Editorial
¿Sigue vigente hoy día la medicina basada en la evidencia?
La práctica de la medicina no es un proceso exacto y con frecuencia no es reproductible; esto hace que los profesionales de la salud nos encontremos la mayoría de las veces en situaciones de incertidumbre ante la toma de decisiones sobre nuestros pacientes y, por consiguiente, que no podamos asegurar de forma matemática su diagnóstico y el tratamiento. En la práctica de la medicina tradicional (MT) esta incertidumbre se aborda mediante el paradigma clásico de beneficencia y no maleficencia1, bajo un principio de ética moral de forma individual heredero del principio hipocrático de primun non nocere en el que el médico procura en su práctica diaria, realizar su trabajo lo mejor posible con el mínimo daño posible.
Esta MT se caracteriza por los siguientes hechos2:
Los conocimientos acerca del pronóstico de la enfermedad, el rendimiento de las pruebas diagnósticas y la eficacia de los tratamientos se reúnen a partir de las observaciones de la práctica diaria y de la experiencia personal, y este proceso es considerado válido para trasmitir los conocimientos. “La experiencia es un grado”.
El buen conocimiento se adquiere mediante una combinación de habilidad en el razonamiento lógico y el sentido común, que permiten interpretar de forma adecuada los signos de la enfermedad y elegir el mejor tratamiento. “La medicina es un arte”.
Los conocimientos se actualizan mediante los libros de texto y las revistas tradicionales, con artículos de “revisión de autor”, realizados por expertos de reconocido prestigio que marcan las pautas de la buena praxis.
Este paradigma clásico de medicina basada en la autoridad adolece de varios problemas:
La experiencia personal es difícil y larga de conseguir y frecuentemente se necesita un profesional más experimentado, “el maestro”, como consultor infalible, además requiere enfrentarse a todas las situaciones posibles ante una enfermedad para no errar. Aunque se realice de forma juiciosa y lógica esto no garantiza la mejor opción en la toma de decisiones.
La forma habitual de reciclaje mediante libros de texto se ha quedado obsoleta, ya que es incapaz de recoger la información científica de forma actualizada y a tiempo real, al igual que las “revisiones de autor”, que están realizadas de forma que la información contenida no está sistematizada ni valorada críticamente.
Existe una variabilidad en la práctica clínica (VPC) legítima inherente a la toma de decisiones en el campo de la salud, bien sea por las diferente presentación y evolución del proceso de enfermar, o la basada en la propia experiencia del profesional y en las preferencias del paciente1. Pero existe otra VPC llamada no legítima, que se consigue por la práctica de la MT, donde varios médicos, ante escenarios semejantes, actúan de forma muy diferente y donde un mismo médico, ante pacientes con la misma enfermedad, también actúa de forma diferente, todo ello de forma no justificada, lo que nos lleva a una toma de decisiones no correcta.
Para dar respuesta a las nuevas necesidades de salud de los pacientes era necesario cambiar el paradigma, que garantizara el análisis de la ingente información creciente, que ofreciera una sistematización y jerarquización de los conocimientos garantizando la mejor respuesta en los escenarios clínicos. Nace la medicina basada en la evidencia (MBE), mal traducida del inglés evidence como “evidencia”, cuyo término más correcto sería medicina basada en pruebas. Fue Gordon Guyatt quien utilizó el término MBE por primera vez en 1991 y posteriormente el Evidence Based Medicine Working Group sentó las bases en un artículo conjunto en el Journal of the American Medical Association (JAMA)3. Pero, se le debe al profesor David Sackett, tristemente fallecido en 2016, la definición de la MBE como “la utilización consciente, explícita y juiciosa de la mejor evidencia científica clínica disponible para tomar decisiones sobre el cuidado de cada paciente”4.
La MBE no abandona la competencia clínica individual, entendida como buen juicio y que el clínico adquiere con la experiencia, sino que la integra, y esto es lo novedoso y clave, con la mejor evidencia disponible a partir de una investigación sistemática. La MBE no es una religión ni una secta, es una forma de trabajar que garantiza una revisión de la evidencia disponible e intenta resolver de la mejor manera posible la ecuación entre lo “deseable, lo posible y lo apropiado” en un entorno sembrado de incertidumbre, variabilidad en la práctica clínica, sobrecarga de información, aumento de demanda y limitación de recursos5.
Siguiendo a David Sacket y Oxman6, la metodología de la MBE se basa en cuatro pilares fundamentales. A saber:
El clínico transforma sus necesidades de información en preguntas clínicas relevantes. Para ello se realiza una pregunta clínica estructurada que incluye: las características del paciente (paciente), la intervención factor de riesgo que se quiere analizar (intervención), la comparación y el resultado esperado (outcome), resumido en el acrónimo PICO7.
Identifica las mejores evidencias científicas mediante una búsqueda sistemática y jerarquizada en la bibliografía disponible8.
Realiza una valoración crítica de la validez y la importancia clínica de la evidencia encontrada9.
Aplica los resultados de la valoración a la práctica clínica10.
Adecúa su práctica clínica según la evidencia encontrada.
La MBE, a diferencia de la MT, donde a todos los artículos y estudios se les daba la misma credibilidad, jerarquiza la evidencia atendiendo a los distintos diseños epidemiológicos, adjudicándole distintos niveles de evidencia o grados de recomendación según su rigor científico, atendiendo a su validez interna o diseño válido y validez externa o extrapolación de resultados (el lector puede encontrar en este artículo de revisión los distintas clasificaciones que se han propuesto para la evidencia disponible11).
A partir de este momento se extendió la MBE como la pólvora. Comenzaron a realizarse diferentes iniciativas como la Colaboración Cochrane, organización internacional, independiente, sin ánimo de lucro, que ponía a disposición de los clínicos la actualización y divulgación de revisiones sistemáticas sobre los efectos de la atención sanitaria, convirtiéndose en unos de los pilares fundamentales de la MBE12. Las guías de práctica clínica (GPC), documentos elaborados normalmente a petición de los organismos sanitarios, como GuíaSalud en España13, SIGN en Escocia14, NICE en Reino Unido15, todas ellas con el mismo fin de ayudar a tomar las decisiones más apropiadas en circunstancias concretas. El programa Critical Appraisal Skills Programme (CASP)16 tiene por finalidad ayudar a los profesionales a realizar una lectura crítica de la bibliografía. Para ayudar a responder las preguntas clínicas paulatinamente se ha elaborado un banco con las respuestas que los profesionales realizaban según metodología de la MBE, son los critically appraissed topics (CATS) o temas valorados críticamente17. Por último, ante la cantidad ingente de información se crearon secciones dentro de revistas prestigiosas como la sección de Archímedes de Archives of disease in Childhood18, o revistas secundarias como Evidencias en Pediatría19, cuyo fin es presentar la bibliografía de calidad de forma estructurada y con metodología MBE para ayudar al profesional en la toma de decisiones diarias.
Es innegable que la metodología de la MBE, seria y rigurosa, aporta una credibilidad a la práctica habitual que antes no era conocida en la resolución de distintos escenarios clínicos. Esto ha hecho que las especialidades médicas, como las agencias de tecnología sanitaria, los gestores políticos y hasta la industria farmacéutica, se sumen al carro de la MBE y que se creara la marca “basado en la evidencia”. Aunque es indudable que la MBE presenta numerosas ventajas (Tabla 1)20, también debe reconocerse que no es la solución a todas las situaciones clínicas, de hecho, presenta varias debilidades ya apuntadas antes en un análisis DAFO de la MBE (Tabla 2)5.


Y son estas debilidades las que la han llevado a la tergiversación y abuso de la marca “basado en la evidencia” y a las críticas vertidas sobre la misma en los últimos años que han cuestionado su valor y su eficacia, preguntándose si la MBE está en crisis21. Esta supuesta “crisis” de la MBE vendría porque la marca “basado en la evidencia” está corrompida, porque sus principios y metodología se han malinterpretado. Analicemos con más detenimiento estos argumentos.
En resumen, la MBE ha supuesto un gran avance en la práctica clínica habitual respecto al paradigma de la medicina tradicional, disminuyendo la variabilidad clínica, promoviendo la autonomía de los profesionales y evaluando de forma crítica y jerarquizada los conocimientos para solventar y garantizar la mejor forma de llevar a cabo la toma de decisiones. Pero también se han mostrado sus sombras y debilidades, la falta de evidencia ante situaciones complejas (“la ausencia de evidencia no es la evidencia de la ausencia”), la manipulación de marca “basado en la evidencia” con fines comerciales o interesadas, y la “infoxicación” que nos invade. Es posible que a algunos les haya decepcionado por no cumplir los objetivos que se había marcado en un principio, y corremos el peligro, como se comenta en un artículo reciente del British Medical Journal24, de olvidar que el uso juicioso de la mejor evidencia implica que esta debe estar sujeta a juicio y que existe un peligro de “estandarización” de la asistencia que puede hacer que se olvide la vertiente individual, las preferencias del paciente e incluso puede llevarnos a proteger las acciones que pueden resultar dañinas.
Pero la solución no es denostar ni menospreciar ni sustituir la MBE, sino mejorarla. Quizás una solución sea la llamada “MBE real”, que considera la prioridad del paciente y necesidad de aplicar la evidencia disponible de forma individualizada, teniendo en cuenta las preferencias del paciente. La MBE tiene que ser un instrumento al servicio de la profesión y de los pacientes, ofreciendo a estos la mejor alternativa posible25.
El autor declara no presentar conflictos de intereses en relación con la preparación y publicación de este artículo.
CASP: Critical Appraisal Skills Programme
CATS: critically appraissed topics
GPC: guías de práctica clínica
JAMA: Journal of the American Medical Association
MBE: medicina basada en la evidencia
MT: medicina tradicional
PICO: características del paciente (paciente), intervención factor de riesgo que se quiere analizar (intervención), la comparación y el resultado esperado (outcome)
VPC: variabilidad en la práctica clínica.

