Reseña
Howdemocraciesdie
Levitsky Steven, Crown Daniel Ziblatt. 2018. 320pp. |
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¿Nuestra democracia está en peligro?, es la pregunta disparadora de un libro que busca repensar y reaccionar, ante un escenario caracterizado por el intrigante fenómeno Trump. Para ello promete recuperar el análisis comparado hecho por los dos académicos de Harvard sobre la quiebra de las democracias alrededor del mundo.
En los capítulos 1 y 4, los autores desarrollan un modelo sobre el debilitamiento y deshacimiento de las democracias. Ese desplazamiento está dado por un prolongado e irresponsable liderazgo desde las elites de los partidos políticos ante ciertos líderes potencialmente autoritarios, cuyos comportamientos pueden anticiparse por esas elites. Si los partidos priorizan a la democracia, los harán a un lado. Sin embargo, si se alían con ellos para conservar o llegar al poder, la pondrán en un serio riesgo. Resulta que cuando esas alianzas se salen de control, el líder potencialmente autoritario accede al gobierno de su coalición y al del Estado, generando una coexistencia cada vez más insostenible con la democracia.
En los capítulos 2 y 3, se aplica el modelo al caso norteamericano. En el primero de ellos, se da cuenta de la aplicación de un filtro informal en el acceso a candidaturas para impedir que candidatos ajenos a la política partidaria disputen cargos. Se señala que esto supo cumplir una función protectora para la democracia, pese a las controversias suscitadas. En el segundo de estos capítulos, se habla de cómo una nueva oleada democrática llevó desde fines de la década de 1960 a que los partidos tomen una opción por la apertura de las candidaturas en vez de priorizar su función de filtro selector. Esta transición abre una paradoja inquietante: la mayor inclusión política y más reciente de la historia de las democracias en Occidente, permite que candidatos ajenos a la política y adversos a la democracia lleguen al poder y puedan actuar en su contra.
El capítulo 5 está en el centro del orden de exposición y de la orientación del peso argumentativo, pues se expone la variable clave que explica que las democracias funcionen y cuya debilidad anticipa su crisis y eventual fin. Se trata de dos reglas informales y no escritas de la institucionalidad democrática: la mutua tolerancia y la autocontención en el ejercicio del poder. La primera, a través de la legitimación de los rivales como justos competidores, y la segunda, por medio de la prudencia en el manejo propio de las facultades legales o consuetudinarias, son las condiciones de partida para asegurar un procesamiento democrático del conflicto político.
Vale resaltar que no fue fácil arribar a ese consenso proveedor de estabilidad y gobierno, luego convertido en un modelo de institucionalidad puesto en boga globalmente a partir de la tercera ola democrática. En el capítulo 6 se da cuenta con detalle de serios obstáculos tales como luchas facciosas y hasta una guerra civil, que transcurrieron antes que esas reglas pudieran ser reconocidas como la base del juego político democrático recién a fines del siglo XIX.
Volviendo a nuestro tiempo, se recuperan los interrogantes dados ante el deshacimiento progresivo de esa cultura institucional. En el capítulo 7 se expone ese proceso a la luz del desdén ofrecido por ciertos políticos marginales hacia la década de 1990 e internalizado por los propios líderes partidarios desde hace sólo unos años. Esto ha desembocado en casos impensables de obstruccionismo legislativo y de expansión unilateral del poder durante la administración Obama. Los autores suman a todo ello el agravante de la llegada a la presidencia de Trump como un líder potencialmente autoritario, que exacerba en estilo y prácticas el rechazo por las valoradas reglas. Un análisis que parece poner contra las cuerdas la idea de Estados Unidos como un régimen bien establecido y como modelo de democracia.
De estos capítulos emerge un elemento fragmentariamente desarrollado: el clivaje racial como fuente de polarización social y político-partidaria. Vale señalar que ese elemento aparece como fundamental en dos momentos. Primero, relacionado con la apertura al acceso a las candidaturas desde fines de los 60, y más claramente detrás de la polarización y radicalidad asumida por la elite de los partidos políticos desde las últimas décadas.
Sobre el modelo teórico propuesto e inspirado en La quiebra de las democracias de Juan José Linz, pensamos que aún podría explorar interesantes matices para pensar la política norteamericana actual y la que se avizora.
En principio, consideramos problemática la decisión inicial de definir a un líder como potencialmente autoritario si desarrolla tal o cual comportamiento específico. El propio Linz, indagando sobre la “prueba de fuego” para comprobarlo, observa que entre la oposición semileal y la desleal se desliza una importante ambigüedad que dificulta aplicar tal prueba como inobjetable (Linz, 1987: 65). Asimismo, esto complejiza presuponer que las alianzas entre los partidos y estos líderes están inclinadas a resultar fatídicas para la democracia. En contrario, hay pruebas históricas en las democracias europeas de que tales alianzas pueden implicar un mecanismo efectivo de contención de los opositores no leales al régimen (Linz, 1987). Así la decisión de los autores podría determinar el proceso tras una trayectoria de reversión democrática.
Sobre el apartado metodológico, los autores proponen el empleo de un análisis comparado para traer luz al caso norteamericano a partir de las experiencias históricas y más recientes en otras democracias alrededor del mundo. Sin embargo, el principal mecanismo que hace funcionar la democracia, son las reglas informales y no escritas desarrolladas en un análisis histórico del propio país. Visto eso, la comparación entre casos con otros países parece ocupar un rol más bien complementario. Ahora bien, el análisis presentado desde la dinámica interna de la política norteamericana tiene mucho para ofrecernos. Los autores dan pie a un campo atractivo para avanzar sobre diagnósticos y propuestas: el análisis subnacional comparado. Mostrando las trayectorias de algunos estados del sur profundo (como Georgia) y de otras partes del país (como Carolina del Norte, Indiana y Texas), se ilustran diversos patrones subnacionales de la advertida erosión democrática más o menos progresivos en relación con la trayectoria del plano nacional.
Los autores demuestran a lo largo del texto, un entendimiento teórico y aplicado en torno al hecho de que la democracia norteamericana se encuentra en serios problemas. Un diagnóstico que ya se podría haber anticipado antes y que advierte aún más en un futuro próximo. Este es uno de sus aportes, en la medida que no se quedan en el aura disruptiva que caracteriza al líder actual. Asimismo, dar cuenta de la erosión democrática en Estados Unidos nos invita a pensar en la posibilidad de un proceso más extenso capaz de afectar a otras democracias. Siendo este es un diagnóstico posible para las democracias de Europa Occidental (Foa y Mounk, 2016) y también para las demás reciente transición en América Latina (Gamboa, 2017). En tal sentido, la obra vale para incentivar una agenda de investigación abocada al fenómeno de la erosión democrática con un estudio comparado, donde se recuperen los elementos institucionales focalizados por los autores. En paralelo, resulta desafiante desarrollar otros factores provistos de cierta mención, tales como el fenómeno de la transnacionalización y la desigualdad económica, la influencia mediática sobre la cultura democrática y el abordaje de las divisiones étnicas y religiosas, entre otros, para generar diagnósticos más profundos y presentar propuestas más convincentes hacia las elites y públicos interpelados. La sospecha de que la democracia está en peligro en el caso donde aparentaba tener todo a su favor, se nos vuelve insistentemente a recomendar esta agenda.