RESUMEN: Al hablarse de Modernismo español, se piensa en Antonio Gaudí y Cornet en Barcelona, aunque igualmente debería hablarse de José María Manuel Cortina Pérez, y el Modernismo valenciano de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, en el que Cortina fue un pilar esencial. Por su originalidad y excentricidad, su obra, ganadora de innumerables premios en exposiciones y concursos de arquitectura, se ha catalogado entre las más relevantes de su momento. En este artículo se presentan aspectos de la vida de este gran arquitecto, y se analizan algunas de las villas concebidas por él, en las que, como en todas sus obras, trabajaron los mejores artesanos de cada gremio. Se presta especial interés en la Villa Morris, y en los elaborados pavimentos que diseñó y ejecutó, que fueron producidos por la fábrica de cerámica Nolla. Este trabajo aboga por la protección de este patrimonio poco reconocido hasta el momento.
Palabras clave: José María Manuel Cortina Pérez, cerámica Nolla, Villa Morris, Burguesía valenciana.
ABSTRACT: When speaking of Spanish Modernism, one thinks of Antonio Gaudí and Cornet in Barcelona, although one should equally speak of José María Manuel Cortina Pérez, and Valencian Modernism of the late 19th century and early 20th century, in which Cortina was an essential pillar. Due to its originality and eccentricity, his work, winner of innumerable prizes in exhibitions and architecture competitions, has been ranked among the most relevant of its time. This article presents aspects of the life of this great architect, and analyzes some of the villas designed by him, in which, as in all his works, the best craftsmen of each guild worked. It takes special interest in the Villa Morris, and in the elaborate pavements that he designed and executed, which were produced by the Nolla ceramics factory. This work advocates for the protection of this little-recognized heritage so far.
Keywords: José María Manuel Cortina Pérez, Nolla ceramics, Villa Morris, Valencian bourgeoisie.
Artículo original
El arquitecto José María Manuel Cortina Pérez: el pavimento Nolla de la Villa Morris
The Architect José María Manuel Cortina Pérez: the Nolla Pavement of the Villa Morris
Recepción: 12 Diciembre 2022
Aprobación: 15 Marzo 2023
En el presente artículo se desea mostrar aspectos de la vida y la obra del arquitecto valenciano José María Manuel Cortina Pérez, y la necesidad de proteger el patrimonio de la cerámica Nolla, tan vinculada a su quehacer profesional, que en muchas ocasiones no se valora debidamente, por ser el suelo donde se pisa.
El mosaico Nolla se fabricó hasta los años setenta, alcanzando un siglo de presencia en el mercado bajo varias firmas consecutivas; Mosaico Nolla, Hijos de Miguel Nolla, y Mosaico Nolla S.A. Tras la aparición de nuevos materiales y nuevas modas, se desvirtuó la importancia y nobleza de los mosaicos anteriores, que poco a poco, irían siendo reemplazados por mediocres parqués o novedosos diseños de baldosas hidráulicas.
Tal es el ejemplo de numerosos edificios del arquitecto Cortina, situados en el primer Ensanche de Valencia, en donde la burguesía era sinónimo de lujo, y en donde actualmente poco o nada queda de aquellas piezas que conformaban los suelos o revestimientos que en su día fueron la imagen de una moda a la vanguardia de la arquitectura. Se estima que este tipo de mosaicos podría encontrarse en edificios en Cuba, y en otros países de América, aunque quizás ya desaparecidos o colapsados. 1
El Arquitecto José María Manuel Cortina Pérez
José María Manuel Cortina Pérez (imagen portada izquierda), nació en Valencia, en 1868. Como muchos otros, se desplazó a Barcelona para iniciar sus estudios de arquitectura, pero es en Madrid donde obtiene el título de arquitecto con 22 años, pese a perder dos o tres cursos, según algunos, por no firmar correctamente los exámenes, o bien, por no reconocerle la capacidad de firma al ser menor de edad. Respecto a no firmar correctamente, debe recordarse que siempre firmaba como Manuel Cortina, y su nombre completo es José María Manuel Cortina Pérez. Un año más tarde, en 1892, obtiene una plaza como arquitecto municipal de Valencia, desempeñando distintas labores, entre ellas, Arquitecto del Ensanche y de Cementerios. Previamente en 1891, será arquitecto Municipal de Gandía y un año después, de Paterna El arquitecto Cortina diseña su primera obra para sus padres, aunque realmente diseña el Chalé un año antes de acabar los estudios de arquitectura. (Imagen portada, derecha). [1]
Si se piensa en el Modernismo Valenciano de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, sin lugar a duda Cortina es un pilar esencial, donde su originalidad y excentricidad llevan a que su obra sea catalogada entre las más relevantes de dicha época. Esto queda reflejado en sus innumerables premios de arquitectura en las exposiciones de la época, además de la medalla de Plata del Congreso, y la Gran Cruz de la Real Orden de Isabel la Católica, así como la Encomienda de Isabel La Católica. A partir de 1929 fue director del Centro de Cultura Valenciana, desde donde realiza su defensa del Palacio Señorial de Alaquàs. Dentro de su intensa vida profesional, debe añadirse que fue Académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, perteneció a la asociación lo Rat Penat, y ejerció como secretario del V Congreso Nacional de Arquitectura en Valencia, en 1910. [2]
En la ciudad de Valencia destacan los edificios que construyó en el ensanche de Valencia, como la conocida como Casa de los Dragones, en la esquina de las calles Sorní y Jorge Juan; el desaparecido chaflán de Colón con Sorní, o Casa Oroval; y el edificio de la calle Félix Pizcueta, en el que combinó elementos medievalizantes, con las líneas sinuosas del Art Nouveau, patente sobre todo en las rejas de los vanos de la planta baja y la carpintería de los miradores. También destacan sus edificios de viviendas en las calles Caballeros, Sorní, Ruzafa y Grandes Vías.
Cabe destacar así mismo, los numerosos panteones realizados en el cementerio General de Valencia. Más de veinte encargos recibió José Manuel Cortina para realizar este tipo de construcciones, en las que el arquitecto dejaba volar su imaginación, y se mostraba en su máximo esplendor. [3]
Fueron muchas las solicitudes de la burguesía e instituciones religiosas, que lo llevan a la realización de una selecta variedad de edificios de viviendas en la ciudad, entre ellos Villa Morris, encargada por Don Walter Morris Martin en 1898. Cuentan, demás de ermitas y algunas restauraciones, como, por ejemplo, la verja del Real Colegio Seminario Corpus Christi, la intervención en el Castillo de Benissanó, los proyectos de tornapuntado y castilletes para las Torres de San Martin y San Salvador en Teruel, entre otros.
En sus primeras obras se observa cómo el repertorio ornamental fue extraído casi en su totalidad del gótico, de allí la aparición de elementos como por ejemplo rosetas con cuadrifolios, observadas en la parte superior de la villa, en forma de ventilación a la cubierta, además de columnas con delgados fustes, que decoran los pilares en el interior de la villa. Usaba también molduras en vierteaguas, además de la utilización del biselado en pilastras, dragones, pseudo-gárgolas, y gárgolas, entre otros, la mayoría de los cuales se observan en la fachada de Villa Morris, en Bétera como apreciamos en la Figura 1, donde podemos compararla posteriormente con la Figura 3 (imagen de época). [4][5]
Sin embargo, es en 1895 aproximadamente, cuando Cortina fue aportando sorprendentes interpretaciones propias, estrambóticas, y a veces fantasiosas, que reinterpretan su primer estilo adoptado, al que incorpora toques característicos de la nueva época industrial en los ornamentos de fachada, que lo hicieron único en su categoría. Esto se comprueba, por ejemplo, en el dragón, que pasa de estar en la cornisa, a zonas más bajas, donde es custodio de escudos emblemáticos de las familias, ejemplo claramente observable en las Villas de Paterna (Figura de la portada) o en la Villa Morris (Figura 1).
Por otro lado, aparecen también temas relativos a la naturaleza, entre ellos, la aparición de rosas y hojas de acanto, así como también de cualquier otra variedad vegetativa en la ornamentación general de las edificaciones. En concreto, esto se observa en la villa en las barandillas de hierro de las escaleras interiores, las molduras portadoras de la carpintería, y en las columnas con delgados fustes, que decoran los pilares en el interior de la villa. Es característico también de sus obras, que la carpintería adopte formas curvas en vez de rectas, claro ejemplo de esto son las gárgolas y dragones que custodian muchas de sus obras, entre las cuales no puede faltar Villa de la Barraca o Villa Morris.
Sencillamente, Cortina ha aportado a la arquitectura española, y en concreto la valenciana, ese toque único y fantasioso, así como también desbordante, que hace de sus edificaciones unas verdaderas obras de arte.
Aun cuando no hay fuente bibliográfica que date el año de construcción de Villa Morris, existen álbumes familiares con fotografías coloreadas datadas en el año 1898, donde está construyéndose la Villa.
Cortina, bajo su carácter perfeccionista y estricto, se proyecta como creador total, es decir, abarca el desarrollo de todas las artes aplicadas en la arquitectura: azulejería, mosaicos y vidrieras, hierros forjados, etcétera. Cortina, incluso diseñó el papel para decorar las paredes de muchas de sus obras, aunque esto no se aplique a Villa de la Barraca, así como también las telas y los muebles de muchas viviendas, todo esto bajo recomendación de su padre que había sido maestro de obras (antiguo aparejador) y le enseñó a rodearse de todos los buenos profesionales de las artes decorativas.
A finales del siglo XIX, en su calidad de arquitecto de varios municipios, dejó correr su viva imaginación en el diseño de buen número de panteones, tarea poco comprometida técnicamente, y campo abierto a la imaginación romántica del arquitecto proyectista.
En los últimos años del siglo, se atrevió con ampulosos proyectos en el centro de Valencia, tales como los palacios Centelles y Daya Nueva en la calle Caballeros y en la plaza Villanueva; el del conde de Nieulant, en 1900, y la “Casa de los Dragones” o “Casa Cerni”, en Ceuta en 1907.
En Valencia proyectó varios edificios con decoración escultórica también a base de dragones, dentro del estilo modernista, por más que generalmente, su modo de hacer derivó al empleo de formas neogóticas, ya que a principios del siglo XX a los modernistas les llamaban "els nens gòtics".2
En general, la arquitectura de Cortina presenta un aire exagerado, propio de la manera valenciana, proclive al uso de las formas singulares más allá de lo común. También echó mano de la arquitectura islámica, como en el caso de la Villa de Torrent (Villa Giner-Cortina), o en el teatro Eslava.
Cortina fue además un hábil decorador, dejando muestras de su ingenio en telas, alfombras y en cualquier superficie sobre la que pudiera dar rienda suelta a su viva imaginación.
José Manuel Cortina fue un conspicuo representante de la escuela eclecticista y modernista en Valencia del último cuarto del siglo XIX y mitad del XX, lapso en el que la arquitectura española cobró nuevos bríos después de los tiempos del académico neoclasicista, arrumbado por los arquitectos formados, ya no en las Reales Academias de BB.AA., sino en las Escuelas Superiores de Arquitectura en Madrid y Barcelona, con enseñanzas más técnicas y científicas.
Entre sus publicaciones, cabe destacar el “Discurso sobre la Lonja, escrito y propuesta de intervención”. Sus ideas sobre esta obra, aunque no se ejecutarían, dejaron planteadas ciertas limitaciones y propósitos respecto del edificio, que definirían su estado actual, evitando que se ejecutaran propuestas que alteraran la actual configuración que todos conocemos 3
En uno de sus últimos escritos en 1949, un año antes de su muerte, el propio Cortina dice:
" ... Tiempo ha, desde mi juventud, y ya veis que no hace poco tiempo, hemos apreciado los resultados funestos que para Valencia ha tenido todo lo que reforma urbanística se refiere. Nunca se ha seguido un criterio uniforme ni ha habido en ella solución de continuidad. Esta situación ha nacido, si así lo queréis, no de los técnicos, sino del oleaje burocrático, político y personal de aquel ambiente que, por desgracia, no se ha podido apartar de nuestro Municipio, destrozando las esperanzas puestas en él cuando apareció el Estatuto Municipal con sus Reglamentos... " [6, p. 2].
Duras palabras de Cortina en clara crítica a los inicios de desmanes urbanísticos que desmembraron la Valencia que Cortina tenía en mente y que sentía, y a su vez entendía, un urbanismo en el que la ciudad fuera para el pueblo, para su disfrute. [6]
El Palacete Puchol de Villarreal
Es una de las obras menos conocidas de Cortina, por haber permanecido habitada hasta nuestros días. Se trata de una villa, conocida como Palacete Puchol, construida hacia 1915 para el acaudalado naviero (fundador de la actual Trans-Mediterránea) de Valencia Vicente Puchol y Sarthou. Como casa de recreo, la villa se erigía rodeada, como es norma en sus villas, de un tupido jardín, separada del núcleo de la población, y dotada con otras construcciones satélites.
La familia Puchol formó parte de la alta burguesía valenciana de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, y fue propietaria de negocios de flota naviera y bacaladera, y almacenes de coloniales, entre otros bienes. Vicente Puchol Sarthou fue un gran empresario, que en 1902 colaboró en la fundación de la Asociación Naviera Valenciana, la cual presidió desde 1905 hasta 1919. Su carácter y su tendencia marina le hicieron participar activamente en las Compañías navieras “Correos de África”, “Valenciana de Navegación” y la “Isleña Marítima”, siendo, además, miembro durante varios años, del Consejo de Administración de la Caja de Ahorros de Valencia. [7]
El edificio, de planta rectangular, con dos niveles y desván, tiene una cubierta a cuatro aguas, y una torreta en la confluencia de las cubiertas, siguiendo la tipología de las tradicionales viviendas de playa que miran al mar (aunque esta está muy lejos de la costa).
Durante aquella época, José Manuel Cortina había recibido varios encargos por parte de la familia Puchol, entre ellas, la reforma de su vivienda de la Calle Colón en Valencia, así como el mantenimiento de distintas viviendas de alquiler en la propia ciudad, el Panteón Puchol del Cementerio General, y otros.
A su vez, Vicente Puchol Sarthou poseía tierras para el cultivo agrícola y exportación de agrios, en Villarreal (Castellón), por lo que en 1915 le encargó a José Manuel Cortina su casa de verano.
Tampoco en esta villa disminuye el interés por el color que ha caracterizado toda su obra. Molduras y antepechos en blanco, paramentos en distintas gamas de salmón, carpinterías en verde pastel, cerrajería en negro, persianas en marrón, forman un todo en apacible armonía cromática.
La Villa Giner- Cortina de Torrente
En abril de 1918, José Giner y Viguer, compra en Torrente los terrenos donde construirá el Chalé de su familia 4. Para ello pedirá a su cuñado, Don José María Manuel Cortina Pérez (pues este es hermano de su mujer, Elvira María Salomé Cortina Pérez), que realice los planos de esta nueva villa. La elección de Torrente se debe a que, gracias a la implantación del tren de cercanías a finales del siglo XIX, esta población destacaba como una de las mejores poblaciones de las cercanías de Valencia, atrayendo a familias muy distinguidas de la ciudad. Una vez finalizadas las obras, su promotor, José Giner, contrae una gripe que acabará siendo mortal para él, y fallece en el año 1920.
La Villa será utilizada por los Giner-Cortina y herederos, hasta que, en 1984, María Salomé Giner Cortina vende la propiedad. A partir de ese momento, el edificio cae en desgracia, ya que se ocupa ilegalmente y se expolian gran parte de sus materiales (pavimentos principalmente), además de producirse una serie de incendios intencionados para ocultar otros hechos, que lo dejarían en el maltrecho estado en el que se encuentra hoy en día. [7]
Esta Villa disponía, según se dice, de cerámica Nolla en sus suelos, pero los expolios, incendios y saqueos continuados en ella, han acabado dejando el edificio en "nada"; nada que proteger, nada que conservar o cuidar, pues es tal el deterioro que posee, que el que fuera un gran edificio, ha quedado reducido a un montón de residuos, con un más que inviable proyecto o intento de recuperación. [8]
La Villa Morris de Bétera
Villa Rosita, Villa Morris, Villa Iborra y Villa la Barraca, son cuatro nombres que se refieren a una única propiedad. Estos apelativos fueron cambiando según el paso del tiempo y de los sucesivos propietarios que tuvo la vivienda.
Walter Morris Martin, tras una incómoda situación familiar a los trece años (1866) decide buscar un mejor futuro en Sudáfrica, para más tarde terminar en América, justo durante el período de migración apresurada y masiva de trabajadores que sufría gran parte del continente americano y en este caso, México, inmigración hacia las áreas más rústicas, en las que se había producido un descubrimiento espectacular de comerciales de oro. Es allí donde conoce a su mujer, ciudadana mexicana. Forma una gran familia, de ocho hijos, con una novena en camino cuando deciden volver a España, una vez que han hecho fortuna, o como se dice en España, de “hacer las Américas”.
Se cree que Walter Morris al volver, aproximadamente en el año 1897-1898, decide reencontrarse con sus amigos, entre ellos con Francisco La Roda, quien probablemente es el que le recomienda a José María Manuel Cortina Pérez, arquitecto de renombre en Valencia, por su estilo modernista y fantasioso, para el encargo de una Villa familiar en Bétera donde alojarse. Por ello deciden comprar una parcela muy cercana a la de La Roda. Walter Morris le da el nombre de Villa Rosita a la propiedad, como obsequio a su mujer, que se encontraba encinta de una niña a quien nombrarían así.
Lógicamente, el oro y las propiedades que traía de México no durarían de por vida, por lo que, al finalizar las reservas, tras una vida de lujo y despilfarro, se quita la vida en la torreta de la Villa (1905).
Viuda, y sin dinero, Emilia Cooley Acosta (Viuda de Morris) se ve obligada a vender tanto la Villa como todas sus hectáreas a la familia Iborra, y son ellos quienes más tarde construyen la capilla y la barraca que se encuentran actualmente en el recinto. De allí que se conozca también como Villa Iborra o Masía “La Barraca”.
Con el paso de los años, en 1974, al desarrollar las Ordenanzas de la edificación Plan Parcial “San Vicente” o “El Portón” en los terrenos de la masía, se consiguió que mediante gestiones municipales, tanto el edificio de la vivienda como la capilla y otras dependencias, además del jardín, pasaran a formar parte del patrimonio municipal de Bétera, permitiendo esto el goce y disfrute de todos los vecinos. Además, las hectáreas que le rodearan se convirtieron en suelo urbano donde actualmente se encuentran viviendas adosadas. Desde entonces la asociación de amas de casa de Bétera tiene la sede en la “Masía de la Barraca”, y es en 1997 cuando queda inaugurado en la misma sede, el Gabinete de consumo municipal donde se da servicio gratuito y consejos sobre estos temas al pueblo.
Las proporciones áureas de la Villa Morris
La proporción áurea es comúnmente asociada con la armonía estética en el arte en general, y en concreto con la arquitectura, es un símbolo de perfección estética. Este concepto data de mucho tiempo atrás, en la antigua Grecia, en el siglo V antes de Cristo, ya se conocía y frecuentemente lo utilizaban.
Matemáticamente se define la proporción áurea de la siguiente manera: la proporción de “a” dividida por “b” donde ( a+b ) es para “a” lo que “a" es para “b”. Una vez realizados los cálculos se obtiene que la proporción áurea es: (1+√5)/2 es decir, 1,618 aproximadamente.
Actualmente, se sigue utilizando la proporción áurea en la arquitectura contemporánea en diferentes estructuras. Fue Le Corbusier quien en los años 40 desarrolló un sistema de proporciones o medidas detallado llamado "Modulor" basando la proporción de alturas en la proporción áurea, reivindicando así el concepto de sección áurea en la arquitectura moderna. Sin embargo, no solo a Le Corbusier se le atribuye el uso de este concepto, de igual forma lo hizo Mies Van der Rohe.
La proporción áurea es comúnmente utilizada en las fachadas para la definición de tamaños proporcionales y estéticamente correctos, ejemplo de ello sería para la definición de los huecos de ventanas, de las puertas, o incluso, para definir la ubicación de las columnas, arcos, y hasta de los elementos decorativos, con el fin de lograr un conjunto visualmente atractivo manteniendo a su vez, la proporcionalidad con respecto a la fachada total.
Así pues, se observa que Cortina dominaba y valoraba el uso de las proporciones, el empleo del color, así como el juego de luz y sombras en todas sus obras. Reflejo de ello, como se muestra a continuación, las proporciones geométricas utilizadas, tanto para los alzados como para las plantas de muchos de sus edificios, algunos manteniendo su vigencia en la actualidad.
En la imagen se observa el rectángulo áureo y en línea más clara, tanto el denominado "espiral divino” que recibe este nombre, ya que si se traza una línea recta desde el polo hacia cualquier punto de la curva, esta queda cortada exactamente en el mismo ángulo, como las diagonales que nos llevan al "ojo de Dios”, siendo este el resultado de trazar diagonales en cualquier par de rectángulos, y estas diagonales convergerán siempre en un mismo punto, tanto de los rectángulos “madre" como “hijos”. (Figuras 2 y 3)
La Cerámica Nolla de la Villa Morris
Cortina diseñaba sus obras en su totalidad. Muestra de ello son los pavimentos encontrados en sus edificios y villas: elementos decorativos, bellos y sobre todo, que debían aportar calidad, resistencia y durabilidad. Ya desde temprana edad, el maestro de Obras Don Antonio Cortina Gallego, padre de José María Manuel Cortina, inculcó a su hijo la idea de que para lograr la perfección en sus trabajos debía rodearse de los mejores artesanos y profesionales. No es extraño que para la Villa Morris recurriera al mejor fabricante de pavimentos del momento: Tomas Miguel José Nolla i Bruget.
La fábrica Nolla fue constituida en 1860 por Sr. D. Tomas Miguel José Nolla i Bruget, quien, con tan solo 20 años, llega a Valencia desde Reus para labrarse un futuro. Tras su fundación, el mosaico Nolla recibió enormes elogios por su calidad y precio competitivo en las exposiciones universales de París de 1867 y de Viena de 1873. Durante años, otras importantes exposiciones como las de Filadelfia, Madrid, Barcelona, y Burdeos premiaron un material de primera clase, incluso en Madrid se le concedió el Premio de Honor, reconociendo el pavimento Nolla como el mejor conocido en el mundo por su dureza, hermosos colores, y matemático ajuste de las piezas.
La Villa Morris es una de las pocas obras que actualmente presenta una gran variedad de mosaicos Nolla, los cuales se encuentran representados en detalle en las figuras siguientes. (Figuras 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10). Dichos solados de mosaico y cemento Portland han substituido totalmente a los de azulejos o baldosas vidriadas que solo se utilizan en arrimaderos y chapados de habitaciones en que se desea tener otro tipo de asepsia, por la limpieza de sus paramentos (cocinas y baños) aunque queda demostrado que con estos pavimentos se obtiene mayor higiene. No debe olvidarse que los suelos de los quirófanos de la época en Valencia son de Cerámica Nolla, así como las bancadas de las reboticas en las farmacias de la época [9].
El mosaico Nolla se fabricó hasta los años setenta, alcanzando un siglo de presencia en el mercado bajo varias firmas consecutivas, Hijos de Miguel Nolla y Mosaico Nolla S.A. Tras la aparición de nuevos materiales y nuevas modas, se desvirtuó la importancia y nobleza de los mosaicos anteriores, que poco a poco, irían siendo reemplazados por mediocres parqués o novedosos diseños de baldosas hidráulicas. Tal es el ejemplo de numerosos edificios de Cortina situados en el primer Ensanche de Valencia, en donde la burguesía era sinónimo de lujo y en donde actualmente poco o nada queda de aquellas piezas que conformaban los suelos o revestimientos que en su día fueron la imagen de una moda a la vanguardia.
Como se mencionaba anteriormente, a José Manuel Cortina le gustaba que en sus obras estuviese plasmado el trabajo de los mejores artesanos y maestros de obra. Concretamente, es a su amigo Miguel Nolla Sagrera, hijo de Miguel Nolla Bruget, al que encargaría el diseño de los pavimentos de la villa, años antes de que él y sus hermanas acabaran vendiendo la fábrica. Sin embargo, poco o nada se sabe de los maestros y puesta en obra de los pavimentos; un delicado trabajo apoyado con bocetos y plantillas de gran precisión y calidad, que requerían de una estricta y rigurosa maestría para la colocación de las piezas.
Los pavimentos de la Villa Morris son de una muy alta calidad artística, siendo los de la planta inferior los más elaborados en cuanto al diseño, por corresponder a las salas más nobles del edificio, como los comedores de invierno y de verano, y el despacho, entre otros. Para el arquitecto, un diseño esmerado en cada detalle de su obra deja clara su postura y cariño hacia la misma. En torno a los pavimentos, el fin queda plasmado tras la belleza y composición de esta cerámica que da paso al lujo, a la calidad y al máximo esplendor de los espacios que la encierran y contienen.
Debe añadirse que inicialmente la Administración del municipio había mostrado poco o nulo interés por este edificio, hasta que llevamos a alumnos del último curso de Ingeniería de Edificación (antiguamente Aparejadores o Arquitectura Técnica), para hacer propuestas de cambio de uso y realizar el levantamiento de los suelos.
Cortina diseñaba sus edificios en su totalidad. Muestra de ello son los pavimentos encontrados en todas sus obras, que aún quedan intactas, como se expresó anteriormente.
El pavimento de la Villa Morris se recuperó gracias a la intervención de varios estudiosos del arquitecto Cortina y de la cerámica Nolla (entre los que se incluye el autor principal de este artículo). Inicialmente se pensó eliminar todo el pavimento para poner uno más moderno y limpio. Pero, gracias a la solicitud que se hiciera a los Institutos de Patrimonio y Prensa, tal decisión fue revocada, lográndose salvar tanto el edificio, como sus pavimentos.
No debe permitirse que la Administración descuide un patrimonio que pertenece a la ciudad, que no puede, ni debe, ser expoliado. La consulta a profesionales es indispensable para preservar el patrimonio, que es la herencia que dejaremos a los que vengan.
* Autor para la correspondencia: jgirbes@ega.upv.es