Psicología del Desarrollo
Recepción: 29 Marzo 2018
Aprobación: 19 Octubre 2018
Resumen: En este texto se presentan algunos desarrollos teóricos acerca de las conceptualizaciones de funciones maternas y paternas desde el psicoanálisis y desarrollos contemporáneos sobre el concepto de parentalidad desde una perspectiva ampliada que contempla el ejercicio, la experiencia y la práctica de ésta (Houzel 1997). Se realiza una articulación con resultados de investigaciones sobre la temática que fueron antecedentes de estudios realizados en el marco de programaciones acreditadas por UBACyT (Universidad de Buenos Aires) y la Asociación Psicoanalitica Internacional -IPA- desde 2003. Se presentan resultados del programa mencionado sobre la relación entre el funcionamiento reflexivo parental y la regulación afectiva observada en interacciones lúdicas madre-bebé (6 meses) y estudiada posteriomente, a los 4-5 años de esos mismos niños, donde se estudió también la simbolización en el juego. Se enuncia una nueva propuesta en la cual se replicará parte del proyecto UBACyT con una muestra de madres y padres y sus niños preescolares a realizarse en el marco de una beca doctoral UBA CONICET. Finalmente, se reflexiona sobre la complejidad de la temática a partir de la articulación entre conceptualizaciones teóricas y observaciones sistematizadas de interacciones lúdicas entre madre-niño/a y padre-niño/a.
Palabras clave: Parentalidad, Funcionamiento reflexivo, Juego interactivo.
Abstract: This text presents some theoretical approaches about maternal and paternal functions in psychoanalysis and contemporary ideas based on a more complex perspective of the concept of parenthood, that includes its experience and practice (Houzel 1997). We present research results on the subject that were antecedents of several studies carried out within a research program funded by UBACyT (University of Buenos Aires) and the IPA (International Psychoanalytic Association) since 2003. We will present results of this program regarding the relationship between parental reflective functioning and affective regulation and symbolization observed in mother-baby interactive play (6 months) and later when those same children are 4-5 years old. A new proposal will be presented in which part of the UBACyT project will be replicated with a sample of mothers and fathers and their preschool children, within the framework of a UBA-CONICET doctoral fellowship. We consider the complexity of this subject and propose a possible linkage between theoretical conceptualizations and systematized observations of playing interactions between mother-child and father-child.
Keywords: Parenthood, Reflective functioning, Interactive play.
INTRODUCCION
En la historia de la psicología y el psicoanálisis la naturaleza de la relación fundacional y fundamental entre el niño pequeño y el cuidador adulto ha sido profundamente estudiada. Históricamente, ese rol, relacionado con el embarazo y el parto ha sido ocupado mayoritariamente por las mujeres. Sin embargo, los cambios socioculturales, económicos y tecnológicos han ampliado la perspectiva respecto de los entornos familiares que toman a cargo la crianza y los procesos de subjetivación de los niños.
En este texto presentaremos algunos desarrollos teóricos acerca de las conceptualizaciones de funciones maternas y paternas desde el psicoanálisis y sobre la parentalidad en la actualidad. Presentaremos, además, resultados de investigaciones sobre la temática y particularmente hallazgos y reflexiones producidos por los miembros del equipo UBACyT desde 2003.
PERSPECTIVAS TEORICAS SOBRE FUNCIONES MATERNAS Y PATERNAS Y PARENTALIDAD
Funciones maternas y paternas
La concepción misma de lo materno y lo paterno conforma aspectos biológicos, aspectos intrapsíquicos e intersubjetivos y aspectos transubjetivos socioculturales y epocales, intrincados en una red compleja.
Es el psicoanálisis que mayormente ha conceptualizado lo materno y lo paterno a través de la noción de funciones. Pelento (2008) propuso considerar el término función por su derivación de las matemáticas, considerándolo como la relación entre dos magnitudes, de modo tal que a cada valor de una le corresponde un valor determinado de la otra. Entonces, una función es un elemento abstracto que actúa como ordenador de otros elementos de una estructura y, en el caso de la parentalidad, va más allá de una figura personalizada que ocupe esos lugares. Implica un ordenamiento conceptual.
Diferentes y múltiples conceptos dan cuenta de lo materno y lo paterno ligado al encuentro del adulto con el desvalimiento del infante. El adulto inviste libidinal y narcisísticamente al hijo y lo ubica en la trama triangular que se plasmará en el Complejo de Edipo y en su sepultamiento. Freud (1939) se interesó por esta temática en el texto Moisés y la Religión Monoteísta. Allí ubica del lado de la madre la sensorialidad y la sensualidad mientras que liga lo paterno a la espiritualidad. Afirma también que la maternidad es un dato cierto, producto de percepciones inmediatas de los órganos de los sentidos, mientras que la paternidad es un supuesto edificado sobre un razonamiento y una premisa. En este sentido, el pasaje del paganismo al monoteísmo implicó un pasaje del matriarcado al patriarcado y en esto, Freud encuentra un progreso de la civilización hacia la intelectualidad.
Las sociedades primitivas eran matriarcales. Es decir, se basaban sólo en la sensorialidad, por eso adoraban a dioses tangibles, creaban figuras que representaban a los dioses. Freud ubica el advenimiento del monoteísmo como un progreso de la humanidad, imponiendo al pueblo judío abandonar la adherencia a un dios adorado por imágenes hacia una representación abstracta de un dios único más grandioso. Refiere que el patriarcado promueve el triunfo de la espiritualidad y una renuncia a la satisfacción pulsional y a la omnipotencia del pensamiento -propio de niños, neuróticos y pueblos primitivos- a cambio del resarcimiento narcisista del reconocimiento de un lugar y un nombre. Esto implica pensar la regulación social en función de leyes de parentesco y una transmisión escrita de generación en generación.
La relación entre la sexualidad y el orden simbólico adquirió mayor fuerza conceptual en la perspectiva lacaniana en la cual el padre, en tanto función simbólica, otorga su nombre como reconocimiento del hijo para la cultura y la subjetividad. Hasta no hace muchos años, también la cultura sostenía el reconocimiento del padre en el registro civil (institución social) con su apellido como única confirmación de la paternidad y del derecho a la herencia. La revisión del lugar del padre llevó a profundos cambios en estas premisas y a modificaciones fundamentales en las legislaciones acerca de los derechos y obligaciones respecto a la filiación y la parentalidad.
Desde Lacan, el padre función hace de su mujer causa de deseo y en ese movimiento la posiciona como “no toda madre”, ubicando la sexualidad de la pareja en la distribución de goce entre la madre y el niño (Miller, 2001).
El tema de la función materna y los procesos de narcisización del infante fue tomado por distintos autores. Freud (1914), sugiere que el narcisismo parental precede a la constitución del sujeto. Su majestad el bebé debe cumplir los sueños, los deseos irrealizados de los padres. Silvia Bleichmar (1993) desarrolló el concepto de narcisismo trasvasante como propio de la función materna. La madre inscribe lo pulsional excitante desde el inconsciente y, al mismo tiempo, liga esa excitación a través del narcisismo. El cuerpo llega a ser propio en razón de que alguien generosamente ha cedido una propiedad sobre una parte de sí mismo que deviene ajena.
En un interesante trabajo, más reciente, acerca de la constitución del narcisismo en la temprana infancia, Solan (2015) sostiene que existen dos sistemas inmunológicos en el infante: uno biológico y otro emocional. Ubica al narcisismo saludable como “sistema inmunológico emocional” que tendrá consecuencias a lo largo de la vida. Sostiene que el narcisismo antecede al funcionamiento del yo y que posee un componente innato de la personalidad que se sostiene en una fuerte adherencia a pequeñas señales familiares y aun a restos de la vida intrauterina. El bebé produce un fuerte apego a estímulos conocidos y repetidos que son imprescindibles para sobrevivir a la enorme extrañeza que le producen las variaciones del universo de estímulos provenientes del mundo interno y externo. Solan también señala que la función materna implica responder a esa extrañeza de los estímulos y que los bebés, a su vez, pueden ser el barómetro o espejo de los estados emocionales de sus padres. Esa percepción inconsciente tan precisa de los bebés es también un acto de supervivencia psíquica para mantener su propio estado emocional.
Alba Flesler (2011) discurre, desde la perspectiva lacanina, acerca de la especificidad de lo materno y lo paterno, considerando lo materno anticipación y lo paterno nominación. La función materna realiza anticipadamente un sostén narcisístico y el deseo del padre será promotor de una operación nominante. La nominación paterna enlaza ese carozo de real que un hijo presenta, dándole cabida. La nominación propia de la función paterna o simbólica, más allá de estar ubicada en una figura del padre genitor, es también una operación sostenida en los modos en que esa nominación ubica al niño en su medio sociocultural. En este sentido, inferimos que, más allá de las configuraciones familiares que se hacen cargo de los niños, en esta perspectiva, los riesgos para la subjetividad estarán dados en la ubicación de una instancia maternante que toma al niño como objeto de deseo absoluto, estragante, que propone al niño la ilusión de un goce infinito y que no es atravesada por la castración ni por los límites de la cultura.
La caída del patriarcado tradicional en el siglo XX ha producido una declinación del padre, hasta entonces amo político y religioso, poseedor exclusivo de la patria potestad de los hijos reconocidos públicamente. Phillipe Julien (1991), sostiene que el poder del padre sobre su “pequeña familia nuclear” se vuelve cada vez menos dominante por la distribución de autoridad hacia las mujeres y por la intervención cada vez más temprana del estado en la crianza de los hijos.
Si la teoría ubica al padre en un lugar tan central para el advenimiento de la subjetividad nos preguntamos acerca de la relación entre “el padre” y los padres de hoy. Michel Tort (2005) trabaja acerca de los cambios que se han producido en el ejercicio de la función del padre y del impacto que éstos tienen en las teorías psicoanalíticas, especialmente en el campo francés. Plantea “El fin del dogma paterno”. En la Edad Media, el padre ocupaba el lugar de dios detentando toda la autoridad, todo el poder de decisión. Después de la Revolución Francesa, se afianza una relación entre virilidad y autoridad del padre que produce un mayor ordenamiento familiar pero el padre-amo es, al mismo tiempo, la autoridad que sojuzga a la madre y al niño. En el siglo XIX un hijo bastardo debía ser entregado en adopción. No se consideraba que una madre sola pudiera afrontar la crianza y manutención del hijo. Tort sostiene que, en el siglo XX, el padre ha perdido su autoridad histórica y se encuentra amenazado desde la democracia que iguala derechos, desde el liberalismo, que habilitó el ingreso de las mujeres al trabajo remunerado, y desde la ciencia, a partir de los estudios de ADN. Roudinesco (2003) plantea que la ciencia ha sustituido el gran prestigio de la palabra del padre, que ya no es incierto, y ha llevado a que el valor de su nominación se reduzca a un dato genético de ADN. Esta autora sostiene que el padre aún no ha elaborado el duelo frente a la caída de sus prerrogativas; se presenta herido en el cuerpo “cual patriarca mutilado” de este nuevo orden simbólico, y ya no puede hacerse valer.
La legislación actual habilita juicios de filiación igualando la responsabilidad de hombres y mujeres en la concepción y el derecho de los niños al reconocimiento y sostén económico de ambos padres, aun si el mismo fuera forzado por la ley. Estos cambios han producido una transformación profunda en la que la madre sola y su hijo, son sujetos de derecho y no marginados por la sociedad.
Sin bien los cambios tecnológicos habilitan concepciones a partir del deseo de un solo progenitor, en las que legalmente se anulan los derechos y obligaciones en tanto figura parental del donante necesario para la concepción, nos preguntamos cuáles podrían ser las consecuencias de este modo de concepción para la crianza y estructuración psíquica de los niños.
Bernard This (1980) cita una investigación realizada con gorilas que se encontraban aislados en el primer tiempo de la crianza de sus cachorros. Los resultados mostraron que se exacerbaba la tendencia de las hembras gorila a maltratar a sus cachorros cuando estaban solas con ellos. Esta tendencia disminuía ostensiblemente cuando las gorilas compartían el encierro pre y post parto con un compañero y/o compañera.
Una de las temáticas muy trabajadas desde la perspectiva del desarrollo emocional de los infantes es el riesgo de la soledad que pueden padecer las madres pre y post parto, las posibles depresiones puerperales y sus efectos en el proceso de humanización de la cría (Schejtman, 2004). Daniel Stern (1995) resalta el valor de la red de sostén, tanto de la familia ampliada como de la sociedad, en los primeros tiempos de crianza. Más radicalmente, Salvador Celia alertó sobre la necesidad de responsabilizar a toda la comunidad para lograr el bienestar de los bebés (Gorodisch 2003)
A partir de estas concepciones, sugerimos que la crianza por madres o padres que conciben hijos en condiciones de monoparentalidad, no es en sí fuente de sufrimiento ni de patología. En cambio, la soledad y falta de sostén familiar o social ampliado podrían constituir un factor perturbador para enfrentar la complejidad de los conflictos y problemáticas propias de la crianza. Monoparentalidad no implica soledad, muchos padres que se plantean una parentalidad sin pareja tienen una red de sostén familiar y social con la cual comparten la crianza, mientras que muchas veces aun en familias aparentemente constituidas se produce una fuerte vivencia de soledad y depresión y el niño no logra conmover productivamente el narcisismo parental.
Pediatras, maestros, el entorno de la familia ampliada, podrían constituir figuras de sostén y de reconocimiento del sufrimiento de los niños, especialmente cuando estos son muy pequeños. Por otro lado, cuando las funciones parentales fallan, y no son suplidas por redes de sostén amplias, se puede producir la judicialización de los niños y la derivación a hogares habilitando nuevos ordenamientos simbólicos.
En síntesis, podemos observar que desde el psicoanálisis existe cierta especificidad respecto a qué se considera función materna -sexualización e investimiento libidinal, sostén narcisista y autoconservación- y función paterna -nominación y acotamiento del goce- más allá de quien ocupa esa función.
Glocer Fiorini (2015), sugiere denominar a la función paterna como función tercera o función simbólica, ya que implicaría un prejuicio suponer que está en la naturaleza de toda madre retener a su hijo y que la cultura o el padre simbólico es quien lo rescataría. Existen en las madres suficientes reservas simbólicas, sublimatorias y creativas para desear ellas mismas la alteridad de su hijo/a y realizar las operatorias de separación necesarias.
Sintetizando, la circulación sexualizante entre padres e hijos es compleja y podemos pensar que el complejo de Edipo puede seguir considerándose como el operador simbólico por el cual se desexualizará la relación intergeneracional entre el niño y el adulto, habilitando al niño a advenir a su propia subjetividad, más allá de la configuración familiar en la cual se lo crie.
Parentalidad
Desde el campo de la Psicología del Desarrollo, se presentan conceptualizaciones que proponen el término parentalidad, neologismo derivado de la traducción de los términos anglosajones “parenthood” (condición de padre-madre) y “parenting” (las prácticas de éstos) que aluden a la concepción de pareja parental sin diferenciación de funciones específicas.
Stoleru, Vandrell, Magnin y Spira (1998) consideran a la parentalidad como un aspecto del funcionamiento psíquico, definido como el conjunto organizado de representaciones mentales, afectos, recuerdos y comportamientos relacionados con los hijos. Podríamos inferir que estas perspectivas hacen más hincapié en el rol de cuidado que tienen los padres (‘parenting’) y no tanto en el posicionamiento del hijo como producto de la sexualidad de sus padres como sostiene el psicoanálisis (en términos de funciones parentales y posicionamientos inconscientes).
Houzel (1997) describe 3 dimensiones de la parentalidad que ofrecen un marco para considerar sus diferentes facetas. Estos diferentes aspectos de la parentalidad se encuentran indisociablemente unidos. Sin embargo, distinguirlos puede resultar útil para establecer niveles de análisis que permitan ordenar y enriquecer la reflexión sobre el tema. Tomando como base la propuesta de Houzel, las dimensiones de la parentalidad pueden ser descriptas del siguiente modo:
a) El ejercicio de la parentalidad evoca la vinculación ineludible entre el proceso de parentalidad y la sociedad dada en la que este proceso se inscribe. En este sentido, el ejercicio de la parentalidad se ve atravesado por complejos lazos de pertenencia, filiación y alianza, regidos por determinadas reglas sociales que implican el ejercicio de derechos y deberes. Este aspecto responde sobre todo a los puntos de vista antropológico, social y jurídico. Houzel considera que el psicoanálisis ha aportado elementos importantes a esta dimensión al tratar la cuestión de la transmisión intergeneracional, sea de elementos conflictivos, difícilmente elaborables o, al contrario, elementos asimilables que enriquecerán la constitución de la identidad a través de las generaciones.
b) La experiencia de la parentalidad alude a la vivencia subjetiva de los padres con todas sus implicancias, desde la aparición de un deseo de hijo hasta el establecimiento del proceso de “parentificación”, una vez que el niño nació. Esta dimensión incluye también la crisis de identidad ligada a la transición hacia la parentalidad y el proceso a través del cual, luego del nacimiento, el hombre y la mujer buscan encontrar un equilibrio en términos de narcisismo-amor objetal tanto en el funcionamiento de pareja como en el modo en que el niño es investido por ambos.
c) La práctica de la parentalidad comprende las tareas cotidianas que cumplen los padres con respecto al hijo. Estos cuidados prodigados por los padres no son sólo físicos sino también psíquicos. Houzel liga este entramado de dos planos de cuidados a la noción freudiana de apuntalamiento y también a la teoría del apego de Bowlby. Es adecuado recordar también las nociones de “handling” y “holding” acuñadas por Winnicott, quien pudo reflejar claramente la indisociabilidad para el niño de estas dos caras del cuidado que necesita recibir. En esta dimensión se incluyen los estudios acerca de las interacciones padres-hijo que se encuentran centradas en las interacciones comportamentales o afectivas (Lebovici y Lamour, 1997).
EXPERIENCIAS DE PARENTALIDAD. INVESTIGACIONES
En este apartado presentaremos investigaciones que se ocuparon del análisis de experiencias de parentalidad y reflexionaremos sobre algunos de los resultados de las mismas.
Transición a la parentalidad: Funcionamiento Reflexivo Parental y representaciones parentales
Consideramos transición a la parentalidad al tiempo en el cual la espera y nacimiento del primer hijo otorga la denominación de padre o madre por primera vez. Es un momento especialmente fecundo para el estudio de la parentalidad ya que implica un desafío, una demanda de cambio, en relación a la organización subjetiva ya establecida y esto permite pesquisar con particular nitidez las representaciones y modos de vivenciar el lugar de madre o padre, así como los recursos subjetivos puestos en marcha para hacer frente al desafío de criar a un hijo. En un estudio realizado en la Universidad de Buenos Aires en el marco de una tesis doctoral (Duhalde, 2007), se indagó esta experiencia subjetiva a través de las representaciones de mujeres y varones antes y después del nacimiento de su primer hijo y se estudió el funcionamiento reflexivo durante esta transición, considerado como un recurso crucial del que disponen los padres y madres en la crianza de un bebé.
El Funcionamiento Reflexivo (FR) se ha definido como la capacidad de percibir y comprenderse a sí mismo, tanto como a los demás, en términos de estados mentales, es decir: sentimientos, pensamientos, creencias, deseos. Este concepto, basado en la noción de mentalización, ha sido desarrollado por Peter Fonagy y considerado como factor clave para comprender la organización del self y la regulación afectiva (Fonagy et al. 1998, Fonagy et al. 2002a y b). Algunos autores han propuesto estudiar el FR vinculado al ejercicio de la parentalidad (Slade, 2004; Grienenberger et al., 2005). Slade (2002, 2005) señala que la capacidad reflexiva materna permite al niño descubrir su propia experiencia interna vía la experiencia que su madre tiene de él. La capacidad del adulto para reconocer la dinámica de su propia experiencia afectiva actuará como reguladora para el niño. Un adulto cuyo FR es adecuado puede imaginar cómo se siente ser un niño pequeño y, al mismo tiempo, reconocer que esta inferencia se ve limitada por la asimetría adulto-niño. Más allá de esta disparidad, el FR será uno de los factores que animará a la figura parental en el intento por comprender al niño activamente y en esa búsqueda podrá responder en forma sensible y contenedora. Una pregunta interesante respecto del Funcionamiento Reflexivo ligado a la parentalidad es si el mismo sufre modificaciones a partir de la experiencia y la práctica dada por la relación con el bebé una vez que este nace.
En el estudio mencionado (Duhalde, 2007), 20 parejas fueron entrevistadas durante el 7mo mes de embarazo y a los 7 meses de vida de su primer hijo. Hombres y mujeres fueron entrevistados individualmente, por separado. Para evaluar el Funcionamiento Reflexivo Parental, se seleccionaron específicamente los párrafos de las entrevistas en que se respondieran preguntas referidas al bebé y al vínculo con él. Este procedimiento -para el que se tuvieron especialmente en cuenta los criterios expuestos por Slade, Bernbach, Grienenberger, Wohlgemuth Levy y Locker (2004)- se llevó a cabo por separado con la transcripción de la primera entrevista y con la transcripción de la segunda entrevista, realizada en la crianza. Se encontró una diferencia significativa entre el nivel de funcionamiento reflexivo parental de las madres durante el embarazo, los padres durante el embarazo, las madres en la crianza y los padres en la crianza (KW=37.210, p=<0.001). Para determinar cuáles eran los valores que diferían significativamente entre los cuatro grupos, se realizó el test no paramétrico de Comparaciones de Pares de Fligner-Policello. Se encontró que mientras que el nivel de funcionamiento reflexivo parental durante el embarazo y en la crianza era similar para las madres, los padres aumentaban significativamente este nivel en el momento de la crianza (KW 37.210 p=<0.001). Este resultado parece indicar, de modo especialmente destacado en los varones, un impacto de la práctica de la parentalidad sobre la experiencia, despliegue y enriquecimiento de los recursos subjetivos, como el Funcionamiento Reflexivo.
Antes y después de la llegada del bebé, los varones reflejaban la responsabilidad que para ellos significaba ser el sostén del grupo familiar como un tema primario de la transición a la parentalidad. A este respecto, resulta interesante señalar que, todas las mujeres de este estudio desarrollaban alguna actividad laboral previa al embarazo y que todas ellas pensaban retomarla a lo largo del primer año de vida de su bebé. Más allá de las teorías existentes acerca de los “nuevos padres” (Carril, 2001; Le Camus 1995), más bien centrados en el vínculo con el bebé dentro del círculo doméstico, al menos en ese grupo de entrevistados, se perfiló el lugar del varón como proveedor y protector. Cabe recordar aquí la conceptualización de Winnicott (1957) acerca de la función del padre como protector de la relación madre-bebé y vínculo de la díada con el mundo externo (Duhalde 2007).
Si bien estos resultados merecen ser replicados en otros contextos socio-económicos y culturales, se encuentra también que en una revisión de la literatura acerca de la experiencia de la parentalidad, que considera predominantemente investigaciones realizadas en la cultura anglosajona, Nyström y Öhrling (2004) refieren: “...El ser padre es descripto como ser el proveedor económico de la familia. Los padres también descubren cuán indefenso era el bebé y sienten una fuerte necesidad de proteger tanto al bebé como a la mujer y ser el puente hacia el mundo externo...”(p.326). En este mismo artículo las autoras concluyen que la tensión que surge para los padres entre su compromiso con el mundo laboral, externo al espacio doméstico -que responde al mencionado sentimiento de responsabilidad-, y el deseo de participar de la vida cotidiana del bebé y de avanzar en el establecimiento de un vínculo con él, es una fuente de malestar psíquico para ellos.
A diferencia de los padres, como se señaló, durante el embarazo de este primer hijo, las mujeres tienden a describirse centradas en sí, inmersas en la vivencia de sus propias emociones, sumadas al contacto con el bebé que está creciendo dentro de ellas. Esta descripción coincide con las referencias teóricas de Bydlowski (1997) y Raphael-Leff (2001) acerca de un repliegue de las mujeres durante el embarazo, en el que toma preponderancia su mundo interno. Desde el punto de vista del clima afectivo predominante en sus entrevistas, se observa que, si bien el temor por los cambios que se avecinan es tan frecuente en su relato como en el relato de los padres, predominan en ellas las emociones cambiantes y los sentimientos positivos con respecto a su estado y a las expectativas con respecto al futuro.
Si bien, tal como lo afirma Bouchard Godard (1979) el recién nacido es siempre un “extraño” en casa, durante esta transición el bebé aparecería en el discurso de los hombres como lo ajeno a incorporar y para las mujeres como lo propio respecto de lo que hay que tomar distancia. Para algunos de los padres este ser ajeno se incorpora con “orgullo” y se incluye en relatos ligados a la filiación y al linaje familiar. Para las madres se plantea un trabajo de diferenciación respecto del bebé como parte de sí. Esto permitiría pensar que, si bien en esta etapa el bebé se encuentra cargado afectivamente con el narcisismo parental y porta las características de “His majesty the baby” (Freud, 1914) para ambos progenitores, el modo en que se juega este aspecto del hijo ligado al narcisismo tiende a ser diferente.
Investigaciones a partir de la Observación de Interacciones Lúdicas
En las investigaciones del equipo al que pertenecen los autores de este trabajo, acreditado por UBACyT y por la Asociación Psicoanalítica Internacional, se articula el discurso parental estudiado a partir del relato de experiencias de las madres, el estudio de su funcionamiento reflexivo con la práctica de la parentalidad estudiada a partir de la observación de interacciones lúdicas entre madres-niños.
Desde 2001 este equipo viene trabajando acerca de la relación entre la Regulación Afectiva madre-niño, la Autorregulación de los infantes, el Funcionamiento Reflexivo y los Estilos Maternos de interacción y los procesos de simbolización en los primeros 5 años de vida. 48 madres y sus bebés sanos (de 6 meses de edad) fueron filmados en dos situaciones de juego interactivo (3 minutos de interacción cara a cara y 5 minutos de juego libre con juguetes). Cuando los mismos niños tenían 4-5 años, 21 de las madres fueron entrevistadas con la Entrevista de Desarrollo Parental que permitió evaluar el Funcionamiento Reflexivo Parental (Slade y otros, 2005; Zucchi y otros 2007; Huerin y otros 2008) y, luego, fueron filmadas en una interacción de juego libre de 15 minutos.
El análisis a través de microobservaciones (observaciones segundo a segundo) de la interacción a los 6 meses permitió estudiar las modalidades de regulación afectiva diádica y la autorregulación que va logrando el bebé y la detección de posibles indicadores de retraimiento. A los 4-5 años de los niños, hallamos una relación significativa entre el nivel simbólico observado en el niño durante las interacciones lúdicas madre-niño y el modo interactivo convergente y entre el nivel de funcionamiento reflexivo parental y el estilo materno interactivo facilitante. Estos resultados fueron reportados en múltiples publicaciones nacionales e internacionales (Schejtman et al., 2012, 2014a, 2014b, 2018; Duhalde et al 2008).
Nuestra investigación apunta a profundizar en el conocimiento de dos momentos fundantes en la estructuración psíquica que podrían relacionarse con la propuesta conceptual de Winnicott. Un primer momento en el cual se plantea uno de los primeros desafíos del infante: lograr la capacidad de “estar a solas en presencia de otro” (Winnicott, 1971), que en términos de nuestro enfoque investigativo estaría dada por el pasaje de la regulación afectiva diádica a la autorregulación y por los modos en los cuales el infante construye recursos de autorregulación organizadores del psiquismo a diferencia de las manifestaciones de retraimiento defensivo. Un segundo momento fundante, en niños preescolares, en el cual al “jugar juntos en una relación” se superponen la subjetividad del niño y la de la madre (Winnicott, 1971).
En nuestro trabajo, este movimiento se expresó en los resultados que mostraron una relación significativa entre la frecuencia en que los niños de 4-5 años compartían una agenda conjunta con su madre y la frecuencia de la presencia de juego simbólico complejo al que accedía el niño. Es decir, cuando la propuesta de juego entre madre y niño es compartida por un lapso más prolongado, se produce mayor presencia de juego simbólico complejo. También observamos que los niños que presentaban mayor frecuencia de indicadores de desregulación afectiva presentaban menor presencia de juego simbólico complejo.
En el análisis de las observaciones y resultados, privilegiamos una mirada que tome en cuenta la superposición de aspectos intrapsíquicos, intersubjetivos y del contexto. Los resultados hallados van en la linea de afirmar que la calidad y frecuencia de transformación interactiva mutua entre adulto y niño y el funcionamiento reflexivo parental aumentan la frecuencia de la producción simbólica del juego del niño y permiten identificar patrones de conducta y particularidades de las interacciones que facilitan u obstaculizan los procesos de simbolización en la primera infancia
Investigación sobre Interacciones lúdicas con madres y padres
En la actualidad el equipo de investigación UBACyT está incursionando en el estudio de las interacciones lúdicas y su relación con el funcionamiento reflexivo parental en madres y padres. En el marco del proyecto de tesis doctoral (UBA CONICET) del Lic. Juan Augusto Laplacette, se está estudiando la observación de interacciones lúdicas de padres y madres con sus hijos/hijas en edad preescolar y su relación con el relato de experiencias subjetivas, a través de la entrevista de desarrollo parental que estudia el funcionamiento reflexivo (Laplacette, J.A. 2014). Si bien los resultados están en proceso, desde un análisis global y cualitativo previo, se pueden observar algunas tendencias: en las interacciones lúdicas videofilmadas, los padres suelen utilizar el desplazamiento en el espacio, así como juegos que involucren destrezas y movimientos corporales más que las madres, mientras que ellas suelen utilizar más verbalización en el jugar con los niños que los padres. En relación al funcionamiento reflexivo, parecería no haber diferencias significativas entre padres y madres, sino más bien diferencias entre parejas parentales. Es decir que, se observa una tendencia de asociación y funcionamiento reflexivo de nivel similar entre los miembros de la pareja parental.
La mayoría de las investigaciones sobre las relaciones cuidador-niño se han centrado en la díada madre-hijo (Yárnoz-Yaben, 2010). En la base de datos Psycitt entre 1966 y 2004 se registraron 5.075 artículos centrados en la madre y 1.364 que abordan el tema desde el padre (Bornholdt, 2006).
Pensar lo materno y lo paterno en la estructuración psíquica es un desafío actual para el psicoanálisis. Según Frizzera (2001) aun si el niño se cría con padre y madre, las funciones parentales son heterogéneas, no son armónicas, ni necesariamente cubiertas por una sola persona.
El estudio de la participación real de la madre y del padre, de sus comportamientos y sus fantasmas inconscientes parte de concebir estas relaciones como unidades de análisis, enfocando en las acciones interactivas observables entre padres e hijos (Dio Bleichmar, 2005).
Si bien el estilo parental de interacción resultó ser un elemento central para estudiar la parentalidad, se encuentra escasa información sobre las diferencias de género referentes al estilo parental. Algunas investigaciones han explorado las diferencias entre madres y padres en sus funciones parentales (Bornholdt, 2006; Duhalde, 2007; Nieri, 2012; Yárnoz-Yaben, 2006). Como lo plantean diferentes autores (Schejtman, 2008; This, 1980), la heterogeneidad de las funciones materna y paterna y, al mismo tiempo, el mayor grado de inclusión del padre de sexo masculino en la crianza de sus hijos en el contexto socio-histórico actual, nos lleva a preguntarnos si existen y cuáles podrían ser las especificidades y particularidades de lo materno y lo paterno, desde las representaciones de padres y madres a partir del discurso y la observación de la interacción misma con sus hijos.
Tal como señala Duhalde (2007) los trabajos que se han dedicado a trazar las diferencias existentes en el desempeño de los roles materno y paterno, a través del estudio de la distribución de tareas hogareñas y del tipo de interacción que tienden a establecer madres y padres con sus bebés, señalan que existe un estilo de vinculación diferente entre las madres y los padres con sus bebés, siendo ésta una diferencia que puede ser rastreada aún a través de distintas culturas (Le Camus, 1995, Lamb, 1977, 1982; Power, 1985; Cyrulnik, 1989; Sun y Roopnarine, 1996; Roopnarine y Jaipaul, 1995; Zouache y Le Camus, 1996, Raphael-Leff, 2001). De acuerdo a estos trabajos, basados en el microanálisis de la conducta parental, la vinculación madre-bebé estaría más ligada a los cuidados cotidianos, siendo las madres más apaciguadoras en el trato con su bebé y más proclives a la estimulación cognitiva a las vocalizaciones y utilizando más frecuentemente la mediatización de objetos. En cambio, la vinculación de los padres con sus bebés se encontraría más ligada a los intercambios lúdicos, ofreciendo mayor nivel de estimulación física auditiva y excitatoria en el trato con el bebé, centrándose en los intercambios físicos con movimientos amplios, viéndose estos intercambios menos mediatizados por la presentación de objetos como intermediarios entre padre y bebé.
Forbes, Cohn, Allen y Lewinsohn (2004) documentan, además, que las madres tienden a desplegar frente a sus bebés más muestras de afecto positivo -como sonrisas o vocalizaciones de tono positivo. Las madres, entonces ofrecerían más “sonrisas” mientras que los padres más juego físico-estimulante. Dado que una de las tareas primarias de la función parental, en el primer año, es sostener y promover la regulación afectiva del bebé, los autores plantean que una lectura posible es pensar que ambas figuras parentales persiguen el mismo objetivo a través de caminos diferentes.
El nuevo estudio acerca de las diferencias observadas en las interacciones con padres y con madres, que se encuentra en proceso, se basa en la videograbación de interacciones lúdicas madre-niño y padre-niño, y una entrevista en profundidad con cada uno de los padres para evaluar el funcionamiento reflexivo parental. El registro filmado permite, a su vez, la observación y el análisis minucioso, que posibilita registrar aspectos de la interacción que podrían escapar a la mirada habitual y amplía la receptividad mental (Silver et al., 2008).
Nos proponemos estudiar los niveles de simbolización en el juego de los niños y niñas durante las interacciones lúdicas y si se encuentran diferencias entre el juego simbólico desplegado por niños y niñas con sus padres o sus madres.
También se estudiarán las similitudes y diferencias en los estilos interactivos de los padres y de los estilos interactivos de las madres en las situaciones lúdicas con sus hijos y/o hijas en edad preescolar.
Incluir a los padres de sexo masculino en programas de investigación con infantes y niños pequeños a partir de la observación y de sus discursos, constituye en sí misma una intervención que revaloriza a la función y el rol paterno, generando espacios de escucha y observación resguardados por un encuadre científico
DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
Las reformulaciones de algunos conceptos clásicos acerca de lo materno y lo paterno y los cambios en los modos de vinculación actuales, exigen ser pensados desde la complejidad resultante entre aspectos intrapsíquicos, intersubjetivos y socioculturales.
De acuerdo con lo expuesto desde el psicoanálisis, lo materno y lo paterno se definen por funciones diferenciadas. Lo materno estaría más ligado a la apropiación deseante del cuerpo biológico del infans para transformarlo en cuerpo libidinal, para lo cual es necesario que el adulto drene un investimiento narcisista a ese producto viviente para que éste pueda salir del desvalimiento originario. Por otro lado, la función maternante implica anticipación y alienación en el deseo de otro que produce una primera unificación especular e imaginaria que brinda la mirada del otro. La función paterna, por su parte, estaría más ligada a la separación y nominación simbolizante e implicaría desilusión, renuncia a la apropiación del cuerpo del hijo para el goce del adulto y su inclusión en un orden simbólico.
El concepto de parentalidad ubica la responsabilidad de los padres en el terreno de la protección y la afectividad, y toma menos en cuenta la especificidad de lo materno y lo paterno en relación a la sexualidad de los padres.
Según se ha señalado, las sociedades y sus miembros se han transformado a través de los tiempos. El papel de hombres y mujeres, así como su relación con la parentalidad, también. En este punto, el pensar estos temas desde el concepto de funciones maternas y paternas, profundizado por el Psicoanálisis, nos permite llegar a consideraciones más abarcativas que se complejizan en la articulación con investigaciones que estudian tanto el discurso parental y las experiencias subjetivas de parentalidad como las interacciones reales entre padres e hijos.
Es importante considerar que el infante necesita para constituirse subjetivamente de adultos en posición asimétrica y, a la vez, respetuosa de su subjetividad. Es decir, más allá de las variaciones epocales en términos de roles parentales y crianza, el papel de los adultos cuidadores es esencial y su estudio requiere un abordaje que considere la complejidad conceptual en el tema.
Sugerimos que los estudios de tipo empírico, basados en la observación minuciosa y pormenorizada de los modos con los cuales el adulto acompaña -de forma facilitante o restrictiva- las propuestas, necesidades e intereses del niño, aportan nuevas perspectivas para la promoción de procesos de enriquecimiento simbólico. En este sentido el trabajo investigativo del micro-análisis de videos, más allá de colaborar a la construcción de herramientas conceptuales y de intervención, permite entrenar la mirada del observador hacia sutiles detalles y ampliar la comprensión de las particularidades que se expresan el juego interactivo adulto- niño. Estos conocimientos, que pueden ser aplicados tanto a las configuraciones familiares clásicas como a la diversidad en dichas configuraciones que se presenta en la época actual, son útiles tanto para la formación de psicólogos para trabajar en intervención clínica temprana como para intervenciones comunitarias y educativas, así como en programas de prevención a nivel de políticas públicas
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