Resumen: El Neuroticismo es un rasgo de la personalidad que describe la tendencia a experimentar afectos negativos. Sus niveles elevados inciden en los sistemas de salud y generan importantes costos económicos. El objetivo de este trabajo es reseñar hallazgos que demuestran la asociación del Neuroticismo con múltiples trastornos mentales y físicos. Se realizó una revisión descriptiva a partir de 237 artículos publicados entre 2009-2019. La información fue analizada y sistematizada en apartados que describen el vínculo del Neuroticismo con: a) la salud en general y bienestar subjetivo, b) psicopatología y c) enfermedades físicas. También se puntualizan las características de los instrumentos disponibles para la medición del Neuroticismo y las dificultades que se presentan al usarlos con fines de screening. Se espera que las investigaciones sobre el Neuroticismo permitan en un futuro la elaboración de guías y protocolos para los profesionales de los ámbitos clínicos y de la salud.
Palabras clave:NeuroticismoNeuroticismo,SaludSalud,PsicopatologíaPsicopatología,EnfermedadEnfermedad,PrevenciónPrevención,EvaluaciónEvaluación,Estabilidad emocionalEstabilidad emocional.
Abstract: Neuroticism is a personality trait that describes the tendency to experience negative affects. Its high levels affect health systems and generate significant economic costs. The objective of this work is to review findings that demonstrate the association of neuroticism with multiple mental and physical disorders. A descriptive review was made from 237 articles published between 2009-2019. The information was analyzed and systematized in sections that describe the link of Neuroticism with: a) general health and subjective well-being, b) psychopathology and c) physical diseases. The characteristics of the instruments available for the measurement of neuroticism and the difficulties that arise when using them for screening purposes are also specified. It is expected that research on neuroticism will allow in the future the development of guidelines and protocols for professionals in the clinical and health fields.
Keywords: Neuroticism, Health, Psychopathology, Disease, Prevention, Evaluation, Emotional stability.
Técnicas y Procesos de Evaluación
APORTES DE LA MEDICIÓN DEL NEUROTICISMO EN LOS ÁMBITOS CLÍNICO Y DE LA SALUD
Contributions of the measurement of neuroticism in the clinical and health fields
Recepción: 29 Marzo 2019
Aprobación: 25 Octubre 2019
El Neuroticismo (N) se inscribe como uno de los primeros dominios en haber sido conceptualizado en la historia de la teoría de los rasgos de la personalidad (Dumont, 2010). Su nombre deriva de una condición premórbida definida por Eysenck (1947) para describir una predisposición a padecer trastornos neuróticos según el DSM II y que en ediciones posteriores podría identificarse con trastornos de ansiedad y del estado del ánimo. Para despojar al nombre de una connotación psicopatológica se han empleado otras denominaciones que aparecen en la literatura como prácticamente indiferenciados: Afecto Negativo, Emocionalidad, Emocionalidad Negativa, o bien, Estabilidad Emocional con base en el polo opuesto del N (Widiger, 2011). En la actualidad, el N se describe como la tendencia a experimentar una diversidad de afectos negativos de manera intensa y/o recurrente (Goldberg et al., 2006; McCrae y Costa, 2010). Aunque la especificación de cuáles son exactamente los afectos que lo componen varía entre los teóricos, el foco suele ser puesto en la ansiedad y sentimientos de depresión (Barlow, Sauer-Zavala, Carl, Bullis y Ellard, 2014).
Aun cuando N es un rasgo de la personalidad normal, la evidencia empírica ha demostrado que causa una fuerte incidencia en los sistemas de salud (Hajek, Bock, y König, 2017; Vittengl, 2017; Widiger y Oltmanns, 2017). El costo económico que tiene este dominio para el conjunto de la sociedad es muy elevado, incluso superior al de los trastornos mentales con más prevalencia (Cuijpers, van Straten y Bohlmeijer, 2010). Esto se debe a que los niveles altos de N se encuentran fuertemente asociados al desarrollo, presencia y persistencia tanto de trastornos mentales como de enfermedades físicas (Hengartner, 2015; Lahey, 2009; Sauer-Zavala et al., 2017).
Tradicionalmente N fue considerado un rasgo con cierto grado de estabilidad, pero estudios recientes confirmaron que N puede resultar más modificable de lo que se suponía a través de intervenciones clínica y no clínicas (Allemand y Flückiger, 2017; Roberts et al., 2017). La posibilidad de influir en este dominio es clave porque ofrece la posibilidad de pensar en estrategias que amortigüen su impacto en los sistemas de salud (Ametaj, Sauer-Zavala y Barlow, 2015; Onken y Nielsen, 2019). En esta línea se han generado intervenciones y tratamientos con objetivos centrados en la disminución del N (e.g. Armstrong y Rimes, 2016; Campos et al., 2014; Drake, Morris, y Davis, 2017; Sauer-Zavala, Wilner, y Barlow, 2017). Asimismo, se ha comenzado a recomendar con más insistencia la detección de niveles altos de este rasgo en población general como parte de tareas de evaluación en prevención secundaria y en consultas clínicas de rutina para mitigar su influencia en enfermedades físicas (Allen y Kern, 2017; Hengartner, Kawohl, Haker, Rössler, y Ajdacic-Gross, 2016; Tackett y Lahey, 2017; Widiger y Oltmanns, 2017).
El objetivo de la presente revisión es reseñar un conjunto de trabajos que demuestran la asociación del N con distintos problemas de salud. De esta manera, se busca difundir la utilidad de incluir la medición de este dominio de la personalidad en tareas de evaluación propias del campo clínico y de la salud realizadas de manera individual o a gran escala. Así también, se orientan sobre las características de los instrumentos disponibles para evaluación en función de los objetivos evaluativos que se pretenden y las condicionantes físicas que impone la evaluación en estos contextos.
Este desarrollo responde a las características de un estudio teórico conforme a la clasificación de las metodologías de investigación en Psicología propuesta por Montero y León (2002). Se realizó una revisión descriptiva sobre la relación entre el N y múltiples indicadores de salud mental y física. Se efectuó una búsqueda exploratoria en cuatro bases de datos bibliográficas: ScienceDirect, PsycINFO, Scopus y Dialnet. Se consideraron exclusivamente artículos publicados en inglés o español durante enero de 2009 hasta junio de 2019. La pesquisa se realizó utilizando los descriptores en inglés Neuroticism y Emotional Stability por ser las acepciones más frecuente para denominar el constructo. Estos se combinaron en cadenas de búsqueda con los términos mental health, physical health y psychopathology.
La búsqueda mostró 3224 resultados, los cuales se depuraron luego de la lectura de títulos y resúmenes. Los criterios de inclusión-exclusión llevaron a descartar los estudios que: a) hicieran alusión al tema de investigación de manera tangencial; b) analizaran el vínculo del N y la salud en grupos poblacionales con características particulares (e.g. sujetos privados de su libertad, militares) y c) se hayan basado en ediciones previas al DSM-5 (American Psychiatric Association [APA], 2013). Adicionalmente, para alcanzar mayor grado de especificidad en los indicadores de salud relacionados al N, se realizó una búsqueda inversa en los listados de referencias bibliográficas de los artículos preseleccionados. Este procedimiento se debió utilizar especialmente en la rastreo de los instrumentos de medición del N, en los que se amplió el rango de años relevados para incluir los test más utilizados. Al concluir este paso se obtuvo un total de 237 artículos. Estas publicaciones se analizaron extrayendo la información más relevante para su síntesis, organización y relación. Finalmente, en vista de la abundante cantidad de bibliografía revisada, se llevó adelante una última selección de 93 publicaciones que fuesen representativos de la variedad de hallazgos alcanzados para proceder a su citación en el presente artículo.
Siendo el N un rasgo vinculado a la experimentación recurrente de afectos negativos, es esperable que se haya demostrado de manera robusta y consistente que es un buen predictor inverso del bienestar subjetivo y la satisfacción con la vida (Anglim y Grant, 2016; Røysamb, Nes, Czajkowski y Vassend, 2018; Steel, Schmidt, Bosco y Uggerslev, 2019). Una personalidad psicológicamente sana supone bajos niveles de N (Bleidorn et al., 2019). Más allá de la capacidad explicativa de otros rasgos (como Extraversión o Amabilidad), los niveles altos de N también están relacionados con el deterioro social (Mullins-Sweatt y Widiger, 2010), el cual es un criterio diagnóstico para múltiples trastornos psicopatológicos.
Tomando en consideración las variables sociodemográficas, el vínculo del N con el género y la edad ha sido abordado en diversos estudios transculturales. Estas investigaciones hallaron que las mujeres tienden a reportan mayores niveles de N que los varones (Marsh, Nagengast y Morin, 2013). A su vez, se encontró una relación inversa de N con la edad para ambos sexos (Lehmann, Denissen, Allemand y Penke, 2013). Este último hallazgo se entiende como resultado de la transición que las personas realizan en su pasaje desde la adolescencia hacia la adultez. La mayor inconformidad y preocupaciones por la aceptación de los otros que caracterizan la etapa adolescente se contraponen con un mayor grado de equilibrio emocional necesario para ejercer la parentalidad, adquirir autonomía económica y asumir roles laborales de adultos (McCrae y Costa, 2010; Tackett y Lahey, 2017).
Los individuos con elevados niveles de N presentan baja autoestima y están descontentos consigo mismos y con su entorno, siendo así más propensos a los conflictos interpersonales. La insatisfacción general que experimentan con la vida se manifiesta en ámbitos más específicos, como el plano familiar y los vínculos de pareja. Los niveles altos del rasgo se asocian con una mayor insatisfacción marital (Schoeps, González, y Montoya-Castilla, 2016) y sexual (Allen y Walter, 2018) siendo el mejor dominio de personalidad para predecir divorcios (Solomon y Jackson, 2014).
El N tiene un rol fundamental para alcanzar logros académicos (Perera, McIlveen, y Oliver, 2015) y ocupacionales (Steel, et., 2019) a través de su vinculación con la capacidad de instrumentar estrategias de afrontamiento eficaces frente a los eventos estresantes típicos de estos contextos. Los afectos negativos suelen aparecer acompañados por dificultades en la regulación emocional, y como consecuencia, disminuyen las capacidades para pensar con claridad y tomar decisiones (McCrae y Costa, 2010). Esto justifica la caracterización de N como un factor psicológico que dificulta una movilidad social ascendente y que puede condicionar los ingresos que tiene el individuo en su vida adulta (Staff, Hogan y Whalley, 2017). En efecto, los perfiles de personalidad que registran valores elevados de N son más frecuentes en individuos de bajos niveles educativos y socioeconómicos (Jonassaint, Siegler, Barefoot, Edwards, y Williams, 2011; Vittegel, 2017) agudizando los riesgos para la salud física y mental. En un importante estudio longitudinal realizado por Vittegel (2017) se concluyó para que las personas socioeconómicamente más vulnerables el riesgo de presentar sintomatología depresiva y/o ansiosa se incrementa de manera considerable a largo plazo mientras que para las personas más favorecidas económicamente este incremento no resulta significativo.
A su vez, el N también ha sido identificado como factor de riesgo para los principales problemas de salud pública. Niveles alto de N se asocian con tendencia al sobrepeso y obesidad (Gerlach, Herpertz y Loeber, 2014), ideación suicida (García Herrero, Sánchez-Meca, Álvarez Muñoz, Rubio-Aparicio y Navarro-Mateu, 2018) y conductas de riesgo para la salud como el consumo de tabaco (Pocnet et al., 2017; Aguirre, Reppold y Bizarro, 2014), alcohol y drogas ilícitas (Pilatti, Urrizaga, Chincolla y Cupani, 2014), más chance de embarazo adolescente (Harville, Madkour y Xie, 2015) y menor intención de protegerse de enfermedades de transmisión sexual (Morales, Méndez, Orgilés, y Espada, 2017).
La relación de N con la psicopatología ha sido ampliamente estudiada y es reconocido como un factor de riesgo bien establecido para los trastornos mentales más prevalentes (APA, 2013). Aun así, no existe una teoría inequívoca que explique la aparición conjunta de psicopatología y niveles altos de N. Según Ormel, Jeronimus, et al. (2013), las explicaciones potenciales más influyentes son el modelo de vulnerabilidad, el modelo de causa común y el modelo del espectro. Los mismos no son mutuamente excluyentes, ya que comparten diversos aspectos explicativos (Widiger, 2011).
El modelo de vulnerabilidad ha mostrado gran aceptación por las evidencias registradas tanto en estudios transversales como longitudinales (Hengartner Ajdacic-Gross, Wyss, Angst, y Rössler, 2016; Jeronimus, Kotov, Riese, y Ormel, 2016; Kotov, Gamez, Schmidt, y Watson, 2010; Laceulle, Ormel, Vollebergh, van Aken, y Nederhof, 2014; Paulus, Vanwoerden, Norton, y Sharp, 2016). Este modelo postula que el N predispone a la activación de un conjunto de procesos que conducen, en interacción con eventos estresantes de la vida, al comienzo y mantenimiento de los trastornos depresivos y de ansiedad. Estos procesos suponen sesgos en el procesamiento de la información, una excesiva reactividad emocional y la ineficacia de las estrategias de afrontamiento (Barlow et al., 2014; Zinbarg et al., 2016). Los mismos procesos también desempeñan un papel clave para la evolución desfavorable de los trastornos de estrés postraumático (Soler-Ferrería, Sánchez-Meca, López-Navarro y Navarro-Mateu, 2014) y de adaptación (Vallejo-Sánchez y Pérez-García, 2018).
Cabe destacar que la asociación de N con la psicopatología no se reduce a los trastornos mentales comunes (depresivos y de ansiedad). Numerosos estudios han registrado correlaciones apreciables de N con los diagnósticos de esquizofrenia (Ohi et al., 2016), espectro autista (Schwartzman, Wood y Kapp, 2016), trastornos adictivos y relacionados con sustancias (Dash et al., 2019; Gervasi et al., 2017), síntomas obsesivo-compulsivos de pacientes con trastornos psicóticos (Schreuder, Schirmbeck, Meijer y de Haan, 2017), trastornos de la conducta alimentaria (Lavender, De Young y Wonderlich, 2015) y déficit de atención/hiperactividad (Michielsen et al., 2014). En lo que respecta a los trastornos de la personalidad, el N ocupa un lugar relevante en el modelo híbrido categorial/dimensional propuesto en el DSM-5 (APA, 2013). Distintas facetas de la variante desadaptativa del N (llamada Afectividad Negativa) están incluidas en uno de los criterios diagnósticos para los trastornos de la personalidad límite, evitativa, obsesivo-compulsiva y esquizotípica.
Pero además de vincularse con trastornos específicos, los hallazgos señalan la capacidad del N para predecir la comorbilidad entre los trastornos mentales comunes así como también la comorbilidad de estos con otros trastornos (Barlow et al., 2014; Lahey, 2009). La evidencia que sustenta el modelo de causa común justifica este resultado por la existencia de determinantes genéticos y ambientales compartidos entre el N y formas variadas de psicopatología (Mikolajewski, Allan, Hart, Lonigan, y Taylor, 2013; Tackett y Lahey, 2017). En consonancia con esta línea se ha propuesto un paradigma basado en un modelo (bifactorial) jerárquico que estructura los trastornos psicopatológicos y reduce el problema de la comorbilidad para el sistema categorial (Caspi et al., 2014). En este modelo el N se solapa con un factor general y de orden superior (factor p) que explica la covarianza de los síntomas en los trastornos específicos. Aquí el N se concibe como un factor de riesgo amplio e inespecífico que se contrapone a otros factores adicionales propios de cada trastorno (Castellanos-Ryan et al., 2016).
Una consideración particular merece la relación entre N y el malestar físico. Las personas con N elevados se caracterizan por generar cogniciones distorsionadas de los síntomas con una importante tendencia a la catastrofización y percepciones más intensas con respecto al dolor (Frølund Pedersen, Frostholm, Søndergaard Jensen, Ørnbøl, y Schröder, 2016; Lahey, 2009). Sujetos con niveles elevados de N tienden a manifestar quejas somáticas con más frecuencia e intensidad. Este vínculo es tan estrecho que para algunos autores las quejas somáticas son una faceta del N (Watson, Nus y Wu, 2017) mientras que para otros son un criterio a predecir (Costa y McCrae, 1987; McCrae y Costa, 2010) en virtud de su cercanía conceptual con los trastornos de síntomas somáticos (APA, 2013).
No obstante, las asociaciones con problemáticas de salud física no remiten únicamente a la apreciación subjetiva de síntomas sino que los hallazgos también corroboran su nexo con medidas objetivas de enfermedades físicas (Murray y Booth, 2015). Entre la variedad de patologías vinculadas a N se incluye el asma (Loerbroks, Li, Bosch, Herr, y Angerer, 2015), síndrome de colon irritable (Muscatello, Bruno, Mento, Pandolfo y Zoccali, 2016), fatiga crónica (Vassend, Røysamb, Nielsen, y Czajkowski, 2018), migraña (Cheng et al., 2016), úlcera péptica (Realo et al., 2015) y enfermedades cardiovasculares (Čukić y Bates, 2015). Parte de las evidencias que relacionan a los síntomas somáticos con N se derivan de la asociación de este rasgo con los trastornos psicopatológicos comunes. Sin embargo, algunos autores han registrado que las relaciones se mantienen aun cuando se controla el efecto del trastorno mental (Čukić y Bates, 2015; Tackett y Lahey, 2017). Otra vía para considerar el impacto del N en los síntomas físicos se desprende de su asociación con comportamientos que comprometen a la salud, como el sedentarismo y consumo de alcohol y tabaco (Lahey, 2009; Magee, Heaven, y Miller, 2013). Estos hallazgos están en consonancia con los estudios que señalan que el N predice un aumento en el riesgo de mortalidad (Graham et al., 2017; Jokela et al., 2013).
Los modelos explicativos que buscan justificar la relación entre N y los síntomas somáticos resultan similares a los mencionados para entender su vínculo con psicopatología. Se han reportado evidencias de factores genéticos compartidos entre altos valores de N y síntomas somáticos como se propone desde el modelo de causa común (e.g. Lehto, Pedersen, Almqvist, Lu, y Brew, 2019; Vassend, et al., 2018). Como factor de vulnerabilidad, se establece que el N predispone a la aparición de problemas de salud física por la reactividad elevada al estrés y estrategias de afrontamiento deficientes (Barlow et al., 2014). Complementariamente, se han aportado evidencias basadas en correlatos biológicos (Soliemanifar, Soleymanifar y Afrisham, 2018). Por ejemplo, existen investigaciones acerca de la sobre-activación de la amígdala (Everaerd, Klumpers, van Wingen, Tendolkar, y Fernández, 2015) y la reactividad cardiovascular (Jonassaint et al., 2009) que ubican a N como mediador de la respuesta fisiológica al estrés. El N se asoció con mayores niveles de cortisol (Sadegh-Nejadi et al., 2017) aunque los resultados no son concluyentes (Ormel, Bastiaansen, et al., 2013). Asimismo, en sujetos con niveles altos de N se observó una aceleración del acortamiento de los telómeros como indicador de una disminución de la esperanza de vida (van Ockenburg, De Jonge, Van der Harst, Ormel y Rosmalen, 2014).
Se han construido numerosos instrumentos para la medición del N, destacándose en este momento aquellos derivados del Modelo de los Cinco Factores (FFM, Goldberg et al., 2006; McCrae y Costa, 2010). Ninguno presenta características ideales para su aplicación en el ámbito clínico-epidemiológico, por lo que la elección de un instrumento dependerá del alcance de los objetivos y las condicionantes físicas del contexto en que se realiza la evaluación. La evaluación del N con fines de rastrillaje implica el uso de pruebas eficientes que permitan una medida válida y confiable en el menor tiempo posible. Una demanda similar se suscita en estudios epidemiológicos a gran escala, en los que se persiguen escalas breves para aprovechar el tiempo en medir otras variables de interés (Baldasaro, Shanahan y Bauer, 2013).
Los inventarios de personalidad más clásicos como el Inventario de Personalidad NEO – 3 ([NEO-PI-3], McCrae y Costa, 2010) y el NEO International Personality Item Pool ([NEO-IPIP], Goldberg et al., 2006) incluyen escalas que se componen de una cantidad considerable de ítems (entre 48 y 50) porque evalúan N definiendo una estructura jerárquica de seis facetas anidadas: Ansiedad, Hostilidad, Depresión, Autoconciencia (o Ansiedad Social), Impulsividad (o Inmoderación) y Vulnerabilidad. Aunque resulta altamente valorada la exhaustividad y precisión con que miden las facetas, pueden resultar poco pragmáticos por su extensión si se pretende evaluar a gran escala. Otros instrumentos que también operacionalizan el FFM logran, en cambio, disminuir el conjunto de elementos de N eliminando algunas facetas, fusionándolas en una menor cantidad o haciendo más homogéneo el contenido de los ítems (e.g. Caprara, Barbaranelli, Borgogni y Vecchione, 2007; Soto y John, 2017b).
La alternativa más frecuentemente utilizada son las escalas que reducen significativamente la cantidad de ítems (e.g. Inventario de Personalidad Reducido de los Cinco Factores, NEO-FFI; McCrae y Costa, 2007) a costa de brindar una valoración unidimensional y excesivamente global del dominio (e.g. John, Donahue y Kentle, 1991). Una desventaja de estas propuestas abreviadas es que se pierde información que podría resultar sumamente valiosa, dado que la evidencia empírica ha demostrado la validez incremental que aportan las facetas de N en la investigación psicopatológica (Sauer-Zavala et al., 2017). En segundo lugar, los contenidos muestreados en las versiones unidimensionales suelen infrarrepresentar indicadores asociados a sintomatología externalizante (como hostilidad e impulsividad) y sobrerepresentar sintomatología internalizante.
Se han construido incluso pruebas breves y extra-breves compuestas por aproximadamente cinco ítems (Donnellan, Oswald, Baird y Lucas 2006; Gosling, Rentfrow y Swann, 2003; Soto y John, 2017a) que persiguen disminuir los errores generados por fatiga o aburrimiento del evaluado. Sin embargo, al abreviar tan drásticamente las escalas se corre el riesgo de perder consistencia interna en la medida o, en su defecto, deteriorar la validez de contenido para hacer más homogéneos los ítems (Baldasaro et al., 2013; Ziegler, Kemper y Kruyen, 2014).
En este contexto los test adaptativos computarizados aparecen como una variante a considerar. Su uso podría imponerse en un futuro debido a la tendencia creciente hacia la informatización que se observa en las tareas propias de la evaluación psicológica (Lozzia et al., 2009). Se han desarrollado bancos de ítems de N para la medición adaptativa del dominio (Aguado, Rubio, Hontangas, y Hernández, 2005) y de sus facetas (Abal, Auné y Attorresi, 2019). Con estos bancos es posible ofrecer mediciones eficientes sin perjudicar la confiabilidad ni la validez en la disminución de los ítems. A esto se suma que los test convencionales presentan mayor nivel de error para estimar los niveles extremos de los rasgos (justamente aquellos puntajes que más interesan en un rastrillaje). Por el contrario, el proceso adaptativo selecciona y administra únicamente el conjunto de ítems que aportan más información para estimar con precisión el nivel del rasgo del sujeto.
En lo que concierne a la medición del N en nuestro medio se cuenta con adaptaciones de los inventarios más reconocidos elaborados desde el FFM. La versión española del NEO-PI-R (Costa y McCrae, 1992) es la adaptación más vigente reconocida por los autores originales para su uso con población hispanoparlante (Sanz y García-Vera, 2009). Además se ha desarrollado un Listado de Adjetivos para la medición de la personalidad según el FFM (Sánchez y Ledesma, 2013) y se han validado un conjunto de cuestionarios derivados del International Personality Item Pool de (Goldberg et al., 2006) que operacionalizan el N con formas breves y unidimensionales (Cupani, Lorenzo-Seva, Korzeniowski, Azpilicueta, 2019; Gross y Cupani, 2016) así como también con formas extensas y multidimensionales (Cupani, Pilatti, Urrizaga, Chincolla y Richaud, 2014). Por último, el Big Five Inventory (John, et al., 1991) fue adaptado en los últimos años para su aplicación en distintos países latinoamericanos (Domínguez-Lara, Merino-Soto, Zamudio y Guevara-Cordero, 2018; Reyes Zamorano, Álvarez Carrillo, Peredo Silva, Miranda Sandoval y Rebolledo Pastrana, 2014; Salgado,Vargas-Trujillo, Schmutzler y Wills-Herrera, 2016). En nuestro contexto, Castro Solano (2002) llevó adelante la adaptación de este inventario en tanto que Abal, Menéndez y Attorresi (2019) analizaron y depuraron los ítems de N usando Teoría de Respuesta al Ítem.
Finalmente, parece conveniente resaltar cómo se comportan las escalas de N respecto de instrumentos construidos específicamente para fines de rastrillaje de sintomatología psicológica. Ormel, Riese y Rosmalen (2012) compararon los elementos de la escala N del NEO-PI-R con los tests usados tradicionalmente como Listado de Síntomas 90-R (SCL-90-R; Derogatis, 1994) o el Cuestionario General de Salud (General Health Questionnaire; Goldberg y Williams, 1988). Su estudio demuestra un fuerte solapamiento entre los contenidos evaluados por todas estas pruebas aunque la respuesta a los ítems de N carecen de un marco temporal y descriptores de gravedad. Aunque a priori podría suponer una desventaja, el uso de descriptores no específicos de frecuencia, intensidad y duración ayudan a ganar validez externa, respecto de los listados de sintomatología. A esto debe sumarse que, a diferencia de lo que ocurre con los listados de síntoma, la redacción de los ítems de N a partir de expresiones coloquiales se aproximan más a la realidad de sujetos de población general, por lo que se beneficia la validez aparente.
La presente revisión ha detallado la relación existente entre el N con diversos criterios vinculados tanto al bienestar subjetivo como a la salud mental y física. Su conexión con la percepción exacerbada de síntomas y la necesidad de chequeos clínicos deriva en una mayor demanda de consultas y una sobrecarga de los sistemas de salud que podría ser evitable. Teniendo en cuenta que las investigaciones reflejan la maleabilidad de N, intervenir directamente sobre las manifestaciones del rasgo o incluso prevenir tempranamente su desarrollo puede resultar el medio más eficiente y rentable para abordar una amplia variedad de problemas de salud.
Si se analiza el desarrollo del N a lo largo del ciclo vital se puede concluir que el período entre la adolescencia y la adultez joven puede resultar una etapa evolutiva óptima para el reconocimiento precoz de niveles desadaptativos de este dominio. A su vez, considerando que el impacto del N es mayor en contextos de bajo nivel socioeconómico se deberían priorizar los esfuerzos para la detección, prevención y tratamiento en los grupos más vulnerables con el fin de reducir la brecha de las disparidades en salud.
Contar con instrumentos de evaluación adecuados para la detección de niveles elevados de N cobra gran relevancia por su utilidad preventiva. Su aplicación en chequeos clínicos de rutina o en evaluaciones a gran escala podría suponer una considerable reducción de costos para las instituciones de salud. Sin embargo, los sistemas de salud en Argentina poseen escasas técnicas locales que resulten económicas para la realización de screenings sobre rasgos de la personalidad. En principio, los instrumentos locales reproducen las limitaciones que se observan a nivel internacional: el investigador está obligado a optar entre una medida relativamente breve pero demasiado global de N o una medida que incluye la descripción de las facetas pero que resulta extensa. Además en nuestro país deben contemplarse las dificultades en la aplicación de estos tests vinculadas a la posible desactualización de los baremos o al uso de grupos normativos geográficamente limitados. Por último, la investigación empírica sobre la relación entre N y los distintos indicadores de salud física y mental es prácticamente inexistente en nuestro medio. En consecuencia, los instrumentos construidos o adaptados a nuestra cultura para evaluar N deberían incluir en su proceso de validación el estudio de la asociación con criterios externos como los revisados en el presente artículo. La imposibilidad de efectuar estos rastrillajes impide que sujetos con un elevado N sean detectados oportunamente al acudir a instituciones de salud, impidiendo así su tratamiento y acarreando consecuencias futuras.
La información que proporcionan los rasgos de la personalidad ha sido subutilizada en el ámbito clínico-epidemiológico. Este contexto presenta la marcada vinculación existente este el N, la salud y la consulta a profesionales. Tal hecho demanda una profundización en la investigación y desarrollo de técnicas capaces de detectar N elevado de manera rápida y eficaz. Se espera que las investigaciones sobre N permitan en un futuro la elaboración de guías y protocolos de evaluación e intervención para los profesionales de la salud a fin de un tratamiento más preciso y eficiente de las problemáticas asociadas a este rasgo.