Resumen: Mediante un abordaje descriptivo y de regresión logística, utilizando datos de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud Sexual y Reproductiva del Paraguay 2008, se analizan los factores de riesgo de sufrir violencia de pareja verbal o psicológica, física o sexual y las características de las mujeres de entre 15 y 44 años que la padecieron. Aquellas que presenciaron maltratos del padre hacia la madre antes de los 15 años y las que fueron víctimas de violencia antes de esa edad presentaron mayor riesgo de sufrirla por parte de sus parejas que aquellas que ni la presenciaron ni la padecieron. También resultó ser un factor de riesgo un mayor número de hijos/as. La residencia urbana se asocia a la violencia verbal y física pero no a la sexual. Las mujeres con trabajo extradomiciliario tienen mayor riesgo que aquellas que no trabajan. El factor reductor de riesgo para todas las formas de violencia estudiadas fue la situación conyugal de casada o de unida.
Palabras clave:ParaguayParaguay,violencia contra las mujeresviolencia contra las mujeres,prevalenciasprevalencias,factores de riesgofactores de riesgo.
Abstract: Using data from the Demographic and Reproductive Health Survey of Paraguay 2008, we analyze risk factors for partner violence and characteristics of the women who suffered such violence. The results show that women who witnessed violence from their father against their mother before aged 15, as well as those who suffered themselves physical abuse from their mother or father, were at higher risk of suffering partner violence than women who did not witness nor suffer abuse. A higher number of children also resulted as a risk factor for violence victimization. Urban residency represented higher risk for verbal and physical but not sexual violence. Women who worked outside their homes were at higher risk of violence victimization than those who did not work. One variable emerged as a risk reducing factor for all forms of violence studied, namely marital status. Currently married women or women in a union had a lower risk of violence victimization.
Keywords: Paraguay, violence against women, prevalence, risk factors.
Artículos
Violencia de pareja en el Paraguay según la Encuesta Nacional de Demografía y Salud Sexual y Reproductiva 2008
Partner violence in Paraguay according to the National Sexual and Reproductive Health Survey 2008

El estudio de la violencia ha adquirido importancia a lo largo de los años a través del posicionamiento de la misma en el centro de la agenda pública por diferentes actores y enfoques, como el de las ciencias sociales y penales (Hijar, López y Blanco, 1997), la economía y el desarrollo (UNICEF, 2000) los derechos humanos o la salud pública (Castro, Casique, Serrano, 2006), entre otros. El tema sido objeto de una creciente atención y acumulación de investigaciones. La producción cada vez mayor de conocimientos desafía y cambia constantemente las visiones sobre la violencia, al punto que no puede decirse que hoy se cuente con un consenso sobre definiciones únicas (Heise, 1998; Muehlenhard y Kimes, 1999) sino, más bien, que se proponen enfoques multidisciplinarios para su estudio (Ramírez y Vargas, 1998). Lo que cambia es la forma en que socialmente se construye y conoce la violencia. Se ha establecido una visión cada vez más compleja que reconoce a actores y situaciones que antes no eran considerados, así como la influencia de condiciones y factores diversos. Muehlenhard y Kimes (1999), por ejemplo, muestran cómo se pasó de desatender por completo a la violencia sexual y doméstica a estudiarla y comprenderla incluyendo fenómenos como la violencia de la pareja en el noviazgo o en las citas y, más recientemente, la violencia en parejas del mismo sexo. Se encuentran también enfoques fragmentados (Hijar, López y Blanco, 1997) o relacionados de forma “ecológica” (Heise, 1998), así como abordajes que consideran a la violencia enmarcada en asimetrías de poder y ejercida contra grupos socialmente devaluados (Castro, Casique y Serrano, 2006).
No obstante los aportes mencionados, el desarrollo de la investigación sobre violencia de pareja tiene sus vacíos, tanto en cantidad como en calidad. En el Paraguay, la violencia contra las mujeres ha sido estudiada de forma limitada. Las principales fuentes de información son las encuestas de demografía y salud reproductiva, realizadas por el Centro Paraguayo de Estudios de Población que, a partir del año 1995, incluyeron un capítulo sobre “maltrato psicofísico”, el cual, con el tiempo, fue ampliándose (véanse CEPEP y CDC, 1997; CEPEP, USAID y CDC, 1999; CEPEP, USAID, UNFPA, CDC e IPPF, 2005; CEPEP, USAID, CDC, UNICEF e IPPF, 2009; Goodwin, 2005). Por su parte, Soto, González y Elías (2003) impulsaron la Encuesta Nacional sobre Violencia Doméstica e Intrafamiliar, usando el formato de encuesta de hogar, y relevaron opiniones, conocimientos y, en menor medida, experiencias de violencia en el ámbito de la familia y en hombres y mujeres. En un estudio cualitativo exploratorio, Molinas, Soto y Ubaldi (1989) analizaron historias personales de mujeres menores de 30 años que sufrieron violencia por parte de sus parejas, concluyendo que las situaciones de maltrato y presiones sobre las mujeres entrevistadas eran ejercidas cuando ellas desafiaban las normas, roles y valores socialmente establecidos para ellas.
Otras publicaciones paraguayas enfocan el tema desde relatos de víctimas y victimarios, así como desde la perspectiva del feminicidio. Así, Arce, Caballero y Elizeche (1993) realizan un análisis sobre violencia sexual entrevistando a víctimas y a internos que cumplen condenas por violación desde un enfoque jurídico, psiquiátrico y psicoanalítico, llegando a conclusiones un tanto controvertidas.1 Por su lado, Rubín y Maciel (2005) consideran un conjunto de 21 casos de homicidios reportados por la prensa local, desde el enfoque de feminicidio. Otros abordajes que enfocan la violencia basada en el género, la violencia intrafamiliar y la discriminación toman por lo general la forma de ensayos o informes, principalmente en el marco de organizaciones de la sociedad civil que se han ocupado de visualizar y debatir la problemática desde el rol del Estado y desde una perspectiva de Derechos Humanos2 (entre otros, CODEHUPY, 2000, 2007 y 2008;3Vera, 2009; Bareiro, 2005).
A pesar de la existencia de una serie de encuestas con información sobre violencia de pareja, hasta la fecha no se disponía más que de un análisis descriptivo de las mismas. Esta investigación es un paso en la dirección de profundizar en el conocimiento sobre las características de la violencia de pareja dirigida hacia las mujeres en el Paraguay. Para ello, nos hemos propuesto conocer cuáles son las principales características de las mujeres asociadas al riesgo de victimización por violencia verbal o psicológica, física y sexual, a través de un análisis secundario de datos de la última Encuesta Nacional de Demografía y Salud Sexual y Reproductiva (ENDSSR) 2008, que incluye datos representativos a nivel nacional de mujeres entre 15 y 44 años (CEPEP, USAID, CDC, UNICEF e IPPF, 2009).
La violencia de pareja ha sido típicamente caracterizada como relacionada con la pareja heterosexual y afectando más a las mujeres que a los hombres.4 Aunque la misma no sea unidireccional y se pueda hablar de un entorno de violencia en las parejas (Pantelides y Manzelli, 2005a y 2005b), la mayor parte de la literatura muestra que las mujeres son sus víctimas más comunes (Heise, Ellsberg y Gottemoeller, 1999) y que los efectos sobre ellas, por lo general, son más dañinos (Muehlenhard y Kimes, 1999) y duraderos que en los varones (Sagot, 2000).
La importancia de la violencia de pareja en las mujeres obedece al hecho de que ellas son sus víctimas más comunes. De acuerdo con Heise, Ellsberg y Gottemoeller (1999), a nivel mundial, entre el 10% y el 69% de las mujeres reportan haber sido físicamente violentadas por parte de una pareja en algún momento de sus vidas, magnitud que señala la relevancia del problema.
Diversos estudios han explorado las consecuencias del fenómeno, encontrando una diversidad de derivaciones en las vidas de las mujeres. En cuanto a la salud reproductiva, autores como Gee et al. (2009) muestran que el uso de anticonceptivos resulta más difícil para mujeres víctimas de violencia de pareja. Además, constituye un factor de riesgo en la disfunción sexual, en la falta de satisfacción sexual y en las relaciones sexuales no deseadas (Parish et al., 2006). También se ha señalado la asociación entre violencia de pareja y embarazos no intencionados (Miller et al., 2010), abortos o mortalidad infantil (Emenike, Lawoko y Dalal, 2008), morbilidad ginecológica (Stephenson, Koening y Saifuddin, 2006; Parsons, Goodwin y Petersen, 2000), embarazos no planificados, abortos inducidos, contagio por infecciones de transmisión sexual y comportamientos de riesgo –como uso inconsistente de condones en las relaciones sexuales (Coker, 2007).
Estudios de tipo cualitativo vinculan la violencia ejercida por la pareja a la salud reproductiva de las mujeres a través del control o el sabotaje de la natalidad (Miller et al., 2010: 5-6). Este control es el resultado de un mecanismo de imposición de las intenciones reproductivas de la pareja a través de la intimidación, las amenazas y la violencia propiamente dicha (Moore, Frohwirth y Miller, 2010: 1738). También se ha explicado el uso inconsistente del condón como consecuencia de la imposibilidad de negociar su uso con parejas violentas (Ruzany et al., 2003). A través de un abordaje etnográfico, Glantz, Halperin y Hunt (2000) han señalado como consecuencias de la violencia de pareja la existencia de embarazos no deseados, infecciones de transmisión sexual y la falta de satisfacción sexual. Como es de esperar, se ha advertido que la violencia de pareja, además de generar efectos negativos sobre la salud, empeora las condiciones previamente existentes, incrementando la dependencia hacia la pareja abusiva y prolongando, en consecuencia, la exposición al maltrato (Thomas et al., 2008).
Algunas investigaciones en poblaciones latinoamericanas han puesto su atención en aspectos culturales de la violencia y su influencia sobre las acciones y actitudes de las mujeres expuestas. Kasturirangan y Williams (2003) estudiaron a mujeres latinas en los Estados Unidos víctimas de maltratos, destacando que describían a la violencia como una experiencia estigmatizante y vergonzosa. Esta apreciación, culturalmente influenciada, incidía sobre la decisión de las mujeres de buscar o no ayuda. Otros estudios también han señalado a la vergüenza como un factor que inhibe a las mujeres divulgar su experiencia y requerir ayuda (Giles-Sims, 1998, en Russo y Pirlott, 2006). No buscar ayuda luego de sufrir violencia parece ser un fenómeno relativamente común. En el Paraguay, los datos de las últimas dos encuestas de salud sexual y reproductiva revelan que, si bien aumentó la proporción de mujeres víctimas de violación que la reportaron, esta porción no supera uno de cada tres casos, y, en su mayoría, no informan el hecho por vergüenza o por miedo a represalias (CEPEP, USAID, UNFPA, CDC e IPPF, 2005 y CEPEP, USAID, CDC, UNICEF e IPPF, 2009). Ellsberg et al. (1999), al estudiar la violencia en mujeres nicaragüenses, encontraron que aquella ocurrida en el ámbito familiar no era percibida como tal y tampoco era un tema sobre el cual se hablara fuera de la familia. El modo en que se percibe la violencia condiciona la forma en que se reacciona ante ella, y esta percepción está en gran medida influenciada por valores culturales que –como lo señalan autores como Sokolof y Dupont (2005) y Malley-Morrinson (2004) (ambos citados en Fernández, 2006)– determinan cuán severa se la considere. Al tener en cuenta factores culturales, es importante delimitar los alcances de su influencia en situaciones de violencia. En ese sentido, caben las aclaraciones realizadas por Almeida y Dolan-Del Vecchio (1999), quienes estudiaron la relación entre aspectos culturales y violencia en comunidades asiáticas en los Estados Unidos. Los autores observaron que, en situaciones de intervención, se podían generar distorsiones tales como permitir que lo cultural explique la violencia y construir a las culturas minoritarias y no dominantes como problemas, desconociendo las dinámicas de poder de grupos e instituciones dominantes (Almeida y Dolan-Del Vecchio, 1999: 655).
Otros aspectos que dan cuenta de la subjetividad en las percepciones sobre la violencia tienen que ver con los roles e ideología de género en la sociedad. Castro, Casique y Serrano (2006) y Castro y Casique (2009) han hecho un sugestivo uso de una batería de preguntas de encuestas mexicanas a partir de las cuales elaboran un índice de ideología de género que reconoce un rango que va desde una autoconcepción subordinada hasta una autoconcepción igualitaria de la mujer con respecto al hombre. Sus conclusiones, sin embargo, difieren según la encuesta en la que se analice este índice: para una el índice más igualitario es un factor de riesgo significativo de victimización, mientras que en la otra encuesta no resulta significativo (Castro, Casique y Serrano, 2006: 23; Castro, Casique, 2009: 59).
En cuanto a la relación entre el riesgo de ser víctima de violencia y la participación en la actividad económica, existe evidencia contradictoria. Por un lado, se ha señalado –como en los casos mexicano y peruano– que la actividad laboral de la mujer implicaría un riesgo mayor de victimización que en el caso de aquellas mujeres que no trabajan (Castro, Casique y Serrano, 2006; Castro y Casique, 2009; Flake, 2005; Casique, 2010; Perales et al., 2009). Por otro lado, hay estudios –como algunos norteamericanos– que encontraron la relación opuesta: indican que el riesgo de recibir abuso por parte de la pareja se reduciría cuando la mujer está empleada (Kalmuss y Strauss, 1990 en Flake, 2005).
Para este trabajo sobre los factores asociados a la victimización por violencia verbal o psicológica, física y sexual de pareja, se llevó a cabo un estudio de la prevalencia de los distintos tipos de violencia según características de las mujeres. Seguidamente, se realizó un análisis multivariado para conocer los factores de riesgo asociados a reportar victimización por violencia de pareja, a través de tres regresiones logísticas binomiales para las que se emplearon, como variables dependientes, indicadores de violencia verbal o psicológica, física y sexual de pareja.
Las variables independientes o explicativas fueron escogidas luego de una revisión de la literatura y de discusiones en el equipo de investigación. El resultado son once variables que fueron incorporadas a los análisis.
De las variables estudiadas se obtuvieron las razones de probabilidad, también conocidas como odds ratios, para las regresiones logísticas. Esta estimación permite medir el grado de asociación de cada uno de los factores de riesgo con la probabilidad de victimización por alguna de las tres formas de violencia estudiadas. Es decir, representan o expresan el riesgo relativo de ocurrencia de un evento dado (reportar victimización por violencia de pareja), en un grupo determinado, en relación con un grupo de referencia.
La fuente de datos utilizada en este estudio proviene de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud Sexual y Reproductiva 2008 (ENDSSR 2008). La misma permite obtener estimaciones representativas a nivel nacional de cuatro regiones (Asunción y Área Metropolitana, Región Norte, Región Centro Sur y Región Este)5 y por área urbana y rural. El Cuadro 1 indica los principales datos de la encuesta.
Cuadro 1. Características de la encuesta ENDSSR 2008

El análisis se circunscribe a la violencia íntima de pareja de las mujeres que al momento de la encuesta están casadas/unidas o separadas/divorciadas/viudas, es decir, aquellas que están o han estado alguna vez en una relación de pareja, por lo que quedan excluidas las mujeres solteras.
Las tres variables dependientes son dicotómicas y se refieren a haber o no haber sido víctima de violencia verbal o psicológica, física y sexual ejercida por la pareja. El primer modelo de regresión analizado hace referencia a la victimización por violencia verbal o psicológica; el segundo analiza la victimización por violencia física; y el tercero considera la violencia sexual.
La definición de los tres tipos de violencia está determinada por la batería de preguntas de los cuestionarios, y las variables fueron construidas de igual manera: las variables dependientes de violencia verbal y violencia física se construyeron a partir de al menos una respuesta positiva a una batería de preguntas sobre experiencia previa de algún tipo de violencia por parte de la pareja en algún momento de su vida, por lo que no distingue la intensidad de la violencia sufrida pero sí su ocurrencia; en el caso de la violencia sexual, la ocurrencia o no del hecho se indica por la respuesta a una pregunta específica del cuestionario.
En el Cuadro 2 se indican las preguntas a partir de las cuales se elaboraron las variables dependientes.
Cuadro 2. Preguntas sobre violencia de pareja usadas para construir las variables dependientes. ENDSSR 2008

Las variables independientes se categorizan en cuatro grupos. Esta categorización está inspirada en la concepción del modelo ecológico de factores de riesgo de la violencia señalado por Heise (1998) y empleado por Castro y Casique (2009). Se caracteriza a la violencia como un fenómeno multifacético en el que interactúan factores personales (o individuales), situacionales y socioculturales. Castro y Casique (2009) agrupan a los factores de riesgo en cuatro categorías que resultan de mucha utilidad, por lo que también las utilizamos en el presente estudio: factores individuales, factores relativos a la relación o pareja, factores comunitarios y factores macrosociales.
Las variables independientes correspondientes a factores individuales son: haber visto o escuchado al padre o padrastro maltratar a la madre antes de los 15 años (variable dicotómica); haber sido víctima de maltrato físico antes de los 15 años (variable dicotómica); edad (variable categórica que incluye tres grupos etarios: adolescentes –15-19 años–, mujeres en la edad reproductiva central –20-29 años– y mujeres al final de su edad reproductiva –30-44 años–);6 años aprobados de estudio (variable categórica que incluye tres grupos: 0-5 años de estudio, 6-11 años de estudio y 12 y más años de estudio); número de hijos vivos (variable continua); y, finalmente, condición laboral de la mujer (variable categórica que incluye: trabaja dentro del hogar, trabaja fuera del hogar y no trabaja). La variable referida a la relación o pareja es el estado conyugal (variable categórica: casada, unida, divorciada, separada, viuda).
Vale alertar que la edad, el estado conyugal y la condición laboral de la mujer caracterizan a la situación de la entrevistada al momento de la encuesta y no al momento en que pudo haber sido víctima de violencia. Debido a esta dificultad que presenta la información para establecer el orden temporal entre las variables, este trabajo asume que los perfiles de las mujeres cuando fueron víctimas no difieren de manera significativa a los que tenían al ser encuestadas.
Los factores comunitarios se expresan en las variables: área de residencia (dicotómica), nivel socioeconómico7 (variable categórica) e idioma hablado en el hogar (variable categórica).
Finalmente, se incorpora una variable relativa a factores macrosociales que se refiere a la ideología de roles de género: “legitima la violencia del hombre hacia la mujer” (variable dicotómica). Esta variable se construyó a partir de al menos una respuesta positiva de las entrevistadas a una serie de preguntas sobre si ella consideraba que un hombre tenía derecho a pegarle a su esposa ante determinadas circunstancias.8
Como se observa en el Gráfico 1, la mayoría de las mujeres no reportan hechos de violencia de pareja. Entre quienes sí refieren haberla sufrido, el principal tipo reportado fue la verbal o psicológica, seguida de la física y luego la sexual. Si bien la ENDSSR 2008 no recoge información sobre la intensidad de la violencia sufrida, sí se puede destacar que son más las mujeres que manifestaron haber experimentado dos tipos de violencia que las que refirieron haber padecido tres tipos. Sin embargo, resaltamos que, en general, la variación en la prevalencia puede estar condicionada por la voluntad de las entrevistadas de responder preguntas sensibles, por lo que podría haber un subregistro de la información aquí presentada.9
Gráfico 1. Prevalencia de violencia por tipo en mujeres casadas/unidas o alguna vezcasadas/unidas. Paraguay. Año 2008.

A medida que aumenta la edad, crece la prevalencia de la violencia verbal, física y sexual: en el caso de las mujeres que reportaron dos tipos de violencia, las diferencias según edad son pequeñas, mientras que, entre quienes refirieron haber sufrido los tres tipos de violencia, la prevalencia se incrementa a medida que aumenta la edad.10
Al analizar la prevalencia según años de estudio, se nota que, para la violencia verbal, es mayor entre aquellas con 12 y más años de estudios (secundaria completa o más), en comparación con las que tienen la primaria completa o las que no concluyeron la primaria. En el caso de la violencia física, la situación fue la inversa: la prevalencia es mayor entre las mujeres que tienen los menores niveles de escolarización y menor entre aquellas con secundaria o más completa. En cuanto a la violencia sexual, fueron las mujeres con menor escolarización las que reportaron los niveles más altos de victimización. El nivel de escolarización no aporta diferencias palpables entre las mujeres que sufrieron dos tipos de violencia, pero, en cambio, sí se registra una mayor incidencia de los tres tipos de violencia en las mujeres con menor escolarización.
Por su lado, los tres tipos de violencia estudiados tienen una mayor expresión urbana. Al considerar el estado conyugal, se advierte que las mujeres separadas, divorciadas o viudas reportan haber sufrido violencia en mayor medida que las que están casadas o unidas. En todos los casos, la prevalencia entre las separadas, divorciadas o viudas es cerca del doble que entre las que están unidas, y el doble o más en comparación con quienes están casadas. Esto puede deberse a dos fenómenos: o bien a que las separadas/divorciadas o viudas tengan una mayor voluntad o capacidad de reportar los hechos de violencia de pareja vividos que quienes actualmente están unidas –y, en mayor medida aún, que las que están casadas–; o bien a que se hayan separado debido a que fueron víctimas de violencia.
Al considerar el estrato socioeconómico de las mujeres, las diferencias no son tan marcadas. La violencia verbal fue reportada en mayor medida en los estratos medio y alto, mientras que en el caso de la violencia física y la sexual la situación es la inversa: su prevalencia es mayor en los estratos socioeconómicos medio y bajo. En 2008, las mujeres del estrato socioeconómico bajo declararon violencia sexual casi dos veces más que las mujeres del estrato alto. En el mismo año, la frecuencia de los tres tipos de violencia en el estrato bajo es más del doble que en el alto.
Revisando la incidencia de violencia según la actividad económica de las mujeres, nos encontramos con datos llamativos: en todos los casos fueron las mujeres que tienen un trabajo extradomiciliario quienes reportaron los niveles más altos de victimización por cualquier tipo de violencia, seguidas por quienes tienen trabajos intradomiciliarios.
Considerando la variable principal idioma hablado en el hogar, en 2008 la mayor incidencia de violencia verbal y física se concentró en los hogares donde se habla el español o el guaraní y el español indistintamente, mientras que la violencia sexual fue más prevalente en los hogares donde se habla habitualmente el guaraní.11
Dos variables hacen referencia a experiencias previas de violencia. Las mujeres que habían sido víctimas de maltratos así como aquellas que fueron testigos de maltratos del padre/padrastro hacia la madre/madrastra antes de los 15 años de edad fueron luego víctimas de violencia en mayor medida que aquellas que no sufrieron maltratos ni los presenciaron. La prevalencia de victimización es cercana o mayor que el doble entre las mujeres con experiencia previa de violencia en comparación con quienes no experimentaron o testimoniaron violencia antes de los 15 años, una regularidad que ha sido ya encontrada en otros estudios (Grauerholz, 2000).
Las mujeres que legitiman la violencia son victimizadas en mayor medida por violencia física y sexual; pero no sucede así con la violencia verbal. (Cuadro 3).
Cuadro 3. Porcentaje de mujeres de 15 a 44 años de edad, por tipos de violencia de pareja, según variables independientes (N=4,414). Paraguay. Año 2008

El análisis de regresión para estimar factores asociados a la victimización por violencia verbal o psicológica arrojó como resultado seis variables de riesgo significativas. Las mismas fueron: haber visto o escuchado al padre/padrastro maltratar a la madre/madrastra antes de los 15 años; haber sido víctima de maltrato físico antes de los 15 años; un mayor número de hijos; residir en áreas urbanas; trabajar dentro del hogar; y trabajar fuera del hogar. Como puede verse en el Cuadro 4, haber presenciado el maltrato de la madre por parte del padre en la infancia/adolescencia incrementaría en un 73% el riesgo de sufrir violencia verbal en comparación con las mujeres que no lo presenciaron. Las mujeres que fueron víctimas de maltrato físico antes de los 15 años tendrían un riesgo 1.32 veces mayor de sufrir violencia verbal que aquellas mujeres que no sufrieron violencia antes de los 15 años. Por su lado, cada hijo adicional estaría asociado a un incremento del 13% en el riesgo de reportar este tipo de violencia. Las mujeres residentes en áreas urbanas tendrían un riesgo mayor que las mujeres residentes en áreas rurales, con una razón de probabilidad de 1.27. El hecho de trabajar dentro del hogar incrementaría el riesgo de reportar violencia verbal o psicológica en un 46%, mientras que el hecho de trabajar fuera del hogar aumentaría el riesgo en un 43 por ciento.

a: OR/RP: Odds ratio/Razón de probabilidad
Niveles de significancia analizados: a partir de p<0,05
Fuente: Cálculos propios sobre datos de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud Sexual y Reproductiva (ENDSSR 2008)Cuadro 5. Factores de riesgo asociados a la victimización por violencia física en mujeres casadas, unidas yseparadas/divorciadas/viudas. Paraguay. Año 2008

a: OR/RP: Odds ratio/Razón de probabilidad
Niveles de significancia analizados: a partir de p<0,05
Fuente: Cálculos propios sobre datos de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud Sexual y Reproductiva (ENDSSR 2008)Cuadro 6. Factores de riesgo asociados a la victimización por violencia sexual en mujeres casadas, unidas y separadas/divorciadas/viudas. Paraguay. Año 2008

a: OR/RP: Odds ratio/Razón de probabilidad
Niveles de significancia analizados: a partir de p<0,05
Fuente: Cálculos propios sobre datos de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud Sexual y Reproductiva (ENDSSR 2008)Por otra parte, la regresión solamente dio cuenta de dos variables reductoras del riesgo de victimización por violencia verbal: el estado conyugal de casadas o unidas y, marginalmente, el uso exclusivo del idioma guaraní en el hogar. En cuanto al estado conyugal, en comparación con las mujeres divorciadas, separadas o viudas, las mujeres casadas y las unidas al momento de la encuesta tendrían un riesgo menor de reportar victimización por violencia verbal: 77% las casadas y 62% las unidas.
El análisis de regresión para la violencia física dio como resultado cinco variables de riesgo. Las mismas fueron: haber visto o escuchado al padre/padrastro maltratar a la madre/madrastra antes de los 15 años; haber sido víctima de maltrato físico antes de los 15 años; un mayor número de hijos; residir en áreas urbanas; y tener un trabajo extradomiciliario. Las mujeres que vieron o escucharon al padre/padrastro maltratar a la madre/ madrastra antes de cumplir los 15 años tendrían un riesgo 1.12 veces mayor que las que no tuvieron esa experiencia. Las mujeres que fueron víctimas de violencia física antes de los 15 años tendrían un riesgo 1.11 veces mayor de victimización que aquellas que no lo fueron. Cada hijo adicional incrementaría el riesgo, con una razón de probabilidad de 1.23. Las mujeres urbanas tendrían un riesgo 1.34 veces mayor que las mujeres rurales. Finalmente, las mujeres con un trabajo extradomiciliario al momento de la encuesta resultaron tener un riesgo de victimización por violencia física superior en 1.3 veces respecto de las mujeres que no trabajan.
Nuevamente el estado conyugal aparece asociado a la violencia doméstica, en este caso la física. Volviendo a alertar sobre las dificultades de realizar una interpretación lineal de los resultados, los datos muestran que, respecto del grupo de referencia –divorciadas/ separadas/viudas–, las mujeres casadas y unidas presentan un riesgo menor de reportar violencia física: el 83% y el 63%, respectivamente.
En la regresión aplicada para la victimización por violencia sexual, se identificaron cuatro factores significativamente asociados a un mayor riesgo: haber visto al padre/ padrastro maltratar a la madre/madrastra antes de los 15 años; haber sido víctima de maltrato físico antes de los 15 años; un mayor número de hijos; y el hecho de tener un trabajo extradoméstico. Cuando la mujer fue testigo del maltrato del padre a la madre en su infancia, el riesgo de sufrir violencia sexual sería 1.63 veces el de aquellas que no lo presenciaron. De la misma forma, las mujeres que sufrieron maltrato físico durante su juventud también tendrían un mayor riesgo que las que no fueron víctimas de maltratos. Este riesgo sería 1.73 veces mayor. Cada número adicional de hijos incrementaría el riesgo de reportar violencia sexual, con una razón de probabilidad de 1.18.
Nuevamente en este modelo de regresión aparece la variable trabajo extradomiciliario significativamente asociada a un mayor riesgo de victimización: quienes al momento de la encuesta tenían un trabajo extradomiciliario mostraban un riesgo de reportar violencia sexual 1.53 veces mayor que las mujeres que no trabajaban. De modo similar, las mujeres casadas tendrían un riesgo 78% menor y las unidas un riesgo 59% menor que las divorciadas, separadas o viudas.
Son varias las conclusiones a las que arribamos en relación con las principales características vinculadas con los tres tipos de violencia estudiados. Por la variedad de factores asociados que hemos encontrado, consideramos a la violencia como un fenómeno social complejo que debe comprenderse en todas sus dimensiones.
En primer lugar, destacamos que, en el análisis de regresión, hay cuatro variables que no resultaron significativamente asociadas a ningún tipo de violencia: la edad de la mujer, los años de estudio aprobados, el nivel socioeconómico y el principal idioma hablado en el hogar (salvo en el caso de violencia verbal).
En relación con las variables que sí se asocian significativamente a la violencia, varios de los resultados son concordantes con los antecedentes en la región y a nivel internacional. Al igual que en otros países, la experiencia previa de maltrato en la juventud, sería un factor fuertemente vinculado con el riesgo de padecer violencia en la vida adulta. Esta asociación daría cuenta de una problemática de características relacionales. Puesto que el victimario –la pareja– no es el mismo de la infancia, la mayor probabilidad de victimización por parte de mujeres que sufrieron violencia en su infancia sugeriría que el fenómeno violento supera la dimensión individual únicamente vinculada al agresor y que se inscribiría en el ámbito de las relaciones de género. Diversos autores han analizado este fenómeno señalando dinámicas de culpa, conductas de riesgo y estrés postraumático en las mujeres (Arata, 2000), así como la revictimización en el contexto del abuso de autoridad del agresor (Messman-Moore y Long, 2000). Un enfoque sugerente es el de Grauerholz (2000), quien propone un abordaje ecológico que dé cuenta de los diversos aspectos ligados a la revictimización, como la historia personal de la víctima, la relación en que ocurre la revictimización, la comunidad y la cultura.
Aun con las limitaciones que presenta la encuesta para establecer el orden temporal y asumiendo que la condición laboral de las mujeres al momento de ser encuestadas era la misma que cuando fueron víctimas de violencia, los datos apuntan a señalar que, en ciertos contextos, la participación de las mujeres en el mercado de trabajo puede generar violencia doméstica.12 Dicha participación les abre las puertas a una autonomía económica y a un empoderamiento en un marco social en el que, tradicionalmente, dependían de sus parejas. Este cambio, entendido como un recurso simbólico más que económico (MacMillan y Gartner, 1999), implica también una modificación en los roles de género socialmente asignados que cuestiona la tradicional estructura asimétrica de poder y genera una tensión que, en algunos casos, es resuelta con violencia por parte de los hombres.
Perales et al. (2009), reflexionaron sobre el mismo fenómeno en el Perú, señalándolo como la crisis de una sociedad patriarcal en la que los hombres, incapaces de mantener la dominación –culturalmente sancionada– sobre las mujeres, usan la fuerza para reforzar su poder cuando ellas adquieren mayor autonomía material. Esto no hace sino subrayar la necesidad de analizar con mayor detenimiento la violencia a la luz de las asimetrías de poder así como de las características que median entre los fenómenos estructurales –como el patriarcado– y aquellos individuales, como lo han señalado autores como Castro y Riquer (2003).
Puede resultar llamativo que las casadas y unidas sean las que menos reporten experiencias de violencia de pareja y que este estado conyugal funcione como un factor reductor del riesgo de los tres tipos de violencia de pareja. Por un lado, consideramos que esto indica que las mujeres separadas/divorciadas tendrían, respecto de sus pares casadas o unidas, una mayor capacidad/libertad de responder o reportar actualmente que sufrieron violencia, justamente por encontrarse ya fuera de la relación abusiva. Sin embargo, tal como observamos antes, tomando en cuenta la temporalidad del estado conyugal, es probable que también se trate de mujeres que hayan salido de la relación precisamente por la violencia sufrida. Desde la perspectiva de la revictimización mencionada, este dato también cobra relevancia y resultaría importante estudiar la violencia en el Paraguay considerando tal enfoque.
Finalmente, advertimos que el presente estudio presenta algunas limitaciones que es necesario mencionar. En primer lugar, reiteramos que la temporalidad de algunas variables independientes se refiere al momento de la entrevista, por lo que no necesariamente son idénticas al momento del hecho violento. En el presente análisis hemos señalado cuándo adoptamos el supuesto de que son coincidentes. Además, insistimos en que es posible una subestimación debido a la dificultad de reportar un hecho traumático y que se ha medido la existencia del maltrato pero no su intensidad. Encontramos que el estudio de la violencia es un tema no agotado y señalamos la necesidad de clasificar mejor la violencia física y verbal a partir de su intensidad para distinguir sus aspectos particulares, de contar con más datos –además de los sociodemográficos– para trazar el perfil de las mujeres víctimas de violencia, de conocer las características de la familia y de la pareja agresora (del sexo que fuere). Asimismo, resulta necesario seguir explorando en las experiencias más recientes a fin de ajustar mejor el análisis. También consideramos importante realizar abordajes de tipo cualitativo y llenar otros vacíos en la investigación social sobre la violencia en el Paraguay, como el estudio sobre hombres víctimas y victimarios.
El autor desea agradecer a la Dra. Alejandra Pantelides y al equipo del Centro de Estudios de Población de la Argentina, quienes acompañaron con consejos y orientaciones oportunos todo el trabajo de investigación realizado. Asimismo, expresa su agradecimiento por la ayuda en el procesamiento, interpretación de datos y revisión bibliográfica a Mercedes Melián, Edgar Tullo, Alejandra Martínez y Julio Galeano. Sin embargo, el autor asume la total responsabilidad si algún dato o interpretación fueran incorrectos.





a: OR/RP: Odds ratio/Razón de probabilidad
Niveles de significancia analizados: a partir de p<0,05
Fuente: Cálculos propios sobre datos de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud Sexual y Reproductiva (ENDSSR 2008)
a: OR/RP: Odds ratio/Razón de probabilidad
Niveles de significancia analizados: a partir de p<0,05
Fuente: Cálculos propios sobre datos de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud Sexual y Reproductiva (ENDSSR 2008)
a: OR/RP: Odds ratio/Razón de probabilidad
Niveles de significancia analizados: a partir de p<0,05
Fuente: Cálculos propios sobre datos de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud Sexual y Reproductiva (ENDSSR 2008)