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LA SUBLIMACIÓN EN LAS OBRAS DE FREUD Y LACAN. HIPÓTESIS PRELIMINARES ACERCA DE LA RELACIÓN ENTRE SUBLIMACIÓN Y CREACIÓN
Julio Canosa; Eliana López; Gabriela Mundiñano;
Julio Canosa; Eliana López; Gabriela Mundiñano; Micaela Perak
LA SUBLIMACIÓN EN LAS OBRAS DE FREUD Y LACAN. HIPÓTESIS PRELIMINARES ACERCA DE LA RELACIÓN ENTRE SUBLIMACIÓN Y CREACIÓN
Sublimation in Freud’s and Lacan’s works. Preliminary hypotheses about the relationship between sublimation and creation
Anuario de Investigaciones, vol. XXVI, pp. 225-232, 2019
Universidad de Buenos Aires
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Resumen: El presente trabajo se enmarca en el Proyecto UBACyT 2018 20020170100772BA “Síntoma y creación en la última enseñanza de J. Lacan (1970-1981)”. En esta ocasión nos proponemos rastrear el concepto de sublimación en su obra y en la de S. Freud y su relación con la noción de creación.

Palabras clave:SublimaciónSublimación,CreaciónCreación,SíntomaSíntoma,ArtificioArtificio.

Abstract: This paper is part of the UBACyT Project 2018 200201701 00772BA “Symptom and creation in the last teaching of J. Lacan (1970-1981)”. In this occasion we propose to trace the concept of sublimation in his works and in S. Freud´s works and its relation with the notion of creation.

Keywords: Sublimation, Creation, Symptom, Artifice.

Carátula del artículo

Psicoanálisis

LA SUBLIMACIÓN EN LAS OBRAS DE FREUD Y LACAN. HIPÓTESIS PRELIMINARES ACERCA DE LA RELACIÓN ENTRE SUBLIMACIÓN Y CREACIÓN

Sublimation in Freud’s and Lacan’s works. Preliminary hypotheses about the relationship between sublimation and creation

Julio Canosa
Universidad de Buenos Aires (UBA), Facultad de Psicología, Argentina
Eliana López
Universidad de Buenos Aires (UBA), Facultad de Psicologí, Argentina
Gabriela Mundiñano
Universidad de Buenos Aires (UBA), Facultad de Psicología, Argentina
Micaela Perak
Universidad de Buenos Aires (UBA), Facultad de Psicología, Argentina
Anuario de Investigaciones, vol. XXVI, pp. 225-232, 2019
Universidad de Buenos Aires

Recepción: 23 Marzo 2019

Aprobación: 09 Octubre 2019

INTRODUCCIÓN

Este trabajo se inscribe en el marco de distintas investigaciones dedicadas a estudiar el último período de la enseñanza de Lacan y sus consecuencias clínicas, éticas y psicopatológicas. En este caso, se indagarán las diferentes conceptualizaciones respecto de la sublimación -en sus relaciones y tensiones en los desarrollos de Freud y Lacan- como un abordaje preliminar de la articulación entre síntoma y creación en el período referido.

Para ello, delimitaremos en primer lugar la perspectiva freudiana en diversos momentos de su obra, con el fin de destacar las maneras, incluso contradictorias, en que es definida. Luego se recortará, desde la enseñanza de Lacan, qué se retoma, continúa o pone en cuestión.

LA SUBLIMACIÓN EN LA OBRA DE S. FREUD
Primer momento: sublimación, creación y formación reactiva

Si bien el término sublimación aparece nombrado en algunos textos anteriores, es en “Tres ensayos de teoría sexual” donde se realiza un primer desarrollo conceptual del mismo. En este abordaje inicial la define, a partir del período de latencia y la tramitación de las mociones pulsiones no aplicables, como una desviación de las fuerzas pulsionales sexuales de sus metas y su orientación hacia metas nuevas (cf. FREUD 1905, 161). Entre ellas, Freud ubica a la sublimación y a la sofocación por formación reactiva. Ambas quedan ligadas allí donde la sublimación constituye el proceso que aporta uno de los tres desenlaces posibles de la disposición constitucional anormal (“peligrosa”) y como una de las fuentes de la actividad artística (cf. FREUD 1905, 218).

Un punto interesante es la problematización generada por la distinción y articulación de estas tres nociones: sublimación, creación artística y formación reactiva. Por otro lado, si bien apela a la distinción entre una sublimación completa y una incompleta como parte de la explicación, refiere que “(…) el análisis del carácter de las personas altamente dotadas, en particular las de disposición artística, revelará la mezcla en distintas proporciones de capacidad de rendimiento, perversión y neurosis” (Ibíd.).

Luego, en 1908, profundizará esta cuestión y comenzará a diferenciar cada uno de dichos procesos. En “Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad” ubica a la sublimación como una posibilidad frente a la abstinencia de satisfacción sexual, alternativa diferenciada de la vía de la formación de síntoma. Ahora bien, si no se introduce una modalidad de satisfacción sexual y no se consigue sublimar la libido, están dadas las condiciones para que la fantasía inconsciente prolifere como síntoma patológico (cf. FREUD 1908a, 143).

De otros dos textos contemporáneos, “La moral sexual ‘cultural’ y la nerviosidad moderna” y “Carácter y erotismo anal”, pueden recortarse dos aspectos. Por un lado, que la pulsión sexual es compuesta: una parte se dirige a la vida sexual y la otra es desviada a otras metas, por ejemplo la sublimación (FREUD 1908b, 154). Por otro lado, que esta última estaría ligada con la creación artística como disposición al trabajo cultural o hacia metas culturales (FREUD 1908c, 168). Sin embargo, cabe destacar que en los textos de esta primera época referidos a la creación literaria, no hallamos el concepto de sublimación, lo cual revela que no necesariamente apela a ella para dar cuenta de la creación literaria.

En “El delirio y los sueños en la ‘Gradiva’ de W. Jensen” hace un análisis del personaje principal de la obra tomando su delirio, la producción de sus fantasías y sueños: “Esa segregación de la fantasía respecto de la capacidad de pensar lo destinaba [al protagonista] a ser poeta o neurótico” (FREUD 1907 [1906], 13). La estofa de la que se arman ambas posibilidades (poesía y neurosis) pareciera ser la misma, pues trata a la producción del héroe del mismo modo que a las producciones de sus pacientes. Luego, en “El creador literario y el fantaseo” homologará juego, fantasía y creación literaria.

De estos primeros desarrollos es posible concluir, de manera preliminar, que en este momento de su obra comienza a distinguir a la sublimación (definida como un desvío de la meta sexual de la pulsión) de la formación reactiva (como uno de los modos de formación de síntoma). Sin embargo, al mismo tiempo, esta distinción por momentos se desdibuja. Puede afirmarse entonces que creación y sublimación no se superponen en la elaboración freudiana, abordando ambos conceptos en distintos contextos.

Finalmente, la creación literaria parece acercarse por momentos a la formación de síntoma ya que ambas se sirven y dan expresión al mismo material: las fantasías inconscientes. De esta manera, se constituyen como dos modos distintos (aunque no necesariamente opuestos) de elaboración de los deseos reprimidos y las fantasías inconscientes. La fantasía anuda síntoma y creación.

Segundo momento: la sublimación y la metapsicología

En la segunda de las “Cinco conferencias sobre psicoanálisis”, Freud ubica a la sublimación como una de las tres “tramitaciones adecuadas al fin” que puede encontrar el conflicto entre el deseo inconsciente y la represión que está en la base de los fenómenos de la neurosis (FREUD 1910[1909]a, 24). La sublimación posibilitaría que dicho deseo patógeno pueda ser guiado hacia una meta superior y exenta de objeción.

El tema se retoma en la quinta conferencia, pero en esta oportunidad se entrama más íntimamente con las vicisitudes entre síntoma y creación. Tras retomar el juicio adverso y abordar el tercer desenlace (la satisfacción directa de las mociones libidinosas reprimidas), realiza la siguiente advertencia: “(...) tampoco nos es lícito olvidar que la satisfacción dichosa del individuo no puede eliminarse de las metas de nuestra cultura. Es que la plasticidad de los componentes sexuales, que se anuncia en su aptitud para la sublimación, puede engendrar la gran tentación de obtener efectos culturales cada vez mayores mediante una sublimación cada vez más basta” (Ibíd., 50).

Esta cuestión se continúa en el verdadero tratado respecto de los encuentros y desencuentros entre sublimación, síntoma y creación: “Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci”. Allí indaga el vínculo entre ciertas particularidades de su vida sexual y las características de su producción artística. Respecto de esto último, subraya los inconvenientes que su calidad de investigador y técnico implicaron para su condición de artista. Destaca la lentitud con la que trabajaba, al punto que dejaba inacabado lo que había iniciado, sin preocuparse demasiado por el destino de sus obras (cf. FREUD 1910, 61). Para explicar este obstáculo, recurre a la vida sexual de Leonardo y señala que era un ejemplo de “(…) una fría desautorización de lo sexual” (Ibíd., 64-65).

En este sentido, el término sublimación es utilizado para designar el tipo particular de homosexualidad “ideal” que caracterizaba el vínculo de Leonardo con los jóvenes que lo rodeaban. Freud infiere que los afectos eran sometidos a la pulsión de investigar y que se trasmudaban en un interés del pensamiento, produciendo como consecuencia una sustitución del actuar y el crear por el pensar. El apetito de saber, primeramente al servicio del arte, recibe un refuerzo que pareciera ser resultado de una represión sexual. Así, pulsión de investigar, anhelo de saber, sublimación y represión se anudan de un modo no exento de contradicciones, aclarando que la sublimación, en este caso, no es completamente independiente de la represión sexual sino algo paralelo. El vínculo, por momentos ambiguo, que el autor establece entre represión y sublimación vuelve complejo discernir el lazo entre ésta y el síntoma. Leonardo parece, al mismo tiempo, sublimar los componentes sexuales reprimidos en sus capacidades para la investigación o el pensamiento y estar inhibido por ese mismo apetito de saber en su afán artístico. Hacia el final afirma que: “...represión, fijación y sublimación cooperan para distribuirse las contribuciones que la pulsión sexual presta a la vida anímica de Leonardo” (Ibíd., 123). También explica cómo esta capacidad sublimatoria termina inhibiendo su aptitud artística (cf. Ibíd., 124).

Sublimación y psicopatología quedan explícitamente ligadas en “Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) descrito autobiográficamente” a partir de la frustración de los lazos sociales sublimados y la ruptura del dique que impone el avance de la “marea alta de libido” en la retracción y formación de los síntomas (FREUD 1911 [1910], 57-58).

En “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico”, Freud retoma la articulación de la sublimación con las finalidades del análisis en el marco de una advertencia respecto de los peligros de la “ambición pedagógica”. Recuerda que si bien puede resultar tentador, no es tarea del psicoanalista sucumbir a sus propios deseos ni prescribir elevadas metas al paciente de acuerdo a sus propios ideales, afirmando que: “(...) el proceso de sublimación, en quien es apto para él, suele consumarse por sí solo tan pronto como sus inhibiciones son superadas por el análisis. Opino, pues, que empeñar regularmente el tratamiento analítico en la sublimación de las pulsiones es algo muy loable, pero en modo alguno se lo puede recomendar para todos los casos” (FREUD 1912a, 118). En los textos de estos años, la noción de sublimación se liga a la “predisposición”, a la “aptitud” para resolver el conflicto de modo más o menos patológico. En “Sobre psicoanálisis”, la diferencia del síntoma y la formación reactiva. Freud afirma que los síntomas se generan por diferentes mecanismos: “a) como formaciones que sustituyen a las fuerzas reprimidas, o bien: b) como compromisos entre las fuerzas represoras y las reprimidas, o bien: c) como formaciones reactivas y resguardos contra las fuerzas reprimidas” (FREUD, 1913 [1911]a, 212). De esta manera, distingue a estos mecanismos de la sublimación, a la cual vincula con la capacidad de la pulsión sexual de “ser apartada de sus metas sexuales directas y dirigida hacia metas más altas, de índole ya no sexual (‘sublimación’)” (Ibíd., 213-214). En “La predisposición a la neurosis obsesiva” señala la contribución de la sublimación y de las formaciones reactivas a la formación del carácter, en una ligazón que las diferencia de la neurosis (FREUD 1913b, 343). Pero quizás sea en “Sobre los tipos de contracción de neurosis” donde ubique los puntos más interesantes del vínculo entre sublimación y predisposición, al matizar esta última y señalar la dimensión electiva que se abre para un sujeto.

Posteriormente será abordada como parte de la discusión que mantendrá con E. Jung y A. Adler (FREUD 1914a, 59) y será retomada en “Introducción del narcisismo” en relación con la formación del Ideal. Allí separa radicalmente a la sublimación de la idealización -o sobrestimación del objeto- en tanto esta última es un proceso que se cumple sobre el objeto mientras que la primera atañe específicamente a la meta de la pulsión (cf. FREUD 1914b, 91). Así, subraya que es en las neurosis donde se halla la máxima distancia y tensión entre la constitución del Ideal del yo, como sostén de la represión, y la sublimación de las pulsiones, ya que la misma “constituye aquella vía de escape que posibilita cumplir la exigencia sin apelar a la represión” (Ibíd., 92). De este modo, la sublimación no parece contraponerse al Ideal del yo y a su función orientadora pero sí a la represión y a sus consecuencias sintomáticas, a diferencia de la convivencia que ambas parecían sostener en su trabajo sobre Leonardo. Esta oposición queda más delimitada en “Pulsiones y destinos de pulsión” al constituir dos destinos pulsionales distintos. Aunque este último artículo no se centra en desarrollar el concepto que nos ocupa, es posible señalar una contradicción allí donde dice, a diferencia del texto antes citado, que este destino pulsional está posibilitado por los cambios de vía del objeto. En función de ello, afirma que las pulsiones: “(...) se singularizan por el hecho de que en gran medida hacen un papel vicario unas respecto de las otras y pueden intercambiar con facilidad sus objetos (cambios de vía). A consecuencia de las propiedades mencionadas en último término, se habilitan para operaciones muy alejadas de sus acciones-meta originarias (sublimación)” (FREUD 1915, 121).

Esta ambigüedad entre inhibición y desvío de la meta inmediatamente sexual de la pulsión, así como el cambio de objeto por uno más elevado en términos éticos y estéticos permanecerá en el siguiente período y hallará, como veremos, diversas soluciones.

Tercer momento: usos de la sublimación en el último período de la obra de Freud

Poco antes de escribir “El yo y el ello”, en el Apéndice a “Psicología de las masas”, distingue (o al menos no superpone) el desvío de la meta sexual de la sublimación de las pulsiones sexuales. Al abordar las ligazones afectivas tiernas (que están en la base del lazo social) como pulsiones de meta sexual inhibidas (desviadas de metas sexuales), afirma que “podemos reconocer en este desvío respecto de la meta un comienzo de sublimación de las pulsiones sexuales” (FREUD 1921, 131). Al desvío de la meta sexual debe agregársele el cambio de vía del objeto para que se produzca la sublimación, y ello supondría una operación tanto sobre la meta de la pulsión como sobre el objeto.

Esta perspectiva parece reforzarse en el segundo de sus “Dos artículos de enciclopedia”, enfocado en la “Teoría de la libido”. Aquí le dedica un breve apartado donde afirma que “el destino de pulsión más importante pareció ser la sublimación, en la que objeto y meta sufren un cambio de vía, de suerte que la pulsión originariamente sexual halla su satisfacción en una operación que ya no es más sexual, sino que recibe una valoración social o ética superior” (FREUD 1923a, 251). También en este texto distingue a la sublimación (como un cambio de vía en la meta y el objeto) de la sola inhibición de la meta sexual, a la cual le dedica un apartado separado.

A partir de “El yo y el ello” matizará esta distinción. Así, por ejemplo, al abordar la transposición de libido de objeto en libido narcisista afirma que ella conlleva “una resignación de las metas sexuales, una desexualización y, por tanto, una suerte de sublimación” (FREUD 1923b, 32). Incluso se pregunta: “¿No es este el camino universal hacia la sublimación? ¿No se cumplirá toda sublimación por la mediación del yo, que primero muda la libido de objeto en libido narcisista, para después, acaso, ponerle otra meta?” (Ibíd.). En esta reelaboración pareciera ampliar el concepto. Lo define como un modo de tramitación de la libido vía su desexualización, incluyendo así al trabajo del pensar como uno de sus modos. Esto conlleva importantes consecuencias en la reelaboración que realiza a partir de su segunda tópica. Si la sublimación supone una desexualización de la pulsión, de ello se sigue como consecuencia una desmezcla pulsional y una liberación de la pulsión de muerte (Ibíd., 55). De esta manera, a partir de la introducción de esta última, ya no tiene necesariamente resultados “sublimes”. Freud alude: “Mediante su trabajo de identificación y de sublimación, [el yo] presta auxilio a las pulsiones de muerte para dominar a la libido, pero así cae en el peligro de devenir objeto de las pulsiones de muerte (...) como su trabajo de sublimación tiene por consecuencia una desmezcla de pulsiones y una liberación de las pulsiones de agresión dentro del superyó, su lucha contra la libido lo expone al peligro del maltrato y de la muerte” (Ibíd., 57). Esto último invita a no idealizar la sublimación como destino pulsional ni como un fin posible del análisis. Es decir que no necesariamente conlleva un bienestar para el sujeto. De hecho puede sostener o convivir muy bien con las peores versiones del malestar.

En cualquier caso, habría a la vez un uso del término sublimación en sentido amplio (que coincide en mayor o menor amplitud con la desexualización, con el desvío o “inhibición” de la meta sexual, con una modificación “interna”) y un sentido más restringido o específico (que al desvío de la meta le agrega también un cambio de vía en el objeto, una operación sobre el mundo exterior). Es por esto último que incluye al trabajo, en tanto operación sobre el mundo, como un modo de sublimación. Dicha perspectiva se continuará en “Breve informe sobre el psicoanálisis”: “un fragmento de la actividad espiritual humana se dirige al dominio del mundo exterior real. Pues bien; el psicoanálisis agrega que otro fragmento, particularmente apreciado, del crear humano sirve al cumplimiento de deseo, a la satisfacción sustitutiva de aquellos deseos reprimidos que desde los años de la niñez moran, insatisfechos, en el alma de cada quien. Entre estas creaciones (...) se cuentan el mito, la creación literaria y las artes plásticas” (FREUD 1924b, 219). Retoma entonces sus primeros desarrollos acerca de la sublimación y la creación, volviendo a afirmar que no es tarea del psicoanálisis la apreciación estética de la obra de arte.

Llegamos así a “El malestar en la cultura”, uno de los últimos lugares en los que Freud se refiere extensamente al término. Comienza el texto señalando que la vida, como nos es impuesta, resulta gravosa y dolorosa. Por eso la actividad científica y el arte pueden funcionar, respectivamente, como “distracciones” y “satisfacciones sustitutivas” que la vuelven soportable (cf. FREUD 1930, 75). Se pregunta entonces por los modos de defensa frente al padecer, por las técnicas para la defensa contra el sufrimiento, afirmando que la sublimación de las pulsiones brinda un auxilio para ello.

De todas formas vuelve a señalar que se requieren disposiciones y dotes particulares, que solo para pocos seres humanos son asequibles satisfacciones como las que brinda el arte o la ciencia. Sin embargo, el trabajo profesional ordinario puede ocupar el sitio que la creación o la investigación ocupan para el artista o el científico. En función de ello, la medida de sublimación de pulsiones que pueda efectuar cada sujeto es uno de los diversos caminos, una de las principales respuestas, frente al “programa irrealizable” (ser felices) que impone el principio del placer frente al malestar estructural.

En la “32° Conferencia” retomará la distinción entre sublimación e inhibición de la meta y desexualización: “Distinguimos con el nombre de sublimación cierta clase de modificación de la meta y cambio de vía del objeto en la que interviene nuestra valoración social. Además, tenemos razones para distinguir pulsiones de meta inhibida, a saber, mociones pulsionales de fuentes notorias y con meta inequívoca, pero que se detienen en el camino hacia la satisfacción” (FREUD 1933, 89-90). Ambos usos del término (sublimación como inhibición o modificación de la meta y como cambio de vía del objeto) conviven, no siempre explicitados, en su obra.

“Moisés y la religión monoteísta” y “Esquema del psicoanálisis” son los últimos textos en los que hace referencia a la creación y a la sublimación. En el primero predominan las referencias a la creación literaria y a la “invención poética” (FREUD 1939, 40). Por su parte, el segundo trabaja la temática en dos lugares: primero, como destino pulsional (FREUD 1940, 153); luego (al parecer el último lugar en que se refiere a ella en toda su obra) en el capítulo dedicado a la técnica psicoanalítica. Allí se pregunta por los factores que intervienen de modo favorable o desfavorable en la cura. También se interroga qué promueve u obstaculiza la realización de un análisis y su desenlace. En el contexto de esa pregunta destaca que “la aptitud de la persona para la sublimación pulsional desempeña un gran papel” (Ibíd., 182) en el desenlace final del tratamiento. Es decir que la última referencia de Freud a la sublimación es en el marco de la pregunta, ética y clínica, por el fin del análisis, por su finalidad y por su finalización.

ELABORACIÓN LACANIANA DEL CONCEPTO DE SUBLIMACIÓN

A partir de los antecedentes freudianos, los desarrollos de Lacan permitirán resaltar similitudes y diferencias entre sublimación y creación, problematizando, en sus diferentes períodos, lo que es posible hacer con lo irreductible.

Primer momento: la exaltación del objeto

En el Seminario 7 Lacan trabaja la sublimación articulada al Das Ding, definiéndola como aquella operación que eleva un objeto a la dignidad de la cosa (cf. LACAN 1959-60, 138). Elevar no es igual a exhibir o mostrar sino que introduce un recorrido significante en torno al agujero de un real imposible de representar. El amor cortés es uno de los ejemplos más significativos de dicho efecto, allí donde el objeto femenino se presenta como innacesible, como algo de lo cual se es privado. Y la poesía, enmarcada en esta modalidad, planteaba en sus escritos un modo de simbolización de dicha ausencia al recrear la simbolización primitiva, aquella que sitúa a la madre como quien puede privar al niño del don de amor. Lo que allí se pone en juego es la demanda de ser privado de algo real (Ibíd., 188) y el objeto se transforma en una potencia en el mismo sentido en que se señala a la potencia paterna como efecto de la sublimación.

Ahora bien, ese objeto sublimado, exaltado, es inaccesible y ello delimita dos cuestiones. Por un lado, que al ser elevado a la dignidad de la cosa, implica un vacío, una nada. Por otro, que la sublimación planteada por Freud como uno de los destinos de la pulsión, supone que esta última se satisface en ese vacío.

De este modo, el amor cortés podría entenderse como la escenificación de la naturaleza de la satisfacción pulsional: aquella que se satisface con el vacío, “que no le pide nada a nadie” (Ibíd., 147). Como consecuencia, la privación allí sería en sí misma innecesaria, en tanto constituye el modo fantasmático de significar lo que no hay.

Con relación al objeto, queda al descubierto la imposibilidad del mismo, al afirmarse como inadecuado siempre. Así, la sublimación sería aquello que pone en juego la satisfacción pulsional con un objeto que es en sí mismo nada pero que por efecto de ella es pasible de representación. Esta es su función: crear un objeto que pone el vacío en juego.

Lacan comienza a relacionar la función de la sublimación con el arte. Plantea que “un objeto puede cumplir esa función que le permite no evitar la cosa como significante, sino representarla, en tanto que ese objeto es creado” (Ibíd., 149). La sublimación tiene la posibilidad de hacer algo con el vacío y en ello consiste la proeza del arte -a diferencia de la religión que supondría su evitación y de la ciencia que lo rechaza en la búsqueda de un saber absoluto- pues “se caracteriza por cierto modo de organización alrededor de ese vacío” (Ibíd., 163).

Acerca de la creación Lacan señala que se trata de “la creación ex-nihilo”. El objeto de arte implicaría algo nuevo creado de la nada que comportaría lo bello. Plantea el ejemplo del alfarero que construye una vasija para dar cuenta del uso del agujero. Es con ese agujero que es posible que aparezca un objeto.

Otro de los ejemplos propuestos por Lacan es la colección de cajas de fósforos del poeta Jacques Prevert, unidas formando una serie de encastres sucesivos que, como una especie de serpentina, recorría distintos espacios de su casa. Allí el objeto, sustraído de su valor de uso, remite más allá de su sentido mundano al vacío central de la Cosa.

Finalmente, introduce la cuestión del límite a la sublimación. Es decir, no toda exigencia libidinal es sublimable en la medida que “en el individuo -en tanto se trata del individuo y formulando entonces respecto a él la cuestión de las disposiciones internas y la de las acciones externas- encontramos límites. Algo no puede ser sublimado, existe una exigencia libidinal, la exigencia de determinada dosis, de determinada tasa de satisfacción directa, en cuya ausencia se producen perjuicios, perturbaciones graves” (Ibíd., 114)

Segundo momento: la transformación del agujero en vacío

En el Seminario 16 retoma lo planteado en el Seminario 7 respecto del vacío y la imposibilidad. Partiendo de la pérdida del objeto originario, toda satisfacción será sustitutiva y de carácter sexual, enfatizando no tanto el objeto sino aquello que lo contornea. Allí la sublimación transformará ese agujero en vacío, delimitando un circuito pulsional que le dará forma en tanto tal. En la misma se trata, fundamentalmente, de la relación del sujeto con el goce: un acto donde se produce una captura parcial del mismo.

Más allá de los puntos en los que Lacan se aleja de la concepción freudiana, no deja de señalar que éste advirtió dos puntos fundamentales: su relación con el objeto y con la pulsión ya que “la sublimación es, hablando con propiedad y en tanto tal, modo de satisfacción de la pulsión” (LACAN 1968-69, 197). Luego resalta con la pulsión.

Comienza por trabajar aquello que denomina “la anatomía de la vacuola” (LACAN 1968-69), es decir, una estructura topológica que presenta un centro interdicto. De esta manera, el campo de goce se presenta como un campo agujereado, vaciado, sin representación. Afirma, retomando lo propuesto en el Seminario 7, que “la dialéctica misma del placer, a saber, lo que implica de un nivel de estimulación a la vez buscado y evitado, de un justo límite, de un umbral, incluye la centralidad de una zona -digamos- prohibida porque el placer sería demasiado intenso” (Ibíd., 206). Se trata de un goce cuya condición de posibilidad está dada a partir de circunscribir un vacío, un punto prohibido. Utiliza el término circare: “dar vueltas en círculo en torno de un punto central en la medida en que algo no está resuelto” (Ibíd., 225). Delimita así, lo que denomina campo del goce: “Designo esta centralidad como el campo del goce, goce que se define como todo lo que proviene de la distribución del placer en el cuerpo” (Ibíd., 206). La anatomía de la vacuola implica la evacuación del objeto del campo del Otro que condiciona y posibilita el acto sublimatorio: “Esta distribución, su límite íntimo, condiciona justamente lo que en su tiempo, y con más palabras, por supuesto, más ilustraciones de las que puedo hacer aquí, designé como la vacuola, esta interdicción en el centro, que constituye, en suma, lo que nos es más cercano sin dejar de sernos exterior. Habría que inventar la palabra éxtimo para designar lo que está en juego” (Ibíd., 206).

En la medida que el objeto adquiere este carácter, posibilita la conformación del campo del Otro como una estructura de borde. Todo aquello que para el hombre es lo más íntimo, es justamente eso que solamente puede reconocerlo en el afuera, a partir de alguna exterioridad. En este Seminario, redobla dicha posición al hacer la lectura desde el objeto a como plus de gozar. Afirma: “Esto la hace gozar, cosa que solo se puede suponer por las actitudes diversamente extraordinarias que asume (…) El objeto a desempeña este papel respecto de la vacuola. En otras palabras, es lo que cosquillea en el interior de das Ding. Eso es. Es lo que constituye el mérito esencial de todo lo que se llama obra de arte” (Ibíd., 213).

Si Freud destacaba que la sublimación era uno de los destinos posibles de la pulsión, Lacan es menos optimista al respecto. En este Seminario afirma que el neurótico es incapaz de sublimar, en tanto siempre resta algo irreductible que no es tramitable vía dicho proceso. Nuevamente, la idea de creación artística se recorta como tratamiento de ese vacío irreductible: “Para el neurótico el saber es el goce del sujeto supuesto saber. Por eso él es incapaz de sublimación. La sublimación es lo propio de quien sabe contornear eso a lo que se reduce el sujeto supuesto saber. Toda creación artística se sitúa en este rodeo de lo que queda de irreducible en el saber por cuanto se distingue del goce. Algo sin embargo marca su empresa, en la medida en que esta designa para siempre en el sujeto su incapacidad para su plena realización” (Ibíd.).

Luego de esta última mención, el autor comienza a omitir a la sublimación como modo de hacer con lo real. Encontramos interesante que esa omisión es concomitante a las alusiones cada vez más frecuentes a la creación artística como un saber hacer con el síntoma.

Tercer momento: ¿sublimación o saber hacer con el síntoma?

El Seminario 20 marca un giro y es considerado el punto de inicio de su última enseñanza. Hemos afirmado que la sublimación en tanto tal es imposible pues hay un resto irreductible que insiste. El goce es no-todo sublimable. También hemos señalado que la creación artística se acerca a la posibilidad de un tratamiento de lo real. En este Seminario es contundente al respecto en la medida en que ubica al amor -siempre cortés- del lado de la sublimación como algo que vela la no-relación sexual, pero al precio de mismarse en el Otro. De este lado ubica al amor fantasmático, a la perversión polimorfa del macho (acto de amor), a la amistad. Ahora bien, el único modo de relacionarse con lo Otro sin reducirlo al lugar del objeto a es “hacer poesía” y la apelación a la creación artística como modo de salida a lo irreductible del goce: “Hacer el amor, tal como lo indica el nombre, es poesía. Pero hay un abismo entre la poesía y el acto. El acto de amor es la perversión polimorfa del macho, y ello en el ser que habla” (LACAN 1972-1973, 88).

La relación entre arte y psicoanálisis es retomada en el Seminario 21. Allí plantea la existencia de “cierta homología entre lo que tenemos como obras de arte y lo que recogemos en la experiencia analítica” (LACAN 1973-74, clase del 09/04/74). ¿Cómo entender esa analogía, dicha aproximación entre lo que se recoge en un análisis y la obra de arte? En esta clase plantea que aquello que se inventa es el saber, pero no todo puede ser inventado y de este lado queda lo escrito. “Por lo tanto, hay cosas a nivel de lo que emerge de real, bajo la forma de un funcionamiento diferente ¿De qué? De lo que al fin de cuentas tiene que ver con letras puesto que de letras se trata” (Ibíd.).

Así, en relación con el saber inventado, se trata del modo en que enlacemos las letras, aquellas marcas de real que tejen la existencia. Dichas marcas constituyen lo que hay, lo que no puede inventarse. Pero con eso algo se puede hacer. En contraposición a la ciencia que obtura el agujero, vuelve a ubicar al arte como una operación con el vacío que implica hacer uso del mismo: “Al arte debemos tomarlo como modelo, como modelo para otra cosa, es decir, hacer de él ese tercero que aún no está clasificado, ese algo que se apoya en la ciencia por una parte y por la otra toma al arte como modelo” (Ibíd.).

Finamente en el Seminario 23 introduce una perspectiva distinta que retoma la pista de Joyce para elucidar aquello que es posible hacer enlazando las letras, esas marcas de real. Él se hace un nombre, se convierte en un artista. Entre las palabras impuestas de sus epifanías y los textos que serán estudiados por numerosas generaciones, hay un largo camino: convertir un síntoma en sinthome, arribar a un saber-hacer con lo irreductible. A lo largo de este Seminario el autor ubica con mucha fuerza a la creación artística de dicho escritor, en esta oportunidad apelando al concepto de sinthome como modo de arreglárselas con la forclusión del Nombre de Padre: “Pese a la férrea disciplina que se imponía no lograba sin embargo, frenar los impulsos que lo agitaban. (…) No podía volver ya a la santidad inicial, su resurrección no sería por lo tanto como Santo, sino como Artista. Una solución “heroica” sostenida no solo en la realización de su obra literaria sino en la construcción de una serie de concepciones estéticas que le brindarán una salida a lo que lo atormenta” (GODOY 2008, 249).

Lacan se pregunta cómo llegar a saber-hacer con un síntoma, a través de qué artificios: “¿De qué modo el artificio puede apuntar expresamente a lo que se presenta primero como síntoma? ¿Cómo el arte, el artesanado, puede desbaratar, si puede así decirse, lo que se impone como síntoma?” (LACAN 1975-76, 23). Continúa afirmando: “Joyce no sabía que él construía el sinthome, quiero decir que él lo simulaba. No era consciente de ello. Y por eso es un puro artífice, un hombre de saber hacer, lo que también se llama un artista” (Ibíd., 116). Lo que denomina “saber hacer” incluye la idea de artificio: “¿Qué es el saber hacer? Es el arte, el artificio, lo que da al arte del que se es capaz un valor notable, porque no hay Otro del Otro que lleve a cabo el Juicio Final. Por lo menos, yo lo enuncio así. Esto significa que hay algo de lo que no podemos gozar. Llamémoslo el goce de Dios, incluyendo allí el sentido de goce sexual” (Ibíd., 59).

CONCLUSIONES

Luego de delimitar los diversos lugares en las obras de Freud y de Lacan que aluden a la sublimación, nos interrogaremos acerca de cuáles son aquellos puntos en los que podemos efectuar algún entrecruzamiento a partir de lo conceptualizado por ambos.

En primer lugar, nos preguntábamos a lo largo del presente artículo si dicho concepto puede ser entendido como equivalente al de creación, o si más bien vale la pena destacar sus diferencias y no solamente sus similitudes. Tal como fue trabajado, Freud plantea desde un comienzo que no deberíamos asociar tan rápidamente sublimación y creación artística. Ambos conceptos no se superponen en la elaboración freudiana. Si bien en algunos momentos parecieran aludir a cuestiones similares, resulta llamativo que en los textos en los que hace referencia a la creación artística, particularmente en un primer momento de su obra, no hable de la sublimación en relación con este último punto. La idea de creación parecería, por el contrario, acercarse más a la formación del síntoma. Síntoma y creación serían dos modos distintos de elaboración de los deseos reprimidos y las fantasías inconscientes. Podríamos decir que dicha distinción puede leerse también en la obra de Lacan en diversos puntos. Tal como se mencionó, es plausible sostener que en la última parte de su enseñanza nos encontramos con una pulverización del concepto de sublimación. De este modo, comienza a omitirlo como modo de hacer con lo real y esa omisión es concomitante con las alusiones, cada vez más frecuentes, a la creación artística. Así, se abre la pregunta acerca de qué hacer con ese resto irreductible ligado a lo real del goce, pregunta a partir de la cual el concepto de creación adquiere predominancia y diferenciación respecto de sus anteriores desarrollos sobre la sublimación.

En segundo lugar, afirmamos que Freud la define como un modo de tramitación de las mociones sexuales (FREUD 1923b), como un desvío de las fuerzas pulsionales sexuales a otras metas (FREUD 1905, 161). De igual manera, encontramos que muchas veces queda anudada a un horizonte posible de alcanzar para aquellos que tienen algún tipo de predisposición particular. No es posible para todos, pero no descarta la posibilidad de que para algunos sea un acercamiento a lo sublime. Plantea así que la sublimación de las pulsiones es algo muy loable, no sin advertir el punto de imposibilidad de ser para todos los casos (FREUD 1912a, 118). En los textos de estos años, la noción de sublimación se liga a la “predisposición”, a la “aptitud” para resolver el conflicto de modo más o menos patológico. Si bien en varios momentos de su obra pareciera alejarse de la idea de asociar a la sublimación con el fin y la finalidad de un análisis, advirtiéndonos respecto de cierta ambición pedagógica, en el último texto en el que la menciona, vuelve a recortar la aptitud de la persona para sublimar como punto clave en el desenlace final del tratamiento (FREUD 1940, 182).

Por el contrario, Lacan introduce de entrada el punto límite de toda sublimación: no toda exigencia libidinal es sublimable. Aunque pareciera que en el inicio no planteara las cosas de este modo, rápidamente deja entrever su sospecha de que pudiera hacerse de manera total. Año tras año intenta circunscribir de qué se trata aquello que queda como imposible de sublimar, afirmando que más allá de las disposiciones internas o externas hay un límite (LACAN 1959-60, 114). Si Freud destacaba que la sublimación era uno de los destinos posibles de la pulsión, Lacan es menos optimista al respecto: el neurótico es incapaz de sublimar (LACAN 1968-69, 213) en tanto siempre resta algo irreductible que no es tramitable vía este proceso. Hay un resto que insiste. El goce es no-todo sublimable.

En tercer lugar, como fue resaltado, Freud enlaza la sublimación con lo sublime. Por ejemplo al ubicarla como una de las tramitaciones adecuadas al fin que puede encontrar el conflicto entre deseo inconsciente y represión (FREUD 1910[1909]a, 24). De este modo, implicaría que dicho deseo patógeno pueda ser guiado hacia una meta superior y exenta de objeción. También pareciera aludir a lo sublime al definirla como la capacidad de la pulsión de ser apartada de sus metas sexuales directas con el fin de ser dirigida hacia metas más altas, no sexuales (FREUD, 1913 [1911]a, 213-214). Sin embargo, en el último período de su obra y al introducir la pulsión de muerte, no se asocia únicamente a resultados “sublimes” (FREUD 1923b, 55-57). De esta manera, y ya en Freud, no necesariamente conlleva un bienestar para el sujeto. Incuso puede sostener las peores versiones del malestar.

Lacan refuerza este último punto al alejarse de la concepción freudiana que equipara la sublimación con lo sublime, ya que la misma no tendrá que ver con la valoración social o cultural de la obra ni con el reconocimiento. No es lo sublime para Lacan. Lo importante es que ese acto se ordenará alrededor de un vacío que la sublimación crea.

Finalmente, más allá de los puntos en los que este autor se aleja de la concepción freudiana, no deja de mencionar que este último advirtió que toda meta pulsional implicará un modo de goce, deshaciendo la posibilidad de hablar de fin desexualizado, tal como lo había considerado Freud anteriormente. Lacan retoma esta cuestión, como dijimos, introduciendo lo que denominó “anatomía de la vacuola” (LACAN 1968-69), enlazando desde el inicio a la sublimación con el vacío y con la satisfacción pulsional. El objeto sublimado, exaltado, es inaccesible y elevado a la dignidad de la cosa implica un vacío, una nada.

A partir de la conceptualización de ambos autores, la sublimación sería entonces aquello que pone en juego la satisfacción pulsional con un objeto que es en sí mismo nada pero que por efecto de la sublimación es pasible de representación. Su función supone crear un objeto que pone al vacío en juego. Ahora bien, si no todo es sublimable, ¿qué se puede hacer con eso que resta? Como dijimos, es este el punto de viraje donde introducimos algunos otros modos posibles de saber hacer allí con lo real: creación artística, artificio, sinthome.

Esperamos, para concluir, que las referencias a la sublimación en las obras de Freud y Lacan que aquí hemos señalado, así como su puesta en tensión y las hipótesis preliminares propuestas (a desplegar y poner a prueba en próximas investigaciones), resulten un aporte para el estudio y el abordaje, en futuros trabajos, de las relaciones entre el síntoma y la creación.

Material suplementario
BIBLIOGRAFÍA
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