Las ideas. Su política y su historia: Las transformaciones conflictivas de los sujetos de poder
Partido católico y partido conservador: dos modos de ver el liberalismo. Estados Unidos de Colombia, 1872
En 1872 el liberalismo colombiano estaba en su apogeo, la constitución de 1863 había refrendado su ideario: separación iglesia-estado, la libertad de culto y de conciencia, el ejercicio de las libertades individuales y la federación2. Entonces el país recibió el nombre de los Estados Unidos de Colombia, conformado por nueve Estados Soberanos, aglutinados por un Estado Central con sede en Bogotá y un presidente que cumplía con la función de mantener la unión y garantizar el cumplimiento de la constitución, sin contravenir los fueros regionales.
La tensión entre el Estado central y los Estados soberanos, llevó al primero a tomar medidas que, sin menoscabo de los fueros regionales, unificaran a la federación en asuntos como el fortalecimiento del Estado laico y la reforma de la educación. Puede decirse que fue en este período cuando en el país se dio la invocación del principio de nación desde el punto de vista moderno, como una construcción consensuada en la que confluían asuntos centrales como la escuela, la unificación de festejos cívicos comunes en todo el territorio y la elaboración de una historia patria escolar destinada a la formación de las nuevas generaciones3.
Una de esas medidas fue una reforma educativa que menguaba la influencia de la iglesia en esta materia; se declaraba a la escuela obligatoria, gratuita y laica, el sistema pedagógico debería erradicar la memoria y el escolasticismo de la educación y, en su lugar, implantarse la pedagogía objetiva pestalozziana en boga en aquella época en Alemania. La reforma consignada en el Decreto Orgánico de instrucción pública de 18704 intentaba hacer de la educación el bastión de la modernización cultural y política del país, impulsando la formación de buenos ciudadanos independientemente del credo religioso que profesaran.
No obstante, para no atentar contra la autonomía de los Estados, la aplicación del decreto se dejó a su arbitrio. Al mismo tiempo se creaban escuelas normales nacionales, sufragadas con los fondos del estado Central y diligenciaba la traída al país de una misión de maestros alemanes que ayudaran con la creación y dirección de escuelas Normales de varones y mujeres y sus respectivas escuelas anexas, con la divulgación del sistema pestalozziano. Los conservadores se opusieron a la llegada de los maestros alemanas con la tesis de que su credo protestante era una perniciosa su influencia entre las jóvenes generaciones.
Las medidas mencionadas provocaron una mayor animadversión por parte de los sectores conservadores del país, los cuales veían en la constitución y en el Estado liberal una verdadera intromisión del ateísmo en el país, un atentado contra la tradición religiosa y una avanzada de las doctrinas revolucionarias que traían consigo el socialismo, el caos y la barbarie, asumieron entonces una actitud contestaría con todo lo que el liberalismo propusiera y desde diversos ámbitos se dedicaron a desprestigiar el liberalismo: el púlpito y la amenaza de la excomunión para los que enviaran sus hijos a las escuelas públicas fue un vía eficaz para limitar el alcance educativo. Los periódicos conservadores, especialmente los más ortodoxos, fueron otra trinchera, en ellos se parapetaron sus líderes para atacar y desprestigiar el liberalismo colombiano ser ateo y masón, y de conducir al país hacia despeñadero moral, que sólo podría evitarse con la intervención de la Iglesia y la adhesión completa a ella de los colombianos
Conservadores en filas
A pesar de la oposición del sector más ortodoxo y religioso del conservatismo colombiano, el proyecto liberal gozó del favor de otro más civilista y abierto al cambio de hecho, durante los años comprendidos entre 1863 y 1872 el país respiró un aire de prosperidad económica y de cierta tranquilidad política, lo que permitió, por ejemplo, que se mejoraran las condiciones generales de la educación, se incrementara la publicación de periódicos y libros y se dieran vía para que los sectores opuestos se expresaran abiertamente contra el gobierno.
Conservadores moderados estrecharon vínculos con los liberales y favorecieron, de diversos modos, sus proyectos políticos. Fue José María Quijano (1836-1883) uno de esos conservadores que respaldaron al proyecto liberal y dieron vida a un conservatismo más consecuente con las necesidades políticas que enfrentaba. Sin perder su identidad partidista, estos hombres ayudaron a aclimatar los cambios necesarios para mejorar las condiciones políticas y sociales del país.
Desde su posición como profesor de Historia patria en la Universidad Nacional ayudó a fortalecer una imagen del pasado del país, en la que primó la idea de cambio y progresión, con cierta idea de que, sin duda, era mejor el presenta republicano que el pasado colonial Como periodista se ocupó de defender a la “Patria” de todos los ataques, de dar a conocer el pasado patrio, y de promover la independencia de Paraguay y Cuba. Fue también un gran respaldo “académico” en la formación del panteón y la definición de las llamadas “fiesta nacionales”, como la del 20 de julio que pasó de ser “la fiesta de Bogotá” a convertirse en la “fiesta nacional” del grito de independencia.
Mientras algunos conservadores prestaban sus servicios al proyecto liberal, otros, asumían una férrea oposición contra todo lo que llevara ese sello. En Colombia el representante por antonomasia de ese sector fue Miguel Antonio Caro (1843-1909), un gramático conservador, reputado por su profundo conocimiento de la lengua española, por su inteligencia y erudición y por su defensa a ultranza de la tradición hispánica simbolizada en la religión católica, el español y el pasado que unía al país a la madre patria. Miguel Antonio Caro fue un opositor feroz del liberalismo, un polemista enconado, un escritor mordaz que no desperdiciaba oportunidad para denunciar las falacias anticatólicas y ateas del liberalismo del mundo y en particular del liberalismo colombiano. Su personalidad ortodoxa marcó fuertemente los rumbos de Colombia a partir de de 1886 cuando el llamado movimiento Regeneracionista, refrendó su proyecto político con una Constitución centralista, fuertemente presidencialista y que definía a la religión católica como principio de unidad nacional, constitución mantuvo su vigencia hasta 19915.
Cofrades, escritores y polemistas
La vida política de Colombia durante la segunda mitad del siglo XIX no sólo estuvo marcada por las guerras, la escritura fue durante este período una medio fundamental de la lucha política y un modo de existir altamente valorado en la sociedad. La mayor parte de los políticos de la época incursionó en la escritura de diversos géneros literarios: novela, poesía, historia, teatro, al tiempo que desempeñaban variados cargos públicos. Podría decirse que la escritura constituía una forma de patriotismo cívico; las letras configuraban un horizonte civilizatorio para erradicar la barbarie y la ignorancia de estos territorios. Impresos como hojas sueltas, proclamas, periódicos, etc., fueron verdaderas tribunas políticas a través de las cuales se desarrollaron grandes debates ideológicos y políticos, y fueron también trincheras desde las cuales los contrincantes blasonaban la pluma con furia y caballerosidad6.
Aunque la escritura no produjera grandes réditos económicos, la autoría de diversos textos daba a sus escritores un reconocimiento especial en el círculo de las letra que coincidía con el círculo más cerrado del poder; la relación entre la escritura y el poder fue una característica de este período, gran parte de los políticos más importantes de la época se consagraron también como escritores tanto de narraciones ficticias como verdaderas, destinadas a públicos eruditos o populares.
Verdaderos polígrafos capaces de escribir con solvencia poesía o historia, hacer leyes, componer novelas, redactar constituciones y producir textos de uso popular, gracias a su formación en retórica y a que la escritura era todavía un ámbito abierto, en el que el género estaba dado más por el formato para el que se escribía, que por la profesionalización de la escritura en función de disciplinas como la crítica literaria o la creación literaria, la historia o la sociología por mencionar solo algunas. La escritura estaba más relacionada con el ejercicio del poder y el despliegue de las atribuciones intelectuales y morales de quien escribía, que con un terreno autónomo y profesional.
En esta mixtura entre la escritura y el poder, la redacción de periódicos era una actividad fundamental, los periódicos eran los epicentros del debate, la oposición y la propaganda política, los publicistas como aún se les llamaba constituían una fuerza indiscutible en la promulgación de idearios políticos y civiles y en la formación y alinderamiento de la opinión pública. En efecto, los escritores mencionados, estaban a la cabeza de proyectos editoriales. Miguel Antonio Caro editaba, junto a su hermano Francisco El Tradicionista, que agrupaba a un grupo de eminentes escritores conservador, afectos a la iglesia y la defensa de la hispanidad contra la irrupción de las ideologías francesas e inglesas como el sensualismo y el materialismo. José María Quijano dirigía y redactaba La América en compañía de Manuel Briceño (1849-1885) y Manuel María Paz (1820-1902), un periódico con una fuerte inclinación hacia la divulgación de documentos y artículos sobre el pasado de Colombia y promover algunos negocios nacionales como la definición fronteriza, las relaciones con Venezuela y, finalmente, apoyar los procesos políticos de Paraguay y Chile y el movimiento Independentista de Cuba
El tradicionista, más que un periódico era una “empresa editorial” que incluía un librería católica. Contaba con colaboraciones de copartidarios, traducciones y artículos extractados de periódicos españoles, norteamericanos, alemanes y franceses, todos de tendencia católica. Este grupo se autodenominaban “Partido Católico” y asumían su labor al frente del periódico como periodismo católico. De manera que con aludiendo al catolicismo como principio de militancia y de unión ideológica, se diferenciaban de los Conservadores “contaminados con ideas liberales”7 provenientes de su educación o de su participación en logias masónicas, dos de sus más temibles enemigos. El partido Católico debía velar por la pureza doctrinaria de sus miembros y por su total adhesión a catolicismos como principio aglutinador y como justificación misma de su existencia. En consecuencia. Ejerció una férrea oposición contra el gobierno laico y su empeño de establecer un sistema educativo secular acorde a la libertad de culto y de conciencia que establecía la Constitución.
Según El Tradicionista “un gobierno ateo no tiene derecho a educar”8 y las enseñanzas de la filosofía y las ciencias morales en un país como Colombia debían contar con la aprobación de la Iglesia y en armonía con el Syllbus Errorum publicado en 1864, o catálogo de las ideas modernas que condenaba la iglesia tales como la secularización política, el liberalismo, el socialismo, el matrimonio civil, la libertad de pensamiento, entre otras9
La América también funcionaba como empresa editorial; ofrecía a sus lectores la adquisición del periódico mediante el sistema de suscripción, al igual que El Tradicionista, incluía entre sus páginas un “folletín” esto es una novela por entregas que ayudaba a fidelizar a los lectores, y al final de cada año almanaques para los suscriptores. Cabe señalar que a pesar tener un tono más moderado, La América se declaraba como un periódico católico, incluso, había enviado a “Pio el Magno el número correspondiente al 8 de diciembre tan lujosamente impreso como nos fue posible”10.
Desde su primer número, publicado el 20 de julio de 1872, La América mantuvo con El Tradicionista varias disputas importantes por temas que eran en la época fundamentales para la conformación de un ideario “nacional” y para la definición de lo que Colombia era y debería ser. Una de ellas se desarrolló en el año de 1872 y se ocupó de discutir la fecha en la que realmente se debía celebrar la independencia de Colombia. Esa polémica con un contenido histórico, denotaba en su naturaleza una profunda pugna ideológica que oponía la idea de revolución política y ruptura de lazos con España como principio fundacional de la nacionalidad más acorde con una interpretación liberal de la historia, defendida por José María Quijano Otero.
Miguel Antonio Caro contrario a la revolución, planteaba la Independencia como una transformación que pese a haber roto los lazos políticos con España, no había logrado romper los lazos culturales con ella. Mientras en la interpretación liberal la independencia que debía celebrarse el 20 de julio, era parte de un proceso revolucionario que incluía a los sectores populares, para Caro los movimientos populares no era más que motines generalmente carentes de motivaciones políticas, la Independencia había sido, ante todo el producto de las élites políticas cundinamarquesas que el 16 de julio de 1813 habían optado por disolver los vínculos con la monarquía España, lo cual no significaba una desapego a su legado.
Ambos periódicos planteaban dos posiciones que, desde el punto de vista conservador, diferían sustancialmente entre sí, mientras para la América la Independencia y la República eran una muestra de la progresión de la sociedad, impulsada por la ilustración. Para Caro la sociedad de 1872 era una evidencia de la decadencia sufrida por cuenta del espíritu ateo, modernizador y revolucionario que habrían de llevar al país directamente al caos. Ni la ciencia el mercado podrían reemplazar a los ideales hispánicos, y tampoco las ideologías procedentes de Francia o Estados Unidos podría nunca llegar nunca a competir con la grandiosidad épica de aquellos ideales. De allí su lucha, en el plano de la gramática, por la conservación del castellano puro e incorruptible, y su condena permanente al uso de los galicismos y anglicismos que en su concepto contaminaban el idioma y la exaltación de la hispanidad y su legado religioso e idiomático como principio unificador de la nación.
Miguel Antonio Caro
Hijo de José Eusebio Caro, uno de los más importantes políticos de las primeras décadas de la República y uno de los fundadores del partido Conservador, Miguel Antonio Caro además de político, fue uno de los más importantes “intelectuales de su época”, latinista consumado, formado al tenor de los clásicos griegos y romanos, de la escolástica y de las tensiones entre el racionalismo y el apego absoluto a los cánones religiosos, optó por lo segundo, fundamentando su pensamiento en pensadores conservadores como Joseph de Maistre (1753-1821) Juan Donoso Cortés (1809-1853) y Jaime Balmes (1810-1849).
Caro fue testigo de las agrias disputas que originaron los partidos en Colombia, especialmente de las tensiones del medio siglo y la instauración de un liberalismo romántico que intentaba emular los hechos de 1848 en Francia. Caro desarrolló a lo largo de su vida una animadversión encarnizada contra el liberalismo y las influencias sajonas y francesas, y una postura cada vez más dogmática con relación a la Iglesia y al papel que ella debía cumplir en las regulaciones políticas y sociales. Su posición frente el liberalismo fue siempre combativa y descalificadora, rechazó la furiosamente la idea del estado laico, que llamó irreligioso, luchó contra la educación secular que denominó atea, enfrentó el sensualismo, el materialismo y el empirismo que intentaba implantarse en el sistema educativo y por considerarlas doctrinas contrarias a la verdad religiosa, y delató los peligros que según su fervor, se oculta en las logias masónica. La línea divisoria de los partidos políticos colombianos estaba demarcada, fundamentalmente por sus relaciones con la Iglesia, pues mientras los liberales promovía la separación Iglesia –Estado y, sobre todo, la supeditación de la primera al segundo, los conservadores defendía la religión como elemento integrador y organizador de la Sociedad y la Iglesia como institución civilizadora11.
Su visión de la historia tenía como eje a la tradición cristiana, por lo tanto, sin desdecir de la Independencia, la república era para Caro la manifestación heroica, la expresión decantada del espíritu y de los ideales hispánicos, del espíritu español. Se oponía a la idea de revolución que, en su razonamiento coincidía con Francia decadente, “popular” y atea, y más bien planteaba la de transformación que hundía sus raíces en el legado político y religioso proveniente de España.
Más que una Independencia en sentido absoluto, Caro la entendía en sentido relativo: política, pero nunca cultural; los ideales hispánicos tenían para Caro valor universal y se anteponían a la mentalidad pragmática y materialista del mundo moderno. España simbolizaba el honor, la virtud y la honra aspectos centrales en su concepción de la tradición, la autoridad y el orden que debían ser los hilos con los que se tejiera la sociedad. A los ojos de Caro la “hispanidad” era una especie de estado “ideal” al que debería aspirar la sociedad colombiana.
A diferencia de la interpretación liberal, soportada en buena medida en los ideales de las revoluciones francesa y norteamericana e incluso de las revoluciones hispanoamericanas, Caro no entendía la Independencia como una revolución derivada de la filosofía francesa, sino como una especie de transformación “ordenada”, que no había roto con la tradición, sino producto de la misma “personalidad española” aferrada al honor y la valentía, cuyo propósito, a diferencia del materialismo francés o sajón que abogaba por el progreso y la mundanidad, era expandir el espíritu cristiano.
Y no era que Caro fuera monárquico como lo acusaban sus detractores, de hecho, jamás planteó la idea de la restauración en ningún sentido, señaló que “en nuestro país no hay elementos ni tradición monárquica” y que las acusaciones que al respecto se le hacían, se debían a que no daba “importancia absoluta y capital a la formación republicana”12. Sin embargo, su lectura cristiana del mundo lo llevó ver el Orden como ideal sumo de la sociedad. El concepto de Orden estaba claramente entroncado la noción de “ordo” cristiano, que implicaba la aceptación de la voluntad divina; la historia entendida como el cumplimiento del plan divino, una historia providencial. De otro lado, la vida social estaba definida en relación con las jerarquías, esto es, con el lugar que, según la voluntad de Dios, cada uno ocupaba en el mundo.
El pensamiento dogmático de Caro estaba anclado a la autoridad, una noción que contradecía el ejercicio de la razón en el sentido moderno, pues, desde su perspectiva, el individuo debía plegarse a los mandatos religiosos, políticos y morales, en vista de que ellos estaban inspirados en un orden superior. De allí que sus discusiones, más que afianzarse en argumentos racionales, se sustentaban en una posición dogmática que no admitía ninguna crítica contra la Iglesia o contra la hispanidad, bases de sus “creencias políticas”.
Su pensamiento permeó profundamente al país durante el siglo XX, la Constitución política de 1886 que se mantuvo durante más de cien años (hasta 1991), recogió gran parte de sus posturas, en ella se retornó al Estado religioso con Dios como fuente suprema de toda autoridad, se legó de nuevo a la Iglesia el control sobre la educación y la cultura, refrendado mediante el Concordato que firmó el país con la Santa Sede en 1887, se declaró el catolicismo como la religión oficial de Colombia y se benefició la llegada de comunidades religiosas para abrir colegios a lo ancho y largo del país. En el plano político administrativo Colombia se definió como un país centralista con un fuerte poder presidencial, del que dependían tanto los ministerios como las administraciones regionales. Los grandes Estados soberanos pasaron a convertirse en Departamentos con gobernadores dependientes del poder presidencial y, paulatinamente, se dividieron territorialmente en parte para facilitar su administración, en parte para debilitar su poder. No obstante, es preciso señalar que la Regeneración abogó por una modernización católica que garantizara el progreso y la cohesión nacional , eso sí, teniendo en la religión un bastión de moralización y autoridad indispensable para el mantenimiento del orden social y la identidad cultural.
José María Quijano
Coleccionista y bibliófilo, logró acopiar y rescatar documentos antiguos que vendidos por bultos a boticarios y confiteros, corrían el riesgo de terminar convertidos en papel de envoltura, gracia a ello pudo constituir un acervo que pasó luego a la Biblioteca Nacional con su nombre13. La afición por acopiar documentos antiguos fue sólo una de sus facetas como estudioso del pasado del país. A ella se sumó la de estudiar antiguos legajos impresos y manuscritos que reposaban en las bibliotecas bogotanas14, así como la escritura de textos de índole diversa, entre los que sobresalieron los artículos de prensa sobre temas históricos, y en los que exhibió su erudición sobre el pasado, la historiografía de la época y la documentación que empezaba a constituirse en un “monumento de la gloria del pasado”, en el sentido en que la escritura conservada en las bibliotecas y archivos se configuraba en una entidad depositaria de la verdad de los sucesos.
El reconocimiento del que gozó Quijano Otero como escritor de la historia patria por parte de distintos gobiernos y diversas personalidades políticas, tuvo que ver, sobre todo, con su erudición y conocimiento bibliográfico y archivístico, con su aplicación al estudio de la historia patria y con la elaboración de escritos que publicó en distintos medios y en diversos formatos. Así pues, prevaleció la formación y el conocimientos sobre cualquier afiliación o simpatía política, lo que evidencia el paulatino peso del conocimiento y al experticia sobre la adscripción política e ideológica. En consideración a su conocimiento y reputación como historiador de Colombia, el gobierno de los Estados Unidos de Colombia, en cabeza de los liberales radicales lo contrató para que escribiera un Libro de historia patria, que salió publicado por entregas en el periódico la Escuela Normal entre 1872 y 1874, convirtiéndose en un texto modélico en cuanto a la narración de la Patria durante todo el siglo XIX y parte del XX15.
Como parte de sus labores al frente de la Biblioteca Nacional, Quijano O. publicó en 1869 Memoria histórica sobre los límites entre la República de Colombia y el Imperio del Brasil de inmenso valor histórico e historiográfico sobre las relaciones fronterizas entre estos dos países sobre la base Uti Possidetis16. Este libro recogía una problemática álgida en Hispanoamérica en esa época: la demarcación territorial de los estados estaba en pleno apogeo y con grandes disputas entre los países con límites comunes estaba provocando hostilidades y pugnas en todo el continente.
Su adscripción a un conservatismo moderado y desmarcado del llamado partido católico liderado por Caro, así como su interpretación liberal de la historia, con la consecuente inclusión de la noción de revolución como proceso ideológico y político y su reivindicación de los sectores populares como actores de la historia tuvieron dos efectos, el primero el que ya hemos dicho, que se convirtiera en una autoridad historiográfica durante el período Liberal, y que esa autoridad se extendiera durante el resto del siglo y en las primeras décadas del siglo XX, en parte, elevación del 20 de Julio como fecha nacional en la que se celebra la Independencia se le debe a su manera de concebir los acontecimientos desencadenados ese día. Pero, de otro lado, lo convirtió en un objetivo de saña permanente para El Tradicionista, cuyos redactores estuvieron, durante varios años, al tanto de lo que publicaba en la América para debatirlo y contradecirlo.
Quijano Otero murió en 1883 sin poder ver realizado su proyecto de publicar un libro de Colombia completo y erudito, desde mediados de la década de 1870 había minimizado su participación política, posiblemente por los artículos que publicó contra la dictadura liberal de Guzmán Blanco en Venezuela, que ocasionó que se le retirara del cargo de Bibliotecario Nacional, así como varios artículos en los periódicos Venezolanos que lo acusaban de retardatario y católico, también se dimitió de la dirección del periódico La América y se consagró a sus negocios particulares y a sus estudios históricos.
Los documentos que traemos, recogen dos posiciones conservadores con relación al liberalismo. Estas posiciones no son singulares de Colombia, se dieron con matices y algunas diferencias en toda Hispanoamérica. Procuramos que alguna documentación referenciada pueda ser consultada en línea por los lectores, los textos transcritos no están disponibles en línea, los dos han sido consultados en las hemerotecas de la Biblioteca Nacional de Colombia en Bogotá y de la Universidad de Antioquia en Medellín, otra parte de la información se encontró en la Sala Patrimonial de la Biblioteca de la Universidad EAFIT, también en Medellín.
DOCUMENTOS
El Tradicionista, Año I, trimestre, No. 2, Bogotá, 14 de noviembre de 1871, p. 12
Editorial17
Nuestros partidos políticos, de algunos años a esta parte, han sufrido alteraciones muy notables así en el personal de que se componen como en los programas que se publican, y aun parece que en medio de la paz por la libre evolución de las ideas y de intereses pacíficos, los elementos constitutivos de esos partidos, cada día más libres de trabas impuestas por compromisos accidentales, se mueve, buscándose los homogéneos y repulsándose los antagónicos, y tendiendo todos de esta suerte a producir nuevas clasificaciones más exactas, más justas y más adecuadas a la naturaleza misma de las ideas y de las cosas.
Señalemos algunas de las causas que influyen en esta descomposición y reorganización de los partidos.
En primer lugar la difusión de las luces y la propagación de la instrucción pública induce a los hombres a averiguar la razón de su anexión a tal o cual comunidad política; y de aquí nacen en mucha parte los cambios lentos que se han efectuado en el personal de las nuestras Muchos individuos de las familias liberales han venido comprendiendo que el partido liberal de nuestra Patria es, esencialmente hablando, una ramificación del partido liberal de Europa, estudiando sus principios han sentido que sus tendencias son decididamente irreligiosas, y originándose de aquí en ellos una interior lucha entre las aficiones hereditarias al liberalismo y la adhesión al catolicismo; el resultado es que mucho han optado por el segundo habiendo de renunciar, por lo mismo, a figurar en un partido a que realmente no pertenecen. En cambio, otros, adversarios también por tradición o por compromiso a los principios liberales, han venido convenciéndose de que los principios conservadores, restrictivos, autoritativos, o como quiera llamárseles, no tienen razón de ser ni motivos para una adhesión racional, mientras no se acredite subordinándose a principios más altos, a principios religiosos, –y en esto ven las cosas con perfecta claridad–; más no teniendo por otra parte, fe viva en principio alguno religioso, acaban de ser tibios en el servicio de su causa cuando pasiones del momento dejan de comunicarles un calor artificial, y de tibios se hace indiferentes, o francamente se pasan al campo de las doctrinas liberales.
Han contribuido singularmente a precipitar convicciones y desengaños los ejemplos y lecciones de la política en Europa. En los últimos tiempos no ha habido peripecia política alguna que por algún término no se refiera a Roma. Todo movimiento religioso se ha hecho sentir en el orden político, y toda cuestión política de alguna importancia ha resonado en el orden religioso. La ruina de la dinastía borbónica en España y de la napoleónica en Francia: la elevación de D. Amadeo al trono de aquella nación y las actuales diversas pretensiones al de esta otra: ¿Quién ignora la significación religiosa en que envuelven todos los acontecimientos políticos? Después, la declaración de la infalibilidad del Papa: ¿Quién no sabe la resonancia que esta declaración ha tenido en el orden político en toda Europa y particularmente en Alemania?
Y es que, entre otros motivos, el Papa ha condenado en el Syllabus errores políticos al lado de errores filosóficos;- porque la política y la filosofía son ciencias afines a la moral y afectan por lo mismo a los principios religiosos; y así hay una política católica como hay una filosofía católica; -y si el Papa es infalible como lo ha declarado un Concilio infalible, sus palabras ex cátedra son enseñanzas de verdad, y no es posible profesar lo que el Papa condena sin negar en hecho la infalibilidad del Papa y del Concilio y sin abdicar por lo mismo el dictado del católico. Entre el dogma católico de la infalibilidad de la Iglesia y los modernos supuestos dogmas fraguados por el liberalismo, ha sido forzoso optar, y en realidad muchos han optado por una de las dos banderas.
En segundo lugar la prolongación dinástica del partido liberal en el poder, el reinado de diez años que lleva el partido liberal, ha influido en distintos sentido en la constitución de los partidos políticos. Las almas independientes y justas, en vista de los inauditos actos de injusticia efectuados por ese partido, y de las escandalosas contradicciones en que incurre a cada paso, - sienten un instintivo movimiento de repulsión que naturalmente las ha colocado entre el partido oposicionista. Estas pérdidas se compensan ventajosamente en cuanto al número con conquistas de otro orden, porque el poder posee mil medios de corromper. Apoderado de los establecimientos dotados para educar la juventud, los ha puesto injustamente al servicio de sus ideas, y las cátedras de filosofía y política son servidas por hombres directamente interesados en la inoculación de esas falsas ideas; y como incautos padres de familia envían ahí a sus hijos por aprovecharse de las ventajas de una educación gratuita, el resultado es que los más de estos salen de ahí con ideas liberalescas, en contradicción con las sanas tradiciones de sus familias. Otros, y no pocos por fortuna, en quienes precozmente se despierta el instinto de la propia conservación moral, junto con un elevado sentimiento de dignidad, tratan de adquirir una instrucción acomodada al principio católico a que, por tradición y por gracia, se sienten fuertemente atraídos, y prometen ya con intenciones sanas y enérgicas días de ventura para la Patria en cuyos destinos no muy tarde habrán de intervenir poderosamente.
Sucede también en virtud de la misma perpetuación de la dinastía liberal, que los escritores católicos por combatir, como no pueden menos de hacerlo, los abusos de un poder particular, se dejan llevar sin sentirlo a doctrinas abiertamente contrarias a los derechos del poder en general, y por lo mismo abiertamente anticatólicas: a la aceptación de la absoluta libertad de cultos, de imprenta, de industria y demás libertades que, católicamente hablando, no pueden aceptarse sin justas limitaciones. De parte de Gobiernos liberales que ninguna creencia, ningún principio exclusivo profesan, debemos reclamar, es cierto, en toda energía, como indicábamos en nuestro anterior número, el uso de facultades que doblemente nos corresponde, es decir, por derecho natural y por simulacro de derecho legal inventado por nuestros mismos adversarios; pero en esta reclamación, debemos también distinguir lo que absolutamente aceptamos, esto es, el derecho para hacer el bien, de lo que hipotéticamente y como argumentando ad hominem alegamos, esto es, el derecho que promiscuamente se supone tienen todos así para el bien como para el mal. Empero, en la reclamación que hacemos de nuestros derechos solemos olvidar esta importante distinción: de donde nace que quien lea en el extranjero algunos artículos de nuestros escritores conservadores habrá de juzgarlos liberales exagerados, y estos mismos escritores, como sus adeptos, a causa de esta indiscreción, a causa de no referir siempre sus intereses a sus principios, son como patinadores que están a cada momento expuestos a verse hundidos en el hielo que conculcan, ¡Líbrenos Dios de la exageración de las pasiones y de las imprudencias de una situación anormal!
En tercer lugar, la implantación del sistema federativo ha introducido por distintos motivos, modificaciones notables en nuestros antiguos partidos políticos. Porque, por una parte, descentralizado el poder público, los intereses se han igualmente localizado, y como muchos de los antiguos adictos a tal o cual comunión política lo eran menos en virtud de principios que de particulares intereses, nuevas combinaciones locales de intereses han producido nuevos fraccionamientos, locales también, de partidos. Notóse muy sensiblemente este influjo de la federación en las manifestaciones de la liga, pues en unos Estados fue aceptada y en otros rechazada enérgicamente por los miembros del antiguo partido conservador.
Por otra parte, la federación que por un momento pudo ser lema del liberalismo ha dejado de serlo, en el mundo a virtud de un examen más atento de los hechos, y en nuestro país a virtud de ese mismo examen y de especiales circunstancias. Confundióse por muchos la noción de un Gobierno fuerte y sano con la de la centralización del poder; hoy todos distinguen esas dos cosas, tanto que aun los católicos absolutistas no solo aceptan en Europa la descentralización sino son los más fervorosos enemigos del cesarismo avasallador. Véase, si no, las proclamas de Carlos VII y Enrique V, en que tanto se ensalzan los viejos fueros municipales, púlsese la mala voluntad de los católicos rancios para con Napoleón III y Víctor Manuel. Hoy día, pues, absolutismo y cesarismo, gobiernos fuertes y gobiernos centrales son dos cosas entre sí enteramente distintas; y esta distinción ha venido a ser entre nosotros todavía más notable desde que el Estado más católico y el Gobierno más fuerte de la nación, el Estado y Gobierno de Antioquia, son los más interesados en la descentralización, y los que más sensiblemente se ha opuesto a las tentativas centralizadoras, en el ramo más delicado, el de la instrucción pública, ensayadas por el actual gobierno liberal de la Unión Colombiana .
Es más: en esta cuestión de federación lo mismo que en la cuestión de libertad, pálpase cada día más la carencia de un carácter absoluto en ellas y su natural referencia a principios más altos. La tendencia al movimiento nos hace amar la libertad, pero si bien se reflexiona, la libertad de movernos en un sentido supone la dificultad o no –libertad de movernos en otro: la libertad de progresar, por ejemplo, no va siempre de acuerdo con la libertad de ascender; así que la cuestión no es saber que cómo podemos ser libres en todos los sentidos, lo cual es imposible, sino en qué sentido conviene que lo seamos. Por esto al condenar la Iglesia católica ciertas libertades aumenta el ejercicio de las contrarias: al censurar el abuso de la libertad fomenta los buenos usos que de ella pueden hacerse. De la propia suerte, el que centraliza el poder en el sentido, por ejemplo, de la irreligión, lo descentraliza respecto de la religión misma. Si todos los Gobiernos centrales fueron esencialmente católicos, si pudiera realizarse el bello ideal del Conde de Maistre y de otros insignes publicistas que consideran al Papa Vicario de Cristo, como regulador de las peligrosas tendencias de los Príncipes, entonces la institución de Gobiernos centrales satisfaría hasta donde cabe la necesidad de que por doquiera siente el linaje humano de marchar a la unidad, verdadera madre de la fraternidad y la caridad.
Pero como en los tiempos modernos los Gobiernos personales se han inclinado constantemente, por orgullo y por rebeldía, a la apostasía y a la pluralidad de creencias; como de ahí nace la constante anarquía entre las naciones, -anarquía opuesta a la posible confederación de los pueblos en un solo rebaño bajo la autoridad de un solo Pastor, -forzoso se hace buscar la unidad por medios aparentemente opuestos, por la descentralización misma del poder social, que sin alterar la esencia del Gobierno, reparte sus funciones en manos del municipio, de las familias y de otras entidades que aún no se han hecho de la apostasía un deber, como los grandes centros políticos. En este sentido los amigos del orden aceptamos como medio de recomposición la misma forma federal que otros proclamaron por espíritu revolucionario y por ambición personal.
Otra causa moral no privativa nuestra, sino de la época y del mundo, se ha dejado sentir en la transformación de nuestros partidos; y es la difusión del escepticismo, la falta de fe en todo, en los hombres y en las cosas. Este mal hace estragos, indudablemente, en el campo católico, pero muy mayores los hace en las demás comuniones. Hay hombres que no creen en la eficacia de los principios religiosos, pero mucho más son, y en proporción van más creciente, los que desconfían de los sistemas humanos, De aquí nace que no va (sic) habiendo más fe política sino la que depende de la fe religiosa: los partidos políticos que absolutamente prescinden de toda idea religiosa son compañías industriales que más que otra cosa, y sus miembros se ríen de los mismos pseudo principios que proclaman, como se ríe el mercader de los encomios con que trata de acreditar los productos que vende. Irritados con estas falsías, los pueblos desengañados empiezan a rebelarse; pero confundiendo en su ciego furor engañado con el maestro, amenazan con una misma tea incendiaria a los políticos que los explotan y a los sacerdotes que los salvan.
Entre tanto el partido católico de todos los países se depura cada vez más y absorbe exclusivamente en su seno la fe que por donde quiera parece extinguirse; y tiende a ser, por lo mismo, el único partido verdaderamente culto en cuanto tiende a ser el único verdaderamente creyente; al paso que los demás partidos pasando de la duda a la negación y de la negación al materialismo, subordinado tanto más su conducta a sus intereses cuanto más la sustraen a ideas que van perdiendo y que ya no profesan, van asimilándose más y más a bandos salvajes, van retrocediendo más y más a la barbarie.
Por eso en todas partes toma hoy el partido católico una posición tan digna, tan noble, tan pura, tan independiente. Entre nosotros este mismo partido, deslingándose de molestas ataduras, se determina cada día más y aspira a tener una representación tan distinguida como la tiene otras naciones. Hoy día la palabra católico no implica adhesión a tal o cual partido anterior: los católicos por el mero hecho de serlo, formamos un solo partido; nuestra religión, esencialmente hablando, dice un ilustre publicista, es tan antigua como el mundo; por consiguiente nuestras convicciones católicas son anteriores a nuestras opiniones políticas, y formamos éstas por aquellas, no aquellas por estas. Queremos que la política sea un instrumento de la religión, no la religión un instrumento de la política. Queremos catolizar el Estado como el Estado pretende liberalizar a la Iglesia. Tal es la cuestión; los partidos se determinan cada día más u tienden a reducir todos los problemas sociales, bajo una nueva forma y con una nueva claridad, al dilema ya ha siglos planteado entre el Cristianismo y el Paganismo, entre la Verdad y Error, entre el Bien y el Mal
Seguiremos hablando en números posteriores, del carácter y los derechos del partido católico o tradicionista en Colombia, y de las reclamaciones que tiene pendientes ante la opinión pública.
Miguel Antonio Caro
La América Año ١, Trimestre ١º, No ٢٣. Bogotá ٥ de Octubre de ١٨٧٢18
Nuestra bandera (Resumen)
Al llegar al término de la tarea que voluntariamente nos impusimos escribiendo la serie de artículos a que hoy damos punto, deber sernos permitido detenernos y mirar hacia atrás, del mismo modo que el viajero al llegar a la cumbre mira el valle que ha recorrido, y haciendo alto un momento cobra fuerzas para emprender nuevamente el viaje que solo Dios sabe en donde acabará.
Sin más títulos que los que pueden dar la convicción y la buena voluntad, hemos querido hacernos eco de las honradas y patrióticas aspiraciones del partido en que estamos afiliados, y ensayando alzar en alto la bandera arriada en una contienda civil, vencida si se quiere, pero no rendida, porque si en una lucha de hermanos puede haber vencimiento, repugnamos la idea de que en la lid fratricida pueda haber triunfo.
Alzamos la bandera de una charca de sangre generosa; es la sangre de los vencidos que corrió confundida con la de los vencedores; y ya que no es dado presentarla a la República como ofrenda propiciatoria, porque no es ella una de esas divinidades indicas que reclaman sacrificios humanos, queremos considerarla al menos como última parte del rescate pagado a las pasiones políticas.
Tan ajenas de cualquier sentimiento de odio cuando lo estamos de toda pretensión, nos regocijamos y enorgullecemos al ver que la bandera que levantamos es lienzo glorioso de la Patria, en cuyas armas se resume toda la heráldica colombiana y en cuyo derredor nos agrupamos todos. Todos ansiamos su engrandecimiento y su felicidad; pero no estando de acuerdo en los medios que haya de emplearse para alcanzarlos, escribimos en el reverso del estandarte nacional las doctrinas que profesa nuestro partido, medio asfixiado ayer por el humo del combate y la sangre de sus propios hijos, pero rejuvenecido hoy al reclamar el puesto que le corresponde entre los que aspiran el progreso como resultado natural de la paz y la concordia.
Muchas de las antiguas doctrinas han desaparecido de nuestro programa tradicional; la mayor parte de ella figura hoy en forma de preceptos legales, sancionados unos con el voto de antiguos adversarios, y otros a que éramos adversos sancionados con el voto de nuestros caudillos, luego que creyeron que su expedición no era prematura. Las decisiones restantes, o aquellas que ha creado la nueva situación, son las que hemos querido recoger para presentarlas sin extensos comentarios como símbolo del partido en cuyas filas formamos.
La tarea era ardua; -quiera Dios que no sea ingrata.
Un célebre literato ha dicho que “no son dignas del hombre sino las empresas superiores a las fuerzas le hombre”. Si esto es cierto, acometer aquella a que hoy ponemos término nos da derecho por lo menos a nuestras ideas sean discutidas con calma y provoquen el debate pero no la diatriba que nada prueba, y solo es fecunda en odios y desagrados.
Ya lo hemos dicho, pero no estaré por demás repetirlo: tenemos voluntad, pero no estamos autorizados suficientemente para pretender que nuestro papel sea órgano del partido conservador. Estas sencillas palabras manifiestan que el programa que presentamos no es hoy otra cosa que base de discusión y que muy lejos estarían de pretender imponerlo, quienes en materias políticas no reconocen como infalible a nadie, ni someten sus criterios al juicio ajeno.
Pero creyendo que un partido político para tener razón de ser tiene obligación de presentar el programa de sus principios, y que sus adversarios están en el derecho de exigirlo, nos hemos hecho eco de una parte no pequeña de nuestros compañeros al proclamar como principios fundamentales los siguientes:
1. El partido conservador colombiano no admite otro sistema de gobierno que el republicano, democrático, representativo, alternativo y responsable, bajo la forma federal.
2. Sostenemos y defendemos lealmente la Constitución vigente, por cuanto es la Constitución, y como garantía de paz y lazo de unión entre los Estados, reservándonos el derecho de propender a su reforma, por las vías legales y pacíficas de acuerdo con nuestros principios.
3. Sostenemos la independencia de la Iglesia, y reconocemos que la legislación civil del país debe tener por base la moral católica.
4. Admitimos la tolerancia de cultos, con excepción de aquellos cuyas prácticas ofenden la moral.
5. No reconocemos en el Gobierno derecho para alterar la constitución de la familia Cristiana.
6. Las dificultades actuales, religiosas y económicas, consiguientes a la desamortización, no pueden resolverse sino por un avenimiento con la Santa Sede, en el cual queden asegurados los derechos de la iglesia y de los rematadores.
7. La propiedad, como todos los derechos naturales, es anterior a la ley positiva, y en tal virtud no admitimos derecho de expropiación.
8. El Gobierno, como deudor, no puede alterar por sí sólo los compromisos que contraiga con acreedores.
9. No admitimos otra clase de libertad que la que consiste en hacer todo aquello que no daña a la sociedad o a un tercero
10. La mayoría tiene derecho de gobernar; la minoría tiende derecho de hacer oír su voz, inspeccionar y fiscalizar.
11. Es deber moral apoyar al Gobierno legítimo, obedecerlo que no se oponga a la conciencia, a la Constitución ni a las leyes; y propender, cuando sea malo, a que se reforme o cambie por medios pacíficos-
12. El Gobierno no es autoridad en materias morales, religiosas ni científicas. Tiene el deber de fomentar y proteger la educación y la instrucción, tano la primera como la secundaria, sin pugnar en estas materias con las creencias de las mayorías.
13. El sufragio debe ser general, en el sentido de que nadie debe ser exluido por el solo hecho de haber seguido determinada carrera o profesión.
14. Queremos la creación de un Poder electoral distinto de los demás Poderes, y destinado a proteger la libertad y hacer efectivo del derecho del sufragio.
15. La organización que haya de darse a la Instrucción Pública, la suma de libertad municipal que deben tener las localidades, y el sistema penal conveniente para contener los delitos, son asuntos de competencia de los Estados.
16. El Poder Judicial debe organizarse de manera que los jueces den garantías de moralidad, ciencia, independencia e imparcialidad.
17. Queremos la creación de un territorio federal para residencia de los Altos Poderes dela Unión.
18. El ejército, debidamente organizado y disciplinado, es un elemento indispensable de buen gobierno; no debe exceder del absolutamente necesario, ni formarse por medios violentes, como el conocido entre nosotros con el nombre de reclutamiento forzoso, En caso de guerra exterior todo colombiano debe ser soldado.
19. Ningún Poder federal tiene facultad de interpretar la Constitución. Todos ellos tienen el deber de aplicarla y cumplirla bajo estricta responsabilidad.
20. No admitimos que el Gobierno de la Unión pueda intervenir, en ningún caso, en las luchas domésticas de los Estados.
21. Propenderemos por todos los medios a nuestro alcance, y apoyamos con toda nuestra fuerza, toda medida que tienda al fomento de la instrucción pública y de las mejoras materiales.
En estos principios se resume el credo político, que alzamos como bandera al hacer acto de presencia en el debate de la cosa pública.
Hemos dicho, pues, lo que queremos y cómo y para que lo queremos: toca a nuestros copartidarios decidir si hemos conseguido hacernos eco de las aspiraciones generales, o indicarnos cualquiera error en que involuntariamente hayamos incurrido, pare ver de corregirlo
Creemos que nuestro programa podría compendiarse en estas dos palabras: justicia y tolerancia. La primera aseguraría todos los derechos del ciudadano; la segunda sería el resumen de lo que declara la conciencia.
Dijimos que en nuestro sentir el campo religioso era distinto del político, y que aspirábamos a que quedaran deslindados. Antes de concluir debemos decir el fundamento que tiene esta aspiración.
Es un sentimiento de respeto a nuestras creencias el que la produce; es el amor a la República el ánimo que los sustenta, la constancia que nunca alcanzará en nuestro ánimo ninguna doctrina política, por eso le hemos dado nuestra alma con santuario al cual nada puede llegar, ni la ley. El amor que profesamos a la República nos hace desear que su legislación tenga por base la moral cristiana, fuente de la civilización; pero no querríamos que la disciplina de la Iglesia tuviera nada que hacer con la marcha política del país: -asegurada la base entre las dos entidades, civil y religiosa, no deberían haber sino lazos de amor y de concordia, y la República no haría oír su voz sino para imponer respeto a la entidad que simboliza las creencias de sus hijos, y la Iglesia no alzaría su mano sino para bendecirla. Pero si las unimos íntimamente; si el partido político llegase a ser un partido puramente religioso, el día de un conflicto peligraría nuestras creencias a la par de nuestras doctrinas, y el turbión que nos arrebatará como ciudadanos, podía también amenazarnos como católicos.
Acaso se nos dirá que las tendencias de los partidos hacen temer que esto sucede en todo caso. ¿Es decir que desconfiamos de que algún día impere la justicia? ¿Los partidos no se pueden regenerar también? Quitemos por lo menos el pretexto, que no eso desmejorará nuestra causa, y la violación de nuestro derecho será el arma más poderosa contra aquellos que la violen.
Si esos campos pudiese ser deslindados, políticamente hablando, fácil sería dividir la tarea de las que ambicionamos llevar al mismo fin, de los estamos de acuerdo en los medios para conseguirlo, porque discrepamos respecto de la manera de emplearlos.
El día que sean atacadas todas nuestras creencias, no quedará vacante el puesto que reclamamos para coadyuvar la defensa de la Iglesia, a que reconocemos como madre de nuestra alma. El día que sean atacados nuestros derechos como miembros de la comunidad católica, los defenderemos con las armas que nos da la Constitución, y reclamaremos justicia y tolerancia de la Republica, a cuyo amor rendimos el vuelto de nuestro corazón.
Es así como entendemos la división de los dos campos.
Concluyamos
Según la opinión de un ilustrado político, los pueblos recorres tres períodos: el de la fuerza en que los hombres se baten; el del derecho en que los ciudadanos discuten; y el de la ciencia, que mejor querríamos llamar de la justicia, en que los hermanos de cuentan. Nos halaga la esperanza de que el primero de estos períodos quedó cerrado definitivamente en 1862; si acaso estamos en el segundo, discutamos con calma; pero como lo deseamos, puede ya echarse el “puente sobre el abismo” que como aspiración y como profecía patriótica ansiaba y entreveía nuestro eminente patriota el doctor Madiedo19*, no nos limitemos a contarnos: abracémonos.
Si nuestro programa tiene séquito y al fin alcanza la victoria, quiera el cielo convertirla en triunfo para la Nación, si fuere rechazada por la mayoría de nuestros copartidarios, reclamamos que se nos abone en la cuenta que todos tenemos con la Patria la buena voluntad y la buena fe con que lo escribimos; si somos vencidos en el debate, no habremos de lamentar nuestra derrota si los vencedores realizan el voto que hacemos con el corazón:
¡Dios prospere a la República!
José María Quijano Otero
Grabado del taller de Alberto Urdaneta para el Papel Periódico Ilustrado, 1887
Ensayo sobre la situación actual de los Estados colombianos-1.
Por Florentino González (1805-1874)
Desde que la revolución francesa, despertando á los pueblos del adormecimiento de que yacían bajo el despotismo de los monarcas, los puso en la vía de su regeneración, el mundo entero ha experimentado una ajitación saludable, en medio de la cual se han discutido i sancionado los sanos principios de gobierno; i la libertad, la civilización i las mejoras de todo jénero han hecho progresos asombrosos. Los tronos de los monarcas han sido rodeados sucesivamente de la representación popular; i los Reyes, gobernando con los consejos de la democracia, al mismo tiempo que han consultado los intereses de la sociedad, han robustecido su poder, fundándolo sobre la única base sólida que puede reposar: la soberanía del pueblo.
Allá en Europa, la transicion de la monarquía á la democracia se efectúa conservando á las tradiciones su prestijio y las apariencias de su poder; i sin embargo esta transición no se hace sin oscilaciones peligrosas, sin que la jeneracion que funda el porvenir para la que la ha de suceder tenga mucho que sufrir.
Acá en América, la transición aparentemente se ha efectuado de una manera repentina. A la monarquía sucedió la democracia en el nombre, i empezamos á hacer ensayos e las prácticas democráticas, quitando su prestigio a los nombres que representaban las tradiciones, pero dejando á estas su funesta influencia sobre la sociedad. Cambiaron los nombres de los gobernantes, pero el Estado que se llamó República fue gobernado realmente con las instituciones monárquicas de sus antiguos dominadores. Se han hallado en contradicción, por consiguiente, los nombres con las cosas, las ficciones con la realidad; i la sociedad desconcertada ha buscado en vano la mejora que el cambio efectuado prometia.
En Europa, pues, el pueblo ilustrado ha introducido en el Gobierno las prácticas democráticas bajo el nombre de la monarquía, i en América han continuado las prácticas monárquicas bajo el nombre de la democracia.
Esta ha sido una decepción, en Europa para los Reyes, en América para los pueblos.
Mas una decepcion no puede durar largo tiempo. Los Reyes i los pueblos se ha apercibido de ella, i ha empezado una lucha, que no terminará hasta que no desaparezcan las ficciones, i los gobiernos representen la verdad.
Vamos a llegar á la mitad del siglo 19, del siglo de las reformas, del siglo en que empiezan a desaparecer las rutinas consagradas por el tiempo, i el entendimiento humano se eleva sobre lo que existe para buscar con sus inmensos recurso una mejor existencia futura. El mundo entero está en movimiento, el clamor por las reformas es general; ha llegado el dia en que se ha reconocido que las cosas no deben continuar como están solo porque así han existido. Se acerca la época en que de establecerse el reinado de los principios de la verdad, mas temprano para los mas cuerdos, mas tarde para los que pretendan fundarlo con la violencia.
Contemplemos, pues, la situacion de las Repúblicas colombianas, i veamos con la calma reflexiva de la imparcialidad i la prudencia lo que nos conviene hacer, para llegar mas pronto al fin que se proponen estas sociedades.
La Nueva Granada, Venezuela i el Ecuador componian la gloriosa Colombia. La Nueva Granada, con una poblacion homojénea, digna de tener una participación activa en todos los actos del gobierno democrático, porque los intereses de sus habitantes son iguales, se dio una Constitucion democrática que, por medio del sufragio, proporcionó á todos los granadinos aquella participación. Venezuela, con una poblacion heterójenea, cuyos miembros no pueden tener intereses iguales, se dio tambien una Constitucion democrática, i concedió con ella una participacion igual en el gobierno á las diferentes clases de que se compone aquella poblacion. El Ecuador avasallado por un extranjero, se dio, bajo la influencia de esta, instituciones que consagraron el ilotismo de la clase indígena; i dando parte en las elecciones á los antiguos señores de ella, estableció una verdadera oligarquía.
He aquí el punto de partida de las tres naciones colombianas. ¿Cuál es la influencia que lo hecho entonces ha tenido n su carrera política i en el estado en que se encuentra, i que convendría que hicieran para mejorar su condicion?
En los gobiernos democráticos, la mayor ó menor estension (sic) del voto en las elecciones es de una influencia inmensa en la suerte de la sociedad. El sufragio es todo en la democracia moderna; porque el sufragio es el que encarga á ciertos hombres del cuidado de gobernar á los demás. Así es, pues, que una constitucion será mas ó menos democrática según que amplie ó restrinja el derecho a votar.
En Venezuela la Constitucion concede el derecho de sufragio con una mui grande extension. Venezuela tiene una poblacion compuesta de dos razas enemigas, de las cuales la una oprimió á la otra por largo tiempo. La raza que fué oprimida está en mayoría en aquél país, i goza del derecho de sufrajio por la constitución. Es, pues, evidente que con el tiempo había de triunfar en las elecciones, i llamar al poder hombres que representasen sus opiniones é intereses. Mas como esta opiniones i estos intereses están en contradiccion con los de la raza que se halla en minoría, esta ha concebido temores de que, si no se hace un cambio en las instituciones, la minoría venga á ser oprimida, tal vez degollada por la mayoría. Quieren, por consiguiente, los unos que se restrinja el derecho de sufrajio, i resisten los otros tal innovación.
He aquí la cuestion de principios que divide a Venezuela, he aquí el origen de la calificación de Oligarcas o Demócratas entres sus habitantes.
¿Quién tiene la razón? En un país en que se han planteado instituciones democráticas, que conceden una participacion mui extensa en los negocios públicos á todos los habitantes, no hai duda que la mayoría tiene razón en oponerse á que se le limite esta participacion. Su oposicion es evidentemente justa, i no hai razones para disputarle el derecho de mantenerse en el uso de lo que posee. Si, pues, esta participacion es perjudicial, culpa es de los que fundaron las instituciones, que la dan á individuos que no pueden tenerla con ventaja de toda la sociedad.
En efecto, creo que al sancionar la Constitucion venezolana, los ilustres republicanos que la formaron, seducidos por su amor á la libertad, no consideraron con atencion que las instituciones que fundaban, buenas para un pueblo homojéneo, podían prepara funestas catástrofes en una nacion de poblacion heterojénea. Apercibiéronse de ello dentro de poco, i usando de la habilidad inherente a la ilustracion de la clase que fundó aquel Gobierno, han procurad neutralizar la influencia que las disposiciones consagradas en la Constitucion podían tener contra aquella clase. De aquí la proteccion decidida que se ha dado a la inmigracion, de aquí las ventajas que se han concedido a los extranjeros de raza caucasa que se establecieran en el pais.
Como entre los hombres de la minoría se hallaban los militares de mas nombre, las capacidades científicas i políticas, i la jente de fortuna, á pesar de que otra raza se hallaba en mayoría, el poder público siempre recayó en las notabilidades de la minoría. Estos hombres han usado de él indudablemente de una manera ventajosísima para aquella tierra. Débese á su ilustracion i patriotismo e que Venezuela haya llegado al grado de prosperidad que habia alcanzado en 1845; i seria una injusticia vituperar su conducta.
A los hombres que han tenido el poder en sus manos, desde 1830 hasta 1846, se debe la abolición del diezmo, del monopolio del tabaco, i de los derechos diferenciales; la libertad de cultos, la fundacion de un régimen municipal, el arreglo de la administracion de justicia, el sistema monetario, la libertad de exportacion, la inmigracion i tantas otras medidas que han dado reputacion, honor i gloria a Venezuela entre las naciones civilizadas.
Decir que los hombres de la raza de la minoría, que han tenido el Gobierno en sus manos no han procurado el bien de aquella sociedad, i no han hecho todo lo que era posible para sus adelantos, seria desconocer las verdades mas evidentes, seria no querer ver con la luz del día. Ellos llenaron su mision con honor i patriotismo; i bajo la influencia de las buenas medidas que dictaron es que la clase proletaria, la clase que habia vivido oprimida, se ha ilustrado, ha empezado á enriquecerse, i con los medios que le dan esta ilustracion i esta riqueza sostiene hoy sus pretensiones. Debe al buen gobierno de aquellos hombres el hallarse en situacion de hacerse vale, i no deberia desconocerlo para recompensarlos con una ingratitud.
No pretendo que los hombres que gobernaron hasta 1846, no hayan cometido faltas. Han incurrido en algunas mui graves, que introdujeron una escision entre ellos mismos.
En la contienda de 1835 á 1836, aunque los vencedores, con pocas escepciones, tuvieron la moderacion de no derramar la sangre de los vencidos, no hubo en las transacciones que terminaron la lucha, toda la buena fé que debe garantizar á un Gobierno. A causa de esto, quedaron resentidos los caudillos de aquella reaccion militar; i aunque por lo pronto este resentidos los caudillos de aquella reacción militar; i aunque por lo pronto este resentimiento no tuvo ningun efecto, por el ostracismo á que fueron condenados los vencidos, mas tarde ha venido á producir sus resultados, porque siempre los hechos de esta naturaleza tienen consecuencias.
Restablecida la paz pública, los hombres de la raza que está en minoría continuaron por algún tiempo unidos, i el porvenir empezó a presentarse de nuevo con colores halagüeños. Mas el resentimiento causado por una destitucion volvió de nuevo á introducir la división. La víctima de esta destitución se proveyó de una imprenta, i empezó una compañía tipográfica contra la Administracion.
Para hacer con suceso la guerra, el caudillo de la oposicion llamó en su apoyo las pretensiones de la clase que está en mayoría, las proclamó con calor, i las adornó con los atavíos de la libertad y la democracia. Así empezó á prepararse la crisis presenta, cuyo término es mui difícil prever; así un ciudadano de la clase de la minoría preparó su ostracismo decretado por esta, i creo que ha preparado para mas tarde su suplicio, que decretará la mayoría á quien se adhirió.
Las pasiones enjendraron oposicion, i con pasiones talionaron los gobernantes. Estos, para reforzarse en el poder, favorecieron extraordinariamente a los hombres mas ricos i notables de la raza de la minoría, i escluyeron de sus favores á la otra clase. El dinero de los bancos, los empleos de lucro i de confianza fueron acordados á ciertas personas; i la sociedad venezolana se encontró perfectamente deslindada en dos clases que la componen, que todavía no se habían presentado luchando ostensiblemente. Un mal paso trae a otros, i el Gobierno i la oposición dieron muchos i mui falsos, hasta llegar a la época en que debiera decidirse la cuestión por medio de la elección del Presidente.
La oposicion i el gobierno redoblaron sus esfuerzos para obtener el triunfo, con el designio de que vinieran al poder hombres que reformase las instituciones de acuerdo con sus exigencias. Mas los partidos no se limitaron á luchar dentro del campo de la legalidad. La oposicion tomó las armas, i trató de hacer valer por medio de ellas sus pretensiones.
El peligro reunió temporalmente á todos los individuos de la clase de la minoría; i como la inteligencia, la fortuna i el valor estaban de su parte, triunfaron en pocos meses de sus adversarios, i la eleccion se hizo en el candidato que aquellos designaron. Se hizo esta eleccion pro la influencia de todo lo mas notable é ilustrado de Venezuela; i el candidato de la oposicion fué juzgado i condenado á muerte.
Este juicio es una mengua para la llamada clase oligarca, i este juicio es el principio de los desaciertos que han traido la crisis actual. Se condenó a muerte al caudillo de la oposicion fundando el fallo en los artículos que habia publicado en el periódico, i calificándolo como reo de rebelion por escritos que no fueron acusados como sediciosos cuando se publicaron, agregando únicamente ciertas circunstancias que no pueden calificarse como criminales.
El error de tal juicio fué reparado por el presidente, i el que esto escribe no dejó de tener alguna parte en esta reparacion, porque oportunamente escribió á Caracas acerca del disparate cometido por el juez, i sabe que sus reflexiones no dejaron de tenerse en cuenta.
La conmutacion de la pena de muerte fulminada contra el caudillo de la oposicion, irritó á la clase aristócrata, i desde luego empezó una oposicion violenta contra el Presidente.
Este, que se habia rodeado de ministros que eran aceptables á la aristocracia, se deshizo de ellos, i buscó los ajentes de la Administracion entre los resentidos por los sucesos de 1835 i 1836, i entre los que se habian adherido manifiestamente o con sus simpatías privadas á la última rebelion.
Creció el furor de la oposicion, i creció con el favor que el Presidente condecia á sus partidarios; i vino á suceder, que los que lo habian elevado formaron una banderia, i él formó otra con los rebeldes perdonados. Entónces, los resentidos de 1835 i 1836 se unieron al Presidente para vengarse de los que los habian proscrito; i ha venido a suceder que la raza que se halla en minoría en Venezuela, está acaudillando á la raza que está en mayoría, que, si triunfa, es probable que degüelle a sus caudillos, igualmente que a sus adversarios.
Los dos bandos pelean hoy sin razón, en mi concepto, i parece que no hai que esperar término á la lucha sino es por la fuerza.
Miéntras la mayoría, por la imprenta i por las elecciones, promovia que se le mantuviese en el derecho de tener participacion en el gobierno, la razón estaba de su parte, i podia haberla hecho valer. Mas desde que los que acaudillan esa mayoría han degollado a los Representantes del pueblo, porque usaban de un derecho que les da la Constitucion que pretenden defender, han perdido la razón i no pueden ya fundarse en otra cosa que la violencia. El atentado del 24 de Enero rompió los títulos de los que se llaman demócratas, i creó en la clase de la minoría el derecho de defenderse, i de buscar el establecimiento de instituciones que garanticen á todos los individuos de una Nación el goce de las ventajas sociales; pues si es cierto que una mayoría tiene el derecho de no dejarse oprimir por una minoría, también lo es que la minoría tiene el derecho de no dejarse degollar por la mayoría.
Esta es, en mi concepto, la cuestion actual. La mayoría se queja de que la minoría la ha oprimido; i para restablecerse en la posicion la que se cree con derecho por las instituciones democráticas, empieza por degollar á los miembros del Cuerpo lejislativo, que pertenecen á la clase que está en minoría.
La mayoría dice que se la quiere esclavizar, i que para ello se trama el cambio de las instituciones republicanas; i la minoría ha cometido la indisculpable falta de dar lugar á estas sospechas, con la acojida favorable que le dio al Jeneral Florez. Esta ha sido una debilidad imperdonable; pero comun á los partidos, que por consultar á los apuros del momento, se entregan en manos de quien mas tarde los ha de conducir á la perdicion. Siento que tal debilidad haya tenido lugar entre los hombre de distinguido talento i grande valer, porque es una mengua que Florez haya sido acogido con favor por jente en quien late un corazon americano. Verdad es que contrarios incurrieron en la misma falta, pues el Presiente i los de su séquito también fueron á rendir homenaje al héroe que viaja buscando quien le ayude á ser traidor.
Se verá, pues, que de una i otra parte ha habido errores i faltas, que los errores i las faltas han traido al fin la guerra civil, en que las dos clases en que se divide la poblacion de Venezuela luchan por el poder, i lucharán con un furor de que ha habido ejemplo en las contiendas anteriores.
¿Quiénes son los combatientes? De un lado la raza caucasa, ménos fuerte en número; pero mas poderosa en luces i riqueza. Del otro la raza africana acaudillada por algunos individuos de la otra raza, que serán degollados por los que los siguen el dia que les hayan proporcionado el triunfo. Estos son los hechos, velados hasta hoy en otras apariencias, pero patentes ya para los que examinan la cuestion con conocimiento de aquel pais.
Ahora bien, los hombres que han removido en la raza africana las pasiones democráticas, no pueden permanecer como caudillos de aquella raza. Su color desmiente las pretensiones que sostienen, su color predispone contra ellos á los individuos que les obedecen, su color es una prueba en el proceso de muerte que se sigue en esta contienda, como no tardara en decirlo el tiempo en la secuela de la desastrosa historia.
El hombre que ha dominado en aquel pais tantas situaciones dificiles ¿podrá dominar la presente? Creo que sí; mas para ello es necesario que ponga al abrigo de toda clase de sujestiones perjudiciales, i principal mente contra la que tenga por objeto cambiar las instituciones republicanas. En América no hai más Gobierno posible que la República, ni debe haberlo; porque la República bien establecida es el Gobierno con mas economía i mayores garantías consulta el bienestar de las sociedades, i si algunas monarquías prosperan, es porque han amalgado al trono las instituciones republicanas.
Verdad es que la situacijn presente es mas difícil que toda las que hasta ahora se han presentado. Pero mientras mas difícil sea ella, mayores razones tendrán los que la sufren para buscar los medios de ponerle término. Por consiguiente, si á los que se hallan divididos, si á los que buscan la proscripción de unos i la elevacion de otros, como medio para terminar la contienda, se les presenta algo que pueda reunirlos, es probable que depongan el furor que tan encarnizado se manifiesta, i se reunan en torno de los que los ha de salvar. Los principios son la única áncora de salud; ellos solos no son susceptibles de los diferentes matices que las pasiones dan á los bandos. Manténgase fiel á los principios el caudillo que ha emprendido reparar el ultraje hecho á la representacion nacional con el crimen del 24 de Enero, i el triunfo aunque tardío, será seguro. Las instituciones democráticas pueden conservarse en Venezuela, a pesar de la heterogeneidad de la poblacion.
Los principios están del lado de los que han desconocido los actos de un congreso diezmado por el asesinato, i que delibera bajo la cuchilla de los asesinos. Los principios no reconocen esta especie de legislatura, no admiten la tiranía velada con las formas de la libertad. No puede, pues, reconocerse el derecho de ser obedecido en el bando que acaudilla el Gobierno, i la insurreccion está lejitimada en los que lo han desconocido.
Más los que así se ha puesto en armas, guárdense de dañar su causa con la adopcion de medios reprobados para triunfar, guárdense de aceptar en sus filas á los que, prevaliéndose de lo extravíos de la democracia, los toman como pretesto para proscribir la República. Esto no haría mas que agravar los males, i justificar las violencias iniciadas el 24 de Enero.
Sigamos ahora con Ecuador en sus revueltas infructuosas, desde que un extranjero, engañándolo con las formas constitucionales, estableció en realidad una aristocracia militar, al frente de la cual gobernó á su arbitrio la Nacion.
En aquel país los beneficios del Gobierno republicano no han sido nunca gustados por el pueblo. La masa de la poblacion, de raza indígena, ha continuado en la misma condicion en que se hallaba bajo el Gobierno peninsular, i ninguna participacion ha tenido en los actos del Gobierno democrático, que solo existió en el nombre hasta 1845.
El jefe del Gobierno, rodeado por militares extranjeros, dispuso siempre á su agrado de las elecciones, i dictó las disposiciones legislativas á los representantes en cuya elección habia influido. No se hizo otra cosa que bastardear el Gobierno representativo, i tratar de mantener, bajo la apariencias de la libertad, la realidad de la tiranía.
Algunos ciudadanos jenerosos concibieron desde luego el designio de libertar á su patria de la opresión que sufria, i proporicionarle los beneficios del Gobierno republicano; mas sus esfuerzos terminaron en las catástrofes sangrientas de Quito, en que murió Hall, i de Miñarica, en que fué destruido el ejército popular.
El artero jefe de aquel Gobierno logró seducir al caudillo de la oposicion, i se vió al mismo hombre que había emprendido la defensa de los fueros populares al frente del gobierno, sosteniendo los atentados que habia combatido, i afianzando el poder del guerrero que habia escojido su nombre para matar la decepcion de los celos republicanos.
Gobernó un ecuatoriano por cuatro años; i entretanto que el nombre de este Ecuatoriano llamaba la atención pública i la adormecia en la confianza á los incautos, el astuto extranjero preparaba su vuelta al Gobierno y afianzaba su poder sobre un ejército que le era enteramente devoto.
Pasó el período de mando del Ecuatoriano, i el extranjero volvió a empuñar las riendas del Gobierno, dispuesto á efectuar un cambio absoluto en las instituciones que le asegurase una dominación permanente en el país.
Por sí i ante sí declaró caduca la Constitución que rejia, i anulado el Cuerpo lejislativo, i convocó una Convencion para que sancionase una nueva, cuyo proyecto tenia preparado.
Diéronle gusto sus criaturas por última vez, i se sancionó para el Pueblo ecuatoriano una Constitucion semimonarquica. Quedó por supuesto el extranjero á la cabeza del Gobierno creado, i creyó para siempre asegurada su dominación.
Más, á la sombrea de la escasa libertad que se habia disfrutado en el pais, habian cundido las ideas republicanas, entre algunos habitantes de aquella tierra, i estos emprendieron dar libertad á su patria, i lanzar de ella al extranjero que los oprimia y á los que segundaban. El Jeneral Florez se condujo entonces con moderaciin, i dejando el poder, en virtud de un arreglo hecho con los revolucionarios, salió del pais con condición de no volver á él dentro de dos años. Los que los sostenian dispusieron de las armas, i un nuevo Gobierno puedo entonces constituirse sin grandes dificultades. La Constitución actual asegura á aquel pais el goce de una libertad racional i la práctica de principios del Gobierno democrático representativo.
Desgraciadamente el Gobierno que se estableció no supo usar de su poder con la moderacion debida; i anulado el pacto solemne, en virtud del cual el Jeneral Florez se habia separado del mando, i retirándose del pais, le cerró para siempre las puertas de su patria adoptiva, i le negó la pension que se le habia prometido. Este acto vituperable irritó al guerrero proscrito, quien fue a solicitar los medios de vengarse entre los mismos españoles á quines habia vencido en la guerra de la Independencia.
El Jeneral Florez, que con tanto acierto habia obrado evitando á su patria adoptiva los horrores de la guerra civil, no tuvo buen juicio de sufrir con resignacion patriótica el golpe que le daba el Gobierno del Ecuador, i se perdió para siempre yendo á buscar entre los europeos compañeros i recursos para una venganza que prentendia consumará costa de la independencia u libertad de todas las Repúblicas hispano-americanas. Su loca empresa tuvo el resultado que debía tener; pues no era posible que los intereses del comercio europeo, i los principios del derecho internacional, se sacrificasen por darle gusto á un general ambicioso i á una reina poco cuerda.
Mas el Ecuador ha tenido mucho que sufrir en consecuencia de la empresa de Florez. Ella mantenia vivas las esperanzas de sus partidarios, i en alarma constante al Gobierno contra las conspiraciones a que estas esperanzas debían dar orijen. A esto se agrega la falta de confianza en el Gobierno granadino que, sin fundamentos, ha manifestado el del Ecuador, i que ha contribuido mui poderosamente á mantener aquel pais en una situación insegura.
Así es, pues, el nuevo Gobierno del Ecuador se ha encontrado abrumado por inmensas dificultades, sin los medios suficientes para superarlas. No había estos medios, porque el hombre que durante 16 años tuvo la habilidad de conservarse en el mando, no tuvo ninguna para arreglar la administración civil i de hacienda. El nuevo Gobierno encontró un caos fiscal, en que el despilfarro, el robo i las dilapidaciones eran el sistema; i sin recursos pecuniarios tuvo que levantar ejércitos i prepararse para la defensa exterior, al mismo tiempo que desbaratar las tramas del interior.
En medio de tantas dificultades, se reunió, sin embargo, el Cuerpo lejislativo, i ha sancionado algunas leyes que establecen cierto órden en la administracion civil i fiscal. No son ellas modelos de combinaciones económicas admirables, ni arreglan con la perfeccion debida la administración; pero sí son ensayos benéficos que irán formando en aquel pais los hábitos de la administración legal. Esto es mucho en una tierra en que jamás hubo sombra de administracion, i en que los hábitos de desorden del Jefe de Gobierno eran imitados por sus agentes.
El Ecuador ha podido mantenerse tranquilo hasta ahora, i marchar con el órden constitucional establecido, i esto prueba alguna habilidad en los hombres que lo gobiernan, i disposición en el pueblo para sostener los principios constitucionales.
Si el Ecuador arreglase sus diferencias con Florez i este Jeneral, aceptando una pension honrosa, se retirase a vivir tranquilo en cualquiera pais extranjero, ó en su tierra natal, aquella República podria marchar en paz consolidando las instituciones republicanas, i mejorando con buenas leyes la condición de sus habitantes. Mas, ni el Gobierno del Ecuador da ningun paso para contentar al Jeneral Florez, ni este desiste de su designio de volver á dominar aquel pais procurando alcanzar este resultado por medio de las conspiraciones que fomenta desde el lugar en que reside. De esta manera, el Ecuador se mantiene en una situacion insegura, i su antiguo gobernante continúa dando el escándalo de querer volver á llamarse Jefe de un pueblo que lo rechaza, i que lo rechaza con toda la América; porque ningún pueblo americano veria con indiferencia, gobernando en cualquiera parte del continente, al hombre que viaja en busca de compañeros para traicionar las instituciones republicanas.
Creo que nuestra lejislacion tributaria i administrativa puede adoptarse allá, como acá, con las mismas ventajas, i que con su Gobierno puede hacer un gran bien al país, transplantando á él muchas de las mejores introducidas en la Nueva Granada, á favor de los conocimientos que nos ha proporcionado la práctica del Gobierno constitucional. El Gobierno granadino participa de esta creencia, i su apoyo moral estará siempre en favor de todo lo que pueda contribuir á mejorar la condición del pueblo ecuatoriano, i asegurar su integridad é independencia, ¡Quiera el Cielo que el Gobierno ecuatoriano se penetre de la sinceridad de estos sentimientos, i que saque de ellos el fruto que pueden producir cultivándolos!
No sé si en la reseña rápida que acabo de hacer de los principales sucesos que han señalado de los principales sucesos que han señalado la carrera política de Venezuela y el Ecuador, he juzgado con acierto los hombres i las cosas. Naturalmente debo haber cometido errores; no puede ser de otra manera cuando son ellos el patrimonio aun del discernimiento mas claro, i de la mas penetrante inteligencia. Sea lo que fuere, creo que las reflexiones consignadas en este escrito puede ser de alguna utilidad a los Colombianos, i por eso las publico. Por la misma razón doi a luz las que siguen, que se refieren principalmente a mi país.
Bogotá, esta capital enclavada en el corazon de los Andes, presenció los últimos esfuerzos del Gobierno de Colombia para mantener la integridad de la gran República, á cuyo nombre están asociadas las glorias de los mas notables guerreros que ha visto el continente americano. Aquí, al disolverse la famosa i anómala República, una catástrofe sangrienta entronizó por algunos meses la dictadura de un extranjero, que rodeado, como Florez, de valientes militares, pretendió, como él en el Ecuador, establecer su dominacion en la Nueva Granada. La sumision siguió á la catástrofe; mas en pocos meses la reaccion excitada por aquel escándalo, dio en tierra con los usurpadores, los lanzó del pais, i trajo consigo el establecimiento del Gobierno constitucional de 1832.
Proscrito viajaba en pais extranjero el granadino que habia gobernado á Colombia como Vicepresidente; i su patria lo llamó, para que viniese á ponerse al frente del Gobierno que acababa de crear. Yo hago una reseña de los sucesos políticos sin tocar con las personas; i aunque la memoria de mi amistad por el hombre ilustre que ya no existe, me induciría á consagrar pájinas en su elojio, nada diré de este personaje, ni tampoco de los otros hombres beneméritos, que en la época colombiana trabajaron por asegurar la libertad de su patria.
La primera administracion constitucional de la Nueva Granada se dedicó con patriótico tezon a plantear las instituciones que acababa de dar la Convención.
La Constitucion, bastante democrática, concedió al pueblo, por medio del sufragio, una gran participación en el Gobierno; mas arregló las relaciones entre los poderes públicos de una manera errónea; i no concediendo a Ministerio la facultad de proponer las leyes, privaba al Poder Ejecutivo de una intervención fructuosa en la confeccion de ellas, i al país de sistema i órden que naturalmente debe haber en una legislación preparada por los Ministros. La habilidad del Ministerio pudo solamente manifestarse por esta razón en las tareas administrativas; i en efecto, injusto seria el que negase á sus miembros una inteligente laboriosidad, i un espíritu de economía, que á veces llegó a rayar en mezquindad.
La administracion de hacienda se arregló, sino con la perfeccion que brilla en nuestro sistema actual, al menos de una manera menos mala que la antes conocida. Los conocimientos no habían hecho los adelantes á que debemos las mejoras actuales, i apenas pudo combinarse por nuestras capacidades fiscales una cosa parecida á la instruccion que dio el Gobierno español para el arreglo de la contabilidad en 1784, que jamás habia podido plantearse en la Nueva Granada. Esta instruccion era mejor que todo lo que aquí se habia conocido; i la Administracion logró plantearla en poco tiempo, gracias á la perseverante constancia que distinguia al Jefe que estaba á la cabeza de la Hacienda.
En la Administracion i en las Camaras legislativas figuraron en aquel tiempo los hombres mas liberales de Colombia; i es de estrañars que no se emprendiera entonces ninguna reforma vital que pusiese al pais en el camino para alcanzar la prosperidad que le prometen los principios. Solamente logró en aquel tiempo la abolición de la alcábala interna; i esto después de una lucha obstinada i de sérios disgustos con el Jefe de la Nacion.
Los hombres del Gobierno, que hacian profesion de los principios republicanos, querían que la Republica fuese en realidad con las instituciones monárquicas; i por una rara contradicción con las ideas de progreso que proclamaban, se esforzaban por conservar las rutinas coloniales. En la época la decision i e las resoluciones atrevidas, cuando el recuerdo de los males pasados inspira el valor para emprender buscar el bien en nuevas medidas, la Nueva Granada tuvo un Gobierno estacionario, que supo sacar todo el provecho posible de lo que existía, pero no le proporcionó algo mejor para el porvenir.
Fresca la memoria de los disturbios colombianos, humeando todavía la sangre de las víctimas inmoladas por la discordia, las animosidades nos dividian; i desgraciadamente los gobernantes, que habian sido hombres de partido, no supieron sobreponerse a las exigencias del que los había elevado.
La imprenta reveló desde luego el estado de los ánimos, i se empeño por medio de ella una lucha que escandeció las pasiones hasta la fiebre de la exaltación. Conspiraron algunos granadinos, acaudillados por un antiguo Jeneral colombiano, para destruir el Gobierno constitucional: la conspiracion fue descubierta i juzgados sus autores: i la plaza de Bogotá se manchó con la sangre de 17 individuos, que espiraron en el patíbulo de un crímen político. Mas tarde murió el caudillo de una manera que es mejor pasar en silencio.
Despues de la cruenta espiacion de aquel atentado, la contienda tipográfica continuó con mayor empeño, i á las dificultades que ella debía traer consigo, se agregaron también las desaveniencias internacionales, que produjeron el bloqueo de algunos de nuestros puertos, interrumpieron nuestro comercio, i tuvieron los ánimos en inquietud.
En medio de estos embarazos, aquella administracion tiene el mérito de haber observado estrictamente las leyes, de haber fomentado mui eficazmente la instruccion primaria, i de haber conservado la paz pública.
Este último fue causa de los demás de que gozo el país durante aquella Administracion, i a él se deben los progresos que entonces hizo, que no podian ser grandes bajo la influencia de las leyes que existian.
Durante el período de aquella Adminsitracion, caducó el tratado hecho con los Estados Unidos; i estableciendo nuestras leyes de aduana derechos diferenciales sobre lo que se importase en buque no estuviesen asimilados á los nacionales, quedó la Nacion inglesa en posésion del monopolio de nuestro comercio. Propúsose que se derogase la disposicion que establecia el derecho diferencial para evitar los males que a este error de nuestra lejislacion ha causado, i la Administracion se opuso á esta medida; falta que han cometido también las siguientes, hasta que la presenta la ha borrado consagrando en la tarifa los principios del comercio libre.
Las épocas de elecciones son siempre tempestuosas en los paises rejidos por un Gobierno representativo. La del fin del período de la primera Administracion le fue en sumo grado; porque el Presidente señaló el individuo en quien deseaba recayesen los votos para que le sucediera, i esto dio motivo a que la oposición hiciera esfuerzos de toda clase para triunfar.
Triunfó en efecto, i el pais vino á ser rejido por el hombre á quien ella habia proporcionado los votos. Yo no quiero estenderme en juzgar la Administracion del segundo período en todos sus actos, porque soi siempre mas severo con mis amigos que participan de la indulgencia de mis principios, y desconfío del juicio que formo de los que me han hecho mal.
Echemos, pues, un velo sobre los hechos de la segunda i tercera Administracion; dejaremos á la historia que los juzgue, i solo mencionaremos lo que se necesita para enlazar con lo pasado las ideas del tiempo presente.
Desde luego es preciso advertir que el statu quo fue el sistema en los dos períodos á que aludimos, i que solo en la educacion se hicieron algunas reformas de importancia
Mas sí hai dos hechos sumamente notables de que aquellas Administraciones deben responder, i que como ahora están produciendo todavía malos efectos, debemos tomarlos en cuenta con imparcialidad i en la calma de la razon, para ver como arreglamos las cosas, de manera que cese el mal, o sea el menor posible. La cuestion Obando i la cuestión Jesuitas, he aquí las dos cosa graves en que me voi a ocupar. No es mi ánimo acriminar á los que exhumaron los huesos del Mariscal Sucre, en medio de una contienda para indagar el crímen que los sepultó en Berruecos, ni interpretar las intenciones de los que, contra el tenor de las disposiciones legales, trajeron á este pais la funesta Compañía de Jesús. Error hubo en entablar un juicio por un delito político olvidado por una amnistía, i error hubo en traer para moralizar el país, una sociedad que con su sistema de educacion, con sus máximas perniciosas, quebranta las facultades nobles del individuo, sofoca las afecciones jenerosas, i erije en sistema el espionaje i el chisme, i en deber la obediencia pasiva, convirtiendo al hombre en cadáver.
Perdonemos el error a los hombres que lo cometieron, que mucho tenemos que perdonarnos mutuamente todos los que alternativamente hemos tenido el poder en las manos en medio de nuestras deplorables contiendas. Lo que importa es que los hechos, fruto de aquellos errores, no tengan consecuencias funestas para el porvenir. Los hombres mismos que los cometieron deben cooperar a remediarlos.
Hoi se halla desterrado en pais extranjero el granadino á quien se ha perseguido por el delito cometido en la persona del Jeneral Sucre. Sus acusadores han publicado libros, que se han circulado por todas partes, con las pruebas que apoyan su acusacion. El acusado ha respondido en otros libros; i la prensa periódica de todas las Repúblicas hispano-americanas ha examinado el pro i el contra de la cuestion durante diez i nueva años. ¿Quién no ha formado ya su juicio sobre esta causa debatida con tanto interés por una i otra parte ¿A quién hace variar de opinion la sentencia favorable o adversa que pronuncie el tribunal? A nadie.
Seria, pues, este un juicio sin resultado moral sobre la opinion, sin provecho ninguno para la justicia; porque ¿cuál ventaja, en caso de una condenacion, de que al cabo de diez i nueve años de haberse cometido un homicidio, después de una espiacion dolorosa en la tierra propia i en la estraña, no solo en los culpables sino en los inocentes, de aplique á un hombre la pena homicidas? Yo no lo veo, i veo sí la ventaja de olvidar un crímen que se cometió por fanatismo político porque se creía que el hombre que fue la víctima seria un obstáculo para una transformación política que se estaba efectuando, i en que ninguna parte han tenido las animosidades privadas, ni el deseo de robarle, ni ninguna otra cosa que dé á este atentado el carácter de un delito comun.
Si se desea realizar la pretension de traer á juicio ante los tribunales granadinos este hecho ¿cuál es el resultado que él puede tener? Para los acusadores, la satisfaccion del deseo de calificar como criminal al acusado; para este i sus defensores, el deseo de desmentir á aquellos.
Sencillo seria esto, si se tratase de un reo comun i de un delinto sin trascendencia. Allá pasarían las escenas de la acusación i de la defensa en el recinto oscuro de un tribunal, i pasarían desapercibidas i sin ajitar á nadie. Pero no es este el caso. Se trata de la causa más célebre de América, se trata de la causa de un hombre en que tomará parte la Nacion entera divida en dos bandos. ¿Para qué? Para causarnos males, i nada mas. Es, pues, preciso no tratar de satisfacer ní a los que creen inocente al acusado, ni á los que lo creen culpable; i que, inaccesible á los deseos de los unos i de los otros, i consultando el bien de la patria únicamente, destruyamos de un solo golpe estas esperanzas, que no pueden realizarse de acuerdo con los interese del pais.
Sé yo que esta opinion no puede contentar ni al acusado del a muerte del Jeneral Sucre, ni tal vez á los que lo creen autor de ella. Pero yo no veo sino el bien de mi patria, i este bien lo encuentro en un olvido jeneroso de aquel crimen por medio de una amnistía que comprenda todos los delitos comunes i políticos cometidos hasta 31 de diciembre de 1830. Esta amnistía echará un velo sobre aquel atentado, i cesarán los huesos del mariscal Sucre de servir de bandera para las discordias intestinas.
Esta medida seguida del restablecimiento en su grado con la pension correspondiente al Jeneral acusado, terminaria los males que la cuestion está causando, i el acusado deberia permanecer como desterrarlo político mientras las circunstancias hiciesen peligrosa su presencia en el pais.
Así me parece que puede resolverse con ventaja esta cuestion. ¡Pluguise al Cielo que la de los Jesuitas tuviera una solucion tan fácil!
Que considero de suma i trascendente importancia este negocio, lo prueba mas suficientemente el haberme separado de la Administracion por haber esta contrariado abiertamente en las Cámaras lejislativa á la Compañía de Jesus. He sentido tener que obrar de este modo; porque prestaba con el mayor gusto mi cooperacion al Presidente de la Republica en la realizacion de importantes i liberales mejoras que ha concebido i promovido con empeño. Lamento que haya dado aquel paso, i aunque me veo obligado a censurarlo, no por eso me enrolo en las filas de la oposición sistemática.
No se crea tampoco que yo voi a pedir que se lancen los rayos con la proscripcion contra los padres Jesuitas; pues aunque condeno si perjudicial instituto, la proscripcion de los individuos no está de acuerdo con mis principios de tolerancia. Creo que deben tolerarse estos individuos; mas creo tambien que su instituto debe suprimirse, porque los principios de tolerancia no pueden estender á conceder el favor del Gobierno i de las leyes para que obre como corporacion publica una sociedad que por sus estatutos está destinada a crear en las naciones malos ciudadanos, i destruir en los individuos los sentimientos buenos i jenerosos.
Perentoriamente se ha demostrado por un Representante en una de las Cámaras legislativas, que es ilegal la existencia de la Compañía de Jesus en la Nueva Granada; porque, si es cierto que los Jesuitas como individuos pueden venir á este pais, es tambien cierto que el restablecimiento de una órden relijiosa no puede hacerse en la Nueva Granada sin una lei espresa del Congreso. ¿En donde está la lei? I si ella no existe, ¿con qué derecho se han fundado conventos, i se reciben en ellos novicios, i se dan lecciones de jesuitismo, que todo el mundo sabe lo que significan?
Creo que están infringiendo las leyes con este hecho, que esta infraccion debe cesar declarando suprimidos esos conventos, que se han planteado subrepticiamente bajo el nombre de colejios de misiones, i que los padres de la Compañía pueden quedarse viviendo en la Nueva Granada sin formar comunidad.
He dicho que la influencia de los Jesuitas es perjudicial en la sociedad, porque su sistema de educación es vicioso i absurdo. El niño en quien se revela una inteligencia precoz, en quien se descubre una enerjia moral que promete mucho, es un mártir en sus manos. En lugar de cultivar en él esas cualidades nobles, i de formarle el carácter de acuerdo con ellas, emplean toda la especie de recursos para quebrantar su alma, para limitar sus ideas al círculo estrecho que indican sus estatutos, i para reducir a un cadáver el ser independiente, que en vano lucha con noble altivez contra aquellos seres frios, que por haber abjurado de todos los vínculos que los ligaban á la sociedad jamás podrán formar miembros útiles de esa misma sociedad. Aquellas caras impasibles, aquellos ojos amaestrados á un mirar apagado ¿revelan por ventura otra cosa que el egoismo, la hipocresía i el hábito de ocultar toda especie de sentimientos? Con estos maestros es que se forma el hombre que recibe su educación de los Jesuitas. De sus labios oye constantemente que el hombre debe abstraerse de todo en este mundo, i si se consagra a su instituto, renuncia a su padre, a sus hermanos, i no conserva ninguna relación sino con los que se visten del mismo traje que él. Yo no hall que estos sean los hombres que pueden nutrir i cultivar las virtudes sociales, ni que tales maestros puedan crear ciudadanos útiles a la Nacion.
Me parece, pues, que el Gobierno, lejos de conceder ningún favor a la Compañía de Jesus, i limitándose a tolerar sus individuos, debiera hacer cesar sus establecimientos ilegales, i zanjar de ésta manera una cuestión que nos trae divididos, i causa ajitaciones i disgustos,
No creo que en nuestro actual estado haya otra cosa que nos embarace para seguir ocupándonos unidos en adelantar las mejoras empezadas.
De buena fé hemos emprendido destruir las instituciones monárquicas que heredamos de los Españoles i sostituirlas con leyes en armonía con la democracia; i desde que e
Esto se ha hecho, el pueblo contento i lleno de esperanzas, piensa solo en trabajar para gozar, i es inaccesible a las sugestiones de la rebelión.
El estado del pais es lisonjero, i promete un porvenir dichos para la Nueva Granada, si lo gobernantes siguen modelando su conducta con los principios de justicia, imparcialidad i tolerancia que generalmente han presidido en los actos de la presente administración.
Hoy tal vez no se aprecia la magnitud de los bienes que el pais ha recibido durante el actual periodo. Mas los resultados publicarán bien pronto la importancia de la estension dada al cultivo i exportacion del tabaco, del establecimiento de la navegación por vapor, de la apertura del canal de Cartajena, del arreglo del sistema monetario, de la reforma de la tarifa de la disminución del impuesto sobre los metales preciosos i su libre comercios, de la secularizacion del diezmo, de la libertad de cultos, de la franquicia del Istmo, i del orden introducido en la administracion de la hacienda i en la confeccion del Presupuesto nacional. Basta enumerar este conjunto de medidas, para honrar debidamente a los hombres que las concibieron i tuvieron valor en dictarlas.
La Nueva Granada se presenta en America como un modelo digno de imitarse, debido a la conducta fiel á los principios que ha seguido su Gobierno. Sigan por el mismo camino los que empuñen después el baston del mando, i la administracion será fácil para ellos, al mismo tiempo que será provechosa para la Nueva Granada.
Repasémos la historia de los años anteriores, i busquemos en ella la causa de las desgracias que hemos sufrido. La hallaremos en haber cometido la falta de no guiarnos por los principios, en las condescendencias con el espíritu de partido, Esto ha hecho que en este país, en lugar de un Gobierno alternativo, haya habido una proscricion alternativa de los partidos, i una lucha constante de los vencidos contra vencedores. No es esto lo que conviene, ni es de esta manera que se puede andar por el camino de la prosperidad.
Discutamos con calma las cuestiones que nos interesan, sin acriminaciones ni recriminaciones, sin calumniar las intenciones imputándoles designios siniestros. Un partido calumniado hace muchas veces por venganza lo que no ha pensado hacer por inclinacion. El que imputa conspiraciones da el primer paso para tramarlas. Estas calumnias, etas imputaciones prueban falta de razon para defenderse; son sugestiones del miedo, i el miedo es mui mal consejero. Debiera el Gobierno influir en que los que lo defienden no echaran mano de estar razones, si es que merecen tal nombre.
Confio en que estas reflexiones serán atendidas por el patriotismo, i examinadas con imparcialidad por mis conciudadanos. Su publicacion debe ser de alguna utilidad en estas circunstancias.
La guerra diezma la poblacion i destruye la riqueza en Venezuela; el Ecuador inseguro teme á cada momento oscilaciones peligrosas; la Nueva Granada se ocupa de elegir el hombre que nos haya de gobernar. Esta consideracion basta para que comprendamos lo delicado de nuestra situacion. Neutralidad absoluta con Venezuela, buenos consejos al Ecuador, i cordura en el manejo de los negocios internos, son las tres cosas que deben marcar nuestra política en las circunstancias presentes.
Bogotá 1º de mayo de 1848. Imprenta de J. A. Cualla.
Sobre liberalismo radical en Colombia: Rubén Sierra Mejía (ed.) El radicalismo Colombiano del siglo XIX, Bogotá, Universidad Nacional, 2005. http://www.bdigital.unal.edu.co/1326/, recuperado noviembre 7 de 2016.
Sobre el liberalismo en América Latina; Eduardo Posada Carbó, Iván Jacksic, Liberalismo y poder en Latinoamérica Siglo XIX, México, Fondo de Cultura Económica, 2013, Sobre liberalismo y utopismo: Antonio Hermosa, “Liberalismo y utopismo en Colombia: Florentino González y Cerbeleón Pinzón”, en Moisés González García, y Rafael Herrera Guillén, Utopía y poder en Europa y América, Tecnos, Madrid, 2015, pp. 191-225.