Reseñas
Irremediablemente filósofo. Entrevistas y discursos
Millas Jorge. Irremediablemente filósofo. Entrevistas y discursos. 2017. Valdivia. Universidad Austral de Chile |
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Recepción: 24 Noviembre 2017
La reflexión filosófica, de suyo tendiente a la universalidad, a veces se da, de hecho, en ambientes insulares. Este aislamiento ocurre a menudo en el pensamiento hispanoamericano donde suele reinar el desconocimiento mutuo entre las tradiciones filosóficas nacionales, con la probable excepción de los temas de carácter propiamente latinoamericanistas. Deseablemente, libros como este contribuirán a tender puentes y a restaurar el diálogo filosófico de amplitud continental e iberoamericana, el cual constituía la norma todavía en la primera mitad del siglo xx.
Jorge Millas (1917-1982), uno de los principales filósofos chilenos del siglo xx, fue profesor en la Universidad de Chile y en la Universidad Austral. Hizo estudios de posgrado en Filosofía y Psicología en Estados Unidos. Fue profesor visitante en la Universidad de Columbia y miembro de la Academia Chilena de la Lengua, de la Sociedad Peruana de Filosofía y de la Sociedad Argentina de Filosofía. Algunas de sus obras son Idea de la individualidad (1943), Goethe y el espíritu de Fausto (1949), Ensayo sobre la historia espiritual de Occidente (1969), El desafío espiritual de la sociedad de masas (1962) e Idea de la filosofía (1970). Entre sus principales influencias se cuentan Bergson, Husserl, William James y Ortega y Gasset.
La selección de textos y la introducción de Irremediablemente filósofo. Entrevistas y discursos han estado a cargo de Maximiliano Figueroa, profesor en la Universidad Adolfo Ibáñez (Santiago de Chile) y uno de los principales estudiosos de Millas en la actualidad. El volumen reúne una serie de entrevistas al filósofo chileno Jorge Millas, publicadas en su momento (1970-1982) en diarios y revistas de Chile, además de tres discursos. Estos últimos representan, respectivamente, 1) un hito en la vida de Millas, a saber, su renuncia a la Universidad Austral cuando esta se encontraba bajo el régimen de tutela militar impuesto a las universidades durante la dictadura pinochetista (“Discurso de despedida”, 1981); 2) un momento crucial de la vida política chilena —la convocatoria al plebiscito sobre la constitución elaborada por la Junta de Gobierno— (“Con reflexión y sin ira: discurso en el Teatro Caupolicán”, 1980), y 3) algunos apuntes sobre el espíritu humanista en la educación superior (“La ciencia y la ilusión humanista”, 1980). Sobre todo este último, quizá por tratarse de la transcripción de una grabación magnetofónica, tiene un estilo algo alambicado, que contrasta con la frescura del Millas dialogante.
En efecto, las entrevistas muestran la faceta más espontánea de Millas. En ellas se tratan temas filosóficos, políticos y existenciales, con chispas de humor y a veces de genialidad. Como introducción a la vida filosófica —no a la erudición, sino a la actitud vital—, las respuestas de Millas contienen pequeñas joyas: citando a otro pensador, explica que “el hombre filosofa cuando se da cuenta que en el mundo nada es obvio y que las cosas son siempre algo más de lo que parecen”; no obstante, filosofar también requiere comprometerse vital y existencialmente: “filosofar es perder la tranquilidad. Y […] la tranquilidad se pierde porque el pensamiento […] nos priva de las certezas, nos hace desconfiar de las convenciones, nos arranca del seno materno del sentido común”.
Con todo y haber sido un renombrado profesor universitario, Millas no consideraba que la filosofía fuera solo, ni principalmente, una actividad académica o profesional: “no se trata de vivir primero y después filosofar […]. [Si] nos atuviéramos a ese proverbio tendríamos que quedarnos con vivir y no filosofar nunca porque siempre tendremos la vida por delante y eso nos servirá […] de excusa para no filosofar […]. La filosofía debe estar siempre impregnando la vida”. Hay también lecciones de humildad intelectual: “El filósofo —con las luces de la inteligencia— solo puede ayudar a clarificar los problemas […] pero no los resuelve”.
Como comentarista político, además de hacer gala de serenidad y penetración, Millas muestra un espíritu que él mismo define como libertario y democrático: “la auténtica libertad [por un lado] es un derecho, no una graciosa concesión”; por otro lado, no constituye un valor al margen de otros y debe ser modulada por la responsabilidad. A nivel político, el límite de la libertad debe determinarse “no por el arbitrio o voluntad […] particular del gobernante, sino por la comunidad misma expresada bajo la forma de la ley”. Por lo demás, su actitud democrática —como quizá toda actitud democrática auténtica— se halla lejos del dogmatismo: “la democracia es un riesgo, una aventura”.
También se encuentran sugerencias pedagógicas valiosas. Ante la restricción de la enseñanza de la filosofía a nivel medio en algunos países, Millas advierte sobre dos grandes riesgos a los que la juventud está expuesta, frente a los cuales la filosofía constituye una especie de baluarte. El primero es la multiplicación excesiva de los saberes, con la consiguiente pérdida de la unidad; pues bien, la filosofía, al reflexionar sobre la totalidad, busca la integración del saber, previniendo así a los jóvenes contra la barbarie de la especialización, para utilizar la expresión orteguiana. El segundo riesgo implica las ideologías, que “convierten en dogmas lo que es dudoso y […] transforman las pasiones en simulacro de ciencia y convicción […], convirtiendo una posibilidad de concebir la sociedad humana en la única concebible”; la filosofía, al defender la autonomía de la razón, sostiene Millas, puede proteger a los jóvenes también de este peligro.
En cuanto desarticulador de ideologías, Millas representa muy bien el aspecto negativo o destructivo de la filosofía. Su palabra invita al sereno examen crítico y al sano escepticismo ante entusiasmos fáciles: “en nombre de la patria se cometen las peores iniquidades […]. El noble concepto de patria se utiliza como excusa […] no solo por parte de los terroristas de izquierda sino, también, por parte de los terroristas que los combaten a ellos”. ¿El rol del estudiante universitario? No dejarse embaucar: “el ánimo exaltado, que ayuda a obrar, impide a menudo ver y pensar”. Reacio a suscribir partidismos cómodos —“las palabras derecha o izquierda y toda la nomenclatura política no tienen la virtud de separar moralmente a las personas”—, Millas abogaba más bien por un humanismo que elevara la vida y promoviera el ejercicio responsable de las libertades ciudadanas en el marco de una auténtica democracia.
Como auxiliar para el mejor conocimiento de Millas, las futuras ediciones de este volumen se beneficiarán con la adición de una bibliografía que haga el recuento completo de las obras del filósofo y otra de naturaleza secundaria, también útil. Cabe mencionar que el texto debería ser depurado de algunas erratas; sin embargo, la principal aportación de esta obra consiste en poner a disposición del lector una colección de textos que no conforman el canon de la obra de Millas y que, de otra manera, serían difícilmente accesibles.
La selección tiene la virtud de mostrar no solo el pensamiento de Millas al filo del diálogo y de algunos discursos representativos, sino el valor testimonial de una existencia vivida en plena coherencia con sus convicciones filosóficas, aun ante las amenazas del poder. Millas se muestra, así, como un personaje con claras reminiscencias socráticas, a la vez que inserto en una problemática que puede considerarse característicamente latinoamericana: la de la reflexión racional bajo una dictadura. Esperemos que este interesante volumen incite al estudio del gran intelectual público que fue Millas y contribuya a ampliar la perspectiva del pensamiento hispanoamericano en su conjunto.