamos haciendo de nuestras ciudades. Esto ha traído consigo la primacía del crecimiento económico como lo más importante en todos los ámbitos de la realidad, incluyendo el espacio público y la ciudad, bajo el lente de lo que algunos autores llaman neoliberalismo autoritario, ya que lo que predomina incluso en la elaboración del espacio imaginado son los intereses corporativo-privados y decisiones que perpetúan procesos de acumulación de capital (Bojórquez Luque et al., 2022; Bruff y Tansel, 2019).
Los hechos constatan que durante este último período se han producido eventos en el espacio público no solo ligados a la protesta o revuelta, sino a una voluntad de reapropiación de los lugares, espacios y símbolos. Por otro lado, este debate invita a reformular ciertos códigos y lógicas del ejercicio de la profesión de arquitecto bajo el modelo dominante, para ir más allá de las dicotomías establecidas tales como arquitecto-cliente, proyecto-mandante y autor-obra, entre otras. Es igualmente un intento por descubrir esa Valdivia “otra”, visibilizando a los que viven en las cornisas del mundo, en aquellos bordes frágiles y difusos que el desarrollo urbano hegemónico intenta alcanzar.
La lucha por reivindicar lo urbano y el espacio público
En los estudios urbanos, el espacio público se entiende como un componente esencial de la vida democrática. En los últimos años, varias protestas como Occupy Wall Street, las protestas en la plaza Tahrir, el movimiento de pase libre en São Paulo y más recientemente en algunos países de Latinoamérica (Bojórquez Luque et al., 2022), han rescatado la discusión sobre el espacio público no solo como lugares que proporcionan el encuentro, sino la disidencia y la contestación (Cassegård, 2014). Al igual que las protestas, las intervenciones y las apropiaciones temporales rompen los límites de los marcos normativos.
Rolnik y Guattari (2005) han analizado las tensiones entre el comportamiento colectivo de las formas de vida urbana disidentes y los espacios disciplinados por el capital. Britto y Jacques (2009) critican la segregación y el carácter apolítico del espacio público en el contexto de la espectacularización de la ciudad contemporánea, para hablar de la necesidad de restaurar la dimensión política de estos espacios a través de la valorización de lo que se denomina la “micro resistencia”, definida por la fragmentación y la intermitencia (“Nociones comunes”, 2004).
Para establecer una visión más panorámica de marcos discursivos sobre la visión del espacio público, Di Masso et al. (2017) resumen que existen al menos tres corrientes o marcos discursivos principales para explicar la forma en que la sociedad contemporánea asume una lectura sobre la problematización del uso y función del espacio público.
Un primer enfoque es el basado en la dualidad optimista/pesimista, que, por un lado, crea cierta idealización nostálgica del espacio público, bajo la idea de un supuesto “ideal normativo” de comportamiento cívico, pero, por otro, propone una mirada que cuestiona las funciones que cumplen estos espacios bajo un estado democrático. A esta primera corriente positivista pertenecen trabajos como los de Lynch (1984) o, más recientemente, los de Hou (2010) y Cohen (2002), que suscriben a la visión pesimista.
Una segunda visión es la que Di Masso et al. (2017) denominan “fase terminal” y que suscriben Davis (2007) y otros importantes autores como Sennett (2006), quienes aportan la categoría de “disonancia urbana”, para operaciones que salen del contexto de lo planificado, asumen que nuestra era ha dado lugar al fin del espacio público, argumentando que la obsesión por la seguridad y el control en los espacios públicos, han terminado por ahogar cualquier posibilidad de contacto social “realmente democrático”. En su lugar, afirman que un sistema financiero multi-escalar ha impuesto una lógica de control y protección casi militarizada que ha hecho del centro comercial una expresión arquetípica del espacio público socialmente limpio y libre de conflictos (Davis, 2007).
La tercera visión denominada “conflictivista” plantea en síntesis que las disputas por la integración de parte de los actores excluidos suponen condiciones realmente estructurales del espacio público; agregando que el “espacio urbano sólo es público cuando los sectores sociales más desfavorecidos, percibidos por la imaginación dominante como social y espacialmente excluibles, se apropian del territorio urbano, lo ocupan y lo toman haciendo visibles y reconocibles sus reivindicaciones y necesidades, o cuando emergen usos espaciales espontáneos e imprevisibles” (Di Masso et al., 2017). En esta última perspectiva predomina la concepción del espacio urbano como escenario de una confrontación de intereses de clase, y por lo tanto, de reivindicaciones sociales, que vería en la idea del derecho a la ciudad de Lefebvre (1978) uno de sus principios seminales. Luego, el mismo autor formula en la segunda obra de la trilogía, “La producción del espacio” (Lefebvre, 2013), la complejidad de éste en su “dialectique de triplicité”, descomponiéndolo en tres dimensiones del espacio (físico, mental y social) y ubicándolas en constante tensión (Figura 4). Este artículo centra el debate en que existe una jerarquía en esta triplicidad, y en que el espacio urbano concebido/imaginado (mental) en manos de los actores con poder posee una predominancia sin contrapunto en nuestro contexto de ciudad neoliberal, pasando a ser así la que define aspectos clave en la vida de las personas y su espacio social.
Este análisis busca exponer atributos de estos espacios relegados y dejar en evidencia las diferencias en la concepción, intenciones y filosofías que poseen estos espacios vividos en los barrios de Valdivia, y la gran disociación conceptual con el espacio imaginado por los discursos predominantes que hoy determinan el hacer ciudad en Valdivia.
A partir de ahí, diversas aproximaciones han ido configurando la idea de que tanto la sociedad como su espacio público están construidos sobre la complejidad de fugaces y constantes “negociaciones microscópicas” (Delgado, 2011). Estas se organizan en una red de interacciones especializadas y complejas, o moleculares, como las llamara Simmel (1986a, 1986b), en la que los habitantes interactúan a través de estructuras de relaciones donde predomina lo instantáneo, lo fragmentado, siendo puestas en valor como el territorio para la hibridación (García Canclini, 1990), territorio donde prosperan las redes de intercambio de todo tipo, que configuran realidades líquidas (Bauman, 2007), porosas y complejas (Benjamin, 2011).
Lo anterior no está muy lejos de lo que Goffman (1979) llama “microeventos” y que identifica como materia prima para las formas de intercambio alternativas, con modelos y prácticas económicas de “resistencia” al capitalismo globalizado (Deleuze y Guattari, 1985). Dichas prácticas configuran formas de convivencia “otras”, donde predomina el conflicto, y espacios que son terreno fértil para toda clase de expresiones espontáneas y democráticas (Bojórquez, y Ángeles, 2021). Son estas relaciones de tensión y poder las que ven su catálisis a través del espacio público como escenario de esta confrontación (Sansão Fontes y Couri Fabião, 2016). A pesar de los constantes esfuerzos por suprimirlos e invisibilizarlos, los movimientos y prácticas espontáneas modifican frecuentemente la manera de usar este espacio urbano y de comunicarse, se apropian transitoriamente de él con diversos fines, y de este modo, cambian provisoriamente (espacio vivido), casi siempre a pequeña escala, sus significados y convenciones.
Diversos teóricos más actuales, reafirman la existencia de esta dialéctica o relación de constante conflicto como germen del espacio público (Delgado, 2007; Soja, 1996) que informa e inspira el objetivo principal de nuestra exploración denominada manifiesto invisible: identificar atributos que permiten leer la legitimidad de las intervenciones espontáneas y determinar si su función es coherente con una praxis urbana antihegemónica. Esto, a su vez, nos ayuda a entender cómo estas prácticas constituyen una ‘política del espacio’ al romper con la lógica dominante de control y producción del espacio público estándar (Figura 5) y al poner de manifiesto la multiplicidad de posibilidades y dinámicas urbanas que permanecen ocultas bajo un supuesto orden de cosas aparentemente natural (Rancière, 1999).
Respecto al asunto del control del espacio público, Deleuze y Guattari (1985) lo extienden al campo de los mensajes y a la información, entendiendo la información como el sistema controlado de las consignas que rigen una sociedad dada.
El concepto de disidencia en un contexto contemporáneo puede entenderse como la manifestación de des-semejanza y diferenciación del individuo respecto al modelo esperado de sujeto, en el contexto de una sociedad contemporánea que puede considerarse degradación y/o superación de la sociedad moderna (Donati, 2002, 2013). Un acto de disidencia podría entenderse como la oposición, por parte de los individuos, a los mecanismos de reproducción económica y cultural en manos de una cultura dominante que se superpone a otras como cultura hegemónica (Bourdieu, 2000, 2014).
La contemporaneidad abre nuevas ventanas para las expresiones disidentes de los individuos ante la cooptación que realiza la cultura dominante de las expresiones artísticas y culturales; cooptación que pretende recodificarlas culturalmente y sofocarlas, con el fin de perpetuar las relaciones sociales existentes (García Canclini, 2013).
Metodología: Atlas de una ciudad en resistencia
Se plantea llevar a cabo este ejercicio de recopilación taxonómica de espacios de resistencia en el área urbana de la ciudad de Valdivia y de sus áreas rurales circundantes, luego de haber establecido un marco teórico de base bibliográfica que nos permitió construir una genealogía e ideario del microespacio de resistencia y con ello identificar qué valores buscábamos; a saber, lo invisibilizado, lo frágil, lo pequeño (Schumacher, 1978), lo alterno, lo disidente, etc.
Como criterio ordenador, se elaboró una taxonomía basada en tres líneas de trabajo general para guiar la recolección, a saber 1) patrimonio alternativo o prácticas sociales cotidianas; 2) oficios en riesgo de desaparecer; y 3) informalidad y sus expresiones espaciales.
El estudio consistió en dos fases de recolección de información:
Este muestreo se hizo tomando ciertas precauciones importantes, sobre todo la de guardar conscientemente la mayor distancia posible de ciertos discursos hegemónicos como la idea simplificada de ciudad turística balneario, de ciudad de los grandes eventos, de la ciudad sostenible y de espacios públicos hiper-activados, etc. Se puso como primera condición importante la localización dentro del área urbana central de Valdivia.
Se usaron diversos modos de registro, tanto cualitativo como cuantitativo de los lugares. Por razones de espacio, las condiciones cuantitativas, metrajes, dimensiones y datos de propiedad no se expondrán en esta ocasión. Para datos cualitativos sobre el espacio, el método que más información condensa es la forma de registro que incorpora un escáner 3D o LIDAR, en un dispositivo de formato Tablet. Finalmente, a partir de los tres temas principales del análisis, se elaboraron ensayos tanto escritos como visuales, que expresan la problematización de cada caso. Como anexo, conteniendo toda esta información y resultados, está el sitio web www.manifiestoinvisible.com.
La necesidad y emergencia de un manifiesto para el (micro)urbanismo de lxs invisibles
Los esfuerzos por descubrir y comprender estas prácticas en el ámbito del espacio vivido, se inclinan a interpretarlas como reacción o producto de lo que, por un lado, es una grave crisis de representatividad (Salazar, 2015, 2019), que, por otro lado, es su interpretación como prácticas de resistencia y muchas veces de supervivencia; incluso, a algunas las podríamos llamar contra-hegemónicas (García Canclini, 1984), puesto que utilizan la ciudad como escenario de una lucha librada principalmente por diversos movimientos sociales en los espacios urbanos. En otros casos estas luchas son básicas y van desde la lucha por la supervivencia en un espacio que les es hostil por diversas razones, al trabajo informal y extendido también al disfrute de lo cotidiano (Certeau, 1984), o a la lucha por el derecho al ocio y al vivir un paisaje que muchas veces les es negado.
En síntesis, el taller Manifiesto invisible llegó a compilar 35 casos. En la Tabla 1 se seleccionan 13 ejemplos de prácticas que creemos engloban de mejor forma la síntesis de temáticas alternas del espacio vivido.
Recordemos que, como lo menciona Baringo citando a Lefebvre (1974),
“el espacio vivido suele ser un espacio dominado y experimentado de forma pasiva por la gente, por lo que con frecuencia acaba siendo ‘objeto de deseo’ por parte de las clases dominantes y sus tecnócratas (los especialistas) que intentan codificarlo, racionalizarlo y, finalmente, tratar de usurparlo con sus planos, proyectos y discursos” (Baringo, 2014).
Este ejercicio, compuesto por una múltiple observación y localización del espacio vivido enfocada en Valdivia como caso de estudio, deja especialmente expuesto lo conflictivo que puede ser la relación entre las tres esferas de esta tríada (especialmente entre la dimensión de los espacios concebidos y los espacios vividos, en los que la beligerancia de la primera dimensión -del espacio concebido- sobre esta otra dimensión de lo urbano deja ver una fractura absoluta).
Discusión: El espacio intervenido temporalmente. Germen del micro urbanismo
La compilación de este atlas de prácticas espaciales confirma la idea de que estas intervenciones pueden ser leídas como prácticas disidentes, lo que viene a ser reafirmado sobre todo desde el ámbito teórico por la geografía, en su vertiente que estudia el espacio cotidiano, que coloca al espacio vivido en el centro y que, según Lindón (2006), pertenece tanto al campo de las prácticas como de la subjetividad espacial y los significados asignados a estos. Por ende, la idea de micro urbanismo como concepto asume una dimensión claramente política en tanto caracteriza un subconjunto de intervenciones subjetivas y prácticas que dejan expuestas las posibilidades de autogestión de comunidades y ciudadanos individuales en pos de la generación de usos diversos del espacio -y ponen en valor lo pequeño de la manera “hermosa” en que Schumacher lo menciona: tomar ventajas de esta apropiación a una pequeña escala, entendida como la adaptabilidad para necesidades básicas (Schumacher, 1978)-.
Esta propuesta se hace tangible en la medida que se asumen las escalas de estos micro proyectos y sucesivamente éstas se enfocan como escalas intermedias o espacios transicionales que es posible entender como patrones que abren un ámbito de posibilidades y que son fácilmente adaptables por el usuario; o sea, que poseen un gran potencial para la autogestión. Este aspecto es muy importante si tenemos en cuenta que las intervenciones tipificadas aquí, con este concepto de “micro-urbanismo”, constituyen por sobre todo una expresión directa de los deseos del ciudadano, trastocando a veces fronteras de lo público/privado, comunitario/individual (Agurto, 2016).
Desde este punto de vista, la “habilitación” física incluso de la ruina, es posible en la medida en que exista una búsqueda y una respuesta ya sea personal o colectiva. Sin ella, el espacio se mantiene estático, volviéndose sólo una escala de intervención latente, aunque siempre existente y con posibilidades.
Se plantea a continuación el esbozo de un resumen de condiciones de esta práctica crítica de intervención del espacio. Creemos que las características de dichas prácticas se condensan en los siguientes cuatro atributos interconectados:
Conclusiones
Con la configuración de este primer intento de manifiesto invisible, disperso en la ciudad, se propuso caracterizar en parte la noción de una práctica crítica de intervención del espacio a pequeña escala, mirada que se transforma por ende en una ‘política del espacio’ informal/espontánea. Esta puede ser hipotéticamente entendida como una práctica que rompe (consciente o inconscientemente) con la lógica dominante de producción de la ciudad y que, por un lado, pone en evidencia la incapacidad de lo institucional de hacerse cargo de ciertas aspiraciones importantes y de crear atributos espaciales apropiados y, por otro, brinda una multiplicidad de posibilidades y dinámicas urbanas que permanecen sumergidas debido a un orden de las cosas aparentemente natural (Thorpe, 2015).
Constatamos que es necesario continuar definiendo el término micro-urbanismo, como un concepto con un claro sentido político, dado que estas micro intervenciones responden a un contexto socio-espacial de crítica implícita, que aglutina características de resistencia; contextos de precariedad, de sentidos propios y de lo que Viveret llama “la importancia del vínculo más que del bien” (Viveret, 2001).
Desde los estudios académicos, la utilidad de entender las dinámicas espaciales de resistencia, debe marcar una distancia con la idea de hacer utilitaria la información sobre estas prácticas como material neutralizador de las mismas (Stevens y Dovey, 2019), o con la idea de utilizar su capital de representatividad en pos de acercamientos hacia vertientes más visibles, como los urbanismos tácticos o cívicos, donde corren el riesgo de ser instrumentalizadas desde distintas facetas de la institucionalidad, la academia, las administraciones comunales, actores privados e intereses comerciales que mencionábamos como pacificadores de esta disidencia (Mould, 2014). La compleja pregunta que surge sobre qué es lo que establece su legitimidad como prácticas que denotan una crítica directa o una subversión del espacio normado, puede ser quizás respondida fácilmente, y es que en el momento en que éstas pasan a ser validadas y aceptadas por el modelo y el discurso hegemónico, pierden gran parte de su contenido crítico.
La respuesta a esta interrogante debe capacitarnos para reconocer otros procesos realmente horizontales y de colaboración colectiva, sobre todo pensando en que lo urbano en el espacio público de las ciudades, especialmente el espacio vecinal, posee hoy más que nunca un rol fundamental en la recuperación del concepto de comunidad, en la producción de inclusión y cohesión social y, por lo tanto, posee un rol fundamental en la creación de igualdad de oportunidades de acceso a la ciudad.
Agradecimientos
A nuestras familias, y a todxs lxs integrantes del Workshop de Arquitectura Contingente 2022, de la escuela de Arquitectura de la Universidad Austral de Chile y muy especialmente a sus ayudantes Matías Zarricueta y Katherine García.
Bajo los adoquines, seguirá siempre estando la playa…
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Notas