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El rol de la verdad en el debate realismo vs. antirrealismo*
Nélida Gentile
Nélida Gentile
El rol de la verdad en el debate realismo vs. antirrealismo*
The role of truth in the realism-antirealism debate
Revista Colombiana de Filosofía de la Ciencia, vol. 20, núm. 40, pp. 21-39, 2020
Universidad El Bosque
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Resumen: María José Frápolli sostiene que el concepto de verdad es absolutamente neutral e independiente de los debates entre realistas y antirrealistas científicos. En el presente trabajo se analiza críticamente su propuesta y se argumenta que, de manera inadvertida, la autora ha caído presa de una contradicción pragmática: al pretender decir qué es la verdad está implícitamente utilizando una noción correspondentista de la verdad, precisamente, la noción que subyace a los debates entre realistas y antirrealistas, al menos entre realistas y antirrealistas científicos.

Palabras clave:realismo científicorealismo científico,antirrealismoantirrealismo,verdadverdad,representacionalismorepresentacionalismo,representacionalismorepresentacionalismo.

Abstract: María José Frápolli maintains that the concept of truth is absolutely neutral and independent of the debates between scientific realists and antirealists. In the present paper her proposal is critically analyzed and it is argued that, inadvertently, the author has fallen prey to a pragmatic contradiction: by pretending to say what truth is, she is implicitly using the notion of truth as a correspondence, precisely the notion that underlies the debates between realists and antirealists, at least between realists and scientific antirealists.

Keywords: scientific realism, antirealism, truth, representationalism, correspondentism.

Carátula del artículo

El rol de la verdad en el debate realismo vs. antirrealismo*

The role of truth in the realism-antirealism debate

Nélida Gentile
Universidad de Buenos Aires, Argentina
Revista Colombiana de Filosofía de la Ciencia, vol. 20, núm. 40, pp. 21-39, 2020
Universidad El Bosque

Recepción: 19 Febrero 2020

Aprobación: 19 Marzo 2020

1. INTRODUCCIÓN

En el clásico debate entre realistas y antirrealistas científicos la noción de verdad es una de las piezas clave. Así, Musgrave sostiene que, de acuerdo con los realistas, “el objetivo de la ciencia [...] es tener teorías verdaderas sobre el mundo, donde “verdaderas” se entiende en el sentido clásico de correspondencia” (Musgrave 1988 229). Por su parte, Psillos considera que una adecuada comprensión de los compromisos metafísicos del realismo científico requiere del concepto de verdad (Psillos 2005) e identifica como uno de los problemas centrales, precisamente, la conexión entre el realismo científico y dicho concepto (Psillos 2000).

En términos generales, los realistas científicos han asociado el realismo a tres tesis: a) una tesis metafísica referente a la existencia de un mundo independiente; b) una tesis semántica según la cual las teorías científicas son susceptibles de valores de verdad, esto es, son verdaderas o falsas en función de cómo es el mundo, y c) una tesis epistémica que afirma que podemos conocer que nuestras mejores teorías de la ciencia madura están bien confirmadas y son, al menos, aproximadamente verdaderas. El rechazo de una u otra de estas tesis tiende a caracterizar distintas variantes del antirrealismo. La primera tesis enfrenta al realista con idealistas y fenomenalistas; la segunda diferencia el realismo del instrumentalismo y el reduccionismo empirista, y la tesis epistémica desafía el escepticismo o el agnosticismo empirista. Si bien la disputa entre realistas y antirrealistas científicos ha sido planteada de manera más o menos consensuada en estos términos, María José Frápolli (2012a,2012b,2014,2020) cuestiona tal interpretación apoyándose en los avances de la pragmática y la filosofía del lenguaje.

En contra de lo que denomina realismo representacional, Frápolli (2014) intenta desligar la noción de verdad (estándar, robusta, ordinaria pero también científica) de los debates en torno al realismo científico. En otros términos, procura mostrar la absoluta independencia de la verdad respecto de las controversias epistémicas y metafísicas (Frápolli 2012b). En el marco de esta discusión considera que “sin la imprescindible batería de conceptos semánticos y pragmáticos el debate del realismo es irresoluble y está condenado a girar alrededor de los mismos argumentos sin encontrar el camino fuera del laberinto” (Frápolli 2020 260). Presenta así una teoría de la verdad de corte pragmático y naturalista, una versión de la teoría prooracional de la verdad que –según sus propias declaraciones– resulta neutral respecto del debate entre realistas y antirrealistas(Frápolli 2012a 99, las cursivas son mías).

El presente trabajo tiene por objetivo elucidar el significado preciso de la afirmación de que la verdad es neutral e independiente del debate realismo vs. antirrealismo. En el marco de esta tarea se señalan algunos puntos controvertidos de la posición defendida por Frápolli y se aventura la idea de que, de manera inadvertida, la autora parece haber sido llevada hacia el cauce de una contradicción pragmática: al pretender decir qué es la verdad, está implícitamente utilizando una noción correspondentista de la verdad. Y es precisamente esta noción la que subyace a los debates entre realistas y antirrealistas, al menos entre realistas y antirrealistas científicos.

2. REALISMO POR DEFECTO VS. REALISMO METAFÍSICO

Al comienzo del artículo “No Miracles. What Does it Mean that Science Seeks the Truth?”, Frápolli afirma:

Como animales en un entorno natural, tratamos con un amplio repertorio de objetos físicos de tamaño medio con el que entablamos relaciones causales e intencionales. Y no podemos hacer lo contrario. Creer en el mundo externo no es una decisión consciente, sino la posición predeterminada. El mundo externo limita nuestras creencias, que, por lo tanto, tienen que ser aproximadamente verdaderas, al menos en sus líneas principales (2014 263).

Y más adelante expresa:

El realismo por defecto es una actitud espontánea y no inferencial que nos hace creer, a menos que tengamos fuerte evidencia en contrario, que la pantalla frente a mí no es una fantasía, que si no apago la parrilla las salchichas arderán con el correspondiente riesgo para mi vida y mis pertenencias, o que mi automóvil esté en el garaje incluso si no lo estoy viendo en este momento (2014 264).

El realismo por defecto que respalda se opone al realismo metafísico que, acertadamente, Frápolli atribuye a los defensores del realismo científico y a quienes, por otra parte, hace responsables de que en el debate

... los antirrealistas deban enfrentar el siguiente dilema: (i) comprar la historia realista, con todos sus ciclos y epiciclos, o bien (ii) perder el Paraíso, es decir, retirarse a un paquete conceptual fútil en el que está prohibido el discurso estándar y ordinario sobre la verdad, la objetividad y el conocimiento (2014 264).

De acuerdo con Frápolli, “la refutación del realismo metafísico no nos fuerza a refutar el realismo por defecto (2014 265).

En su opinión, se presenta una situación análoga en relación con la teoría correspondentista de la verdad derivada del dictum aristotélico “decir de lo que es, que es, y de lo que no es, que no es” y la Convención V de Tarski, pero que el realista interpreta en clave metafísica. Esta es, pues, según Frápolli, la escena pintada por el realista científico:

El realismo metafísico afirma la independencia de la realidad de nuestro pensamiento y demás. Una declaración realista acerca de un dominio particular (la metafísica, la ética, la estética, la semántica, la lógica) es el reconocimiento de la existencia de los hechos del correspondiente tipo, es decir, es el reconocimiento de la existencia de hechos metafísicos, hechos éticos, hechos estéticos, hechos semánticos o hechos lógicos. Una vez asumida la existencia de la clase apropiada de hechos, la verdad se define de forma estándar como correspondencia con los hechos de la especie en cuestión. La verdad se atribuye a una proposición si hay un hecho que hace que la oración sea verdadera. Este hecho se conoce a veces como el portador de verdad de la oración (Frápolli 2012b 89).

De manera análoga a lo que lo ocurre en relación con la refutación del realismo metafísico, Frápolli sostiene que “la refutación del correspondentismo metafísico no nos fuerza a rechazar el correspondentismo por defecto” (2014 265). Veamos con más detalle cuál es el fundamento de esta última afirmación.

3. CORRESPONDENTISMO POR DEFECTO VS. CORRESPONDENTISMO METAFÍSICO

Frápolli considera que el realismo metafísico y la verdad entendida como una relación entre oraciones (teorías) y el mundo es el fondo común sobre el que discurren las controversias entre realistas y antirrealistas científicos. Ambos comparten los mismos presupuestos acerca de la verdad y la referencia, presupuestos que la autora unifica bajo el rótulo de “representacionalismo”:

El representacionalismo es la teoría general del significado que asumen realistas y anti-realistas: las oraciones (teorías) significan porque reproducen de algún modo la estructura de hechos y situaciones. Si las oraciones (teorías) son verdaderas, la realidad es aproximadamente como las oraciones (teorías) dicen que es, los términos singulares son referenciales y los objetos de los que habla la teoría existen. El centro del debate semántico del realismo científico se condensa pues en la cuestión de si las teorías verdaderas son una representación (idealizada) del mundo. Como trasfondo del debate semántico es posible identificar un debate metafísico acerca de la existencia del mundo externo tal como lo representan las teorías científicas y su independencia de nuestra mente, y un debate epistemológico acerca de la capacidad humana de obtener conocimiento genuino. En general, la identificación de un nivel semántico, un nivel metafísico y un nivel epistemológico en las discusiones del realismo científico es prácticamente un lugar común (Frápolli 2020 256).

Según Frápolli, el representacionalismo parte de la idea de que a) la verdad consiste en una correspondencia con los hechos y b) la existencia es algún tipo de emplazamiento espacio-temporal (una suposición derivada de la interpretación que concibe los términos teóricos de la ciencia como expresiones referenciales) (Frápolli 2020); sin embargo, en su opinión, ambas asunciones son sencillamente falsas. La verdad es un operador de orden superior que no funciona de manera referencial y la existencia no es más que instanciación de predicados en oraciones que uno acepta (Frápolli 2014).

En oposición al representacionalismo, en “The Neutrality of Truth in the Debate Realism vs Anti-realism” (2012a) y de manera más extensa en The Nature of Truth (2012b), Frápolli ofrece un enfoque naturalista y no representacionalista, una versión de la teoría prooracional de la verdad que resulta neutral respecto del debate entre realistas y antirrealistas. La teoría de la verdad que propone se ubica del lado de las denominadas concepciones minimalistas de la verdad. Aunque la autora desestima la utilización de etiquetas tales como “minimalismo”, “deflacionismo”, “redundancia” o “desentrecomillado” –pues considera que dichos términos no están bien definidos en la literatura y, en la mayoría de los casos, han sido erróneamente aplicados– simpatiza, no obstante, con el minimalismo y admite que la teoría prooracional es compatible con este tipo de enfoques. La simpatía hacia los enfoques deflacionarios radica en la circunstancia de que explican acertadamente una serie de hechos relevantes sin asumir ningún compromiso metafísico; pero su alejamiento comienza en la medida en que el minimalismo sostiene haber agotado la cuestión de la verdad. De acuerdo con Frápolli, el minimalismo es incompleto pues focaliza el análisis en ciertos rasgos sintácticos particulares y desatiende los aspectos semánticos y pragmáticos de la noción de verdad.

La teoría prooracional que formula, en cambio, procura explicar cómo funciona el discurso de la verdad; es una teoría que trata de comprender –conforme a las propias palabras de la autora– el rol sintáctico del predicado de verdad y el operador de la verdad, las peculiaridades semánticas de las adscripciones de verdad como proformas oracionales y las funciones pragmáticas que los hablantes les asignan al usarlas (Frápolli 2012b 7). El objetivo es, en síntesis, “identificar los aspectos esenciales del aparato de la verdad” (2012b 9) mostrando la “independencia de la verdad respecto de las disputas metafísicas y epistémicas(Frápolli 2012a 88; énfasis fuera de texto).

De acuerdo con la teoría prooracional, la verdad no es una propiedad de los enunciados ni una relación entre el lenguaje y el mundo –aspecto característico de las teorías robustas o inflacionarias de la verdad–, sino un operador lingüístico de orden superior. Así, Frápolli distingue y considera que no puede analizarse (1) “La ciencia busca la verdad” del mismo modo que (2) “Juan busca el control remoto de la TV”. La posición semántica para analizar (2) es el representacionalismo propio del sentido común, pero no es posible aplicar el mismo patrón a (1) (Frápolli 2014): “ ‘Verdad’ es un nombre abstracto que no funciona de manera referencial” (2014 267).

Las adscripciones de verdad tales como “La ciencia busca la verdad” o “La teoría de la relatividad es verdadera” funcionan en los lenguajes naturales como las variables proposicionales en los lenguajes artificiales. Dicho de otro modo, las adscripciones de verdad son prooraciones, son los equivalentes oracionales de los pronombres, los proadjetivos o los proadverbios, expresiones todas ellas pertenecientes a la clase más general de las proformas.

Frápolli acuerda con el núcleo semántico de la teoría prooracional de la verdad y propone completarla con los insights sintácticos dados por Prior, Quine y Horwich, por un lado, y con la imagen pragmática desarrollada por Strawson y Brandom, por el otro. Así, considera que es posible explicar el significado de la verdad en los lenguajes naturales a través de las funciones semánticas, sintácticas y pragmáticas llevadas a cabo por el predicado de verdad.

En tanto proformas, las adscripciones de verdad tienen tres funciones semánticas: son los vehículos para la referencia directa, la referencia anafórica o catafórica y la generalización. Las adscripciones de verdad, por otra parte, pueden ser explícitas (“La teoría de la relatividad es verdadera”) o implícitas (“Todo lo que se sigue de una teoría verdadera es verdadero”). Desde el punto de vista sintáctico, el predicado “es verdad” es una herramienta lingüística que refuerza o ratifica algo que se está diciendo, ha sido dicho o podría decirse. Por último, desde la perspectiva pragmática, el predicado de verdad cumple un rol comunicativo y desempeña un rol importante en los compromisos inferenciales. Al calificar contenidos proposicionales como verdaderos, el hablante se compromete con este contenido en el sentido de que estaría listo para ofrecer razones si fueran requeridas. Y al aceptar el contenido como verdadero se permite al mismo tiempo utilizarlo como premisa en futuros actos inferenciales.

Hemos visto que, aunque no asume la terminología, la teoría prooracional que Frápolli defiende es compatible con los enfoques minimalistas o deflacionarios acerca de la verdad. Veamos a continuación las críticas que la autora formula a las teorías antiminimalistas.

4. ÉXITO Y VERDAD

De acuerdo con Frápolli, las réplicas suscitadas en torno a las teorías minimalistas parten del supuesto de que una teoría de la verdad tiene que explicar tanto las conexiones entre la verdad y la justificación, como por qué preferimos las teorías verdaderas a las falsas. Aquellos que formulan este último tipo de objeción están convencidos de que algunas teorías científicas funcionan porque son verdaderas (y algunas otras no lo hacen porque son falsas). La verdad tiene, de acuerdo con esta objeción, un efecto causal que es ignorado por las teorías minimalistas y los enfoques prooracionales (Frápolli 2012b). Nos interesa fundamentalmente el análisis de esta objeción en virtud de que se relaciona de modo directo con uno de los principales argumentos en favor del realismo científico, a saber, el argumento del no milagro. En efecto, dicho argumento sostiene que las teorías científicas son exitosas, y su éxito predictivo es un hecho incuestionable. Luego, la mejor explicación de este éxito es que las teorías son verdaderas o aproximadamente verdaderas, de lo contrario se trataría simplemente de un milagro. El argumento, cuya versión más acabada se encuentra en los trabajos de Putnam “What is Mathematical Truth?” (1975) y Meaning and the Moral Science(1978), adopta la forma de una inferencia a la mejor explicación o un razonamiento abductivo: lo que debe explicarse, el explanandum, es el éxito empírico de la ciencia. Luego, el realista afirma que la tesis de que las teorías son verdaderas o aproximadamente verdaderas ofrece la mejor explicación del explanandum.1 Obsérvese que la objeción epistémica relacionada con el rol causal de la verdad, tal como es reconstruida por Frápolli, recoge la importancia del nexo que el argumento del no milagro establece entre éxito y verdad:

El segundo grupo de objeciones epistémicas enfatiza la supuesta eficacia causal de la verdad: preferimos albergar creencias verdaderas en lugar de falsas, teorías verdaderas más bien que falsas, porque las creencias verdaderas y las teorías verdaderas son verdaderas y es porque ellas son verdaderas que funcionan; su eficacia se debe a su condición de ser verdaderas. Los enfoques pro-oracionales del tipo presentado aquí no pueden explicar, de acuerdo con estas objeciones, esta conexión entre éxito y verdad(Frápolli 2012b 126; énfasis fuera de texto).

Por otra parte, uno de los principales ataques en contra del argumento del no milagro es el denominado argumento de la inducción pesimista (Laudan 1981;Poincaré 1902), orientado precisamente a quebrar la relación entre el éxito empírico y la presunta verdad de una teoría. En opinión de Laudan, la historia de la ciencia exhibe una amplia lista de teorías del pasado que han mostrado un alto éxito explicativo y predictivo y que, finalmente, fueron consideradas falsas. Luego, no hay razones para pensar que nuestras mejores teorías actuales son verdaderas o aproximadamente verdaderas (ni para creer que las entidades por ellas postuladas realmente existen). La argumentación de Laudan se apoya en la evidencia histórica y en un paso metainductivo. En su opinión, la historia de la ciencia está llena de teorías que en diferentes momentos y durante largos periodos han sido empíricamente exitosas aun cuando más tarde se demostró que sus afirmaciones sobre el mundo eran falsas (y, por ende, que los términos teóricos contenidos en ellas carecían de referencia). Luego, por una simple metainducción sobre las teorías científicas, resulta que nuestras teorías actuales, si bien exitosas, son probablemente falsas (y sus términos no referenciales). De manera que el éxito predictivo de una teoría no ofrece garantía alguna para creer que la teoría es aproximadamente verdadera. La lista de Laudan incluye una cantidad de teorías entre las cuales menciona las teorías de las esferas cristalinas de la astronomía antigua y medieval, la teoría química del flogisto, las teorías de la generación espontánea, y agrega que podría extenderse ad nauseam.

Los críticos del enfoque prooracional apuntan entonces a señalar la inoperancia de la teoría para explicar la conexión entre el éxito y la verdad, y en este sentido la intuición que los motiva parece coincidir con las motivaciones realistas que subyacen al argumento del no milagro. Pero la respuesta de Frápolli no afronta el desafío, más bien, su réplica cambia el foco de interés y desvanece la objeción. De acuerdo con la autora, cuando los científicos deciden que una afirmación particular es verdadera, ello significa que la han sometido al testeo empírico y la comunidad científica la ha admitido como parte del conocimiento establecido. Es después de haber sido aceptada que puede entonces ser considerada como verdadera. En otros términos y de manera más analítica:

El procedimiento es el siguiente: se propone una hipótesis, se prueba y una vez que pasa los filtros apropiados, se la acepta. Solo entonces está lista para ser presentada como verdadera o, lo que equivale a lo mismo, para ser aseverada (Frápolli 2012b 126).

Y agrega a continuación:

El procedimiento general para aplicar la verdad a las teorías científicas es exactamente el mismo que el procedimiento para aplicar la verdad a las creencias cotidianas: para poder declarar que p es verdadero, uno tiene que ver, verificar o probar que p. El reconocimiento explícito de la verdad viene después, el reconocimiento implícito es el acto de aserción (Frápolli 2012b 127).

Nótese que, de acuerdo con la posición de Frápolli, la verdad o la falsedad de una proposición no depende de cómo es el mundo, tampoco del acuerdo o la coherencia interna con otras creencias aceptadas. Una teoría científica verdadera –afirma– es aquella que ha sido aceptada por la comunidad científica en virtud de haber pasado los controles relevantes. Y si bien el testeo y la contrastación empíricos desempeñan un rol, el acento está puesto, sin embargo, en su condición de “uso”. Por ello, decir que una teoría es verdadera equivale simplemente a la afirmación de la teoría.

La respuesta a la objeción de que la teoría prooracional de la verdad no da cuenta del rol causal entre éxito y verdad puede sintetizarse, entonces, en la afirmación de que la idea de un nexo causal es sencillamente falsa. En opinión de Frápolli, esto no significa, sin embargo, que se trate de una posición relativista, librada a la subjetividad y antojo del investigador individual. La verdad se aplica a una teoría una vez que ha sido aceptada y establecida por la comunidad científica, conforme a los procedimientos de aplicación estándar. En resumen, decir que una teoría es verdadera no es más que afirmar la teoría. Y dado que la naturaleza de la verdad no tiene nada que ver con cuestiones de eficacia o poderes causales, Frápolli sostiene que la verdad es absolutamente independiente del debate realismo vs. antirrealismo. Lo importante no es la relación entre éxito y verdad sino, más bien, cómo se usa la verdad.

Frápolli considera que el argumento del no milagro formulado por Putnam solo brinda su apoyo al realismo por defecto, no al realismo metafísico:

Putnam … expresa su apoyo a la razonable suposición de que nosotros los seres humanos no formamos el mundo en que vivimos. Sus afirmaciones no implican la tesis, menos razonable, de que para que nuestras teorías sean verdaderas sus términos deben estar causalmente conectados con algunos objetos externos y sus proposiciones deben, en cierto sentido, imitar el estado de cosas. En resumen, Putnam … declara su apoyo al realismo por defecto, no al realismo metafísico (Frápolli 2014 270).

Y en cuanto al argumento de la inducción pesimista, en la medida en que comparte los supuestos del representacionalismo, este resulta ajeno, no puede oponerse al realismo por defecto. Del hecho de que hoy no mantengamos teorías que fueron aceptadas en el pasado no se sigue que no podamos asumir la verdad de nuestras teorías presentes (Frápolli 2020). Según Frápolli,

… ello equivale a no entender el estatus normativo del concepto de verdad y su dependencia del contexto de evaluación … El progreso científico implica sustituir teorías antiguas por otras nuevas [y en] este proceso la verdad estará siempre en el presente (2020 282).

5. LAS FISURAS DEL REALISMO POR DEFECTO

Recordemos las afirmaciones de Frápolli (2014) de que como animales en un entorno natural entablamos relaciones causales e intencionales con objetos físicos de tamaño medio y que, a partir de esta actitud espontánea y no inferencial, creemos, por caso, que el automóvil está en el garaje aun cuando no lo estemos viendo. Es muy claro que el realismo por defecto se comprometería de un modo natural, en principio, con los objetos físicos del sentido común. Pero el debate donde entra a jugar el argumento del no milagro defendido por los realistas científicos –y su contrapartida, el argumento de la inducción pesimista– se sitúa en otro nivel, en el nivel de las entidades inobservables postuladas por nuestras mejores teorías de la ciencia madura. Siguiendo a Kukla (1998), uno puede distinguir distintos grados de compromiso ontológico en función del tipo de entidades que esté dispuesto a aceptar: 1) sensa data (fenomenalismo), 2) objetos físicos del sentido común (fisicalismo), 3) entidades inobservables postuladas por las teorías científicas (realistas científicos) y 4) objetos abstractos de la lógica y de la matemática (platonismo). El debate entre realistas y antirrealistas científicos –donde tallan el argumento del no milagro y la metainducción pesimista– se ubica entre los niveles 2 y 3. El realista científico acepta 2 y 3, y el antirrealista acepta 2, pero rechaza 3. En el debate realismo vs. antirrealismo científicos (aquí la cualificación es importante) no entra en juego el problema del mundo externo en cuanto a la existencia o no existencia de los objetos físicos del sentido común. Realistas y antirrealistas científicos mantienen la actitud natural respecto de los objetos de nivel 2. Sin embargo, el argumento del no milagro apunta a mostrar precisamente que el mundo no se agota en el mundo de los “objetos físicos de tamaño medio con los cuales entablamos relaciones causales e intencionales”.

Creemos que la lectura que Frápolli hace del argumento del no milagro restringiéndolo a la defensa solo del realismo por defecto pero no del realismo metafísico es una interpretación absolutamente deflacionaria del trabajo de Putnam. Naturalmente, quien está dispuesto a aceptar la existencia de entidades inobservables no tendrá mucho problema en aceptar que existen los palos y las piedras; sin embargo, la inversa no es válida. Es posible aceptar un compromiso solo con las entidades del sentido común y no comprometerse, o mantenerse agnóstico, respecto de las entidades inobservables postuladas por la ciencia madura. Esta última alternativa caracteriza el antirrealismo científico metafísico y creo que es precisamente adonde apunta el análisis de Putnam en relación con el argumento del no milagro en el trabajo de 1978:

Y el positivista moderno tiene que dejar sin respuesta (las objeciones de los realistas acerca de) cómo los “cálculos sobre electrones”, “los cálculos sobre el espacio-tiempo” y “los cálculos acerca del ADN” predicen correctamente fenómenos observables si, en realidad, no hay electrones, no hay espacio-tiempo curvo y no hay moléculas de ADN. Si tales cosas existen, entonces se explica naturalmente el éxito de las teorías porque ellas proporcionan explicaciones parcialmente verdaderas de cómo se comportan tales cosas. Y una explicación natural de la forma en que las teorías científicas se sucedieron entre sí –digamos, la forma en que la relatividad de Einstein superó la teoría de la gravitación universal de Newton– es que una explicación parcialmente correcta y parcialmente incorrecta de un objeto teórico –digamos, el campo gravitacional, o la estructura métrica del espacio-tiempo, o ambos– se reemplaza por una mejor explicación del mismo objeto. Pero si estos objetos realmente no existen en absoluto, entonces es un milagro que una teoría que habla de la acción gravitacional a distancia predice con éxito los fenómenos; es un milagro que una teoría que habla del espacio-tiempo curvo predice con éxito fenómenos ... e ... (Putnam 1978 18-19).

Podría argumentarse que el realismo por defecto, además de las piedras, los palos y las mesas, admite también que existen los electrones, los campos gravitacionales y demás.2 Pero si esto es así, entonces no difiere del realista científico metafísico.

Podemos todavía ir un poco más allá. Aun si el realismo por defecto permaneciera en el nivel de “los objetos físicos de tamaño medio con los cuales establecemos relaciones causales e intencionales”, esto no garantiza que sea inmune, aunque sea en mínimo grado, a todo compromiso metafísico. La simple creencia de que “mi automóvil está en el garaje incluso si no lo estoy viendo en este momento” implica el enunciado contrafáctico “si yo estuviera en el garaje yo lo vería”, y ello nos compromete con hechos modales objetivos sobre lo que sucedería bajo circunstancias contrafácticas. De manera que aun en el ámbito de un deflacionario realismo por defecto pareciera infiltrarse la inflacionaria metafísica.

Hay, asimismo, otro aspecto por discutir. Frápolli impone una restricción al dictum aristotélico en cuanto a su aplicación solo en el nivel objeto, por cuanto encuentra una diferencia fundamental, como hemos señalado, entre (1) “La ciencia busca la verdad” y (2) “Juan busca el control remoto de la TV”. Naturalmente, el predicado “verdad” parece comportarse de manera diferente a los objetos del sentido común, a los objetos que, en principio, pueblan el universo del realismo por defecto. El control remoto es el referente del término “control remoto” y la verdad, sea lo que fuere, parece ser el referente de aquello a lo que refieren las teorías de la verdad. Pero el punto controvertido es la afirmación de que “verdad” es un nombre abstracto que no funciona de manera referencial. ¿Por qué? ¿No puede aplicarse el correspondentismo para evaluar las concepciones acerca de la verdad? Obsérvese que el objetivo de Frápolli es, para usar sus propias palabras, dar cuenta de cómo se usa la verdad, de cómo los humanos usan el lenguaje (Frápolli 2012b 127). Permítasenos expresarlo de manera más extensa:

Para entender la noción de verdad uno tiene que entender para qué la usan los hablantes. Además de eso, es tarea de los teóricos proponer hipótesis semánticas capaces de explicar el significado de los complejos lingüísticos en los que aparecen los términos de verdad y también las conjeturas sintácticas que representan sus rasgos combinatorios. Las prácticas de los hablantes son los datos que deben ser explicados, mientras que las teorías semánticas y sintácticas son las propuestas científicas para ofrecer explicaciones de algunos de estos hechos (Frápolli 2012b 4).

La cita precedente parece describir la tarea de definición que Carnap denominó “explication” y que otros autores caracterizaron como elucidación. Veamos la caracterización que brinda el filósofo vienés de este tipo de definición:

La tarea de hacer más exacto un concepto vago o no suficientemente exacto usado en la vida diaria o en un primer estadio del desarrollo lógico o científico, o más bien de reemplazarlo por un concepto más exacto, construido de nuevo, se ubica entre las más importantes tareas del análisis lógico y la construcción lógica. Nosotros denominamos a esta tarea la tarea de elucidar, o de dar una elucidación para, el concepto anterior; este concepto anterior, o algunas veces el término usado para él, es llamado el explicandum; y el nuevo concepto, o sus términos, se denomina explicatum del viejo término (Carnap 1947 7-8).

Nótese que precisamente Frápolli pretende esclarecer la noción de verdad, ofrecer una nueva teoría de la verdad que defina la noción en toda su complejidad, sin caer en reduccionismos. Ahora bien, atendamos a las afirmaciones de la cita precedente acerca de que “las prácticas de los hablantes son los datos que deben ser explicados, mientras que las teorías semánticas y sintácticas son las propuestas científicas para ofrecer explicaciones de algunos de estos hechos”. Pues bien, si esto es así, en la medida en que la teoría de la verdad debe recoger la realidad de los hechos lingüísticos, en la medida en que se pretende ofrecer la “real” definición de verdad, parece infiltrarse, implícitamente y sin quererlo, una noción correspondentista de la verdad. La propuesta de Frápolli parece orientada hacia el dictum realista: “decir de lo que es, que es, y de lo que no es, que no es”. En el caso de la verdad, la correspondencia no tiene por qué implicar el compromiso con un mundo de hechos independientes. Una teoría de la verdad, en cuanto explicativa del funcionamiento del discurso de la verdad, se corresponde con la realidad objetiva constituida por los hechos lingüísticos generados por los hablantes. Nada impide que la correspondencia ocurra en el metalenguaje, correspondencia entre las proposiciones de la teoría y los usos por parte de los hablantes del operador de verdad.

Llama la atención que Frápolli parece reconocer este hecho pero no está dispuesta a admitir las consecuencias que se derivan de su aceptación:

La verdad es un concepto de orden superior que no representa ningún rasgo del mundo externo. Esto es algo innegable, y no significa que la verdad no “posea ninguna realidad objetiva” si con esto se quiere decir que la verdad es “subjetiva” o “relativa al hablante” (Frápolli 2012b 11).

Estas consecuencias no son otras más que el reconocimiento de que el pretendido intento de aprehender el verdadero significado de la noción de verdad la ha llevado a caminar sobre el filo de una contradicción pragmática al adoptar una actitud realista que contrasta abiertamente con el contenido de su propia concepción de la verdad, una concepción ligada, por cierto, a las más caras versiones del antirrealismo.

CONCLUSIÓN

Frápolli pretende desligar la verdad del debate realismo vs. antirrealismo. La verdad –afirma– es un operador de orden superior que puede ser utilizado tanto por realistas como por antirrealistas. Más aun, considera que ser realista metafísico correspondentista o antirrealista es simplemente un sinsentido, pues no tenemos más remedio que creer en lo que dicen nuestras teorías, aunque lo que nuestras teorías dicen no es una fotografía de una realidad inaccesible. En su opinión, aceptar que las teorías sean verdaderas no nos compromete con el realismo. Si creo que nuestras teorías científicas son verdaderas entonces los objetos de los que hablan las teorías existen. Obviamente cualquier realista acordaría con esta última afirmación. Sin embargo, la interpretación que Frápolli otorga a dicha afirmación parece diferir abiertamente de la que podría ofrecer el realista. Al afirmar que la existencia no es más que la instanciación de predicados en oraciones que uno acepta, parece concebir la existencia en términos de modalidad de dicto y, en consecuencia, sin ningún compromiso metafísico. Es cierto que la noción de verdad naturalmente puede ser utilizada tanto por realistas como por antirrealistas. Pero el sentido en el que los realistas científicos utilizan la noción no es en absoluto de dicto sino de re. En el marco de la disputa del argumento del no milagro vs. el argumento de la inducción pesimista, la verdad aparece al menos en dos acepciones claramente diferenciadas: como correspondencia entre lo que la teoría afirma y el mundo, por un lado, y como ideal regulativo, como objetivo de la ciencia, por el otro. El antirrealista científico rechaza los argumentos realistas, pero jugando su juego en el mismo campo: las premisas del argumento de la inducción pesimista –tal como Frápolli reconoce– están formuladas en términos de la noción de correspondencia.

De todos modos, la propuesta de Frápolli enfrenta otra dificultad: en el intento de ofrecer una explicación de la verdad que sea absolutamente neutral respecto de las disputas epistémicas y metafísicas, se ha infiltrado, aun sin quererlo, un resabio del representacionalismo: la adecuación de la propia teoría prooracional es una función de la correspondencia entre las explicaciones que ofrece la teoría y las prácticas lingüísticas de los hablantes cuando hacen uso del predicado de verdad.

Material suplementario
Referencias
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Notas
Notas
* Este artículo se debe citar: Gentile, Nélida. “El rol de la verdad en el debate realismo vs. antirrealismo”. Rev. Colomb. Filos. Cienc. 20.40 (2020): 21-39. https://doi.org/10.18270/rcfc.v20i40.3230
1 El argumento del no milagro tiene sus antecedentes en Maxwell (1962) y Smart (1963); fue también defendido por Boyd (1984) y Kitcher (1993).
2 En correspondencia informal mantenida con María José, ella ha afirmado que si se acepta que los agujeros negros son puntos de condensación gravitatoria, o lo que fueran, no se puede ser agnóstico acerca de la existencia de los agujeros negros, pues ello simplemente se sigue de la afirmación. Pero nótese que tal agnosticismo es, precisamente, lo que sostiene el empirismo constructivo de Fraassen. Se acepta la teoría porque da cuenta de los fenómenos observables del mundo, porque es empíricamente adecuada, pero ello no implica asumir un compromiso ontológico con, digamos, los agujeros negros; lo que el empirismo constructivo rechaza es la afirmación de existencia en sentido fuerte, en sentido metafísico, no el sentido carnapiano de existencia como inmanente al marco lingüístico.
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