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BERNARD LAHIRE: En defensa de la sociología: Contra el mito de los sociólogos son unos charlatanes, justifican a los delincuentes y distorsionan la realidad. Argentina: Siglo XXI. 2016
EMPIRIA. Revista de Metodología de las Ciencias Sociales, núm. 41, pp. 189-191, 2018
Universidad Nacional de Educación a Distancia

Reseñas



Con su estilo de escritura amena y directa, el sociólogo francés Bernard Lahire nos entrega el texto “En defensa de la sociología: Contra el mito de los sociólogos son unos charlatanes, justifican a los delincuentes y distorsionan la realidad”, con el que se posiciona y avala con más de tres décadas como hacedor de las Ciencias Sociales. Cabe recordar al lector que la compresión que posee Lahire de la sociología se arraiga en la tradición de Pierre Bourdieu; en esa sociología conformacional y razonada, como también desde el plano teórico, del habitus -de la sociología disposicional-. Es decir sobre la construcción y configuración de los modos de percepción, aprehensión y acción que los agentes sociales poseen a partir del posicionamiento e historia que cada uno de ellos posee dentro de la estructura social.

Considerando lo anterior, Lahire se propone derribar el mito que sobre la sociología se ha erigido: el ser promotor y partícipe de la “cultura de la excusa”. Es decir, que dicha ciencia exime de responsabilidad, por ejemplo; a) al sujeto que cometió un ilícito (delincuente criminal o terrorista), y; b) a los que fracasan en el sistema educativo formal.

De igual forma, esta entrega no obedece al clásico libro del sociólogo en que el andamiaje teórico estructura la exposición de cada capítulo, sino que expone sus razonamientos a través de comparaciones y contrastes por medio de ejemplos y casos prácticos. Así, la estructura del libro se compone de una introducción, seguida de cinco capítulos, una conclusión y un anexo.

A modo de introducción, el autor comienza indicando que la humanidad ha padecido cuatro grandes heridas narcisistas: la copernicana, la darwiniana, la freudiana y la sociológica,; esta última caracterizada por disolver la ilusión del sujeto aislado libre y dueño de su porvenir. Así, esta visión es promovida principalmente por periodistas, políticos y algunos sociólogos, desplazando (u olvidando) los determinantes sociales que configuran las disposiciones y la estructura cognitiva de cada sujeto, como también las líneas de acción en las que se desenvuelve. En otras palabras, las particularidades del andamiaje social en que se desarrolla cada agente social.

El primer capítulo titulado “Acusada de excusar: la sociología en el banquillo” inicia precisando que el avance de las Ciencias Sociales ha permitido dar respuesta a determinados actos o situaciones en las que se remite al sujeto como único responsable de su biografía, y en los que se le responsabiliza de todos sus infortunios y fracasos como agente social. En contraste a esta mirada y posición que es casi como un destino social, las Ciencias Sociales recuerdan la lógica multicausal de los fenómenos sociales, y apuntala esa pseuda libertad de acción (y razonamiento) que los sujetos poseen.

En el segundo capítulo, “Entender, juzgar, castigar”, Lahire interroga y pone en entredicho a todos aquellos que abogan por reprimir a los sujetos a través de la lógica penal o pena de muerte, indicando las causas (de un ilícito) como mera elección racional o voluntad por parte del sujeto, del cual la sociología se dispone desde un plano no normativo para observar y analizar aquello, en comparación a la justicia o la policía en la que la normatividad es la guía de acción. Así, la sociología estudia los fenómenos sociales en su complejidad y amplitud y no evalúa si es bueno o malo, distanciándose de esa cuota de moralidad con la que algunos observan y predican. En otras palabras, las Ciencias Sociales no juzgan, lo que en ocasiones significa castigar, sino que comprenden las causas de los fenómenos sociales. Se trata de adentrarse y observar la estructura en la que existe el sujeto -familiar y social-, y como ésta afecta en su biografía. El entendimiento, que surge del razonamiento científico, permite evitar la exclusión y destrucción del otro, bajo el discurso emocional y mágico, abogan por una Ley dura para castigar a los que comenten un ilícito, y como solución efectiva para potenciales faltas a la ley, lo cual deja entrever el desconocimiento respecto a los elementos y procesos para impedir que una nueva situación se produzca.

El tercer capítulo se titula “La ficción del Homo clausus y del libre albedrío”, en dónde el autor aborda la temática de las disposiciones -internas- que posee un sujeto, comprendiendo que éstas están en directa relación con la estructura social a la que pertenece. La sociología, de este modo, echa por tierra las posiciones que abogan por la libertad de las “verdaderas elecciones y decisiones” de la voluntad personal, olvidando así que esta tiene una sociogénesis o fundamento. En este sentido, su aportación es que contextualiza, historiza y relaciona para generar la comprensión del sujeto bajo una serie de elementos que lo enmarcan y le dan sentido en su vida. Así, sobre aquellos que defienden y abogan por la libertad, ese gran mito contemporáneo, olvidan el pasado y el presente que constituye en cada pliegue a cada uno de nosotros como seres sociales.

Prosiguiendo con la exposición del libro, en el cuarto capítulo “Velar por los dominados su realidad, negar la dominación”, Lahire ahonda en los presupuestos de la filosofía de la libertad, que se desarrolla para legitimar a los dominantes, principalmente aquellos que tienen éxito escolar y profesional, del que sustentan su existencia a través del mito del self-made man, el don, la meritocracia y del talento excepcional o genio. Así, la existencia de los pobres, aquellos carentes de recursos económicos, simbólicos y culturales, figuran como efectos de sus decisiones y planificación, como seres humanos que no saben aprovechar o sacar ventaja a su libertad.

El quinto capítulo, “Terminar con falsas evidencias. La sociología en acción”, profundiza la labor realizada por la sociología en la eliminación de los grandes mitos sociales. El desarrollo de esta Ciencia Social ha llevado a historizar lo que ha sido considerado bajo un naturalismo social, también desustancializa a los individuos y compara y explica los fenómenos sociales considerados como eternos. Es por ello que la sociología, , otorga respuestas bajo un pensamiento relacional que ha ido ganado espacio frente a dichas dinámicas; por cuanto las confronta, el conocimiento científico se revitaliza y con ello colabora para que la justicia social y la democracia se amplíen.

En la conclusión, el sociólogo remarca la labor de las Ciencias Sociales en la profundización de la democracia y los canales que permiten construir ciudadanía. En concordancia con su postura, propone que deben ser implementadas en el sistema educativo para generar hábitos intelectuales fundamentales -tomando en consideración el conocimiento acumulado de la sociología y la antropología-, para permitir conocer y comprender las diversas aristas que componen el mundo social, planteándose con ello una formación que abogue por el espíritu científico, con el fin de desplazar el pensamiento esencialista o el relativismo metodológico.

Para finalizar, en el anexo Lahire desmonta la visión (distorsionada) que Phillipe Val, sociólogo francés con dotes ensayísticos de sociología espontánea, posee respecto a la sociología y los sujetos, en especial, según sus palabras, de los que no poseen mérito, de los pobres y las prostitutas. En este sentido, Val sirve de ejemplo ya que concentra todas las posiciones que Lahire critica a lo largo de todo su texto. Si bien este apartado se construye a partir de un caso particular, y a la vez circunscrito a la realidad francesa, no deja de tener pertinencia en la estructura del texto.

En defensa de la sociología es un libro que no pasa desapercibido. Es un texto que expone el pensamiento de un sociólogo confrontacional y metódico en su quehacer. En este caso, Lahire enfrenta a aquellos que se ufanan de la libertad como parte sustancial del sujeto, y que sirve para concebir sujetos con responsabilidades totales de su existencia, un homo clausus en su totalidad. Es así como dicha posición o concepción del mundo social permea los discursos cotidianos en los que se responsabiliza, por ejemplo, a los pobres de su estado, olvidándose de las condiciones estructurales que reproducen la precariedad. De este modo, la sociología aporta al debate y esclarece miradas respecto a los individuos, de forma particular, y la sociedad de forma general.

Para adentrarse en la postura de Lahire, si bien centrada en una perspectiva teórica -la del sujeto-, no es menor recalcar su constante esfuerzo por visibilizar el quehacer sociológico. En países en donde la sociología aún tiene que buscar su validación, y con ello la investigación social desde un plano general, los esfuerzos por derribar mitos son aún más apremiantes. Crear un pensamiento razonado, basado en investigación, significa generar y solidificar un conocimiento alejado de la moral y de comentaristas de la contingencia, y así indirecta o directamente profundizar los diversos canales que componen la democracia.

Pues bien, la invitación no solo es dirigida a los aspirantes y personeros de la sociología, sino también a un amplio abanico de sujetos que componen aquello llamado sociedad.



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