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Familia, infancia y migración
Política y Cultura, núm. 53, pp. 207-211, 2020
Universidad Autónoma Metropolitana

Diversa. Reseña de libros

Los estudios antropológicos que abordan y problematizan el tema de la infancia en México sin una mirada adultocéntrica son escasos. Citlali Quecha nos ofrece una investigación que se inserta en los abordajes etnográficos novedosos sobre el enfoque en las perspectivas de niños y niñas; en su investigación explica que esta metodología requiere de una flexibilidad mayor con la finalidad de hallar la mejor técnica para trabajar con niños. En su caso, nos menciona que llevó a cabo “un ejercicio de corroboración entre las opiniones de los mayores y de los pequeños” (p. 59); esto consiste en que obtuvo tanto las opiniones de las personas adultas del entorno de niños y niñas, como de los propios pequeños, y después observó las diferencias entre lo que unos y otros decían.

La investigación se centra en el proceso migratorio a Estados Unidos −relativamente reciente−, que muchas familias de la comunidad de Corralero, en la Costa Chica de Oaxaca, experimentan, y que reconfigura la organización familiar; por tal motivo, Quecha se enfoca en niños y niñas entre 4 y 15 años cuyos padres, o uno de ellos, se encontraban en Estados Unidos, y los pequeños se habían quedado con los abuelos ya sea maternos o paternos; esta situación presenta diferentes modos de convivencia según el tipo de familia que la autora identifica en Corralero.

En la “Introducción”, Quecha hace un recorrido sobre el estudio de la infancia a partir de algunos antecedentes que datan de principios del siglo XX hasta algunas investigaciones recientes cuyo abordaje sociológico o antropológico parte de proponer que la infancia no es homogénea, por lo que debe comprenderse y explicarse desde la sociedad que se estudie. También destaca que “el enfoque de las ciencias sociales sobre la infancia busca recuperar la voz y participación infantil en las investigaciones” (p. 18); por lo tanto, cuestiona que los niños hayan sido vistos como sujetos no sociales, incompletos, que no tenían sus propias reflexiones sobre su realidad; así que, aunque la investigación atiende los puntos de vista de los niños y sus relaciones sociales con familiares y otros adultos de su entorno, la autora resalta la importancia de observar las relaciones de poder y la jerarquía de los adultos, donde sobresalen los roles de género y la necesidad de analizar esta perspectiva, pues el tema sobre las diferencias entre ser niño y niña en una sociedad tampoco se considera en otros estudios.

El primer capítulo, “Aproximaciones a los estudios de infancia y migración”, inicia con la pregunta ¿qué es ser niño?, y propone que es una concepción particular de cada sociedad, al citar autores como Gaitán (2006), Rodríguez (2007) y Satriano (2008). También nos menciona tres periodos para explicar diacrónicamente los diferentes acercamientos hacia el tema de los niños: el primero de 1916 a 1935, el segundo en 1942, y el tercero a partir de 1979. Respecto a la antropología destaca los trabajos de Margaret Mead (1973) sobre “el papel de la cultura en determinados patrones que caracterizan a la infancia” (p. 35). Antes de concluir con este apartado, refiere algunos estudios que hablan sobre la migración infantil y resalta que en el contexto de Corralero los hijos de migrantes todavía no incorporan a su vida la idea de migrar, por lo tanto, no se puede decir que existe una cultura de la migración que sí es posible ver en la región occidente de México.

El segundo capítulo, “La región de la Costa Chica. Dinámica socio-histórica y migratoria”, tiene la finalidad de ponernos en contexto sobre la población afrodescendiente en México, así como de la comunidad de Corralero a partir de los antecedentes históricos sobre la llegada de los africanos como mano de obra de los españoles, debido a que las enfermedades y conflictos bélicos tuvieron como consecuencia la disminución demográfica de los indígenas. Otro punto que destaca es la apropiación por parte de los afrodescendientes de algunos elementos culturales indígenas, sobre todo mixtecos en el caso de Oaxaca, como ejemplo se encuentran los “tonos” (tonas indígenas) que se refieren al animal que acompaña a una persona. Asimismo, la autora relata la discriminación racial y la apenas reciente solicitud de considerar a esta población como parte de los pueblos originarios de México.

Esta cercanía con los indígenas mixtecos fue la que abrió la posi-bilidad de que los habitantes de Corralero comenzaran la migración internacional, ello debido a que los mixtecos habían iniciado mucho antes este proceso, por lo que ya tenían establecidas redes de apoyo y trabajos en el país vecino del norte, lo que les permitió buscar mano de obra en otras regiones. Así inició en 1980 la migración de los afrodescendientes a Estados Unidos.

En el tercer capítulo, “Etnografía a nivel del mar. Dinámica sociocul-tural y migratoria de la localidad de estudio”, Citlali Quecha nos presenta la historia y organización social de Corralero. A grandes rasgos, nos da algunos datos como su fundación a principios del siglo XX y los 1 735 habitantes que la localidad tenía cuando realizó su trabajo de campo. Esta comunidad tiene como actividad económica la venta de comida en palapas que se ubican a la orilla del mar, además pescan y su producto lo venden en otros pueblos, como en Pinotepa Nacional y Acapulco, también cuentan con pequeños comercios.

Una cualidad que sobresale de los habitantes de Corralero es su organización para las diversas festividades que celebran; Quecha nos comparte las tres más importantes: el 12 de enero se lleva a cabo la celebración a la Virgen de Guadalupe, el 23 de febrero la fiesta en honor a Cristo Rey, y el 25 de abril la fiesta del “Santísimo”. Éstas se planean desde las “hermandades”, cada una tiene la suya y además cuentan con la figura del “hermano mayor”, responsable de organizar las reuniones para planear las fiestas. También tienen la tradición de las danzas de “los diablos”, “la tortuga” y la del “toro de petate”, que se representan los días 31 de octubre y 1 de noviembre.

La perspectiva de género en la migración es un aspecto relevante que aborda la autora, porque son pocos los estudios que dan cuenta de ésta. Nos muestra que el panorama nacional ha cambiado y ahora las mujeres también migran, ya sea con sus esposos o solas, esto gracias a que suelen contar con redes de apoyo de amigas o familiares mujeres tanto en el lugar de origen como en el de destino, por lo que destaca la solidaridad femenina.

La autora observa que las familias de la localidad atienden a los cambios por la migración, así que distingue seis tipos de familias en Corralero: familias nucleares (neolocales), 101; familias extensas con jefatura femenina, 39; familias extensas con residencia patrilateral, 16; “hogares dona” (convivencia de la segunda y tercera generación), 28; monoparental con figura femenina, 10, y ninguna monoparental con figura masculina. La autora explica cada una, pero se enfoca en la de “hogares dona”, pues se refiere a los niños y las niñas que son “encargados” con sus familiares, principalmente con los abuelos.

Esta última organización familiar permite que los pequeños, a pesar de la ausencia de uno o de ambos padres, sean socializados por medio de los abuelos, especialmente de las abuelas. Existe una amplia diversidad entre las relaciones que se dan entre nietos y abuelos −incluyendo, a veces, la intervención de otros familiares, como tíos, primos, etcétera−, mismas que la autora expone con claridad y detalle.

Lo anterior da paso a que, en el cuarto capítulo, “Los niños hijos de migrantes y su entorno familiar”, Quecha describa los procesos cuando los padres (o uno de ellos) deciden migrar, básicamente lo primero es que se ponen de acuerdo en qué casa se quedará el niño o los niños, si sería con los abuelos paternos o maternos. De igual manera, la autora hace énfasis en la situación donde las madres se ausentan y dejan a los niños cuando son bebés, por lo que resalta la falta de socialización en esa etapa inicial. Por otro lado, también nos presenta los contextos en donde los que se quedan son adolescentes y sus hermanos menores, en este caso las niñas, cumplen con un rol de madre.

Otro escenario que se observa con la migración de los padres se describe en el quinto y último capítulo, “La niñez en Corralero e incidencias de la migración”, donde la autora nos cuenta sobre la violencia que sufren niños y niñas, ya sea verbalizada en la escuela, como decirles que son niños “encargados” que no tienen papás, o ya sea porque en casa las personas a su cargo los golpean. Este contexto deriva en que los niños se cuestionen la ausencia de sus padres, pensando que quizá no los querían. Así, Quecha nos explica sobre las diferentes maneras de tratar a los hijos de migrantes, pues igual los buscan −sobre todo a las niñas− para que sean madrinas de cuarenta días, etcétera, aunque sus edades oscilen entre 9 y 13 años, debido a que se considera que tienen mejores regalos que ofrecer.

En este mismo apartado, Quecha nos comenta que la etapa de la niñez en Corralero se define entre los 0 y 15 años debido a que a los 16 años hay adolescentes que se casan. También, ante la pregunta de qué es ser niño, la cual planteó tanto a adultos como a niños, percibe que los segundos manifiestan una mirada adultocéntrica, por lo que concluye que “los niños tienen la capacidad de generar sus explicaciones para dar sentido al mundo que les rodea haciendo explícita su capacidad de agencia para definirse a ellos mismos” (p. 192). Un tema importante que tampoco suele incluirse en las investigaciones sobre niños, es el de las emociones, al que la autora le otorga un espacio para exponerlas, así como su somatización.

Por último, la autora aborda las representaciones sociales de los pequeños sobre el “norte” y menciona un juego denominado por ellos como “del norte”, donde representan el cruce de la frontera, por lo tanto, en las charlas cotidianas “los niños adquieren nociones más aproximadas sobre el norte y las implicaciones de la migración de sus padres” (203).

En suma, este libro es imperdible para los interesados en la infancia y en la propuesta de mirarla desde su pluralidad, así como en el tema de la migración desde la perspectiva de los que se quedan; por otro lado, se destaca la búsqueda histórica y los actuales estudios sobre la población afrodescendiente en México, sin duda este trabajo presenta una gran aportación sobre este pueblo.



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