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El Enfoque SIAL como catalizador de la acción colectiva: casos territoriales en América Latina
The LAS Approach as catalyzer for collective action: territorial case-studies from Latin America
Estudios sociales (Hermosillo, Son.), vol. 25, núm. 47, pp. 11-37, 2016
Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo, A. C.

Artículos


Recepción: 01 Agosto 2015

Aprobación: 01 Noviembre 2015

Resumen: Se presenta un marco teórico y práctico, la Activación Territorial con Enfoque en Sistemas Agroalimentarios Localizados (AT-SIAL), desarrollado a partir de experiencias en territorios latinoamericanos donde se generaron procesos de activación de recursos específicos, mediante la articulación, reforzamiento y potenciación de sinergias entre actores locales. La AT-SIAL permitió involucrar distintos sectores, innovando en la revalorización de activos territoriales y del saber-hacer tradicional. La metodología se enfocó en las concentraciones de Agroindustrias Rurales pero integró al proceso actividades relacionados con el componente ambiental de los territorios: turismo y artesanías. Esta propuesta de apoyo a la gestión territorial está basada en: la acción colectiva con empoderamiento de actores locales, el anclaje territorial y la gobernanza territorial.

Palabras clave: acción colectiva, gestión territorial, SIAL, Latinoamérica.

Abstract: This paper introduces a theoretical and practical framework, the Territorial Activation with Localized Agro-industry System approach (AT-SIAL, in Spanish), developed from experiences in Latin-American territories where activation processes for specific resources where promoted, through articulation, reinforcement and synergy strengthening for local stakeholders. The AT-SIAL allowed diverse economic sectors participation, supporting an innovative way for revaluation of territorial resources and traditional knowledge. The methodology was focused on rural agro-industries concentrations, but activities related to territorial environmental component where included: tourism and handicrafts. This proposal for territorial management was constructed based on: collective action with local stakeholder empowerment, territory anchoring and territorial governance.

Key words: collective action, territorial management, LAS, Latin-America.

Introducción

El concepto de Sistemas Agroalimentarios Localizados (SIAL) se desarrolló a partir de corrientes de la economía industrial que estudiaban las concentraciones geográficas de empresas ligadas a un territorio; particularmente los Distritos Industriales (DI), los Clusters y los Sistemas Productivos Locales (SPL). Estos tenían activos específicos: saber-hacer, instituciones y formas de coordinación, que les permitían generar externalidades positivas y un mejor posicionamiento en el mercado (Muchnik, 2006). El Enfoque SIAL integró lo anterior con elementos de la antropología (técnica y alimentos), la gestión de redes empresariales, la geografía humana, ciencias de la vida y sociología, y se orientó a analizar productos y regiones diversas, particularmente de América Latina y Europa. Así, el término “SIAL” se ha empleado para definir redes, formas de organización, aglomeración de unidades productivas, concentraciones geográficas de agroindustrias rurales, cadenas productivas rurales, entre otros.

En la última década, a partir de los hallazgos realizados con casos específicos, se ha orientado una distinción entre el Concepto SIAL y el Enfoque SIAL. En particular, el primer término … puede considerarse un conceptoevolutivo que no solo se limita al análisis de los fenómenos relacionados con la concentración espacial, sino que se centra en las relaciones de organización, transformación industrial y de servicios a partir de productos específicos de carácter alimentario (Tolentino, 2014:44). Entendido así, se define un “objeto de estudio”, centrado en las concentraciones de agroindustrias rurales (AIR). Por su parte, el Enfoque SIAL está referido a un marco analítico y metodológico que ha sido útil para abordar temas de desarrollo y fomento económico, así como realizar análisis de dinámicas territoriales. El Enfoque SIAL permite abordar distintos temas rurales, integrando el interés en el sector agroalimentario con una fuerte base territorial y estableciendo un vínculo explícito entre el territorio y la alimentación (Linck y Bouché, 2008; Muchnik et al., 2007 y 2008). Además, resalta la importancia de las redes localizadas deagroindustrias, articuladas con los otros eslabones de la cadena productiva como formas de organización eficientes. Esas redes favorecen la confianza, el acceso a la información y la innovación y se articulan alrededor de la dialéctica competencia-cooperación, y de la reproducción y uso de recursos locales, materiales o inmateriales (Poméon y Fraire, 2011:33).

En los SIAL, vistos como objeto de estudio, los productos agroalimentarios y el saber-hacer asociado pueden incorporarse a procesos de patrimonialización, calificación territorial, susceptibles de denominación de origen o indicación geográfica, etiquetado de producción orgánica, comercio justo y circuitos cortos de venta directa, entre otros esquemas apoyados en una combinación de recursos territoriales (Vandecandelaere et al., 2010).

La especificidad de cada SIAL depende de los recursos territoriales implicados, la configuración del sector agroalimentario (tamaño de las empresas, innovación, mano de obra) y las estrategias organizacionales e institucionales que se movilizan por los actores (Filippa, 2002). Por tanto, la delimitación espacial de un SIAL es más compleja que lo observable en un DI, clúster o SPL, pues implica unidades de producción, transformación y comercialización de productos del agro, que están articuladas en un sistema vinculado al territorio y que pueden incluir zonas rurales y urbanas. En el Enfoque SIAL, el territorio es endógeno al análisis, así que SIAL-territorio es un binomio indisociable. Ello permite caracterizar las relaciones productos- actores-instituciones desde una perspectiva temporal y espacial (Boucher y Reyes, 2013a).

En los últimos años, el Enfoque SIAL se vislumbra como un posible catalizador de procesos de acción colectiva que dan soporte a la gestión territorial. En este documento se presentan algunas evidencias al respecto basadas en una metodología particular, generada empíricamente dentro de un proyecto y con experiencias en cuatro territorios de América Latina. Se presenta a la activación territorial con enfoque SIAL (AT-SIAL) como una propuesta innovadora, aplicable en distintos contextos y capacidades, capaz de aportar al desarrollo rural y la gestión territorial. El texto tiene tres secciones: un marco teórico y metodológico, los resultados de los cuatro casos territoriales y una discusión y conclusiones.

Marco teórico y metodología general

En esta sección describiremos los temas que se integraron en un marco teórico conceptual que fue la base de la metodología AT-SIAL: (i) el territorio y el desarrollo territorial, (ii) la acción colectiva y la activación territorial y (iii) la innovación territorial.

El territorio y el desarrollo territorial

El territorio puede definirse desde distintas áreas del conocimiento. Si bien cada una de ellas refleja la visión y el quehacer particular de la disciplina que lo propone, las acepciones son coincidentes en algunos elementos: referirse a un espacio de identidad social, cultural y económica, no restringirse a los límites político-administrativos de un territorio, y relacionarse con recursos específicos del territorio y el empoderamiento de los actores locales para su desarrollo.

De acuerdo con Muchnik y Sautier (1998:4), el territorio:

Es un espacio elaborado, construido históricamente y socialmente, marcado en términos culturales, regulado institucionalmente y en el cual la eficacia de las actividades económicas es fuertemente condicionada por las relaciones de proximidad y de pertenencia a este espacio. El concepto de territorio puede ser visto como un conjunto de factores, como un espacio de relaciones muy estrechas entre sus habitantes y sus raíces territoriales, algo que se podría denominar ‘terruño-patrimonio’, y también como sistema local de innovación.

Para el territorio, las instituciones y las formas de organización son esenciales: le dan su grado de cohesión y rasgos de identidad. Estas relaciones pueden ser formales (instituciones) e informales (considerando tradiciones, usos y costumbres). Ello configura un espacio construido y un espacio de proximidades espaciales y organizacionales: un territorio particular es distinguible por su identidad social y cultural, misma que supera los límites político-administrativos. El territorio es dinámico y determina el potencial de desarrollo de los actores y sus interrelaciones, sociales y productivas (Pecqueur, 1996; Porter, 2000; Courlet, 2002).

Esto permite interpretar el territorio como una construcción social e histórica, con un tejido social único dotado de un capital natural, formas de producción y comercialización, y una red institucional; todo ello le da cohesión e identidad (Sepúlveda et al., 2003). Así se forma una unidad social, económica e institucional sobre la cual se pueden realizar procesos de planificación; de tal forma que el territorio es “el objeto” de interés de las políticas públicas, pero también “el sujeto” que gestiona esas políticas públicas (Echeverri, 2013).

Una ventaja adicional de esta concepción del territorio es que puede ser “objeto de intervención” de las políticas y proyectos de desarrollo; ello gracias a que, a diferencia de otras unidades de administración pública subnacional (estado, departamento, municipio, cantón, etc.), el territorio es flexible en cuanto a su delimitación espacial. Otra característica relevante de esta noción del territorio, es que los atributos ambientales (o capital natural) cobran relevancia, condicionando el potencial y la dinámica de las actividades productivas. Al mismo tiempo, la relación del territorio con el ambiente permite que, ante presiones o amenazas ambientales (deforestación, contaminación o escasez de agua), se puedan generar dinámicas que fortalecen la identidad territorial (Pensado, 2011; Baquero, Lucio-Paredes et al., 2013).

Con lo anterior, bajo el concepto de territorio se establecen dos binomios relevantes: territorio-capital natural y objeto-sujeto del desarrollo (Boucher y Reyes, 2013b). Aquí, las instituciones, entendidas como las “reglas del juego”, son determinantes en la gestión de los recursos naturales, típicamente asociados con dificultades como el libre acceso, el problema del descuento de futuro y la incertidumbre; por lo que la Nueva Economía Institucional resulta un referente apropiado para fundamentar la relevancia de la institucionalidad en el manejo de los recursos naturales (Caballero y Garza, 2010). De esta forma, conceptos como “capital social” y “acción colectiva” son esenciales en la gestión territorial.

En cuanto al desarrollo territorial, este se alinea con el pensamiento del Desarrollo Económico Local (DEL), lo que implica el crecimiento económico y el cambio estructural de un espacio geográfico determinado (el territorio, en este caso), relacionado con tres dimensiones: (i) económica, por el sistema de producción; (ii) sociocultural, con las relaciones, instituciones y valores; y (iii) política y administrativa, como el marco que favorece -o limita- la producción (Aghón, Alburquerque y Cortés, 2001).

Como apuntaremos, la territorialidad y el territorio -visto como recurso estratégico de los actores integrando un espacio de proximidad- generan espacios que favorecen la interacción entre los actores y facultan la construcción de una acción colectiva.

La acción colectiva y la activación territorial

La publicación de Mancur Olson (1965) sobre la acción colectiva y la teoría de los grupos (“The logic of collective action. Public goods and the theory of groups”; Olson, 1971) estableció, bajo un enfoque económico y basado en información empírica de los Estados Unidos, los andamios para el análisis de procesos y “principios” que rigen dicho comportamiento en grupos socio-económicos. Entre ellos, estableció la paradoja de que si no se dan combinacioneso circunstancias especiales…, los grandes grupos, por lo menos si están compuestos por individuos racionales, no actuarán a favor de sus intereses de grupo (Olson, 1985:204). La descripción de los incentivos selectivos (positivos y negativos), así como la relación entre el tamaño y heterogeneidad de los grupos y las motivaciones (o probabilidades) de una acción colectiva,1 son de las aportaciones más relevantes de dicho trabajo.

La acción colectiva permite movilizar recursos territoriales, surge de la cooperación entre los actores involucrados y motivados. Esta puede ser horizontal o vertical. La primera ocurre entre actores del mismo eslabón de una cadena productiva; mientras que la segunda (también multilateral) se produce entre actores de distintos eslabones de la cadena. La acción colectiva refuerza la proximidad y favorece el desarrollo de una confianza organizacional, básica para aumentar la coordinación y cooperación entre actores e instituciones (Torre, 2001). Retomando una de las ideas centrales de Olson (1985), la acción colectiva en un territorio particular genera bienes públicos que beneficiarán por igual a todos los actores, sin importar el costo que cada uno haya asumido para lograr dicha acción. El resultado total será un aumento en la disponibilidad de bienes territoriales; es decir, un aumento del capital social del territorio. Se puede subrayar que la acción colectiva que produce confianza entre los actores se vuelve una herramienta potente para disminuir las asimetrías de información.2 Estas asimetrías suelen ser amplias entre actores de distintos eslabones de las cadenas y constituir un freno al desarrollo. En ciertos casos, estas asimetrías pueden generar procesos como el “ecologismo de los pobres” (o “ecologismo popular”) o la “marginalidad social”, que implican la exclusión de algunos sectores para el control de recursos por parte de otros, así como la alteración de la dinámica socio-ambiental local (Goebel, 2010).

Para el Enfoque SIAL se identifican dos tipos de acción colectiva: estructural (ACE), cuando se crea un grupo formal donde hay encuentros e intercambios que favorecen los aprendizajes colectivos; y funcional (ACF), en donde se construye un recurso territorializado relacionado con la calidad de un bien o servicio, del tipo sello de calidad, marca colectiva u otro. En la ACF se generan instituciones, vinculadas a reglas que coordinan a los actores locales en torno a la gestión del bien común, según la definición de parámetros de calidad para un producto identificado con un sello particular. Aquí se formulan y administran mecanismos de control y sanciones, por lo que hay procedimientos de inclusión/ exclusión y rivalidad (Boucher, 2004). Este énfasis en la “creación (o fortalecimiento) de instituciones” en el territorio es afín a la Nueva Economía Institucional y su relación con la gestión de los recursos naturales (Caballero y Garza, 2010).

En torno a los SIAL se han realizado investigaciones sobre: canastas de productos y servicios territoriales; turismo rural; patrimonialización; políticas públicas y gobernanza; innovación y tecnología, entre otros. Una de las líneas de trabajo más recientes es la relación entre SIAL y procesos de acción colectiva, centrados en la articulación entre actores -de uno o varios sectores- en un mismo territorio (Boucher y Reyes, 2013a).

Entre la acción colectiva y los procesos de territorialización, generados participativamente con los actores locales, es posible crear un círculo virtuoso que refuerza las proximidades actores/productos. Así, la activación se centra en los rasgos endógenos del territorio, bajo la modalidad de movilización de recursos específicos territoriales por parte de los actores hacia fines de desarrollo que, al ser aplicados a sistemas agroalimentarios, definen la Activación Territorial con Enfoque de Sistemas Agroalimentarios Localizados (AT-SIAL). De esta forma, la AT-SIAL es una metodología que apoya la implementación de procesos de DEL. Mediante la acción colectiva, como búsqueda de los actores (individuales) por beneficios comunes, se genera una innovación territorial (socio-ambiental).

La innovación territorial

La innovación -técnica, comercial, organizativa o institucional- es un componente importante de la competitividad, y vincula las formas de organización y la capacidad de flexibilidad y reactividad. En el caso del territorio, la diversidad y la calidad de los sistemas de innovación se relacionan con la densidad institucional: a mayor densidad y diversidad de instituciones (colectivos con reglas y normas de comportamiento e interacción, y organizaciones formales), mayor potencial de innovación vinculada a una ACF. Esta acción colectiva y los recursos específicos distinguen al territorio (Boucher, 2012).

Los procesos de innovación tienen dinámicas de aprendizaje colectivo e involucran: una invención, un grupo local de usuarios y un mercado (INRA-SAD, 2000). La innovación también se genera según modalidades de coordinación entre agentes en un espacio de proximidades y se puede considerar que la proximidad geográfica favorece la circulación de conocimientos, como un saber-hacer particular del territorio.

En la producción agroalimentaria, las innovaciones combinan conocimientos tácitos y codificados. Los primeros, como mecanismos de aprendizaje “cara a cara”, y aprender-haciendo (“learning by doing”), resultan de una proximidad organizada, institucional u organizacional que potencia la interacción, y la transmisión de información y conocimientos entre agentes vinculados en relaciones de reciprocidad y confianza. Cuando esto se relaciona con la ACF puede generar dinámicas de reflexión y acción colectiva organizadas, que desembocan en procesos de innovación (Requier-Desjardins, Boucher et al., 2003; Cerdan y Fournier, 2007).

Se puede encontrar una relación estrecha entre territorio e innovación. El primero, combinado con la acción colectiva, resulta un sistema favorable para la innovación organizacional e institucional, que deriva en la posibilidad de activar un territorio con el marco conceptual y metodológico del Enfoque SIAL (Boucher y Reyes, 2013a).

A partir del marco conceptual anterior, basado en los componentes “territorio”, “acción colectiva” e “innovación”, se formuló el proyecto llamado Desarrollo territorial aplicando el enfoque de sistemas agroalimentarios localizados (SIAL). Este se implementó como un proyecto colaborativo e incluyó el desarrollo de una metodología que apoyara procesos de activación en territorios rurales. La construcción metodológica se hizo empíricamente: (i) formular -a manera de hipótesis inicial- un marco metodológico para la promoción del desarrollo territorial basado en SIAL, (ii) probar la metodología en territorios de Argentina, Costa Rica, Ecuador y México (“el experimento”), (iii) documentar las experiencias, reconocer los aprendizajes y conducir una discusión con un equipo interdisciplinario internacional y (iv) formular una metodología basada en dos grandes procesos: diagnóstico y activación. El proyecto permitió revisar conceptos, enfoques y herramientas, en torno al territorio, la agroindustria rural, la institucionalidad y las relaciones locales, entre otros temas surgidos de los territorios y discutidos por el equipo técnico. Se concluyó con la publicación de un libro compendio que muestra los avances teórico-conceptuales en torno a SIAL y los tres componentes descritos en párrafos anteriores. El énfasis del proyecto fue generar una metodología aplicable en terreno bajo contextos y recursos distintos, que estuviera basada en un marco teórico-conceptual específico (Boucher y Reyes, 2013b).

A continuación se presentan los resultados de la AT-SIAL promovida en los cuatro territorios. De estas experiencias se derivan elementos de discusión sobre los procesos de desarrollo en territorios rurales en América Latina.

Los territorios

La Comarca Andina del Paralelo 42°, Argentina (La Comarca)

La Comarca es un territorio complejo y heterogéneo, social, económica, productiva, política y culturalmente; pero reconocido como unidad territorial (Bondel, 2008). El territorio se localiza en la Patagonia Andina de Los Lagos, en las Provincia de Río Negro y Chubut, con 49,600 habitantes. El paisaje dominante es la Cordillera de los Andes, con bosques de cipreses, coihues, arrayanes y otras especies; incluye cascadas y lagos, en altitudes hasta 2,400 metros (Bondel, 2008; INDEC-CNP, 2010). La comarca es apta para la producción agrícola en un clima templado-frío de montaña con abundantes lluvias invernales. Políticamente, se trata de un área biprovincial, con cuatro municipios y una comuna rural (INTA, 2008).

La producción primaria tiene 550 establecimientos y la superficie agrícola suma 3,000 hectáreas (INTA, 2008). Las actividades agrícolas principales son la producción de bayas diversas (conocidas como frutas finas o berries) y el lúpulo. En ganadería, predomina la cría vacuna y ovina de pequeños rodeos. Otras actividades son: ganadería extensiva (vacunos y ovinos), silvicultura, agricultura de temporal, agricultura intensiva (fruticultura y horticultura), horticultura familiar protegida y apicultura.

La AT-SIAL implementada en este territorio, permitió que los actores participantes en el proceso identificaran los problemas más graves, asociados principalmente al cambio del uso de suelo, la urbanización y la especulación inmobiliaria; así como a la política pública, en particular la ausencia -o falta de continuidad- de instrumentos sectoriales sólidos, de ordenamiento territorial y de apoyo a modelos de desarrollo económico local.

A partir de lo anterior, se definieron líneas de acción que incluían: (i) el desarrollo de un sello territorial, (ii) consensuar -y verificar- normativas bromatológicas mínimas en los municipios, (iii) capacitar a los productores, elaboradores y prestadores de servicios turísticos (buenas prácticas, calidad, formulación y evaluación de negocios, entre otros temas), (iv) sistematizar la información de las actividades agroalimentarias y los sectores relacionados, así como de los mercados potenciales, (v) promocionar los productos territoriales a nivel local y nacional (estrategia de mercado) y (vi) gestionar con los agentes gubernamentales la revisión de la legislación, con asesoramiento de organismos técnicos (Danklmaier, Heinrichs y Riveros, 2013).

Sur Alto, Costa Rica

El territorio incluye los cantones de Buenos Aires y Coto Brus, Provincia de Puntarenas en el sur de Costa Rica, frontera con Panamá. Tiene una población cercana a 100,000 habitantes en una superficie de 3,318 km2, con índices de desarrollo cantonal bajos. La agricultura es la actividad principal y se practica en unidades pequeñas y medianas que producen café, miel, frutas, ganadería, tubérculos, entre otras. Estas unidades coexisten con monocultivos como la piña. Sur Alto abarca una parte importante del Parque Internacional La Amistad. Los problemas centrales para el desarrollo territorial son: (i) énfasis en el fomento de la producción, no en la comercialización; (ii) desarticulación de las cadenas productivas más importantes; (iii) potencial turístico desaprovechado; (iv) organización empresarial débil o incipiente; y (v) poca o nula coordinación entre actores (Blanco, Vargas y Acuña, 2013).

La propuesta de activación territorial se diseñó con el Grupo de Acción Territorial Sur Alto (GAT), previamente constituido. El GAT identificó diez problemas principales, de los que se seleccionaron, por votación abierta, los más importantes: comercialización ineficaz, sistemas de producción con alto impacto ambiental, poco valor agregado, baja capacidad de inversión y reducido posicionamiento de los productos y servicios. Para cada uno se generó una ficha con sus causas, consecuencias y alternativas de solución, y se acordaron líneas de acción y actividades para que el GAT apoyara el desempeño y posicionamiento de los productos y servicios del territorio (Cuadro 1).


Cuadro 1
Líneas de acción para la activación territorial de Sur Alto, Costa Rica
Fuente: modificado de Blanco, Vargas y Acuña (2013).


Cuadro 1 (Cont.)
Líneas de acción para la activación territorial de Sur Alto, Costa Rica
Fuente: modificado de Blanco, Vargas y Acuña (2013).

Posteriormente, se generaron ideas de proyecto: comercialización de miel de abeja y subproductos; construcción de invernaderos de producción orgánica; procesamiento y posicionamiento del frijol en la región Brunca; sello de calidad territorial, entre otras.

Lo anterior conformó una cartera de proyectos que orientaría el trabajo del GAT para implementar el plan de AT-SIAL. En apoyo a dicho plan, se implementaron acciones de comunicación, como la elaboración de promocionales (afiche y banner); programas de radio que relatan la experiencia organizacional del territorio y el desarrollo de “La AgroTienda” (catálogo de productos, una sección en Facebook y un stand con productos agroalimentarios y artesanías que fue instalado en las oficinas del IICA Costa Rica). También se hizo un diseño preliminar de sello de calidad territorial.

Valle de Intag, Ecuador

Es un territorio al occidente de la Provincia de Imbabura, entre 1,200 y 2,900 msnm con clima que va de templado a cálido y húmedo (12-27°C); entre dos áreas prioritarias de biodiversidad: El Chocó y Los Andes Tropicales. Incluye siete parroquias rurales de los cantones Cotacachi y Otavalo. La población es cercana a 17,000 habitantes, en más de 75 comunidades, pobladas por mestizos (>60%), indígenas y afrodescendientes. Las principales actividades económicas son agricultura y ganadería, seguidas por las artesanías, el turismo y el aprovechamiento forestal. Las unidades de producción son pequeñas fincas campesinas en las que se cultivan: caña de azúcar, yuca, maíz, frijol, frutas, café, hortalizas, pastizales y cabuya, entre otros. En la última década, la presencia de yacimientos minerales y los posibles impactos por la minería a cielo abierto, han sido causa de disputas. Esto generó un proceso social, económico y político que dio lugar a la práctica de la democracia participativa, modelando una propuesta de desarrollo “de abajo hacia arriba” (Baquero, Lucio-Paredes y Vinueza, 2013).

En 2005 distintas agrupaciones conformaron una organización de segundo nivel: la Corporación Toisán, un colectivo de nueve organizaciones productivas y ambientalistas que agrupa a 1,700 familias; se vincula con el gobierno y participa en espacios de la sociedad civil. Los recursos y activos específicos del territorio están asociados a su capital natural: tierras fértiles, bosques y otros componentes de biodiversidad; yacimientos minerales (cobre, molibdeno, plata y oro) y recursos hídricos. En el capital social destacan la organización social productiva, los saber-hacer para la producción de café agroforestal y derivados de la caña (panela y aguardiente). También hay piscicultura (tilapia y trucha) y artesanías. Estas últimas, basadas en fibras o semillas de diversas plantas. El sector de servicios está menos desarrollado, pero destaca el turismo (Baquero, Lucio-Paredes y Vinueza, 2013).

El proceso de activación en este territorio inició con la incorporación de representantes de organizaciones productivas y de las juntas parroquiales. Primero se priorizaron los sectores productivos para elaborar un plan enfocado a cadenas específicas. También se validaron el diagnóstico y el análisis estratégico realizados y se ubicaron los problemas por ejes temáticos ambientales, sociales, productivos y financieros, entre otros. Así, se seleccionaron las cadenas productivas: ganadería (carne y leche), frijol, café y turismo. En cuanto a los problemas de producción, mercado y financiamiento, lo más relevantes fueron: (i) pérdida de la fertilidad del suelo, (ii) incongruencia de la producción con los requisitos del mercado (calidad, cantidad y continuidad); (iii) pérdida de productos que brindan seguridad alimentaria y (iv) falta de capital de trabajo.

Como acciones colectivas se eligieron: desarrollo de buenas prácticas agropecuarias, información nutricional sobre productos locales e investigación de mercados. Paralelamente, se prepararon dos proyectos para financiamiento del Programa de Pequeñas Donaciones de las Naciones Unidas: la generación de la marca colectiva Sello Intag (servicios turísticos y productos locales) y el fomento de la agricultura familiar y campesina a través de una Red de Fincas, incluyendo la consolidación de una red de aprendizaje entre pares, como capacitación horizontal “de campesino a campesino” (Baquero, Lucio-Paredes y Vinueza, 2013).

Otras acciones colectivas que podrían incorporarse al plan de AT-SIAL (ideas de proyecto) fueron: (i) un programa de fortalecimiento de la granja integral campesina con enfoque de identidad territorial, (ii) la creación de un fondo para inversión en fincas modelos que sirvan para el aprendizaje de otros campesinos, (iii) el establecimiento de un sistema de capacitación para producir productos orgánicos de calidad, (iv) una campaña de concientización y difusión sobre el consumo local de productos orgánicos y (v) mejorar la planificación de la producción.

Tenancingo, México

El territorio está en los límites municipales de Tenancingo, Estado de México, que tiene altitudes de 2,060 a 2,490 msnm y un clima templado-húmedo con lluvias en verano y temperatura promedio de 19.6 °C (Lara, 1999; Plan de Desarrollo Municipal, 2009).

Al inicio del periodo colonial, junto con la evangelización, se inició también la producción de trigo, de tal forma que por más de 300 años esta actividad fue relevante para el territorio. El cultivo del trigo definió la vida social, económica y cultural entre 1876-1910 (previo a la revolución). En el mismo periodo se establecieron los primeros productores de pan artesanal (López, 2011). Por su parte, los primeros registros de personas dedicadas a la producción de rebozo, una prenda femenina típica, son de finales del siglo XVIII (126 artesanos).

En Tenancingo, las artesanías (el pan incluido) han sido fundamentales en la construcción socioeconómica y generan actividades con arraigo territorial y un conjunto de “saber-hacer” transmitidos generacionalmente formando gremios. De esta forma, los artesanos de Tenancingo ejercen una actividad en la que intervienen habilidad, destreza, expresión simbólica y artística; en resumen, constituye un activo intangible, relevante a nivel territorial porque proporciona pertenencia e identidad a los habitantes (López y Fraire, 2013).

Durante la Revolución Mexicana, Tenancingo sufrió transformaciones socioeconómicas que eliminaron la producción de trigo (Castro, 2003). Para la década de 1930 la agricultura resurgió con la floricultura y los frutales (SNIM, 2010) y, desde hace veinte años, los municipios de Tenancingo y Villa Guerrero son los productores estatales más importantes (Lara, 1999).

La agricultura ocupa 4,281 hectáreas, con el 35% en floricultura. Además se producen maíz forrajero, maíz grano, avena forrajera y frijol. En cultivos perennes hay 65,200 hectáreas sembradas, donde destacan el aguacate, el durazno y la manzana (López y Fraire, 2013). El turismo es una actividad incipiente, pero hay recursos culturales y naturales que podrían aprovecharse (Nava, 2009).

El análisis estratégico identificó deficiencias en la organización y cooperación entre artesanos; la ausencia de un centro municipal para comercializar; y una escasa difusión y apoyo gubernamental. Para ello se propusieron estrategias de solución (Cuadro 2).


Cuadro 2
Principales problemáticas y alternativas en las artesanías de Tenancingo
Fuente: adaptado de López y Fraire (2013).

Para implementar el plan de AT-SIAL, se formó un Comité de artesanos (productores de rebozos, cestería y carpinteros) y panaderos, con un representante del Ayuntamiento y un consultor; es decir, una acción colectiva estructural (Boucher, 2004). La propuesta de activación se orientó a la oferta de artesanías, mediante la elaboración y seguimiento de un plan estratégico que guiara las acciones asociativas. El plan se formuló con base en el Comité de artesanos, por lo que se definieron la misión y visión de la organización; así como unos objetivos estratégicos y acciones para su cumplimiento; integrado en un perfil de proyecto orientado al fortalecimiento de las actividades artesanales de Tenancingo, basado en: (i) la organización, (ii) la capacitación y (iii) el desarrollo de nuevos canales de comercialización (López y Fraire, 2013).

Discusión

En esta sección se analizan los resultados particulares e integrados de los cuatro casos territoriales y de las discusiones del equipo multidisciplinario internacional coordinador del proyecto. Esto se hace según tres componentes considerados centrales para una gestión territorial. Primero se presenta la acción colectiva como el proceso que faculta a los actores de un territorio a generar un cambio que les reporte beneficios; en segundo lugar, se trata el anclaje territorial, entendido como la apropiación de recursos específicos territoriales (tangibles e intangibles) para el soporte de la acción colectiva. Finalmente, se discute la gobernanza territorial, considerada como el proceso fundamental para mantener el impulso de una acción colectiva, tomar acuerdos y controlar la distribución de beneficios derivados de la misma.

La acción colectiva

La aplicación de la metodología de activación territorial (AT-SIAL) en los cuatro casos permite identificar lecciones generales y específicas (de los territorios) que dan base para plantear algunas discusiones.

En el siguiente cuadro se comparan los territorios en términos de sus recursos/activos específicos y de las acciones colectivas previas al proceso de activación en cada territorio. Como puede verse, hay coincidencia en la importancia ambiental de los territorios tratados, con presencia de áreas protegidas y relevancia nacional o internacional de sus características naturales. También comparten la presencia de atributos culturales, de tal forma que las relaciones ambiente-cultura aportan a la identidad territorial, como lo ha señalado Pensado (2011). En esta línea de pensamiento, el territorio es un sistema socio-ambiental complejo, y las aproximaciones realizadas en los territorios, que incluyeron la revisión histórica de la gestión de los recursos y las dinámicas sociales en torno a los mismos, permitieron obtener una visión más integrada del territorio y construir, participativamente, propuestas de AT-SIAL adecuadas a cada caso. Asimilando el capital natural y cultura como bienes comunes, …las instituciones pueden constituir una solución a la tragedia delos comunes, reduciendo las pérdidas e ineficiencias que provoca el libre acceso (Caballero y Garza, 2010:73).


Cuadro 3
Comparativo de elementos del diagnóstico en cuatro territorios en donde se aplicó la metodología AT-SIAL
Fuente: elaboración propia.

En cuanto a los procesos de acción colectiva documentados, los territorios pueden agruparse en dos: (i) con experiencias organizativas, estructurales o funcionales previas o en marcha; indicios de institucionalidad (Sur Alto y Valle de Intag) y (ii) con tendencia al individualismo o la competencia entre actores; sin institucionalidad (La Comarca y Tenancingo). En cierta medida, en el primer grupo (territorios de Costa Rica y Ecuador) había una dinámica más cercana al “ecologismo de los pobres” o la “marginalidad social” descritas por Goebel (2010), con procesos sociales (organizativos, institucionales) y productivos vinculados con conflictos por recursos naturales o derechos: minería en Ecuador o propiedad de la tierra en Costa Rica.

No obstante esas diferencias territoriales, en los cuatro casos se iniciaron procesos de activación a partir de dos condiciones iniciales distintas. En la más básica, sin acción colectiva previa, la AT-SIAL se concentró en constituir y fortalecer las estructuras y procesos de discusión y toma de decisiones (iniciar la ruta de la institucionalidad). Esto representa una mayor dificultad, principalmente por la desconfianza o la inexperiencia de los participantes. En la otra condición inicial -más avanzada- con experiencia(s) de acción colectiva previa a la aplicación de la metodología AT-SIAL, se promovieron procesos operativos hacia la creación de bienes territoriales. En el caso de Sur Alto, Costa Rica, hacia la conformación de una marca (sello) de identidad territorial y de mecanismos para la promoción y comercialización de varios productos del territorio (Blanco, Vargas y Acuña, 2013); mientras que en Valle de Intag, Ecuador, se elaboraron proyectos que recibieron financiamiento internacional para promover la agricultura familiar a través de una Red de fincas y la conformación de un sello de calidad territorial (Baquero, Lucio-Paredes y Vinueza, 2013).

De acuerdo con Correa (2004) es posible “calificar” el nivel de avance de la activación en torno al SIAL considerando siete atributos: (i) características físicas del territorio: tamaño, densidad, distancias; (ii) particularidades del saber-hacer: tradicional o no, transmisión, reputación, etc.; (iii) tipo de bien producido: final o intermediario, elasticidad (bien inferior o superior); (iv) características de las empresas: formales o informales, número y repartición; (v) estrategias individuales de activación y su influencia sobre la trayectoria de desarrollo del SIAL: marca propia, presentación del producto, diversificación de marcas o productos, búsqueda de nuevos mercados, entre otros; (vi) articulaciones entre productores de materia prima y procesadores: nivel de integración de la cadena, relaciones y proximidades, intermediarios y (vii) activación de los recursos a nivel colectivo (institucionalidad): asociaciones, organizaciones de productores, acción colectiva funcional y estructural, capacidad de regulación y exclusión, entre otros.

La condición organizativa inicial se reflejó en acciones colectivas diferenciadas en cada territorio, estructurales o funcionales (Cuadro 4). Así, se hicieron recomendaciones de política pública para el desarrollo territorial (La Comarca), se usaron instrumentos de promoción comercial (Sur Alto), se formularon proyectos para financiamiento (Valle de Intag) y se conformó una organización con productores de diferentes tipos (Tenancingo).


Cuadro 4
Acciones colectivas diferenciadas en los territorios
Fuente: elaboración propia.

El anclaje territorial

En los cuatro casos analizados, el anclaje territorial era incipiente, aunque diferenciado por territorio. Así, la metodología AT-SIAL inició la valoración de los recursos específicos de cada territorio. Si bien hay en los territorios acciones que coordinan la orientación comercial, los procesos de calificación territorial y la patrimonialización no se han consolidado. Esta consolidación debería surgir o evidenciarse en la inscripción en la memoria colectiva de la configuración del objeto y de los códigos que rigen sus modos de producción, uso y apropiación mediante la socialización, dando una posición específica en el patrimonio del grupo social (Link, Barragán y Casabianca, 2006).

Es posible decir que en Valle de Intag, Ecuador, los actores estaban empoderados y que esta condición favorecía iniciativas innovadoras, como la intención de mejora de los circuitos cortos de comercialización y la obtención de productos de calidad superior para el autoconsumo dentro del territorio; algo como “productos de calidad del territorio al territorio” (Baquero, Lucío-Paredes y Vinueza, 2013).

El sentimiento o nivel de arraigo suele ser un factor clave en el tipo de acción colectiva generada en un territorio en el que se inicia el proceso AT-SIAL. Este factor de anclaje territorial o identidad es esencial, porque:

las actividades de transformación, distribución y consumo, y las relaciones del SIAL con la agricultura, derivadas del enlace fuerte con el medio geográfico y sus recursos naturales, hacen que el Enfoque SIAL tenga un anclaje territorial reforzado por el carácter “sedentario” de las actividades agropecuarias y su asociación con las dinámicas económicas y ambientales (Boucher y Reyes, 2013a:17).

Según lo documentado en los casos territoriales, este anclaje territorial para los productos agroalimentarios, podría hacerse extensivo a las actividades turísticas vinculadas con el paisaje o atributos naturales (todos los casos), así como con las artesanías que emplean materiales derivados de la biodiversidad del territorio. Esto último ocurre en Valle de Intag, Ecuador; Sur Alto, Costa Rica; y Tenancingo, México, pero la solución para cada territorio …conlleva una determinada estructura organizativa de gobernanza para cada recurso y cada situación (Caballero y Garza, 2010: 63).

La gobernanza territorial

Con excepción de Tenancingo, México, la definición del espacio territorial supera los límites político-administrativos. Esto ha llevado a representaciones propias del territorio que, por ejemplo atraen nuevos pobladores en busca de la tranquilidad rural y de cercanía a “lo natural” (La Comarca) o que definen una nueva visión del desarrollo basada en la producción familiar y el consumo local (Valle de Intag). Esta laxitud administrativa puede conducir también a una complejidad en el actuar institucional (Sur Alto), complejizandoasí la coordinación de las acciones en pro del desarrollo (Boucher, Fraire y Reyes, 2013:23). Esto abre posibilidades para nuevas estructura de gobernanza en torno al territorio, sus recursos y productos, tal como ocurre en Valle de Intag, en donde se formulan nuevas rutas para el desarrollo y se excluyen actividades como la minería (Baquero, Lucio-Paredes y Vinueza, 2013). Este caso puede ser cercano al concepto de “Ecologismo de los pobres” y su relación con la “Marginalidad social” (Goebel, 2010).

Conclusiones

Los cuatro casos de activación territorial presentados, y el análisis conjunto, permitieron formular avances conceptuales y metodológicos en torno el concepto y enfoque SIAL. Los avances centrales se dieron en los temas de acción colectiva, anclaje territorial y gobernanza territorial. Con ello es posible hablar de una evolución teórico-práctica en torno al enfoque SIAL como herramienta: de la activación de concentraciones de unidades de agroindustria rural (AIR) a la activación del territorio. En otras palabras, el “sujeto” de intervención del Enfoque SIAL cambia de la AIR al territorio; va de lo sectorial a lo territorial. Esto implica mayor diversidad en las unidades económicas que se involucran en la acción colectiva, con la consecuente complejidad para establecer bases de entendimiento, discusión y toma de decisiones. De esta forma, el mayor reto para lograr la AT-SIAL está en el terreno de lo social y no de lo tecnológico (productivo)-comercial; se trata innovar socialmente en el territorio, a través del empoderamiento de los actores. Esto es afín a la “Nueva Economía Institucional” y su relación con la “Economía de los Recursos Naturales”, en las que la organización y la gobernanza son elementos clave.

La AT-SIAL también demostró su potencial para crear oportunidades y estrategias comerciales y acceder a nuevos mercados. Esto se expresó en los casos de Sur Alto, Costa Rica y Valle de Intag, Ecuador, en los que la estrategia se centró en conformar una identidad territorial en forma de sello de calidad. Ya que actualmente los mecanismos más consolidados de certificación se otorgan a los productos y no a las regiones/territorios (p. ej. Denominación de Origen, producción orgánica, comercio justo, entre otros), la búsqueda de un sello que sea común para distintos productos y servicios de un territorio puede considerarse “de avanzada”, innovador.

Con la AT-SIAL también es posible generar iniciativas de mejora para la gobernanza local y las políticas públicas orientadas al fomento económico y la gestión territorial. La decisión de los actores de La Comarca, Argentina, ilustra este potencial. A partir del análisis estratégico, el plan de activación se conformó de cinco componentes. De estos, tres incluyeron acciones de demanda hacia instrumentos gubernamentales: políticas sectoriales, políticas relacionadas al uso de suelo y mejoramiento de la competitividad. Así, la AT-SIAL generó agenda política territorial.

El proceso de AT-SIAL se vincula con el manejo y la valorización colectiva de los recursos territoriales, de tal forma que el desarrollo de un SIAL es consecuencia de la activación colectiva de los recursos: los recursos específicos del territorio se movilizan mediante la acción colectiva para constituir activos territoriales. La trayectoria de ese desarrollo depende principalmente de la combinación particular entre saberes, redes de actores, productos, formas de proximidades, confianza, recursos naturales y otros elementos de “naturaleza territorial”. La idea central es que un territorio puede ser activado mediante acciones colectivas estructurales y/o funcionales, alrededor de la creación o movilización de recursos específicos vinculados con los SIAL.

Las acciones colectivas territoriales en torno a SIAL son tan diversas como los territorios. De esta forma, se pueden encontrar: la defensa de una calidad específica del producto vinculada a su origen; la recalificación de un recurso: saber-hacer, producto, práctica, certificaciones, etc.; la especificación de un recurso para volverlo difícilmente transferible; la patrimonialización: especificación de un recurso antiguo e histórico de un territorio y apropiación del mismo por parte de la comunidad local; por mencionar algunos.

La activación como proceso es el objetivo propio de una iniciativa AT-SIAL; se basa en un modo de gobernanza específica en el territorio, que se ajusta a diferentes estrategias acordadas colectivamente. La AT-SIAL, en su sentido más amplio, remite a procesos de innovación (social, antes que productiva o comercial) principalmente vinculados con alguna acción colectiva funcional: hay un énfasis en la institucionalidad territorial.

Agradecimientos

El proyecto del cual se derivó este artículo fue financiado por el Fondo Concursable de Cooperación Técnica del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).

Los autores agradecen al equipo que participó en dicho proyecto: Christine Danklmaier, Hernando Riveros Serrato y Wienke Heinrichs (Argentina); Marvin Blanco M. y Patricia Vargas B. (Costa Rica); Margarita Baquero, Adriana Lucio-Paredes, Rubén Vinueza y Katya Acuña S. (Ecuador); José Alonso Fraire y Jonathan López Santos (México).

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Notas

1 En este sentido, Olson (1985) señala que, a grandes rasgos, los individuos que forman parte de grupos heterogéneos y grandes tienen pocos incentivos para una acción colectiva, que se ve limitada por la escasez de espacios de discusión y toma de acuerdos.

Notas

2 Ver la teoría de Akerlof (1970) sobre las asimetrías de información.

Notas de autor

Dirección para correspondencia: fymboucher@yahoo.com



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