Resumen: Diversas investigaciones científicas realizadas hasta el presente convergen en señalar que el bebé intrauterino considerado en otros tiempo como “algo inerte”, es aceptado hoy en día como un ser consciente, que siente y recuerda lo que le ocurre durante los doscientos ochenta días, que van desde la concepción hasta el nacimiento, etapa en la cual moldea y conforma su personalidad, sus impulsos y ambiciones de manera significativa. Atrás ha quedado la vieja idea freudiana de que la personalidad no comienza a formarse hasta el segundo año de vida. Quizás el efecto más gratificante de esos nuevos conocimientos sea la revelación de que el gran artífice en la formación la personalidad del bebé no nacido sea la gestante quien a través de sus herramientas, considérese, sus pensamientos y emociones, tiene la posibilidad de crear un ser humano con muchas más ventajas de las que anteriormente se consideraban posibles. En la formación de una nueva vida, muchos factores entran en juego, pero lo que los singulariza, es que a diferencia de la herencia, los pensamientos y sentimientos son controlables, moldeables y modificables. Una mujer gestante puede convertir sus pensamientos y sentimientos en una inmensa fuerza positiva, con la cual va a poder influir activamente en el desarrollo emocional de su bebé in-útero. En este artículo analizaremos como ocurre el proceso de enseñanza materna y el aprendizaje fetal en la primera escuela: el útero materno.
Palabras clave:Psicología prenatalPsicología prenatal,emociones maternasemociones maternas,aprendizaje fetalaprendizaje fetal.
Abstract: Various scientific investigations carried out so far converge to point out that the intrauterine baby considered in other times as “something inert” is nowadays accepted as a conscious being, who feels and remembers what happens to him during the two hundred and eighty days that go From conception to birth, a stage in which he molds and shapes his personality, impulses and ambitions in a meaningful way. Gone is the old Freudian idea that personality does not begin to form until the second year of life. Perhaps the most gratifying effect of these new knowledge is the revelation that the great creator in the formation of the personality of the unborn baby is the pregnant woman who, through her tools, considers herself, her thoughts and emotions, has the possibility of creating a being Human with many more advantages than previously thought possible. In the formation of a new life, many factors come into play, but what sets them apart is that unlike inheritance, thoughts and feelings are controllable, moldable and modifiable. A pregnant woman can turn her thoughts and feelings into an immense positive force, with which she will be able to actively influence the emotional development of her baby in utero. In this article we will analyze how the process of maternal teaching and fetal learning occurs in the first school: the maternal uterus.
Keywords: Prenatal psychology, maternal emotions, fetal learning.
Enseñanza materna, aprendizaje fetal.
Maternal education, fetal learning.
Recepción: 30 Marzo 2017
Aprobación: 13 Julio 2017
La sociedad occidental siempre ha considerado que los nueve meses de vida intrauterina no existen más allá de lo que pueda observarse en los cambios de la figura de la madre. Tanto es así que se suele decir que la edad del bebé al nacer es de cero meses, hecho que implica que se pasa por alto la importancia de todo el aprendizaje prenatal. Pareciera que no se es consciente de que el nonato se prepara en el útero para ser “la personita” que nace, y se adapta a una nueva etapa de su vida, para seguir el ciclo de transiciones del desarrollo humano y que le llevará a ser, en la madurez biológica, un potencial futuro padre o madre (1).
Si se toman en cuenta los conocimientos acumulados hasta la fecha sobre la vida antes de nacer, no se puede seguir creyendo que el útero sea un lugar al que solamente puede acceder el espermatozoide. Ya no es posible mantener la creencia de que el útero sea una especie de panteón donde no existe ninguna influencia de estímulos internos, ni externos desde el cual, y pasados doscientos ochenta días, la vida irrumpe de repente (2). Es hora de que se vea y trate al nonato, como un ser sensible a los estímulos que le llegan, tanto directa como indirectamente, y además con necesidades específicas.
Ubicados en ese contexto es pertinente afirmar que este no es un discurso pionero, ni tampoco una forma nueva y vanguardista de reivindicación del bebé prenatal, ya que la idea de que el bebé no nacido es capaz de percibir los aspectos de su hábitat intrauterino ha sido ampliamente aceptada y mencionada desde la antigüedad.
Desde la India, en el siglo VI (a.C.) Susruta, reconocido médico de la época, proponía su hipótesis de que el feto a las 12 semanas era capaz no sólo de percibir su medio físico sino también de buscar, activamente, sensaciones. Empédocles, en el año 490 (a. C.) ya decía que el desarrollo del embrión podría estar guiado por el estado mental de la madre y, por ello, sufrir su interferencia. Aristóteles creía que el embrión humano estaba compuesto por la sangre de la menstruación. Fue el autor del primer compendio de embriología, adelantándose a su época, por su amplia visión de la naturaleza viviente. Con su teoría dio paso a una embriología teológica, ya que defendía que en las diferentes etapas del desarrollo, el embrión incorporaba tres almas distintas, acorde con el grado de vitalidad en que se encontraba: la nutritiva, la sensitiva y por último la racional (3). Tanto Hipócrates 400 (a.C.) como Serenus siglo I (d.C), estaban convencidos de la influencia de la embarazada sobre el niño que lleva en su vientre. En China desde tiempos inmemoriales se organizaban clínicas prenatales para garantizar la tranquilidad de la madre para así beneficiar a su hijo no nacido. En la Edad Media existía la creencia de que la magia y los demonios influían en los niños y las comadronas eran tildadas de brujas. Leonardo Da Vinci afirmaba que “las cosas deseadas por la madre aparecen a menudo impresas en los miembros de aquel niño que llevaba en su seno en el momento de sentir el deseo. Así pues deducimos que es una misma alma la que rige ambos cuerpos, y el mismo cuerpo alimenta a los dos” (2).
En épocas más recientes, en los siglos XIX y XX, cuando surge la embriología sistemática, el período prenatal ha generado siempre un gran interés. En un principio tuvo un carácter especulativo, pero que poco a poco han ido conformando las bases de una interpretación más científica. Sin embargo se pueden considerar los años 70 del siglo pasado como el momento de situar el comienzo de los primeros indicios irrefutables de que el nonato es un aprendiz aventajado. Avances producidos gracias a la utilización del ultrasonido como instrumento de exploración de las etapas del desarrollo intrauterino, han evidenciado, inclusive, la capacidad de movimiento en el útero desde etapas muy tempranas de la gestación (4).
Hoy se puede afirmar, partiendo de diversos datos acumulados desde diferentes campos y disciplinas, que el bebé cuando nace cuenta con nueve meses de experiencias vividas en el seno materno (5,6,7).
Nuestra primera escuela. Ahora bien, ¿Dónde experimentamos las primeras emociones de amor, rechazo, ansiedad o alegría? En la primera escuela donde todos hemos asistido, el vientre materno. Allí el alumno asiste a clase con cierta dotación genética: inteligencia, talentos y preferencias. Sin embargo es la personalidad de la docente la que va a ejercer una poderosa influencia. ¿Tiene paciencia? ¿Está bien informada? ¿Pasa tiempo con su alumno? ¿Lo quiere? ¿Le gusta enseñar? ¿Está angustiada, contenta, triste o distraída? Y el aula ¿Es tranquila? ¿Es un lugar de tranquilidad y paz o por el contrario es una caldera de estrés?
Son importantes interrogantes a considerar, que van a girar en torno a la motivación que se tenga al embarazarse. No es lo mismo ser concebido con amor que con odio, con ansiedad o violencia. Los resultados cambian cuando la madre es apoyada por su pareja, por su familia; si vive en un entorno estable y si recibe una eficaz atención prenatal. A la hora de tener un bebé, es vital precisar la motivación que se tenga. ¿Son éstas lo suficientemente buenas y fuertes, como para perseverar a través de la hermosa pero ardua tarea de educar a un hijo, no durante uno o dos meses, sino a lo largo de toda la vida? ¿Qué motiva traer un hijo al mundo? ¿Será para complacer a la pareja o para llenar un vacío producido por una pérdida? Traer un hijo al mundo es un acto de fe, que supone un futuro mejor. La motivación genera pensamientos promoviendo sentimientos y sensaciones.
Desde el mismo momento de la concepción el bebé intrauterino mantiene un dialogo con su madre y a través de ella con el mundo exterior. Para establecer este dialogo se requiere de canales comunicantes. Si estos están abiertos, él recibirá completo, el mensaje materno iniciándose así el proceso de enseñanza. Tres son los canales (8):
Canal 1 o comunicación molecular. La madre a través de sus emociones elabora moléculas que le llegan al nonato por medio de la placenta y del cordón umbilical, produciendo en él los mismos efectos que éstas moléculas le producen a la madre, y en el mismo momento.
Canal 2 o comunicación sensorial. Esta se da, cuando la madre acaricia su vientre o cuando le canta a su bebé. Es una comunicación a través de los sentidos. El bebé intrauterino se comunica con su mamá por medio de sus pataditas.
Canal 3 o comunicación intuitiva. Es la transmisión que se canaliza por intermedio de los pensamientos maternos y ella recibe la respuesta del nonato en forma de sueños. En el mismo momento que la madre crea un pensamiento, en ese mismo instante le está llegando el mensaje al nonato.
Este complejo pero efectivo sistema de comunicación permite a la madre enseñar a su bebe in-útero y de la misma manera él aprende y guarda en su memoria cosas sobre sí mismo, sobre su mamá y sobre el mundo que lo rodea.
La comunicación que la madre mantenga con su bebe a través de sus emociones, sentimientos y pensamientos, van a ofrecerle un mundo de armonía, vital para su crecimiento y desarrollo. Al darle tranquilidad al bebé, el aprenderá cosas de sí mismo, de su mamá y del ambiente que le rodea. De allí que la magia de esta comunicación no exija el envío de un email al bebé in-útero para expresarle amor. Basta que la madre sienta y piense en él.
Hoy en día ha cobrado importancia los sonidos en la esfera prenatal, al punto que diversas investigaciones (9) coinciden en señalar que una vía de comunicación por demás muy eficaz es la música. Se ha comprobado que el bebé intrauterino mediante la música recibe nociones de unión y amor. Las madres aseguran que las canciones que le han cantado a su bebé intrauterino durante el embarazo, les han resultado muy eficaces para calmar e inducir el sueño en sus bebés una vez que han nacido.
En una ocasión en consulta una madre me refirió la siguiente anécdota. Estando ella embarazada vio una publicidad en la televisión que le llamó la atención por el colorido de sus paisajes y la música con la cual se acompañaba el comercial. Le gustó tanto que durante todo su embarazo se las ingeniaba para ver el comercial cada vez que era emitido. Nació su bebé y no le prestó más atención a la publicidad. En días pasados su hija tiene 2 años jugaba en su cuarto y la madre sintonizó por casualidad un canal de televisión donde estaban pasando el comercial referido. La niña al oír la música dejo lo que estaba haciendo y corriendo se puso frente al televisor sonriéndole a la madre.
Es una clara demostración de cómo los sonidos y la música, quedan grabados en el nonato.
Aprendizaje fetal. Durante mucho tiempo se ha sostenido que la memoria humana comienza más o menos a los tres años. Hoy en día, diversas investigaciones realizadas demuestran que no es así.
Se entiende por memoria el proceso mediante el cual, una persona retiene lo que experimenta y aprende. Estudios científicos han revelado que el cerebro está conformado por neuronas y sinapsis, neurotransmisores y receptores, sin embargo la mente es algo más que la suma de sus partes. La conjunción de todos sus elementos crea una red que desemboca en la consciencia compleja llamada mente. Pero el individuo antes de ser cuerpo y cerebro primero fue célula.
De la unión del óvulo con el espermatozoide surge una célula o cigoto que luego, mientras viaja por la trompa uterina, se divide constantemente, llegando finalmente a la cavidad uterina, convertido en un conglomerado multicelular denominado mórula, el cual luego se transforma en blastocisto antes de implantarse en la mucosa uterina. Sin embargo no todos los óvulos fecundados logran implantarse. La razón es que la mitad de sus proteínas son de origen paterno y el sistema inmunológico de la gestante lo reconoce como un cuerpo extraño, de manera que al blastocisto se le presentan dos opciones: o se implanta o es destruido, siendo esta realidad fisiológica, una de las primeras sensaciones que experimenta el nuevo embrión.
El biólogo Lipton (10) sostiene que las células leen su entorno, procesan la información y luego seleccionan las respuestas adecuadas para mantener su supervivencia. Si se duda de la capacidad de las células para recordar, basta observar el sistema inmunológico humano, el cual funciona mediante un grupo de células que reconocen y recuerdan los invasores infecciones. Los podrá atacar con mejor eficacia cuando vuelvan con la intención de infectar a un organismo de nuevo. La mejor demostración de este tipo de respuesta lo constituyen las vacunas. Pert (11) por su parte, afirma que los virus y las neurohormonas comparten los mismos receptores de entrada de las células. En función de la cantidad de neurohormonas presentes en un momento dado habrá sólo un cierto número de receptores para transmitir un virus a la célula. Esto explica la conexión entre el estado de ánimo y la enfermedad, primordio de una nueva disciplina científica denominada psiconeuroinmunología.
Si el sistema inmunológico es susceptible de aprendizaje, los recuerdos grabados en sus células van a influir en algún modo en la operatividad cerebral, lo cual a juicio de Verny (8) podría regular las emociones y los estados de ánimo, modificando comportamientos.
En la actualidad, estos conocimientos han ido más lejos. La investigadora Schmitt (8) del Instituto Tecnológico de Massachusetts señala que ya no serían exclusividad del cerebro y del sistema inmunológico tener experiencias, recuerdos y comunicaciones, sino que este fenómeno también puede ocurrir en múltiples células de distintas regiones corporales. Así ha surgido el concepto de ligandos, que engloba a un conjunto de transmisores, péptidos, hormonas y factores, los cuales circulan por todo el cuerpo relacionándose con ciertos receptores celulares específicos. Estos ligandos, son producidos por una multitud de células en todas las regiones del cuerpo comunicando sensaciones, estados de ánimo y recuerdos.
Ahora bien, ¿Cómo incide éstos descubrimientos en el desarrollo precoz humano? Incide de múltiples formas, pero lo relevante de estos descubrimientos es que no se requiere de un sistema nervioso central, ni de cerebros totalmente desarrollados para recibir, almacenar y procesar información.
Las sustancias informativas maternas (sean el cortisol que se relaciona con el estrés, o las endorfinas responsables del bienestar) se incorporan al torrente sanguíneo fetal desde etapas muy precoces. De modo que el nonato mucho antes de tener un cerebro rudimentariamente desarrollado puede almacenar sus primeros recuerdos en las células de su cuerpo de manera inconsciente. Esto es por demás relevante, más aun cuando se aprecia en nuestras consultas prenatales, una alta incidencia de embarazos no planificados y no deseados ya no en gestantes adolescentes sino en las demás embarazadas, indistintamente la edad, lo cual podría tener un gran impacto y un inmenso significado social a corto plazo, ya que el bebé intrauterino se siente rechazado desde etapas muy precoces.
Los expertos en psicología señalan que existen dos tipos de memoria. La memoria consciente o explicita y la memoria inconsciente o implícita.
Es en el útero materno durante el viaje a la consciencia, cuando la memoria primero implícita va dando paso, poco a poco, a medida que se va desarrollando neurológicamente el bebé intrauterino, a la memoria explicita.
Los embriones más pequeños parten de una especie de vacío oceánico que es normal, pero que pronto se ve alterado por la interacción con el medio intracelular y con la aparición de las hormonas maternas, que reflejan los estados emocionales de la gestante.
Cada sacudida hormonal producida por pensamientos y sensaciones de disgusto o alegría, de ansiedad o de tranquilidad crea memoria celular primitiva y por ende aprendizaje. A medida que estos recuerdos se acumulan con el tiempo, el bebé no nacido, comprende de manera implícita la separación que hay entre él y el útero que lo rodea.
Hacia el 6to y 7mo mes de la gestación cuando el nonato ha desarrollado cerebro y corteza cerebral, ya no solo es capaz de percibir las emociones que provienen de la madre sino que además puede discriminar los diferentes estados de ánimo maternos. Además a través de sus sentidos (primordio de su psiquismo) percibe y recuerda luces, sabores y sonidos que le permiten extraer conclusiones a partir de las informaciones que recibe, para lo cual dará respuestas exageradas (pataditas enérgicas) para expresar lo que no le gusta, o succiona su propio pulgar para tranquilizarse.
Deudas Meméticas Inconscientes. La familia es un sistema, razón por lo cual todo lo que haya afectado a uno de sus integrantes pasados genera una deuda que va generar efectos en las generaciones presentes y futuras. La memética a diferencia de la genética es una forma de transmisión cultural transgeneracional. Las deudas meméticas inconscientes (teoría creada por los investigadores Medina y Leal) o lazos inconscientes con los antepasados familiares no resueltos, pueden hacer complicada vida. De allí la importancia de que los progenitores examinen sus recuerdos. Si la memoria que los influye es negativa, afectará del mismo modo la manera de educar y relacionarse con su bebé intrauterino. Caso contrario también aplica. Los recuerdos de la memoria implícita presentes en las células, los de la memoria explícita presentes en la corteza cerebral o la historia de los ciclos familiares pasados pueden beneficiar al nuevo ser si se entiende la conexión con el pasado.
Conclusión. La enseñanza materna fortalece el aprendizaje fetal en la medida que se potencien los buenos recuerdos y se mantenga una reiterada interacción, enriquecedora, nutritiva y positiva con el bebé intrauterino. Se educa al bebe in útero cuando los pensamientos y sentimientos maternos provienen del amor más puro. Cantarle y hablarle promueve en él recuerdos de afectos perdurables.
El bebé intrauterino, es un habitante que se instala en el cuerpo materno y lo convierte en un cuerpo-casa, y nada de lo que suceda en la casa le es ajeno. Por eso él evoluciona inmerso en los climas energético-emocionales que formará parte de su historia inicial antes del nacimiento.
La vida antes de nacer ya no es un secreto; es sumamente completa y rica, el bebé está contenido y cuidado en su nido perfecto, el vientre materno, suerte de primera escuela a la cual asiste.
Toda esperanza para el futuro reside en los cuidados y el amor que se les proporcione a los hijos. Se debe tener la capacidad de elegir lo que debe dejarse a las próximas generaciones, que no es más que un mundo de paz, armonía, amor, bondad y alegría. Por tal motivo es imperativo garantizar que el nuevo bebé se reconozca como un ser glorioso que es, desde el útero materno (12).