Resumen:
El artículo es una síntesis operada sobre un trabajo de investigación cuyo objeto de estudio es el tratamiento de niños pequeños con signos clínicos de condición autista y sus padres. Plantea nexos entre la vulnerabilidad innata a desarrollar un proceso autístico y las modalidades con que los padres ejercen su función. Dicha investigación se llevó a cabo en el ámbito de la Universidad de Ciencias Sociales y Empresariales (UCES) Buenos Aires, 2007, bajo la forma de tesis de doctorado, y fue actualizada con el material clínico de diez pacientes que recibieron atención psicoterapéutica en consultorio privado, entre 2008 y 2016. Se comprobó que en niños con signos clínicos de autismo el proceso de regulación emocional entre él y sus padres está alterado. Ambos tienen dificultades para anticipar lo que el otro siente, piensa o desea. Es decir que tanto el niño como sus padres carecen de una teoría acerca de lo que recíprocamente les sucede. El marco teórico referencial está conformado por conceptualizaciones psicodinámicas que toman en cuenta la experiencia intersubjetiva en la emergencia de la subjetividad. (Freud, 1895; Maldavsky,1995; Rizzolatti,2004; Fonagy, 2007)
Palabras clave:AutismoAutismo,enfoque intersubjetivoenfoque intersubjetivo,parentalidadparentalidad,mentalización.mentalización..
Abstract:
The article is an synthesis operated of research work whose subject matter is the treatment of young children with clinical signs of autistic condition and their parents. It raises links between the innate vulnerability to developing an autistic process and the ways in which parents exercise their role. This research was carried out in the field of the University of Social and Business Sciences(UCES) Buenos Aires, 2007, in the form of a doctoral thesis, and was updated with the clinical of ten patients who received psychotherapeutic care in private office, between 2008 and 2016. It was found that in children with clinical signs of autism the process of emotional regulation between him and his parents is altered. Both have difficulty anticipating what the other feels, thinks, or desires. In other words, both the child and his parents lack a theory about what happens to them. The referential theoretical framework consists of psychodynamic conceptualizations that take into account the intersubjective experience in the emergence of subjectivity. (Freud, 1895; Maldavsky,1995; Rizzolatti,2004; Fonagy, 2007)
Keywords: Autism, intersubjective approach, parenthood, mentalization.
Artículos Originales
Entre padres e hijos con autismo. La experiencia de la intersubjetividad en el atrincherado aislamiento del niño
Between parents and children with autism. Experience of intersubjectivity in the child's entrenched isolation
El presupuesto de la soledad planteada por Kanner2 respecto de los niños con autismo se vio enriquecido con los aportes de Fith3, quien propone que la soledad no tiene que ver con estar solo físicamente sino mentalmente. A propósito de ello Rivière4 plantea que el sentimiento de soledad podría darse a doble vía, dado el carácter opaco e impredecible que trasmiten las personas con autismo. Sin embargo, poco se ha indagado acerca de este doble juego que implica esa soledad.
Generalmente se ha trabajado sólo alrededor de los diferentes modos que utilizan para aislarse, y las correspondientes descripciones se han llevado a cabo desde el punto de vista psíquico, de conexiones neurológicas, de procesos cognitivos. En consecuencia, en los numerosos casos que han sido abordados desde esta perspectiva, se ha obtenido una visión parcial del problema, pues resulta complejo distinguir cuáles modos de acercamiento del niño fueron previos a los modos de relación que los padres establecieron con él, cuáles se activaron como efecto de la manera inicial de vinculación del hijo con sus padres y, finalmente, cómo ambas modalidades se interrelacionan con la dificultad del niño para establecer vínculos y en qué sentido.
Dentro del amplio panorama que ofrecen las investigaciones en psicoanálisis, las neurociencias y psicología cognitiva la tendencia respecto de las determinaciones del autismo oscilan entre aquellas que enfatizan los factores constitucionales innatos y otras los factores exógenos. Desde el psicoanálisis mismo hay una diferencia entre aquellos que sostienen que el autismo es producto de un déficit en la simbolización ocasionado por el desencadenamiento de defensas precoces, ligadas al instinto de muerte5 y los que toman como eje los desarrollos de Tustin6 relacionados con que la depresión precoz que sufre el niño se debe a una falla en la función materna. Y más allá de las diferencias en las cuales se sostienen las conceptualizaciones, básicamente ambas posiciones plantean que una vez que se desarticulan las defensas, el pensamiento está intacto, y que el déficit intelectual que presentan es proporcional al tiempo que estuvieron detenidas las posibilidades de simbolización.
La posición de la psicología cognitiva, en cambio considera que la limitación en la simbolización es efecto de un trastorno neurobiológico que afectaría las conexiones entre el lóbulo frontal y el sistema límbico. Los aportes de las neurociencias a través del concepto de “neuronas espejo” permiten otra perspectiva de análisis a partir de la hipótesis que este grupo neuronal se activa cuando un animal o persona desarrolla la misma actividad que está observando ejecutar por otro individuo, especialmente un congénere. Sostienen que una falla en este sistema neuronal podría ser el responsable de algunos de los signos clínicos del autismo.
De acuerdo a mi experiencia en el campo de la atención temprana, tomar en cuenta sólo los factores constitucionales, opera como límites mismos a cualquier transformación, en cambio cuando se le ofrecen en el interior de la transferencia al niño con condición autista y a sus padres determinados contextos de humanización, se produce una modificación del cuadro. El hecho de que aquello que haya incidido responda a un universo que no se reduce a lo biológico, no invalida la existencia de base de una hipótesis orgánica. Por tanto, permitiéndome la apertura de otros órdenes de significación, a partir de enfrentar una clínica ligada a la posibilidad de inscribir y redefinir posicionamientos intersubjetivos tanto en los niños como en los padres, intento plantear una perspectiva diferente en la consideración de la potencialidad del simbolismo en los niños con autismo.
El estudio realizado tuvo un diseño exploratorio longitudinal comprendido en los límites de “Estudio de casos”7, en particular en el terreno de la investigación psicodinámica. Este diseño establece articulaciones que permiten sistematizar el estudio individual a partir de encontrar regularidades en el proceso clínico8. Tales regularidades pueden ser el puente entre el terreno de la subjetividad y lo que habitualmente se conoce como estándares científicos, aunque sugiere que para poder hacer esa articulación hay que reconocer que se trata de fenómenos diferentes, dado que cada paciente es singular y comparte con los otros sus aspectos.
Se postuló como hipótesis que existe la posibilidad de revertir los signos clínicos de autismo de niños pequeños, a partir de que los padres superen las razones intersubjetivas que promueven dificultades en la subjetivación del hijo.
Los numerosos interrogantes que fueron surgiendo pueden agruparse bajo la siguiente forma: ¿Cómo en el marco de una metodología de trabajo clínico (encuadre), el niño pequeño con signos clínicos de autismo logra abandonar el aislamiento inicial e inaugura la percepción de la demanda social y responda a ella? ¿Cómo los padres construyen formas de parentalidad que permiten romper con los patrones vinculares que establecen cuando detectan que el niño no responde a sus requerimientos y presenta conductas incomprensibles para ellos?
1) Detectar si el niño pequeño con signos de autismo incrementa su predisposición a evitar el contacto con las personas por el modo particular en que los padres y el terapeuta estructuran la cualidad del vínculo que establecen con él.
2) Describir los efectos que un diagnóstico rotulante (que inhabilita casi toda posibilidad de cambio) produce en el niño, en sus padres y en las intervenciones del terapeuta.
3) Generar una nueva visión en el campo de la práctica de la psicoterapia psicodinámica en niños de entre dos y tres años con riesgo de encaminarse a un proceso autístico.
3) Detectar los cambios en la subjetividad del niño que se relacionan con las modificaciones de los padres para la tarea de parentalización, y con la modalidad de intervención terapéutica; a su vez, comprender los logros terapéuticos obtenidos en el interior del campo intersubjetivo.
Desarrollar un instrumento de evaluación clínica que ponga en evidencia la complejidad de manifestaciones que se suscitan en una situación clínica que involucra interacciones maternopaterno-filiales y terapéuticas en los casos de niños pequeños con signos clínicos de autismo.
Los constructos anteriormente mencionados fueron operacionalizados en base a una técnica de evaluación denominada grilla IDEA R/K (Kaufmann, 2004). Este instrumento proporciona una descripción dinámica del contexto terapéutico. Evalúa correspondencias y complementariedades entre las conductas del niño, las de cada uno de sus padres y las del terapeuta.
Luego de las observaciones que hube realizado en diferentes escuelas, en una institución que brinda asistencia terapéutica a cincuenta niños autistas con la modalidad cognitivo-conductual (España, Palma de Mallorca), y en diversos hospitales públicos de la Capital Federal donde se trata a niños con autismo, a través de una orientación psicodinámica, planifiqué -durante el período comprendido entre los años 2000 y 2004, y en el contexto de mi consultorio privado ubicado en la ciudad de Buenos Aires- el estudio de niños pequeños con signos clínicos de autismo. Finalmente, la muestra incluyó a tres niños de entre dos y tres años con signos clínicos de autismo, susceptibles de encaminarse hacia un proceso autístico. Los criterios establecidos para dar este diagnóstico fueron tomados de la Clasificación Francesa de los Trastornos Mentales del Niño y el Adolescente (CFTMA-R-2000)11.Ninguno de ellos padecía trastornos comprobables, ni orgánicos, ni neurológicos, ni genéticos, según los estudios médicos que les fueron realizados en diferentes ocasiones. Se trató de niños derivados a atención en el transcurso de sus tres primeros años de vida, cuyos padres aceptaron y cumplieron por más de dos años el dispositivo terapéutico por mí realizado y propuesto, de modo de poder ponerlo a prueba.
Los criterios de exclusión contemplaron a niños que desde el momento mismo del nacimiento fueron diagnosticados como autistas y presentaron lesiones neurológicas comprobables.
Por último, la muestra incluyó a aquellos padres dispuestos a afrontar el tipo de tratamiento en cuestión y que además no presentaran trastornos psiquiátricos, enfermedades neurológicas severas, ni se encontraran gravemente enfermos.
Fue estipulada una frecuencia de trabajo semanal para las sesiones a las que concurría el niño, alternativamente una vez con la madre y una con el padre. Ambos padres juntos, y sin el hijo presente, participaron de entrevistas con la terapeuta en forma mensual.
El marco en el que fue llevado el tratamiento estuvo orientado a brindar al niño un espacio terapéutico donde, en presencia de sus padres, cobrara sentido el despliegue de su actividad representacional y, a los padres, un espacio terapéutico en el cual recibieran construcciones e interpretaciones acerca de las representaciones que, consciente o inconscientemente, habían ido construyendo a cerca su hijo. Además, un lugar que permitiera movilizar en ellos identificaciones que se encontraran al servicio de generar empatía con el niño.
Como se verá más adelante, el impacto de las intervenciones fue evaluado a través del estudio de tres constructos: relación social, mentalización y simbolización.
Las estrategias seleccionadas para construir los datos que dan cuenta del avance de los niños se listan a continuación e incluyen tanto la secuencia de las distintas etapas del tratamiento como las distintas técnicas y modalidades.
Las primeras dos entrevistas iniciales con los padres del niño.
Las cuatro sesiones clínicas correspondientes al primer mes de tratamiento.
La génesis de un juego paradigmático en cada uno de los pacientes: a lo largo del despliegue del juego se tomaron en cuenta los diferentes momentos que coincidieron con los giros importantes producidos en la subjetividad del niño y de los padres, y en las intervenciones de la terapeuta.
El desarrollo del juego fue analizado a través de registros surgidos pos sesión y a partir de materiales heterogéneos: fragmentos de teorías, intuiciones, sensaciones, hipótesis en niveles rudimentarios, acontecimientos significativos sobre las producciones psíquicas del niño y de cada uno de sus padres, primeras asociaciones en atención flotante.
Fueron registradas, en cada caso, las reflexiones surgidas desde construcciones teóricas o desde la intuición clínica y, en ocasiones, a raíz de los restos transferenciales enriquecidos por el propio análisis de la terapeuta.
Fue utilizado el Algoritmo David Liberman o ADL12 para validar los resultados obtenidos a través del IDEA13 y de la grilla IDEA R-K14,a fin de establecer relaciones entre los padres de niños con autismo que estaban recibiendo tratamiento con orientación psicodinámica y aquellos que no, pero buscaban otros modos de enfrentar la problemática del hijo. También se escogió trabajar con un estudio de validez concurrente15 con la expectativa de que los resultados obtenidos de la aplicación del ADL, armonizaran con los obtenidos a partir de la aplicación de la grilla IDEA R-K en el estado inicial del ejercicio de la parentalidad de los padres de los casos que conformaron la tesis reseñada en el presente artículo.
Al mencionar el tema de la vulnerabilidad en el desencadenamiento del trastorno autista no solamente se hace referencia a posibles aspectos innatos, también se consideran que en los avatares de la constitución psíquica durante los primeros tiempos de vida hay elementos que producen perturbaciones en la activación de la sensibilidad hacia la comunicación entre el niño y sus padres. Esto es así, por ejemplo, si se contempla la posibilidad de que el niño genera formas de interacción propias de su predisposición al aislamiento, y los padres se ven afectados porque el hijo no los demanda, demanda poco o está poco apegado afectivamente. Se sabe que esta modalidad de vinculación afectiva del niño produce modificaciones en la experiencia de la parentalidad16.
Para enmarcar los fenómenos que contribuyen a la activación de la sensibilidad hacia la comunicación entre el niño y sus padres en el momento que el autismo puede aparecer como patología, tomamos como marco referencial los ejes interteóricos que surcan el estudio de la conciencia originaria, ligada a los inicios de la subjetividad que Freud describe en “Proyecto de psicología para neurólogos”17.
En este contexto de interpretación, desde el horizonte del narcisismo en sus dos vertientes, por un lado los destinos de la libido, y por otro, las identificaciones, Freud considera que el infans realiza movimientos psíquicos que implican tanto el primer acto de subjetividad como el inicio de la motivación por el establecimiento de relaciones intersubjetivas. Aparecen en este tiempo las vicisitudes que marcan la relación del niño con las figuras de crianza y el contexto ambiental en el cual se lleva a cabo o no la satisfacción de las pulsiones, por lo cual dirá Freud(1895), cuando se refiere a la vivencia de satisfacción, que la intervención de una acción específica llevada a cabo por la asistencia ajena en el mundo exterior es lo que le hace posible eliminar el estímulo endógeno que provoca displacer, y que al pasar de una experiencia de dolor a una de satisfacción el infans transforma la cantidad en cualidad capaz de desarrollar el matiz afectivo como conciencia inicial. Los requisitos para que esto se haga posible “tienen que ver con la estructura económica y neuronal, otros corresponden a los vínculos con los progenitores, sobre todo la madre” Maldavsky.18
La vitalidad que este encuentro contiene se refuerza por los procesos de identificación primaria que Freud19 sitúa como el primer enlace afectivo con el otro. De ahí que la articulación de la noción de la conciencia originaria con el proceso de identificación está en relación con la transformación que sufre el aparato psíquico respecto del surgimiento de un nuevo sujeto: el yo alcanza a través de ella el sentimiento de sí.
Desde esta perspectiva, el narcisismo primario entendido como efecto del narcisismo parental, es de fundamental importancia para entender la identificación del yo con esa imagen especular idealizada en la que se apoya el sujeto para lograr una imagen unificada de sí mismo e ir conformando la trama que transforma alinfans en un semejante humano.
En consecuencia podemos plantear sintéticamente que, gracias al sistema narcisista parental los progenitores se inscriben en el psiquismo del infans ligando las pulsiones y dando lugar a las identificaciones primarias, permitiéndole de ese modo abandonar la pasividad. Por ejemplo, cuando el bebé llora la madre, en virtud de su sensibilidad materna se imagina que tiene hambre y acompaña el acto de alimentación con caricias, palabras etc. de modo que el dolor provocado por el hambre no quede desligado del afecto que lo produjo ni de la representación que le dio sentido. De este modo, mientras los padres atribuyen un significado a las manifestaciones del niño (sostenidos en la habilidad de reaccionar como seres humanos separados) se facilitan las inscripciones y transcripciones de un sistema psíquico a otro. Así se inaugura la posibilidad de intercambio humano (a través de representaciones) y se generan las proyecciones maternas que posibilitan la integración psíquica del bebé, el prerrequisito de su humanización tal como lo describen: Winnicott20 en el concepto de “funciones maternas”, Bion21 como “capacidad de reveriè”, la Teoría del Apego22, a través de la noción de respuesta sensible y Maldavsky23 en el concepto del “yo-cuerpo.”
Sin embargo, estos movimientos psíquicos pueden verse obstaculizados y por lo tanto producirse fenómenos ligados a la clínica de la claudicación de la conciencia originaria. En este mismo sentido Maldavsky plantea que en los pacientes con autismo falta un tipo particular de investidura de la conciencia originaria ligada al universo sensorial, y como consecuencia de ello lo anímico queda empobrecido, carente de un universo representacional y simbólico, por lo tanto los acontecimientos carecen de significatividad y adquieren un carácter hipnótico, al modo de las figuras vagas que Tustin24 describe como formaciones gracias a las cuales el niño autista se tranquiliza, se aísla.
Estas afirmaciones nos abren el interrogante de qué tipo de procesos psíquicos se ponen en juego en un padre que no recibe respuestas recíprocas por parte de su hijo, como en el caso de niños con autismo, o al momento de poder tolerar la herida narcisista que significa tener un hijo que no lo convoca y nos sugieren profundizar en el contexto del fenómeno del narcisismo para comprender los procesos intersubjetivos en tales circunstancias. Precisamente porque los niños con autismo por su predisposición a no estar dispuestos cuando son requeridos, producen distintos tipos de reacciones en los padres, generalmente vinculadas a no poder responder empáticamente a las expresiones emocionales del niño.
” Recuerdo que a los doce meses dejó de pronunciar “mamá” y “papá” y al mismo tiempo desviaba la mirada cuando nos acercábamos a él, parecía no escucharnos cuando le hablábamos, se ponía rígido y lloraba cuando lo levantábamos en brazos…… Nos dijeron que Lucas era autista y que por su problema no entendía cuando intentábamos calmarlo o jugar con él, y que tal vez nunca lo haga porque lo que le pasaba era una enfermedad orgánica que no tiene cura. Finalmente con mi marido lo dejábamos en la cuna. Ahí se entretenía solo, hablaba en una jerga que nadie entendía, miraba los móviles…. Yo me sentía muy sola…, no sé…, no me pasó así con mis otros dos hijos…son muy distintos”
Por lo relatado, podemos inferir clínicamente que:
Cuando la madre se identifica con la falta de demanda del hijo, se aleja de él, y recíprocamente presentan dificultades en el establecimiento de relaciones intersubjetivas.
La degradación o pérdida del lenguaje y otras funciones que Lucas había comenzado a adquirir con intención comunicativa acontecen en virtud de la dificultad de los padres en advertir sus señales( intentos de comunicación, deseos, necesidades). Etc.
Primer momento del trabajo clínico. Tomi es derivado a la consulta a la edad de dos años y medio con diagnóstico de autismo .A pesar de su corta edad el niño ya presentaba signos clínicos de autismo: hasta los dieciocho meses tuvo una evolución recordada como “normal”, luego de la cual comentan que dejó de requerirlos y pronunciar algunas palabras que había adquirido, caminaba en puntas de pie, no dirigía la mirada a la cara de ninguna persona, no mostraba una actitud de escucha cuando le hablaban, se levantaba a la noche ,abría la alacena de la cocina para sacar las tapas de las ollas y hacerlas girar luego de lo cual lo encontraban a la mañana siguiente durmiendo en el piso, no jugaba mostraba interés por jugar con las personas y era muy restrictivo al comer.
Una de las primeras entrevistas padre hijo: Juego del “cachorreo”.
El único modo del padre de obtener alguna respuesta recíproca de Tomi durante las primeras sesiones, fue a través de un juego que denominé del “cachorreo” por las similitudes en sus manifestaciones, con las que despliegan los animales con sus crías: abrazados, balanceando el cuerpo mientras movían constantemente las piernas parecían confundirse en un solo cuerpo. Sus vocalizaciones sin ligarse a ninguna palabra acompañaban el ritmo de los movimientos al modo de una pura descarga motriz que parecía quitarle todo sentido al encuentro entre ellos. El padre operaba en forma mimética sin mediar entre ellos un trabajo de pensamiento, con lo cual dicha actividad, no se transformaba en juego. Mis intervenciones enfocaban la posibilidad de producir ese pasaje, creando sistemas simbólicos a través de restituirle cierta significación a las escenas que desplegaban. Fueron recibiendo el aporte de mis fantasías: éramos perros, tigres o gatos que aparecían, desaparecían, gruñían, hablaban etc. volviéndose para ellos tan esencial la realidad transferencial, que el padre continúa el juego iniciado por mí para aportar o restituir posibles sentidos y Tomi se detiene por primera vez a mirarme a los ojos intentando sostener la cadena del discurso. La imagen, imaginarización extrema, representación del cuerpo en movimiento se convierte en puestas en escenas de mis fantasías, que como primer paso para la simbolización humana25, introduje en principio como intermediaria, entre ellos, y entre ellos y el mundo.
Un mes después. Primera variación del juego del “cachorreo”.
Con la intención de introducir un mediador que posibilite salir del cuerpo propio al objeto (juguete), incluyo espadas construidas con piezas de un juego de encastre, dentro de los movimientos y gesticulaciones del juego “del cachorreo”. En esa ocasión observo que puede modificarse el carácter repetitivo de lo que se presentaba como pura descarga motriz. Tal como está presente en Freud 26 cuerpo y símbolo se organizaron con y desde el semejante articulando sentidos. Se inaugura así en nuestro escenario el “juego de la lucha”. En este juego de roles con alto contenido emocional, las posiciones que Tomi asume con el cuerpo como un verdadero gladiador atacando y defendiéndose de los embates que le propone el padre, adquieren el valor de producir un efecto en el otro. Pude observar que este juego se convirtió en una fuente de placer y satisfacción compartida en el interior de un contexto en el que se alternaban situaciones de placer /displacer. Aunque testimonio de que fracasa el acto de la represión, es que el juego por momentos tiene características tan brutales que las espadas se rompen, los cuerpos se enredan permanentemente y Tomi no puede parar de lanzar patadas.
Durante este corto lapso del proceso terapéutico el niño ofreció un ejemplo de que es posible desplegar un trabajo de juego bajo determinadas condiciones de humanización, dado que en la experiencia de la transferencia, muy rápidamente, aquello que parecía una simple descarga motriz se transformó en un juego. Con lo cual cabría preguntarse si no estaba presente en la acción “del cachorreo” ciertos índices progresivos de despliegue simbólico: puestas en escenas de lo incomprensible que le resultaba, al niño el mundo, y al padre, el encuentro con un hijo que no responde cuando lo convoca. Este punto de vista me hizo reflexionar acerca de si es posible restringir la categoría de autismo a la ausencia o inhibición de la capacidad de simbolización o si el problema es que hay simbolizaciones, pero éstas no operan en el plano del lenguaje y la comunicación bajo los términos que posibilitarían los modos semióticos de la inteligencia.
Segundo momento de trabajo clínico. Un año después es posible detectar un cambio importante del juego del cachorreo .Se trata en esta próxima viñeta clínica de señalar el modo en que el padre de Tomi, previos movimientos de identificación con aquellos aspectos míos que tenían éxito con el niño(por las respuestas que yo obtenía de él ), se hace cargo de realizar articulaciones simbólicas modificando el destino del juego que realizaban en el sentido de incluir los efectos que sobre uno mismo y los demás produce golpearse y ser curado.
Durante la sesión Tomi estaba manipulando “cubos de madera” como si fuesen personajes. Toma uno de ellos y dice:” Es Laura” (así se llama su hermana) y la coloca sobre un auto, luego toma otros tres y señalándolos dice,” Tomi”, “mamá”, “papá”. Luego desplaza el auto por el suelo y al caerse un cubito, muy sobresaltado dice: “se cayó Tomi”. El padre lo recoge y lo coloca en su mano. Mientras lo va acariciando exclama:” Pobre Tomi! se cayó, le duele! , sana, sana.” “Antes de finalizar la sesión el niño acongojado me comenta: “Mateo lloró”. El padre lo mira serio y le dice: “Lloró porque le pegaste” Intervengo recordando el relato que le hizo la maestra a los padres de aquel episodio y señalo: “Le pegaste porque cuando te acercaste a jugar, él te empujó y eso no te gustó. Tal vez ahora pienses que tu empujón le dolió y estás preocupando por él.” Tomi miraba atentamente a los ojos mientras se iba tranquilizando. Parece que el encuentro en su juego con un padre que lo calma cuando se lastima, le evoca la escena de la pelea con su compañero y la angustia que sintió luego de pegarle. El tema de la evocación y la posibilidad del recuerdo me parece que inaugura en el niño un tiempo psíquico capaz de albergar su historia y entiendo que va necesitando una significación de lo que le acontece, y que en cuanto cuestiones existenciales forma parte de su privacidad y lo asumo. Propongo entonces modificar el encuadre de trabajo y continuar con sesiones con el niño sin los padres presentes. Además considero que la posibilidad de que los padres no estén presentes permite poder evocarlos, y que esto abre la posibilidad de un espacio de ausencia/presencia necesaria para continuar los movimientos psíquicos iniciados.
Tercer momento del trabajo clínico. En nuestro primer encuentro a solas Tomi ya tenía cuatro años. Ese día mientras mira los juguetes de un canasto, se detiene en el auto más chiquito y mostrándomelo dice: “¿Te acuerdas cuando era pequeño me compraste ese autito? Cuando eras mi mamá.” Menciono entonces:” Tú venías acá a jugar cuando eras chiquito con tu mamá.” Tomi enojado contesta: “¡Tú eras mi mamá, mentirosa! ´”. Recordando la conjunción que acontecía en esa imagen del juego del cachorreo en sus distintas versiones dada en gestos, movimientos, vocalizaciones , es desde donde organicé la percepción en lo que me competía como traductora del sentido de ese juego, y recordando también entonces la angustia y el descontrol en tanto estaba confundido fundido en el cuerpo de los otros le digo: “Lo que pasa es que cuando empezaste a venir, sentías que no existías , que estabas muy confundido, por eso sientes que conmigo naciste como persona y me dices que era tu mamá.” Tomi sin titubear contesta:” Yo nací en mi casa.” Y sin titubear en esta secuencia asiento: “Sí, pero acá naciste como persona. Antes no entendías qué te pasaba, no podías pensar”.
Unos meses después. Tercera variación del juego del cachorreo
Dispuesta a seguir escuchando lo que Tomi me iba proponiendo, la nueva versión que asume su juego me resulta más que significativa a la hora de reflexionar acerca de las determinaciones en el autismo. En esa oportunidad Tomi privilegiaba el juego de la lucha manipulando distintos soldaditos. Las escenas transcurrían una y otra vez de la misma manera: un soldadito, aquel que tenía una mancha roja en la pierna, caía y él mientras me lo alcanzaba exclamaba” ¡está muerto, cúralo!” Yo, encarno jugando rol que me otorgó y hago lo que me pide. Como venía pensando en las articulaciones simbólicas que desencadenaron este juego y en vistas de una resignificación en el interior de su tratamiento, cuando me trae el soldadito le pregunto: “Por qué lo puedo curar yo?” Sin dudarlo me responde:” Porque sos la doctora que cura de la muerte cuando uno está muerto.” Pienso que si esto pudo ser inscripto, es que se han puesto en evidencias , tal como lo describe Betelheim27,angustias de muerte psíquica muy intensas, y frente a ellas, las distintas transcripciones que asumió el juego del cachorreo implicaron la posibilidad de una modificación del proceso representacional .
De este modo cuando yo le interpreto que morirse es no poder entender , no pensar y lo retomo en el sentido de que cuando no podía pensar era como estar muerto, introduje lo que entendí eran sus vivencias .Aquellas de las que padecen los niños autistas ante un mundo que se les torna hostil por lo incomprensible y del cual tienden a refugiarse en el más absoluto de los encierros.
Cuarto momento del trabajo clínico. A tres años de iniciado el tratamiento la experiencia transferencial de los problemas existenciales que se tienen en la infancia, como la vida y la muerte, vuelven literalmente en el niño como cadenas de sentido en sus últimas versiones del juego del cachorreo. Es así como Tomi me propone jugar con los soldaditos. En la gestualidad del movimiento que emprende entre ellos uno cae derrotado y cuando intenta pararlo no lo logra porque éste tiene una pierna rota”¡Cúralo!”, me ordena .Un vez que dramatizo la escena donde curo al soldadito, Tomi lo toma e intenta pararlo, como no puede ponerlo de pie me dice apenado:” Se murió, ¿Qué hacemos? ¿Lo enterramos?” La eficacia simbólica de la muerte operaba en el discurso del niño y me convocaba con fuerza a dar testimonio que algo podía finalizar. Por tanto, tomo el soldadito abro el cajón del escritorio y lo guardo. Tomi sigue jugando y antes de irse a su casa, abre el cajón del escritorio y me pregunta: “No es cierto que los muertos no resucitan?”. Parecía seguir requiriendo de mi presencia como necesidad para aprehender la realidad, entonces digo “No, no resucitan”, él entonces dice “Entonces lo dejamos enterrado”, y cierra el cajón del escritorio. A la sesión siguiente mirándome con picardía de reojo, saca el soldadito del cajón del escritorio y lo coloca junto a los otros representando la lucha entre ellos. En un momento me lo trae diciendo, “este se lastimó, cúralo”. Yo tomo el soldadito y le digo, “¿Señor, usted no estaba muerto? Tomi con mucha naturalidad asumiéndose en soldadito contesta, “lo que pasa es que soy Franquestein”. ¿Y entonces”? Le pregunto. Muy decidido me contesta, “a Frankenstein le pusieron un cerebro nuevo y no se murió”.
Por lo relatado, podemos inferir clínicamente que:
Tomi habiendo pasado por vivencias de muerte psíquica y de aniquilamiento intelectual muy precoces, tiene la idea de que uno puede se puede morir, dejar de existir. Pero además tiene la vivencia de que es posible volver a la vida a partir de sentir que en el interior de la transferencia ha nacido con un “cerebro nuevo”. Por lo tanto, me pregunto, de ser ciertas las teorías que hablan de una carencia de teoría de la mente en los niños con autismo, tal como la plantean, ¿cómo pudo Tomi haber tenido un registro afectivo de lo que yo fui para él?”.
Luego del trabajo terapéutico realizado considero que si al ofrecerle a Tomi junto a sus padres un contexto de humanización diferente, fue capaz en un plazo breve de tiempo de abrir a través del juego el camino de la simbolización como espacio de significación y de elaboración de dichas vivencias, se puede hacer inferencias a doble vía :por un lado pensar en la existencia de fallas en la constitución de la actividad simbólica y no ausencia en niños con autismo, y por otro pensar que a pesar de la extrema indefensión en que se sienten sumergidos , en la trama que los sostiene se juegan los problemas existenciales de la infancia misma.
Cuando la disponibilidad representacional que tiene que crearse, jugarse, actualizarse en los niños con autismo se hace en su encuentro con los padres, se observan resultados terapéuticos en un plazo breve de tiempo.
A modo de recapitulación, en primer lugar se observa que la variable relación social-a través de la grilla IDEA R-K28 aporta los siguientes datos.
Existe una relación significativa entre el aislamiento del niño y las formas en que los padres ejercen la parentalidad. Por ejemplo, el pequeño no demanda a los padres ni responde a los requerimientos de ellos como esperan que lo haga, tampoco los comprende en sus intenciones; los papás dejan de demandarlo y de responderle como el niño anhela que lo hagan, y no lo comprenden en sus intenciones. En este sentido cabe destacar que los padres reproducen especularmente el aislamiento del niño y entonces el aislamiento se refuerza de modo recíproco.
Las intervenciones del terapeuta, significativamente complementarias a las desencadenadas entre padres e hijos (incluyen, por ejemplo, la actitud de erigirse como modelo de identificación), desencadenan respuestas empáticas recíprocas.
Esa modalidad de intervención terapéutica que organiza una forma de demanda capaz de provocar respuestas empáticas recíprocas, disminuye en padres e hijos el repliegue sobre sí mismos, cambia las condiciones que producen el despliegue de conductas correlativas a las del hijo, y hace ceder los signos clínicos de autismo del niño y redefinir en los padres la experiencia de la parentalidad.
En segundo lugar, la valoración del nivel mentalización, a través de la grilla IDEA R-K 29, contempla los siguientes tópicos.
Existe una correlación significativa entre la imposibilidad del niño de predecir estados afectivos y mentales y las formas en que los padres ejercen la parentalidad. Por ejemplo, el pequeño parece no poder descifrar las intenciones de sus papás, quienes a su vez no pueden imaginar lo que ese hijo siente y desea. Dicho en términos teóricos, los padres reproducen especularmente la denominada ceguera de mente30 atribuida al niño.
Las intervenciones del terapeuta resultan significativamente complementarias a las desencadenadas entre el niño y sus padres. Por ejemplo, interviene a partir de tomar en cuenta lo que el pequeño siente, piensa o desea y los efectos recíprocos de tales representaciones mentales.
Esa clase de modalidad de intervención terapéutica favorece el despliegue de procesos que posibilitan inferir y dar sentido a los afectos y pensamientos del otro, y disminuye el vacío que produce en niños y padres que sus respuestas no sean interpretadas; además, cambia las condiciones que producen en los padres el despliegue de conductas correlativas a las del hijo y, por lo tanto, ceden los signos clínicos de autismo del niño, y los progenitores redefinen la experiencia de la parentalidad.
En último lugar, la variable simbolización -a través de la grilla IDEA R-K 31 permite aseverar las proposiciones que siguen.
Existe una correlación significativa entre la imposibilidad del niño de constituir una trama representacional de los fenómenos psíquicos y las formas en que los padres ejercen la parentalidad. Por ejemplo, el pequeño presenta una manera particular de expresar simbólicamente el juego y los padres no actualizan su actividad representacional para enriquecer las escenas lúdicas.
Las intervenciones del terapeuta son significativamente complementarias a las desencadenadas entre el niño y sus padres. Por ejemplo, tiene que intensificar el uso del juego simbólico como forma de vinculación entre el niño y sus padres.
Ese tipo de modalidad de intervención terapéutica favorece el despliegue de procesos simbólicos en el niño y en los padres, y disminuye en ambos las acciones estereotipadas; cambia las condiciones que producen el despliegue de conductas correlativas a las del hijo y, en consecuencia, retroceden los signos clínicos de autismo del niño, y los padres redefinen la experiencia de la parentalidad.
En suma, emana notablemente una relación significativa entre las manifestaciones clínicas de los tres niños presentados en la investigación aquí reseñada y las formas de parentalización que ejercen los padres.
Además, el uso de la metodología de trabajo clínico propuesta da como resultado una nueva relación significativa, pero, esta vez, entre la modificación favorable de los signos clínicos de autismo de los pequeños y el inicio en los padres de respuestas empáticas a las manifestaciones de los hijos.
Consideramos relevante en la comprensión de los fenómenos ligados al autismo el eje de discusión que gira en torno a los modos de inauguración en el niño de un espacio psíquico capaz de albergar la posibilidad de intercambio humano a través de representaciones. Sobre este campo se intenta desentrañar un componente central cuya alteración diera cuenta del amplio conjunto de manifestaciones psicopatológicas que se observan (Choen, Leslie, Frith,1985, Frith,1991; Trevarthen,1993; Rivière, 2000). Sin embargo aún hoy subsisten interrogantes y puntos oscuros al respecto, por lo tanto ¿podría entonces pensarse que el hallazgo de una instancia con calidad de motor que impulsa el desarrollo específicamente humano constituya una respuesta única para la comprensión de la enorme diversidad de manifestaciones psicopatológicas del autismo?
Diferentes enfoques dentro de la psicología cognitiva intentan asumir esta explicación. Baron –Cohen Leslie ,(1985) y Frith (1991. consideran que este aspecto único podría ser la “teoría de la mente”32.
A estas apreciaciones Fonagy introduce el concepto de “mentalización” como un puente entre postulados cognitivistas y psicoanalíticos en tanto propone que las dificultades en la empatización promueven dificultades en la función reflexiva o mentalización(capacidad de pensar sobre los estados mentales de uno mismo y de los demás), y describe que este proceso de comunicación entre los padres y el hijo interviene en el desarrollo de los sentimientos y pensamientos del niño y que hacen base en un substrato orgánico. Por lo tanto se refiere a estados mentales subjetivos como la “mentalización”, tal como lo hacen los psicólogos cognitivos pero además, propone que dicho estado mental se genera por procesos vinculados a la imitación, imaginación e identificación, procesos que el psicoanálisis contempla en el reconocimiento de los pensamientos y sentimientos en uno mismo y en los demás.33
Otros autores como Rizzolatti (2004) ponen énfasis en que además del probable origen biológico de las dificultades que acarrea una falla en el sistema neuronal especular, dado el importante rol que tiene dentro de las capacidades cognitivas ligadas a la vida social, tales como la empatía y la imitación, existen dificultades que devienen de los tipos de intercambio que se establece con las figuras de crianza.
Así explicado en los orígenes, los fenómenos vinculados al aislamiento autista, las viñetas clínicas presentadas añade otras cuestiones a esta posición ya que pone énfasis en las dificultades de relación entre un niño con predisposición a presentar dificultades la “mentalización” y unos padres que, al no sentirse pensados por el hijo, recíprocamente tienen dificultades en imaginar los pensamientos de éste. De ahí que es posible plantear la hipótesis de que ambos- padres e hijo - carecen recíprocamente de una teoría de la mente. Además, en tanto el terapeuta parta de la condición orgánica del cuadro y no establezca una mediación simbolizante entre ellos, es posible pensar que el terapeuta también carece de una “teoría de la mente” acerca del niño.
En relación con los resultados obtenidos en la investigación que aquí se reseña, se destaca el hecho de haber hallado una línea muy clara en cuanto a la reciprocidad de los fenómenos emergentes en padres e hijos.
Ya se ha señalado que más allá de las historias libidinales de cada uno de los padres, la emergencia de signos clínicos de autismo en un hijo les produce diferentes tipos de desregulaciones afectivas: falta de resonancia emocional, desvitalización en el vínculo, formas miméticas de identificación, entre otras. También, que los signos propios del cuadro que presentan los niños generan particulares efectos en la subjetividad de sus progenitores.
Estas relaciones recíprocas dejan, entonces, diferentes clases de huellas. A continuación, son agrupadas y resumidas.
Huellas que imprimen los signos clínicos de autismo del niño en la subjetividad de los padres.
Estas huellas promueven formas de parentalidad vinculadas con la reproducción especular del asilamiento del niño y con la imposibilidad de poder descifrar sus intenciones. Ocurre que, como forma de defenderse ante el dolor narcisista de un hijo que no demanda, los padres se repliegan sobre sí mismos y cesan en la propia demanda. Dicho en otros términos, frente a la falta de demanda inicial cesan en la propia, en consecuencia, disminuye la demanda recíproca.
Huellas que imprimen los padres en la subjetividad del niño.
El impacto que produce en los progenitores el hecho de haber recibido como explicación que los síntomas del pequeño corresponden a un trastorno biológico que no tiene posibilidad de cura, promueve en el niño que se sienta incomprendido en sus necesidades y desmotivado para establecer relaciones empáticas, lo cual genera el incremento de su aislamiento inicial.
Huellas que imprime la metodología clínica de trabajo psicodinámico en la subjetividad de padres e hijos.
La naturaleza del trabajo clínico objeto de esta reseña, genera y suscita la restitución narcisística de sus protagonistas.
Los padres, en lugar de sentirse rechazados por el hijo, se sienten orgullosos de él. Esto resulta así porque las intervenciones del terapeuta operan para que se sientan vitales a partir de devolverles una imagen valorada de sí mismos donde verse reflejados como padres de un niño y no de un síndrome; modifican su sistema defensivo de modo tal que dejan de producir intercambios intersubjetivos patógenos para inaugurar modelos de relación empáticos.
En cuanto al niño, una vez que sus padres le devuelven una imagen de hijo deseado con la cual puede identificarse, redefine los elementos centrales de las primeras formas subjetivas de experiencia.
Por otra parte, en el análisis de las primeras etapas del tratamiento se comprobó que la modalidad clínica implementada incide favorablemente en la subjetividad del niño y la de sus padres. Esto implicó el hecho de haber podido identificar, en la tarea clínica, los elementos que hacen al niño vulnerable al autismo, más allá de los componentes biológicos del cuadro.
Lo señalado con anterioridad parece darse allí donde es imposible disociar lo que viene configurado genéticamente de lo que es constituido por la influencia ambiental. En mi opinión, supeditado al grado de compromiso orgánico, tema que excede los límites de esta tesis.
En definitiva, lo expuesto hasta aquí indica un cambio de paradigma en el que los fenómenos psicológicos del pequeño con autismo y sus padres, pueden entenderse como una conjunción de procesos bidireccionales causantes de un espacio psíquico particular que procesa la realidad interpersonal de una manera singular.
A modo de cierre se destaca que el trabajo de investigación aquí reseñado puede ser considerado una contribución al campo del autismo desde la perspectiva del pensamiento complejo, es decir contemplando los aportes de diferentes disciplinas.
Por último, se hace necesario volver a explicitar que la vulnerabilidad (genética, neurobiológica, metabólica, ambiental) a desarrollar un proceso autístico se refuerza o cristaliza cuando, por diversas circunstancias que atañen al ejercicio de la parentalidad, las dificultades de vivenciar la realidad emocional se incrementan de modo recíproco.
En consecuencia, se hace hincapié en que cuanto más precozmente se inicie un abordaje terapéutico psicodinámico los componentes neurofisiológicos que subyacen al desencadenamiento de un proceso autístico tienen mayores posibilidades de modificarse favorablemente, en virtud de que algo que no estaba instalado por sí mismo se produce luego de una intervención que contempla la participación de los padres en las sesiones clínicas del hijo.
Así, desde esta perspectiva, se erige como principal conclusión que los primeros signos clínicos de autismo del niño hunden sus raíces en las huellas que deja el universo de la intersubjetividad. Asimismo, que es posible revertir esos indicios cuando los padres superan las razones intersubjetivas que promueven dificultades en la subjetivación de un hijo inicialmente poco conectado con las relaciones empáticas.