Artículo original
Recepción: 23 Diciembre 2021
Aprobación: 07 Junio 2022
Resumen: El objetivo del presente artículo es analizar la inserción socioeconómica venezolana en Santiago, a partir de los modos de incorporación y los límites presentes en las redes intra e interétnicas frente al acceso y el control de recursos; esto es, información sobre empleo y vivienda, comercio y manejo de dinero. Se analizan las relaciones entre tres actores: venezolanos(as), chilenos(as), chinos(as) y, en menor medida, se refieren vínculos con personas peruanas. Metodológicamente, el texto se basa en un trabajo de campo etnográfico realizado entre los años 2018 y 2021 en el centro de Santiago. La información obtenida de las entrevistas se analizó mediante Ucinet y Netdraw, observando elementos estructurales en la conformación de las redes y, para identificar transversalidades de carácter cualitativo, se emplearon los softwares Geno Pro y Atlas.ti 7.5.4. Se concluye que hay repercusiones negativas en materia de vivienda y empleo, con raíz en la política migratoria restrictiva implementada desde 2018, que se incrementaron por la pandemia de 2020-2021, tendiendo al empobrecimiento, segmentación laboral y emergencia de enclaves étnicos.
Palabras clave: Migración venezolana, redes interétnicas, inserción socioeconómica.
Abstract: The aim of this article is to analyse the socio-economic insertion of Venezuelans in Santiago, based on the modes of incorporation and the limits present in intra- and inter-ethnic networks in terms of access to and control of resources, i.e., information on employment and housing, commerce and money management. The relationships between three stakeholders are analysed: Venezuelan, Chilean and Chinese nationals and, to a lesser extent, links with Peruvians. In terms of methodology, the paper is based on ethnographic fieldwork carried out between 2018 and 2021 in the centre of Santiago. The information obtained from the interviews was analysed using Ucinet and Netdraw, observing structural elements in the conformation of the networks, while Geno Pro and Atlas.ti 7.5.4 software were used to identify more qualitative transversalities. The conclusions drawn are that there are negative repercussions in terms of housing and employment, rooted in the restrictive migration policy that has been implemented since 2018 and which were worsened by the pandemic of 2020-2021. This has tended to push such migrants towards impoverishment, labour segmentation and the emergence of ethnic enclaves.
Keywords: Venezuelan migration, inter-ethnic networks, socio-economic insertion.
Introducción
Durante los últimos cinco años, la migración venezolana se volvió mayoritaria en Chile. Este escenario social emergente hizo necesario analizar, por medio de metodología cualitativa y trabajo de campo etnográfico, la inserción socioeconómica venezolana en Santiago, considerando su incorporación o exclusión, y la importancia de las redes intra e interétnicas en el acceso a información sobre empleo, vivienda y dinero, entre otros recursos. De este modo, analizaremos este proceso a través de conceptos clave en los estudios migratorios, tales como cadenas migratorias, redes e inserción socioeconómica, sociedades pluriculturales, ciudadanía y etnicidad. Presentamos la organización de los resultados en cinco puntos: (i) llegada a Santiago: buscando alojamiento y empleo; (ii) expansión de las redes; (iii) potencial y límites de las relaciones intraétnicas; (iv) ayuda y recursos empleados; y (v) relaciones intra e interétnicas e inserción socioeconómica.
Al respecto, en términos históricos, la región latinoamericana ha experimentado cinco grandes “flujos” migratorios. El primero corresponde al período entre la conquista y la independencia; el segundo ocurrió entre la segunda mitad del siglo XIX e inicios del siglo XX, caracterizado por desplazamientos provenientes de Europa; la tercera fase se dio entre 1930 y 1960, expresada en movimientos del campo hacia la ciudad; en tanto que el cuarto movimiento migratorio se produjo en la década de 1970 y corresponde a movilidades de tipo trasnacional, siendo los principales destinos Venezuela, Argentina y Brasil (CEPAL y OIT, 2017; Gissi, Polo y Flórez, 2022; Pellegrino, 2003). Ya en los años noventa, con el desarrollo de los flujos Sur-Sur aparecieron nuevos destinos. Argentina se mantuvo como país de llegada, no así Venezuela, que se convirtió paulatinamente en país expulsor de población. En su lugar tomaron relevancia Brasil y Chile. Para la década de 2000, los principales destinos fueron México, Brasil, Argentina, Chile y crecientemente Colombia, por la frontera con Venezuela. Respecto a los flujos migratorios más importantes en Chile desde 1990, se sitúa el primer momento en 1996 y el segundo en 2016. El primero estaba caracterizado por un mayor número de inmigrantes de origen peruano y el segundo, por inmigrantes provenientes de Venezuela, Haití y Colombia, países no fronterizos (Gissi, Ghio y Silva, 2019; INE y DEM, 2020).
En 2018 se registró un aumento de la población inmigrante, que pasó de ser el 2,3 % al 6,6 % del total de personas en Chile (Ministerio Secretaría General de Gobierno, 14 de febrero de 2019). A diferencia del registro anterior, el grupo mayoritario ya no era la población peruana, sino el colectivo venezolano, representando el 23 % del total de inmigrantes en el país. A este grupo le siguió el colectivo peruano y en tercer lugar la población haitiana. Se concentraron principalmente en las regiones que presentaban mayores índices de actividad comercial, como la Región Metropolitana, Antofagasta, Tarapacá y Valparaíso (INE y DEM, 2020).
A pesar de haber registros en Chile de inmigrantes venezolanos/as en años anteriores, su crecimiento significativo se remonta a 2015. Entre 2015 y 2016, el número de solicitantes de visa pasó de 9.501 casos a 30.751 (INE, 2020). Al año siguiente, el registro de permanencias definitivas que se otorgaron a personas de nacionalidad venezolana fue de 9.501 casos, lo que equivale a un aumento entre 2016 y 2017 del 219 %. Según la última estimación, en 2019, el colectivo venezolano pasó a ser el mayoritario, con un total de 455.494 personas (INE y DEM, 2020), representando el 30 % de los migrantes y pluralizando la ciudadanía chilena (Oyarzún, Aranda y Gissi, 2021). Los trabajadores venezolanos representaban el primer trimestre de 2017 el 3,3 % del empleo inmigrante, mientras que en el primer cuarto de 2018 dicha cifra escaló al 9,6 %, mientras que en el primer trimestre de 2019 ascendió a 22,9 % (Bravo, 2019). Se trata de una diáspora por Sudamérica, dirigida principalmente hacia Colombia y Perú, pero que también llegó a Ecuador y Argentina (Acosta, Blouin, y Freier, 2019; Gissi et al., 2020; Gissi, Aruj y Polo, 2021).
Pese a estos datos, y aunque el colectivo venezolano se compone fundamentalmente de gente joven y calificada, el grueso de sus integrantes son personas en edad laboral activa que han sufrido un paulatino empobrecimiento a lo largo de los años, dadas las dificultades para convalidar sus títulos (Stefoni y Silva, 2018) y a la llegada de población con menor nivel educacional desde 2020 (OIM, 2021). A partir de entonces, como toda la población, pero con mayores repercusiones, se vieron afectados por la crisis política chilena. El estallido social del 18 de octubre de 2019 y la pandemia global de 2020-2021 ocasionaron efectos económico-laborales: el aumento del desempleo y del sector informal (Aranda y Gissi, 2020; Gissi y Greene, 2021).
Al respecto, más de 5,4 millones de personas han abandonado Venezuela, de las cuales 4,6 millones han llegado a países de América Latina y el Caribe, representando la crisis migratoria y humanitaria más relevante en el continente americano durante el siglo XXI, y una de las dos principales en el mundo, junto al éxodo de Siria (ONU, 28 de diciembre de 2021). Su origen reside en los conflictos políticos, la crisis económica y la “epidemia de la violencia” por los que ha atravesado este país sudamericano (Observatorio Venezolano de Violencia, 2020), registrando este último factor un aumento durante la última década. El ingreso de venezolanos hacia Chile ha crecido de manera significativa entre 2015 y 2020 (OIM, 2021). Su llegada por pasos no habilitados, junto con la implementación de medidas de política migratoria como la Visa de Responsabilidad Democrática en 2018 (medida que ha aumentado su rechazo desde 2020) y especialmente el requisito de Visa Consular en 2019, fueron configurando una situación crítica. Esta se expresó principalmente en el norte de Chile, donde se ha vivido una crisis humanitaria que puso en la palestra “el derecho a tener derechos” y el derecho a la dignidad humana (Arendt, 2004; Bhabha, 2013), situación que ha presionado a las personas en tránsito a buscar mayoritariamente residir en la Región Metropolitana.
Las fricciones entre distintos actores han adquirido un nuevo protagonismo en la sociedad nacional, generándose cuestionamientos éticos al accionar político-institucional del gobierno de S. Piñera (2018-2022) respecto a la población migrante, signada por precarizaciones e infracciones. De hecho, no se firmó el Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular, argumentándose que dicho pacto puede ser usado en contra de la soberanía de Chile (Gissi y Greene, 2021) y se han deportado a más de 1.400 migrantes desde el 2018 por razones administrativas. Esta política migratoria más restrictiva, así como los problemas de xenofobia y aporofobia (o rechazo al pobre) (Cortina, 2019), han impactado sus expectativas de inclusión en Chile, creciendo desde 2020 la idea de reemigrar hacia países más desarrollados, como Estados Unidos y España.
A nivel estatal, el tema migratorio puede tratarse a través de la legislación, la política migratoria y el control de fronteras. Estas tres formas fueron aplicadas desde abril de 2018 por el gobierno del ex-Presidente S. Piñera, cuya política migratoria fue presentada bajo el lema de “ordenar la casa” (Aninat y Sierra, 2019). En ese marco, el Congreso Nacional aprobó la nueva ley de migración y extranjería en diciembre 2020, promulgándose finalmente en abril de 2021. Esta ley ha sido criticada por precarizar el trabajo y la residencia de los migrantes, convirtiendo su condición social en una situación permanente. Así, la frontera se aplica como dispositivo de poder central, según plantean Mezzadra y Neilson (2017), e incentiva la permanencia irregular y los ingresos por pasos no habilitados. De este modo, el foco no está puesto en su incorporación, sino en controlar, seleccionar y restringir la movilidad de las personas que proyectan su vida en Chile, pese a que en 2010 fue promulgada la Ley de Refugio N° 20.430, que poco ha sido aplicada por el gobierno, y en su lugar optó por las expulsiones (Paúl, 27 de mayo de 2021).
Un resultado de este modelo securitario-neoliberal -basado en el populismo penal- y del solapamiento de la política migratoria con la penal (Ayala, 2021; Barrera, 2021; Stang, Lara y Andrade, 2020) es que los miedos y amenazas que experimenta la población nacional conducen a que se tienda a aprobar la ejecución de medidas extraordinarias para que tal temor deje de existir. Eso se demuestra con el 57 % de chilenos que está de acuerdo con la toma de medidas más drásticas “contra la migración ilegal” (CEP, 2017). Es por estas condiciones que en el presente artículo nos proponemos caracterizar la inserción socioeconómica venezolana en Santiago y, en particular, referirnos al comercio y redes intra e interétnicas (Granovetter, 2000; Kymlicka, 1996), para analizar desde el centro de la capital cómo se han ido incorporando al ámbito laboral y social en Santiago durante los últimos cuatro años (2018-2021).
Marco referencial: cadenas migratorias, redes e inserción socioeconómica
Quienes migran, por distintas circunstancias, se desplazan desde sus sociedades de origen localizándose en otras, donde pasan a ser llamados “extranjeros” o “extraños” (Simmel, [1908] 2014; Schütz, [1944] 2012). Se distinguen tanto física como culturalmente, en distintos grados, respecto al imaginario movilizado en sus Estados-nación iniciales (Anderson, 2007). El migrante se va insertando en nuevos círculos sociales o configuraciones (Grimson, 2015) y participa en redes de sociabilidad, horizontales y verticales, al llegar a la sociedad/ciudad de destino (Adler-Lomnitz, 2001). Estas nuevas experiencias y vínculos contribuirán o perjudicarán sus proyectos, estrategias y tácticas de supervivencia, de movilidad socioeconómica y de imitación y/o distinción social (Bourdieu, 1998; Izquierdo, 2000). De este modo, con el arribo de migrantes los Estados-nación aumentan su pluralidad cultural (Bauman, 2016; Sennett, 2014), tendiendo a sufrir los nuevos residentes acciones antiinmigrantes (Massey y Sánchez, 2010), tipificadas como xenofobia y racismo.
Frente a la diferencia que constituyen los/as inmigrantes como extraños en una sociedad y ante las distintas formas de resistencia desde lo local/nacional a estos nuevos/as habitantes, como las políticas y leyes restrictivas y los elementos retóricos de la prensa que potencian la xenofobia, la perspectiva de la alteridad en el análisis permite profundizar la reflexión sobre lo que mujeres y hombres migrantes comprenden por incorporación y su vínculo con modelos de sociedad asimilacionistas, multiculturales o de fusión intercultural. Siguiendo a Krotz (2005), las formas de entender, concebir y concebirse como un otro e igual entregan pistas valiosas sobre una conciencia que oscila entre la experiencia bicultural y aquella centrada en redes más cerradas que conforman unos pocos y semejantes “otros”. De hecho, más allá del modelo de la asimilación o integración etnocéntrica, hoy destaca el enfoque de convivencia intercultural, desde el cual se puede ir día a día construyendo un análisis a partir de categorías tanto propias como extrañas; se avanza en un conocimiento etnográfico e interdisciplinario, y no solo haciendo etnografía de los “otros” sino también de las relaciones entre “ellos” y “nosotros”, de la convivencia y segregaciones o mestizajes interculturales. En el Chile plural de hoy, esta temática ha destacado en el debate constituyente, donde se han planteado al menos cuatro puntos respecto a las migraciones: (i) ciudadanía plena: la “desnacionalización” del término ciudadanía, que incluya a los migrantes residentes en Chile; (ii) interculturalidad; (iii) ius solis o derecho de suelo, garantizando que quien nazca en Chile sea ciudadano chileno, más allá de la situación migratoria de sus progenitores; y (iv) derecho a migrar, desde una perspectiva garante de derechos internacionalmente consagrados (Osterling y Pujols, 2021).
Es de destacar aquí que en las sociedades pluriculturales modernas actúan dos principios identitarios en los sujetos: el cívico y el étnico. El cívico refiere a la comunidad político-legal-territorial, con un énfasis en la igualdad; el étnico alude a la comunidad de nacimiento, de descendencia y cultura nativa, con énfasis en la diferencia. Se los suele también denominar como manifestaciones de carácter político (cívico) o cultural (étnico). No obstante, se trata de identidades superpuestas de manera dinámica, complementaria y ambivalente (Geertz, 2005). En este sentido, entendemos la etnicidad, más allá de todo reduccionismo y esencialismo (Restrepo, 2004), como “un sentido subjetivo de pertenencia a un grupo que se distingue (interna y externamente) por una cultura compartida y ascendencia común” (Wimmer, 2013, p. 7), reafirmando sus identidades etnonacionales (Palma y Pérez, 2021; Ramírez y Chan, 2018) y diferenciándose al interior de la sociedad de destino, en el marco de relaciones de alteridad y la constitución cotidiana de jerarquías sociales, de dominación y violencia simbólica (Comaroff y Comaroff, 2013). La interacción y organización intra e intergrupos conforman el mecanismo clave de la propia etnicidad (Barth, 1976), la que está articulada con una experiencia subalterna respecto a la ciudadanía, que suele ser vivida por los migrantes como una ciudadanía de segunda clase, subordinada (Segato, 2007).
Estas relaciones entre individuos pertenecientes a grupos diferentes constituyen cadenas y redes migratorias (Rezende, 2009) que varían en jerarquía y presentan relaciones de poder simétricas y asimétricas, así como existen vínculos débiles y fuertes (Granovetter, 2000). Algunos contactos permiten el traspaso de recursos mediado por reciprocidades que pueden implicar a futuro una deuda de favores, como también vínculos que permiten el traspaso de recursos sin necesidad de implicar deudas, como las prestaciones de servicios a cambio de dinero. Este tipo de relaciones e intercambios dan paso a la configuración y mutación de grupos, sin estar estos necesariamente supeditados a determinados factores particulares, como puede ser la clase o la etnia, pues la configuración de los límites entre un “nosotros” y sus respectivos otros, está condicionada por elementos y condiciones que varían en cada uno de los casos existentes (Barth, 1976; Elias y Scotson, 2016).
Para el caso de los migrantes, los estudios a la fecha permiten hacer observaciones generales en cuanto a las formas de alianza desarrolladas entre personas de la misma nacionalidad, así como entre inmigrantes de distintas nacionalidades y población nacional. En primer lugar, se destaca la asociación a partir de la etnicidad. Siguiendo a Kymlicka, se entiende como grupos étnicos a los colectivos inmigrantes, quienes
desean integrarse en la sociedad de la que forman parte y que se les acepte como miembros en pleno derecho de la misma, [y aunque] pretenden obtener un mayor reconocimiento de su identidad étnica, su objetivo no es convertirse en una nación separada y autogobernada paralela a la sociedad de la que forman parte, sino modificar las instituciones y las leyes de dicha sociedad para que sea más permeable a las diferencias culturales. (Kymlicka, 1996, p. 25).
Ahora bien, la misma etnicidad permite identificar formas de configuración según las cuales los vínculos y roles se desarrollan de manera heterogénea, lo que ha sido estudiado largamente por la antropología. Se indaga el efecto que generan los niveles de proximidad y confianza entre individuos en los colectivos migrantes. A partir de estos dos conceptos, proximidad y confianza, se distingue entre los vínculos que se desarrollan entre personas cercanas -con quienes las relaciones de poder suelen no ser muy marcadas- (Adler-Lomnitz, 1978, 2001) y los vínculos que se establecen hacia individuos coétnicos con quienes no existe una relación cercana.
Estos vínculos permiten el flujo de recursos de diversa índole, que repercuten en la experiencia de los/as inmigrantes desde su llegada al país de destino hasta -por lo menos- lograr la inserción en este. En otras palabras, los vínculos establecidos dentro y fuera del grupo étnico son fundamentales en las primeras etapas del proceso migratorio y los recursos que se manejan influyen en la inserción, entendiéndose por recursos elementos como la información, el espacio residencial o la vivienda y el dinero. Al respecto, Domínguez (2004) señala que la heterogeneidad de actores -en términos de etnicidad, según la concepción de Kymlicka sobre “grupo étnico” - en las redes, producto de expandir la trama de relaciones fuera del grupo étnico, contribuye a la movilidad social ascendente en tanto se accede a oportunidades de trabajo o educativas que favorecen a quienes migran. En esta línea, Marteleto (2005) expone que la expansión de las redes hacia otros grupos permite valerse de puentes que dan paso al ingreso de recursos cuyo acceso sería imposible de no existir estas conexiones.
Al respecto, Fuentes y Vergara (2019) señalan que el factor clave en la asimilación económica es la cantidad de años que los migrantes llevan en el país, siendo necesario para Chile en 2017, “un poco más de nueve años para que el inmigrante gane un salario equivalente al de un local de características similares” (2019, p. 90). En adición a esta idea, los vínculos que establecen los/as inmigrantes se desarrollan en la medida en que van acumulando experiencias, asumiendo diferentes formas y tamaños. En el caso de una migración reciente tiende a producirse una segmentación del mercado de trabajo, pues, al estar expuesta a condiciones de vulnerabilidad y precariedad que surgen de los procesos de globalización y flexibilidad laboral, tal segmentación se manifiesta en la estructura del empleo (Canales, 2015).
La configuración de sus conexiones puede comenzar en un limitado número de vínculos e ir desarrollando nuevos lazos a lo largo del tiempo. En su fase de menor complejidad se les denomina cadenas migratorias, mientras que en la medida en que se expanden se les llama redes migratorias (Pedone, 2010). La cadena migratoria está fuertemente presente al inicio de la inmigración y está conformada por vínculos con familiares y amistades. Mediante las relaciones que se establecen en las cadenas migratorias fluye información y se brindan diversos tipos de ayuda que contribuyen tanto a la salida del país de origen, al tránsito, así como al ingreso en los países de destino. Además, los recursos presentes en este tipo de relaciones contribuyen al desarrollo de los trámites que implica ser inmigrante y permiten de forma directa o indirecta acceder a puestos de empleo. Por otro lado, la red migratoria se conforma mediante una serie de vínculos entre distintas personas, configurando de este modo una trama de relaciones de mayor complejidad que la cadena migratoria. Dentro del entramado que constituye una red migratoria, se encuentran instituciones y actores directamente asociados tanto con gestiones en temas de vivienda y salud, servicios sociales y ONG, así como en materia educacional y religiosa (Pedone, 2010).
Al respecto, al estar nuestro estudio enfocado en inmigración reciente y al haber entrevistado a personas que llevaban en Chile desde uno hasta cinco años de residencia, aplicamos esta distinción de Pedone (2010). Así, asumimos que tanto la cadena como la red migratoria han alcanzado distintos niveles de complejidad en su composición interna, por lo que, según corresponda el caso, se hace mención de uno u otro concepto dependiendo de la trayectoria y experiencia de cada participante, así como del contexto específico que se esté observando.
En lo que se refiere al análisis de la información producida mediante entrevistas en profundidad, la construcción de esquemas se desarrolló a partir de lo que Rivoir (1999) denomina redes egocéntricas. Algo interesante de esta perspectiva es que se aplica en investigaciones con grupos inmigrantes que interactúan de distinta forma con otros grupos. En este sentido, se trata de conexiones que vinculan al país de destino con el país de origen de la persona con quien se trabaja, desarrollándose un relato multisituado y transnacional que fundamenta la reflexión. Esta característica móvil de las poblaciones y sujetos ha implicado un cambio metodológico en las ciencias sociales, debiendo el investigador acompañar a las personas en sus trayectorias, haciéndose estudios de caso y describiéndose redes sociales trasnacionales por rutas antiguas y nuevas (Marcus, 2001). Estas etnografías permiten tanto comprender las particulares lógicas sociales y culturales que emergen de las experiencias migratorias de los sujetos como conocer los recorridos existentes entre y al interior de los colectivos migrantes, trascendiendo las fronteras nacionales.
Considerando lo anterior, es necesario comprender las redes sociales a partir de cuatro aristas fundamentales. Una forma es concebirlas desde la relevancia que tienen en la inserción de inmigrantes -que para el caso de este estudio nos centraremos en la inserción laboral-; otra lleva a comprenderlas mediante los recursos presentes en las interacciones que las constituyen; una tercera manera es analizar las redes considerando las externalidades que producen; y, por último, pensar las redes en relación con la capacidad y efectos de vincular a distintos actores, más allá de lo expuesto al analizar las externalidades. En lo que refiere a concebir las redes a partir de la inserción de inmigrantes, destaca el concepto de “modos de incorporación” utilizado por Portes y Zhou (1993), quienes indican que se conforman según las políticas migratorias en la sociedad de recepción, los valores y prejuicios de los nacionales asociados a los/as inmigrantes, y de acuerdo con las características propias de cada colectivo; esto es, mayor o menor cohesión.
La inserción depende tanto de factores externos a las redes, como también de factores internos, destacando los lazos sociales, que pueden dar paso a escenarios favorables y desfavorables para la inserción de los/as inmigrantes (Herrera, Calderón y Hernández, 2017). En este sentido, Cuéllar y Bolívar (2009) señalan que la participación en las redes puede representar el acceso a beneficios y que en caso contrario se encontrarían excluidos/as. La segunda forma señalada es la de entender a las redes en tanto capital. Respecto a este punto, Baeza (2009) argumenta “que gracias a ellas los individuos pueden acceder a recursos que son fundamentales para el proceso migratorio: [tales como] trabajo, remesas, altos salarios, etcétera” (2019, p. 8). Además, señala que las redes entregan certidumbre a los/as inmigrantes en las primeras etapas de la experiencia inmigrante. No obstante, Herrera, Calderón y Hernández (2017) presentan casos en los que las redes, al estar dotadas de vínculos fuertes y débiles, conllevan el desarrollo de externalidades negativas para el proceso migratorio, por lo que dicha certidumbre no es una característica necesariamente intrínseca de las redes, sino que responde tanto a las características internas de las redes, como a su capacidad de responder a las necesidades de los/as inmigrantes considerando el contexto. Por lo tanto, si se concibe a las redes como capital, debe considerarse en el análisis el vínculo existente entre capital y externalidades en relación con el contexto.
Para el caso de las externalidades positivas, Portes (2012), refiriéndose al capital social, indica que este brinda apoyo a nivel familiar y que a través de las redes extra-familiares permite el acceso a beneficios, como empleo y vivienda. Sin embargo, así como se identifican externalidades positivas, se observan también externalidades negativas: la existencia de relaciones de poder y la exclusión de quienes no formen parte de las redes. Por último, la cuarta arista tiene que ver con pensar las redes en relación con la capacidad y efectos de vincular a distintos actores, destacando que las redes sitúan a los participantes en dinámicas en que la confianza se presenta de variadas formas y genera distintos efectos, tanto en los recursos que se traspasan como en la concreción de metas en la experiencia inmigrante. A diferencia del punto anterior, el análisis desde este aspecto no se centra en la producción de externalidades, sino en una descripción de los efectos que generan los vínculos más allá de una lógica de perjuicio o beneficio, lo cual permite ahondar en los factores que rodean la toma de decisiones en la experiencia migrante de cada interlocutor.
Directamente relacionado con las redes migratorias, es posible observar la presencia de una economía étnica en la vida de los/as inmigrantes. Garcés (2011) entiende la economía étnica tanto desde la legalidad, considerando el comercio formal e informal, como también desde la ilegalidad. Este autor presenta distintas formas en las que se desarrolla la economía étnica, atendiendo la interacción con actores que no pertenecen al grupo étnico. En este sentido, distingue los enclaves étnicos, en tanto dentro del enclave participan actores que no pertenecen al grupo étnico, incluso como locatarios -es decir, jefes de locales-, aunque tomen un rol minoritario. Así, dentro de los enclaves se pueden identificar formas de economía étnica, tales como los mercados intermediarios y economías interétnicas, ocurriendo en paralelo y de modo entrelazado con otros tipos o formas económicas.
Marco metodológico
En el marco del proyecto U-Redes (2017-2021), titulado “U-Nómades. Red de investigación socio-antropológica en migraciones, relaciones interculturales y políticas públicas”, de la Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo (VID) de la Universidad de Chile, se realizaron entrevistas en profundidad a 22 personas venezolanas, las que dan cuenta de diferencias y similitudes en las experiencias y trayectorias laborales y familiares de los/as inmigrantes en Santiago. En este contexto, desde inicios de 2018 hasta 2021 se desarrolló observación semi-participante en el sector céntrico de la capital, aplicando entrevistas en profundidad a hombres y mujeres venezolanos(as) que habían trabajado o estaban trabajando en el territorio que abarca desde el Persa Estación Central, el Mall Arauco Estación, el barrio Meiggs hasta la zona comercial que se extiende desde el barrio hasta el eje Cumming-República, cuyos resultados presentamos en estas páginas. Tres entrevistas1 las realizamos vía Zoom, dadas las condiciones de pandemia de Covid-19 en el país y el mundo. La información obtenida de las entrevistas se analizó mediante Ucinet y Netdraw, y para observar elementos estructurales en la conformación de las redes y transversalidades de carácter cualitativo se emplearon los softwares Geno Pro y Atlas.ti 7.5.4.
La etnografía se llevó a cabo en una zona compuesta por el Centro Comercial Persa Estación Central, el Mall Arauco Estación (ubicados en la comuna de Estación Central) y la zona donde se emplaza el Barrio Meiggs y el comercio aledaño (ubicado en la comuna de Santiago), empleando para este sector una extensión de norte a sur entre las calles Erasmo Escala y Claudio Gay, y de poniente a oriente entre las calles Matucana/Exposición y Ricardo Cumming/República (ver figuras 1 y 2). Esta área, de forma muchas veces laberíntica -con un tránsito denso y calles (y galerías) con un acelerado comercio formal e informal, que hacen al caminante difícil orientarse sobre las entradas y salidas-, es parte de una zona comercial aun más amplia que se articula en torno al eje Alameda. Su desarrollo tiene directa relación con los terminales de buses y la Estación Central. Nace en los alrededores de la estación de trenes a partir del surgimiento del comercio informal que se estableció con el flujo de población que suele circular por los movimientos migratorios campo-ciudad (De Ramón, 1985; Merino, 1997). Con la llegada de migrantes extranjeros desde 1990 surgieron barrios pluriétnicos y enclaves étnicos (Chan, Ramírez y Stefoni, 2019; Stefoni, Ramírez y Chan, 2021) y se produjo un aumento de campamentos durante la pandemia de 2020-2021 (Palma y Pérez, 2021).
Hoy en día en Chile se puede observar gente originaria de distintos países, entre las que destacan venezolanos y peruanos, quienes trabajan en locales comerciales, y personas de origen chino, los que suelen ser los dueños de estos negocios. Respecto a peruanos y chinos, hay que considerar que llegaron con anterioridad al país y a esta zona comercial santiaguina, pues se trata de migraciones históricas que han establecido negocios (destacando restaurantes y malls), y cuya presencia ha aumentado desde los años noventa e inicios del siglo XXI (Garcés, 2015; Moraga, 2018; Ramírez y Chan, 2018).
Resultados
3.1 Llegada a Santiago: buscando alojamiento y empleo
En la identificación de necesidades de las y los participantes frente a la llegada a Santiago, la prioridad radica en resolver el problema del alojamiento. Se observó que la primera morada era brindada por una persona que también provenía de Venezuela, pero que llevaba más tiempo en Chile. Lo que se alquilaba era básicamente un espacio donde dormir, en algunos casos ese espacio implicó recostarse sobre un colchón en el living, o bien dormir en una litera, y se accedía a esta a través de vínculos familiares o de amistad. Para conseguir el primer alojamiento en Santiago, todas las personas entrevistadas recurrieron a compatriotas (amigos/as o familiares). En la medida que lograron acceder a mejores salarios y avanzar en los trámites migratorios, ayudaron a otros familiares o amistades a instalarse. Se ubican principalmente en las comunas de Estación Central, Santiago Centro, Independencia y Ñuñoa.
Ya teniendo un lugar donde pernoctar, la siguiente tarea era buscar un puesto de trabajo. Esto se realizaba en los días sucesivos al arribo a la capital y, a diferencia del desarrollo de redes para conseguir un lugar donde vivir, en materia laboral la trama de relaciones presenta una composición social más abierta, heterogénea. En ninguno de los casos estudiados se desarrolló contratación de venezolanos/as por empleadores coterráneos; de hecho, quienes ofrecían trabajo eran empleadores/as chilenos/as y extranjeros/as de otras nacionalidades que pertenecen a grupos que llegaron a Santiago antes que el colectivo venezolano; esto es, antes de 2014, fundamentalmente peruanos. Quienes ingresaron al país en bus o caminando, por vía terrestre, llegaron por las regiones de la zona norte, donde se quedaron un breve tiempo y luego se movilizaron hacia Santiago.
La situación venezolana en esta materia presenta variaciones en lo diacrónico. Al primer empleo se accede gracias a la información brindada por un tercero. Esta tercera persona puede ser o no coterránea y no requiere un vínculo estrecho con quien recibe la ayuda. En estos casos, la ayuda recibida vincula a los actores con lugares donde se suele contratar a población inmigrante, como el barrio Meiggs o el sector del persa Bío Bío, o bien, puede estar direccionada a locatarios/as en específico. En este último caso y tratándose del primer empleo en Santiago, quienes actúan de “puente” son personas que habitan en el mismo lugar donde han estado residiendo los/as participantes en aquel momento. Por otro lado, al segundo empleo y los siguientes, se puede acceder mediante la contribución de actores puente que no son necesariamente venezolanos/as, e incluso estos empleos se pueden conseguir sin la participación de intermediarios, es decir, estableciendo vínculos directos con los/as empleadores/as.
En cuanto a la contratación y el primer trabajo -caracterizado por vínculos con empleadores/as de origen chileno o bien inmigrantes con mayor tiempo en Santiago-, las redes son significativamente asimétricas. En materia laboral, para quienes conservaban su primer empleo en Santiago, el indegree y outdegree eran equivalentes al 100 % en ambos casos, representando dependencia por parte de quien ha sido contratado/a hacia su empleador/a. Este resultado se debe a que, a pesar de tener la necesidad de empleo cubierta, resulta fundamental para avanzar en el trámite de cambio de estatus migratorio. El empleo, así, además de brindar los recursos económicos necesarios para la subsistencia, tiene un rol estratégico en la lógica burocrática, convirtiéndose el “empleo a contrata” en una gran aspiración. Sobre quienes han cambiado de trabajo, sus redes han presentado la incorporación de nuevos actores, que son actores puente o nuevos/as empleadores/as. En tal situación, se ha presentado un descenso en el índice de centralidad de entrada y ha disminuido o quedado nula la dependencia respecto a los/as empleadores/as anteriores.
3.2 La expansión de las redes
Se podría pensar que el ingreso de nuevos actores a las redes se relaciona de forma directa con el tiempo; sin embargo, la relación entre tiempo y expansión de las redes no es directa. Análisis de los relatos en GenoPro permiten observar que está mediada por la necesidad de acceder a recursos específicos. La red es dinámica, se transforma cotidianamente. Se desechan ciertos actores, abandonando algunos contactos para promover otros que se consideran más valiosos en términos socioeconómicos.
Respecto a la incorporación de nuevos actores en materia de vivienda, se observó que los detonantes fueron tanto las malas relaciones de convivencia, como la necesidad de buscar un espacio que ofrezca mayores comodidades para el grupo familiar de las personas entrevistadas o para ellas y sus respectivas parejas. En cuanto al empleo, el desarrollo de nuevos vínculos se debió a la necesidad de acceder a mejores salarios (más cuantiosos o estables) y/o a problemas dentro del área laboral. Entre estas dificultades, se identificaron: la xenofobia, el abuso de poder y el acoso sexual de parte de empleadores a empleadas. Cabe destacar que cuando los/as entrevistados/as buscaron nuevos contactos para cubrir necesidades materiales, la percepción respecto al vínculo con la tercera persona era el filtro que determinaba si se hacía uso de aquella conexión o no. Es decir, debía existir un vínculo positivo (confianza, aprecio) o neutro respecto a esa persona que podía contribuir a la red. De lo contrario, aun existiendo las condiciones materiales para facilitar la ayuda, esta alternativa se evitaba.
En materia laboral, la experiencia de Dilma (29 años) pareció presentar una excepción respecto a los demás casos; no obstante, en lugar de contradecir lo observado, su relato contribuye a enriquecer lo anteriormente expuesto. Dentro de los actores que componían su red migratoria, Dilma fue una de las últimas personas en llegar a Santiago. El análisis de su red en Ucinet presentó indegree equivalente al 4 % y outdegree equivalente al 28 %, números que se relacionan directamente con una cantidad más elevada de integrantes en su red. La representación de los vínculos en NetDraw muestra cómo la entrevistada, para conseguir empleo, se insertó en una red mediante su hermano. En ella además participaban las amistades de su hermano y su pareja. Estos nodos actuaron de puente conectando a Dilma con la dueña de un local que necesitaba contratar a alguien, llegando así a trabajar al sector.
Exceptuando el caso de Dilma, se observan los casos de aquellos/as participantes que fueron pioneros/as dentro de sus redes al llegar a la RM y, en la medida en que se desarrollaban sus experiencias migrantes, tuvieron la capacidad de brindar ayuda a terceros/as. La particularidad que reflejan los índices de centralidad de Dilma muestra la diferencia presente entre alguien que inicia una red migratoria y una persona que emplea una red que ha alcanzado un desarrollo mayor. De hecho, al poco tiempo de haber ingresado a su trabajo, ayudó a un coterráneo a ingresar al mercado laboral. Esto tiene directa relación tanto con el desarrollo de la red en que participaba, como con la capacidad de inmigrantes pertenecientes a otros grupos de contratar a personas recién llegadas, y ambos elementos se deben entender a partir del fenómeno de la expansión y apertura de redes.
En este sentido, los/as comerciantes chinos/as y peruanos/as llevan el tiempo necesario en Santiago (Garcés, 2015; Moraga, 2018; Ramírez y Chan, 2018) como para alcanzar un desarrollo de las redes, al punto de administrar recursos y tener la capacidad de inversión para crear negocios y requerir mano de obra externa a sus grupos étnicos. La contratación de terceros conlleva relaciones asimétricas respecto a los grupos inmigrantes que tienen menos tiempo en el país, con quienes se establecen relaciones de dependencia en torno al trabajo, dejando en situación de ventaja a los/as empleadores/as.
3.3 Sobre el potencial y los límites de las relaciones intraétnicas
Es de destacar que la presencia y el rol de actores venezolanos en las redes referente a lo laboral y al alojamiento tiene directa relación con el hecho de tratarse de flujos migratorios recientes. En lo laboral, no se detectaron personas de origen venezolano en situación de contratar a personas; sin embargo, los casos de René (32 años) y Pedro (35 años) podrían estar presentando un estado inicial de lo que sería el desarrollo de redes que permiten la contratación. En el caso de ellos, René le solicita a Pedro vender las hamburguesas que este último ofrecía a cambio de que trabajen en equipo, siendo Pedro el jefe. Por otro lado, Samuel (38 años) nos comentaba que entre sus planes a futuro se encuentra el poder ayudar a su hermano para que migre, y Samuel, junto con su esposa y su hermano, esperaban instalar en Santiago una pastelería. Estos casos dan cuenta de que la expectativa de generar vínculos a partir del control de recursos económicos o de herramientas que conlleven a ganar dinero. Como proyección, los testimonios señalan la venta de mercancías o incluso la contratación de fuerza de trabajo traducida en apoyo, con el objetivo de repercutir favorablemente en lo laboral al punto de establecerse en el mercado de manera formal y desde ahí expandir las redes.
Por el contrario, en materia de alojamiento, la presencia de venezolanos/as no solo es mayor, sino que además en las redes, los actores asumen roles de gran importancia una vez que pueden brindar alojamiento a coterráneos. A través de los vínculos establecidos en el espacio de la vivienda, se comparte información relevante para la inserción; se transmiten conocimientos respecto a los procesos burocráticos que implica ser inmigrante en la capital, se comparte información respecto al transporte, al lenguaje en Santiago, entre otro tipo de datos, y las dinámicas que se generan en este espacio permiten un control de recursos que al mediano plazo puede dar pie a que los actores accedan a nuevos roles dentro de la red, adquiriendo mayor relevancia. Por esta misma razón, se observa que en materia de alojamiento el indegree es mayor o igual al outdegree, pero nunca menor, pues para acceder a la vivienda se requiere que alguien brinde parte de su espacio para recibir a nuevos integrantes de la cadena o red migratoria y, en algunos casos, quien brinda el espacio necesita compartirlo pues no puede costearlo por cuenta propia, lo que provocaría un aumento en el outdegree, haciendo que el valor de este se acerque al del indegree.
Al considerar las diferencias entre lo laboral y la vivienda es posible comprender que las externalidades de las relaciones intraétnicas son positivas para estabilizar su situación en Santiago, pero negativas para la permanencia en el país, a menos que se dé paso a la apertura de las redes. De este modo se pueden identificar algunos límites sobre el acceso y control de recursos relevantes para la inserción y las dificultades que forman parte del contexto en que se desarrollan nuevos vínculos con otros actores.
3.4 Sobre la ayuda y los recursos empleados
En cuanto a los recursos empleados como ayuda, se identificaron: la información, el dinero y el área habitacional. La información y el espacio residencial marcan los primeros pasos en la migración. El espacio se refiere únicamente como vivienda y la información, a temas de burocracia y empleo. Ambos elementos funcionan como marcadores para determinar cuándo se han tomado nuevos roles dentro de la trama de relaciones, pues permiten identificar relaciones de dependencia en la cadena migratoria. El dinero, por otra parte, no es un marcador de cambio de roles, así como tampoco es necesariamente un marcador de estatus dentro de las redes, pues una parte del sueldo que reciben los/as participantes (aproximadamente 100 mil pesos chilenos al mes) se destina al envío de remesas. Aunque existe una relación de dependencia respecto a quién envía y quién recibe el dinero, para el remitente esto no significa una mejora en su calidad de vida ni un mayor control sobre los recursos de la red. Tampoco significa necesariamente mayor capacidad para intervenir en las redes, sino que puede incluso representar un empobrecimiento en tanto se requiere reducir lo máximo posible los gastos a fin de subsistir y ayudar económicamente a terceras personas. Distinta es la situación cuando se trata de préstamos de dinero, pues al ser situaciones circunstanciales, quien facilita el préstamo requiere contar con capacidad de prescindir de capital económico en un momento en que no planeaba hacerlo. Casos como este se vieron reflejados en el relato de Camila (28 años), quien comentó que en dos ocasiones debieron pedir dinero prestado a distintas personas: primero a un familiar que ya llevaba más tiempo en Santiago y luego al jefe de su pareja. En ambos casos se trataba de personas insertas en redes con mayor capital social, económico y con más tiempo viviendo en el país.
3.5 Relaciones intra e interétnicas e inserción socio-económica
En lo que refiere a empleo, el caso de los/as comerciantes chinos/as en el sector permite hacer un paralelo importante respecto a la configuración de redes y recursos disponibles, frente a lo observado entre venezolanos/as. El surgimiento del enclave étnico chino está relacionado con el cambio en el plan regulador de Santiago y en particular con la liberación de restricciones al bodegaje. En este sentido, se identifica una política en los modos de incorporación, que de forma indirecta contribuye al asentamiento de un grupo y permite el sostenimiento de dicha colectividad en el tiempo. Si bien la xenofobia y el racismo no han dejado de afectar a los grupos inmigrantes, a lo que se suma la barrera idiomática en el caso del colectivo chino, así como el haitiano (Gissi, 2020), el caso venezolano tiene características que, en aspectos como el desarrollo de economías étnicas y enclaves, lo sitúan en desventaja.
El primer paralelo a señalar en este caso tiene relación con el parcial empobrecimiento que ha afectado a los/as inmigrantes de Venezuela (OIM, 2021; Stefoni y Silva, 2018). Cabe resaltar la necesidad de empleo y el bajo capital de inversión que exhiben en comparación con colectivos inmigrantes que han desarrollado enclaves étnicos. A través de la observación en el sitio estudiado, se identificó las distintas formas de comercio y la capacidad de invertir capital, dependiendo si eran locales pequeños, medianos o comercio ambulante. Por ejemplo, Pedro y René, ambos venezolanos, trabajaban juntos vendiendo hamburguesas en la calle, pese a que la inversión realizada para el desplazamiento entre quien entró en avión y quienes llegaron por vía terrestre era muy distinta. Ellos empleaban una receta popular en Venezuela, aplicando ligeras modificaciones producto de las diferencias en el acceso a las materias primas en Santiago. Franco, por otro lado, era un comerciante chino que llegó a Santiago hace casi cuatro años antes que René y Pedro; sin embargo, a los dos años de estar en Santiago ya tenía su propio local. Cuando los conocimos en 2019, René y Pedro vendían sus productos en la calle, luego de ingresar a Chile como turistas; Franco, en cambio, sin siquiera hablar español, se puso a trabajar en un local al llegar a Santiago y su ingreso al país fue gracias a un contrato de trabajo.
Una diferencia sustancial entre ambos casos es que Franco participaba en una red de jefes de pequeños locales emplazados en los barrios Meiggs y Patronato, mientras que René y Pedro se valieron de cadenas migratorias, y aun entre ellos dos se observaban diferencias, pues la cadena migratoria de René comenzó con él al inmigrar en Chile, en cambio Pedro participaba de una cadena migratoria más extensa y previa. Es de destacar que los chinos también tienen cadenas migratorias, pero con más acceso a capital y mejor posicionadas en el mundo. Lo anterior evidencia la necesidad de contacto para acceder a nuevos recursos. En este sentido, la inserción en lo laboral implica establecer relaciones interétnicas con vínculos asimétricos, donde una de las partes depende del recurso, ya sea dinero o una habitación, que la otra puede facilitar. Estos vínculos suelen ser débiles.
Conclusiones
A partir de los datos presentados se identifica la importancia de las relaciones intraétnicas en el proceso de ingreso de inmigrantes a Chile y en las primeras etapas de la inserción en Santiago, fundamentalmente a través del acceso al alojamiento y la información brindada sobre servicios públicos y empleo. Sin embargo, respecto a esto último, se observan límites en la acción de las relaciones intraétnicas de inmigrantes venezolanos/as. Para este colectivo es necesario abrir sus redes a fin de acceder a nuevos recursos, los que resultan importantes al momento de radicarse en Santiago.
Esto releva una segunda situación, acerca del control de los recursos, fundamentalmente de tipo económico, que ha devenido en el desarrollo de segmentación laboral y enclaves étnicos, considerando también la experiencia de otros colectivos migrantes en Chile, y en menor medida peruanos. Sin embargo, los datos no permiten anticipar una localización de asentamiento del o de los posibles enclaves, ni tampoco qué perfil tendrán las personas que lo conformen. Basándose en el caso de los/as comerciantes chinos/as, esto dependerá de un conjunto de factores que favorezcan su desarrollo en ciertos territorios y para algunos rubros por sobre otros. La incerteza que han generado la pandemia y los cambios en la política migratoria, han producido una permanente evaluación de las posibilidades de asentarse en una u otra zona de Santiago. De este modo, la investigación lleva la discusión hacia un cuestionamiento de los modos de incorporación del colectivo venezolano y el efecto que produce en lo laboral y en la vivienda, fundamentalmente desde las políticas públicas post 2019 y el consiguiente aumento de la xenofobia.
Los hallazgos dan cuenta de un fenómeno migratorio reciente que, al ser contrastado a mediano y largo plazo, probablemente cuestione los efectos que generan las políticas migratorias y el desarrollo de externalidades que conlleva. En este sentido, respecto al alojamiento se evidencian en las entrevistas problemas como el hacinamiento que experimentan los/as migrantes, producto de las condiciones del mercado, y en materia laboral, la vulnerabilidad a la que se ven expuestas las personas a partir del proceso de años de empobrecimiento en cadenas migratorias para insertarse en Santiago. Frente a políticas restrictivas en materia de inmigración, la oferta laboral a la que pueden postular se ve reducida, limitándose a trabajos para los que en muchos casos están sobre-calificados/as, exponiéndose a abusos y malos tratos, mientras intentan integrarse vía redes que tienen una capacidad de acción limitada.
Es de considerar en futuras investigaciones que los/as migrantes venezolanos/as presentan desde 2019 una estratificación interna (OIM, 2021) y disputa de imaginarios en la convivencia con los chilenos/as, así como una tensión entre la ciudadanía civil y la ciudadanía social, entre la dependencia (de papeles) y la autonomía, por lo que habrá que repensar los modos de inclusión, identificar obstáculos y contribuir en la búsqueda de soluciones que mejoren la calidad de vida de las personas migrantes. Hoy, ya es posible constatar problemas sobre los cuales como país debemos avanzar, pues para el caso del empleo y la vivienda, ni el mercado ni la legislación actual son capaces de resolver. En este sentido, habrá que observar durante los próximos años cómo influye el nuevo marco social e institucional -Constitución política y Ley Migratoria promulgada en 2021-, eventos que coinciden en preguntarse respecto a la situación y las garantías del estatuto ciudadano en Chile.
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Notas
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