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¿La medicina es un arte o una ciencia?
Marisol Garcia de Yeguez
Marisol Garcia de Yeguez
¿La medicina es un arte o una ciencia?
Medicine is an art or a science?
Salus, vol. 22, núm. 3, pp. 3-4, 2018
Universidad de Carabobo
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EDITORIAL

¿La medicina es un arte o una ciencia?

Medicine is an art or a science?

Marisol Garcia de Yeguez
Universidad de Carabobob, Venezuela
Salus, vol. 22, núm. 3, pp. 3-4, 2018
Universidad de Carabobo

¿Se trata de una empresa humanista con un componente científico, o bien, una empresa científica con un componente humanístico? Aquí no ofreceremos respuestas definitivas a estos antiguos interrogantes: únicamente afirmamos la necesidad de que cualquier postura firme acerca de los fines de la medicina debe incorporar la capacidad del hombre de tomar decisiones, pese a la incertidumbre, un núcleo de valores humanistas y morales y los hallazgos de una ciencia rigurosa.

Una medicina que deberá ser, al mismo tiempo, honorable, moderada, asequible, sostenible y equitativa que debe reflexionar constantemente sobre sus fines. No deberíamos permitir que los medios burocráticos, organizativos, políticos y económicos empleados en lograrlos eclipsen las cuestiones, siempre presentes y a menudo difíciles, de los fines y las metas. La medicina del futuro no será, ni debería ser, la misma medicina del pasado y del presente en sus estructuras institucionales y marcos políticos. Únicamente del esfuerzo común de médicos y pacientes, de medicina y sociedad, depende que ese futuro se modele correcta y satisfactoriamente. El lugar de donde debe partir dicho esfuerzo son los fines de la medicina.

Si consideramos los fines de la medicina desde un punto de vista diferente podemos abordar de forma práctica una serie de cuestiones relativas a las prioridades futuras de la investigación biomédica, el diseño de los sistemas de asistencia sanitaria y la formación del personal facultativo.

Se debería, para comprender más ampliamente las enfermedades que afectan a la sociedad, crear un modelo de investigación que incorpore a expertos en epidemiologia y salud pública. A la hora de crear un sistema de asistencia sanitaria se debería comenzar estableciendo un núcleo firme de atención médica primaria y de urgencias teniendo en cuenta las necesidades de los miembros más débiles de la población. A los estudiantes de medicina se les debería enseñar que la muerte es inevitable y que no siempre será posible curar al enfermo. Deberán, obviamente, aprender a enfrentarse a los problemas que suponen las enfermedades crónicas.

Las nuevas generaciones de médicos, para poder hacer frente a las realidades de los sistemas sanitarios actuales deberían recibir formación en economía, humanidades y organización de la asistencia sanitaria.

Los usos de las técnicas y el conocimiento médicos son muchos, la mayoría buenos, pero, en ocasiones, extremadamente perversos. Entre los usos inaceptables se encuentra el empleo de información sobre salud pública para justificar la coerción antidemocrática sobre grupos de personas para que cambien sus comportamientos “insanos”. En el extremo opuesto, un fin de la medicina no puede consistir en el bienestar absoluto del individuo más allá de un buen estado de salud. Tampoco corresponde a la medicina definir lo que es el bien general para la sociedad.

Las interpretaciones que se hacen actualmente de los fines de la medicina los dejan expuestos a abusos y usos incorrectos. Hoy, Venezuela, en el año 2019, es un país con necesidades de bienes y servicios básicos, de acceso a líneas telefónicas, internet y a canales de televisión competitivos que muestren la realidad de la situación.

Nuestro propósito es examinar estas premisas e interpretarlas desde un punto de vista nuevo. Las causas profundas de lo que sucede no se pueden reducir a un problema que afecte sólo a la medicina o a los médicos. Residen en un conflicto moral más amplio y más grave que afecta a la sociedad en su conjunto, a una sociedad que no sabe muy bien, ni lo que quiere, ni lo que está dispuesta a poner en juego para conseguirlo, pero que, de momento, coloca a los médicos en una situación de grave ambigüedad frente a los enfermos.

Pero, volvamos la vista al objeto de nuestra consideración, y preguntémonos ¿cuál es, finalmente, el objetivo del ejercicio de nuestra profesión? Es conocida la frase que dice: ‘La medicina cura en una tercera parte de los casos, alivia en las dos terceras partes y consuela en todos los casos’. Pues bien, la pregunta sigue siendo pertinente y hoy podemos preguntarnos: ¿seríamos capaces de analizar cuál es el porcentaje de este aserto en el ejercicio de nuestra profesión?

Tal como afirmó Hipócrates, el ejercicio de la medicina se asimila al del arte: ‘El oficio es duro y el arte difícil’. La medicina se basa en la ciencia, que tiene que probar y comprobar, que es fría, estricta y precisa y no tiene sensaciones. El arte expresa emociones y sentimientos, es amplio y carece de límites. El científico debe ser exacto y seguro, sin derecho al titubeo. El artista, en cambio, se desenvuelve dentro de la amplitud, la condescendencia y confiere a su actuación un estilo.

¿Cuál es, entonces, nuestro estado del arte en el trabajo diario? ¿Acaso el sistema en el que nos desenvolvemos, que ha mutado al paciente en cliente y a la actuación médica en un bien de consumo, se ha constituido en un obstáculo para que nuestra ciencia médica no nos permita el arte? Ejercemos nuestra profesión encorsetados por el sistema de salud bajo cuyas directrices debemos practicar. Cabe preguntarse: ¿el sistema que ampara el trabajo médico hace que el arduo oficio al que se refería Hipócrates sea más difícil, hasta el punto de hacer imposible el ejercicio del arte?

Sin embargo, una de las carencias de la educación médica actual radica en la dificultad de transmitir habilidades relacionadas con lo humano, con lo afectivo, lo ético o lo moral. Es ese algo que no siempre se encuentra o es fácil obtener de los libros y que tenemos tan cerca como la práctica en la cabecera del paciente, de la mano del compañero médico y maestro.

Se ha hecho mucho, pero mucho queda por hacer. Un camino ha sido abierto, y las posibilidades para el desarrollo científico de la medicina parece que no tuvieran límite.

Colegas y estudiantes: vuestro es un deber más alto y sagrado. No penséis en encender una luz que brille ante los hombres para que puedan ver vuestras buenas obras. Al contrario, pertenecéis al gran ejército de trabajadores callados, médicos y enfermeras, esparcidos por el mundo, cuyos miembros no disputan ni gritan, ni se oyen sus voces en las calles, sino que ejercen el ministerio del consuelo entre la tristeza, la necesidad y la enfermedad. (1,2)

Material suplementario
REFERENCIAS
1. Gutiérrez-Fuentes, J.A. La medicina, una ciencia y un arte humanos Educ. méd. [online]. 2008, vol.11, suppl.1, pp.11-15. ISSN 1575-1813.
2. Potter VR. Bioethics: the science of survival. Perspect Biol Med 1970; 14: 127-153.
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