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Distancia social y uniones conyugales en América Latina
Luis Angel López Ruiz; Albert Esteve i Palós; Anna Cabré i Plá
Luis Angel López Ruiz; Albert Esteve i Palós; Anna Cabré i Plá
Distancia social y uniones conyugales en América Latina
Revista Latinoamericana de Población, vol. 1, núm. 2, pp. 47-71, 2008
Asociación Latinoamericana de Población
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Resumen: A partir de muestras de microdatos censales, este artículo tiene como propósito examinar los niveles de homogamia educativa en seis países latinoamericanos: Brasil, Chile, Costa Rica, Ecuador, México y Venezuela. Para evaluar los niveles de homogamia se recurrió a la técnica de análisis loglineal, incluyendo en los modelos algunas variables tradicionalmente asociadas con los altos niveles de desigualdad en la región: raza, etnia e inmigración. La evidencia presentada sugiere que: a) la tendencia a formar uniones homógamas es mayor en los extremos de la jerarquía educativa; b) esta tendencia varía en función del sexo y grupo de pertenencia de los individuos; y c) no existe un patrón de conducta específico entre poseer una mayor escolaridad y los niveles de uniones interétnicas o interraciales.

Palabras clave:Homogamia EducativaHomogamia Educativa,Mercados MatrimonialesMercados Matrimoniales,NupcialidadNupcialidad.

Abstract: On the basis of censuses microdata, this study examines the levels of educational homogamy in six Latin American countries: Brazil, Chile, Costa Rica, Ecuador, Mexico and Venezuela. Loglinear analysis is used to assess the degree of educational homogamy for each one, including in the models some variables traditionally associated with high level of social inequality in the region: race, ethnic and inmigration. Evidence is presented which suggests that: a) the tendency to form homogamy unions is higher at the extremes of the educational hierarchy; b) this tendency varies depending on gender and group membership; and c) there is no specific behaviour pattern between having more education and the level of interracial or interethnic unions.

Keywords: Educational Homogamy, Marriage Markets, Nuptiality.

Carátula del artículo

Artículos

Distancia social y uniones conyugales en América Latina

Luis Angel López Ruiz
Universidad Autónoma de Barcelona, España
Albert Esteve i Palós
Universidad Autónoma de Barcelona, España, España
Anna Cabré i Plá
Universidad Autónoma de Barcelona, España
Revista Latinoamericana de Población, vol. 1, núm. 2, pp. 47-71, 2008
Asociación Latinoamericana de Población
Introducción

Pocas decisiones en los itinerarios vitales de las personas son tan importantes como la elección de un cónyuge o pareja. Aunque el sentido común invita a considerar este fenómeno como algo relegado a los gustos y necesidades individuales, lo cierto es que la gran cantidad de instituciones religiosas, políticas y económicas establecidas para organizar los vínculos y la naturaleza del compromiso entre hombres y mujeres indica que existe algo más que factores biológicos o personales en juego.

Es así como a lo largo de la historia la mayoría de sociedades han constituido complejos entramados institucionales, no sólo para regular la transmisión de bienes materiales y culturales a través del matrimonio, sino también para asegurar alianzas entre familias y grupos sociales más amplios. La capacidad por parte de los sistemas familiares y de género para anteponer sus necesidades grupales a las individuales se originaba en la naturaleza misma del vínculo matrimonial, pues durante siglos el matrimonio cumplió muchas de las funciones que hoy cumplen los mercados y los gobiernos: “Organizaba la distribución de los bienes y personas. Establecía alianzas políticas, económicas y militares. Coordinaba la división del trabajo por género y por edad. Determinaba los derechos y obligaciones personales de las personas en las más diversas esferas, desde las relaciones sexuales a los derechos sucesorios de propiedad.” (Coontz, 2006, p. 25).

Sin embargo la capacidad de estos sistemas para regular la vida marital no se ha mantenido inmutable a lo largo del tiempo, sino que más bien ha tendido a debilitarse. Los procesos modernizadores acontecidos con mayor o menor intensidad en los distintos contextos locales y regionales han modificado significativamente la forma en que el matrimonio, como institución social, se vincula con las estructuras de dominación y jerarquización. Estas transformaciones implican cambios significativos relacionados con la dinámica de los mercados matrimoniales y la forma en que las personas se emparejan. Ambos aspectos son de suma importancia cuando se pretende analizar la formación de familias y las decisiones reproductivas que se toman en el seno de las uniones conyugales.

Una de las regiones del planeta en donde son relativamente escasas las investigaciones referidas a este tema es la que conforman los países latinoamericanos. El análisis de la composición de los mercados matrimoniales y la forma en que éstos se estructuran a partir de diversos ejes de desigualdad social, tales como la educación, el género o la etnia reviste especial interés. Sobre todo considerando la evolución experimentada por la región durante las últimas décadas, en términos de la aceleración de los procesos de transición demográfica; las altas tasas de participación femenina en los mercados de trabajo y la incorporación masiva de las mujeres al sistema educativo formal.

Tomando en consideración estas nociones elementales, el objetivo central del presente estudio consiste en explorar el papel que desempeñan la educación y la condición etnoracial o migratoria en la conformación de las uniones conyugales. Para cumplir con este propósito, se utilizan muestras de microdatos censales provenientes de seis países latinoamericanos: Brasil, Chile, Costa Rica, Ecuador, México y Venezuela. El análisis consiste en la aplicación de una serie de modelos de regresión log-lineales. Los datos utilizados proceden del proyecto IPUMS, con base en el Minnesota Population Center (2006). Se seleccionaron todas las personas comprendidas entre las edades 30-39 años, que al momento de la última ronda censal se encontraban casadas o en unión libre.

El artículo se desarrolla a lo largo de cinco apartados. En el apartado de elementos conceptuales se realiza un breve recorrido por la literatura existente y se exponen algunos de los conceptos básicos que guían el diseño de este trabajo. En la tercera parte se contextualizan algunas de las transformaciones asociadas con los procesos de modernización que influyen sobre la dinámica de los mercados matrimoniales. En el cuarto apartado se describen las fuentes de datos y la metodología utilizada. En la quinta sección se exponen los resultados obtenidos derivados de la aplicación de los modelos de regresión log-lineal para cada país y, finalmente, el último apartado corresponde a las conclusiones.

Elementos conceptuales

El término homogamia se aplica aquí cuando se unen dos personas similares en función de algunos rasgos socialmente significativos vinculados al sistema de jerarquización social. Estos rasgos pueden ser adscritos (etnia, raza) o socialmente adquiridos (educación, religión, ocupación, etc.). Para referirse a la situación opuesta (es decir uniones entre personas con características disímiles), se utiliza el término heterogamia. Asimismo, suele tomarse como punto de referencia la posición de la mujer al interior de la pareja1 para distinguir dos tipos de situaciones: hipergamia, cuando la mujer se une con un hombre que se encuentra mejor posicionado en relación con el sistema de jerarquización social o; hipogamia, cuando la mujer es la que ocupa la posición más elevada en dicha jerarquía.

La homogamia constituye un tema clásico en el ámbito de los estudios acerca de la familia. Burgess (1943), ubica las primeras revisiones bibliográficas del tema a partir de 1912, con los trabajos de Harris (1912), Jones (1929) y Richardson (1939). Entre algunas de las debilidades que caracterizaban los estudios que se realizaban por aquellos años, el propio Burgess menciona el fuerte acento en las características físicas e intelectuales de los cónyuges, así como la falta de un esfuerzo sistemático por investigar la influencia de los factores sociales y culturales sobre los emparejamientos selectivos. Durante las décadas siguientes, diversos autores (Davis, 1941; Merton, 1941; Hollingshead, 1950; Winch, Ktsanes & Ktsanes, 1954; Coombs, 1961; Kerckhoff, 1964; Trost, 1965; Murstein, 1967) contribuyeron decisivamente al refinamiento teórico y conceptual dentro de este campo de investigación, proponiendo distintos enfoques para explicar los factores que se encuentran detrás de los procesos de selección de pareja. Sin embargo, puede afirmarse que es a partir de la década de los ochenta cuando se acentúa la preocupación por estudiar los mecanismos estructurales subyacentes a las decisiones maritales (Surra, 1990), y por desarrollar metodologías para controlar los efectos de estructura sobre las conductas de emparejamiento (Hout, 1982; Goldman, Westoff & Hammerslough, 1984; Schoen, 1986; Gray, 1987; McCaa, 1993). La mayoría de investigaciones que se realizan en la actualidad se han nutrido de estos avances, principalmente en lo que se refiere a la utilización de modelos estadísticos multivariados, entre los cuales destacan los modelos loglineales de amplia utilización en este tipo de estudios.

En términos generales, las aportaciones realizadas pueden clasificarse en dos grandes grupos (South, 1991; Pullum & Peri, 1999), dependiendo del énfasis otrorgado a las distintas dimensiones involucradas durante el proceso de elección de pareja: a) los enfoques vinculados a la teoría del intercambio social y, b) aquellos que se orientan en mayor medida al estudio de las características estructurales de los mercados matrimoniales. En el primer caso, el proceso de elección de cónyuge o pareja es fundamentalmente un acto de naturaleza transaccional. Se asume la premisa de que los procesos de selección en las modernas sociedades occidentales funcionan a través de mecanismos de mercado (Goode, 1963; Lévi Strauss, 1969). Esto significa que los individuos tienden a orientarse, en mayor o menor medida, por el principio de maximización de ganancias, referido a aquellas características positivamente valoradas por la sociedad: belleza, capital económico, capital cultural, capital educativo, etc. (Edwards, 1969; Becker, 1987; Schoen, Wooldredge & Thomas, 1989). En el segundo caso, es decir, desde un punto de vista más cercano a la dinámica estructural de los mercados matrimoniales, se confiere especial énfasis a los límites que la estructura poblacional impone a las posibilidades de contacto e interacción de los posibles candidatos (Blau, Blum & Schwartz, 1982; Lichter, Anderson & Hayward, 1995). En realidad, estos enfoques no representan tendencias opuestas, sino más bien complementarias. Kalmijn (1998) sugiere que un adecuado abordaje del tema debería considerar tres factores estrechamente relacionados: 1) las preferencias individuales; 2) la influencia del grupo social al cual pertenecen los miembros de la pareja y; 3) los límites del mercado matrimonial en el cual se interrelacionan estas personas.

En relación con los resultados obtenidos, prácticamente todas las investigaciones realizadas hasta el día de hoy han concluido que la unión entre personas con características similares es la pauta predominante (Kalmijn, 1998). Este fenómeno ha sido estudiado considerando distintas dimensiones, tanto en función de las particularidades de cada contexto social, como de los intereses de los investigadores. De esta forma, se han utilizado variables tales como la raza (Qian, 1997), religión (Kalmijn, 1991), ocupación (Hout, 1982), edad (Bozon, 1991; Cabré, 1993), proximidad residencial (Katz & Hill, 1958) y educación (Mare, 1991). La mayoría de investigadores suele explicar los resultados de sus trabajos a partir de ciertas transformaciones vinculadas a los procesos de modernización e individualización. Entre los factores más mencionados sobresalen: 1) la incorporación de la mujer en distintos espacios de la vida pública, como por ejemplo los mercados laborales y el sistema educativo formal; 2) el paso de una sociedad en donde predominan los criterios adscriptivos de estatus (etnia, género u origen social) a una en donde predominan los criterios adquiridos (la ocupación o la educación); y 3) un lento proceso de erosión de los fundamentos mismos del sistema de dominación patriarcal. Teóricamente, estos factores amplían las posibilidades de tomar decisiones con respecto a una amplia gama de situaciones, fortaleciendo el papel que ejercen los mecanismos de mercado en la búsqueda de pareja. En otras palabras: “La relación entre familia y biografía individual se afloja” (Beck & Beck-Gernsheim, 1998, p. 58).

Uno de los recursos mejor valorados en los mercados matrimoniales de las sociedades occidentales modernas es la educación. En primer lugar, el poder de la dimensión educativa se origina en su eficiencia como principio de diferenciación social al interior de las estructuras sociales (Bourdieu, 2006). Asimismo, los sistemas educativos constituyen mercados matrimoniales sumamente eficaces, pues reúnen a personas de distintos sexos e inquietudes similares durante períodos de tiempo relativamente extensos, aumentando las probabilidades de formar parejas homógamas entre los compañeros de estudio (Mare, 1991; Blossfeld & Timm, 2003). En este sentido, el comportamiento de los candidatos más escolarizados es especialmente importante, pues al unirse entre ellos encauzan al resto de los grupos a un comportamiento similar (Smits, 2003; Schwartz & Mare, 2005; Esteve & McCaa, 2007).

Sin embargo, debe aclararse que estos mecanismos de mercado tienden a operar en formas variadas. Esta diversidad se genera a partir de las circunstancias políticas, económicas, sociales y culturales de cada contexto particular. Siguiendo a Goode: “Todos los sistemas de cortejo constituyen sistemas de mercado o de intercambio. Difieren uno de otro con respecto de quién realiza la compra y la venta, cuáles características son menos o más valoradas y qué tan explícita o abierta es la negociación.”(Goode, 1963, p. 8). De ahí la importancia de las investigaciones comparativas, pues nos permiten apreciar las regularidades subyacentes a las distintas estructuras y contextos sociales.

En el caso latinoamericano, el acelerado proceso de modernización económica, política y social llevado a cabo durante las últimas décadas, unido a los índices de desigualdad social más altos del planeta, hacen de la educación un criterio de jerarquización social especialmente importante. Dada esta situación, sería razonable esperar que las mayores barreras entre los grupos se encuentren a ambos lados de la jerarquía educativa. En este contexto, altos niveles de homogamia educativa contribuyen en alguna medida a que los niveles de inequidad social se perpetúen a través de generaciones, en función de la acumulación (positiva o negativa) de los recursos económicos y culturales de ambos individuos.

El contexto latinoamericano

Los elementos distintivos que caracterizan las pautas de emparejamiento entre hombres y mujeres latinoamericanas se inscriben en un contexto más amplio de transformación de las esferas económica, sociodemográfica y cultural. Estas transformaciones han potenciado a su vez diversos cambios en relación con los sistemas familiares y de género, promoviendo una creciente autonomía y control de las personas sobre su propia sexualidad. Entre algunas de las transformaciones más significativas a partir de mediados de los años sesenta asociadas directamente con la familia y el papel de las mujeres en las sociedades de América Latina se encuentran: la aceleración de los procesos de transición demográfica; las altas tasas de participación femenina en los mercados de trabajo; y la incorporación masiva de las mujeres al sistema educativo formal. Estos cambios a su vez ocurren paralelamente a un lento proceso de erosión de los fundamentos mismos del sistema de dominación patriarcal. Tomados en conjunto, estos procesos de carácter estructural aumentan las probabilidades de que hombres y mujeres con similares cualificaciones educativas y ocupacionales se encuentren e interactúen al interior de los mercados matrimoniales, aumentando las posibilidades de establecer uniones homógamas.

Transición demográfica y patrones de nupcialidad

A pesar de estas diferencias específicas entre países, existe amplio consenso entre los demógrafos de la región en cuanto a que la intensificación de este proceso se ubica a mediados de la década de los años 60 con pronunciadas caídas en las tasas de fecundidad (Zavala de Cosío, 1995; Rodríguez Wong, De Carvalho & Aguirre, 2000). En la actualidad prácticamente toda la población se ha incorporado al proceso de transición demográfica (Chackiel, 2004), situación especialmente válida para los países que componen la población objeto de este estudio. De estos, tres de ellos se encuentran ubicados en la fase avanzada del proceso: Chile, Brasil y Costa Rica, mientras que los otros tres se ubican aún en la fase plena: Ecuador, Venezuela y México (CEPAL -Comisión Económica para América Latina y el Caribe, 2005). Hacia el año 2000, las tasas de fecundidad en los países bajo estudio iban desde 2,8 hijos por mujer en Ecuador, hasta 2,0 hijos por mujer en Chile (CELADE -Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía, 2004). Otro aspecto importante de este proceso para efectos de este estudio, se relaciona con los patrones de nupcialidad, principalmente en lo que atañe a la reducción de las diferencias de edad a las primeras nupcias entre hombres y mujeres, tal y como puede apreciarse en el cuadro 1. Las posibilidades de formar una unión con una persona que posea un nivel de estudios similar al propio aumentan conforme disminuye la diferencia de edad entre los miembros de la pareja.

Cuadro 1. Edad media al momento de la primera unión. América Latina: países seleccionados. Décadas 1960-1990

Cuadro 1
Edad media al momento de la primera unión. América Latina: países seleccionados. Décadas 1960-1990

Fuentes: Naciones Unidas. (1990). First Marriage: Patterns and Determinants. New York. * Naciones Unidas. (2000). World Marriage Patterns. New York.

Mercados de Trabajo

Hacia finales de la Segunda Guerra Mundial, las sociedades latinoamericanas se caracterizaban por ser predominantemente rurales. El porcentaje de la población económicamente activa en la zona dedicada a las labores agrícolas alcanzaba el 55 por ciento (Szasz & Pacheco, 1995). Durante el período de posguerra, las economías de la región impulsaron fuertemente una estrategia económica caracterizada por el desarrollo de un proceso de industrialización sustitutivo de importaciones, orientado básicamente al mercado interno y tendiente a lograr una dinámica de crecimiento económico autosostenido. Esta estrategia posibilitó intensos procesos de urbanización y concentración de la población, a la vez que transformó fuertemente la composición interna de los mercados de trabajo. Para el tiempo en que este modelo de desarrollo se había agotado (finales de los años setenta), América Latina había pasado de ser un subcontinente rural a una región cuya población se concentraba en los sectores de la industria y servicios, con importantes procesos de movilidad social de la mano de obra local y mejoras considerables en los niveles de vida y acceso a los servicios de salud y educación para amplios grupos poblacionales.

El abandono de este modelo significó para los países de la región el inicio de un importante período de ajustes, caracterizado por la reorientación de sus economías hacia los mercados internacionales. Este cambio de estrategia iniciado a principios de la década de los ochenta, se tradujo en fuertes medidas de apertura comercial y financiera, un intenso proceso de privatización de las instituciones públicas, la desregulación de los mercados laborales y, en términos generales, la redefinición del rol del Estado hacia una menor intervención en la economía; fenómenos que sucedían al mismo tiempo que se deterioraba la calidad de vida y aumentaba la pobreza en la región. Es precisamente en el marco de estos intensos procesos de cambio en donde se hacen patentes los incrementos en las tasas de participación femenina, estimulados en gran medida por la terciarización de la economía2, la proliferación de industrias maquiladoras y, en términos generales, de las estrategias de flexibilización y segmentación de los mercados laborales a escala global tendientes a abaratar los costos de la mano de obra (Szasz & Pacheco, 1995; Ariza & De Oliveira, 2001). Estos aumentos en las tasas de participación femenina son apreciables para todos los países contemplados en este estudio, sobre todo en los casos de Brasil, México y Venezuela, cuyas poblaciones constituían poco más de la mitad de los habitantes de la región para el año 2000. En estos países sus tasas de participación femenina entre 1960 y 2005 se incrementaron 157%, 154% y 115% respectivamente, seguidos por Costa Rica con un 112%, Ecuador con un 98% y Chile con un 73% (CELADE -Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía, 1999).

Acceso a la Educación

Lógicamente, el aumento de las tasas de participación femenina en el mercado laboral no obedece exclusivamente a los factores de carácter macroeconómico descritos, sino que también fue propiciado en gran medida por la reducción del tiempo dedicado a las labores reproductivas (asociada a la caída de las tasas de fecundidad descritas anteriormente) y el aumento en los niveles educativos de las mujeres. Este último factor es de suma importancia, dado que las desigualdades de acceso a la educación entre hombres y mujeres se encontraban (y aún se encuentran en algunas zonas) estrechamente asociadas con la división sexual del trabajo, la cual relega a las mujeres a la esfera privada de la reproducción y los cuidados familiares. En el caso latinoamericano, durante las últimas décadas se han dado importantes avances en la reducción de estas desigualdades en casi todos los países de la región. De hecho, la CEPAL ha sostenido durante los últimos años el argumento de que “hoy en la región prácticamente no se registran desigualdades de acceso entre hombres y mujeres” (CEPAL, 2002, p. 93).

El cuadro 2 muestra la magnitud de estos avances para el período comprendido entre los años 1970 y 2003, en función del indicador denominado razón de paridad educativa entre hombres y mujeres. El indicador se obtiene de dividir el total de mujeres matriculadas entre el total de hombres matriculados para un año en particular. De esta forma, un valor de 1 indicaría que existe igual número de hombres y mujeres matriculados; mientras que uno de 0,25 significaría que por cada mujer existen 4 hombres matriculados. En relación con la primaria, el cuadro 2 muestra que ya para el año 1970 existían altos niveles de igualdad entre niños y niñas si se compara con lo que acontece en los otros niveles educativos. La situación varía sustancialmente a nivel de secundaria. Al respecto, es importante destacar la evolución del indicador hacia valores cercanos a la unidad en la mayoría de países, sobre todo en México y Ecuador, quienes presentaban las menores tasas de matrícula femenina en 1970 y que al final del período considerado obtuvieron los avances más notables. Esta tendencia hacia la nivelación entre hombres y mujeres hacia el 2003 también es apreciable en relación con la educación terciaria, sólo que en este caso la evolución ha sido más dramática en todos los países. Por ejemplo, para el año 1970 en México, por cada mujer existían cuatro hombres matriculados en el nivel de educación superior (valor de 0,25), mientras que para el 2003 la proporción de hombres y mujeres era casi idéntica (valor de 0,99). Cambios similares se advierten en los demás países e incluso, en el caso de Brasil para el año 2003, las cifras se invierten totalmente con 130 mujeres matriculadas por cada 100 hombres.

Cuadro 2. Distribución de la matrícula estudiantil según nivel sexo y razón de paridad educativa entre hombres y mujeres. América Latina: países seleccionados.1970-2003

Cuadro 2
Distribución de la matrícula estudiantil según nivel sexo y razón de paridad educativa entre hombres y mujeres. América Latina: países seleccionados.1970-2003

* Con base en datos para el año 1987

Fuente: CEPALSTAT: Estadísticas e Indicadores Sociales (BADEINSO).

El hecho de que la educación superior fuera un ámbito especialmente reservado para los varones cuatro décadas atrás se refleja al comparar los altos valores del indicador obtenidos en la educación secundaria para 1970 en países como Brasil, Venezuela, Costa Rica y, especialmente Chile; con los bajos valores para ese mismo año en relación con la educación superior. En términos prácticos, podría suponerse que si bien es cierto que una mayor cantidad de mujeres poseían estudios secundarios en comparación con los hombres, también es cierto que una mayor cantidad de mujeres no continuaba sus estudios superiores, incrementándose en gran medida las diferencias entre ambos sexos.

Metodología

Los datos utilizados en esta investigación proceden de las muestras integradas de microdatos censales puestas a disposición por el proyecto Integrated Public Use of Microdata Series (IPUMS), con sede en el Population Center de la Universidad de Minnesota. En concreto, se trata de las muestras de hogares para los casos de Brasil 2000 (6%), Chile 2002 (10%), Costa Rica 2000 (10%), Ecuador 2001 (10%), México 2000 (10,6%) y Venezuela 1990 (10%). Para Venezuela se trabaja con el 1990 puesto que era el último año censal disponible al momento de realizar este trabajo. A excepción de México, los hogares de las muestras se han seleccionado de forma sistemática a partir del fichero original: uno de cada diez hogares y, en el caso de Brasil, uno de cada dos hogares que respondieron el cuestionario extenso. Para México 2000, la selección de los hogares se realizó según un método de muestro estratificado, que obliga a la utilización de los factores de expansión.

A partir de estas muestras, se seleccionaron aquellas parejas cuyos miembros residían en el mismo hogar en el momento del censo, indistintamente del tipo de unión (matrimonio o unión consensual). Todas aquellas personas que estando emparejadas no convivían con su cónyuge en el momento del censo han sido descartadas al no poder conocerse las características del mismo. En el caso de Chile esto afecta al 2.4% del total; en Brasil al 2.2%; en Costa Rica al 2.6%; en Ecuador al 1.8%; en México al 1.7%; y en Venezuela al 3.2%. Aunque no es claro ni existe literatura sobre el efecto que este hecho pueda ocasionar sobre la representatividad de las parejas observadas. Para garantizar la comparabilidad de los datos entre países y reducir el efecto que la disolución de las uniones pueda tener sobre los resultados, se limitó el análisis a aquellas parejas en las que ambos cónyuges tienen entre 30 y 39 años. La limitación por edad de las parejas es una práctica común en este tipo de investigaciones, especialmente cuando se trabaja con datos de prevalencia y no de incidencia, como es el caso de los censos de población. En primer lugar, por debajo de cierta edad, por ejemplo los 25 años, la proporción de individuos que todavía no están conviviendo en pareja es mayor que a los 30 años. Aunque el verdadero elemento de sesgo radica en el hecho de que el riesgo de no estar conviviendo en pareja a los 25 años varía, entre otras cosas, debido al nivel de estudios. De este modo, si se considerasen parejas jóvenes se estaría subestimando muy probablemente a aquellas parejas en las que ambos cónyuges o uno de ellos tiene estudios superiores. El límite superior de edad es utilizado para limitar el sesgo que puede introducir la disolución diferencial de las uniones. Es decir, el hecho de que las uniones tiendan a disolverse más o menos en función de las mismas características de los cónyuges (efecto de selección). Aunque no existe evidencia sobre estos aspectos para los países examinados, se aplicó esta restricción con base en los hallazgos provenientes de otros contextos (F. L. Jones, 1996; Kalmijn, de Graaf, & Janssen, 2005).

El nivel de instrucción tomado como referencia es el declarado en la fecha censal y, por tanto, no se corresponde con el que tenían los cónyuges en el momento de casarse o unirse. El reto de esta investigación radica en la creación de una clasificación por nivel educativo que sea comparable entre países. De entrada, los países estudiados no comparten los mismos niveles educativos. En el sistema brasileño las divisiones se observan a los 4 años de escolarización (Primaria), a los 8 (Secundaria básica), a los 11 (Secundaria superior) y a los 15 y más (Estudios Superiores). En Chile, las divisiones son a los 8 años (Primaria), 12 años (Secundaria) y 17 y más (Estudios superiores). En Costa Rica son a los 6 años (Primaria), 11 años (Secundaria) y 16 y más (Estudios superiores). En Ecuador a los 6 años (Primaria), 9 años (Secundaria elemental), 12 años (Secundaria) y 16 y más (Estudios superiores). México presenta sus principales divisiones a los 6 años de escolarización (Primaria), a los 9 (Secundaria Elemental) a los 12 (Secundaria) y a los 16 y más (Estudios superiores). En Venezuela, las principales divisiones se establecen a los 6 años de escolaridad (Primaria), a los 12 (Secundaria) y a los 17 y más años (Estudios superiores). Finalmente se optó por una clasificación en cuatro categorías: Menos de Primaria, Primaria Completa, Secundaria Completa y Terciaria Completa; elaborada a partir de la variable EDATTAN construida por IPUMS. EDATTAN registra el máximo nivel educativo alcanzado o por el que se ha obtenido un diploma, y utiliza la clasificación internacional de Naciones Unidas que establece la primaria en 6 años, la secundaria elemental en primaria más 3 y la secundaria superior en secundaria elemental más 3. Los niveles de instrucción de cada país se han adaptado a esta clasificación. Los detalles sobre la codificación de esta variable están disponibles en la página web del proyecto IMPUMS-International.

A la hora de considerar la dimensión etnoracial y migratoria, se clasificó a los individuos según su pertenencia a uno u otro grupo. Sin embargo, tanto las características propias de cada país, como la disponibilidad de información contenida en las fuentes censales, obligan a utilizar criterios distintos. En el caso de Costa Rica y Venezuela se utilizó el lugar de nacimiento para identificar a los nacidos en el país y los nacidos en el extranjero. Esto se realiza como una forma de aproximarse a la dimensión migratoria, de reconocida importancia histórica en ambos países (Martínez Pizarro, 2003; Pellegrino, 2003). Por otra parte, en Brasil y Ecuador se utilizó la raza. Y, finalmente, en Chile y México las personas se clasifican según pertenezcan o no a un colectivo indígena. Diversos estudios indican que la dimensión etnoracial en estos últimos cuatro países se encuentra fuertemente asociada con los niveles de desigualdad social y, consecuentemente, con el acceso a la educación (CELADE -Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía, 2006; Hopenhayn, Bello, & Miranda, 2006). Al introducir las dimensiones étnica, racial y migratoria en el análisis, se controla el efecto de las desigualdades en el acceso a la educación sobre los niveles de homogamia observados entre los distintos grupos.

Para calcular la propensión hacia la homogamia educativa en función de los distintos niveles de escolaridad y grupos de pertenencia se ha optado por la aplicación de la metodología de análisis log-lineal. Los modelos log-lineales son un caso específico de la familia de modelos lineales generalizados, para datos que asumen una distribución Poisson. Se utilizan usualmente en el análisis de tablas de contingencia en donde la relación entre dos o más variables, categóricas o discretas, se lleva a cabo mediante la transformación logarítmica de las frecuencias de aparición de casos en las distintas celdas. Las variables analizadas bajo este tipo de procedimiento son tratadas como variables de respuesta; es decir, no se distingue entre variables dependientes e independientes. En este sentido, este tipo de modelos sólo muestra los niveles de asociación entre las distintas variables involucradas (Agresti, 1990). Otras de las características que hacen a este tipo de modelos especialmente valiosos para efectos de este trabajo, es que consideran todas las interacciones posibles al interior del mercado matrimonial sin necesidad de fragmentarlas y descomponen jerárquicamente cada uno de los efectos, ofreciendo parámetros específicos del efecto de pertenecer a un grupo A, B, así como el efecto de pertenecer a ambos simultáneamente (Esteve & McCaa, 2007). Los modelos log-lineales son conocidos por su capacidad de extraer información de las interacciones que existen en una tabla de contingencia, controlando el efecto que los marginales de la tabla ejercen sobre estas mismas interacciones, razón por la cual tienden a prevalecer en este tipo de investigaciones (F. L. Jones, 1991; Kalmijn, 1991; Mare, 1991; Qian, 1997). En su forma más elemental, el modelo que estima las frecuencias esperadas para una tabla de doble entrada (2x2) se establece en los siguientes términos:

Modelo 1

L n ( F i j ) = μ + λ i A + λ j B + λ i j A B [Modelo 1]

En donde:

: es el logaritmo natural de la frecuencia esperada de la fila i columna j de la tabla de contingencia;

μ: promedio total del logaritmo natural de las frecuencias esperadas;

: el efecto principal para la variable A;

: el efecto principal para la variable B; y

: el efecto de la interacción entre A y B.

Los tres primeros términos del lado derecho de la ecuación constituyen lo que se denomina como modelo de independencia. Cuando se le añade el cuarto elemento se obtiene el modelo saturado. La gama de resultados que se obtiene entre ambos extremos representados por estos dos tipos de modelos brinda importante información para efectos de análisis. En el presente estudio se aplicó el mismo modelo para todos los países considerados. Su estructura se formaliza en los siguientes términos: [AC, BD, AB, CD, ACD, BCD, CAB, DA].

En donde:

A: grupo de pertenencia del hombre; B: grupo de pertenencia de la mujer; C: nivel de escolaridad del hombre; y D: nivel de escolaridad de la mujer.

Resultados

El cuadro 3 muestra la distribución de la población analizada en función del sexo, grupo de pertenencia y niveles de escolaridad. En síntesis, puede afirmarse que los datos agregados apoyan las tendencias descritas en el tercer apartado, relacionadas con la reducción de la brecha educativa entre hombres y mujeres en los distintos países. Sin embargo, al desagregar esta información con base en algunos ejes de desigualdad típicos de la región, tales como la etnia, raza o país de origen, es evidente que aún persisten desigualdades importantes. Por lo general, estas desigualdades tienden a concentrarse en los grupos indígenas, afrolatinos o inmigrantes. Asimismo, al interior de cada uno de estos grupos, las desigualdades de género en relación con los logros educativos tienden a manifestarse con mayor frecuencia.

Cuadro 3. Distribución de la población de 30 - 39 años, casada o unida, según escolaridad y grupo de pertenencia. América Latina: países seleccionados (porcentajes)

Cuadro 3
Distribución de la población de 30 39 años casada o unida según escolaridad y grupo de pertenencia América Latina países seleccionados porcentajes

* P Inc=Primaria Incompleta; P. Com=Primaria Completa; S Com=Secundaria Completa; Univ=Universidad.

Fuente: IPUMS-International (2006).

En el gráfico 1 se muestra la estructura general de cada uno de los países seleccionados, considerando los porcentajes de homogamia educativa entre las parejas cuyos miembros tienen 30-39 años de edad. Tal y como puede observarse en este primer acercamiento, predomina la pauta homogámica, con valores muy similares en los distintos casos. Quizá lo que más llama la atención del gráfico radica en que los porcentajes de parejas hipógamas (mujeres con mayor escolaridad que el hombre) tienden a acercarse a los porcentajes de parejas hipérgamas (mujeres con menor escolaridad que el hombre), e incluso en algunos casos, tienden a ser superiores, como en Brasil y Costa Rica.

Gráfico 1. Estructura de las uniones conyugales según homogamia/heterogamia educativa. Parejas de 30-39 años. América Latina: países seleccionados (porcentajes)


Gráfico 1
Estructura de las uniones conyugales según homogamia/heterogamia educativa. Parejas de 30-39 años. América Latina: países seleccionados (porcentajes)
Fuente: Elaboración propia con base en IPUMS-Internacional (2006)

Sin embargo, el gráfico no nos aporta información acerca de cuáles son los grupos más propensos a la homogamia educativa. Por esta razón, en el cuadro 4 se presenta la intensidad de establecer relaciones homógamas entre personas de distintos niveles educativos, representada en términos de los logaritmos de las razones de verosimilitud (log odds). Aquí, los valores por encima de 0 indican que existe un mayor número de uniones homógamas de las que se hubieran obtenido si las personas se emparejaran al azar, mientras que los valores inferiores a 0 denotan un menor número de uniones. Los valores para cada país se representan en un conjunto de tablas de 2 por 2, en el cual los hombres se ubican en las filas y las mujeres en las columnas.

Cuadro 4. Intensidad de las uniones entre los distintos grupos educativos. América Latina: países seleccionados (logaritmos de las razones de probabilidad).

Cuadro 4
Intensidad de las uniones entre los distintos grupos educativos. América Latina: países seleccionados (logaritmos de las razones de probabilidad).

Fuente: IPUMS-International (2006).

De este cuadro pueden obtenerse algunas conclusiones importantes. En primer lugar, se observa que los parámetros de homogamia más elevados se presentan a lo largo de la diagonal en cada una de las matrices, transformándose en valores negativos conforme se alejan de ella. Esto no hace sino confirmar la tendencia a las uniones entre personas con niveles de escolaridad similares. La única excepción proviene del grupo con secundaria completa en Chile, cuyo parámetro negativo significa que el nivel de relaciones heterógamas es mayor del que hubiera resultado si las personas se emparejaran al azar.

En segundo lugar, se observa que los valores más altos de homogamia educativa se encuentran entre los grupos que presentan el menor y el mayor nivel de escolaridad. En este sentido, debe tenerse presente que estos resultados están en alguna medida influenciados por el hecho de que estos grupos tienen limitadas sus opciones de movilidad en un único sentido (descendente en el caso de los universitarios y ascendente en el caso del grupo “primaria incompleta”). La concentración de valores negativos en las esquinas de la diagonal indica que, fuera de su grupo, los individuos tienden a unirse con personas que tienen un nivel de escolaridad lo más cercano posible al propio. Por otra parte, dada la importancia que tiene el grupo de mayor escolaridad al momento de conformar la estructura de las uniones en los mercados matrimoniales, así como por su papel en relación con los procesos de transmisión de las desigualdades sociales; interesa saber si: 1) los niveles de homogamia educativa entre los universitarios varían en función del género y del grupo étnico, racial o migratorio; y 2) si el hecho de poseer mayores niveles educativos aumenta o reduce las propensiones a establecer uniones interétnicas o interraciales (homogamia etnoracial).

En relación con el primer punto, el gráfico 2 muestra la situación de cada país según la intensidad con la que se presentan patrones de conducta homogámicos entre universitarios al interior de los distintos grupos etnoraciales (Brasil, Chile, Ecuador y México) y en relación con la condición migratoria (Costa Rica y Venezuela). La línea horizontal intermitente representa el valor general de la homogamia universitaria para cada país (cuadro 1). Valores por debajo de la línea representan una intensidad por debajo del promedio, ya sea en el caso de las mujeres o de los hombres; mientras que valores por encima de la línea significan que los hombres y/o mujeres universitarias dentro de cada grupo se caracterizan por poseer mayores niveles de homogamia en relación con el promedio de todas las personas con estudios universitarios. Así, se aprecia que los niveles de homogamia universitaria femenina y masculina no son iguales a lo largo de los distintos grupos.

Gráfico 2. Intensidad de establecer uniones homogámicas entre universitarios, según grupo etnoracial y condición migratoria. América Latina: países seleccionados.


Gráfico 2
Intensidad de establecer uniones homogámicas entre universitarios, según grupo etnoracial y condición migratoria. América Latina: países seleccionados.
Fuente: IPUMS-International (2006).

Al observar la situación de cada país, sobresale el caso de Ecuador, en el cual las mujeres con nivel universitario tienden a ser más homógamas si se les compara con los hombres. Un fenómeno de este tipo podría obedecer en alguna medida a la existencia de una menor cantidad de mujeres universitarias que de hombres universitarios entre las edades 30-39 (cuadro 3). Esta situación podría forzar a los hombres a buscar pareja entre las mujeres con menor escolaridad dentro de su propio grupo de pertenencia, dando como resultado menores niveles de homogamia educativa masculina.

Asimismo, para el caso de Brasil, las propensiones entre hombres y mujeres tienden a ubicarse muy cerca del promedio general. Destaca el grupo de los hombres asiáticos con nivel universitario, quienes poseen una menor propensión hacia la homogamia educativa en relación con el conjunto, así como el caso de las mujeres indígenas que presentan relativamente una mayor propensión hacia la homogamia universitaria. En Chile, las mujeres pertenecientes al grupo mayoritario “no indígena” muestran una tendencia levemente mayor que los hombres hacia la homogamia. En el caso de los mapuches se da la situación inversa.

Para los países en los cuales se consideró la variable “país de nacimiento”, se aprecia que las costarricenses universitarias tienen una mayor propensión hacia la homogamia educativa en relación con los hombres; mientras que en el caso de los nicaragüenses, son los hombres los que presentan esta conducta. En Venezuela, las mujeres colombianas universitarias tienden a ser más homogámicas que los hombres originarios de su mismo país; mientras que en el caso de los venezolanos ambos sexos presentan intensidades similares.

En resumen, salvo en el caso de Ecuador, no puede afirmarse que existe un patrón de homogamia educativa determinado para los hombres y mujeres universitarias al interior de los distintos grupos de pertenencia. Sin embargo, queda claro que los niveles de homogamia educativa entre los universitarios tienden a variar, tanto en función del sexo como de su grupo de pertenencia etnoracial.

En relación con el hecho de si los niveles de escolaridad se asocian con una mayor propensión a establecer relaciones interétnicas o interraciales, en el gráfico 3 se muestran los parámetros de homogamia etnoracial para hombres y mujeres universitarias en cada uno de los países. Los círculos simbolizan a las mujeres universitarias, las cruces a los hombres universitarios y las líneas horizontales reflejan los niveles de homogamia etnoracial general pertenecientes a cada grupo. En Chile, la ausencia de valores en las categorías “Aimara” y “Atacameño” obedece a la inexistencia o insuficiente número de casos. De esta forma, ubicarse por encima o por debajo de estas líneas horizontales equivale a decir que se posee una mayor o menor tendencia hacia la homogamia etnoracial que el promedio de las personas del grupo de pertenencia.

Gráfico 3. Intensidad de la homogamia etnoracial o migratoria en hombres y mujeres universitarias. América Latina: países seleccionados.


Gráfico 3
Intensidad de la homogamia etnoracial o migratoria en hombres y mujeres universitarias. América Latina: países seleccionados.
Fuente: IPUMS-International (2006).

En términos generales, se aprecia que los mayores niveles de homogamia etnoracial se presentan entre los universitarios de Brasil y Ecuador. Además de obtener los mayores puntajes, estos países también se caracterizan por una mayor variación entre los distintos grupos etnoraciales, con importantes diferencias de género. En el caso de Brasil, la mayoría de mujeres universitarias presentan una mayor propensión a establecer relaciones homogámicas si se les compara con los hombres de los distintos grupos. O lo que es lo mismo, en términos generales, los hombres universitarios brasileños tienen mayor propensión a establecer relaciones interraciales en comparación con las mujeres universitarias brasileñas. En el caso de Ecuador son los indígenas universitarios los más propensos a la homogamia etnoracial, mientras que en Chile ese puesto le corresponde a la población universitaria no indígena. México presenta los valores más bajos en este sentido.

Los casos de Venezuela y Costa Rica, en donde se consideró el país de nacimiento como aproximación a la condición migratoria, se caracterizan por poseer niveles similares de homogamia migratoria. Asimismo, sus niveles son más bajos en comparación a aquellos países en donde se tomó la variable étnica o racial. En este sentido, podría hipotetizarse que en el contexto de los países latinoamericanos analizados, la condición migratoria pesa menos que la etnia y la raza al momento de establecer relaciones de carácter intergrupal, aunque se mantienen comportamientos diferenciales entre hombres y mujeres. De esta forma, las mujeres costarricenses tienden a ser menos homógamas que sus coterráneos, situación inversa a la que presentan las personas originarias de Nicaragua y “Otros” países, en donde los hombres son los que poseen una menor propensión hacia la homogamia migratoria. En Venezuela, hombres y mujeres universitarios colombianos presentan prácticamente los mismos niveles de homogamia, mientras que las diferencias entre ambos sexos para el caso de los propios venezolanos son muy tenues.

En síntesis no puede afirmarse que exista un patrón de homogamia etnoracial en ninguno de los países. Lo que el gráfico 3 sugiere es la existencia de un comportamiento diferencial, tanto en relación con los distintos grupos de pertenencia, como en función del género de los universitarios. En otras palabras, no puede afirmarse que los mayores niveles de escolaridad promuevan o reduzcan en forma generalizada las relaciones de carácter interétnico o interracial.

Conclusiones

El propósito de este artículo consiste en explorar el papel que desempeñan la educación y la condición etnoracial o migratoria en la conformación de las uniones conyugales en seis países latinoamericanos: Brasil, Chile, Costa Rica, Ecuador, México y Venezuela. A lo largo del texto se ha prestado especial atención a la dimensión educativa, en función de su eficiencia como criterio de diferenciación en las estructuras sociales contemporáneas.

En primer lugar, se comprobó que la homogamia educativa es el patrón de conducta predominante en los países analizados. Asimismo, los resultados de los modelos log-lineales permiten afirmar que este patrón no se presenta con igual intensidad entre los grupos, sino que varía en función de los distintos niveles de escolaridad. De esta forma, la mayor propensión hacia el establecimiento de uniones homogámas se localiza en los extremos de la jerarquía educativa. Aquí, estos extremos se encuentran representados por las categorías “primaria incompleta” y “universitarios”. Estos hallazgos concuerdan con los de la mayoría de investigaciones referentes al tema (Mare, 1991; Kalmijn, 1998; Blossfeld & Timm, 2003). Lógicamente, esta tendencia general hacia la formación de uniones homógamas en los niveles educativos superiores también ha sido propiciada por los cambios sociales experimentados en la región décadas atrás, y que se expusieron en el apartado de contextualización: 1) reducción del tiempo dedicado a las labores de reproducción por parte de las mujeres, derivada de la intensificación de la transición demográfica y su incorporación masiva a la esfera pública de los mercados de trabajo; 2) reducción de la brecha entre hombres y mujeres con acceso a educación universitaria; y 3) reducción de las diferencias entre hombres y mujeres relacionadas con las edades medias a la primera unión. Estos tres factores tienden a aumentar las probabilidades de contacto e interacción entre personas de distinto sexo con niveles de estudio similares.

Por otra parte, reconociendo la importancia que tiene el grupo de mayor escolaridad al momento de encauzar el comportamiento de los otros grupos, así como su papel en relación con los procesos de transmisión de las desigualdades sociales, nos propusimos evaluar la existencia de algún patrón de conducta entre hombres y mujeres universitarias. En concreto, interesaba saber si: 1) los niveles de homogamia educativa entre los universitarios varían en función del género y grupo étnico, racial o migratorio, y 2) si el hecho de poseer mayores niveles educativos aumenta o reduce las propensiones a establecer uniones interétnicas o interraciales (homogamia etnoracial). En relación con la primera de estas inquietudes, los resultados obtenidos muestran que los niveles de homogamia educativa para el caso de los universitarios varían en función del género, así como también en relación a los distintos grupos de pertenencia étnica, racial o migratoria. Asimismo, en relación con la segunda interrogante, puede afirmarse que el hecho de tener niveles de escolaridad más elevados no se asocia con una tendencia generalizada hacia el aumento o disminución de las uniones interétnicas o interraciales según sea el caso.

Material suplementario
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Notas
Notas
1 Medida en términos de alguna variable de naturaleza jerárquica que sea socialmente significativa, como por ejemplo: escolaridad, ocupación, ingresos, etc.
2 Mediante el aumento de ocupaciones consideradas como tradicionalmente femeninas, tales como maestras, secretarias, recepcionistas, enfermeras y meseras, entre otras.
Cuadro 1
Edad media al momento de la primera unión. América Latina: países seleccionados. Décadas 1960-1990

Fuentes: Naciones Unidas. (1990). First Marriage: Patterns and Determinants. New York. * Naciones Unidas. (2000). World Marriage Patterns. New York.
Cuadro 2
Distribución de la matrícula estudiantil según nivel sexo y razón de paridad educativa entre hombres y mujeres. América Latina: países seleccionados.1970-2003

* Con base en datos para el año 1987

Fuente: CEPALSTAT: Estadísticas e Indicadores Sociales (BADEINSO).
Cuadro 3
Distribución de la población de 30 39 años casada o unida según escolaridad y grupo de pertenencia América Latina países seleccionados porcentajes

* P Inc=Primaria Incompleta; P. Com=Primaria Completa; S Com=Secundaria Completa; Univ=Universidad.

Fuente: IPUMS-International (2006).

Gráfico 1
Estructura de las uniones conyugales según homogamia/heterogamia educativa. Parejas de 30-39 años. América Latina: países seleccionados (porcentajes)
Fuente: Elaboración propia con base en IPUMS-Internacional (2006)
Cuadro 4
Intensidad de las uniones entre los distintos grupos educativos. América Latina: países seleccionados (logaritmos de las razones de probabilidad).

Fuente: IPUMS-International (2006).

Gráfico 2
Intensidad de establecer uniones homogámicas entre universitarios, según grupo etnoracial y condición migratoria. América Latina: países seleccionados.
Fuente: IPUMS-International (2006).

Gráfico 3
Intensidad de la homogamia etnoracial o migratoria en hombres y mujeres universitarias. América Latina: países seleccionados.
Fuente: IPUMS-International (2006).
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