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Movimientos estudiantiles en la historia de América Latina V
Universidades, núm. 76, pp. 38-40, 2018
Unión de Universidades de América Latina y el Caribe

Reseña

Marsiske Renate. Movimientos estudiantiles en la historia de América Latina V. 2017. México. IISUEUNAM. 2017pp.

Movimientos estudiantiles en la historia de América Latina V

Como es sabido, Renate Marsiske ha sido una acuciosa historiadora de los movimientos sociales, específicamente estudiantiles, y ha iluminado un tema plagado de mitos y de una narrativa épica: la rebelión juvenil que deviene en conservadurismo institucional. Y esto es un gran tema, que solo el tiempo nos permite advertir si se le sabe escrutar.

El primer gran mérito del libro, su continuidad como proyecto intelectual, está acreditado en esta quinta entrega. Pero ello da paso a dos virtudes adicionales: primero, la mirada transversal en el tiempo y en distintos espacios de la movilización estudiantil; segundo, la pertinencia de reflexionar sobre los estudiantes como actores sociales de la revuelta y el cambio social y político.

La decena de textos que reúne este volumen nos permite mirar en múltiples escalas el protagonismo estudiantil, o mejor, universitario: cinco países con trayectorias sociales e institucionales muy distintas (Argentina, Chile, Colombia, Ecuador y México), en donde los movimientos estudiantiles se han producido en regímenes dictatoriales, autoritarios o hegemonistas. En su conjunto, son movimientos que interpelan las prácticas de gobernabilidad y suponen un actor disidente, contestatario o bien radicalizado de las orientaciones institucionales de los gobiernos, mal llamados, populistas.

Otra escala, igualmente relevante, atiende a los modelos simbólicos de la protesta, expresados en los discursos retóricos y visuales que producen las movilizaciones juveniles, que van más allá del objetivo estrictamente universitario y generan formas y prácticas de performance política. Y en ello, la compilación es un buen ejemplo de estrategias de investigación de los procesos culturales que los movimientos juveniles imponen en el tejido político que los trasciende.

Finalmente, una observación que va de la reconstrucción puntual de los movimientos, su decantación política y sus alcances de modificación de las ecuaciones políticas a las cuales se enfrentan, para advertir la importancia de contar con una macro-explicación, acaso un modelo complejo, de cómo los movimientos universitarios han configurado las sociedades latinoamericanas en su “politicidad” contemporánea.

Me referiré a algunos ejemplos de estas escalas de observación, como un lector interesado y no como un especialista en el tema, sin demérito de los trabajos que no menciono y que dejo a los lectores para su escrutinio. Los conjuntos de los textos son de una calidad académica de primer orden y de una pertinencia y actualidad significativa.

La saga de la Reforma de Córdoba, como un imaginario de la ruptura de una tradición conservadora, clerical y colonizada del conocimiento, se desplegó después de 1918 en un abanico de matices que permitió re-interpretarse según los contextos locales. Si algo podemos advertir, a casi un siglo del Manifiesto Liminar, es que la autonomía se convirtió en el concepto referencial de múltiples significados, entre los más relevantes, la autonomía de gobernanza y pensamiento. Ello ha cubierto una multiplicidad de discursos, demandas, procesos de institucionalización y, también, retórica de ruptura y de estabilidad institucional.

En este volumen son particularmente interesantes los trabajos de Juan Sebastián Califa, “Laica o libre. Los controvertidos orígenes de las universidades privadas en la Argentina y la radicalización política del movimiento estudiantil, 1958”, y de Miguel Ángel Gutiérrez López, “Construcción y ruptura de la unidad estudiantil. Auge y declive del anticlericalismo socialista en la Universidad Michoacana”. En ambos, la centralidad del anticlericalismo constituye una pieza simbólica del progreso del pensamiento, de identidad popular y de conflicto con el poder constitutivo de un mundo arcaico. El vínculo con proyectos políticos de corte popular, el peronismo y el cardenismo, le da un sentido de complejidad y totalidad política que escapa a lo estrictamente universitario y lo deposita en el terreno de la “lucha de clases”, si se me permite el arcaísmo. En la Argentina, el reencuentro del movimiento estudiantil con la palanca del peronismo en la “unidad obrero-estudiantil”, como nos refiere Califa, habría de marcar una línea dicotómica entre la educación pública “laica”, de carácter popular y la privada, “libre”, de raigambre oligarca. El episodio y su desenlace marcaron la orientación política de testigos y actores, de relaciones entre el laicismo reformista y el populismo peronista.

En su caso, con un contexto diferente pero con equivalencias en lo social y político, el estudio de Gutiérrez López sobre la Universidad Nicolaita, nos permite explicarnos su vínculo con el radicalismo de la Revolución Mexicana, en clave de anticlericalismo y de radicalización del discurso impulsado por el Partido Socialista del general Múgica. El proceso que llevó a la Universidad Michoacana a declararse socialista, adelantando la agenda cardenista, con una raigambre anticlerical se encaminó hacia una noción particularísima de la autonomía, en tanto réplica de las autoridades y a la vez vinculación a la matriz ideológica del Estado cardenista que habría de quebrarse en su concepto matricial: "la unidad estudiantil”.

Así, la autonomía se alcanza en conflicto no con las ideas, sino con las prácticas del poder en un mismo ámbito discursivo. Esta historia, de hegemonía política y contra-hegemonía radical de la movilización, marca todavía la naturaleza de los movimientos estudiantiles, magisteriales y de normalistas de Michoacán. Así, los episodios trascienden su contexto, su tiempo, y se constituyen en placas tectónicas, para contemporizar de una politicidad conflictiva permanente, que se desplazan inesperadamente y producen cataclismos, aun cuando se le impone un control hegemónico o brutal. La tragedia de los 43 nos reclama mirar atrás, en los laberintos de la política universitaria…

Las movilizaciones estudiantiles son, inmediatamente, expresión de una economía política de la educación, ya porque suponen una lucha por derecho a la misma o bien porque desde la educación se produce un discurso político de disidencia en el ejercicio de la autoridad y la política universitaria. Ahora bien, si son movimiento de naturaleza política, la producción de símbolos o una cultura política de la disidencia son su contribución: “Prohibido prohibir”, en los muros de La Sorbona o “Ay, José, cómo te extrañamos en estas revueltas…” en la Ciudad Universitaria de la Universidad Nacional Autónoma de México durante la huelga de 1987. Se trata de vínculos entre política y cultura de la libertad y la disidencia: hoy tenemos nuevos símbolos que ya son producción cultural de otro mundo. El trabajo de Pablo Toro Blanco, “Entre la lana y el gel: notas sobre opciones y estilos artísticos y culturales en el movimiento estudiantil de la Universidad de Chile (c.1977-c.1990)” nos encamina muy claramente en ver a los movimientos como críticos y productores de un nuevo contexto de culturalidad crítica: de los “pajarillos” de Violeta Parra a los “pingüinos” dark hay una transición de producción simbólica que no escapa a un nuevo modo de verse, imaginarse y vincularse con múltiples identidades y medios digitales masificados en la individualidad. Convocan en la diversidad y apuntan a la crítica de la homogeneidad de un sujeto “estudiantil”. Por ello, en conjunto con el trabajo de Fabio Moraga, “Solo sé que no LOCE” tenemos un fresco de esas mutaciones en las prácticas de representación, los voceros removibles, que impactan los liderazgos unipersonales y las estrategias de interlocución o la producción de discursos multiclasistas y no menos disidentes. Los pingüinos se piensan universitarios antes de serlo, pero ya llevan una culturalidad que desafía la ritualidad de los movimientos universitarios: no los banalizan, los desafían.

A casi medio siglo de la represión de Tlatelolco, tuvimos la marcha con menor aforo en los últimos veinte años, la línea de continuidad puede advertirse en la progresiva desaparición de sus dirigentes, la institucionalización de otros y el relevamiento de actores colectivos indeterminados. Solo los padres de los 43, su testimonio de brutalidad nos recuerda que cuando los estudiantes se movilizan o son vistos como peligro de movilización los reflejos autoritarios reaparecen. Sin explicarnos su naturaleza, sin atender a su evolución de largo plazo, sin advertir sus mutaciones en la continuidad no podremos explicarnos su enorme importancia en los movimientos sociales y en la democracia de nuestros países.

Este libro es una herramienta fundamental para entender el aparente remanso que padecemos y la energía sedimentada en los movimientos estudiantiles. Si el sismo de hace unos días nos retorna a 1985, no dejemos de mirar la lección de solidaridad de los nuevos jóvenes y sus posibles derivas en un escenario político que se avecina. Así, este libro también nos da claves y nos refresca el optimismo en una época aciaga.



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