Resumen: En este artículo desarrollo una reconstrucción de la teoría fundada, entendida como un programa metodológico de gran importancia dentro del paradigma de la investigación cualitativa. La grounded theory tiene como principal presupuesto que las teorías debieran surgir de los datos, en un proceso que depende más de la realidad que de las conjeturas del investigador. Aunque esta concepción parece contraria a la tradición falsacionista (K. R. Popper) –para la cual, poco importan las fuentes de las afirmaciones teóricas si es que son susceptibles de refutación y compatibles con nuestras observaciones–, propongo que el establecimiento de puentes entre ambas tradiciones puede ser de gran ayuda para identificar aciertos y desaciertos en la producción científica en diferentes áreas de la investigación social.
Palabras clave:investigación cualitativainvestigación cualitativa,programa metodológicoprograma metodológico,tradición falsacionistastradición falsacionistas,pragmatismopragmatismo.
Abstract: In this paper I develop a reconstruction of founded theory, understanding it as a “meth-odological program” with big importance within the qualitative research paradigm. Grounded theory's main assumption is that theories should emerge from the data, in a process that depends more on reality than on the researcher's conjectures. Although this conception seems contrary to the falsificationist tradition (K. R. Popper) –for which, don’t matter the sources of the theoretical claims if they are susceptible to refutation and compatible with our observations–, I propose that the establishment of bridges between both traditions can help us to identify successes and errors in scientific production, in different areas of social research
Keywords: qualitative research, methodological program, falsificationist tradition, pragmatism.
Análisis epistemológico de la grounded theory: reconstrucción de un programa metodológico en la investigación social*
Epistemological analysis of grounded theory: reconstruction of a methodological program in social research

Recepción: 30 Noviembre 2019
Aprobación: 24 Febrero 2020
La distinción entre contexto de justificación y contexto de descubrimiento es quizá la principal y más aceptada contribución de Hans Reichenbach a la epistemología, la misma que ha sido aceptada por otros importantes filósofos de la ciencia como Rudolf Carnap, Carl Hempel, Karl Popper.1 Según estos autores, la epistemología estaría dedicada al estudio de las relaciones internas del conocimiento, dejando los procesos mentales o sociales –de descubrimiento– en el dominio de otras áreas de la ciencia (como la psicología o la sociología).
Décadas más tarde, en los años de 1960, resurgen las discusiones sobre los procesos de descubrimiento; filósofos como N. R. Hanson, Herbert Simon, Stephen Toulmin, entre otros, cuestionan la distinción propugnada por el neopositivismo y por Popper.
Así actualmente una de las cuestiones centrales relacionadas con el descubrimiento científico es aquella que plantea la posibilidad de desarrollar un método (o lógica) del descubrimiento, en el sentido de un conjunto de reglas o procedimientos cuya aplicación correcta nos permita generar nuevos descubrimientos científicos (Bárcenas 49).
En un contexto más específico y contemporáneo del descubrimiento científico, hallamos el planteamiento de la teoría fundada o grounded theory (GT), formulada en sus inicios por Barney Glaser y Anselm Strauss. De acuerdo con estos autores, la orientación dominante en la sociología de la segunda mitad del siglo XX era la “verificación de teorías deducidas” (logically deduced theory) o “grandes teorías” (Glaser & Strauss 4); perspectiva que habría descuidado el proceso de generación de teorías. Estos autores proponen entonces un conjunto de procedimientos o reglas para el descubrimiento de teorías empleadas en la investigación social.
Los cuestionamientos a la sociología de “grandes teorías” deben de ser entendidos como críticas al modelo hipotético-deductivo, principalmente por su escaso potencial práctico para quienes empiezan a investigar. Glaser y Strauss presumen que las agendas de investigación estarían más orientadas por el carisma de los “grandes hombres”, los predecesores, que por la capacidad explicativa de sus teorías.
Señala Luis Piscoya, parafraseando a Thomas Kuhn, que el paradigma hipotético-deductivo desplazó al paradigma comprensivo de los años 20; sin embargo, este cambio es más ostensible en el terreno de la investigación empírica que en el de la filosofía de la ciencia. Ambas tradiciones filosóficas parecen haberse replegado en sus propias comunidades académicas, volviéndose inconmensurables entre sí. De ese modo, las críticas que tienen lugar entre estos paradigmas suelen expresarse sobre la base de ideas preconcebidas o errores categoriales. Queda poco claro, por ejemplo, si cuando los defensores de la teoría fundada hablan de “teorías deducidas” se refieren a teorías axiomatizadas.
Pese a estos desencuentros, es precisamente la distinción entre los contextos de descubrimiento y de justificación la que permitiría encaminar un diálogo más diáfano entre tradiciones filosóficas, pero también entre comunidades de académicas con distintos marcos de investigación. Relacionada con esta distinción, está la propuesta popperiana de eliminar el psicologismo de la teoría de la ciencia. El psicologismo sería esta tendencia a justificar un enunciado científico por cuanto el proceso por el que lo descubrimos es epistemológicamente aceptable. Al respecto, Popper objetó que:
The initial stage the act of conceiving or inventing a theory, seems to me neither to call for logical analysis nor to be susceptible of it. The question how it happens that a new idea occurs to a man may be of great interest to empirical psychology; but it is irrelevant to the logical analysis of scientific knowledge (Popper 2002 7).
La eliminación del psicologismo y la distinción entre contextos de descubrimiento y justificación permiten entender el conocimiento como un “hecho sociológico” (Reichenbach 2009), ubicable en un contexto sociocultural, pero cuya reconstrucción racional puede ser apreciada independientemente de tal contexto. Por eso, si bien la propuesta metodológica de la GT parece estar más vinculada al contexto de descubrimiento, asumir una perspectiva tal tiene implicancias en el conocimiento mismo.
En adelante, describiré las características principales de la GT para luego plantear una reflexión epistemológica sobre dicha teoría y sobre un panorama más amplio que la subsume: la investigación cualitativa.
La teoría fundada2 se inaugura con la publicación de uno de los manuales de investigación más citados en los últimos años:3The Discovery of Grounded Theory (1967), por Barney Glaser de la escuela de Columbia y Anselm Strauss de la escuela de Chicago. En la propuesta inicial se unen tanto el énfasis que le otorga Strauss al trabajo de campo y la observación participante, como la aspiración de Glaser de trasladar conceptos estadísticos y rigor científico a la investigación social o a la investigación cualitativa. Este y los posteriores trabajos de Glaser constituyen una de las versiones de GT, caracterizada por establecer un marco general en el proceder científico que permita la emergencia de las categorías de análisis de datos.
En los años de 1980 se produce un quiebre entre las ideas de Glaser y Strauss, optando el segundo por ser más prescriptivo que en la propuesta inicial. Así, en 1990, Strauss publica junto con Juliet Corbin un manual más detallado titulado Basics of Qualitative Research, en respuesta al interés que suscitó el primer manual entre varios investigadores principiantes. Este libro presenta lo que podríamos llamar la segunda versión de la GT, caracterizada por explicitar ciertas pautas a seguir en el proceso de investigación. Tales pautas fueron luego criticadas por Glaser, quien plantea más bien el desarrollo de cierta sensibilidad teórica como aquello que orienta mejor al investigador en la tarea de construir teorías.
Kathy Charmaz (2006), por su parte, propone una tercera versión “constructivista” de la teoría fundada, haciendo hincapié en el rol del investigador en tanto “cogenerador de sentidos”. Por ello, parte del trabajo de construir teorías debiera incluir, a su juicio, un análisis situacional que implica examinar suposiciones personales o políticas que puedan estar mediando en la obtención y el análisis de los datos.
Actualmente persisten las controversias respecto a lo que significa la teoría fundada y los investigadores que acusan su uso emplean términos como método, metodología, aproximación, modelo o análisis con teoría fundada. Desde luego, estos términos refieren a componentes o procesos muy distintos de la labor investigativa que, sin embargo, constituyen un programa metodológico; vale decir, que las empresas llevadas a cabo por los investigadores están orientadas no por un núcleo duro teórico, como en los programas de investigación (Lakatos), sino por un núcleo duro de presupuestos metodológicos no cuestionados, que permitirían construir teorías a partir de datos empíricos.
Charmaz (2015) reconoce más recientemente que, en la práctica, muy pocos investigadores voceros de la teoría fundada producen o construyen teorías, sino que hacen uso limitado o superficial de las estrategias de la GT, pero que, de todos modos, esa metodología incrementa el poder analítico de sus estudios.
En vista de las diferentes versiones de la teoría fundada, es pertinente reconstruir el núcleo de lo que hemos llamado programa metodológico, y de acuerdo con Strübing (2014) y Charmaz (2015), podemos identificar al menos tres estrategias principales:4 codificación, escritura de notas y muestreo teórico. La codificación es una de las primeras tareas a las que se enfrenta un investigador (de acuerdo con el programa de la GT); se trata de hallar patrones, narrativas comunes o regularidades en medio de un conjunto de datos. La escritura de notas implica el ejercicio de hallar relaciones entre los primeros códigos e identificar categorías provisionales. El muestreo teórico es una reinterpretación del muestreo estadístico que nos indicaría, con rigor, si la teoría representa o dice algo suficientemente relevante de la realidad en estudio; en tanto, la saturación teórica refiere a la mínima cantidad de datos necesarios para asegurar la relevancia de una categoría empleada en el análisis. Por ello, el muestreo teórico depende de la saturación de los datos o saturación teórica.
Como ejercicio didáctico propongo una versión simplificada de estos procedimientos en el siguiente ejemplo:
Un investigador interesado en entender la conducta delictiva realiza entrevistas a un grupo de convictos en un centro de rehabilitación. Al prestar atención a los testimonios de estas personas identifica que muchos de ellos han cometido crímenes en lugares con poca luz y en espacios sucios o físicamente deteriorados (como edificios abandonados o casas con ventanas rotas). El investigador emplea los códigos “oscuridad”, “suciedad” y “deterioro”; posteriormente, se da cuenta de que sus primeros códigos están vinculados al espacio público y la ausencia de control social, entonces apunta estas categorías a modo de notas. Finalmente, para probar la relevancia de estas ideas, evalúa si, en las narrativas de los convictos, está verdaderamente presente el espacio físico en el que se cometieron los delitos, de modo que esta dimensión del fenómeno estudiado se ajuste a los datos y no a un posible sesgo. El investigador recoge más datos hasta saturar la información relativa a los lugares de ocurrencia de crímenes.
En síntesis, se puede asumir que una investigación pertenece al programa metodológico de la grounded theory si satisface los criterios técnicos de codificación, de escritura de notas y del muestreo teórico. Esta suerte de definición operacional de la GT nos sirve como punto de partida para reflexionar acerca de los presupuestos epistémicos de un programa de tales características y para esclarecer el sentido del concepto teoría en el contexto de una teoría fundada.
Las versiones de la GT nos hablan no solo de los procedimientos sino también de cómo se concibe una teoría en la investigación social. Lo común a todas las versiones es el énfasis en la procedencia de los datos pues, desde este punto de vista, la mayor virtud de una teoría fáctica –entiéndase, de las proposiciones teóricas sobre la realidad– es la de ajustarse (fit) a los datos.
Esta exigencia no es del todo incompatible con el principio de refutabilidad de Popper, según el cual una teoría científica tiene como condición necesaria la existencia de refutadores potenciales. Un refutador potencial, en la práctica investigativa, se traduciría en un enunciado que expresa un dato incompatible con la teoría. Mientras que para los falsacionistas, una teoría inconsistente pierde capacidad explicativa; para los voceros de la teoría fundada, el potencial explicativo de una teoría social depende de si ha sido edificada desde los datos. En ese sentido, es epistemológicamente relevante el proceso de construcción de teorías y la emergencia de categorías ancladas en los datos, sea por procedimientos inductivos o abductivos.
Las tres estrategias que definen una teoría fundada corresponden a un tipo de pensamiento inductivo, según el cual, a partir de regularidades o relaciones entre los datos, el investigador reconstruye una afirmación teórica siendo esta una “variante sistemática del conocimiento cotidiano”5 (Strübing 41). También admite el razonamiento abductivo que “lleva a los investigadores a considerar y probar todas las explicaciones teóricas concebibles …, implica tanto la prueba de hipótesis como la inducción” (Charmaz 2015 403).
Los caminos para el descubrimiento de una teoría han sido más o menos trazados por la GT, pero el criterio de verdad a fin de cuentas es su importancia práctica. Como expone Strübing, los antecedentes inmediatos se encuentran en el pragmatismo de Charles S. Peirce y John Dewey. La impronta de Peirce destaca en el siguiente párrafo:
The object of reasoning is to find out, from the consideration of what we already know, something else which we do not know. Consequently, reasoning is good if it be such as to give a true conclusion from true premises, and not otherwise. Thus, the question of validity is purely one of fact and not of thinking (citado en Strübing 40).
Si la importancia de la metodología estriba en su aplicabilidad y su potencial para descubrir teorías científicas, ¿de qué tipo de teorías hablamos cuando nos referimos a la teoría fundada? En el siguiente apartado desarrollaré algunas reflexiones sobre el concepto teoría que nos permitan evaluar los objetivos de este programa metodológico.
Para nosotros, teoría denota un conjunto de categorías bien construidas, por ejemplo, temas y conceptos interrelacionadas de manera sistemática por medio de oraciones que indican relaciones, para formar un marco teórico que explica algún fenómeno social, psicológico, educativo, de enfermería o de otra clase (Hage, citado en Strauss & Corbin 33).
En términos generales, el concepto de teoría usado por el programa de la GT alude a una estructura de categorías o términos que emergerían de los datos brindando una explicación sobre un fenómeno social determinado. El procedimiento mediante el cual las teorías sociales emergen de los datos sería así, más compatible con el fenómeno de estudio. Por otro lado, los voceros de la GT proponen que una teoría puede entenderse también como un proceso perfectible en el que contribuyen los investigadores de modo que nuestra comprensión del mundo puede ser cada vez más precisa. Esta concepción sobre las teorías sociales, siguiendo a Sampson, es compatible con el punto de vista convencional de la ciencia, según el cual esta debiera ser, en lo posible, “un espejo de la naturaleza… que presenta la naturaleza sin sesgo ni distorsión” (citado en Kerlinger & Lee 9).
Cabe agregar que construir una teoría fundada sobre la realidad no implica asumir “ignorancia metódica” (Durkheim); los defensores de la GT, desde luego, reconocen que los investigadores estudiamos fenómenos sociales con nuestras propias prenociones y sesgos; sin embargo, advierten que “existe el gran peligro de que la teoría y el mundo empírico no coincidan”6(Glaser & Strauss 6) pues estaríamos dando validez a explicaciones erróneas sobre el mundo. Pero equiparar la naturaleza de una teoría a la realidad podría llegar a ser una labor infructuosa, pues, como sabemos, el investigador secciona “deliberadamente” las parcelas de la realidad que estudiará usando categorías con carga teórica.
Como mencioné al inicio, la oposición de los defensores de la GT a la corroboración de “grandes teorías”, vale decir, de proposiciones que parecen consolidarse como dogmas entre algunas comunidades de investigadores sociales, omite la distinción entre contexto de descubrimiento y de justificación y, por otro lado, plantea una falsa incompatibilidad entre la actitud crítica de un científico y su apego a sus conjeturas.
Este tipo de visiones sobre el funcionamiento de la ciencia son comprensibles en áreas del conocimiento que no han sufrido dramáticos cambios de paradigmas –revoluciones científicas– a diferencia del desarrollo de la física o la química. Cultivar el espíritu crítico entre los investigadores no es en absoluto una tarea trivial en la ciencia; pero no debiera expresarse en hacer de nuestras teorías mejores espejos de la naturaleza sino más bien en someter a exámenes rigurosos premisas pasibles de refutación.
El criterio de falsabilidad popperiano “rehabilitó el carácter científico de teorías falsadas como la del flogisto” (Lakatos 1978 171), es decir, permitió reconocer el carácter científico de las teorías ya falsadas pero importantes en la ciencia; también evidenció el carácter provisional del conocimiento y de las teorías que empleamos en lugar de asumir la teorización como un ejercicio inacabable de modelar el mundo. Las teorías entonces no son ni tienen que parecerse a la realidad misma para ser científicamente fértiles.
La concepción de teoría del programa de la GT tiene además implicancias prácticas en la ciencia. Así, si un grupo de investigadores “n” desarrolla cada uno una teoría “t” que, a su vez, supone una serie de categorías o términos distintos, es bastante probable que obtengamos n teorías sobre un mismo fenómeno, con un número mayor de categorías estructuradas entre sí. El problema vinculado a un número excesivo de explicaciones sobre un mismo fenómeno no es que produzca discrepancias entre científicos o grupos de investigadores; tales diferencias son esperables de toda comunidad intelectualmente honesta que goce de cierta libertad de investigación. El problema es que la probabilidad de establecer consensos en esta comunidad se vuelve muy baja, al punto que quizá el diálogo sea imposible.
Otro riesgo derivado de la construcción de teorías a partir de los datos –entiéndase, en el sentido de la GT, estructuras de categorías– es la posible sobrerrepresentación de las controversias además de la dificultad de cuantificar las brechas de conocimiento. Estas son algunas de las consecuencias prácticas de orientar la investigación a la construcción de teorías en lugar de ser concebidas a partir de programas de investigación.
Estas orientaciones corresponden a una confusión sobre lo que podemos considerar, finalmente, una teoría. Si bien entre los filósofos de la ciencia no existe una perspectiva unívoca sobre lo que llamamos “teoría”, la práctica científica y las reflexiones ya existentes al respecto concuerdan en que los investigadores no recogemos datos espontáneamente sino más bien en el contexto de un problema de investigación.
La máxima de la GT según la cual las “teorías deben emerger de los datos” puede ser mejor aprovechada si la tomamos como el principio de una estrategia para descubrir hipótesis. Así, desde mi interpretación, la teoría fundada debería estar orientada al descubrimiento de conjeturas que deben contrastarse, antes que de proposiciones teóricas supuestamente validadas por tal proceso. Contrario a lo que Popper podría objetar, esto no implica poner reglas rígidas al proceso de descubrimiento, pues una estrategia no descarta el descubrimiento de hipótesis por otras estrategias o por serendipia. Al final de cuentas, todas estas hipótesis serán evaluadas por los hechos en un proceso de contrastación, y lo serán por igual, sin importar qué estrategia se usó para descubrirlas, o si se empleó una estrategia para tal propósito.
El origen de nuestras conjeturas es, por tanto, poco importante para decidir su verdad; sin embargo, en comunidades débilmente cohesionadas en torno a un programa de investigación, el descubrimiento de hipótesis ha cobrado notable importancia entre muchos estudiosos. La ambición del programa de la GT, sin embargo, puede ayudar a plantear hipótesis en áreas con grandes vacíos de conocimiento.
De acuerdo al ejemplo ficticio que expuse sobre la conducta delictiva, un estudio exploratorio con teoría fundada hubiera podido ser el germen de la “teoría de las ventanas rotas” de Wilson y Kelling; es decir de las conjeturas que llevaron a los autores a plantear el experimento:
According to Wilson and Kelling’s broken windows theory, disorder (or incivilities) in a neighborhood causes citizens to be fearful and withdraw from neighborhood activities. Disorder is a “signal that no one cares” (31), and symbolizes an increased likelihood of serious criminal activity. This, in turn, causes residents to limit their activities (Costa, 1984), decreasing informal social control, and eventually leading to more serious crime. According to Wilson and Kelling, “serious crime flourishes in areas in which disorderly behavior goes unchecked” (34). One of the implications of the theory is that policing efforts that focus on decreasing disorder will lead to increases in informal social control and therefore prevent more serious crime from occurring (Chapell, Monk-Turner & Payne 525).
La investigación cualitativa se define normalmente como opuesta a la investigación cuantitativa7 o estadística, aquella que presenta sus resultados en lenguaje matemático o numérico. Es fácil advertir que no existe una definición precisa, sino más bien varias definiciones de investigación cualitativa que tienen en común presentarla como una alternativa a la cuantitativa. Precisamente, Strauss y Corbin proponen una definición convencional:
Con el término “investigación cualitativa”, entendemos cualquier tipo de investigación que produce hallazgos a los que no se llega por medio de procedimientos estadísticos u otros medios de cuantificación. Puede tratarse de investigaciones sobre la vida de la gente, las experiencias vividas, los comportamientos, emociones y sentimientos, así como al funcionamiento organizacional, los movimientos sociales, los fenómenos culturales y la interacción entre las naciones (Strauss & Corbin 19).
El caso de la teoría fundada puede servir como un punto de partida para dilucidar una confusión transversal al tema sobre lo cualitativo y lo cuantitativo en la investigación social. El caso que examinamos es interesante pues contamos con textos fundadores de corrientes de investigación y porque la GT aspira a generar teoría para explicar fenómenos y le otorga estatus científico a la investigación cualitativa. Otras posturas, en cambio, son desde indiferentes en torno a la denominación de “ciencia” hasta críticas.
La oposición cualitativo-cuantitativo tiene sus antecedentes en el contexto de las discusiones sobre el estatus científico de la investigación social y sobre la división entre ciencias naturales y ciencias sociales. Desde 1883, con las ideas de Dilthey, surge una noción corriente entre los estudiosos de la realidad social: la existencia de las Naturwissenschaften o ciencias de la naturaleza y Geisteswissenschaften o ciencias del espíritu. Junto con esta demarcación, aparece la idea de la incompatibilidad metodológica entre ambas. De acuerdo con esta perspectiva, los estudios sociales buscan comprender (verstehen) antes que explicar (erklären), como las ciencias fácticas. Esta dicotomía (explicar, predecir vs. comprender, interpretar) implica una concepción de la naturaleza del mundo social, es decir, del objeto de estudio de las ciencias sociales.
La justificación del empleo de las estrategias de la investigación cualitativa radica precisamente en la concepción de un mundo social como uno “complejo”, con aspectos o dimensiones no cuantificables y, consecuentemente, susceptibles a un tratamiento más flexible y comprensivo; en oposición a la rigurosidad de los estudios estadísticos y la matematización de los estudios sociales.
Acerca de la naturaleza del objeto de estudio en las ciencias sociales, a menudo se piensa que los hechos o los fenómenos están “ordenados” en la realidad de acuerdo a las categorías que usamos para distinguirlos; así, solemos pensar que existe un “mundo social” diferente a un “mundo natural”. La realidad ni se nos presenta ordenada ni mucho menos lo está en los términos que usamos. Como señala Mosterín:
El mundo no está estructurado de por sí de un modo unívoco. Somos nosotros los que lo estructuramos al proyectar sobre él nuestros conceptos. Así, propiedades como la temperatura o la inteligencia no son intrínsecamente cualitativas o cuantitativas, sino que ese carácter sólo está en los conceptos que empleamos para hablar de ellas (2003 16).
No pretendo, sin embargo, desarrollar un diálogo de sordos, como ocurre a menudo cuando confrontamos ideas provenientes de tradiciones académicas distintas. En la práctica, los investigadores que nos ocupamos de fenómenos sociales a menudo lidiamos con nuestra propia subjetividad y con dilemas éticos claramente enfrentados a nuestros presupuestos metodológicos. Situaciones como estas pueden conducirnos a pensar que los fenómenos sociales y los fenómenos naturales son ontológicamente distintos.
Nuestras teorías no surgen de los datos, sino que contrastamos las implicaciones empíricas que se deducen de ellas. Algunas teorías logran consolidarse en una comunidad científica porque ofrecen mejores explicaciones sobre la realidad o por su poder de predictibilidad. Nos servimos de ellas para capturar el mundo, pero este, como decía Jesús Mosterín, “se nos escurre entre las mallas de nuestras teorías” (2003 Cap. 12 275-284).
La definición operacional de grounded theory que propuse, a partir del análisis de Charmaz y Strübing, nos permite delimitar aquellos estudios de los que se puede decir que han empleado teoría fundada en cualquiera de sus versiones. Así mismo, las premisas que sostienen esta propuesta metodológica iniciada por Glaser y Strauss constituyen un programa metodológico (en alusión a la idea de "programa de investigación" de Lakatos) que bebe del pragmatismo de Peirce y que asume como criterio de validez de una teoría el uso práctico para brindar explicaciones razonables sobre un fenómeno social y el análisis exhaustivo de datos.
Al analizar los presupuestos epistemológicos de la teoría fundada desde la mirada de la tradición popperiana, notamos que si bien las estrategias de investigación propuestas parecen estar más orientadas al descubrimiento de conjeturas que al de teoría, aquellas no son contrarias al criterio de refutabilidad. El énfasis que los investigadores del programa de la GT otorgan al análisis riguroso de datos puede ser de gran ayuda en áreas con grandes vacíos de conocimiento. Sin embargo, el uso creciente de investigaciones con teoría fundada, o en general, de investigaciones ajenas a un programa de investigación, estarían ocasionando una diáspora entre investigadores que no comparten un lenguaje común, sino que producen diferentes categorías o términos y distintas explicaciones, posiblemente, sobre un mismo fenómeno.
Agradezco a Luis Felipe Bartolo por las largas y fructíferas conversaciones que contribuyeron a mejorar el contenido de este artículo, fue él quien propuso el término "programa metodológico". Así mismo, agradezco al profesor Luis Piscoya por motivar, en buena medida, mi interés en el tema.
https://revistas.unbosque.edu.co/index.php/rcfc/article/view/2758/2700 (pdf)