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LA FUNCIÓN DEL JUEGO EN LA CONSTRUCCIÓN DE LOS RECURSOS SUBJETIVOS EN LA INFANCIA. UNA CONTRIBUCIÓN DESDE LA TEORÍA PSICOANALÍTICA
The function of playing in the construction of subjective resources in childhood. A contribution from psychoanalytic theory
Anuario de Investigaciones, vol. XXV, 2018
Universidad de Buenos Aires

Psicoanálisis



Recepción: 30 Marzo 2018

Aprobación: 15 Octubre 2018

Resumen: En este escrito nos interrogamos sobre la función del juego en la construcción de los recursos subjetivos en la infancia. Si bien el juego es algo que se puede presentar en cualquier momento de la vida, es fundamental que se haya dado en la infancia, en tanto se trata de un acontecimiento primordial. La época actual presenta particularidades discursivas que redundan en una precarización del orden simbólico, con una consecuente afectación de las posibilidades de llevar adelante la dialéctica que constituye el juego, tal como Freud (1920) lo caracteriza. Ante este estado de cosas, el abordaje clínico desde la perspectiva del psicoanálisis posibilita que se den, a través del juego, las condiciones para la construcción de subjetividad.

Palabras clave: Juego, Recursos subjetivos, Infancia, Época actual, Psicoanálisis.

Abstract: In this paper we discuss about the function of playing in the construction of subjective resources in childhood. Although playing is something that can occur at any time of life, it is essential that it has occurred in childhood, as it is a primary event. The current times present discursive particularities that result in a precarization of the symbolic order, with a consequent affectation of the possibilities of carrying out the dialectic that constitutes playing, as Freud (1920) characterizes it. Given this state of things, the clinical approach from the psychoanalytic perspective enables the conditions for the construction of subjectivity, through playing.

Keywords: Playing, Subjective resources, Childhood, Current times, Psychoanalysis.

Presentación

Nuestro trabajo se inscribe en el marco de las materias Diagnóstico y abordaje de las crisis infanto- juveniles -Licenciatura en Psicología- y Psicología del Ciclo Vital II -Licenciatura en Musicoterapia- de la Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, Cátedra Prof. Titular Lic. María Eugenia Saavedra, Prof. Adjunto Regular Lic. Ramón Ojeda, y del Proyecto de Investigación PROINPSI: “La incidencia de la época actual en el déficit de los recursos subjetivos para la elaboración psíquica en la pubertad”, Directora: Prof. Titular Lic. María Eugenia Saavedra, Co Director: Prof. Adjunto Regular Lic. Ramón A. Ojeda. La metodología utilizada es de análisis de textos, en el marco de la teoría psicoanalítica, desde la perspectiva freudiano-lacaniana.

En este escrito nos interrogamos sobre la función del juego en la construcción de los recursos subjetivos en la infancia. Si bien el juego es algo que se puede presentar en cualquier momento de la vida, es fundamental que se haya dado en la infancia, en tanto se trata de un acontecimiento primordial. El juego adquiere así un lugar decisivo en lo que respecta a la estructuración del psiquismo.

Que un niño juegue no es algo que esté garantizado. Para que se pueda ir instituyendo el juego tienen que haber acontecido las operaciones fundantes del psiquismo: alienación y separación, desde la lectura que Lacan (1964) hace de Freud en su Seminario Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Estas operaciones tienen un estatuto lógico, es decir, que en las mismas se trata de una dimensión del tiempo que es del orden de lo sincrónico. Sin embargo, es ineludible la consideración de lo evolutivo -orden de lo diacrónico-, en tanto el tiempo de la vida del niño en que estas operaciones acontezcan determinará los posibles efectos en la construcción de su subjetividad.

Es menester considerar entonces el punto de entrecruzamiento de estos dos ejes (sincrónico y diacrónico; lógico y cronológico), para ubicar la posibilidad de construcción de los recursos subjetivos en cada niño, de acuerdo a lo esperable para cada momento evolutivo. (Saavedra, 2016)

Entendemos por recursos subjetivos al efecto de una elaboración posible, singular, del encuentro del sujeto con lo real.

Al respecto, Saavedra (2017), tomando a Freud (1930) en El malestar en la cultura, plantea que el sujeto debe responder a tres exigencias para la subjetividad: la naturaleza, los otros y aquello que proviene del interior, la pulsión. En esta perspectiva se puede pensar que, ante tales exigencias, siempre se da una situación de precariedad, siempre hay algo que no alcanza para abordar lo que se presenta en tanto real.

Para Lacan (1964), el lenguaje define lo propiamente humano. A eso se refiere cuando dice que “el inconsciente está estructurado como un lenguaje” (p.28). El lenguaje agujerea lo real del viviente y el efecto de esta operación es la caída de un objeto. Este objeto se sitúa así como estructuralmente perdido y su falta se constituye desde entonces en condición de la propia existencia humana. En tal sentido, Massimo Recalcati (2010), en su texto L’uomo senza inconscio, dice: “Nuestra existencia es, como tal, una expresión de la precariedad” (p.44).

El juego

Cuando hablamos de juego nos referimos a la posibilidad de hacer con una falta, en tanto esta se va constituyendo en el acto mismo de jugar.

Al respecto, Freud (1920) trabaja en Más allá del principio de placer el juego del Fort-Da, como un elemento que le posibilita conceptualizar la pulsión de muerte. Allí presenta una aguda observación de un juego que su nieto de un año y medio lleva adelante repetidamente con un carretel al que hace desaparecer y aparecer. Acompaña estos movimientos con los fonemas Fort (se fue) y Da (acá está), respectivamente. Este juego tiene lugar ante la partida de la madre del niño, situación que no puede dejar de presentarse para él como displacentera.

En un primer momento, Freud sitúa el dominio que este juego supone respecto de la ausencia de la madre, lo que implicaría la posibilidad de hacer activo lo sufrido pasivamente por parte del niño. Sin embargo, lo que toma preponderancia luego es aquello que ubica más allá de esta posibilidad de dominio, más allá del principio de placer como principio homeostático, y que tiene que ver con la propia sustracción del niño, con su desaparición.

Este movimiento de aparición - desaparición toma así el estatuto de una repetición. Algo insiste cada vez y en esta elipsis se va marcando una diferencia, algo va haciendo marca para ese niño. La posibilidad se abre así para que se vaya ligando aquello que, en un primer momento, se presentaba como mortificante: la ausencia de la madre y, a su vez, su propia ausencia para ésta, en quien percibe un deseo que va más allá de él mismo.

Freud destaca aquí un factor económico en juego, donde la insistencia del primer fonema (Fort) se da como un intento de domeñar la pulsión de muerte, tramitación del trauma que implica la separación de la madre, en tanto algo allí se pierde. El efecto para el niño es el de sostener la tensión vital, por la ligazón pulsional que resulta de la tramitación por la vía del juego.

Lacan (1964), en su Seminario 11, hace una lectura del texto Freudiano donde articula la perspectiva económica - ligada al modelo pulsional-, a la estructura del lenguaje: “Los dos fonemas encarnan propiamente los mecanismos de la alienación, que se expresan, por más paradójico que parezca en el fort. No hay fort sin da...” (p.247)

En este punto se ubica que el niño se sustrae estando en presencia. La alienación resultante se da bajo ese objeto -el carretel- que toma así estatuto de objeto que falta, objeto a. El niño se ofrece él mismo como objeto sustrayéndose del Otro, cavando así una falta.

La falta de un objeto que colme, que agote el deseo del Otro toma así la forma de este objeto a. En cada vuelta, en cada pasaje por este movimiento de alienación (fort) y separación (da) cae el objeto que el niño es para el Otro. Se produce así el sujeto como efecto, por la hiancia que resulta de dicha caída.

Para que lo antedicho acontezca, es condición que las operaciones fundantes del psiquismo hayan tenido lugar. Esto es, que el niño se haya alienado al lenguaje y que cuente con el No, símbolo por excelencia, efecto de lo que Freud (1923) sitúa como Identificación Primaria.

Los recursos subjetivos

Como dijimos anteriormente, los recursos subjetivos estarían definidos por ser el efecto de una elaboración singular del encuentro con lo real. Dicha elaboración estaría dada así por un anudamiento de los tres registros -Real, Simbólico, Imginario-, tal como Lacan (1974) los trabaja y entiende, tomando la falta su lugar en el punto en que ningún registro prevalece por sobre los otros. Se trata de un tratamiento de lo Real por la vía de lo Simbólico y lo Imaginario, en tanto lo Real siempre se presenta como imposible de ser cubierto por los otros registros.

En el juego, la irrupción de la angustia en el encuentro con lo que excede al niño en su subjetividad suscita un intento de dominio que se da, inicialmente, a través de la repetición del juego de aparición-desaparición. En esta repuesta activa por parte del niño, donde se mueve del lugar de objeto en que podría quedar ante este real que lo angustia, se introduce la posibilidad de un cambio, una creación en el hacer con ese objeto que él mismo es para el Otro y que, comienza a percibir, no lo colma. De este modo se va construyendo una relación con el Otro, en tanto ya no se confunde con éste integrándolo.

La alternancia que se articula en la repetición tiene como efecto un armado de borde, frontera que guarda al sujeto de caer como objeto de un goce que lo podría extraviar. La falta, la hiancia que se abre en el movimiento dialéctico del juego posibilita así la construcción de un lugar en la estructura, un lugar habitable. El niño puede pasar así a trazar modos diversos de habitar esta estructura que lo precedió y que implican una distancia necesaria, en el sentido que resulta vital para su existencia como sujeto. Esto sienta las bases de lo que podrá constituir, en un tiempo evolutivo posterior, el fantasma. (Lacan, 1966)

Desde esta perspectiva, los recursos subjetivos atañen al cuerpo, a lo afectivo y a lo cognitivo, de un modo particular en cada momento del desarrollo evolutivo.

Con respecto al cuerpo, en tanto posibilitan un tratamiento del goce por medio de la intrincación pulsional y el armado del lazo con los otros semejantes. En cuanto a lo afectivo, donde se da una complejización del modo de tratar con la angustia que lo real suscita en cada quien. Y respecto de lo cognitivo, la construcción de recursos hace a una mayor posibilidad de diferenciar y de construir referencias. Esto redunda en un armado de realidad que atiende a su complejidad y, consecuentemente, con más plasticidad y movimiento por parte del sujeto.

La época actual

El juego como posibilidad de elaboración de lo real no está garantizado. En nuestro tiempo los niños juegan con diferentes elementos sin que éstos tomen el estatuto del objeto perdido, del objeto a. El movimiento está así ausente, en el sentido de una dialéctica que cuente con la alternancia entre presencia y ausencia del objeto, tal como se articula en el juego del Fort-Da. Intentaremos dar cuenta de aquello que fundamenta esta aseveración.

En su texto Alocución sobre las psicosis del niño, Lacan (1967, p.381) trabaja el lugar que toma el objeto en la era posmoderna, allí donde se da un desplazamiento del ideal en tanto horizonte que orientaba el devenir de la sociedad, ascendiendo el objeto a al cenit social (Miller, 2012). Es en este sentido que podemos ubicar la función del Padre como aquello que posibilitaba el pasaje de un deseo que no sea anónimo (Lacan, 1969, p.393) de una generación a otra, resultando de esta operación la constitución de un ideal como posibilidad de hacerse un lugar en lo social.

Massimo Recalcati (2010) trabaja sobre la evaporación del padre, conceptualización que toma de J. Lacan para dar cuenta del modo en que esta función de transmisión del deseo, del sentimiento de la vida, se ve hoy afectada. Para esto, realiza una articulación con la precarización del orden simbólico que la sociedad actual presenta, en tanto esta sería una consecuencia de la también llamada caída del padre:

La precariedad no es solo un efecto económico de la globalización que afecta a la dimensión del trabajo y del mercado, sino que es también aquello que en la época hipermoderna muestra el decaimiento general de la dimensión del orden simbólico y, por esta razón, no puede no interesar al psicoanálisis. (p.27).

La precariedad del orden simbólico trae aparejada una ausencia de referencias en nuestro tiempo, en tanto lo simbólico implica la posibilidad de diferenciar y distinguir, haciendo posible un ordenamiento del mundo para cada quien.

El movimiento hacia un empobrecimiento simbólico no se dio sin una fuerte impronta de los mercados globalizados y su empuje al consumo masivo de objetos. Como consecuencia los lazos sociales han quedado subsumidos bajo modos de relación individualizados en torno a productos técnicamente configurados -entre los que se incluyen los cuerpos-.

El modo técnico de tratar con los objetos donde no entra en juego, a priori, lo inconmensurable, responde a la preponderancia en la época actual del discurso capitalista. Lacan (1969) sitúa este discurso no propiamente como tal sino como una perversión del discurso del Amo, en el punto donde no hace lugar a la castración, al límite, planteando como posible una relación al objeto que es, de suyo, imposible de realizarse. El rechazo de la castración - es decir de esta imposibilidad de relación al objeto-, trae aparejada una preeminencia de lo igual, un rechazo por la diferencia como apertura hacia un tratamiento del objeto que no sea consistente, es decir, que no tienda a lo completo e inmóvil como fin.

Asimismo, como efecto de la caída o evaporación del Padre, y de la precariedad simbólica que acarrea, se ha producido lo que Lacan (1967, p.381) da en llamar el niño generalizado: un modo de tratar con el propio goce donde lo que prevalece es lo infantil en la búsqueda de la propia satisfacción como única meta.

La consecuencia más directa de lo antedicho se puede pensar en términos de una falta de personas mayores (Lacan, 1967, p.381), capaces de responder por su propio goce. Resultando esto en un vacío generacional que deja en un estado de arrojo, sin soporte, a quienes llegan a la vida como posibilidad. El niño generalizado es un cuestionamiento ético a los adultos de nuestro tiempo, en tanto se da un extravío del sujeto en la inercia de goce autoerótico que se instala en el empuje al consumo de los objetos del mercado.

La circulación de objetos ha tomado, hoy, prevalencia en el modo de relación entre los seres hablantes, quedando el don subsumido a una lógica del costo-beneficio, cuya apoyatura está dada por un modo de pensamiento en términos de cálculo. (Saavedra & Ojeda, 2017, p.35) Lo calculable trae como efecto un empobrecimiento del lazo social, en donde el semejante pasa a ser objeto de conveniencia o amenaza de acuerdo a su posibilidad de plegarse al goce propio o no. La llegada de un niño al mundo no constituye una excepción a esta lógica.

Se lee en lo precedente la importancia de que un adulto tome su lugar como posibilidad de que el niño no quede fijado a la posición de objeto. Esto implica que quien soporta el lugar simbólico en que el niño es plausible de alojarse, debe hacer lugar a un no-todo, a una inconsistencia del objeto que abra la posibilidad de su movilidad, tornándolo sustituible.

El deseo, desde el psicoanálisis, se articula necesariamente a una falta, en tanto el objeto perdido no puede ser nunca recobrado sino por la vía de subrogados infinitamente inadecuados (Freud, 1900). Al respecto, Lacan (1967) plantea lo siguiente: “Se produce una elisión que no puede anotarse sino como objeto a, cuando precisamente es este objeto el que ella [la madre] sustrae de toda captura exacta.” (p.388) El objeto siempre falta, y debe faltar como posibilidad de que la estructura no se cierre dejando sin vida al sujeto.

Si, por el contrario, el adulto se ubica en una ilusión de goce-todo, por fuera de la ley como límite al goce, no hay posibilidad de que aloje a un niño en su deseo. Como consecuencia, no se abrirá para el niño la posibilidad de advenir como sujeto deseante, en su hacer con la falta de objeto que constituye el jugar. Deseo y ley se revelan en este punto como las dos caras de una misma moneda.

En lo concerniente al juego, encontramos actualmente que los objetos de producción técnica constituyen el grueso de los juguetes que llegan hoy a manos de los niños. Estos ostentan una presencia constante, consistente (Heidegger, 1953), es decir, se avienen a la lógica de rechazo de la castración que impone el discurso capitalista en nuestro tiempo, según el cual la relación al objeto sería directa, garantizando una satisfacción plena. La consecuencia inmediata de esto es la pasividad, que se revela en la inermidad de los niños ante aquello que se presenta desde estos objetos como lo prefigurado, pre-establecido.

El modo técnico de tratar con los objetos radica en la posibilidad de su adiestramiento (Heidegger, 2006), es decir, de control y anticipación, reduciéndose el tratamiento de los mismos a la calculabilidad antes relevada. La movilidad necesaria para que el juego se dé -en los términos propuestos en este trabajo-, queda excluida de la relación a los objetos que se impone en nuestra época. El juego como posibilidad de creación singular, en el hacer propio con la falta estructural de objeto, y la elaboración y construcción de recursos subjetivos que habilita, queda así limitado a una relación técnica con los objetos. Esto deja a los niños fijados a los objetos que el mercado propone incesantemente como ilusión de un goce ilimitado, quedando estos subsumidos y consumidos por los objetos.

Lo que posibilita un análisis

En la práctica del psicoanálisis, el psicoanalista sostiene la inconsistencia del objeto en el punto en que hace lugar a la castración por su posición. La misma implica una apuesta por parte del analista, quien juega allí su presencia y su deseo, en tanto este no es anónimo.

De esta manera, ubicamos que es inherente a la práctica del psicoanálisis el hacer lugar al juego con la falta estructural de objeto. Por la abstinencia y el deseo en que se soporta su función, un psicoanalista puede tomar posición respecto de los modos de relación al objeto a los que se propende en la época, abriendo el espacio analítico a una elaboración singular de lo real de la castración.

Como efecto de este abordaje, el tiempo cobra una extensión que, en el tratamiento técnico de los objetos propio de la época actual, queda achatada y acortada. El tiempo y su extensión hacen a la posibilidad de que se dé la alternancia propia del juego, condición -como vimos- de la construcción de los recursos subjetivos para tratar con lo real.

La pulsión, tal como Freud (1915) la conceptualiza, implica en su fundamento el empuje a una satisfacción que tiende a la inmediatez como horizonte. Esta particularidad constitutiva del ser humano se asocia, del peor modo, a la lógica de nuestro tiempo. El empuje pulsional puede arrasar al sujeto y exige, por parte de este, una respuesta. El juego, en este punto, introduce la posibilidad de una demora en la satisfacción, que se va construyendo en el jugar mismo. Este armado abre un tiempo para que el sujeto advenga, que se articula en un espacio entre el sujeto y el Otro.

Por la introducción de un tiempo de espera se da una cesión en la satisfacción pulsional, haciendo, a su vez, un borde a lo real. Tiempo y espacio se presentan así como dimensiones que, por la vía del juego, se tornan habitables. El armado de escenas, por medio de secuencias, apariciones y sustracciones va haciendo a la posibilidad de que los modos de tratamiento de lo pulsional sean cada vez más ricos y variados. Esta movilidad redunda en una complejización de la realidad del niño en tanto ficción (Laurent, 1999), en oposición al placer como principio regulador del psiquismo, desde la perspectiva freudiana (Freud, 1911).

Se constituye de esta manera, para el sujeto, un lugar en el Otro, allí donde el objeto no cobra una consistencia mortífera. En este punto ubicamos los recursos subjetivos, cuya construcción toma entonces un carácter vital para cada quien.

La tensión vital es, como la consideramos siguiendo a Freud (1923), condición necesaria para el sostenimiento de la vida en el ser humano. El padre del psicoanálisis plantea, en su texto El yo y el ello, que los dos tipos de pulsiones que ubica a esa altura de su construcción teórica -Eros y Thanatos, pulsión de vida y pulsión de muerte, respectivamente-, deben encontrarse mezcladas para que la tensión sea tal que el individuo no perezca. Así, cobra cabal importancia el juego como instancia de mezcla pulsional allí donde, por la elaboración de lo mortificante, se abre la posibilidad de que cada quien se torne más vital.

De esta manera, el abordaje psicoanalítico, por la posición que toma quien sostiene el dispositivo, tiene como efecto una humanización de la vida. Una animación del sujeto quien, en el acto mismo de jugar, va construyendo el mundo que posibilita su existencia.

Conclusiones

Considerando lo trabajado, podemos situar que la construcción de recursos subjetivos, recursos para tratar con lo real del vacío estructural de objeto, tiene como efecto el desarrollo de subjetividad. La subjetividad, el tener un lugar en el Otro -tal como Lacan (1955) lo conceptualiza-, y a partir de allí poder establecer lazos en lo social con otros en tanto semejantes, no se da entonces sin pasar por el juego como posibilitador de una elaboración de lo real antes mencionado.

Como hemos ubicado, nuestra época empuja hacia una búsqueda inmediata de satisfacción en la propensión a un goce cínico de los objetos. Se presenta así como plausible de realización una relación directa y exclusiva con los mismos, y esto en detrimento del límite que impone al ser humano tanto la estructura del lenguaje que habita subjetivamente, como su condición social en la relación con sus semejantes (Freud, 1930). La no consideración de esta legalidad, trae graves consecuencias en la construcción de subjetividad, aplastando el deseo en tanto motor del psiquismo (Freud, 1900).

Un psicoanálisis promueve la demora en la satisfacción pulsional. Esta trae implícita una regulación de la misma acorde a la cultura. De esta manera, se contrapone a los modos de tratar en lo social propuestos en la actualidad, en el punto en que orienta hacia modos singularmente posibles de hacer con la falta de objeto, de manera que no deriven en el sacrificio de sí mismo, ni en el sometimiento

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