El cambio climático se ha convertido un tema omnipresente en nuestras vidas. Y no me refiero únicamente a los investigadores que nos ocupamos de temas relativos al medio ambiente o a la administración pública, sino a todos los ciudadanos, y más aún a los que habitamos en las grandes ciudades. Una encuesta dada a conocer en 2004, elaborada por el Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública, revelaba que para ocho de cada diez entrevistados (81 por ciento) el calentamiento global era una amenaza muy grave para México. Nueve de cada diez coincidían en que el clima se había vuelvo más impredecible en los últimos años, y que tres de cada diez entrevistados consideraban que el gobierno había hecho poco o nada para enfrentar este problema; sólo el 7 por cierto consideraba que había hecho mucho ante ese problema. Ese mismo año, una encuesta de Parametría revelaba que un 76 por cierto de sus entrevistados aceptaba saber poco de ese tema.
Este último dato justificaría por sí solo la relevancia e importancia de este libro. Sin embargo, ésta no es la única razón por la que, cualquier interesado en temas que afectan a la sociedad contemporánea y a los encargados de la toma de decisiones, se tendría que revisar este libro. Pueden señalarse, al menos, cuatro razones complementarias.
En primer término, esta obra trata un tema de indudable actualidad (el cambio climático), y lo hace no desde su aspecto técnico (el de los climatólogos), sino en su dimensión de problema público y, sobre todo, institucional. Este libro es una revisión eficiente y clara de lo que es este fenómeno, explicación que, sin sacrificar el rigor exigido para abordar la complejidad del tema, de su naturaleza estructural, de su carácter espacial y temporal y de la problemática que supone la asincronía entre este fenómeno y la forma como se percibe, logra que se a inteligible tanto el problema como lo que constituye en cuanto desafío para los gobiernos.
La anterior explicación es oportuna, pues, como se ha visto en años recientes, el cambio climático se ha convertido en un desafío universal, en una expresión que transmite un deber moral de modificar nuestras conductas, nuestros hábitos de consumo — especialmente de energía—, y que nos invita (y obliga) a limitar nuestras emisiones y desplazamientos.
Así pues, el cambio climático inunda los documentos de científicos y académicos, pero también los textos jurídicos y los discursos de los políticos. La expresión toma por asalto el espacio de los medios e invade nuestras conversaciones cotidianas, convirtiéndose en un tema de interés público. Víctima de su éxito, esta expansión del tema no queda al abrigo de convertirse en un concepto desprovisto de significado y, por ende, de perder su capacidad de sacudir nuestras conciencias y nuestra disposición a actuar. Justamente contra ese riesgo es que este trabajo se convierte en una lectura necesaria y pertinente.
En segundo término, este libro tiene la virtud de imprimirle sentido y utilidad a otra expresión menos popular, pero igualmente problemática: la capacidad institucional de los gobiernos. No se trata de poner al lector frente a una sucesión comentada de definiciones, sino de conducirlo en la construcción de un enfoque, de una forma de ver eso que, por la influencia de muy diversos factores y por su interacción, determina la habilidad del gobierno para hacer y para dejar de hacer.
Para el análisis sobre la capacidad institucional del Gobierno del Distrito Federal, la investigación formuló un modelo a partir de factores institucionales que explican la habilidad de las instancias gubernamentales para atender el cambio climático: se abunda en esa parte sobre cada uno de esos factores, como la importancia del reconocimiento público del problema, los recursos humanos, la autoridad, la cooperación y la coordinación intergubernamental, los recursos económicos y la participación social.
Una tercera razón complementaria por la que habría que leer este trabajo radica en el acierto que supuso la elección de la metodología. Detectar las capacidades del gobierno ante el cambio climático implicó un desafío metodológico de envergadura, pues, como bien señala la autora, no se trata de algo que esté dado, sino que se construye gracias a la mirada del observador, una mirada que se posiciona en el plano del individuo. Identificar las habilidades y discernir los componentes, niveles y factores que las afectan y que determinan la capacidad institucional, requirió tejer finamente un modelo que no sólo recuperó información registrada en una amplia documentación, sino también recolectar el saber experto de profesionales del campo climático. La elección de la técnica Delphi para alinear la opinión de los expertos fue una elección metodológica pertinente y provechosa. No sólo permitió poner en evidencia los encuentros en las opiniones de los expertos, sino que con ello fue posible introducir un valioso esclarecimiento en zonas grises para la comprensión sobre las capacidades del gobierno ante el cambio climático y sobre el problema en sí.
La cuarta razón es que el material empírico que alimenta el análisis de este libro es francamente sugerente. No se trata únicamente de conocer la existencia de una Dirección de Programa de Cambio Climático o de proyectos de mecanismos para el desarrollo limpio, se trata, además, de asignar una justa dimensión a sus competencias, de saber cuántas expectativas se pueden depositar en el desempeño de los ocho funcionarios que la componen, y que están llamados a inducir la acción de empleados públicos de muchos otros servicios administrativos, y ello, sin contar con la autoridad necesaria.
Se trata, igualmente, de conocer qué presupuestos están destinados a la acción pública en materia de cambio climático y cuál es la evolución de este presupuesto. Este libro brinda información útil para entender que lo realizado hasta ahora se ha logrado en un contexto de escasez de medios y que, a pesar de los logros y los esfuerzos (siempre por debajo de lo que nos haría pensar la omnipresencia del tema en los discursos de los líderes políticos), los pendientes son todavía demasiados.
Las conclusiones que plantea el libro son alentadoras, pero uno de sus señalamientos es categórico: “la autoridad gubernamental no ha reconocido el cambio climático como problema público, prioritario y urgente […]”; y eso es una de las principales debilidades que impide “transitar a un estado más deseable de capacidad institucional […]” (Huerta, 2015: 195).
En efecto, el título del libro, al incluir tres nociones que, por sí mismas, suelen referir temas amplios y, en cierta medida, técnicos, “capacidad institucional”, “gobiernos locales” y “cambio climático”, puede desincentivar a un lector potencial no especializado. Sin embargo, esta acumulación de temas tan amplios en este libro genera una explicación bien planteada, bien estructurada y cuidadosamente escrita, todo lo cual lleva al lector de la mano para adentrarse en la comprensión de un trabajo científico serio, que le permitirá trascender las simplificaciones que distorsionan nuestra mirada sobre lo que el gobierno, en este caso, el gobierno local de una gran ciudad, puede hacer ante este problema de nuestro tiempo que es el cambio climático. •