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RECHAZO DE LO FEMENINO
Rejection of the feminine
Anuario de Investigaciones, vol. XXV, 2018
Universidad de Buenos Aires

Psicoanálisis



Recepción: 30 Marzo 2018

Aprobación: 29 Septiembre 2018

Resumen: En esta etapa de nuestra investigación, intentaremos circunscribir lo que S. Freud plantea para nombrar lo que hace límite al análisis tanto para hombres como para mujeres: “Die ablehnung des Weiblichkeit”. Expresión que estamos traduciendo en el título de este trabajo como “Rechazo de lo femenino”. Sin embargo, es preciso hacer un recorrido semántico para dar cuenta de este concepto. Trabajaremos entonces lo que distintos autores plantean al respecto articulandolo también a la lógica significante, y a un más allá de dicha lógica, lo que nos permitirá situar en el horizonte la noción lacaniana de Letra, noción íntimamente ligada a la cuestión de lo femenino. Intentaremos entonces abordar la cuestión del uso de la letra en el análisis y en la escritura a partir de un recorte de un caso y en la escritura de Marguerite Duras y lo que Lacan plantea al respecto. Y el rechazo de lo femenino como lo que se le contrapone.

Palabras clave: Rechazo de lo femenino, Significante y Letra, Psicoanálisis y escritura.

Abstract: At this stage of our investigation, we will try to circumscribe what S. Freud suggests naming what limits the analysis for both men and women: “Die ablehnung des Weiblichkeit”. Expression that we are translating in the title of this work as “Rejection of the feminine”. However, it is necessary to make a semantic path to account for this concept. We will then work on what different authors propose in this regard, articulating it also to the significant logic proposed by Lacan, and beyond that logic, which will allow us to place on the horizon the notion of Letter, a notion intimately linked to the question of the feminine. We will then try to address the question of the use of the letter in the analysis and in the writing from in a fragment of one case and the writing of Marguerite Duras and what Lacan raises about it. And the rejection of the feminine as what is opposed to it.

Keywords: Rejection of the feminine, Significant and Letter, Psychoanalysis and writing.

Introducción:

La expresión que S. Freud plantea para nombrar lo que hace límite al análisis tanto para hombres como para mujeres es “Die ablehnung des Weiblichkeit”. La estamos traduciendo en el título de este trabajo como “Rechazo de lo femenino.”

Sin embargo es preciso hacer un recorrido semántico para dar cuenta de este concepto. Trabajaremos entonces lo que distintos autores plantean al respecto, articulándolo también a la lógica significante planteada por Lacan, y a un más allá de dicha lógica; lo que nos permitirá situar en el horizonte la noción de Letra, noción íntimamente ligada a la cuestión de lo femenino.

Intentaremos entonces abordar la cuestión del uso de la letra en el análisis y en la escritura, y por lo tanto del paso mas allá de l rechazo de lo femenino, a partir de un recorte de un caso y de la escritura de Marguerite Duras y de lo que Lacan plantea al respecto.

“Die Ablehnung des Weiblichkeit.”

En “Análisis terminable e interminable” (1937), S. Freud señala que hay dos temas que se presentan con especial preeminencia y proporcionan al analista una cantidad desmedida de trabajo; ambos temas ligados a la diferencia entre los sexos. Uno, característico de los varones; el otro, de las mujeres.

Aunque con diferencias en sus contenidos, hay cierta correspondencia entre ellos, precisamente porque se trata del tratamiento que para cada uno se plantea respecto de la diferencia entre los sexos.

Y son, precisamente, los temas que hacen obstáculo al análisis y a la posibilidad de su terminación.

Se trata, en la mujer, de la envidia del pene: una aspiración positiva a poseer un órgano genital masculino. Y, en el varón, de la lucha contra su actitud pasiva o femenina frente a otro varón, aquello que Adler denominó protesta masculina, y a lo que Freud prefiere llamar repudiación de la feminidad.

Die Ablehnung des Weiblichkeit: “Repudiación de la feminidad” en la traducción de López Ballesteros; “Desautorización de la feminidad”, en la de Amorrortu.

Se trata - afirma Freud- de un hecho notable en la vida psíquica de los seres humanos, de un factor estructural en la teoría psicoanalítica; pero que se presenta lógicamente de distintos modos para varones y mujeres.

Por su misma naturaleza, no puede ocupar la misma posición en los dos sexos.

En los varones, la aspiración a la masculinidad, sintónica con el yo promueve que la actitud pasiva sea reprimida enérgicamente, a tal punto que es a veces delatada por hipercompensaciones excesivas. Se trata, desde luego, de la no aceptación de la castración.

También en las mujeres la aspiración a la masculinidad es sintónica con el yo en cierto período -fase fálica- pero entonces sucumbe a la represión, y se produce lo que Freud nombra como logro de la feminidad, en una mujer. Un deseo apaciguado de un pene destinado a convertirse en el deseo de un bebé y de un marido que posea pene.

Sin embargo, Freud, señala que a menudo encontramos que el deseo de masculinidad ha sido retenido en el inconciente y a partir de su estado de represión ejerce un influjo perturbador.

Entonces, para ambos sexos lo que está en juego en el repudio de la feminidad, es la represión de la actitud apropiada para el sexo opuesto. Así la nombra Freud, creyendo evidentemente que tal actitud apropiada existe, a diferencia del planteo lacaniano de “No hay relación sexual”, es decir no hay proporción sexual. (Ni actitud adecuada, ni adecuación alguna).

Freud señala que es predicar en el desierto intentar persuadir a una mujer de que abandone su deseo de pene porque esto es irrealizable. Igual de imposible que convencer a un varón de que una actitud pasiva hacia los varones, no siempre significa la castración y es indispensable en muchas relaciones de la vida. Es esta, según Freud, una de las más intensas resistencias a la transferencia: Se niega a sujetarse a un padre-sustituto o sentirse en deuda con él por cualquier cosa, y por eso se niega a aceptar su curación por el médico.

Tampoco el análisis servirá para una mujer en el punto en que espere obtener allí el órgano masculino cuya ausencia le resulta penosa.

Es allí donde Freud sitúa la roca viva del psicoanálisis. La repudiación -o desautorización- de la feminidad puede no ser otra cosa, según Freud, que un hecho biológico. Una parte del gran enigma de la sexualidad.

Miquel Bassols, en “Lo femenino entre centro y ausencia”, plantea que Ablehnnung se puede traducir como desautorización, rechazo, pero también como declinación, desacuerdo, disentimiento, recusación, repudio, disconformidad. Y señala que Freud opera un desplazamiento de la protesta masculina (término propuesto por Adler), hacia una suerte de desautorización de lo femenino, un rechazo de la feminidad, situable para ambos sexos.

También nos aporta que ya en “Una neurosis demoníaca en el siglo XVII”, en 1923, Freud había usado el término “desautorización de la actitud femenina” abordando el rechazo de lo femenino como consecuencia de la revuelta frente a la castración, lo cual encuentra su expresión mas intensa en la fantasía opuesta, la de castrar al padre mismo, “hacerlo mujer”.

En “La condición femenina” (2011), Marcelo Barros establece el par “Ablehnnung- Anlehnung”.

Se trata de pares opuestos: “Anlehnung” significa apoyo, apuntalamiento; y se usa, por ejemplo, cuando “nos apoyamos” en un objeto de la realidad para hacer un dibujo. Entonces, “Ablehnnung”, es repulsa, pero también ofrece el matiz de aquello que nunca sería tomado como modelo sobre el cual apoyarse. M. Barros propone entonces que precisamente la feminidad corporal, en tanto no ofrece apoyo a la función significante, resulta rechazada por dicha función. Es decir, que hay una doble dirección del rechazo: La función significante rechaza significar lo femenino; y, a la vez, hay algo en lo femenino que rechaza el ser identificado, atrapado por el significante. La feminidad, como Otra absoluta, no admite siquiera la duplicación operada por el espejo; allí todos los problemas para “hallarse” en el espejo.

En “No hay un soy mujer”, reportaje que le realizan en junio de 2016, Graciela Brodsky retoma la cuestión de la “desautorización de lo femenino”, planteada por Freud:

“Se trata del término que Freud utiliza para dar cuenta del límite del análisis tanto para hombres como para mujeres cuando éste es concebido en torno a la lógica que articula el falo y la castración. Lo femenino se revela entonces para Freud, como el obstáculo que hace al análisis estructuralmente interminable, más allá de las contingencias de su finalización.

Respecto de lo femenino, lo que falla es la identificación. A falta de un significante que permita formar la clase de las mujeres, sólo queda o bien apropiarse de los semblantes que cada época provee para definir qué es un hombre y qué es una mujer, o bien la invención de una solución singular para arreglárselas con un goce que atañe al cuerpo y que no está regulado por el falo.

En la medida en que no hay un significante que nombre lo femenino en tanto tal, no se trata de que lo femenino rechazado advenga en el análisis, como sería el caso si hubiera estado reprimido. Lo femenino es el nombre del “no todo” fálico, y no hay norma que prescriba qué sesgo tomará éste en cada caso”.

Es decir, que Brodsky está situando lo femenino en relación a lo que sobrepasa la lógica significante, la significación del falo. Tal como lo plantea en el Seminario 20, Lacan: La barra sobre el significante La mujer, en tanto no existe como La, sino una por una. Y en esa perspectiva la posibilidad de que esté en relación al falo, pero también a lo que queda por fuera del alcance de la significación fálica: Alteridad radical, s(A/). Un goce que queda por fuera del campo del tener.

Además Brodsky está señalando que en tanto lo femenino no es abordable por la significación fálica, no se trata de algo del orden de lo reprimido a advenir en el análisis. Con lo cual el estatuto del rechazo de lo femenino es de otro orden, de otra especie…

La propuesta de Brodsky es entonces que autorizar lo femenino, en vez de rechazarlo o desautorizarlo, implica autorizar la invención, la creación, el saber hacer con el goce en tanto tal. Si no hay significante en el cual apoyarse para esta invención, sólo queda el autorizarse en si mismo. Y esto cada vez:

“Toda la cuestión, a mi entender, es qué implica “ese en sí mismo”. Lacan usa la expresión para el analista, del cual tampoco hay una definición para todos. ¿En qué se autoriza el analista para ocupar su lugar si no es en un título? Mi hipótesis es que se autoriza en su síntoma. No se trata de que analiza con su síntoma sino que el saber hacer con lo irreductible de su síntoma es lo que le permite ocupar su lugar. ¡Ojo!, el saber hacer no quiere decir abstenerse de utilizarlo, quiere decir, por el contrario, hacer un uso advertido de él. Puesto que no es eliminable, solo queda usarlo para lo mejor”.

En estas breves líneas, Brodsky consecuente con la última enseñanza de Lacan, sitúa lo que Freud designa como obstáculo que hace tope a la posibilidad de la interpretación para un análisis terminable, en términos de un uso posible. Lo que en el planteo freudiano era un tope, se vuelve ahora posibilidad. Autorizar lo femenino de sí, ligado entonces a un autorizarse en si mismo, en el propio síntoma -ya irreductible por interpretación alguna- pero en un uso advertido de él. Ya no interpretación, sino Uso.

Si el rechazo de lo femenino hace obstáculo a la posibilidad del fin del análisis, autorizarse haciendo uso del síntoma es lo que arroja como saldo el final.

Podemos pensar también que ir desbaratando las identificaciones del sujeto en el análisis, necesariamente bordea la particularidad señalada respecto de lo femenino y lo imposible de identificar. Independientemente de que se trate de un varón o una mujer.

Retomaremos luego esta cuestión para ligar a lo femenino, lo irreductible del síntoma, y la cuestión de la letra, con un recorte de un caso clínico.

En “Ser hombre, ser mujer. Lo que se tambalea en el siglo XXI”, Mercedes de Francisco señala que Freud, al final de su vida y en los últimos textos que escribió, llegó a la conclusión de que para ambos sexos emergía el rechazo a lo femenino:

“A partir de aquí Lacan hablará más claramente; hablará de posiciones que se derivan de la diferencia de los goces, el fálico y el femenino, al que correspondería una lógica no-toda que no puede quedar absorbida en el lenguaje y en la significación. Que conecta con el imposible de decir, de escribir. No existe un ser que hable que no esté bajo la lógica fálica, que está íntimamente anudada al lenguaje, pero no todo en el ser parlante queda subsumido en esta lógica. Esto implica poner en cuestión un saber absoluto, la ‘norma macho’, el para todos, el predominio del universal. Y por tanto, hacer existir una lógica de la inconsistencia, de lo más singular, del uno por uno. Una lógica que horada el muro que separa al hombre y a la mujer… que resiste a la tendencia al racismo, la segregación”. (De Francisco Vila, 2018)

Señala Mercedes de Francisco Vila, que tanto para el hombre como para la mujer se trata de como resistir al rechazo de lo femenino. Porque cualquiera, tanto el hombre como la mujer tienen que vérselas con este rechazo:

“En cualquier caso, la historia demuestra que portar un cuerpo de mujer es en sí mismo ‘un riesgo’ pues hace presente el vacío y el goce en todo el cuerpo”.

En el Seminario “Donc: La lógica de la cura”, J. A. Miller lee el “Ablehnung des Weiblichkeit” no sólo como desautorización de la feminidad, sino como un “no querer ser una mujer”.

Salvo cuando lo que hay es empuje-a-la- mujer (psicosis) - afirma Miller-, puede que lo que haya, sea empuje-al-hombre, el querer alcanzar la masculinidad. Lo que decíamos que Freud señala como deseo de masculinidad en “Análisis terminable e interminable”.

Por otro lado, más allá de que las contingencias anatómicas implican consecuencias, es claro que lo femenino no es privativo de ningún género.

Miller afirma que en una primera transcripción de la problemática freudiana, Lacan traduce el rechazo de la feminidad por la identificación fálica. Entonces podemos ir oponiendo feminidad e identificación. Será eso lo que tendrá que “tocar” un análisis.

En “El misterio del cuerpo hablante”, Araceli Fuentes, afirma:

“La femineidad para Lacan se sitúa precisamente en este goce del que nada se puede decir y que no sirve para identificar a la una mujer como tal. Mientras el goce fálico identifica a un hombre, un hombre siente su masculinidad a resguardo en el orden del tener: tener una bella mujer o un coche de lujo lo identifica como hombre. Sin embargo, el goce del Otro no identifica a una mujer como tal, en tanto es un goce excluido de las palabras, puede angustiarla, sobrepasarla, extraviarla, o hacerla sentir una voluptuosidad que es un bien en segundo grado, afirma Lacan, pero que no permite construir un modelo simbólico de la femineidad. Lo que el psicoanálisis descubre de la femineidad, no es simbólico, es real”. (Fuentes, 2016).

Por eso es que se las quiere educar, se las desconsidera, se las difama. (Recordemos el, juego significante señalado por Lacan en el Seminario Aún entre dit femme y difamar).

En la conferencia “La libertad del loco”, Fabián Naparstek establece un parangón entre el horror a la locura y el horror a lo femenino. También el horror al amor. Y el coraje que hace falta en todos los casos para abordarlos:

“La idea de Foucault es que como uno se angustia ante el loco, lo mejor que han encontrado con el loco es encerrarlo. Y encerrar al loco es una manera, quiero decir al loco en su generalidad, -habrá que ver cuándo conviene o no que una persona tenga una internación-. Pero encerrar al loco, dicho de esta manera como única respuesta ante la locura, ha sido una manera de maltratar al loco. Lacan lo retoma en este punto y pone el desafío de cómo vamos nosotros los psicoanalistas a enfrentar al loco.”

Naparstek establece entonces un parangón entre el horror a la locura y el rechazo de lo femenino:

“En Freud, de alguna manera también hay algo de esto, quizás no está tan indicado respecto de la locura, sí especialmente de lo femenino, cuando Freud habla del horror a lo femenino. Y hay que decirlo, hay un aspecto de lo femenino, según Lacan, que se separa del Otro, cuando Lacan dice que la mujer es no-toda. Es decir, no-toda está tomada por el Nombre del Padre, por los ideales, por el Otro. Y de hecho hay todo un trabajo de ligar algo de lo femenino con la locura. Y hay que decirlo en este sentido, que el Nombre del Padre ha encerrado a la locura, y ha encerrado a la mujer. Quizás sea fuerte decirlo así, pero a esta altura de los acontecimientos hay que plantearlo en estos términos. Que la figura de lo femenino de la época victoriana es una mujer encerrada. Una mujer que no decidía su vida, una mujer que se dedicaba a una tarea muy específica de la casa, encerrada en la cocina, encerrada en su casa sin poder salir de ese lugar. Es decir que el Nombre del Padre ha generado también una mujer encerada. (…) Y quiero decir que así como se ha maltratado a la locura, se ha maltratado a la mujer. E implica en términos de Freud una posición ética frente a lo que se escapa del Nombre del Padre, que es qué hacer o cómo bien-tratar a la locura y a la mujer. Y Freud no duda de hablar, Lacan lo retoma, del coraje. Ahí hay una bipartición entre lo que podríamos llamar el coraje y la cobardía. Quiero decir que esta la cobardía si se puede llamar así, la cobardía macho, de lo que han enseñado como macho, de maltratar a la mujer al punto de hacerla desaparecer, de tratar de destruirla.

Y a la vez Freud ubica en el horizonte, otra locura, que es la locura del amor. Porque Freud no dudó en pensar que el amor es una locura. Pero es una locura que quizás permita hacer algo diferente respecto del Otro sexo.

Señalamos entonces que lo femenino queda rechazado tanto por hombres como por mujeres. Que la significación fálica no alcanza para abordarlo y que a la vez lo femenino resiste toda significación. Precisamente por eso se lo tiende a encerrar, porque cuesta soportar aquello que no se deja ceñir y que se presenta como enigmático. Entonces en ese límite ya no se trata de la lógica significante y de lo reprimido y su retorno. Entonces ya no se trata del horizonte de la interpretación, sino del encuentro con lo irreductible de la letra y su uso posible. La apuesta es entonces al coraje. Coraje con la locura, con lo femenino, con el amor. La cobardía es rechazo de lo femenino, locura de la lógica macho por temor a feminizarse. Retomaremos esta cuestión.

La lógica del falo y la alteridad radical

En “Posiciones femeninas del ser”, al hacer una lectura de “El atolondradicho” de J. Lacan, Eric Laurent propone que hay un lazo entre la posición femenina y la estructura de la letra.

Si el falo como significante, distribuye las modalidades de la castración para ambos sexos; la letra plantea otra lógica, que no es la del significante, ni la de la significación fálica. Se trata entonces de circunscribir un goce que es no todo, en tanto excede la función fálica. Ya no se trata de falo o falta.

Si el falo es lo que obtura la posibilidad de gozar del cuerpo del Otro (tal como afirma Lacan en el Seminario 20), podemos decir que para poder hablar del Otro sexo, de lo femenino, fue necesario que Lacan dejara de hablar del falo. Es decir que el falo es también un obstáculo para hablar de lo femenino. Estamos ante una paradoja ya que hablar, pone inevitablemente lo fálico en juego. No podemos hablar sin pasar por el remolino de los significantes, de la siginificación fálica…y a la vez decimos que el falo obstaculiza situar lo femenino, y que lo femenino es imposible de ser dicho.

Se teoriza de acuerdo a cómo se goza porque es el goce el que le da sostén al saber. Creer en el padre y creer en el falo son entonces un límite para Freud a la hora de preguntarse por lo femenino.

Podemos decir entonces que Freud mismo avanza en su teoría hasta arribar a la roca viva, y a la pregunta por lo terminable o interminable del análisis, sostenido y a la vez condicionado por su propio tratamiento del rechazo de lo femenino.

Podemos decir que hay modos de sufrimiento femeninos y modos de sufrimiento masculinos, independientemente de la anatomía. De hecho, como Lacan señala en varias ocasiones, la histérica está del lado macho de las fórmulas de la sexuación. “La Otra”, puede ser entonces un modo de la defensa para eludir la alteridad, lo Otro de si.

O sea que esos modos de sufrimiento están también ligados a modos de goce.

La condición fetichista puede ser la estrategia del macho para eludir el Otro sexo.

La posición del hombre atrapado en el Edipo es fetichista y fóbica a la vez, en tanto se defiende de la castración.

Un hombre para poder abordar a una mujer, se tiene que olvidar de que lo tiene, porque se pone en juego una pérdida. En cambio, la posición femenina va más allá de la castración; en tanto se trata de situarse como no toda. No toda fálica.

En el capítulo “Revalorización del amor” de “El partenaire síntoma”, J. A. Miller señala que Lacan revela, en el Seminario Aún, cómo del lado femenino, el goce que le es propio está irreductiblemente ligado al Otro, al amor del Otro. Miller plantea que Lacan dice allí lo que nunca se había dicho de la sexualidad femenina: que el goce femenino tiene relación con el Otro bajo la forma del s (/A).

En cambio, el modo macho de amar está ligado a la pulsión, siempre en relación al objeto pulsional; de tal manera que su acto de amor no le da una apertura al Otro.

Es decir que una apertura al amor y al Otro feminiza, en tanto implica poder ir más allá del rechazo de lo femenino y del amor religioso al padre.

A la vez, quedar completamente fuera de la relación al falo, llevaría al extravío.

El amor es entonces también una brújula. También lo que suple la ausencia de relación sexual.

La letra y lo femenino: El uso de la letra en el análisis y en la escritura.

Un hilo bordea la pregunta respecto del rechazo de lo femenino y su articulación con la orientación que Lacan produce en su última enseñanza en relación a la función de lo escrito y la lectura en psicoanálisis. En particular el recorrido del significante a la letra, en tanto la interpretación poética toca el cuerpo del ser hablante bordeando el agujero en el saber.

Hay cierto registro de escritura -poética- que orilla los márgenes de lo real. Lo femenino solo es tocado en las orillas, porque -como decíamos- no se puede hablar sin pasar por el remolino de la significación fálica. Y una mujer es no toda, precisamente en tanto es no toda fálica.

Si la Neurosis implica persistir en la religión del amor al padre, necesariamente elude lo femenino.

Hemos hecho un recorrido por lo que Freud plantea en “Análisis terminable e interminable”, y por lo que varios psicoanalistas nos aportaron al comentarlo. Vayamos ahora a otro texto freudiano donde el tema ya se plantea:

En “El Tabú de la virginidad” (Freud, 1973a), S. Freud plantea el horror a lo femenino, afirmando:

Que el tabú se funda en un peligro esencial: el temor a la mujer.

Que se teme a la mujer por ser:

· incomprensible.

· enigmática.

· singular.

Y, sobre todo: Enemiga.

El hombre, afirma Freud, teme ser debilitado por la mujer, ser contagiado de su femineidad y volverse incapaz de realizar sus hazañas viriles.

Podríamos decir entonces que la condición de lo femenino -llamaremos así a una condición que ya no va a especificarse en un género-, estaría ligada a:

· lo que no puede comprenderse en significantes.

· lo que causa enigma (x).

· lo que es inédito, propio y áltero a la vez. Imposible de hacer entrar en un conjunto, en tanto escapa a una clasificación posible.

Allí, el carácter de no-toda que señala J. Lacan, para nombrar una condición que la función fálica, la función significante, la función y el campo de la palabra y del lenguaje, no llegan a agotar.

O sea que la mujer se vuelve enemiga porque plantea el riesgo de feminizarse.

Enemiga para los hombres. Pero también una mujer puede temerse a sí misma y volverse enemiga de si. Para eludir la propia alteridad. Alteridad propia es un oxímoron. Un oxímoron apropiado, sin embargo.

En “Análisis terminable e interminable”, (Freud, 1973b), ya leíamos cómo la adherencia a la lógica falo-castración determina un rechazo de la posición femenina.

Rechazo de lo femenino es rechazo de un goce inédito que lo fálico no circunscribe. Es por allí que la letra comparte con lo femenino la dimensión del goce enigmático. Si “No hay relación sexual” y “La mujer no existe”, hay lo que escapa a toda vía significante. Hay lo indecible, lo imposible, lo real.

“De lo real no hay otra idea que la escritura”. (Lacan, 1974). Entonces, se trata de un tipo de interpretación que se especifica por ser poética, por ir en una vía no de multiplicación de sentidos, sino de reducción.

El recorrido que habrá que hacer en un análisis para poder transformar el goce en juego en los síntomas fóbicos, obsesivos, histéricos, tendrá que ir más allá del sentido tramposo de los fantasmas que taponan la falta radical de significante S (A/).

El psicoanálisis, en tanto práctica del nudo, implicará operar con el equivoco reduciendo el sentido (la debilidad mental propia de lo imaginario), para situar la función vivificante de la letra.

Como ejemplo, mencionaremos el caso de una paciente con un trastorno alimentario. Luego de algunas entrevistas puede contar, avergonzada, que la madre se juega en el Bingo, los “alimentos” que el padre pasa mensualmente para manutención de sus hijas. El equívoco homofónico entre el significante “alimentos”, -para una muchacha que se pasaba permanente lista mental de los alimentos que había ingerido (y de los que había vomitado)-, y lo que jurídicamente se denomina “Alimentos”, -como cuota que el padre pasa a la madre por la manutención de los hijos-, va produciendo una reducción en el goce que la muchacha ponía en juego en su respuesta sintomática. (Y en el modo en que se enchufaba al goce materno y a la economía libidinal familiar).

Transcurrido un tiempo de análisis, no sin vaivenes y vericuetos pero con una posición decidida de la muchacha, produce en un sueño, una escritura:

Una letra mayúscula A que da nombre a un conjunto (lista) cuyos elementos faltan. Lo único que hay entre los paréntesis son los espacios vacíos donde “deberían” estar los elementos

A= ( , , ,

señalados por el signo de puntuación que habitualmente separa en un conjunto matemático un elemento de otro:

“coma, coma, coma….”

Sin que cierre el paréntesis.

Obtención de la Letra (idéntica a sí misma), el “coma coma”, ya sin sentido, como reducción que vivifica y da cuerpo a una muchacha que se volvía cadáver. La cifra que bordea lo in-cifrable.

En “Poética Pulsional”, Eric Laurent pregunta:

“¿Qué queda de un síntoma cuando ha sido cuidadosamente descifrado, lo que toma tiempo, años? ¿Adónde ha pasado la exigencia que lo sostiene en tantos desvíos? Queda una letra. ¿Dónde está situada? La envoltura formal, una vez leída, la envoltura** dada vuelta, como aquella del cuento de Edgar Poe, ¿sobre qué muro, sobre qué amuro, está puesta para que no la percibamos más para poder hablar de identificación al síntoma?”(Laurent, 2011a).

Las huellas que lleva el cuerpo del parletre -el amuro- retoman la función de la letra, en tanto son las huellas del exilio de la relación sexual. Podríamos decir, que la letra es la huella para cada quien, de lo que no hay. Entonces, tachadura de ninguna huella. Más allá de las identificaciones.

Lacan se pregunta en el Seminario 18 (Lacan, 2011) por un discurso que no fuese del semblante. Pregunta que precipita en Lituratierra (Lacan, 2012). Tachadura de ninguna huella que esté de antemano. La ruptura de los semblantes produce la precipitación de la letra que se desprende como resto (litter). De letra a inmundicia.

La lista de la muchacha se transforma y se reduce en el sueño a un conjunto abierto donde anotar el vacío, extracción de goce. Y a la vez, posibilidad de situar el S1 que itera insensato. (coma, coma, coma…). Es decir que la muchacha sale de la cifra y la contabilidad permanente, para soportar lo inconmensurable. Una escritura que soporta otro tipo de pensamiento

“Lo que se evoca del goce al romperse un semblante es lo que en lo real se presenta como abarrancamiento…la escritura es en lo real abarrancamiento del significado”. (Lacan, 2012a).

Lo que el parletre con su lettre puede hacer.Poner el cuerpo en juego en el amor, en las clases de danzas (la danza del vientre). Se trata de nuevos usos de la letra para esta muchacha.

En el mismo texto antes citado, Poética Pulsional, E. Laurent afirma:

“El síntoma descifrado, el cuerpo síntoma es de este modo el síntoma corporizado. Habiendo dejado de servir a la transmisión de un mensaje que lo habitaba desde siempre, el cuerpo puede inventar nuevos usos. Es necesario primero producir la letra que no sirve ya para nada para que ella devenga portadora de otros usos que se articulan al deseo.” (Laurent, 2011b).

Entonces ya no mensaje, sino letra. La barra misma. La coma, en el caso de la muchacha.

“…al no decirlo tal cual, no lo confiesa insuficientemente sino mucho más rigurosamente”. (Lacan, 2012a).

Si como señala Lacan en Lituratierra, el sujeto está dividido, como en todas partes por el lenguaje, pero uno de sus registros puede satisfacerse con relación a la escritura y el otro, (satisfacerse) de la palabra, podríamos plantearnos que la vía de la escritura puede abrirse a otros usos.

Al homenajear a Marguerite Duras en un escrito, Lacan dice dar testimonio de cómo la práctica de la letra converge con el uso del inconciente. Es decir que la práctica de escritura de MD converge con el uso del inconciente. (Lacan, 2012b).

Entonces tanto “práctica” de la letra como “uso” del inconciente, dan cuenta de un saber hacer allí. Es decir que no estamos ya en una dimensión de interpretación por el sentido. Es más, ya no se trata tanto de interpretación, como de “uso”, “práctica”. Lo que señalaba Brodsky en el reportaje antes citado.

Se trata de uso de una letra que en sus resonancias provoca goce. Otro goce. El sinthome como modo de gozar del inconciente, más allá del padre.

La singularidad de la escritura de Marguerite Duras produce arrobamiento en Lacan:

“Este arte sugiere que la arrebatadora es Marguerite Duras, nosotros los arrebatados. Pero si apresurando nuestros pasos tras los pasos de Lol, que resuenan en su novela, los oímos detrás de nosotros sin haber encontrado a nadie, ¿es pues que su criatura se desplaza en un espacio desdoblado? ¿O bien que uno de nosotros ha pasado a través del otro, y quien, ella o nosotros, se ha dejado entonces atravesar?” (Lacan, 2012c).

Marguerite Duras ha encontrado un nombre: “El mal de la muerte”, para delinear aquello que es tema de este trabajo: El rechazo de lo femenino. De hecho así llama a una de sus novelas en que la protagonista pasa noches blancas con un hombre “afectado por este mal.” Mal de la muerte como rechazo de lo femenino, misoginia, rechazo de los peligros que entraña una alteridad radical.

Si en reiteradas oportunidades Marguerite Duras se quejó de la dificultad para que los hombres soportaran su escritura; es evidentemente un encuentro con un hombre que la soportó, el encuentro con Lacan.

Lacan pudo dejarse sorprender por los enigmas que lo femenino depara y se dejó arrobar por la escritura de Marguerite.

Si la práctica de la escritura de M. D., a quien J. Lacan rinde homenaje, converge como él afirma con el uso del inconciente, se impone entonces también una pregunta: ¿Puede un hombre, -o cualquier “hablanteser” que se presente en una posición relativa a un Universal-, soportar una escritura, soportar lo que fugazmente se presente del lado de lo femenino, delineando algún decir?

Esta es la cuestión de lo que en un análisis mismo se pone en juego: Arriesgar pasar por lo femenino para producir un efecto de lo que resuena sin terminar de significar nada, en un más allá del sentido. Para vaciarlo de un sentido que fijaba y comandaba la neurosis de un sujeto.

Y darle otro uso, ya no desciframiento interminable, sino práctica de la letra. Otro goce.

Conclusiones

Hemos hecho entonces un recorrido por lo que la expresión “Die ablehnung des Weiblichkeit” significa. Expresión que Freud utiliza en “Análisis terminable e interminable”, para dar cuenta de lo que hace obstáculo tanto para hombres como para mujeres a la hora de terminar un análisis.

Recorrido que implicó no sólo situar la dimensión semántica, sino también extraer consecuencias conceptuales para plantearse la cuestión de lo femenino y su rechazo.

Nos servimos para ello de diversos autores del psicoanálisis. Circunscribimos entonces a partir de este recorrido lo que la lectura lacaniana plantea en términos de lógica fálica y lo que se sitúa más allá de la lógica fálica: Lo femenino y la dimensión de la letra en el horizonte del fin del análisis entonces, ya no en términos de interpretación entonces, sino en términos de lo irreductible de la letra que se pone en juego en su uso, en una práctica. Verificación que intentamos cernir en una viñeta clínica, así como en la escritura de Marguerite Duras de quien Lacan afirmo que sabía sin él lo que él enseñaba.

Una práctica de la escritura que converge con el uso del inconciente, en un límite donde ya no se trata de la interpretación ni del deslizamiento significante. Sino de la letra y la alteridad radical.

BIBLIOGRAFÍA

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