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El sistema Tianxia como vínculo clave entre China y América Latina*
Constanza Jorquera Mery
Constanza Jorquera Mery
El sistema Tianxia como vínculo clave entre China y América Latina*
The Tianxia system as the key link between China and Latin America
Si Somos Americanos, vol. XXI, núm. 2, pp. 203-224, 2021
Universidad Arturo Prat. Instituto de Estudios Internacionales (INTE)
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Resumen: Tras el fin de la Guerra Fría, el reordenamiento del sistema internacional permitió el surgimiento de propuestas de gobernanza global más amplias que aquellas determinadas por Occidente. Es este contexto en China, el sistema Tianxia adquiere notoriedad como propuesta alternativa a las teorías no occidentales de relaciones internacionales y como un nuevo marco de gobernanza global. Este artículo tiene por objetivo analizar este sistema en función del desarrollo de la política exterior china, testeando su aplicabilidad conceptual en la relación entre China y América Latina a través de la cooperación interregional, entendido como un marco conceptual y teórico de las relaciones internacionales que permita avanzar en el diálogo y conocimiento mutuo. En el sistema Tianxia, América Latina se inserta a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, cuya base es la reinterpretación contemporánea del orden de Tianxia: la concepción china de cómo debe ordenarse el mundo basado en un sistema tributario, el cual estableció un orden jerárquico internacional que llevó a muchos pueblos a la corte imperial china.

Palabras clave: Sistema Tianxia, relaciones China-América Latina, teoría de relaciones internacionales.

Abstract: After the end of the Cold War, the reordering of the international system led to the emergence of proposals for global governance that were broader than those determined by the West. In this context and in China, the Tianxia system has gained notoriety as an alternative to non-Western theories of international relations and as a new framework for global governance. This article aims to analyse this system in terms of the development of Chinese foreign policy, testing its conceptual applicability in the relationship between China and Latin America through interregional cooperation, understood as a conceptual and theoretical framework of international relations that has led to progress being made in terms of dialogue and mutual knowledge. Latin America has been inserted in the Tianxia system through the Belt and Road Initiative, which is based on the contemporary reinterpretation of the Tianxia order: the Chinese concept of how the world should be organised based on a tax system, which established an international hierarchical order that brought many peoples to the Chinese imperial court.

Keywords: Tianxia system, China-Latin America relations, international relations theory.

Carátula del artículo

Artículo original

El sistema Tianxia como vínculo clave entre China y América Latina*

The Tianxia system as the key link between China and Latin America

Constanza Jorquera Mery
Universidad de Santiago de Chile, Chile
Si Somos Americanos, vol. XXI, núm. 2, pp. 203-224, 2021
Universidad Arturo Prat. Instituto de Estudios Internacionales (INTE)

Recepción: 27 Julio 2021

Aprobación: 09 Noviembre 2021

Introducción

La existencia de China es casi imposible de resolver desde el presente y a través de lentes occidentales. Su nombre, Zhongguo o “Reino Medio”, nos da una primera aproximación a un Estado civilizacional que posee una cosmovisión particular y da como resultado un proyecto global que responde a su experiencia y reivindicaciones históricas.

Como afirma Chun (2011), esta complejidad se extiende a nivel regional -ubicando su análisis en Asia Oriental-, pues los Estados-nación, en la lógica occidental, son muy jóvenes y se han modernizado en muy poco tiempo, como resultado de la presión internacional, y en ellos los traumas del imperialismo todavía están presentes. A esta condición se suma la naturaleza compleja de la política internacional del siglo XXI, creada por factores como la globalización, la revolución de la información y la tecnología, con múltiples actores internacionales que desafían la capacidad explicativa de las teorías de relaciones internacionales occidentales existentes.

Chun (2011) propone el concepto de “orden internacional de Asia Oriental”, el cual se divide en cuatro períodos: 1) el orden tradicional anterior a 1840, siendo las guerras del Opio el primer hito; 2) la transición entre 1840 y 1951, que termina con el Tratado de Paz de San Francisco; 3) la Guerra Fría hasta 1991, con el colapso de la Unión Soviética; y 4) la época contemporánea, desde 1991 hasta la actualidad. Por lo tanto, Asia Oriental no ha completado dos transiciones paralelas -la transición a la modernidad y la transición a la posmodernidad-, impuestas externamente (Chun, 2013, p. 156), las que terminaron por agudizar sus problemas internos y su proyección internacional.

Estos países orientales estarían simultáneamente experimentando un fenómeno único de transición premoderna, moderna y posmoderna, es decir, “se vive en varias épocas al mismo tiempo, y cada país no tiene más remedio que perseguir varios objetivos simultáneamente en la forma de una política exterior para la supervivencia” (Chun, 2011, p. 11).

Este artículo tiene por objetivo analizar el sistema Tianxia en función del desarrollo de la política exterior china, discutiendo su posible aplicabilidad conceptual en la relación entre China y América Latina a través de la cooperación interregional.

El sistema Tianxia aparece sistemáticamente en los análisis del comportamiento internacional de China como potencia global. Según el filósofo político chino Zhao Tingyang (2006), impulsor de esta teorización, el Tianxia es la mejor filosofía para la gobernanza mundial, presentándola como un concepto de este tipo más que como una teoría de las relaciones internacionales (Zhao, 2006).

El Tianxia se estableció en la dinastía Zhou (1046-256 a.C.) para garantizar la unidad en la diversidad de los pueblos de la época, lo que dio lugar a una nueva relación y asignó funciones determinadas a todos los actores para evitar posibles conflictos.

El término crítico chino “todo bajo el cielo” es un concepto denso que significa “mundo”. Tiene tres significados: (1) la Tierra o todas las tierras bajo el cielo; (2) una elección común hecha por todos los pueblos del mundo, o un acuerdo universal en el “corazón” de todos los pueblos; (3) un sistema político para el mundo con una institución global para garantizar el orden universal. Esta trinidad semántica indica que un mundo físico está lejos de ser humano […] Es casi equivalente al universo o al mundo en idiomas occidentales. Su segundo significado está en el corazón de todas las personas o la “voluntad general del pueblo”. (Zhao, 2009, pp. 9 y 30).

Siguiendo a Callahan (2008), el sistema Tianxia se destaca por su capacidad de desdibujar la separación entre la política interna y la política exterior, de modo que permite a la sociedad china -particularmente a sus elites políticas e intelectuales- pensar el rol adecuado que China debería ejercer en el mundo, lo que asocia a una especie de “cosmopolitismo patriótico”; mientras que para los círculos políticos e intelectuales occidentales les otorga mayor información sobre cuáles son los objetivos de China en el sistema internacional y cuál es el orden global que propondría.

Ante este problema, se plantea como pregunta: ¿cuál es la relación entre el sistema Tianxia, entendido como arquitectura de ideas y forma de gobernanza global, y el ejercicio de la política exterior de China, particularmente hacia América Latina?

Se establece como hipótesis que existe una continuidad histórica en la cosmovisión y conducta internacional de China, la cual fue interrumpida por el llamado “siglo de la humillación o vergüenza” (1840-1949), que está basado en las ideas centrales del sistema Tianxia. Por lo tanto, una vez adquiridas las capacidades para convertirse en una potencia global, China ha estado “reconstruyendo” este sistema en su política exterior, retomando esta arquitectura de ideas para gestionar sus relaciones internacionales.

China busca acercar a los países en desarrollo, como es el caso de América Latina, a una reinterpretación del orden concéntrico, propio del sistema Tianxia, en el que la relación entre orden, amistad y beneficio mutuo y jerarquía se materializa en la narrativa del “sueño chino”, los planes de cooperación y la Iniciativa de la Franja y la Ruta.

Este artículo corresponde a un estudio de caso, con el fin de testear la hipótesis mediante la identificación de los cambios en la política exterior de China y de su relación con América Latina. Se llevó a cabo una revisión bibliográfica para identificar el pensamiento internacionalista presente en la construcción teórica y conceptual del sistema Tianxia, elaborada por el filósofo político chino Zhao Tingyang, así como el desarrollo de la política exterior china, apuntando a establecer conexiones entre esta arquitectura de ideas internacionalistas y la conducta internacional de China, particularmente hacia América Latina.

La estructura del artículo es la siguiente: en primer lugar, se presentan los elementos centrales del sistema Tianxia y su relación con la actual política exterior china. En segundo lugar, se plantea cómo se expresa el pensamiento internacionalista chino en la política exterior hacia América Latina y cómo se puede interpretar su relación en el sistema Tianxia. Finalmente, se exponen las conclusiones.

China, Tianxia y el orden internacional

Uno de los conceptos más importantes del pensamiento chino en las relaciones internacionales contemporáneas es el sistema “todo bajo el cielo” o Tianxia, asociado con la idea de orden mundial. Corresponde a un corpus geográfico, cultural, político e institucional.

El sistema Tianxia se puede interpretar como un sistema que incluye a todas las personas, como una institución mundial cuyo objetivo es la transformación que ordena el caos bajo el liderazgo del emperador, el cual está ubicado en el centro de ese mundo. Para mantener el orden y la armonía en todos los territorios, el emperador debe convertir a los enemigos en aliados y atraer a los pueblos en lugar de conquistarlos (Jorquera, 2018, pp. 142-143). En este sentido, el “mandato bajo el cielo” es relevante en la forma de concebir y ejecutar el poder en China, ya que los resultados de una correcta ejecución de este mandato permiten medir la legitimidad del sistema. Por lo tanto, mientras el país sea próspero, el régimen será legítimo. Esta concepción aparece en las relaciones internacionales contemporáneas de China en la conducción de la política exterior desde la administración de Deng Xiaoping (Jorquera, 2018, p. 152).

Las reglas del mandato del cielo son las siguientes:

  1. 1. El derecho a gobernar China ha sido conferido por el cielo.
  2. 2. Solo puede existir un legítimo gobernante en China.
  3. 3. El derecho a gobernar se basa en el respeto a la virtud y a las tradiciones.
  4. 4. El mandato del cielo puede traspasarse a los sucesores, pero solo mientras mantengan la virtud.

Para Zhao (2019), el orden mundial se puede dividir en dos tradiciones: el imperialismo, inventado por los romanos, y el sistema Tianxia, inventado por China, donde este último se diferenciaría en su objetivo de construir un sistema benévolo.

El territorio era mucho más pequeño que el mundo, pero se percibía como el mundo llamado Tianxia. El tamaño del territorio no fue relevante aquí. Lo que importaba era el sentido del mundo, una conciencia política que consideraba el mundo entero. Tianxia es un concepto complejo. (Zhao, 2019, p. 6)

Esto se puede entender con la idea de “cielo” o Tiantang, el cual no es propiedad de un solo hombre, es antecesor a la humanidad, y la virtud del líder consiste en gestionar los asuntos globales, basándose en el orden, condición necesaria para la armonía y cooperación entre los pueblos.

Otro elemento importante en este sistema es la existencia del “Hijo del Cielo”, análogo a un emperador, quien debe ser apoyado por su pueblo, es decir, tener legitimidad. Esta legitimidad es diferente a la occidental, que está basada en el imperio de la ley como un principio democrático, sino que su virtud1 le permite liderar no solo el futuro de su pueblo, sino que, al ser el líder político de una potencia global, debe garantizar el orden y la armonía en todo el sistema internacional. En la actualidad, este líder corresponde al líder político de China como representante del Estado.

La autonomía de las personas para seguir o no seguir se considera una cuestión fundamental en la filosofía política china como una cuestión del “corazón de la gente”, y se considera más cercana a la verdad de la realidad política que a la democracia. (Zhao, 2006, p. 30)

Esta concepción del apoyo y la legitimidad del pueblo hacia el líder es significativa cuando se extrapola al régimen político chino, pues en las últimas dos décadas ha consolidado una imagen de país benigno mediante las ideas de amistad, beneficio mutuo y desarrollo compartido. Esto nos lleva a la existencia de “subestados” en el sistema Tianxia, institucional, política y éticamente leales al centro imperial, los que mantienen su independencia económica, militar y cultural a través de un sistema tributario legal basado en la reciprocidad. En esta categoría de “subestados” podrán participar otros países, decidiendo voluntariamente si formar parte o no de este sistema (Zhao, 2006, pp. 34-35).

El modelo Tianxia consiste en una serie de círculos concéntricos donde China y el Hijo del Cielo se encuentran en el centro. Se suman múltiples esferas de influencia mutua desde los llamados “temas interiores” -estados tributarios que están directamente relacionados con China a nivel étnico y administrativo- y temas exteriores, mientras que todo lo que se sitúa fuera del sistema se considera barbarie.


Figura Nº 1
: Modelo del sistema Tianxia
Fuente: elaboración propia

Entonces, ¿por qué el sistema Tianxia ha adquirido tanta notoriedad para referirse a las ideas que subyacen al pensamiento internacionalista chino y su política exterior?

Una potencia global requiere sus propias arquitecturas de ideas lo suficientemente consistentes para sustentar sus estrategias de inserción internacional, así como posicionarse y dialogar en la corriente principal de las relaciones internacionales.2 En el caso de China, su transición de periferia a centro supone la necesidad de proveer enfoques teóricos y conceptuales que, epistemológica y ontológicamente, desafíen las perspectivas dominantes que constituyen la corriente principal de las relaciones internacionales (realistas, liberalistas y constructivistas) y, como sostienen Cho y Hwang (2020), son enfoques normativos que sirven a la hegemonía de Estados Unidos y Occidente, y contribuyen a alimentar la creencia de que producen un conocimiento objetivo, neutral y universal sobre el funcionamiento del mundo.

Las relaciones internacionales convencionales no explican simplemente cómo piensa y se comporta una China en ascenso en la política internacional, sino que produce ciertas imágenes internacionales de una China en ascenso que racionalizan los entendimientos occidentales y justifican sus políticas […] bajo el manto de la producción objetiva de conocimiento científico, refleja así la identidad y los intereses de Occidente, específicamente del mundo angloamericano, al alentar a sus académicos a excluir los sistemas de pensamiento no occidentales y utilizar sus perspectivas teóricas para justificar y perpetuar la hegemonía occidental. (Cho y Hwang, 2020, pp. 181-182)

Dado que el sistema Tianxia es una construcción de tipo ideal, sus elementos se pueden aplicar en función de las asimetrías entre China y otros países mediante la articulación de redes globales inclusivas que se sistematizan como, por ejemplo, en la Iniciativa de la Franja y la Ruta, fortalecidas con diversos proyectos de cooperación internacional.

La Iniciativa de la Franja y la Ruta, impulsada desde 2013, es una gran estrategia que coordina una gran variedad de recursos nacionales para lograr un objetivo político, que Xi Jinping ha definido como el “Sueño de China del gran rejuvenecimiento de la nación”. De allí que se entiende como un esfuerzo de dos frentes: por un lado, el desarrollo de la infraestructura terrestre a través de Asia Central: el “cinturón económico de la Ruta de la Seda”; y por otro, la expansión de las rutas marítimas a través del océano Índico y el golfo Pérsico.

El núcleo de la Iniciativa de la Franja y la Ruta es una modificación de las relaciones internacionales definidas por Occidente y un ejemplo de materialización del sistema Tianxia. El problema radica en cómo estas concepciones entran en conflicto con la gobernanza global actual, regida por principios, reglas y normas basadas en sistemas de pensamiento culturalmente diferentes.

De esta manera, las ideas de Zhao Tingyang pueden ser percibidas, desde una mirada más crítica, como un intento de volver al pasado de China imperial y a un orden internacional sinocéntrico. Empero, el autor sostiene que está pensando en la política mundial con el Tianxia como “un concepto abierto, con posibilidades para un sistema mundial” (Zhao, 2009, p. 8) y que el problema del análisis resulta en cómo se aplica el sistema Tianxia que propone en relación con la conducta de China en el sistema internacional.

Este sistema genera críticas por su aparente carácter abierto, y no desarrolla cómo se puede llegar a este sistema en la actualidad; sin embargo, la dinámica entre los actores del sistema tributario y una institución mundial podría ser una realidad en el largo plazo, teniendo en cuenta variables internas y externas, de manera de evitar caer en prácticas imperialistas.

Mientras que Occidente organiza la vida política en términos de los tres niveles de “individuo, comunidad y estado-nación”, Zhao nos dice que el pensamiento político chino mira a los niveles de “Tianxia, estado y familia”. Mientras que el mundo occidental da prioridad al individuo y trabaja en términos del estado-nación, el sistema Tianxia comienza en el nivel más grande, Tianxia, y ordena la vida política y social de una manera de arriba hacia abajo. (Callahan, 2008, p. 752)

Debido a la ambigüedad del Tianxia, autores como Acharya (2019) han identificado enfoques de otros pensadores que constituyen los ejes del pensamiento chino en materia de relaciones internacionales; a saber, la teoría relacional de Qin Yaqing (2016), el realismo moral de Yan Yuetong (Acharya, 2019; Yan, 2011) y, por supuesto, el sistema Tianxia de Zhao Tingyang (2009). Estos autores comparten una visión idealista basada en la identidad, historia y cultura de China, donde la naturaleza humana es benigna y, por lo tanto, los Estados deben cooperar y beneficiarse mutuamente para alcanzar una gobernanza global tendiente a la paz y que evite el conflicto.

Qin Yaqing defiende la viabilidad de una “Escuela China de Relaciones Internacionales” y propone la relacionalidad como condicionante de las interacciones entre Estados, la cual corresponde a la forma en que comunidades culturales confucianas armonizan entre sí. Entendiendo el mundo como un universo de interrelaciones, los actores solo pueden ser tales, con una identidad específica, en el marco de relaciones que los moldean; así, el análisis de la política mundial debería centrarse en esas relaciones en vez de abordar a los Estados como entidades independientes y racionales, pues estos reproducen sus identidades y redefinen sus roles constantemente (Qin, 2016).

Por el contrario, el intelectual internacionalista chino Yan Xuetong (cit. en Creutzfeldt, 28 de noviembre de 2012) rechaza la idea de una Escuela China de Relaciones Internacionales, así como la validez teórica y empírica del sistema Tianxia, pues la teoría de las relaciones internacionales debe tener aplicabilidad universal a otros casos de estudio. Por otro lado, los trabajos internacionalistas en China son demasiado variados para articularse en una escuela única, en tanto que el desarrollo de un pensamiento internacionalista es demasiado prematuro y se aprecian fuertes carencias a nivel metodológico y capacidad explicativa de fenómenos internacionales más amplios y diversos.

Yan basa su análisis en un examen del estado aspirante a hegemonía de Qin en el Período de los Reinos Combatientes y el enfoque estratégico de su Primer Ministro, Xunzi3, en el contexto del colapso de la primacía de Zhou y la degeneración de su modelo de Tianxia en anarquía […] Un elemento clave del Realismo Moral es la noción de Camino Real (Wang Dao), que enfatiza la rectitud y la benevolencia sobre las nociones occidentales más legalistas de igualdad y democracia. (Acharya, 2019, pp. 8-9)

Yan extrapola los argumentos de los pensadores chinos del período pre-Qin sobre el papel del líder para la estabilidad en China como unidad de análisis. China debe convertirse en una “autoridad humana” con liderazgo moral para proporcionar un mejor modelo de sociedad alternativa al liderazgo global estadounidense (Yan, 2011, p.16). Para lograrlo, deberá promover un sistema internacional amistoso con mejores relaciones con otros países, además de Estados Unidos, no solo por su amplio alcance económico, sino que, en pro de equilibrar la esfera económica, política, militar y diplomática.

Este concepto apunta a un Estado con un comportamiento acorde a los principios morales que lo orientan, promoviéndolos en los demás Estados para crear un modelo deseable a nivel doméstico que inspire a los pueblos en el exterior, cuya consolidación va más allá de la ayuda económica a los más débiles. Según el pensamiento chino, China debe proteger la seguridad de estos países y convertirse en un Estado creíble por sus acciones morales, con el fin de influir en la evolución de los estándares internacionales, cuyo objetivo debe ser un mundo más armonioso y pacífico (Yan, 2011).

Yan estableció la necesidad de cambiar la política exterior china, la cual enfatizaba un perfil bajo en el sistema internacional, por una posición más audaz que fuese consistente con su nuevo estatus de potencia global, recuperando su condición histórica como tal y asumiendo mayores responsabilidades internacionales para mejorar su credibilidad estratégica con capacidades materiales y morales para un liderazgo duradero (Yan, 2011). El autor sostiene que las respuestas a este cambio se encuentran en las tradiciones chinas en lugar de aplicar valores occidentales en su comportamiento internacional porque, en el contexto actual, ya no son válidos. En este sentido, nos acerca a la operacionalización del sistema Tianxia en las relaciones internacionales de China con el resto del mundo.

El sistema Tianxia ha demostrado, en general, propiedades básicas que son esenciales para un sistema mundial compartido: (1) el sistema Tianxia debe garantizar que los beneficios de unirse superen a los de permanecer fuera, haciendo que todos los estados estén dispuestos a reconocerlo y unirse; (2) el sistema Tianxia debe asegurar que todos los estados sean interdependientes en sus intereses y que su relación sea mutuamente beneficiosa para asegurar un orden mundial con seguridad universal y paz duradera; (3) el sistema Tianxia debe ser capaz de desarrollar el interés público, el interés compartido y la empresa pública beneficiosa para todos los estados, a fin de garantizar que el sistema sea universalmente beneficioso. (Zhao, 2019, pp. 6-7)

La clave para “reconstruir” el sistema Tianxia es establecer un plan de acción por fases basado en estas propiedades, y su relevancia se hace más presente cuando se materializa en la triangulación de tres elementos: 1) el sueño chino y las ideas asociadas al rejuvenecimiento y revitalización; 2) política exterior china y 3) Iniciativa de la Franja y la Ruta. Proponemos que el sistema Tianxia y el sueño chino actúan como plataformas discursivas y estratégicas que justificarán, particularmente, la Iniciativa de la Franja y la Ruta como una propuesta vinculante para los Estados que la integran, así como una nueva forma de gobernanza global.

El cambio en la política exterior china

Desde 1990, el desarrollo de las relaciones internacionales en China se volvió mucho más proactivo, debido a la necesidad política de la inserción internacional del país. En ese año, Jiang Zemin, como secretario general del Partido Comunista de China (PCCh), convocó a académicos internacionalistas para solicitar sus visiones sobre la política exterior china y el estado disciplinar en el país, puesto que hasta la década de 1980 no se enseñaba variedad de teorías de relaciones internacionales en las universidades, a excepción de enfoques marxistas e ideas de Mao Zedong (Song, 2001, p. 62).

Así, el objetivo del estudio de las relaciones internacionales en China es servir a los intereses nacionales y desarrollar un corpus teórico-conceptual que pueda ser comprendido dentro y fuera del país, posicionándose en un estatus apto para el diálogo con la corriente principal occidental bajo los lineamientos del PCCh.

En consecuencia, la política exterior china se ha vuelto más proactiva en las últimas dos décadas, con el objetivo de promover sus intereses nacionales y, a nivel diplomático, su actividad se ha expandido, debido al aumento de la presencia china en foros y organizaciones internacionales, con el fin de impulsar iniciativas de cooperación bajo la estrategia de “Desarrollo Pacífico”.

En el Libro Blanco, publicado en septiembre de 2011, que trata sobre su concepción de desarrollo pacífico, se enfatizó que China debe desarrollarse a través de la promoción y el aporte de la paz mundial, es decir, que el desarrollo chino contribuiría al logro de la paz mediante el aprendizaje mutuo con otros países, a fin de alcanzar un mundo armonioso y próspero en el largo plazo, comprometiéndose a asumir mayores responsabilidades internacionales a medida que aumentan sus capacidades de poder.

Este discurso se vio fortalecido por una comunidad internacional cada vez más positiva hacia la cultura asiática frente a los problemas del mundo occidental tras el fin de la Guerra Fría, destacando valores como el colectivismo, la moral y la estabilidad social y los valores del confucianismo, lo que promovió el interés por conocer y aprender sobre la cultura china. (Yan, 2002, p. 55)

China necesitaba una estrategia que no solo cumpliera el “propósito negativo” de proteger los intereses nacionales fundamentales contra las amenazas externas, sino que también cumpliera un “propósito positivo” cada vez más prominente: diseñar el ascenso del país al estatus de una potencia global que pudiera modelar y no solo responder ante el sistema internacional. Es en este período, correspondiente a la segunda mitad del mandato del presidente Hu Jintao, que se puede identificar el inicio de la “reconstrucción” del sistema Tianxia en el siglo XXI.

Al observar cómo los gobiernos comunistas fueron desmantelados en Europa del Este desde 1990, Deng Xiaoping elaboró sus pautas a través de su “estrategia de 24 caracteres” antes de retirarse del poder como había estado planeando. El mandatario afirmó: “Observemos con atención; aseguremos nuestra posición; enfrentemos los problemas; escondamos nuestras habilidades y esperemos la oportunidad; tratemos de pasar desapercibidos y nunca reclamemos liderazgo” (Kissinger, 2012, p. 452).

Teniendo como interés nacional clave la modernización socialista de la política exterior china, Deng Xiaoping buscó practicar una política exterior independiente y pacífica, para lo cual debía seguir un plan de acción de cuatro ejes: 1) construir un entorno doméstico basado en la estabilidad, unidad y armonía; 2) centrarse por completo en el desarrollo económico del pueblo chino; 3) actuar en un entorno internacional pacífico y estable; 4) fortalecer la defensa y el desarrollo militar para garantizar la seguridad de China (Liu, 2014, p. 170).

Durante la administración de Jiang Zemin, estos elementos claves continuaron y la diplomacia china fue muy activa en lo que respecta a las relaciones comerciales, especialmente en la región asiática, donde también fortaleció su relación con la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), al generar un aumento de los acuerdos comerciales e inversiones, manteniendo una economía estable a pesar del estallido de la crisis económica asiática en 1997, no devaluando su moneda, sosteniendo el crecimiento y beneficiándose al posicionarse como la nueva nación hegemónica regional (Breslin, 2010, p. 152).

Asimismo, Jiang Zemin apuntó a promover el multipolarismo y un entorno propicio para aceptar a China, mostrando una imagen positiva y no ideológica, especialmente hacia Estados Unidos, hacia el cual buscaba establecerse como un aliado cooperativo y en igualdad de condiciones, mientras se posicionaba contra el hegemonismo, afirmando que “no puede haber un solo sistema social en el mundo. No queremos imponer el nuestro a los demás ni que otros nos impongan el suyo” (Kissinger, 2012, p. 471).

Los líderes chinos ya no afirmaron que representaban la única verdad revolucionaria que se podía exportar. Por el contrario, defendieron el objetivo defensivo de trabajar para lograr un mundo no del todo hostil a su sistema de gobierno o integridad territorial y ganar tiempo para desarrollar su economía y resolver problemas internos a su propio ritmo. (Kissinger, 2012, p. 477)

A nivel de ideas, Callahan (2015) sostiene que la cultura tradicional china volvió a adquirir un valor significativo en la administración de Jiang Zemin, dado su énfasis en la educación patriótica y en el discurso de la civilización espiritual (Callahan, 2015). En su Libro Blanco de Defensa Nacional de 1998, China destaca los “cinco principios de convivencia pacífica” como marco para las relaciones entre las naciones, los cuales serían la base de la estrategia de Desarrollo Pacífico impulsada durante la administración siguiente del presidente Hu Jintao.

Estos principios son el respeto mutuo de la integridad territorial y la soberanía, la no agresión mutua, la no injerencia en los asuntos internos, la igualdad, el beneficio mutuo y la convivencia pacífica; los cuales China instrumentaliza a partir del entendimiento de sus líderes acerca de los fundamentos del sistema internacional contemporáneo, puesto que la nación asiática debía consolidarse como un actor respetuoso del statu quo y de las normas internacionales para poder alcanzar sus intereses estratégicos sin ser percibida como una amenaza.

Este discurso y estrategia de política exterior se ha mantenido hasta hoy, pero con algunas variaciones. Como señala Zhang (2010), a partir de 2006 se percibe un cambio en la política exterior de China al adquirir un nuevo rol en el sistema internacional, aunque se mantienen pautas centrales acordes a sus intereses, tales como: 1) la tendencia a buscar el equilibrio de poder con las grandes potencias; 2) reacomodar el orden de varias regiones del mundo, incluidas aquellas fuera de sus contextos geográficos naturales como Asia Central y África; y 3) una estrategia de seguridad económica que ha ayudado a fortalecer la presencia diplomática de China y promover su influencia regional y global a través del poder blando.

De este modo, en el XVIII Congreso Nacional del Partido Comunista de China realizado en 2012, el presidente Hu Jintao enfatizó el compromiso de construir un mundo armonioso, y que ante el crecimiento del poder blando del país, el sector cultural debía convertirse en un pilar a través del posicionamiento de la cultura china en el mundo y, al mismo tiempo, acelerar la apertura bilateral y multilateral mediante la cooperación, construir áreas de libre comercio, asegurar la conectividad por medio de infraestructuras y poder neutralizar riesgos económicos internacionales, así como continuar fortaleciendo la cooperación y el beneficio mutuo para promover el desarrollo conjunto a través del fomento de la diplomacia pública. Esta última apareció formalmente por primera vez en un documento oficial del PCCh en el marco de este congreso, el cual llevó por título “Marchar firmemente por el camino del socialismo con características chinas y esforzarse por completar la construcción de una sociedad moderadamente próspera en todos los aspectos: Informe al Decimoctavo Congreso Nacional del Partido Comunista de China”, publicado el 8 de noviembre de 2012.

Yan (2014) advierte que, con la llegada de Xi Jinping al poder, China ha ajustado su política exterior hacia la “búsqueda de logros”, estrategia que sería la más adecuada para lograr la meta del rejuvenecimiento nacional, considerando que:

Una potencia en ascenso no puede acumular su credibilidad estratégica global sin brindar protección de seguridad y los beneficios económicos de otras naciones, especialmente sus vecinos. Mientras que el KLP (keeping a low profile), que mantiene un perfil bajo, se centra exclusivamente en el desarrollo económico de China a través de la cooperación económica, la estrategia SFA (striving for achievement), que se esfuerza por alcanzar logros, tiene como objetivo hacer más amigos y permitir que otros se beneficien del crecimiento de China. (Yan, 2014, p. 160).

En relación con esta estrategia, la administración del presidente Xi Jinping ha promovido el concepto del sueño chino, idea que fue expresada por el presidente Xi por primera vez en noviembre de 2012 al asumir como secretario general del PCCh. En este proyecto, Li Yuanchao, jefe del Departamento de Organización del PCCh, y la Academia China de Ciencias Sociales (CASS) conformaron un equipo compuesto por intelectuales como Li Peilin, actual vicepresidente de la CAAS; Huang Ping, del Instituto de Estudios Americanos, y Zhao Tingyang, del Instituto de Filosofía, para preparar el corpus conceptual que guiaría la nueva administración. Previamente a asumir el cargo como secretario general del PPCh, Xi Jinping se refirió al “mandato del cielo” del partido en su discurso de la Escuela Central del PCCh en septiembre de 2012 (Mankikar, 2020).

Ya en marzo de 2013, una vez que asumió la presidencia de China, su discurso fue mucho más elaborado en la clausura de la Primera Sesión del XII Congreso Nacional del Pueblo, enfatizando que, en esencia, el sueño chino significa el sueño del pueblo y la oportunidad de crecer en conjunto como país, lo que también beneficiará a todos los países del mundo.

El sueño chino es el gran rejuvenecimiento de la nación china y posee cuatro dimensiones: 1) nacional, entendida como una visión colectiva para lograr el pleno desarrollo en dos fases: la primera, una sociedad moderadamente acomodada alrededor de 2020 tras duplicar el PIB per cápita de 2010 para el centenario del PCCh en 2021, y la segunda, China se convertirá en una nación completamente desarrollada para 2050; 2) personal, asumiendo el bienestar psicológico y la felicidad de los individuos en una sociedad estable, moral y próspera; 3) material, que incluye educación de calidad, un sistema de salud moderno, buenos empleos, seguridad social y alimentaria; 4) histórica, percibida como un proceso de larga data, que asume la naturaleza cambiante del sueño chino a lo largo del tiempo.

Xi enfatizó que la lucha del pueblo chino desde las Guerras del Opio ha abierto el camino, de manera que el país está más cerca de ese objetivo porque tiene la confianza y la capacidad como en ningún otro momento de la historia. Por lo tanto, para lograr el sueño chino, China debe: 1) seguir su propio camino, es decir, el socialismo con características chinas; 2) fomentar el espíritu chino, con el patriotismo como eje, en una época de reforma e innovación; 3) unir la fuerza de China, es decir, la unidad de todo el pueblo; 4) defender la dirección del partido, la posición del pueblo como dueño de su propio destino; 5) guiarse por el pensamiento estratégico de que solo el desarrollo marcará la diferencia, acelerando el desarrollo económico como tarea central (Xi, 2014).

En cuanto a la desconfianza que ha generado el sueño chino, las autoridades oficiales han enfatizado en que China no busca la hegemonía y sigue el camino del desarrollo pacífico. La relación del sueño chino con la Iniciativa de la Franja y la Ruta, a través de la política exterior, da cuenta del estrecho vínculo con los intereses nacionales, ya que el proceso de toma de decisiones satisface de manera centralizada las necesidades nacionales y globales.

Consecuentemente, los proyectos en infraestructura y redes de transporte conectan la economía china con diferentes proveedores de materias primas y mercados, tanto a nivel regional como global. El sueño chino contempla mejorar las condiciones socioeconómicas del pueblo chino y “exportar” ese desarrollo al resto del mundo, sumando países en el marco de un proceso de cooperación global.

América Latina como parte del sistema Tianxia

Como resultado de su auge económico y del aumento de sus capacidades a nivel global, la influencia china ha crecido sustancialmente en el llamado Sur Global, donde se presenta como un país amigo en vías de desarrollo que busca una relación beneficiosa para todos los actores involucrados bajo la idea de ganar-ganar.

China tiene la determinación y la confianza para explorar una forma de construir un gran país, que sea diferente a la seguida por las potencias tradicionales y siempre estará al lado de los países de ALC y todos los demás países en desarrollo. Se ha identificado la misión de la diplomacia china en la nueva era, es decir, trabajar con todos los demás países para forjar una nueva forma de relaciones internacionales con respeto mutuo, equidad, justicia y cooperación de beneficio mutuo, y construir una comunidad con un futuro compartido para la humanidad. (Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Popular China, enero, 2018a, s. p.)

Si los países de América Latina son los que están más alejados de China, entonces, ¿cómo puede la región ser parte del sistema Tianxia?

Desde Deng Xiaoping, ya se manifestaba la percepción de las características del sistema Tianxia y la “vocación global” que debería tener China hacia el mundo. Deng consideraba que, aunque China fuese un país poco desarrollado, su contribución más significativa a la armonía y la estabilidad global era lograr su desarrollo y, una vez alcanzado, podría contribuir aún más a mantener un mundo en paz. Esto permitió generar un discurso, una relación e identidad compartida con otros países en desarrollo, al compartir problemas y objetivos comunes, que aparecerán sistemáticamente en los discursos y documentos de China hacia y sobre América Latina.

Tanto China como los países latinoamericanos formaron parte de la categoría e identidad del “Tercer Mundo”, compartiendo una historia de dominación colonial4 y una búsqueda del desarrollo nacional, lo que ha permitido fortalecer una solidaridad entre los pueblos a lo largo de los años.

Su vínculo con la región ha mostrado históricamente elementos esenciales del sistema Tianxia. Deng Xiaoping le dijo al presidente brasileño Joao Baptista de Oliveira Figueiredo en 1984: “China pertenece hoy al Tercer Mundo, y lo hará incluso cuando sea próspera y poderosa, porque comparte un destino común con todos los países del Tercer Mundo” (Liu, 2014, p. 175).

La nación oriental se ha mantenido como el principal mercado de exportación de América Latina, así como su primer socio comercial, consolidando su posición desde 2014. Además de lo económico, la relación entre la región y China se ha vuelto cada vez más estratégica en la esfera política, teniendo en cuenta el objetivo crítico de unirse a los países latinoamericanos en la Iniciativa de la Franja y la Ruta y el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB), justificando discursivamente que América Latina es la extensión natural de la Ruta de la Seda Marítima del siglo XXI.

Panamá fue el primer país latinoamericano en unirse, y luego se sumaron Uruguay, Ecuador, Venezuela, Chile, Bolivia, Costa Rica, Cuba y Perú, llegando a la suma de 19 Estados que forman parte de la Iniciativa de la Franja y la Ruta en la actualidad. El enfoque de China en América Latina consiste en tener socios estratégicos confiables que sean capaces de establecer relaciones a largo plazo para hacer que el sueño chino y la Iniciativa de la Franja y la Ruta sean un éxito, junto con convertir y mantener al país como un país desarrollado; esto, a través de materias primas para la producción industrial, stocks de capital y urbanización en China, productos agrícolas y acceso a mercados que consumen sus productos, así como servicios de alta tecnología y valor agregado.

De esta manera, China ha creado categorías en sus relaciones bilaterales con países latinoamericanos, destacando las alianzas o socios estratégicos, es decir, aquellos que están más cerca del núcleo del sistema Tianxia como “pueblos amigos”, dando un salto a una nueva categoría denominada “socio estratégico integral”, bajo la cual se incluyen a nueve países de la región.

Desde 2005, China ha estado otorgando préstamos continuamente a América Latina, a pesar de la desaceleración económica de China; la mayoría de los fondos se destinaron a Argentina, Brasil, Ecuador y Venezuela […] estos movimientos financieros reflejaron la estrategia del liderazgo chino para internacionalizar el Yuan Renminbi. (Aguilera y Gil Barragán, 2017, p. 82)

En 2008, China publicó su primer Libro Blanco sobre América Latina y el Caribe, marcando con este un hito en la relación bilateral, al explicar su visión de la región y sus intereses. Para China, su objetivo era consolidar una asociación integral para el beneficio mutuo en cuatro áreas claves: vínculos políticos, desarrollo económico, seguridad alimentaria e intercambio científico y humano.

En este sentido, la estrategia china para América Latina expresó en el Libro Blanco aquellos principios rectores para vincular a China con las demás regiones del mundo, es decir, con los “Cinco Principios de Convivencia Pacífica”. Ya en 2012, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) destacó el papel de China como motor principal del crecimiento global, por lo que desarrollar el potencial de la relación bilateral debía ser una prioridad para que la región superara la dependencia económica endémica.

A pesar de los lazos comerciales y de inversión más estrechos de la región con China, la calidad de su integración comercial en la economía mundial no ha mejorado. La expansión de los sectores asociados a los recursos naturales no ha impulsado el desarrollo de nuevas capacidades tecnológicas en la región y se ha ampliado la brecha de productividad con los países que se consideran a la vanguardia en ese sentido. (Rosales y Kuwayama, 2012, p. 12)

Este diagnóstico es compartido por Bernal-Meza (2019) al identificar el proceso dual de primarización y reprimarización de las economías latinoamericanas en el período de gobiernos progresistas, variable interna que converge con el aumento de la presencia china en la región.

Es posible ver una respuesta en el segundo Libro Blanco de China hacia América Latina de 2016, en el que se indica haber entrado en una etapa crucial para lograr el gran rejuvenecimiento y para lograrlo debe alcanzar plenamente su objetivo principal: el desarrollo. Este desarrollo debe ser global, particularmente en aquellas regiones con las que tiene relaciones económicas estratégicas, como América Latina. En este documento se mantienen las ideas centrales y los principios de mutuo beneficio y amistad del anterior documento de 2008, pero se amplían y profundizan las dimensiones de la cooperación en políticas más específicas, considerando su énfasis en el contexto crucial del país para convertirse en moderno para 2021.

China está comprometida a construir una nueva relación con América Latina y el Caribe con cinco rasgos sobresalientes, a saber, sinceridad y confianza mutua en el campo político, cooperación de beneficio mutuo en el frente económico, aprendizaje mutuo en cultura, estrecha coordinación en asuntos internacionales, así como el refuerzo mutuo entre la cooperación de China con la región en su conjunto y sus relaciones bilaterales con países individuales de la región. (Xinhua, 24 de noviembre de 2016, s. p.)

La clave para que América Latina sea parte del sistema Tianxia es la cooperación multinivel, destacando lo comercial, lo político y lo cultural, aunque el primero es el que ha cubierto la agenda de cooperación en la última década. En consecuencia, es necesario testear la aplicación del Tianxia a nivel geográfico respecto de las esferas de influencia territorial, teniendo en cuenta que la región se encuentra muy alejada de las zonas de influencia nucleares según los parámetros tradicionales del Tianxia.

La aplicación de las ideas del sistema Tianxia se encuentra en la inclusividad y el énfasis en la cooperación entre los pueblos sobre las relaciones bilaterales entre el Estado, basadas en valores compartidos, el principio del beneficio mutuo y en la convivencia pacífica de diferentes civilizaciones. A nivel discursivo, China se muestra como un facilitador, amigo y socio estratégico para empoderar a los países en desarrollo con la finalidad de que tengan un papel más participativo en la gobernanza global.

En enero de 2018, en Santiago de Chile, se realizó el Foro de Cooperación Económica y Comercial China-CELAC y la Reunión Anual del Consejo Empresarial China-ALC, que convocó a autoridades políticas y empresarios chinos y latinoamericanos. Allí, el canciller chino, Wang Yi, destacó el interés en desarrollar una globalización económica inclusiva y equilibrada que beneficie a todos y destacó la necesidad de tener una posición conjunta y una voz unificada, así como construir juntos la Iniciativa de la Franja y la Ruta (Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Popular China, enero, 2018b). Esta reunión marcó la hoja de ruta para el plan de acción China-CELAC para el período 2019-2021, que se deriva del primer plan de acción para el período 2015-2019.

La referencia a la conexión histórica a través del océano Pacífico y el uso de la “revitalización” muestra que China incluye a otras regiones de interés en una especie de responsabilidad para llevar a cabo este megaproyecto y garantizar su éxito. En la lógica del Tianxia aplicada al presente, la armonía y el orden del sistema dependen del vínculo virtuoso entre todas las partes que lo componen.

Fue así que China y la CELAC acordaron acelerar la diversificación económica:

La cooperación China-CELAC se trata de apoyo y ayuda mutuos. Los países de ALC esperan cambiar su modelo de desarrollo sustentado principalmente en la exportación de productos primarios. Como buen amigo, China entiende completamente esto y está lista para ayudar a los países de ALC a mejorar la capacidad de desarrollo independiente, implementar la estrategia de diversificación económica, avanzar en la industrialización y construir industrias pilares competitivas lo antes posible (Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Popular China, enero, 2018a, s. p.)

La posición de China se mantiene en el orden sinocéntrico, donde el líder, que recibe el “mandato del cielo”, puede ayudar a otros pueblos amigos a alcanzar la virtud y la armonía.

Si bien la idea de que América Latina sea parte de la Iniciativa de la Franja y la Ruta mediante referencias a los viajes y el intercambio de productos a lo largo de la historia permanece abierta a la interpretación; el vínculo actual se crea a través del comercio internacional y la cooperación en el marco de la “Ruta de la Seda digital y comercial”, junto con el establecimiento de áreas de libre comercio con Chile, Perú y Costa Rica.

Los proyectos involucrados en esta “Ruta de la Seda” se pueden categorizar en las siguientes áreas de cooperación: 1) construir una red de transporte que conecte tierras y océanos; 2) fomento de un gran mercado abierto y beneficioso para ambas partes; 3) desarrollo de industrias locales competitivas; 4) aprovechar la oportunidad del crecimiento impulsado por la innovación; 5) realizar amplios intercambios basados en la igualdad y la confianza mutua.

En este sentido, aunque no se han analizado perspectivas concretas y no existen perspectivas sustantivas sobre las implicaciones a largo plazo de la participación de los países latinoamericanos en la Iniciativa de la Franja y la Ruta, estos están dispuestos a pagar el precio por la promesa de que el sueño chino también los beneficiará, por lo que apuestan a que China privilegie a los países que forman parte de su sistema Tianxia a través de flujos comerciales, préstamos e inversiones por sobre los no participantes.

Para 2018, el comercio total entre China y América Latina fue de US$ 306 mil millones, siendo la nación asiática el principal socio comercial de Brasil, Chile, Perú y Uruguay. Asimismo, tomando la variable de la guerra comercial entre China y Estados Unidos, el primero se ha vuelto más asertivo en la protección de sus intereses en América Latina a nivel de inversión y cooperación, especialmente en la producción de materias primas vitales en el sector alimentario, como la soja, la minería y la energía, con énfasis en el litio, pero también en los sectores de transporte, finanzas, electricidad y tecnologías de la información y la comunicación.

En consecuencia, la proyección de la Iniciativa de la Franja y la Ruta será a largo plazo y cuenta con múltiples incertidumbres y obstáculos, donde resaltan los riesgos políticos y económicos de la inversión extranjera directa y el financiamiento de proyectos de infraestructura en la región, tomando en cuenta que los períodos de negociación son largos (Leiva, 2020).

Anteriormente, la preocupación de China por mantener la estabilidad en la región también se ha vuelto más explícita al garantizar sus intereses, como tomar una participación más significativa en la deuda soberana venezolana (Tulchin, 2019). Coincidiendo con el “cambio de época” en América Latina establecido por Bernal-Meza (2019), el cual se caracteriza por una crisis de la integración regional, el declive del liderazgo brasileño -y su incapacidad de alcanzar una posición de igualdad más favorable dentro del esquema BRICS- y nuevas convergencias de corte más liberal, los riesgos para la inversión China se hacen presentes ante cambios de gobierno y las condiciones de negociación, crisis políticas y sociales en los propios países, así como crisis económicas más amplias. A ello se suma la incertidumbre de las empresas chinas frente a su desconocimiento de las especificidades de cada uno de los países en su condición de “recién llegado a la escena de inversión global (Leiva, 2020).

Es fundamental considerar que el auge de la cooperación entre China y América Latina bajo el enfoque “sur-sur” se generó en un panorama de gobiernos de centroizquierda en la región, los que favorecieron el acercamiento con otras economías del denominado “Sur Global” por sobre vínculos con Europa o Estados Unidos. Sin embargo, el papel de China como socio comercial en América Latina puede tener una segunda lectura más allá del impulso de la inversión para el financiamiento de proyectos en diferentes sectores estratégicos para las economías de la región. Hablamos de la reprimarización y desindustrialización en la concentración de 1) la exportación y el aumento de la vulnerabilidad de las economías latinoamericanas a variaciones en el precio de las materias primas; 2) de la IED china en el sector primario; 3) el desarrollo de la fabricación de productos de alto valor agregado chinos, en el marco del plan “Made in China 2025”,5 y el aumento de su participación en los mercados en la región.

Por otro lado, los cambios en los gobiernos han generado un clima de incertidumbre, especialmente con el ascenso del presidente Jair Bolsonaro en Brasil y la crisis en Venezuela bajo el liderazgo del presidente Nicolás Maduro. Si bien los principios de la coexistencia pacífica son fundamentales en las relaciones internacionales de China, y el foco de su política exterior, su principal interés, es la estabilidad y armonía necesarias para lograr sus objetivos estratégicos -especialmente la Iniciativa de la Franja y la Ruta y el sueño chino-, por lo que será necesario que China emprenda una recalibración de prioridades y políticas para continuar con sus exitosos planes de acción y proyectos.

El desafío es cómo generar mejores relaciones entre el país oriental y América Latina, considerando que una de las características del sistema Tianxia y del sueño chino es trabajar por un mundo armonioso. Por lo tanto, aún queda la tarea de medir los riesgos de esta dinámica relacional, pues la región debe apuntar a la diversificación de vínculos con otras regiones de manera equilibrada y que permita profundizar la cooperación para mayores niveles de autonomía.

Conclusiones

Las ideas de Zhao Tingyang ofrecen una agenda político-intelectual para pensar la política exterior de China, especialmente en su inserción internacional en aquellas regiones que se consideran estratégicas. Las propuestas teórico-conceptuales de los intelectuales internacionalistas chinos no muestran evidencias de su aplicabilidad en el sistema internacional contemporáneo y, en el caso del sistema Tianxia, no queda claro cómo funcionarían los círculos concéntricos y las relaciones con los países que participen en ellos, diferenciándose por región, capacidades y confluencia con las metas estratégicas de China.

De esta manera, el sistema Tianxia muestra las aspiraciones de la nación oriental por instalar un proyecto hegemónico normativo en el que la gestión de bienes públicos globales debería basarse en “soluciones chinas” guiadas por los líderes del Estado.

Progresivamente, las relaciones internacionales se están abriendo a formas alternativas de pensar el mundo que no se originan en Occidente, aunque ha sido un camino lento y complejo, debido a cuestionamientos sobre su validez teórica y epistemológica. En este proceso, cabe preguntarse si China se comportará como los grandes imperios de la historia y si buscará modificar el mismo sistema internacional que le permitió convertirse en una potencia global y, ante estas preguntas, ideas como el sueño chino y el sistema Tianxia solo generan más interrogantes al desconocer sus consecuencias económicas, políticas y militares.

Estas ideas, que suponen proyectos de política internacional que se sustentan en la narrativa de China como “estado civilizacional”, generan preocupación respecto a si esta nación valida y legitima una contraparte civilizatoria de tipo occidental o si aquellos actores que se posicionen fuera de su arquitectura de redes cooperativas se considerarán como “bárbaros”.

China debe consolidar el establecimiento de la percepción de que su liderazgo es benigno. En las dos últimas administraciones de los presidentes Hu Jintao y Xi Jinping, el énfasis se ha puesto en el compromiso de respetar la soberanía, la integridad territorial y los asuntos internos de los demás Estados, así como el respeto mutuo y la cooperación entre civilizaciones y culturas plurales. No obstante, la idea de reconstruir un sistema sinocéntrico genera desconfianzas.

El sistema tributario, ya sea considerado como relaciones simbólicas o comerciales, fue central en este orden mundial, y en la actualidad, las relaciones internacionales de China con los países en desarrollo pueden entenderse bajo el conjunto de principios y normas que guían el sistema.

El crecimiento del comercio internacional, los flujos de capital, los medios de transporte y comunicación más eficientes y el impulso del desarrollo tecnológico, sumados a una fuerte voluntad política mutua, ha permitido ir superando sistemáticamente aquellas trabas estructurales a la relación entre China y América Latina, como la distancia geográfica y el desconocimiento mutuo, mostrando un compromiso creciente del país oriental con la región.

Uno de los retos para que el sistema Tianxia pueda entenderse como una conceptualización positiva para otros actores del sistema internacional es su capacidad explicativa, teniendo en cuenta que se pueden comprender las reflexiones y categorías utilizadas por Zhao Tingyang y otros intelectuales internacionalistas chinos de una manera muy diferente desde una perspectiva occidental. A ello se suma que Zhao pone la cultura tradicional china y la cultura liberal occidental en contraposición, a pesar de su importante contribución intelectual de combinar ejes específicos de la cultura china con los problemas del sistema internacional, constituyendo una contribución al debate en la teoría de las relaciones internacionales no occidentales.

Actualmente, 19 países de América Latina y el Caribe participan en la Iniciativa de la Franja y la Ruta. La noción de una potencia global responsable adquiere mayor complejidad y potencialidad respecto de la conceptualización detrás del sistema Tianxia, ya que el comportamiento internacional de China tiene un impacto más significativo en el funcionamiento del sistema internacional en la actualidad, y hemos alcanzado un estado de cosas donde los problemas del gigante asiático son los problemas del mundo en su conjunto.

A medida que China profundiza sus relaciones con América Latina y sus intereses nacionales estratégicos se vuelven más acentuados con las dinámicas cambiantes del sistema internacional y las ambiciones de otras potencias, como Estados Unidos, fortalecer las relaciones asimétricas existentes en una fórmula mutuamente beneficiosa para las partes, con roles y responsabilidades claras, así como reglas que permitan mantener la estabilidad de dichas relaciones y el cumplimiento de los objetivos estratégicos, junto con un entendimiento mutuo, facultará una nueva estrategia integral de desarrollo en América Latina desde un enfoque de Sur Global.

Material suplementario
Referencias bibliográficas
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Notas
Notas
1 Desde la administración de Jiang Zemin (1993-2003), el líder político posee los cargos claves del Estado: 1) presidente o jefe de Estado; 2) secretario general del Partido Comunista de China (PCCh); 3) presidente de la Comisión Militar Central; 4) principal intelectual del Estado, cuyo pensamiento forma parte de la Constitución Política de China.
2 Se entiende la corriente principal como aquellas perspectivas teóricas dominantes de la disciplina de las relaciones internacionales: realistas, idealistas o liberales y constructivistas, como parte de los enfoques racionalistas y reflectivistas surgidos a partir de la década de 1990.
3 Conocido también como Sun-Tzu.
4 En el caso de China, corresponde al llamado “siglo de la humillación”, que se extiende desde las Guerras del Opio (1839-1842 y 1856-1860), pasando por las dos guerras sino-japonesas (1894-1895 y 1937-1945), hasta el establecimiento de la República Popular China en 1949.
5 Los objetivos del Plan Made in China 2025 son:
  1. 1. Mejorar la competitividad e innovación de las industrias chinas y reducir la dependencia de la tecnología extranjera al lograr el 40% de los componentes básicos y materiales básicos fabricados en el país para 2020 y el 70% de autosuficiencia en componentes básicos y materiales básicos en industrias como el equipo aeroespacial y el equipo de telecomunicaciones.
  2. 2. Convertir a China en una superpotencia manufacturera que domine el mercado mundial en las futuras industrias de alta tecnología de mayor valor agregado para escapar de la “trampa de ingresos medios” que ha afectado a muchos países en desarrollo
* El artículo forma parte de la tesis doctoral “El pensamiento internacionalista en Corea y Chile: Comparaciones y paralelos (2001 - 2020)”, del programa de Doctorado en Estudios Americanos de la Universidad de Santiago de Chile.
Notas de autor
** Analista en Políticas y Asuntos Internacionales, magíster en Estudios Internacionales y doctoranda en Estudios Americanos, Universidad de Santiago de Chile. Investigadora asociada del Centro de Estudios Coreanos de la Universidad de Santiago de Chile.

Figura Nº 1
: Modelo del sistema Tianxia
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